Ayer supe de la existencia de un poeta argentino llamado Raúl González Tuñón, que vivió entre 1905 y 1974. Supe de él a través de una editorial argentina que funcionó en los años 1960 llamada La Rosa Blindada. Estaba esta dirigida por Alberto Brocato y José Luis Mangieri. Contaba además con una revista poética de mismo nombre. Se editaba en Buenos Aires y en sus páginas albergó poemas de este poeta, Raúl González Tuñón, como de otros bastante importantes tanto de Argentina como de la España exiliada por culpa de la dictadura de Franco. Hablamos de nombres como Marcos Ana, Jesús López Pacheco, Luis Alberto Quesada, Juan Gelmán, Bertolt Brecht, Juan Bautista Alberdi, Armando Tejada Gómez y otros muchos, también algún soviético como Eugeni Evtuchenko. La cosa es que tal editorial debía su nombre a un libro que escribió Raúl González Tuñón en 1936, el cual se llamaba así, La rosa blindada.
El libro de La rosa blindada me ha llamado la atención. Sus poemas fueron escritos en homenaje a los mineros asturianos que se pusieron en huelga en octubre de 1936 y que fueron represaliados cruentamente por el ejército, la policía y la guardia civil de la Segunda República, con ayuda de milicias ciudadanas armadas de extrema derecha. El escritor, Raúl González Tuñón, había comenzado su trayectoria como poeta con quince años, participando en 1920 de la vanguardia literaria de Buenos Aires. Fue precisamente en ese año que la propia Argentina vivió una huelga en Patagonia encabezada por anarquistas y socialistas, entre ellos algunos exiliados y emigrantes españoles. Tal huelga fue terminada por el gobierno usando del ejército y una gran matanza. Se puede ver bien en la película La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1974). Como sea, González Tuñón publicó su primer libro con 21 años, en 1926. En Buenos Aires tomó en esos años muchos contactos con numerosos poetas de la época, como por ejemplo el chileno Pablo Neruda. Nuestro autor perteneció con otros a un grupo editorial de una revista que ellos mismos crearon a la cual sus detractores literarios apodaron como "el grupo de Boedo", siendo Boedo un barrio obrero con conciencia de clase trabajadora. El apodo era supuestamente denigratorio, ya que muchas de sus producciones tenían un muy marcado carácter social, al gusto poético de las directrices literarias de la Unión Soviética, muy atentas a la utilidad social y política, más que a otras cuestiones. Esto hace que parte de la obra de algunos de estos autores, incluido el nuestro, hoy día no tengan el valor literario que ellos pretendían, pese a tener el valor de propaganda ideológica que intentaron, aunque hay otras partes de sus obras de mucho valor literario. Sea como sea, esto es algo que en parte hizo que años más tarde González Tuñón conociera y fuera amigo de los españoles Miguel Hernández y Federico García Lorca entre otros.
En 1928 publicó su segundo libro y viajó a París. Publicó numerosos libros hasta que en 1936 publicó La rosa blindada por la huelga revolucionaria española de 1934. Ese 1936 fue el año que estalló la guerra civil española, por lo que su libro en parte era una declaración de intenciones apoyando a los obreros en armas represaliados por el ejército ahora alzado contra la república. Se afilió al Partido Comunista de Argentina, sin llegar a dejarse guiar ni llevar por las estructuras políticas y manteniendo tensiones con los dirigentes. Comenzó a colaborar con diferentes periódicos argentinos. Fue una figura relevante para los jóvenes de aquel país en los años 1960, cuando surge la editorial con el nombre de su libro, la cual lo reeditó, y se reinventó iniciando la poesía urbana de los años 1970 en sus últimos años de vida. Su muerte en 1974 evitó que conociera la dictadura de los generales de dos años después, en la que seguramente hubiera sido represaliado.
Una de las cosas que me llamó la atención de aquel libro de 1936 es que es un libro escrito en solidaridad con aquellos huelguistas españoles que fueron represaliados precisamente por la República. Es cierto que la represión la llevó a cabo un gobierno de derechas como fue el de Lerroux al frente del Partido Radical, apoyado por la CEDA de Gil de Robles. Pero hay que recordar que también el gobierno de izquierdas de Manuel Azaña, con su partido republicano y con apoyo del PSOE, represaliaron también a trabajadores del campo, por ejemplo en Casas Viejas, como caso más famoso, pero también en múltiples ocasiones. No voy a analizar ahora mismo las causas y consecuencias de todos aquellos sucesos, porque a mí lo que me llama la atención hoy es esa literatura que se creó, porque es cierto que se creó, desde la izquierda criticando la represión contra los obreros que venía de la propia República en tiempos de paz. El asunto es más complejo, porque no hay que negar las intenciones revolucionarias de unos, no de todos, ni el afán represor y ejemplarizante por la crudeza de otros. En los poemas de González Tuñón, comunista, se habla de los padecimientos de los huelguistas asturianos y de la represión desproporcionada de las fuerzas del Estado. Curiosamente el Partido Comunista de España no había tenido un gran protagonismo en estos hechos. De hecho el protagonismo vino de parte de los sindicatos UGT y CNT. La represión política posterior a los hechos avaló todo esto al dejar algo más libre de acción al PCE, que pudo empezar a cobrar mayores simpatías entre los trabajadores gracias a la acción del Socorro Rojo entre los presos y familiares de presos de aquella huelga.
La editorial de los años 1960 con nombre de aquel libro de 1936 trató de recuperar textos de exiliados españoles y presos políticos españoles junto a las obras de poesía social argentina. No todos los poemas tienen gran calidad literaria, como he dicho, pero tienen un gran valor testimonial. Hay algunas obras muy importantes en lo literario, pero acercarse a esta editorial es fundamentalmente, a fecha de hoy, un ejercicio de Historia, sociología y Literatura testimonio de unos padecimientos sobrevenidos por la dictadura de Franco y por las represiones de la derecha política en Argentina y otros lugares del mundo. Pero es precisamente ese libro citado y su temática en torno a la represión de los mineros asturianos la que en medio de la labor de recuperar voces literatas contraria a Franco recuerda desde la izquierda la represión que la derecha ya hizo de los obreros desde la República, o sea: la represión de obreros que hizo el Estado, en esos momentos ocasionalmente su gobierno en manos de la derecha. Quizá sea de los primeros testimonios que denuncian esto, aunque sea desde esa poesía casi doctrinaria que la Internacional Socialista, desde sus foros literarios, alentaba como la única posible, cosa, que, paradójica pero lógicamente, mataba mucho la intencionalidad poética de los textos.
Sea como sea, os dejo con uno de los poemas de La rosa blindada de Raúl González Tuñón.
El pequeño cementerio fusilado
A Luis Lacasa
Él sabe quiénes son los que renuevan el homenaje, alegoría del domingo.
Cada semana las tumbas de los fusilados aparecen cubiertas de flores silvestres.
En las cruces la intemperie comienza a desteñir los nombres.
Cada tumba se parece a otra.
Cada muerto se parece a otro a medida que el tiempo transcurre.
Hasta que un día la ceniza se comunique definitivamente entre la tierra por los canales subterráneos de la muerte.
Sin embargo, las mujeres, como las madres de la guerra, huelen al sepultado; van directamente a la tumba, dejan la flor y la lágrima.
A veces miran las otras tumbas como diciendo: Estáis ahí, camaradas.
Él sabe todo lo que se puede saber.
Él sabe todo lo que puede saber un sepulturero.
Que los pobres no olvidan,
que el pueblo vigila sus huesos caídos.
Que nada, ni el terror mismo vestido de obispo, ni el verdugo, ni el hambre,
pueden hacer retroceder la promesa, el recuerdo y el llanto.
A veces el sol calienta la losa.
Los insectos van a buscar su parte de muerte.
Volver al polvo quiere decir muchas cosas, seguir trabajando, oh mineros.
A veces un viento hullero trae el saludo de la mina a los desertores.
Los árboles del cementerio transmiten su mensaje enloquecido.
A veces la lluvia lava el ya oxidado adorno de níquel.
Un hilo de agua corre como la baba útil de la muerte.
En los días que siguen el cementerio registra los espléndidos llantos.
Algo queda en el aire de vital, algo queda que recuerda lo que ha de suceder,
algo queda que nos hace pensar en lo que aún no ha acontecido,
algo queda que nos relata un hecho que ocurrirá mañana.
Uno tiene ganas de gritar: ¡Vuestras mujeres no olvidan,
vuestros compañeros no olvidan,
vuestros poetas no olvidan!
De todas maneras es posible poner el oído en el caracol de la muerte.
Cómo sube la violenta marea de la ceniza.
Cómo surcan los veleros del hueso las posibilidades más remotas.
El morir por la revolución existe, es un hecho favorable.
Nosotros sabemos lo que se debe saber.
De todas maneras cada semana la flor anuncia un constante recuerdo.
Si está sola su insistente perfume se reparte y murmura:
Camaradas, vosotros estáis ahí.
Por Raúl González Tuñón, 1936