"Si hay, pues, personas que contradigan una opinión ya admitida [como verdad], o que lo harían si la ley o la opinión [pública mayoritaria] se lo consintieran, agradezcámoselo, abramos nuestras inteligencias para oírlas y regocijémonos de que haya alguien que haga para nosotros lo que en otro caso, si en algo tenemos la certidumbre y la vitalidad de nuestras convicciones, deberíamos hacer nosotros mismos con mucho más trabajo. (...) Cuando las doctrinas en conflictos en vez de ser una verdadera y otra falsa, comparten entre ambas la verdad; y la opinión disidente necesita suplir el resto de verdad, de la que sólo una parte está contenida en la doctrina aceptada. Las opiniones populares sobre asuntos no perceptibles por los sentidos, son frecuentemente verdaderas; pero rara vez, o nunca, lo son del todo. Contienen una parte mayor o menor, pero exagerada, desfigurada, desprendida de las otras verdades que deben acompañarla y limitarla (...)"
(John Stuart Mill, Sobre la libertad, 1859.)
Hoy se ha producido en el Congreso, antes de que el gobierno y el resto de diputados y senadores se vayan de vacaciones de verano, un amplio debate sobre las medidas de regeneración democrática sobre las que estaba trabajando el presidente Pedro Sánchez. En el debate se mezcló lo referente a esto, que va unido a reformas legales en torno a los medios de comunicación y la libertad de expresión y prensa para defender la democracia de la mentira que la ataca, con otros temas, como la reforma de la ley mordaza (en defensa también de la libertad de expresión y de manifestación), las reformas legales para afrontar la ayuda a los emigrantes que vienen en condiciones ilegales o también lo referente a la política internacional española desde dentro de su inserción en la Unión Europea y lo que está afrontará en los próximos cinco años.
Me queda apenas una semana y media de trabajo en este nuevo brevísimo trabajo de archivo que tengo este junio y julio. Estaba yo realizando mis tareas esta mañana en el depósito de sótano donde se me ha ubicado oyendo íntegra a través de la radio el debate entero. Escuché a todos. Es algo que suelo hacer cuando puedo en los grandes debates.
Sobre el tema de las reformas para afrontar lo que se conoce en la sociedad a través del periodismo y de las redes sociales es algo abierto desde mayo de este año, cuando el presidente, tras cinco días de retiro entre abril y mayo anunció la apertura de este debate. Traté sobre él abundantemente, opinando también y analizando una de las propuestas en la Noticia 2321ª. Me remito ahí para el lector más interesado en el tema.
A mí, el discurso de Sánchez hoy me ha abierto más incógnitas que seguridades. Bien es cierto que no ha detallado absolutamente nada, pues deja abierto el asunto a las propuestas y a la negociación con el resto de diputados y grupos que quieran contribuir. Sí que dijo que iba a hacer eliminación en lo que las instituciones o partidos aportan a los medios de comunicación, así como quiere que se haga público quiénes son los que financian a los medios. En realidad lo que ha propuesto es lo ya aportado y acordado por la Unión Europea desde 2022, creo recordar, por todos los partidos políticos allí presentes como eurodiputados, excepto los de los partidos de extrema derecha.
No obstante, la presentación de la necesidad de las medidas es lo que me suscita muchas dudas, porque no me queda claro si la libertad de prensa, de opinión, de expresión, la libertad ideológica, etcétera, estarían garantizados, o bien si establecida una verdad general, se dudará de todo lo que se aparte de esa verdad general. Eso es peligroso, altamente peligroso, y es lo que más hay que aclarar y trabajar para que se preserve la pluralidad de visiones. Por ello me ha parecido pertinente abrir hoy con un fragmento de un libro de 1852 escrito por John Stuart Mill. Este fue hijo de uno de los últimos intelectuales de la Ilustración del siglo XVIII en Reino Unido, pero por sí mismo destacó también como filósofo y como economista. Es uno de los padres del sistema capitalista, del liberalismo, pero ya evolucionado en el siglo XIX, donde él razonó que todo el mundo debía ser feliz y por ello todo sistema debía garantizar la felicidad y el bienestar social de todos, y si no era así, entonces el sistema estaba pervertido y era pernicioso, malo. Efectivamente, John Stuart Mill evolucionó de un liberalismo al socialismo a lo largo de su vida. Su último libro aborda ya directamente sus propias ideas socialistas, pero previamente analizó la necesidad de garantizar todo tipo de libertades para garantizar la democracia y el progreso, como la libertad de expresión, de opinión y de prensa.
Básicamente defendió que las verdades absolutas no existían, por lo que él hablaba de opiniones. Que las opiniones silenciadas pueden ser verdades a pesar de que se las silencie, Que una opinión silenciada, verdadera o falsa, suele tener normalmente siempre una porción de verdad y que si la opinión general la silencia del todo se le evita colisionar con otras opiniones, y por tanto progresar, pues nunca podría ser conocida. Que si la opinión general llegara a ser mayoritaria o totalmente la verdad, entraría en contradicción consigo misma al evitar otras opiniones, pues todas, en realidad tienen algo de verdad. Esto provocaría la creación de dogmas que impedirían el funcionamiento correcto de la razón. Por todo ello, debe existir la libertad de expresión, de opinión y de prensa, aunque la opinión sea minoritaria o produzca un rechazo general.
Ya en el siglo XX, Adorno, en su libro Filosofía y superstición, tras sus experiencias con la Europa nazi y fascista, y viendo los ascensos de los autoritarismos y los nuevos medios de comunicación, analizaba que la opinión (referida también a la verdad, pues la verdad, insiste él también, nunca es total y existe repartida entre las diferentes opiniones), pues la opinión general, la compartida mayoritaria o totalmente por la sociedad, es en general producto de la élite, entendida esta como aquellos que pueden influir de manera mayor en la forma de pensar general. Así, algo múltiplemente repetido puede terminar siendo aceptado por verdad aún no conteniendo en sí más que una porción mínima o siendo una falsedad total. Esta idea la recogió y pervirtió el propio partido nazi alemán, a través de Goebbels. Adorno nos advierte de los peligros de querer imponer una opinión y de hacer que la sociedad la admita hasta tal punto que ponga en entredicho a aquellos que tienen opiniones o bien derivadas de la general, ligeramente diferentes, diferentes o contrarias. Los transforman en indigentes intelectuales y los proscriben, lo que lleva al silencio o a la autocensura. Esto no ayuda al progreso... ni a la convivencia en libertad. Tiene que existir la libertad de expresión y el respeto, pero esto se hace difícil porque las élites autoritarias, democráticas, económicas o mediáticas no desean perder su hegemonía en el control de la opinión general de la sociedad. Adorno era contrario al autoritarismo aún en su expresión democrática en manos de las élites de poder en los regímenes democráticos.
En los últimos meses, a través de la red social Facebook, de origen estadounidense, los enlaces de algunas de mis entradas escritas en este blog han sido bloqueados desde que usan métodos automatizados para controlar los contenidos. Sólo en un par de casos han corregido tras pedir revisión. Han considerado en Semana Santa que un cuadro de Cristo era un desnudo, que hablar de las teorías de Mariana en el siglo XVII era violencia, que analizar desde mi punto de vista lo que sucede en Gaza era odio, que hablar del incendio del Cerro del Viso era un bulo, que hablar del origen de la legalización de la homosexualidad en España era engañoso, y lo más reciente: que escribir en latín es spam (publicidad no deseada). Ninguna de las acusaciones es cierta, pero sólo han rectificado en dos. A una amiga le han eliminado su perfil al celebrar el 100º aniversario del nacimiento de Kafka con una ilustración que consideraron provocación. Facebook está haciendo en España un corte de las libertades de expresión sobre cosas que no sólo no corresponden a lo que se acusa, sino que además atentan contra las normas de libertad de expresión de la propia España. Sobre este tema hoy no se ha hablado en el Congreso, pero me temo que la injerencia de los grandes magnates de las grandes empresas internacionales sobre las libertades de los diferentes países se debería abordar ahora, antes de que nos desborde. Tarde o temprano el siglo XXI lo abordará, porque interfiere en las libertades, derechos y deberes de los ciudadanos de cada país. Todos sometidos no a sus leyes y normas, sino a los pareceres de los que dirigen las redes sociales. Ellos son las nuevas élites de las que hablaba Adorno, y atentan contra la libertad de expresión defendida por Mill.
Sin embargo, todo el debate de hoy queda en cierta tela de juicio, y es parte de lo que me hace tener incógnitas, cuando a la vez que se anuncia el corte de financiación institucional a los medios de comunicación, se anuncia entregar una ayuda millonaria a esos mismos medios para que se digitalicen. Me genera muchas incógnitas, pero se debe esperar a ver cómo evoluciona este debate, aunque de entrada nos ponga en guardia algunas cosas.
Saludos y que la cerveza os acompañe.