viernes, septiembre 20, 2024

NOTICIA 2343ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 3 de 7)

Pedro de Mendoza.

En 1524 se había formado en España el Consejo de Indias a causa de los grandes beneficios que estaba reportando Centroamérica y de cierta preocupación por los súbditos y el control sobre ellos en esa distancia. En 1530, el año el regreso, Carlos I es Emperador y se encuentra convocando la Dieta de Augsburgo y las campañas contra el turco. Había renunciado a Las Molucas a favor de Portugal (aunque tomaría Filipinas de manos de Legazpi), pero en ese 1530 se había iniciado la conquista del Imperio Inca (en Perú), lo que volvía a dar grandes riquezas y revivir montones de mitos, más a añadir otros. Carlos I necesitaba del oro y la plata para su política europea. Por lo que las historias que Caboto había traído del Río de la Plata hizo suculento de nuevo este territorio.  En 1533 se hicieron tres gobernaciones en el cono sur, la comprendida entre los paralelos 25 y 36 se llamaría Nueva Andalucía, y se le iba a entregar en 1534 a Pedro de Mendoza. Anteriormente a eso había ocurrido otra cosa que azuzó a Carlos I, aparte de lo mencionado y de los progresos en la conquista del Imperio Inca. Martín Alfonso de Souza (o Martín Affonso Sousa, el fundador portugués de San Vicente en 1506) estuvo en el Río de la Plata, en Guazú y en el río Bravo en 1531, tal vez a causa de la estancia de Caboto y Moguer en San Vicente los dos años anteriores. Las expediciones clandestinas portuguesas se habían multiplicado y se creó un temor a perder aquellas tierras a manos de Portugal. Y no hay que olvidar que eran estratégicas para el paso al Mar del Sur, y que ahora prometían grandes riquezas como el Imperio Azteca o el Imperio Inca. La Sierra de la Plata y otros relatos avalaban la idea de que ahora no se debía simplemente explorar sino que se debían asentar los españoles allí. Los náufragos de Solís, Ramírez y Montes, volvían a avalar las historias fantásticas en España. Tenían prestigio, por haber vivido tanto tiempo allí con los indios. Se debía ir y colonizar lo conocido para ir al interior en busca de la Sierra de la Plata. En esta empresa hubo varios interesados, en vista de las ingentes riquezas que en tan poco tiempo habían deparado Centroamérica y Perú. Diego García de Moguer volvió a ofrecerse para ir al lugar, también el comendador Miguel de Herrera y el adelantado de Canarias Pedro Fernández Luque.

Finalmente la capitulación le fue concedida a Don Pedro de Mendoza, un viejo caballero de Guadix al que Carlos I le concedió el título de adelantado del Río de la Plata, título que le envaneció. Pedro de Mendoza se había destacado militarmente en el saqueo de Roma que los tercios de Carlos I protagonizaron en las campañas de Italia (primeras acciones militares del Emperador). Tenía un carácter plenamente renacentista, aparte de que era un ferviente lector de Erasmo de Rotterdam. Su elección y los preparativos de la expedición se apresuraron al llegar a España las primeras riquezas obtenidas de Perú (500.000 pesos de oro, aparte del quinto real y el arte inca traído). Quizá fue esto mismo lo que ánimo a Mendoza a aventurarse en América. Con él se decidieron a ir otros nobles importantes, siendo esto una excepción en la conquista de América. Estuvieron en la expedición Ponce de León (que había estado en Florida y que quizá le habló a Mendoza del mito de la Fuente de la Juventud), Fernández de Córdoba, Manrique, Salazar, Luxán (Luján) y Pérez de Ahumada (hermano de Santa Teresa de Jesús). Todo esto propició que se le concediesen capitales extras para el viaje. La capitulación se le daría el 21 de Marzo de 1534 junto a la que se le dio a Almagro y a Alcazaba para ir a Chile. Se le concedía el título de adelantado y se le comprometía a levantar tres fortalezas de piedra. Además, tenía permiso para buscar la Sierra de la Plata hacia el norte, por lo menos hasta Guayanas y Venezuela. El 19 de Julio Carlos I les comenzó a dar muchas instrucciones en forma de Cédulas Reales, no quería improvisaciones en este viaje, por lo que trató de regular todo lo que pudo. Eximió a los pobladores del gravamen del almojarifazgo por seis años, igual medida de exención otorgó a lo que sacasen de las minas de oro que encontraran. Debían nombrar a un administrador para que administrase justicia. Tendría libertad de introducir doscientos esclavos en el Río de la Plata. Por una providencia el cargo de adelantado de Mendoza tendría carácter hereditario (lo que tendrá repercusiones a posteriori). También se le nombraba Capitán General, Gobernador y Alguacil Mayor del Río de la Plata. Debía llevar a mil hombres en dos viajes, con caballos, yeguas y mantenimiento para dos años. En principio debían llevar a ocho religiosos para evangelizar el lugar, número que quedó reducido a cuatro el 27 de Junio. Debían llevar un médico, un cirujano y un boticario. Mendoza logró que se le concediese un molino de hierro para fabricar pólvora, el cual lo sacaron de Cádiz. El Rey le dio la posibilidad de encomendar a los indios, aparte del permiso de introducir esclavos (que, por cierto, debían ser de Portugal, Cabo Verde o Guinea). De hecho, con él viajó Gonzalo de Acosta, el cual era un tratante de "esclavos de la tierra"  afincado en Brasil. Este conocía varias lenguas indígenas y europeas. Por todo ello se le hizo capitán. Su disciplina hacía matar a palos tanto a indios como a españoles que no querían trabajar en momentos de hambre. Los banqueros Welsser y Neithart apoyaron a Mendoza. Los Fugger se interesaron por lo mismo desde el año 1530. Por último debían partir en diez meses, contando desde el 19 de Julio de 1534.

En realidad la expedición tardó dieciocho meses en prepararse, ya que Mendoza sufría el mal gálico (que algunos reconocen como sífilis). Su flota fue la mejor equipada de todas las que salieron a América hasta entonces. La flota estaba compuesta por doce naves, de las que en el primer viaje saldrían unas ocho. Sin embargo, una de ellas se perdió o desertó (no está claro) y otra se hundió. En Canarias se les unió tres naves más y una urca alemana con mercaderías de Flandes y Alemania, en la cual viajaba el cronista Schmidl. Las primeras personas que reclutó fueron los religiosos, a los cuales excedió en número de los que se le pedían, llevó a dieciséis religiosos. También reclutó entre los primeros hombres a su médico personal, Hernando de Zamora. Por este exceso de religiosos Mendoza recibió una retribución anual de 50.000 maravedíes. Teóricamente en el primer viaje debían viajar quinientos hombres y cien caballos y yeguas. Sin embargo se calcula que en realidad montó a cincuenta caballos (que se multiplicaron en América libres y salvajes) de origen andaluz y canario (algunos nobles llevaron dos caballos para redoblar su porcentaje de beneficios), y excedió a los hombres en mil cincuenta, pese a que Fitte hable de tripulaciones de dos mil doscientos hombres, ochocientos o de mil seiscientos cincuenta. Lo que sí parece ser es que con ellos viajaron unos ciento cincuenta flamencos y alemanes . Toda esta gente iría hacinada en proa junto al matalotaje del Capitán General. En popa iban los nobles y eclesiásticos cómodamente instalados con sus sirvientes, y con provisiones privadas que nunca les faltaron. Lo que lleva a hablar de la falta de previsión a la hora de cargar el alimento. Ya en el viaje se pasó hambre y sed.

Partieron de San Lucas de Barrameda el 24 de Agosto de 1535, excepto la nave Santiago, que se retrasó. Estaba al mando de Cristóbal de Frías Marañón, como capitán, y de Gonzalo Yañiz de Oporto, como piloto. Esta nave zarpó el 11 de Septiembre. Fue esperada por Mendoza en Canarias, pero su retraso llevó a Mendoza a marcharse sin ella. La Santiago buscó a la flota en Cabo Verde, llevándose de allí veinticuatro vacas sin pagar. Llegaron al norte de Brasil, tal vez por coger vientos equivocados. Al estar las provisiones muy gastadas para llegar al Río de la Plata, Marañón decidió irse a Santo Domingo donde fue apresado el 7 de Julio de 1536 bajo el cargo de deserción y robo de vacas a Portugal. Allí se anotó toda la carga, de la que se deduce cómo pudo ser la de la flota de Mendoza, les faltaba agua y habían cargado agua impura en Brasil. Los marineros habían optado por beber vino puro y hasta el agua de la lluvia que caía por los cabos y jarcias. Se sospecha que algunos tripulantes murieron de sed durante el viaje. Había cincuenta soldados pagados y equipados directamente por Mendoza. Había caballos y yeguas. Se supo en los juicios que no tenían órdenes de distribución de alimentos, por lo que estos se acabaron en los primeros días del viaje. Todo esto se reproducía en los barcos del resto de la flota, por lo que en 1545 Pedro Hernández acusó a Mendoza de mal abastecer a su escuadra.

La flota dirigida por Mendoza llevaba mujeres, estaba clara la idea de asentarse colonialmente en el lugar y formar un núcleo español y cristiano. Aunque la moral cristiana se pasó por alto y hubo relaciones sexuales libres, en el regreso se habló de mancebía y fornicación. En Canarias una tormenta les dispersó, por lo que fueron a Cabo Verde. De allí dieron el salto a América, Pedro de Mendoza tenía cuatro naves con las que llegó a Río de Janeiro. El resto las dirigió su hermano Diego de Mendoza directamente a Río de la Plata. Una de las naves se había hundido al chocar en una tormenta contra la costa de Brasil. Las naves que quedaron en Río de Janeiro con Pedro de Mendoza fueron: Magdalena, Santantón y Anunciada, más la urca alemana. Diego esperó a Pedro en la isla de San Gabriel, en el río del Plata mencionado antes de igual nombre. Pedro había aprovechado en Río de Janeiro para eliminar a Juan de Osorio, un noble joven y emprendedor al que tenía envidia. Bajo la acusación de traidor le hizo acuchillar sin juicio. Sólo provocó con su acto la superstición entre los suyos, que se creyeron destinados a un final trágico desde aquel momento. Por ello Pedro de Mendoza al llegar a San Gabriel reunió a todos sus hombres y les tomó juramento de fidelidad. El 22 de Enero de 1536, Martín de Haro, escribano, le tomó juramento a él como gobernador del Plata. En aquel pequeño río fundó un fuerte llamado Santa María, con tapias pequeñas y cuadrado. Dio descanso para el pasaje, aunque los seis primeros hombres que salieron a cazar fueron comidos por las bestias. De hecho las tapias no defendían de los grandes felinos, que las saltaban y de vez en cuando se comían a alguno de los pobladores. Los indios les socorrieron con alimentos los catorce primeros días, pero los rescates que obtuvieron eran tan pocos que los abandonaron. Además, Mendoza era soberbio con ellos.  Las reservas de los barcos se agotaban. El hambre comenzaba a ser importante. Por ello mandó un barco a Brasil a cargo de su otro hermano Gonzalo de Mendoza a por alimento, aunque este también aprovechó para comprar esclavos. Igualmente mandó cuatro bergantines y tres bateles a las diversas islas del Paraná, dirigidos por Jergen Lichtensteinen Luján. Fueron estos entre doscientos y trescientos hombres, pero más de la mitad murió de hambre, no habían logrado nada. Se dedicaron a comerse las sementeras de los indios que encontraban. Entre los animales que habían llevado figuraban ochenta caballos (entre los cincuenta embarcados por orden real, y los treinta embarcados por nobles). De estos se escaparían algunos que se reproducirían libremente y con el tiempo formarían manadas gigantes de caballos. En sesenta años habría unos ochenta mil caballos. Sin embargo no se comieron a ninguno de los ochenta que tenían, ya que les servían como máquinas de guerra. A algunos indios de la región no les asustaban los caballos, a los cuales hacían frente con fosas, estacas y boleadoras, pero esto no era lo general. Años más tarde a Cabeza de Vaca una delegación de indios le pedirían que pidiese a sus caballos que no se les comiese. También habían llevado consigo ganado vacuno, ovino y caprino, pero tampoco se lo comieron ya que sabían que lo necesitarían más adelante para asentarse y usar de sus productos lácteos, de su reproducción como ganado del que sacar carne y cuero, o de su estiércol para las sementeras.

Mendoza fundó alrededor del mes de Febrero una de las ciudades fortificadas que le pedía la capitulación. Lo hizo en el San Gabriel (actualmente llamado Riachuelo). La ciudad fue llamada Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire (antecedente en el nombre de Buenos Aires). En realidad la ciudad se ubicaba alrededor del fuerte de Santa María. La devoción a la Virgen de los Buenos Aires era muy popular en los marineros andaluces del primer cuarto del siglo XVI (sobre todo en los sevillanos). El culto tenía un origen sardo. La misma Casa de Contratación de Sevilla albergaba una pintura de esta Virgen. La mejor choza fue para el adelantado. Se trataba de un cuadrilatero de 120 varas por lado. La vegetación y la fauna de alrededor no la habían visto nunca. Les llamó la atención los flamencos en lo que era el principio de La Pampa. Tenían poco trigo. El comienzo de esta ciudad fue heroico al tener que resistir a los indios pampas confederados con los guaraníes. Juan Pabón fue nombrado alcalde y su primera función fue informarse de los propios indios del porqué habían dejado de suministrarles alimentos. Su acción fue soberbia y nada diplomática por lo que desembocó en una pelea abierta. Mendoza lo usó como excusa para iniciar la dominación sobre los indios. Los indios de este lugar eran nómadas, cazaban y pescaban. Se calcula que habría unos dos mil alrededor de la ciudad. Vivían en chozas y tolderías, cosa que les copiaron algunos habitantes de la ciudad. Los indios usaban canoas, cosa que también copiaron algunos de los españoles. Las relaciones con los indios se rompieron a causa de la escasez de los rescates ofrecidos, más los abusos de poder y sexuales sufridos. Las afrentas a los indios parecían provenir de un grupo revoltoso de pilotos y contramaestres vascos, así como de parte de un grupo de alemanes.

Mendoza, viejo y enfermo, comisionó al Teniente de Gobernador Juan de Ayolas, que también era su mayordomo, para que subiese por el río Paraná hasta las ruinas de Sancti Spiritu y el Caracarañá. A Ayolas se le relacionó en un juego de intereses de poder en torno a la muerte de Osorio. Su misión era recoger alimentos de las tribus que fueron amigas de Caboto, aparte de cuidar línea divisoria de Tordesillas para evitar intrusiones portuguesas. Llevó consigo a doscientos setenta hombres y tres navíos. En el viaje murieron cien hombres de hambre. Se sabe que comieron culebras, lagartos y ratones.

 Entre tanto, en el Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, Pedro Mendoza realizaba el sometimiento de los indios. Pero fue más complicado de lo que creía y hubo de recurrir a partidas de escarmiento ante el hecho de que los naturales del lugar les hacían frente. El día de Corpus Christi (15 de Julio de 1536) mandó a su hermano Diego Mendoza con trescientos hombres, de los que treinta eran soldados, para atacar a los indios en el río Luján (como se le llamó a uno de los ríos por los que fue Luján). Al intentar vadearlo los indios les atacaron en masa. Los caballos no podían moverse bien en las tierras pantanosas, aparte de las boleadoras. Diego Mendoza perdió la vida, pero hubo una victoria pírrica. Perdieron seis caballos y treinta y ocho hombres , los indios no fueron atrapados pero sí sus redes de pescar, objeto que hasta entonces no tenían los españoles y que les serían útiles. Con ellas pescaron dos meses, como alivio pasajero a su situación. Pero debían desplazarse a dos leguas del real para poder hacerlo y eso exponía a los que iban a posibles emboscadas o ataques de indios ocultos. El 24 de Julio los indios atacaron en masa la ciudad. Eran miles que cercaron el fuerte. Era una confederación de tribus de indios querandíes. Los sitiados se vieron en la situación de morir de hambre, al igual que sus caballos, que tampoco les servían para nada dentro de los muros. Por hambre y sitio no podían ni trabajar ni comer. Algunos recurrieron a comer cuero. Tres fueron ahorcados por comerse un caballo, y estos fueron comidos parcialmente por otras gentes del real a escondidas. Los muertos se guardaban en el lugar para recibir su oración y estos se descomponían provocando enfermedades, sobre todo porque se producían casos de canibalismo con sus carnes putrefactas. Se dio el caso de un hermano que se comió a otro, estos habían intentado fugarse a Brasil y en el camino el hambre propició el fratricidio. El caníbal en cuestión era un hombre llamado Baitos, el cual fue encontrado tiempo después por Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Este hombre había participado en cacerías secretas de codornices, venados y perdices para Mendoza y otros capitanes, como declararía más tarde. Los capitanes y nobles no pasaron hambre extrema, cosa que creó malestar por no compartir sus alimentos. Otros fugados eran muertos por los indios, si bien algunos se pasaron al bando de los indios. Al hambre y la enfermedad se le unía el maltrato que les aplicaban los capitanes, ya mencionado mucho más arriba. Carlos I, cuando supo todos estos hechos, perdonó a los españoles que practicaron canibalismo por haber actuado en necesidad extrema. A los desertores que estaban con los indios los absolvió para que regresasen con los españoles. Los hombres estaban tan débiles que las mujeres hubieron de encargarse de los trabajos, los enfermos, las guardias, los combates... resultando que con el tiempo estaban tan débiles como los hombres.

Una mañana, sin explicación aparente, la ciudad amaneció sin cerco alguno. Los indios se habían ido. Tal vez aguzados por el hambre. Tan sólo entre los de la ciudad varios testigos afirmaron por escrito que de pura hambre murieron cerca de mil hombres. Domingo Martínez de Irala (hoy día se nombra en vasco: Iraola) comenzó a fabricar anzuelos y pequeños objetos sin tener ninguna experiencia en el oficio, pues era estudiante, pero pronto destacaría por otros motivos en el Río de Plata. La idea era abastecer a los de la ciudad e intentar intercambiarlos con los indios que pudieran. La iniciativa tuvo éxito y más tarde, en Asunción, llegó a fabricar peines, cuchillos de rescate, dagas, tijeras, agujas y una rueda de molino para moler cañas.

En el interim de todos estos sucesos, Ayolas había llegado al lugar de Sancti Spiritu. En un lugar apropiado, cerca de la laguna actual de Coronda, estableció un poblado llamado Corpus Christi. Los indios de aquel lugar les habían recibido bien, cuidándoles de su hambre y enfermedad. El cacique Tamatia, de la tribu de los payagúas, que era temido y respetado en la comarca, le dio a Ayolas a su hija por esposa. Este era un símbolo indio de amistad, paz y alianza. Ayolas la aceptó. Era el comienzo institucional, por así decirlo del mestizaje en la zona. También recibía comida y ayuda de los timbúes y de los chanas. El nombre del poblado se debía a que fue en esa fecha, la misma en la que moría Diego Mendoza, en la que lo fundó. El lugar era fértil y salubre, lo que hizo que sus hombres se recuperaran rápido. Ayolas dejó una guarnición  en Corpus Christi y bajó el río para llevar la noticia de tal lugar a Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Cuando llegó a la ciudad, Pedro de Mendoza había armado la Santa Catalina con la excusa de que se iba a por alimentos, aunque en realidad quería abandonar el lugar a causa de su mal gálico y el mal comienzo de su expedición.

Ayolas habló de la salubridad y la fertilidad de Corpus Christi, así como de sospechar que estaba cerca de la Sierra de la Plata, aparte de hablarle de lo pacíficos que eran allí los indios. Mendoza decidió entonces dejar la ciudad a cargo de Gonzalo de Alvarado e irse a Corpus Christi con Ayolas y cuatrocientos hombres, más caballos. Por el camino, debido a la debilidad que ya tenían y a lo largo del trayecto fluvial, murieron la mitad. La otra mitad fue desembarcada por los indios y cuidada, de nuevo por estos. Sin saberse muy bien por qué, tal vez por cumplir con las capitulaciones que le dieron, fundó un segundo fuerte cerca de Corpus Christi, se trataba de Buena Esperanza. Otra posibilidad de su fundación pudo ser el querer asegurarse la tenencia del lugar para buscar oro y plata, desconfiando un poco de los indios del lugar. Aunque tuvieron la mala logística de fundarlo en un lugar pantanoso, lo que hacía de Buena Esperanza un fracaso. Con esa intención de buscar la Sierra de la Plata volvió a mandar en expedición a Ayolas río arriba, remontando el Paraguay. Este salió de Corpus Christi el 14 de octubre. Se llevaba consigo a ciento sesenta hombres y tres bergantines. Al mando del poblado dejaba a su lugarteniente Domingo Martínez de Irala, con la instrucción de que mandase a los indios payagúas plantar maíz en su ausencia a cambio de rescates, para luego recogerlo. Exactamente le dejó con ese mando en un puerto del Paraguay que llamó Candelaria. Le dejó, además, los bergantines y una pequeña fuerza de treinta hombres. Ayolas se adentró en el Chaco llegando a los contrafuertes andinos, tierra propia de los indios charcas, que le mostraron oro que le convenció de la existencia de la Sierra de la Plata. Hizo un gran botín que llevó a Candelaria, donde ya no estaba Irala. Irala no cumplió las órdenes y cuando Ayolas regresó en Febrero de 1537 a aquel puerto, se fue a los indios payagúas para pedirles el maíz. La desobediencia de Irala ocasionó un malentendido que acabó en una comida trampa en la que los payagúas mataron al completo a la expedición de Ayolas. Este hecho fue ignorado por los españoles por mucho tiempo. Se creyó que Ayolas se había perdido o que había llegado a la Sierra de la Plata. Se produjeron muchas expediciones en su busca.

Entretanto Pedro de Mendoza bajó a Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, donde encontró de vuelta de Brasil a su hermano Gonzalo Mendoza. La ciudad tenía tres iglesias, una huerta, sementeras, mejores condiciones de vida y cierto orden, aunque aún faltaban alimentos para todos. El 15 de Enero de 1537 mandó a Juan Salazar Espinosa en busca de Ayolas. Salazar encontró a Irala y con él buscó sin resultado a Ayolas. Por lo que retrocedió el camino de la búsqueda por el Paraguay (recorrieron treinta leguas al norte de Candelaria) y fundó Asunción el 15 de Agosto a orillas del mismo Paraguay. Era un fuerte que se hizo ciudad. Estaba junto a una población de indios carios. Ayolas fue dado por desaparecido hasta que los indios informaron de su muerte. Irala se retiró a su gobernación de Corpus Christi.

Pedro de Mendoza hizo su testamento el 22 de Abril, con su enfermedad muy avanzada. Embarcándose en el Magdalena con su médico personal decidió regresar a España, confiando en sanar allí con el clima, o bien a morir allí. Dejó Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire a cargo del capitán Francisco Ruíz Galán. Con Pedro de Mendoza regresaban entre ciento cincuenta y doscientas cincuenta personas del dicho puerto. Entre estas estaban todos los jóvenes de la Corte y los nobles. Estaban cansados de no tener nada, habían esperado obtener algo de modo triunfal y consideraban indigno morir por hambre o por indios . El 23 de Junio 1537 Pedro de Mendoza moría en el mar de regreso a España, corroído por las llagas que le proporcionó su enfermedad. Su estado de rápida putrefacción forzó a que fuese enterrado a la marinera arrojándolo al mar.

martes, septiembre 17, 2024

NOTICIA 2342ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 2 de 7)

 Sebastián Caboto y Diego García de Moguer.

Sebastián Caboto (Sebastian Cabot) había navegado en 1497 y en 1498 al servicio del Rey de Inglaterra por las costas de Norteamérica. Su viaje de 1498 lo pudo realizar gracias a sus relatos exagerados, o demasiado aderezados de sus propios deseos, acerca de lo que había encontrado o se podría encontrar. Pero las evidencias de los poco rentables productos que trajo a su regreso en 1498 impidió que pudiera hacer más viajes al servicio del Rey inglés. Por ello en 1512 se presentó en Burgos por llamamiento del Rey  regente de Castilla, Fernando el Católico. Se sospecha que en la entrevista Caboto narró su viaje al norte de América al servicio de Inglaterra para buscar un paso noroeste hacia Cipango y las Islas de las Especias. No habló directamente con el Rey, sino con los funcionarios Fonseca y Conchillos. Fue nombrado capitán al servicio de Castilla. Tras estos sucesos regresó a Inglaterra para recoger  a su familia y llevarla consigo a España. Regresó a la península en 1514, justo cuando Vasco Núñez de Balboa ya había descubierto el Mar del Sur (el Océano Pacífico), a través del istmo de Panamá. Sin embargo ese año de 1514 el Rey prefirió buscar el paso interoceánico al sur por medio de Solís, como ya se ha dicho.

En el ínterin de la duración del viaje de Solís (octubre de 1515 a Septiembre de 1516) Fernando el Católico había muerto. Tras la breve regencia del Cardenal Cisneros en 1516, el nuevo Rey para los reinos de España fue Carlos I, cuyos primeros años de reinado los usó en conseguir la corona imperial alemana (Sacro Imperio Romano Germano), y proclamarse también Carlos V de Alemania. Entre 1520 y 1522 Hernán Cortés había conquistado el Imperio Azteca en México y desde allí se inició las conquistas de Centroamérica. Estos hechos reportaron a la corona castellana grandes beneficios en oro y plata, lo que estimulaba la conquista de otros territorios. Máxime cuando estos además garantizaban el paso al Mar del Sur, y con él el acceso a un rico mercado de especias y otros productos exóticos. Pero esos primeros beneficios se emplearon en el pago de votos para obtener la corona imperial, aparte de la financiación de diversas políticas europeas. Por ello, entre otras cosas, se inició una rebelión armada en Castilla llamada de Los Comuneros. Estos comuneros repercutirán en el futuro de la conquista de América, y por ello del Río de la Plata.

Volviendo al relato de Caboto diremos que éste hubo de esperar al fracaso, ocurrido en el Río de Solís, de la expedición de Loaysa en 1525, con dirección a las Molucas. Dados aquellos hechos, en el mismo año de 1525 dos personajes comenzaron en Castilla su futura partida al Río de Solís, aunque de modo independiente y teniendo uno de ellos una capitulación no para ir exactamente al Río de Solís. Estos personajes eran Sebastián Caboto y Diego García de Moguer. Siendo Caboto quien no tenía permiso para quedarse o explorar el Río de Solís.

Su capitulación fue refrendada el 4 de Marzo de 1525 en Madrid. Caboto era piloto y capitán general de la armada al servicio de Castilla. Se le concedían 100.000 maravedíes, pudiendo embarcar a treinta extranjeros de los reinos de Carlos I, salvo franceses. Debía dar un quinto real de los beneficios obtenidos, estos, además, se habrían de repartir a partes iguales, según porcentaje de contribución, entre los armadores y el Rey (ya que el Rey había aportado cuatro mil ducados, a causa de su interés por asegurar la ruta del único paso interoceánico conocido). La capitulación indicaba claramente que debía ir a las Islas Molucas, a Cipango (Japón), a Catango Oriental y a las ciudades bíblicas de Tarsis y Ofir (de las cuales se pensó que estarían allí). Nada se mencionaba del Río de Solís. El Rey se vio muy interesado en este viaje, sobre todo por su inversión en él y sus esperanzas de grandes beneficios. Por ello no paró de dar instrucciones específicas para el viaje hasta el 24 de Marzo de 1526. Entre ellas se ordenaba comulgar y testar a todos los marineros de la expedición antes de partir, ya que, por experiencia de otros viajes a América, muchos morían de repente por causas diversas. Se insistía en que su misión era explorar y descubrir aquellos lugares a los que iban, nada se decía de conquistar o asentarse. No debía ir en la expedición mujer alguna, para evitar problemas y peleas internas, así como para evitar que los expedicionarios obraran con negligencia a la hora de realizar su trabajo. Para evitar naufragios o extravíos se recomendaba poner cuidado en la navegación colocando faroles en las popas por la noche, para indicar el rumbo a las naves que no iban a la cabeza. Se ordenó sobre las raciones de comida. Se darían dos para dos días, y se entregarían por cuadrillas de personas, por peso y medidas de bizcocho y vino. Así se esperaba controlar que las provisiones se acabasen antes de lo necesario. Se prohibía el juego, que se blasfemase o renegase y que los hermanos viajasen en el mismo barco, con todo esto se pretendía evitar enfrentamientos y motines. Aunque se concedía el derecho a los subalternos de quejarse al Rey de los posibles abusos de los gobernadores y los capitanes, así como de su posible mala administración. Aunque esta concesión dio paso a que todos los adelantados al Río de la Plata, empezando desde Caboto, censurasen e interceptasen todas las cartas que pudieron, con destino a España o a algún Virrey.

El 3 de Abril de 1526 partieron cuatro naves. La nave capitana era la Santa María de la Concepción, dirigida por el propio Caboto. En ella viajaban también varios oficiales reales y Francisco García, el primer clérigo del Río de la Plata. Una segunda nave era una nao portuguesa llamada Santa María del Espinar, guiada por Gregorio Caro. Una tercera era la Trinidad, guiada por Francisco de Rojas. Y la última era la San Gabriel, guiada y armada por Miguel de Rifos, íntimo amigo de Caboto.

Aparte de aprovisionar las naves para la trayectoria, se sabe que los notables que participaron cargaron por su cuenta numerosa comida para su uso personal y el de sus criados y allegados que viajasen con ellos. Esto se repitió con frecuencia en los viajes, sobre todo en el que posteriormente realizaría Mendoza. Nunca en estos viajes los notables pasaron algún tipo de vicisitud por hambre. Durante el trayecto la falta de dinero ocasionó que el vino se transformara en moneda de cambio entre los marineros. Con lo que fue objeto de especulación para poder obtener determinados objetos útiles. Al llegar a Brasil faltaba más de un tercio del vino, el cual, además fue muy consumido. De hecho cuando se hundió la nave capitana, como se dirá posteriormente, se salvó todo el vino posible, perdiéndose sin embargo la mayoría de los alimentos del viaje, ya que estos estaban distribuidos de forma desproporcionada entre las cuatro naves. La tónica general del viaje fue, desde el principio, mala. El alimento era repartido en porciones muy pobres, y los sueldos no eran los estipulados antes de partir. Esto no se solucionó ni con un abastecimiento de comida y agua que se realizó en Canarias. Llegaron a Pernambuco (zona portuguesa en Brasil), donde ocurriría algo transcendental. Supo de la expedición que Cristóbal Jacques había realizado al Río de Solís antes de Loaysa. No solamente eso, el Río de la Plata les era conocido por ese mismo nombre y no por otro. Oyó la historia de la reciente expedición de Alejo García en busca del camino interior hacia el Perú, y el mito de un Rey Blanco en América, cuya ciudad era de oro y plata. Es posible que allí hallase al desertor de la expedición de Loaysa, contándole las mismas historias sobre plata en grandes cantidades, tal vez por salvar la vida (no obstante era un desertor hablando con un capitán general). Los portugueses llamaban al Río de Solís: Río de la Plata, ese fue el nombre que empezó a usar Caboto, dado a sus tendencias narrativas a la magnificación de los hechos. Aunque realmente se comenzó a creer que aquel lugar era rico en plata. En realidad esta plata era un reflejo de las minas del Potosí, ubicadas en la zona marginal de los Andes, aún en el Imperio Inca. Había muchos cientos de kilómetros de por medio, pero los indios tenían pepitas de plata y de oro como objeto decorativo (en pocas cantidades) como resultado de un comercio de intercambios suntuarios desde los indios de las montañas hasta llegar a los indios de la selva y de estas llanuras atlánticas. Otros historiadores dicen que allí halló a los náufragos de Solís, en lugar del desertor de Loaysa.

A causa de estas informaciones Caboto decidió ir al Río de la Plata y no a las Islas Molucas, confiando en un beneficio mayor. El capitán de La Trinidad, Francisco de Rojas, se quejó, junto con otros, de esta decisión de Caboto, totalmente contraria a las ordenanzas recibidas. Se le procesó, teniendo que dejar la sentencia en suspenso, por necesidad de continuar el viaje. En el río de los Patos, a la altura de la isla Santa Catalina, tuvieron más noticias. Allí recogieron a los náufragos de Solís, Melchor Ramírez y Enrique Montes. Estos se encontraban recogidos por una tribu india de guaraníes. Estos indios estaban acostumbrados a tratar con portugueses, no obstante conocían la expedición que se estaba realizando de parte de Alejo García (¿algún miembro de su tribu participaba de ella? No lo sabemos). Pero le llamó más la atención que se decoraban la nariz, las orejas o los cuellos, con placas de plata. Ramírez y Montes hablaron de un poderoso señor blanco que vivía en una Sierra de la Plata. Así nacía el mito de la Sierra de la Plata, que alimentaría la conquista del Río de la Plata. Aunque en realidad era el reflejo lejano del Imperio Inca, el cual no iba a ser descubierto y conquistado hasta 1530.

Todo esto hizo reafirmarse a Caboto en sus intenciones de proseguir en esas tierras y no ir a ninguna otra. La nave capitana, Santa María de la Concepción, naufragó también en aquel lugar, por lo que, con lo que pudieron salvar, construyeron una galeota. Para colmo de males murieron ocho marineros por una enfermedad epidémica. El resto fue cuidado con alimentos por los indios. Caboto aprovechó la estancia para eliminar a sus adversarios. Reabrió el expediente a Rojas e involucró a Miguel Méndez, un fiel a Rojas. A ambos les abandonó sin consideración ni buenos alimentos en la isla de Santa Catalina, lejos de la posibilidad de ser ayudados por los indios. Era una muerte segura. Con ellos dejó también a Miguel de Rodas, piloto al que se responsabilizó del hundimiento de la nave capitana. A causa de esto uno de los náufragos de Solís, Montes, que intervino en el proceso, adquirió la confianza de Caboto y tuvo gran poder de influencia en él por medio de sus consejos. La expedición había comenzado a llenarse de intrigas e intrigantes. Montes además logró obtener víveres y servicios varios de los indios ofreciéndoles anzuelos, cuñas de hierro y cuchillos de rescate, es lo que se llamó: monedas de tierra. Estas dádivas incitaron a trabajar a los españoles, pues sólo creando las monedas de la tierra podían obtener algo de los indios. Estos llegaron a contribuir en la construcción de cobertizos para los enfermos, el astillero para construir la galeota y una iglesia. De este modo Montes se había transformado en una pieza clave del viaje.

Reanudando el viaje, pese a la enfermedad que no había sido superada, el 15 de Febrero de 1527 llegaron al Río de la Plata, muriendo en el trayecto muchos de los marineros enfermos. Recorrieron la orilla oriental hasta llegar a un terreno donde crearon un puerto al que llamaron San Lázaro. En la actualidad no se sabe cuál es este lugar. El 6 de Abril una tormenta les hizo cortar un palo de uno de los navíos e hizo vararse a la galeota. Además, los indios del lugar les informaron acerca de que allí se encontraba Francisco del Puerto, el grumete que salvó la vida cuando mataron a Solís. El encontrarle fue algo que ánimo a Caboto para seguir en busca de metales preciosos, ya que también habló de haber visto en posesión de los indios pequeños trozos de plata. Eso hacía superar todos los destrozos sufridos en las embarcaciones.

Dada la triste situación en la que se encontraban, Caboto tomó la decisión de dar el mando de las naves Santa María del Espinar y Trinidad a Antón de Grajeda, con treinta hombres para que remontasen el río Paraná en busca de un puerto más seguro que San Lázaro. Diez o doce hombres habrían de quedarse en San Lázaro cuidando todo aquel material que no se podía transportar a causa de los accidentes marítimos sufridos. Él, con el resto del equipo y de las tripulaciones, iría también por el Paraná tras varios días de haber salido Grajeda. Lo remontó con La San Gabriel y la Santa Catalina. Antón de Grajeda, en realidad, subió por el río Uruguay, equivocando el cauce del Paraná, pero halló un lugar donde fundó San Salvador, como contaremos más adelante. Caboto subió el Paraná por un largo tramo, ya que su vegetación y sus fieras de las riberas impedían desembarcar. Entre otros animales les llamó la atención los loros. También vieron canoas indias, ellos mismos usaban alguna canoa de los indios.

Los que se quedaron en San Lázaro cuidaban de objetos y no de provisiones. Esa circunstancia se unió a que eran hombres enfermos, por lo que llegaron a morir hasta dos personas por hambre y enfermedad. Recurrieron a comer hierba y plantas desconocidas (a las que a veces los cronistas llaman cardos), también comieron ratones e incluso a uno de los perros que tenían. Recurrieron al intento de rescatar comida con los indios, pero la embarcación improvisada, al cargo de un tal Ramírez, hubo de parar en una isla a causa de una tormenta, fue entonces cuando murieron los dos hombres mencionados. Caboto no los evacuó del deficiente puerto hasta el 28 de Agosto.

Entre tanto Caboto remontó el Paraná hasta llegar a la confluencia con el río Carcarañá. Como sus hombres también pasaban hambre y sufrían enfermedades, y siendo aquel un lugar bueno para desembarcar, fundó la primera ciudad del territorio que tratamos, Sancti Spiritu. Esto ocurría el 9 de Junio. Las tribus de allí parecían amigables y dispuestas a ayudar a unos hombres enfermos. Llegaron a producirse hasta dos deserciones a causa del hambre, aunque estos dos hombres dijeron haber salido a por comida con intención de regresar tras obtenerla. Los indios creyeron que se habían perdido del grupo de los hombres blancos con barba y los devolvieron a Sancti Spiritu. Caboto los condenó a muerte. Este hecho debió de pesar mucho en la moral de aquellos que participaron de esta aventura, pues figuró en las actas de acusaciones imputadas a Caboto cuando este regresó. Caboto gobernaba con mano dura y se empeoraba cuando tenía accesos de ira y mal humor repentinos, sin explicación alguna. Todo era tan desproporcionado en aquel ambiente de fatigas que el ambiente se enturbiaba cada vez más.

Caboto construyó un bergantín para seguir las exploraciones en busca de la Sierra de la Plata, teniendo una base en la reciente ciudad. Las exploraciones por tierra eran imposibles dada la espesura de la selva y los peligros de las bestias y las tribus. Por eso necesitó de un nuevo bergantín, menor que las otras embarcaciones, para seguir remontando los ríos. Usó ciento treinta hombres para seguir remontando el Paraguay y mandó varias expediciones. Aún había, con todo, muchos enfermos que retrasaron cualquier continuación del viaje por seis meses. Muchos murieron por enfermedad o debilidad. La abundante pesca del lugar elegido, más el clima del lugar, ayudó a la recuperación de aquellos hombres, con ayuda de los indios. Ni siquiera tenían contacto con San Salvador, la ciudad que fundó Grajeda en el Uruguay, ya que no conocían su existencia ni sabían nada de Grajeda. Además San Salvador se encontraba a muchos kilómetros de ellos. Los enfermos se encontraban tan postrados en ocasiones que llegaron a beber sangre por falta de agua .

Sancti Spiritu era en realidad una especie de fortín cuadrado con una empalizada de madera y un foso alrededor. Los ángulos estaban elevados por unos terraplenes, colocando en ellos la artillería. Existirían unas veinte casas separadas entre sí, con techos de madera y paja. Supuestamente existiría una cámara en una de las casas que serviría para los oficios religiosos, ya que no parece registrarse la existencia de ninguna iglesia o capilla. Caboto distribuyó los solares internos entre los pobladores dando cortijos, heredamientos y sementeras de pan, según los cronistas. El cultivo del suelo se hacía, pues, dentro del fortín, por miedo al ataque de los indios o a que los indios amigos se fuesen y dejasen de ayudarles con los alimentos. La tierra era buena y se podía cultivar trigo y cebada en grandes cantidades. La producción de sus cosechas a dado lugar a diversos debates acerca de si se mintió sobre la productividad del lugar. Omitiendo toda la controversia diremos que se cultivaban dos cosechas al año. En ellas habría influencia de la alimentación india, ya que se recogería en la primera maíz, frijoles, habas, calabazas, melones, trigo y cebada. Y en la segunda se volvería a recoger maíz, más algodón y mandioca . Tal vez el cultivo de los productos indios lo obtuvieron por medio de tribus de carcarais y timbúes, aliados de Caboto. Los indios fueron quienes cultivaron las tierras por ellos en un primer momento hasta que sanaron. Luego fueron repartidos para ayudar en las diversas haciendas, aunque estas fueron cultivadas por los propios particulares también, impulsados por la necesidad del hambre y la enfermedad. Las provisiones de la armada también jugaron un papel importante hasta la obtención de la primera cosecha. Con el tiempo muchos de los que vivían en el fortín distrajeron sus turnos de vigilancia por ir a cuidar de sus rozas o por ir a cazar o pescar (ya que no sólo la agricultura y la pesca se daban bien, sino también la caza, al tener una gran arboleda alrededor). El hambre y el pacifismo de los indios les incitaban a ello. Estos indios trabajaban a cambio de rescates de monedas de tierra. Además, tal vez en esas fechas aún podrían estar considerando estos indios a los españoles como seres cercanos a lo sobrenatural, aunque quizá hubiera dudas internas en los miembros de las tribus (dados los hechos que narraremos más adelante).

La expedición por el río Paraguay con ciento treinta hombres y un bergantín al mando de Caboto comenzó el 23 de diciembre, aunque no entraron en el Paraguay hasta Enero de 1528. Dejaba al mando de Sancti Spiritu a Gregorio Caro, el que guiara la nave Santa María del Espinar en su trayecto de España a América. El 1 de Enero llegaron a la isla de Año Nuevo. Allí no se encontraron satisfechos con las provisiones que les ofrecieron una tribu de timbúes, por lo que Caboto optó, en un ataque de mal humor nada justificado (y queriendo dar miedo y respeto a los indios) los atacó arrasando el caserío donde estos vivían a modo de poblado en la selva. Las acusaciones contra Caboto a su vuelta decían que las cuentas que les había ofrecido a los indios justificaban que estos les hubiesen dado pocas provisiones. Fue la primera masacre que los españoles realizaron en aquella región, traería consecuencias imprevistas. El viaje por el Paraguay prosiguió con lentitud y hambre. Aunque se restringió la comida, se llegaron a extremos de comer hierba y culebras y hasta palmas de la selva, que comparaban con serrín. En ocasiones el hambre les impedía navegar. Un día aparecieron trescientas canoas de indios agaces en guerra con ellos, tal vez conocedores de los hechos del caserío de los timbúes. Los hombres de Caboto vencieron y pudieron llegar a Monte Lambaré, donde vivían unos indios enemigos de los agaces que les acogieron como aliados naturales, en vista de la batalla librada en el río. Estos les abastecieron bien y les cuidaron y trataron como si les regalasen oro (según cronistas). Allí se cobijaron un tiempo para recuperarse. El poblado indio recibió un nombre español, Santa Ana. El cacique de la tribu se llamaba Yaguarón. Este les volvió a dar más noticias acerca de Alejo García, por lo que los agaces podrían haberles atacado también confundiéndoles con portugueses. Además pudo observar que los adornos de sus anfitriones eran de oro y plata. Por estrategia, o quizá por cuestiones de nobleza ante la ayuda, no intentó quedarse ninguna pieza de aquellos metales, pero se informó de su procedencia. Con lo que a Caboto cada vez le quedaba más clara la auténtica existencia de una Sierra de la Plata.

Los indios que les acogían recibieron la noticia, por medio de otros indios, de la existencia de otros hombres blancos con barba explorando por el Río de la Plata. Esta noticia provocó que el 28 de Marzo de 1528 Sebastián Caboto decidiera proseguir su viaje en busca de la Sierra de la Plata, para evitar que los nuevos competidores alcanzasen ese logro antes y se quedasen el derecho de los beneficios, después de tantas fatigas. Mandó a su íntimo amigo Miguel de Rifos a preparar el camino con los indios chandules. Sin embargo, en cuatro días este regresó con la mitad de los hombres que le asignó muertos, atacados por los indios agaces. Por ello Caboto abandonó su proyecto de momento. Tal vez bajó hasta la isla de Año Nuevo, dado que, como veremos, allí le encontró el nuevo grupo expedicionario español.

Los recién llegados eran los componentes de la expedición que realizaba Diego García de Moguer, quien tenía permiso legítimo para estar en aquellas tierras, a diferencia de Caboto. García de Moguer había sido marinero con Solís y con Magallanes, era, por así decirlo, un veterano en aquellas rutas. En 1525 contrató a Hernando de Andrade y a Cristóbal de Haro (ambos de origen noble), y a Alonso de Salamanca y a Ruy Basante (ambos mercaderes), para realizar un viaje al Nuevo Mundo. La capitulación le fue concedida en 1526.Tenían permiso para explorar las Indias del Mar Océano con una carabela de cincuenta a sesenta toneladas, un bergantín y un patax. Debían ir a las tierras de Indias que no hubiesen sido exploradas. Se ignoraba que Caboto estaba en lo que para ellos aún era el Río de Solís, que a la postre era el lugar donde tenía las miras García de Moguer, al conocerlo más. Las raciones, igualmente que con Caboto, debían ser por cuadrillas y para dos días, y no debían llevar mujeres, tampoco. A estos se les recomendaba plantar y sembrar legumbres en Moluco (no se asocia a Molucas, pues la capitulación habla de explorar el Atlántico meridional), así se podrían autoaprovisionar y evitar las hambres de otros viajes. A diferencia de Caboto, estos llevaron consigo semillas variadas.

Se duda si su partida fue el 15 de Agosto de 1526, o si bien se produjo en 1527 desde La Coruña. Se reabastecieron en Canarias y Cabo Verde. En Enero de 1528 se tienen noticias sobre que la expedición se encontraba descansando en la Isla de los Patos, donde los indios la avituallaron. La siguiente noticia es que en la Isla de los Pargos (de los Lobos, Moguer la conocería a causa del regreso del viaje de Solís), aguardaron a un bergantín que habían comprado en la ciudad portuguesa que Souza había creado en la parte de Brasil, San Vicente. Llegaba con retraso. En Febrero armaron un batel en San Gabriel, que traían desarmado (se encontraban en el Río de la Plata). Allí supo por los indios que había otras personas de ritos cristianos en aquellas tierras. Por ello Diego García de Moguer decidió ir a buscarlos en el bergantín que se encontraba armado. Se encontró con Grajeda, que bajaba al sur en la Santa María del Espinar acompañada de la Trinidad. Este había fundado San Salvador en el Uruguay. Grajeda confundió a los del bergantín con la gente abandonada anteriormente, cuando se dividieron en tres grupos, pero les convencieron de que no eran ellos. Informó a García de Moguer acerca de que Caboto iba río arriba, pues eso es lo que acordaron el año anterior, cuando él confundió las aguas del Paraná con las del Uruguay. Grajeda fue a San Gabriel y envío la carabela a San Vicente a por esclavos. Mientras, García de Moguer decidió ir a buscar a Caboto, ya que este estaba irregularmente en aquellas tierras. Dejó armarse a la nave que estaban haciendo y envió a las otras a San Salvador. Él subió por el Paraná hasta llegar a Sancti Spiritu. Allí le pidió a Gregorio Caro que se fuese, por estar asentado de manera irregular. Siendo él quien tomase el mando de Sancti Spiritu. Pero Caro replicó que estaba sirviendo a Su Majestad, por lo que no abandonaría su puesto. García de Moguer decidió entonces encontrar a Caboto para aclarar la situación. Le halló el 7 de Marzo de aquel año 1528 en una isla, quizá la de Año Nuevo, como dijimos.

A continuación se abrió una serie de discusiones reclamándose el uno al otro el derecho a estar en esas tierras. Caboto alegaba los derechos que le otorgaba el haberlas descubierto. García de Moguer mantenía la legalidad de las cartas reales que poseía. Sin embargo, Caboto tenía otro argumento convincente: la superioridad numérica. Les impidieron subir el Paraná, y les dificultaron abastecerse de comida. Muchos hombres de Moguer desertaron por hambre, yéndose con los de Caboto o con los indios. Sólo el hambre les ató en una tregua. Bajaron a Sancti Spiritu, donde García Moguer desapareció un buen día, marchándose sin avisar, se dirigía a San Salvador, donde estaban los suyos. Caboto le persiguió y le alcanzó. En Julio de 1528 llegaron a un acuerdo forzoso por lo que actuarían asociadamente, a la espera de la decisión del Rey. Entre tanto Caboto sería el Capitán General del Río de la Plata. Su objetivo era encontrar al Rey Blanco y la Sierra de la Plata. Realizarían expediciones con contribuciones proporcionales de parte de ambos. Aunque Caboto mandó a Grajeda que quitase las velas a los barcos de García de Moguer. Lo que indica que el pacto no era tan estable ni seguro como para mantenerse por sí sólo sin ayuda de la fuerza. En estos momentos mandaron construir siete bergantines en Sancti Spiritu. Uno de ellos sería encomendado a Francisco César para que explorase los ríos por donde los indios contaban que estaba la Sierra de la Plata. Esta expedición pasó a ser mítica. A su regreso trajeron consigo múltiples historias fantásticas acerca de un país muy rico en una cordillera occidental (el Imperio Inca o las minas del Potosí) que tenía hasta ovejas gigantes (las llamas). Estas historias se exagerarían con el tiempo hasta alcanzar versiones donde se hablaba de una ciudad donde vivían los antiguos romanos exiliados tras la caída del antiguo imperio. Era la leyenda de la Ciudad de los Césares (a causa del nombre del explorador), la cual dio pie a varias ilusiones y esperanzas de riquezas. Sería asociada al mito del Rey Blanco, y disociada de la Sierra de la Plata. De hecho, cuando ya se disipó la leyenda de la Sierra de la Plata, la de la Ciudad de los Césares seguía viva y se llegó a buscar nada menos que hasta en La Patagonia, de mano de Hernandarias en el siglo  XVII.

Hubo una segunda expedición al cargo de Melgarejo, que se dirigió hacia el sur. Se enfrentó a los indios, e incluso a portugueses y piratas franceses, a lo largo de su viaje. Dijo haber hallado mucho oro y ganados y que vio dos mares desde lo alto de una montaña. En una tercera expedición viajaron Caboto y Moguer hasta el río Pilcomayo, con diversas dificultades. Allí, a veinte leguas de distancia de Sancti Spiritu, supieron por un indio que se estaba planeando atacar al fortín. Se decidió bajar para prevenir a los de allí y defenderlo. En la zona no parecía haber nada anormal, aunque entre la población aborigen había intranquilidad. Tres españoles fueron asesinados cuando fueron de caza y Caboto dio una batida de escarmiento, con la que creyó haber sofocado todo el problema. Se marchó con García de Moguer a San Salvador con los barcos que pudieron, con  la intención de salvarles de posibles sabotajes o incendios provocados por los indios. Caro volvía a quedarse en Sancti Spiritu, esta vez con ochenta hombres y tres bergantines. Tenía orden de redoblar las guardias y quitar la paja de los techos, pero Caro creyó aquello algo excesivo y no lo hizo. Los guardias seguían saltándose sus turnos por cuidar de sus tareas alimenticias. Por la noche hasta llegaban a dormirse los centinelas. El juego se añadía a sus distracciones. La defensa del fortín era, por tanto, muy deficiente. En Agosto o Septiembre de 1529, al amanecer, con todos los de dentro dormidos, los indios iniciaron un ataque en masa. Eran indios venidos de zonas más altas. Los españoles no tuvieron ni tiempo para coger su artillería y sus armas. La desorganización hizo que algunos huyeran a los bergantines, de los cuales uno se encontraba encallado en la tierra, por lo que los que se subieron en él murieron todos a manos de los indios. Los españoles optaron, en su mayoría, por la huida más que por la resistencia. Sólo hubo algo menos de cincuenta supervivientes. Sancti Spiritu fue destruido. Se perdió todo lo que había allí salvo la artillería, con la que los indios no supieron qué hacer. Caboto subió a Sancti Spiritu días más tarde y la recuperó. Fue en Sancti Spiritu donde los indios se convencieron acerca de la naturaleza humana de los españoles, ya que comprobaron su mortalidad y despedazaron y comieron sus carnes para cerciorar que eran como ellos y sabían como ellos mismos . Tal vez el canibalismo tuviera algún origen ritual entre guerreros. La lógica india para atacar el fortín respondió a tres pautas: el español usurpa sus tierras, los indios empiezan a ser cada vez más siervos de los españoles, se había de atacar y destruir el fuerte para echar a los españoles. Se habla de un líder indio llamado el cacique Mangore. Ruy Díaz de Guzmán dice en La Argentina que este atacó a Sancti Spiritu porque se enamoró de Lucía de Miranda y esta no le correspondía, pues estaba casada con un español al que le era fiel. Sin embargo esta historia es algo inverosímil ya que no había mujeres españolas en el viaje de Caboto ni en el de García de Moguer. Tal vez se confundió con los sucesos posteriores ocurridos en Corpus Christi, con Mendoza, donde había tres mujeres. También pudiera haber sido una india a la que su esposo blanco le pusiese nombres españoles. O tal vez un reflejo del comienzo de los abusos españoles con indias (al no tener otras mujeres), lo que levantaría a los indios en su contra.

Los últimos días en San Salvador y San Gabriel (un pequeño enclave a modo de puerto en uno de los riachuelos del delta donde se unían los ríos para crear el Río de la Plata) fueron tranquilos. Los indios de allí eran amistosos. Los del Paraná se habían vuelto hostiles y no se podía reconstruir una base allí. El mal humor de Caboto fue alegado en su contra en la consecución de esto. Se volvió a reproducir el hambre, a la par que el levantamiento del Carcarañá se fue extendiendo entre los indios, llegando a San Salvador. Los españoles fueron acorralados y sitiados en cuanto a provisiones. Se encontraban encerrados y hambrientos, lo que provocó muchos muertos. Caboto mandó desesperadamente un bergantín para buscar alimentos y pez para calafatear, se pensaba ya en la ida del lugar. Diego García de Moguer comprendió la situación y se marchó en secreto a la isla de Santa Catalina, donde se alimentaron de lobos. Había un gran descontento. Los españoles se veían en la necesidad de actuar sólo a la defensiva, desarmados prácticamente y casi desnudos. Caro, Juan de Junco y Alonso de Santa Cruz pidieron a Caboto quemar La Trinidad, al estar en malas condiciones, e irse en la Santa María del Espinar, Caboto quiso hacerles un consejo de guerra, pero le fue imposible dados los ánimos generales del grupo. El 6 de octubre de ese 1529 se vio forzado a pedir consejo entre los suyos. Se decidió coger las sementeras de maíz e higos y marcharse en Diciembre. Mientras, el hambre les iba matando y los indios se veían cada vez más fuertes. Tanto que no tuvieron reparo en enfrentarse fluvialmente al descubierto contra Grajeda y matarlo. Tras esta perdida Caboto se vio forzado a cazar cetáceos en la Isla de los Lobos e irse de San Salvador. La expedición fue dividida, un tal Montoya debía reunirse con ellos en San Lázaro tras cazar los cetáceos, pero su tardanza provocó que Caboto se marchase sin él. Tenía tres naves. La primera era la más rápida, en esta viajaba Caboto sin esperar a nadie. La tercera nave se estrelló en San Gabriel, habiendo penachos de humo de indios en guerra, aún así Caboto no regresó a recoger a los náufragos. Cuando llegó a la altura de la Isla de los Lobos vio una cruz en la playa, pero no paró para ver si Montoya había naufragado y había supervivientes. Montoya, en realidad había cumplido su parte del trato e incluso había ido a recoger a los auténticos náufragos de San Gabriel. Divisaron a la segunda nave, La Trinidad, en la que viajaba Caro y que era más lenta. Esta estaba inutilizada. Montoya montó también en su nave a los ocho hombres de Caro. Aún con todo cinco hombres cayeron rehenes de los indios. Pudieron usar La Trinidad para llegar hasta Brasil, aunque estando todos muy débiles. El 19 de Marzo de 1530 Caboto llegó a San Vicente, donde hacía tiempo que estaba Diego García de Moguer.

Setenta y cinco personas habían muerto a causa de los indios, otros tantos habían muerto por enfermedad o hambre. No habían habido beneficios, aunque llevaron muestras exóticas del lugar. Diego García llevó a ochocientos esclavos indios a España, a petición de algunas familias de Portugal. Caboto también había capturado indios (destacaron tres entregados como esclavos al Rey: Curupao, Carapucá y Chocorí, que fueron recluidos en un convento de España). Caboto, además, había realizado grandes matanzas de indios, en ocasiones para robar millo que comer. Hicieron esclavos incluso en tiempos de paz. Caboto llegó a vender cuatrocientos esclavos capturados ilegalmente. Los que vendieron en Sevilla fueron registrados en el pago de impuestos (el quinto real se quedó dieciséis indios). La mayoría de estos habían sido comprados en la misma San Vicente, eran indios capturados en las guerras indias sostenidas por Portugal, tal vez alguno era procedente de la expedición de Alejo García. Diego García de Moguer llegó a España un año antes que Caboto, portaba consigo todas las acusaciones recogidas contra Caboto, aparte de los náufragos que este había abandonado y fueron rescatados por Montoya. En sus acusaciones a Caboto le imputó la muerte de cuatrocientos mil indios. A Caboto se le retiró el favor real y sus títulos. Se le abrió expediente. Su expedición había dado muchísimas leyendas y mitos, los cuales habrían de estimular las imaginaciones y fomentar los viajes y conquistas.

sábado, septiembre 14, 2024

NOTICIA 2341ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 1 de 7)

Estamos en un momento donde las relaciones de España con Hispanoamérica atraviesan una crisis de relaciones con Venezuela y otra con Argentina, a la que hay que sumar también un par de países de Centroamérica. Nuestra Historia común nos hermana, por más que algunos hispanoamericanos aún llamen a España "la madre". Lo cierto es que las independencias de Hispanoamérica en el siglo XIX se hicieron consolidando un relato férreo de colonialismo y dominación que respondía más a las realidades de los mundos anglosajones y francófonos, aunque con los Borbones en el siglo XVIII las políticas de centralización del poder entendieron las tierras de ultramar al modo como las habían entendido en Francia, supeditadas, cuando en realidad en España se las tenía como virreinatos, esto es: en igualdad al resto de los territorios españoles en la península. No olvidemos nunca que quien potenció el esclavismo africano fue Carlos III. Que los principales historiadores hispanistas hayan venido del mundo inglés consolidaron para España los términos de colonia tal como ellos lo entendían, lo que, junto a la leyenda negra, hace que la Historia quede diluida en una realidad que no es exactamente la que fue. A partir de las independencias del siglo XIX se debían crear nuevas naciones (no entraré en las innumerables guerras territoriales entre los independizados) y para ello crearon un relato de buenos y malos, de imperialistas y dominados, todo lo más, los principales artífices de aquellas independencias habían sido criollos de origen español, salvo los casos de México, con Morelos, o de la parte de Venezuela en la que combatió Páez. Las últimas independencias, de ese periodo (hay que recordar que en realidad los últimos territorios independizados de España se dan en África en el siglo XX), las de Puerto Rico, Cuba y Filipinas (más Hawaii, Guam y otras pequeñas islas) lo hicieron cuando ya estaban reconocidas como provincias de ultramar en mismos derechos que el resto de provincias, dando por salvados los perjuicios de la centralización que hicieron los Borbones, la cuestión es que eso ya no les era suficiente, especialmente en Cuba tras atravesar nada menos que tres guerras de independencia, cuatro si contamos como guerra una revuelta de varios meses, tras la Guerra Chiquita.  

Sea como sea, las relaciones entre españoles y americanos son buenas, aunque es cierto que ellos tienen insultos especiales para los españoles, bromas, burlas, chistes, y una obsesiva falta de realidad al creer que todavía queremos gobernarles desde aquí en una inexplicable e indefendible acusación permanente de imperialistas, la cual funciona bien entre las clases populares, creando una retórica social y política útil cuando se necesita echar mano de una razón de ser identitaria unitaria o bien un enemigo al que acusar para unir en torno a ti a los que, de otro modo, no se unirían a ti y tus ideas. Es parte de la construcción nacional iniciada en el siglo XIX y que en 1992, con el quinto centenario del descubrimiento, se quiso dar por superado y entendernos ambos como algo más complejo y unido que eso, visión que siguen hoy día algunos historiadores e intelectuales de ambos lados, como se vio el año pasado con motivo del bicentenario de la independencia de México, pero que periódicamente se dedican a dinamitar determinados políticos, como está siendo el caso actualmente. 

Al margen de todo, y visto lo visto, aunque no tenga nada que ver, ya que se ha hablado del pasado español en América, me apetece compartiros en una serie una de las conquistas de América española menos conocida, siempre tapada por la del Caribe, México y Perú. Con motivo de un trabajo de investigación para la asignatura Historia de América durante mi carrera universitaria en la Universidad de Alcalá de Henares, que entregué el 9 de febrero de 2003 al profesor Lucena, del 4º curso de la Licenciatura de Historia, traté sobre la conquista del Río de la Plata, que comprendería los territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay (una de estas partes sería portuguesa pero se metieron los españoles), y es mucho más complejo, porque las remontadas de ríos aún implicarían partes del propio Brasil citado, parte de lo que hoy día sería el sur de Bolivia, por entonces del Perú, e incluso una parte chiquita del norte de Chile. Es la conquista más sacrificada (especialmente por hambre) de las que hubo, pero es la menos conocida, así que, empezamos con ello, a quien le interese. Saludos y que la cerveza os acompañe. 

LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA

Introducción:

La conquista del Río de la Plata fue extensa y de muy pocos beneficios económicos. Se inició con una doble intención de carácter beneficioso: encontrar el paso interoceánico que llevaba a las Indias de las especias del gran Khan, o en todo caso asegurar los territorios que garantizasen el control de ese paso tras el hallazgo de Magallanes, y por otro lado encontrar lugares míticos llenos de riquezas, como la Sierra de la Plata o las ciudades de los Césares. No se halló nada de todo aquello, pero la región era estratégica, como ya se ha dicho, y muy rica para la ganadería y la agricultura (en algunos sitios). Además, su proximidad a los territorios portugueses del Brasil la colocaba en un buen lugar para el tráfico de esclavos o incluso para el contrabando. El puerto de Buenos Aires comunicaría el Potosí con el Atlántico, cobrando así la conquista del territorio un gran significado. Muchos de los que participaron en la empresa no eran gentes ricas, por lo que no tenían mucho que perder, salvo la vida. El hambre fue lo que más estragos hizo entre estos conquistadores. Se vieron obligados a trabajar con sus propios medios más que en otras zonas. No supieron convivir con los indios, de los que podían haber aprovechado sus estructuras y medios de subsistencia ya existentes. Fue tal la desconfianza que se generó entre indios y blancos que el propio Irala dictaría una ley el 22 de Septiembre de 1545 por la que debían llevar todos los españoles las armas siempre a mano, aún estando en compañía de indios amigos. En 1589 Alonso de Vera y Aragón repetiría la orden. Los indios de esta zona combatían a muerte. No consideraban dioses a los hombres venidos del mar. Aunque no usaban veneno en sus flechas, a diferencia de los indios de otras regiones de Sudamérica. Eran, además, conscientes del hambre del enemigo y usaban de la selva para atacarles ocultos, lo que generaba gran terror. Aunque también es cierto que, por lo general, los indios del interior de esta zona eran más pacíficos que los más próximos a la costa; esto ocasionó que los españoles distinguieran en sus crónicas entre indios buenos e indios malos, asignando a cada grupo determinados calificativos, como hijos del Diablo, o como piadosos, etcétera.

Los indios del Río de la Plata no pertenecían a ninguna Alta Cultura americana. Si acaso los que vivían en los contrafuertes de las cordilleras andinas habían tenido algún contacto con el Imperio Inca y conocían la agricultura a la par que eran sedentarios, tenían cierta organización y se les trata en los escritos como hombres de razón. Tenían regadíos y usaban terrazas en las montañas para cultivar. Pero los que habitaban en las zonas bonaerenses y en las del Paraguay no eran así. Los primeros eran principalmente recolectores, y los segundos horticultores. Estos trabajaban para que subsistiera la familia y para satisfacer los deseos mínimos. Vestían con lana o cueros labrados, cuando no iban desnudos. Los bonaerenses no parecían tener, ante los ojos de los españoles, un orden por el que regirse. Aunque en realidad tenían cierta estructura social. Los hombres cazaban, las mujeres se encargaban de los hijos, de la recolección y de la casa mayor. Trabajaban una o dos mujeres para cubrir las necesidades básicas. Más era algo innecesario e incomprensible. El concepto de vago para los indios era el de un hombre que no trabajaba lo suficiente para alimentar a los suyos. Entre los horticultores de Paraguay los hombres guerreaban, preparaban los predios para la agricultura, cazaban y construían las viviendas. Las mujeres pescaban y recogían frutos. Los distintos grupos indios intercambiaban técnicas entre sí. La llegada de los españoles fue algo rompedor. Al principio los españoles usaron de las técnicas indias y de los cultivos indios (confección y tintes de telas, cultivo de maíz, poroto, batata, mandioca, maní, zapallo, tabaco, algodón...). Aunque también los españoles introdujeron el trigo, la vid, las legumbres, el lino, los carros tirados por bueyes e incluso el antiguo arado simétrico que era poco útil para labrar la tierra suelta del lugar.

El presente trabajo tratará sobre todo el proceso de la conquista del Río de la Plata, el cual se enmarca a lo largo del siglo XVI en este contexto descrito. Las fuentes utilizadas provienen en su mayoría de historiadores contemporáneos de origen iberoamericano. Algunas son de las décadas relativamente recientes en las cuales existía una dictadura en Argentina, por lo que a veces exaltan en exceso la figura del conquistador blanco y católico. Otras son más actuales y manejan fuentes directas de los sucesos, las cuales adjuntan a sus libros, por lo que también me he beneficiado de ellas. Son estas fuentes primarias de gente como Cabeza de Vaca, Díaz de Guzmán, Centenera, Schmidl, Groussac o Rojas. Con lo cual algunos son de muy primera mano, al ser ellos mismos protagonistas y testigos de los hechos. En general esta historia se recoge desde España entre la exaltación nacional argentina y el destacamento de pequeñas historias de la conquista acerca de anécdotas o de minorías cuyo pasado se revisa hoy (como el de las mujeres, los indios o los esclavos). Las fuentes de Internet usadas me han brindado sobre todo tener acceso a una mejor información acerca de la introducción de la ganadería en el Río de la Plata, la cual será la principal fuente económica de Argentina.  

La conquista de El Río de la Plata comprende el norte argentino, de Buenos Aires a Tucumán, más las remontadas del Paraná y el Paraguay, comprendiendo así también la conquista de las zonas que actualmente son Uruguay y Paraguay. Prácticamente esta conquista se entiende hasta más o menos la zona donde comienzan a alzarse los Andes, ya que la intención última era encontrar la Sierra de la Plata o del Oro, la cual en realidad no era otra cosa que las minas de Potosí, a la cual accedieron antes aquellos que conquistaron el Imperio Inca. El resto de Argentina fue conquistado poco a poco a lo largo del siglo XVII y el XVIII. Aún en el siglo XIX algún presidente de la República Argentina inició campañas en La Pampa para expulsar a los patagones que quedaban. Pero, como hemos dicho, sólo nos ocuparemos de la zona Platense.

Primeras llegadas al Río de la Plata.

El primer viaje europeo no probado, pero sí hipotético, lo habría realizado Americo Vespucci en 1501 (Brasil era conocido por sus costas en 1500). Aunque es poco probable que Vespucci hubiera llegado tan al sur de América en aquella fecha. De igual modo existen dudas acerca del segundo viaje por el Plata. Este le habría realizado Juan Díaz de Solís en 1512, según se contaba en un informe de 1531, escrito por Juan Suárez de Carbajal, el cual se ha perdido. Algunos documentos portugueses y españoles parecen avalar la primera llegada en torno a 1512 o 1513. De hecho existen referencias portuguesas de dos viajes clandestinos en 1513 y 1514. Don Nuño Manuel y Cristóbal de Haro habrían participado de esos viajes, llevando a Juan de Lisboa como piloto. De hecho, otro personaje del que luego nos ocuparemos, Diego García, escribía en 1527 que era la segunda vez que él descubría el Río de la Plata. Esta referencia se ha querido poner en consonancia al viaje de Solís de 1512, o bien a diversos viajes clandestinos portugueses. Portugal pudo hacerlo, pues en 1506 Martín Alfonso de Souza había fundado San Vicente en las costas brasileñas.

Sea como sea parece que la intromisión portuguesa en esa zona de América incitó al rey Fernando el Católico a consolidar ese territorio, el cual era propiedad suya según el acuerdo alcanzado con Portugal en Tordesillas. El interés inicial era hacer que el territorio permaneciera bajo control español, ya que en él se podría hallar el posible paso interoceánico que llevaría a las Islas de la Especias. El 24 de Noviembre de 1514 le concedió a Juan Díaz de Solís una capitulación en la ciudad de Mansilla. En ella se decía que debía explorar las tierras a espaldas de Castilla del Oro (Panamá), la cual había sido descubierta hacía poco al descubrirse el océano Pacífico (el Mar del Sur, hallado por Núñez de Balboa), por una extensión de 1.700 leguas como mínimo, tras esa distancia se creía que empezaba el territorio perteneciente a Portugal. Lo que quería decir que le conminaba a encontrar y usar el paso interoceánico en el sur americano. Había prisa por llegar a las Molucas, que eran las Islas de las Especias buscadas. Los preparativos de la expedición corrieron al cargo económico del Rey, dado el interés que tenía en el hallazgo de la ruta marítima. Se preparó secretamente. No había que llamar la atención para impedir que Portugal u otra nación se anticipase. Se dispusieron tres navíos con sesenta personas, los cuales partieron el ocho de Octubre de 1515, del puerto de San Lucas de Barrameda. El Rey le concedió 4.000 ducados, de los que la Casa de Contratación recibió 16.544 maravedíes por pólvora y seis pasabolantes, y 27.750 maravedíes más para dos lombardas. Por lo que parece que entrañaban un viaje peligroso. El viaje duró tres meses y medio. Los diarios de a bordo se perdieron, pero tenemos la narración de manos de un cronista. Solís bordeó las costas de Brasil antes de entrar en el Río de la Plata. Llamó al estuario Mar Dulce, ya que no se veía el otro lado de la costa y le pareció un mar, pero al ser en realidad un río era de agua dulce. Sin embargo, en Febrero de 1516, debido a los hechos del viaje, se decidió cambiarle el nombre por el de Mar de Solís. El nombre fue cambiado de nuevo en tiempos de Caboto (también conocido como Cabot, o como Gabotto) por el de Río de la Plata, al descubrirse que en realidad era la desembocadura de varios ríos y al unirse a varias leyendas acerca de la falsa riqueza argentífera de ese territorio (supuesta riqueza que fue la que impulsó en parte la conquista).

Navegando por la ribera norte observó que los indios les observaban y les ofrecían sus pertenencias dejándolas en el suelo. Solís quiso desembarcar para tener un primer contacto y un primer rescate con los indios. Bajó a tierra junto con ocho hombres, entre los que se encontraba el contador Alarcón, lo que indica una clara predisposición a intercambiar productos. Tal vez los españoles buscaban reponer alimentos después de la larga travesía. Lo que no sabían Solís y los suyos es que los indios ya habían recibido visitas portuguesas, de las que habían recibido malos tratos. Su acto era en realidad una emboscada en la que perdieron la vida todos los desembarcados, salvo el grumete Francisco del Puerto, el cual será relevante posteriormente. Los de las embarcaciones, horrorizados por lo que habían visto, decidieron regresar a España, al mando de Francisco de Torres, cuñado de Solís. Encontraron una isla a la que llamaron De los Lobos, ya que allí se abastecieron de carne de animal, que sazonaron para el viaje. A la altura de la isla de Santa Catalina se hundió una nave. Por esto se quedaron allí ocho personas más, entre ellos dos marineros llamados Melchor Ramírez y Enrique Montes, también importantes posteriormente. Seis de esos náufragos fueron recogidos por un buque portugués y llevados a Lisboa, esto es lo que hizo público el viaje a ojos internacionales. Portugal protestó sin resultado, ya que los consideraba una intrusión en su territorio. Aunque el paso interoceánico no había sido descubierto.

Entre los veintinueve desaparecidos del viaje (entre muertos y náufragos) nunca regresaron a España Solís, Francisco del Puerto, dos oficiales reales (uno de ellos era Alarcón) y seis personas anónimas. También murió el despensero Martín García por causas naturales, por lo que se le enterró en una isla a la que se le dio su nombre, dentro del estuario. Los dieciocho marineros que quedaban del desastre de Santa Catalina cargaron palo de brasil en esta isla y en San Vicente para venderlo en Europa como tintoreo. Era el último recurso que les quedaba. Eso, junto a los cueros de lobo traídos, era el único beneficio que hallaron, el cual era muy pobre e insuficiente. Prueba de ello es que llegaron incluso a enajenar en Portugal el bizcocho sobrante de la expedición para intentar compensar un poco los gastos. El dieciséis de Septiembre de 1516 volvían a estar en Sevilla.

El siguiente viaje registrado a la zona lo realizó Magallanes en su búsqueda del paso interoceánico, el cual encontró en Enero de 1520. Este descubrimiento aceleró el deseo de querer asegurar la posesión de esas tierras como lugar estratégico. Lo que provocó gran cantidad de viajes portugueses y españoles a la zona. Magallanes llegó al Mar de Solís a mediados de Diciembre de 1519. Tras recorrerlo certificó que no se trataba de un paso, como él mismo también tuvo el error de pensar, sino de un gran río (aunque en realidad sea la confluencia de muchos ríos en su desembocadura). Tras estos descubrimientos empezó a usarse el nombre de Río de Solís, y no el de Mar de Solís. Esa fue su aportación a la conquista del Río de la Plata.

Según un documento de 1524, y otro más de 1528, Cristóbal Jacques viajó por el Mar de Solís en las fechas en las que Elcano completaba la vuelta al globo terráqueo iniciada por Magallanes. La llegada de Elcano y las noticias de la intrusión de Jacques precipitaron al rey Carlos I de España a asegurarse del territorio. Era 1522. El veinticuatro de Julio de 1525 fray García Jofré de Loaysa, obispo de Osma, presidente del Consejo de Indias y Caballero del Hábito de San Juan, partió con siete naves bien equipadas hacia aquel lugar. En realidad iba hacia Malasia y las Islas de las Especias. Una tormenta les dispersó y les envió demasiado al sur de forma inconexa de lo que pensaban, por lo que regresaron, por imposible de continuar, a España. En Santa Catalina quedó un desertor de su tripulación que más tarde encontraría Caboto.

En 1526, el año del inicio de la expedición de Caboto (la cual puede considerarse la que inicia la conquista propiamente dicha), por orden Martín Alonso Souza salió de San Vicente una expedición terrestre mandada por Alejo García. Este portugués llevaba indios amigos consigo, probablemente unidos a los portugueses desde los territorios cercanos a la isla de Santa Catalina, unos dos mil con ropas algo europeizadas y con armas de metal para guerrear o por codicia suntuaria. Tal vez fueron en la expedición cuatro de los náufragos de Solís que rescataron los portugueses y llevaron a Lisboa en su momento. Llevaban consigo objetos de comercio, pues su intención era hacerse con el territorio mediante la confianza de los indios. Llegaron al promontorio de Paraguay llamado San Fernando. De allí intentaron llegar a Perú (el Imperio Inca), del que habían oído historias a los indios de grandes riquezas de plata. En Charcas se enfrentaron a un pueblo Inca de la periferia del Imperio. Hubo de regresar a Paraguay a la espera de órdenes provenientes de Brasil, pero murió antes, traicionado por los indios payaguás, en una emboscada. Los portugueses sin líder no abandonaron inmediatamente el lugar. Tras una fuerte borrachera general, quizá originada por la catástrofe de la expedición, la muerte de Alejo García y los horrores de la guerra, sin el  botín que esperaban encontrar (aunque con algo de oro y plata logrados), hicieron una gran matanza de indios, en medio de su ebriedad. Muchos indios fueron apresados como esclavos y llevados de vuelta a Brasil, de donde fueron vendidos a Perú. El viaje de Alejo García abrió un  mito: la ruta de Alejo. La posible existencia de un camino interior de Paraguay a Perú inspiró a muchos conquistadores en su búsqueda, ya que se empezó a relacionar con el mito de la Sierra de la Plata y la ciudad de los Césares, que más tarde se contarán pero que resultaron muy importantes en la conquista del Río de la Plata.

martes, septiembre 03, 2024

NOTICIA 2340ª DESDE EL BAR: HISTORIAS CINEMATOGRÁFICAS POCO CONTADAS

Para mí ha sido una grata sorpresa descubrir que una investigadora, Rosa María Ballesteros, encontró utilidad y me citó en el número 40 de Baetica, revista de la Universidad de Málaga (UMA), en mayo de 2020 en papel, para una investigación suya sobre el cine de Armand Guerra. Encontró datos útiles de un artículo que escribí tiempo atrás para Fraternidad Universal, en febrero de 2014. Ese artículo mío ya apareció también en Aurora Intermitente, también en 2014. 

La UMA reeditó la revista Baetica en digital en 2021. Yo lo he descubierto de casualidad este 2024 trasteando en Google. Agradecido.

El artículo se llama Historias cinematográficas poco contadas: Carne de fieras & La puerta del Cielo (1936-1945). Lo podéis leer

                                                    POR AQUÍ.

 Saludos y que la cerveza os acompañe. 

 

domingo, septiembre 01, 2024

NOTICIA 2339ª DESDE EL BAR: FIN DE FIESTAS

 Las ferias y fiestas de Alcalá terminan esta noche con los fuegos artificiales sobre Alcalá de Henares. Particularmente no me han llamado mucho la atención. Lo mejor para mí ha sido el homenaje a Joaquín Sabina, aunque fui también a ver la exposición de coches antiguos y a la paella solidaria. En general no han sido gran cosa en lo que a mí respecta. Además había poca variedad en general. Parecían diseñadas para un gusto muy concreto. Pero conocía a alguien que quería llevar a sus hijos a la feria e hice un acto de generosidad, dentro de mis posibilidades económicas. Y supongo que eso es un poco lo que puede ir cambiando el mundo. Pero no nos engañemos, el mundo en general no está en esa dinámica, y no cambia. Y ya sé que mi economía no está para semejantes actos de generosidad, pero, ¿por qué no? 

Ha sido una semana ajetreada, no tanto por las fiestas, sino por otros asuntos, incluido un trabajo de un día y medio de duración, vaciar un armario, montar un mueble, volver a llenar el armario... y tratar de buscar la forma de como volver a fijar una baldosa suelta del suelo. Por otro lado, a ratos he estado trascribiendo la nueva novela, pero no he podido dormir bien y he tenido un cansancio generalizado en medio del cual surgieron unos tres o cuatro poemas. 

Entre tanto sigo a la espera de alguna mejora en general. Y no es que no trate de poner medios, pero cuando las cosas no dependen sólo de uno mismo, pues nada, todo es muro. Así por ejemplo, me dijeron que en septiembre tendría un nuevo contrato, pero hoy es 1 de septiembre y sigo a la espera, porque no depende de mí la llamada. Y así otras cosas.