En esta tercera entrega mi reflexión seguía hincando el diente en la micro Historia y la macro Historia y sus interrelaciones. Eran las historias individuales las formaban la gran Historia. Para ello hablaba del siglo XVI español, y se centraba en la rebelión de los comuneros.
He de dar el dato al lector de que tras muchos análisis por muchos historiadores, politólogos y sociólogos a lo largo de siglo largo, se entiende por:
-Revuelta, como un descontento de un grupo social que se manifiesta en contra del cumplimiento de unas leyes, mandatos o normas, o contra algo que viniera sucediendo desde arriba hacia sus subordinados social, económica y/o políticamente, siendo el subordinado el que se revuelve contra el que ejerce control sobre él, sin ánimo de cambiar más allá que una situación que considera contraproducente para sí mismo. De este modo también han existido revueltas religiosas por parte de grupos discriminados por aquellos otros mayoritarios que detentan todos los medios administrativos, fiscales y gubernativos. Así pues, puede considerarse una revuelta, por ejemplo, los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales en las manifestaciones de septiembre de 2017 en Murcia con motivo de que la sociedad murciana en general se veía altamente perjudicada durante mucho tiempo por no soterrarse las vías de tren de alta velocidad por parte del Estado central. No se pretendía cambiar al gobierno, ni las leyes, ni eliminar el tren en sí, sino cambiar una situación que se consideraba lesiva. La revuelta suele estar limitada en el tiempo, a veces en el espacio, y
se atañe a un grupo social concreto, si bien puede contener en sí varios
grupos que coinciden en unos mismos intereses que los hacen comportarse
como un solo grupo. Su origen a menudo es algo espontáneo tras un largo periodo de encubarse una serie de sentimientos de agravios sin enmienda.
-Rebelión, como un paso más allá que la revuelta. En este caso lo que se pretende cambiar no solo es una situación que perjudica a un grupo, ahora ese grupo es amplio, muy definido y a menudo en relación directa y sintonía con otros grupos afectados, con los que colaboran o interactúan. Ahora se pretende cambiar la situación, pero también alterar la ley y puede que incluso cambiar a las personas o instituciones que les han perjudicado. Sin embargo, el rebelde en principio no quiere cambiar el sistema de gobierno, incluso se pueden dar rebeliones donde se pretende cambiar al rey, pero no acabar con la monarquía, o bien limitar al rey, cambiar las formas de gobierno, pero no acabar con el reinado. En todo caso, hemos de pensar que esto es un análisis histórico poniendo en común la Historia universal al completo, no solo uno o dos casos concretos, pues luego cada caso tiene sus propios análisis internos de manera individual. No hay que confundir esto con una lectura jurídica y judicial de lo que es rebelión, pues esta cambia más todavía según el lugar geográfico y su ubicación temporal en la Historia. Desde una perspectiva histórica la negación del pago de impuestos a Inglaterra en un pueblo de Escocia en el siglo XVI, incluso incurriendo en violencia, puede ser revuelta, pero si la revuelta pasa a querer una independencia donde como resultado se quiere pasar de súbditos de un rey inglés a súbditos de un rey escocés, eso es rebelión. La rebelión suele ser más extensa en el tiempo que la revuelta, y suele tener mayor extensión territorial, trasciende clases y grupos sociales y, como diferencia también, contiene un cierto grado de organización. Aunque a veces nazca de revueltas, se caracteriza por tener un mínimo de organización y unos objetivos más claros que los de las revueltas.
-Revolución, un paso más allá que la rebelión. El descontento se amplifica a todas o casi todas las capas sociales, incluso teniendo a veces intereses diferentes. Coinciden en unos intereses de cambio básicos a los que consideran irrenunciables, lo que lleva a la colaboración y a la organización entre sí. Se trata de cambiar todo el orden social, político y económico, por considerarse el sistema anterior solo favorable a unos pocos y no a la mayoría, o bien favorable a un grupo concreto (que puede ser grande) y no a otros grupos (véase la revolución inglesa del siglo XVII, con un serio conflicto religioso entre gobernantes y gobernados). Afecta a todo el territorio de un Estado, pudiendo trascenderlo al ser extensible a capas sociales y no solo a habitantes de un lugar (véase ahora la revolución francesa). No bastaría con cambiar al rey, por ejemplo, si no con acabar con la monarquía para instaurar una república democrática, pero es mucho más complejo, pues hay revoluciones que cambian una monarquía absolutista por otra parlamentaria, o bien que cambian una República liberal por otra socialista. Se trata de un cambio de sistema en todos sus órdenes. Una revolución no alcanzaría solo al aspecto político, u otro, sino que afecta por necesidad a todos los aspectos posibles del orden social. Contiene en sí un alto grado de organización y de planteamiento sobre sus fines. Si bien los diferentes casos de la Historia analizados cada uno nos muestran una gran cantidad de caminos posibles en su interior, a veces disensiones y contradicciones. No obstante , ligado al término revolución suele aparecer el de contrarrevolución como fenómeno ligado que surge como enemigo irreconciliable que no desea que se alcance ninguno de los cambios sociales planteados, a menudo para mantener a las clases sociales que soliviantaron con su sistema de gobierno a los que se organizaron en revolución. Algunas revoluciones son evolución de la rebelión previa o varias rebeliones previas dadas a la vez y puestos sus intereses en común para aunar fuerzas y mejorar un futuro sistema que se pudiera instaurar.
Para consultar las dos partes anteriores: Noticia 2197ª y Noticia 2198ª.
Unas reflexiones de
historiografía política aplicada a la rebelión de los comuneros de Castilla en
el siglo XVI.
Creo sinceramente que la
historia la hacen los pueblos, y esto significa que son los pueblos los que
crean la historia política y no tanto que los pueblos sean lo que se deja
llevar por las decisiones de unos pocos. Sin embargo, no comparto con Stone que
sea sólo la estructura social y cultural la que da origen a los hechos. Habré
de decir como Hobsbawn que, si eso fuera cierto, entonces gente como Colón era
un simple marinero comerciante y habría de explicarle de ese modo, cuando es un
hecho que el resto de marinos comerciantes de su época no se atrevió, o no lo
intentó, o no pudo, hacer la empresa que él hizo. Por ello, aunque realmente
son los pueblos los que hacen la historia, es indudable que ciertos individuos
destacan muy sobresalientemente, cambiando parte del rumbo de los
acontecimientos, y con ellos las mentalidades. ¿Qué duda cabe que el
descubrimiento de tierra más allá de donde se creía que había mar, y además
llena de cosas nunca vistas, cambió el mundo entero? De repente las relaciones
religiosas tenían allí una salida. Los perseguidos tenían una tierra de huida
(caso de Norteamérica). En un principio no parece que allí, en la América
española, actuase la Inquisición tan férreamente como en España, con lo que se
dio origen a cierta libertad que dio experiencias a los que allí estuvieron. Se
rompían los lazos vasalláticos antiguos al abandonar el lugar de origen, como
mucho se deberían fidelidades a los jefes militares, y, si uno repasa las
historias y crónicas de la época, no parece que estas fidelidades fuesen tan
sólidas ni comprometiesen tanto como las relaciones entre señor y vasallo. Las
formas estructurales de familia se rompieron, en la conquista del Río de la
Plata se narra como Martín de Irala permitía a sus hombres tener varias mujeres
a la vez, y cómo los hijos a veces eran comunales, por no saberse bien quien
era el padre, al estilo de como era la familia entendida en muchas tribus del
lugar. Las relaciones comerciales y diplomáticas cambiaron radicalmente, y con ellas
la economía y las teorías económicas. Las formas de guerrear cambiaron por el
corsarismo, e incluso las ambiciones de guerra, donde una guerra europea era la
excusa para quitar al enemigo sus tierras en América. Y así en un largo
etcétera.
Pero tampoco hay que
dejarse engañar por esos grandes hombre o por grandes, sobre todo por esos
grandes hechos. La historia política no se debe limitar a ellos. La historia
política debe ser algo más amplio, como han venido diciendo los anteriores
autores citados a lo largo de este trabajo. Colón pudo tener unas
particularidades, pero estas nunca se hubieran realizado sin el común de la
sociedad. Es cierto que le costó organizar su primer viaje, pero hubo quien le
dio medios e incluso quien se enroló voluntariamente. Es sin duda un cambio de
mentalidades, algo hecho posible por la interacción de los individuos. Felipe
II ganó la batalla de San Quintín, pero no la hubiese ganado si no hubiera
tenido tercios. Es la gente, los individuos los que hacen la historia, aunque a
veces leamos cosas donde más parece que los individuos son agentes pasivos de
los acontecimientos.
Ya hemos hablado,
siguiendo a Cadarso sobre todo, de donde se crean las mentalidades (la familia,
la clientela, etcétera). También hemos hablado de la psicología social,
siguiendo a Freud y rozando la teoría de la personalidad autoritaria de
Milgram. Quizá, dentro de este panorama, quepa citar la creación de identidades
colectivas que permitan a los individuos actuar conjuntamente. Esto también es
tratado por Freud, citando a McDougall. Para que exista un grupo que actúe
conjuntamente debe ser un grupo con deseos de perpetuidad y con normas que lo
organice de modo explícito, implícito, declaradas o latentes. Cada individuo
integrante deberá tener una idea particular de la naturaleza del grupo, su
actividad y sus aspiraciones. Así como su propia función y aspiración como
individuo dentro del grupo. El grupo ha de estar en relación con otros grupos
análogos o rivales, con la única finalidad de perpetuarse. Que los diversos
individuos del grupo tengan usos, costumbres y tradiciones comunes (lenguaje,
cultura, ideas, etcétera). Y, por último, que la organización del grupo, ya
citada, dé a cada individuo una especialización y función a cada miembro
integrante. De este modo se lograría crear grupos con sus solidaridades. Bien
analizado en realidad estos factores se cumplen en toda identidad común. Los
miembros familiares, los de clanes, los estamentos, los gremios... En la Edad
Moderna el grupo es algo fundamental. La persona como individuo es algo que
comienza a ser tratado más hacia el siglo XVIII. Esto no quiere decir que en
los siglos restantes de la Edad Moderna una persona no valiese por sí misma.
Pero sí que, parece ser, la pertenencia a un grupo era necesaria como medio de
supervivencia y como algo cultural. La nobleza y su jerarquía, igualmente la
Iglesia, los gremios y sus grados, la familia y su organización y relación con
los poderes, los estamentos, los oficios, el sentido de nación que estaba
naciendo...
Ya hemos hablado,
bastantes páginas atrás, cómo Cadarso comprende que se crean las identidades
colectivas en la España Moderna. En esas identidades, donde juega un papel
importante la cultura popular, se forman grupos donde se difunden ideas. Pero,
en el caso extremo de la intervención del pueblo en protestas y rebeliones, ¿en
qué modo tienen oportunidad de intervenir los grupos en las instituciones para
lograr lo que reivindican? El propio Cadarso explica que esto es posible si el
grupo en el poder es débil, pues uno fuerte puede contener a estos grupos.
Además, un gobierno débil incitaría a la creencia de poder lograr algo. Además,
si el gobierno, débil o fuerte, tiene gran apertura política para con sus
gobernados, entonces las reivindicaciones caerían en una normalidad que no
conlleva rebelión. Pero si el gobierno es autoritario las reivindicaciones se
orientan hacia la radicalización y la violencia. El apoyo de una elite puede
ser decisivo para que se produzca una rebelión. Aunque insiste en la necesidad
de existir estructuras previas a la protesta para poder lograr una movilización
efectiva.
En el caso castellano
del siglo XVI se dio un cierto ambiente que permitían las condiciones para una
revuelta o una rebelión. Por un lado se produjo el crecimiento de la autoridad
de las instituciones monárquicas centrales, en detrimento de la autonomía de
justicia que tenían las Chancillerías. Esto permitió que, al respaldo de la
Corona, muchas comunidades abrieran procesos contra sus señores. La Corona tenía
problemas financieros. Eso la debilitaba en parte, y se recurrieron a varias
cosas, entre ellas reconocer privilegios nobiliarios municipales e hidalguías,
lo que molestó al pueblo llano. Otro síntoma de debilidad fue el de la
creciente debilidad señorial en su capacidad de coacción militar a las villas.
Y la creación de estatutos sobre la limpieza de sangre y el no haber ejercido
trabajos mecánicos para tener un título nobiliario. Mediante esos estatutos se
podía revisar los linajes de los nobles, logrando deshacerse la gente del común
de algún miembro de la elite que les perjudicaba.
Estas condiciones
existían cuando, en la segunda década del siglo XVI, Carlos I venía a recibir
sus coronas españolas. Se le unió lo que algunos autores han calificado de xenofobia
al traerse consigo gente de gobierno no castellana, y él mismo no haber sido
criado en las costumbres castellanas. En la España que heredaba Carlos I, según
Miguel Ángel Ladero Quesada, la situación social sería la siguiente: un clero
que cobraba más rentas que la Corona, pero que hacían buenos servicios de ayuda
en los gobiernos y que mantenían una cohesión entre todo el pueblo, así como
argumentos que validaban el Reino Hispánico. Los Reyes Católicos se habrían
apoderado de algunas rentas del clero, cosa que consolidó Carlos I gracias al
Papa Adriano VI. Este clero, en parte, demostraría cierta xenofobia a los
judíos, y protagonizaría algunos capítulos de las germanías dirigidos contra
estos. La alta nobleza vería disminuir su poder a favor del propio del monarca.
Pero aún así, tenían amplias parcelas de poder, la mayoría reconvertidas a
tareas del gobierno desde las instituciones de la monarquía y no tanto desde
sus realengos y mayorazgos, que iban perdiendo paulatinamente a favor del Rey.
Las aristocracias locales sí aumentaron su influencia. Estas se dedicaban a la
recaudación de impuestos, principalmente, lo que en parte les beneficio, salvo
en malos tiempos, donde tenían que poner de su bolsillo para completar los
impuestos pedidos a la localidad, cosa que se creía iba a ocurrir con la
llegada de Carlos I (dados los previsibles actos que se harían y el rumor de
que sacaría el dinero de Castilla para coronarse emperador de Alemania). Este
grupo apoyó decididamente al Rey y encauzó contra sí muchas de las iras de las
revueltas comuneras, por el hecho de ser quienes cobraban los impuestos. Sobre
todo se les atacó en modo de procesos judiciales. El pueblo urbano y rural
solían percibir el poder en modo de pagos de impuestos, por lo que no era bien recibido
en muchos casos, aunque se da una mentalidad del honor, de estamento y de
monarquía. Algunas personas desempeñaban cargos locales de modo jurado. El rey,
a veces, era visto como el protector natural frente a los abusos de la nobleza
local y sus impuestos. Por ello se recurrió a los procesos judiciales con
frecuencia en cuanto las Chancillerías perdieron poder a favor de la Corona.
Por otra parte, se recurrió a una práctica medieval, que era la reunión de las
ciudades y villas en comunidades juramentadas. Juraban lealtad al Rey y creían
obrar a favor de él. Defendían derechos y privilegios antiguos que habían
quedado obsoletos ante las necesidades financieras de los nuevos tiempos. Sus
rebeliones suelen coincidir, según Fernando Martínez Gil, con malas cosechas e
impuestos altos. Toda esta situación era en parte ignorada por Carlos I en sus
primeros años de gobierno.
¿Fueron los comuneros
unos rebeldes guiados por la masa en sí o por determinados personajes? En
principio ya hemos dicho que los comuneros se sentían leales a la Corona. El
mal gobierno sería el de las jerarquías intermedias entre el Rey y el propio.
Con su toma de armas y sus acciones legales los comuneros creían estar
defendiendo las formas castellanas tradicionales a favor de la Corona. En
principio las rebeliones fueron causadas por carestías de trigo y altos
impuestos, así como por tener cierto descontento por lo que se consideraba un
mal gobierno que había llevado a esa situación de hambre generalizada. Parece
ser que se dirigían contra ciertas jerarquías locales, sobre todo, las cuales
en parte no veían con malos ojos estos hechos, de los cuales esperaban
indirectamente que la Corona rectificase algunas de sus políticas que les
perjudicaba (como el aumento progresivo de su poder en perjuicio de ciertos
poderes locales más amplios que se habían gozado desde la Edad Media). Sin
embargo, muchas de esas jerarquías rectificaron su hacer ojos ciegos cuando
vieron que el proceso que se estaba viviendo se estaba transformando en una
rebelión bastante seria que les afectaba de lleno.
No queda claro entre los historiadores si las
rebeliones comuneras fueron estallidos de los pueblos (lo que Freud podría
explicar como un momento donde la masa se desinhibe de las propias censuras que
los individuos que la componen han adoptado culturalmente en la vida en
sociedad) o manipulaciones de la masa por poderosos que, de un modo oscuro,
deseaban sacar algún provecho propio. En este sentido se han buscado
comparaciones con la revolución inglesa del siglo XVII y con las continuas jacqueries francesas de la Edad Moderna,
así como con su propia revolución del siglo XVIII.
Parece ser que algunos han querido ver la incitación
encubierta por parte de algunos nobles. Estos se verían desbordados por lo que
habrían iniciado, de modo que las rebeliones acaban creando acciones contra su
propio poder, lo que hace que estos nobles rectifiquen su postura, ayudando a
suprimir y reprimir a los rebeldes. Otras teorías, estudiadas en procesos de
microhistoria, apuntan a que una vez dadas las revueltas, estas pasaron a ser
rebeliones ya que se pusieron a su frente una serie de personas destacadas
(nobles, del clero o del mismo pueblo llano). Esta teoría podría enlazar bien
con las teorías psicológicas donde una masa actúa convulsamente, donde el grupo
ha potenciado las iras y las ha contagiado entre los individuos, que, con
lógica de masa, busca una autoridad que la guíe, la cual puede ser un líder,
una voz, un ideal o un eslogan simple. La otra teoría de la incitación por parte
de alguien interesado, podría apoyar las teorías de la necesidad del apoyo de
unas elites, e incluso de la creación previa de unas estructuras. Pero resulta
que esas estructuras pueden venir dadas ya previamente con las familias, los
gremios, los concejos, etcétera, donde el malestar por la crisis económica y
social hace estallar estos tumultos. Sí que es cierto que, entre los encausados
por actos comuneros, figuran muchas personas del pueblo llano, pero también
bajo clero y baja nobleza. El orden social vivido con los Reyes Católicos se
sentiría perdido con Carlos I, y es este el que se querría recuperar, por lo
que ese ideal une a los tres estamentos, pese a que haya que subrayar que los
nobles y clero unidos a las rebeliones eran minoritarios y, además, de los
puestos bajos dentro de las jerarquías de sus respectivos estamentos.
También parece que los comuneros buscaban
"libertad", supuestamente del poder de la nobleza local. Por ello se
organizarían en comunidades juramentadas. Esos juramentos se hacían a favor de
la Corona. Esas estructuras sustituyeron a los concejos lo que duró estas
rebeliones. Los concejos tenían una serie de representantes donde los más
beneficiados en el reparto de poder y administraciones de las localidades eran
las propias jerarquías locales, que actuaban como caciques. Así pues, se cumple
la organización y estructuración de la masa por medio de estos concejos. El
pueblo por sí tenía capacidad de organizarse por sí solo para dar respuestas
firmes y conjuntas a los poderes establecidos. Mayor organización parece
demostrarse cuando en algunos sitios parece que el inicio de una revuelta
violenta parece responder a algo preestablecido tal como el toque de la campana
de la iglesia al paso por las calles de algún recaudador de impuestos, algún
noble u algún obispo. Aunque también es verdad que era costumbre que los
vecinos acudieran con armas ante esa señal, pues era señal de enemigos en el
municipio. Sea como sea, también esa forma de actuar parece ser algo
preexistente y acordado. Con lo que la espontaneidad no parece ser tanta.
La cohesión ideológica, lo que el grupo (las
comunidades) significaba y debía lograr, lo aportaba el clero bajo desde
algunos púlpitos de iglesia, así como algunos juristas que abrieron la
posibilidad de encauzar las protestas mediante acciones judiciales directas e
indirectas contra ciertos personajes (como la revisión de la limpieza de sangre
o el recurrir a la justicia Real directa).
Los participantes en los hechos eran multitud y los
líderes, cuando los había, no parecían durar mucho en el tiempo. Tal vez la
principal guía de los rebeldes era el ideal, y eso era algo que estaba en el
ambiente, en la cultura, en la sociedad. De otro modo, la caída de uno de los
líderes hubiese supuesto la caída de la rebelión. Esto es algo en contra de que
realmente fuese un movimiento muy organizado. Algo de organización habría, pero
en el ámbito local, y siempre con lealtad a la Corona (aunque interpretada sui generis). Esto lo afirmo desde el
conocimiento de los estudios que han venido a demostrar que las sociedades más
organizadas y las que detentan un cabeza visible (ya sea una persona concreta o
un símbolo que ejerce una persona concreta) se desmoronan y acaban antes si se
les quita la cabeza que les da sentido o una de las partes de la organización
del sistema, que si la sociedad no es tan organizada ni hay persona o símbolo
que les dé sentido de ser. Es el ideal comunero el que mueve toda acción
comunera. Esto me hace pensar que la teoría de unos nobles incitadores en la
sombra no sea muy buena, pues apartada su guía la masa habría caído rápido en
sus propósitos. Parte del ideal comunero estribaba en la igualdad de todos. Por
lo que tendía a suprimir los poderes privilegiados intermedios entre la Corona
y el pueblo. Sólo así, se entendía, se alcanzaría una mayor justicia que
evitaría, en mucho, las hambres que se pasaban y los impuestos altos.
Cuando
la vía violenta se agotó y con ella la de las algaradas, los comuneros vieron
la posibilidad de una mayor efectividad en una organización que partiese de lo
jurídico. Así empezó una etapa donde los comuneros se organizaban e Comunidades
y podían acceder a cierta representación administrativa. Pero, con el tiempo,
se evitó y se hizo desaparecer cualquier representación popular en los
gobiernos municipales. Las persecuciones a los comuneros y sus castigos,
llevaron a muchos a emigrar a zonas de España donde no eran conocidos, o a
América (donde plantearon problemas a la Corona, viéndose lejos del poder
efectivo de nobles grandes y del propio Rey).