Recomienzo la búsqueda de empleo una vez más. Lo cierto es que no he tenido mucho tiempo para hacerlo estos días. Asuntos familiares me han tenido atado a diversas tareas en casa o fuera de ella desde que me levanto a desayunar con mi gata a las 7:30 horas hasta que se acercan las 20:30 o las 21:00, que ceno y me voy a mi dormitorio a descansar. El poco tiempo libre que he tenido lo he agolpado en los días del fin de semana pasado. Estoy físicamente cansado como si hubiera estado en un trabajo normal con contrato laboral, en una oficina, un taller, o lo que sea. También a determinadas horas me zumba ya la cabeza. Estoy deseando que la parte más conflictiva acabe pronto para poder regresar a una normalidad en la vida privada, con sus novedades, pero normalidad, pues nadie vive o debería vivir permanentemente en alerta mental de respuestas que dar y soluciones que aportar de manera continuada e ininterrumpida. Simplemente es el choque del acomodo de unas novedades familiares en una rutina familiar previa que queda alterada.
Como sea vuelvo al fin a la búsqueda de trabajo mientras observo un panorama de comentaristas políticos que reflexionan sobre el ascenso de la extrema derecha en Estados Unidos de América, o de los ultraconservadores, como se prefiera llamarles, pero desde luego es falsear la realidad llamarles populistas, y que reflexionan también sobre el mismo ascenso de ultraderecha en Europa, de la salida de Reino Unido de la Unión Europea o del fracaso del referendum constitucional en Italia. Es curioso como todos estos comentaristas en general achacan todo esto al término "populismo" y lo relacionan algunos, incluso, con la izquierda política, cuando en realidad todo aquello que promocionan esos ascensos son todo lo contrario a las tesis de la izquierda. Esos son los riesgos de la falta de cultura política que arrastra España desde que la dictadura franquista anuló tal cosa mediante la represión, el exilio, la censura, las incautaciones y las prohibiciones. Es cierto que la Transición de 1976 a 1982 y que el Movimiento 15M desde 2011 han revitalizado la extensión de esa cultura política en la sociedad española, sin embargo no ha sido suficiente y existen grandes lagunas de conceptos, de ideas, de lógicas y enormes desconocimientos de todo tipo asuntos e incluso de personas que los tratan en amplios sectores sociales. Ciertamente aunque el foco del origen parece claro, pues si se rastrea en documentación previa a 1939 quien más quien menos hasta los analfabetos sabían de lo que hablaban cuando hablaban de lo que pensaban, cada uno a su modo, y no me refiero exclusivamente a tiempos de la República, previos también, la cosa es que desde 1976, o bien desde 1978, lo que se quiera, los partidos políticos que se fueron estableciendo como mayoritarios y los sindicatos que se establecieron como mayoritarios en España fueron desmovilizando y desmotivando a la gente. Tuvieron un impulso pedagógico de cómo funcionaba la democracia entre el tardofranquismo, especialmente desde el asesinato de Carrero Blanco en 1973, y la Constitución de 1978. A partir de ahí comienza un poco menos de interés por el fomento de esa pedagogía, a pesar de un repunte en 1979 con motivo de las primeras elecciones constitucionales, que fueron municipales y autonómicas. Tierno Galván, primero del Partido Socialista Popular y luego del Partido Socialista Obrero Español, nunca abandonó esa linea, pero faltan muchos Tierno Galván, a pesar de que los líderes de Unidos Podemos actuales quieran seguir esa línea aparentemente. La cosa es que a partir de ese año 1979 los partidos y sindicatos mayoritarios optaron por las promesas y los modos populistas, ahora me fotografío con niños, ahora invito a paella popular o a bailes si son de la tercera edad, en este sindicato obtendrás descuentos en el parque de atracciones o en la piscina municipal, ahora prometo en estas elecciones algo que sé que es imposible que se cumpla pero que la gente quiere oír que será realidad (especialmente cosas puntuales que realmente no cambian la vida de nadie pero que individualmente hay sectores de gente que aprecia para su vida particular, aunque no le valga de nada obtenerlo si lo obtiene), etcétera.
El populismo hasta fecha de hoy estaba especialmente unido a las políticas personalistas de algunos caudillos de Hispanoamérica desde su independencia de España sobre la década de 1820 en adelante, siendo el más relevante Perón y su esposa en la mitad del siglo XX, entre los años 1940 y 1950. Sin embargo, el populismo más parecido a la forma política que hoy día conocemos como tal nació durante la revolución rusa de 1917 de la mano de uno de los revolucionarios al cual no cito, más que nada por lapsus mental, no porque no desee citarle; aquel hombre no defendía la vía bolchevique, ni la menchevique, ni la nacionalista, ni la anarquista. Su vía era una vía que defendiendo un "ni izquierda, ni derecha" prometía todo aquello que deseaba oír la gente como algo que se podía hacer sin más, sin esfuerzo alguno para nadie, aunque sabía que obtener lo prometido era más complejo y en muchos casos imposible dadas las circunstancias nacionales e internacionales de la Rusia de aquel momento. Acabó mal, se le consideró una persona que sólo pretendía generar malestar y caos, pues nada de sus aportaciones eran constructivas para la sociedad salvo para alterar y aumentar el malestar, aparte de propagar ideas a menudo contrarias a las ideas en las que se basan el socialismo (entendido este ampliamente y no en concreto en un sentido soviético). A sabiendas de que en una democracia existe la libertad de expresión, se ha de recordar que en la Unión Soviética no se vivía exactamente una democracia, más en estos tiempos entre Lenin y Stalin.
La cosa es que la gente se ha acostumbrado a una forma de hacer política que nada tiene que ver con la política y sí con el populismo. De ese modo cuando aparecen personas que hablan en términos de política, se les llama populistas estos días en España, mientras que a los que tienen unos modos populistas de hacer política les llaman políticos responsables. Quien hace política siguiendo oportunismos momentáneos es el populista, mientras que quien hace política siguiendo unos principios ideológicos bien asentados en unas bases filosóficas y muy reflexionadas sobre qué sociedad quiere y cómo la quiere es el político propiamente dicho, sea este de izquierda o de derecha.
Y sí, los extremos más extremos pueden tomar cosas del populismo, pero eso no es algo que ocurra incondicionalmente. Por ejemplo, Donald Trump en Estados Unidos ha llegado a la presidencia del gobierno echando las culpas de los problemas de Estados Unidos a inmigrantes latinoamericanos y a los chinos, lo que nos puede recordar en buena parte a que eso ya lo hizo en los años 1930 Adolf Hitler en Alemania respecto a judíos, eslavos, gitanos y otras etnias. ¿Hay base económica, criminológica, social, etcétera para hacer esas aseveraciones políticas? No. Etnias enteras no son el mal de ningún lugar. Todo es más complejo. Condiciones sociolaborales, índices de pobreza, racismo en la población, desempleo, baja o nula escolarización, y otros datos que nunca jamás en ningún caso hacen referencia a una etnia entera, en todo caso a unos individuos concretos, unas familias o un grupo que vivan en determinadas condiciones no por ser de tal etnia, salvo en casos de racismo contra ellos, si no por sus circunstancias vitales.
¿Por qué triunfan determinadas opciones políticas? Quizá porque en todos estos países donde esto ocurre lo que se les prometió por parte de estas opciones es justo lo que debieran defender desde una perspectiva obrera socialista las opciones de izquierda, pero que sin embargo han sido peticiones que han captado opciones de la derecha que han desvirtuado el análisis de sus problemas para prometerles un mismo final pero por un camino reaccionario y conservador, a veces racista o xenófobo, que en realidad, por lo que ya ha ocurrido en la Historia y por lo que se puede deducir como contradictorio analizando esos discursos, no va a ocurrir jamás. Lo que está ocurriendo a nivel internacional en Occidente en cuanto a todos estos ascensos no es algo que no haya ocurrido en los años 1920 y 1930 con la crisis de los sistemas parlamentaristas tras la Primera Guerra Mundial y en especial tras el Crack bursátil de 1929. Todos aquellos que han dicho que es demagogia decir que lo que ocurre ahora es el regreso del fascismo de los años 1930 porque todas estas personas no tienen grupos paramilitares y demás, en realidad realizan demagogia para llamar demagogos a los que no lo son. Por supuesto no, por supuestísimo, que historiadores, sociólogos, economistas y polítólogos que estudian el tema desde hace muchos años no estamos diciendo que se vaya a repetir los años 1930 y sus formas. De hecho aquello de que la Historia es un círculo y se repite es una tontería. Nadie serio en estas profesiones te defenderá tal idea. Esa es una idea que se lanzó desde la filosofía clásica griega en su obsesión por la geometría como explicación del todo y de la perfección hace entre dos mil y dos mil quinientos años. El mensaje caló fuerte. Muchos poetas y literatos lo repitieron, incluso algunos teólogos lo revitalizaron en la Edad Media, pero siempre tuvo contestaciones contrarias. De hecho, desde la Edad Moderna nadie que piense y conozca en profundidad estas cosas defiende esa idea de la Historia como repitición. La Historia jamás se repite. Jamás. Pueden existir ciclos similares, pero jamás iguales, y sus similitudes se deben a que se cogen unas ideas del pasado y se las puede dar acomodo en el presente, pero siempre de forma distorsionada. Claro que hay una especie de reacción y contrarreación. Pareciera que hay una especie de péndulo, cosa que tampoco es una metáfora afortunada, pero eso es porque unas generaciones terminan contestando a otras en sentido contrario. Sin embargo, repito, la Historia jamás se repite, aunque tenga ciclos que se asemejen, especialmente cuando nietos o bisnietos tratan de recoger a su modo distorsionado las ideas de las generaciones de los abuelos y los bisabuelos. No, nadie ha dicho que los años 1930 se vayan a repetir con pelos y señales de forma idéntica, nadie ha dicho que el fascismo de los años 1930 sea el que pareciera estar renaciendo ahora. Ni hay que entender el término fascismo desde el estricto calificativo al perteneciente al Partido Fascista italiano de los años 1920 y 1930, ya somos todos mayorcitos para entender el idioma y saber que fascismo, hoy por hoy, también es una palabra que sirve para definir una extrema derecha con valores contrarios a la democracia o a los valores humanos y que se sirve precisamente de la democracia de carácter capitalista, pues, como numerosos estudios han dado a luz ya, el fascismo nació precisamente de las entrañas del capitalismo que primero fue ultracapitalismo y después saltó del ámbito económico al político como vía de defensa de sus intereses particulares. Leer los libros y documentos en los que se asentaron los diversos partidos de ultraderecha de los años 1920 y 1930 ayuda a comprender que tenían una base no sólo de cuestiones raciales y antimarxistas sino que también defendían una serie de tesis económicas ultranacionalistas, ultraproteccionistas y fuertemente capitalistas, si bien lo ultranacional les llevaba a defender a los trabajadores nacionales con una serie de políticas sociales que en realidad encerraban en sí todo un compendio de depuraciones del sistema social de todo aquel que no era de la etnia afortunada en esas ideas, del país o el lugar, o que era marxista o incluso de una religión que no gustara al ideólogo de turno. Por supuesto, aunque los trabajadores tenían algunas garantias sociales en cuestión de seguros, pensiones o derechos laborales, siempre pesaba más la autoridad, y el obrero era el último del escalafón, sin contar al lumpén, por lo que los empresarios estaban por delante en cuanto a ventajas. El fascismo de los años 1930 es antidemócrata, pero cuidado, porque abría una puerta a usar los parlamentos para destruir desde dentro el sistema demócrata parlamentarista. Ellos en todo momento hablaban de nación y de cuidar a los nacionales como los padres a los hijos, algo de paternalista tambíen tienen, pero desde el culto al líder, se espera una sumisión y se escenificaba por ejemplo en Alemania con banderas que no eran las del Estado colocándolas por todo el Estado hasta que hicieron de ella la bandera oficial del Estado. Poco más o menos de manera distorsionaba podríamos verlo hoy día con el bombardeo constante de una cara o de unas palabras en todo medio de comunicación.
Un trabajador que pierde su empleo, o que recibe salarios bajos o contratos en exceso breves, ve su presente y su futuro degradados. Luego ve las deslocalizaciones, las ventajas a los grandes empresarios, o las políticas pensadas para los grandes banqueros en su propio interés exclusivo sin pensar en absoluto en favorecer también a sus compatriotas. Una parte de conservadores, o de ultraconservadores, piensan en que eso podría hacer ascender nuevas corrientes socialistas y reclaman patriotismo y nacionalismo a esos grandes empresarios y banqueros que no se han comportado como patriotas. Prometen a los trabajadores devolverles un trabajo digno con el que ganarse la vida honradamente, de paso, por medio, echan las culpas no al funcionamiento de sus propios políticos y sus políticas y acuerdos, si no a alguien externo, los mexicanos y los chinos en Estados Unidos, los de la Unión Europea en Reino Unido, los emigrantes de Oriente Próximo en Bulgaria, etcétera. Sobre todo porque desde 2011 en todo el Mediterráneo han surgido movimientos sociales con fuertes sesgos de izquierda socialista capaces de llegar a los gobiernos de los países con apoyo popular. Obviamente los líderes de esos partidos nacidos del ultraconservadurismo no nacen de personas de origen humilde, no hoy día, sí en el pasado. Donald Trump, por ejemplo, es uno de los mayores multimillonarios, y como tal es un tanto increíble que sea el adalid de los trabajadores. Ni que fuera un sindicalista. No lo es. No defenderá realmente los intereses de la clase trabajadora, sólo lo justo para que desde un mensaje nacionalista de ultraderecha estos no se vayan a las ideas socialistas de la izquierda. Suficiente han tenido con Obama, pensará Trump, y su seguro médico público.
¿Por qué avanzan esas ideas? Porque la izquierda no ha reaccionado a dar respuestas reales, especialmente los sindicatos, y parecen más preocupados en mantener un estado de cosas y de tratados que sólo benefician a los más ricos y, dentro de la Unión Europea, a determinados países que a las primeras que les vengan mal dadas nos abandonarán a nuestra suerte, como querían hacer con Grecia el verano pasado.
He ahí el meollo de todo esto. Cuando no se tienen ideas claras de dónde viene qué y porqué, toda opción que nos prometa el oro y el moro, como dice el dicho español, nos parecerá buena, aunque luego sea, como dice otro dicho, el oro que cagó el loro.
Sea como sea, vuelvo a buscar trabajo. Bueno, y a promocionar mi libro de una forma humilde. Hace un par de meses comenté esto en
la página de Amazon donde se vende mi libro Relatos de la Gran Guerra:
"Relatos de la Gran Guerra es un libro que colecciona relatos sobre la Primera Guerra Mundial cien años después de que haya ocurrido. Se trata de relatos ficticios que en algunos lugares se han recomendado junto a las historias cortas que escribió sobre el mismo conflicto Blasco Ibáñez a comienzos del siglo XX. La ficción y la pedagogía se mezclan por el autor, que también es historiador, y muestran una serie de "postales" de fragmentos de vidas de personajes durante el conflicto. Escrito en prosa, contiene dosis poéticas, una licencia en teatro y un repaso a una gran cantidad de frentes. No se atiene a un bando, sino a todos. Su mensaje es antibelicista. No rinde culto a la guerra ni a ningún ideal de aquella guerra. Es un libro apto para quienes buscan literatura preciosista y a la vez seca, contiene fragmentos duros, pero no será apto para los que busquen lo escabroso o un amor profuso a lo militar, insisto, es un libro antibelicista, pero muy bien informado del mundo militar y bélico."
La venta también se hace en cualquier librería si se pide, ya sea porque lo tengan o porque lo encarguéis. Y sí, sé que suena fatal escribir esto tras todo lo demás escrito, pero qué le vamos a hacer, he vuelto al desempleo y necesito ingresos, y ese libro está a la venta. Como sea, que tampoco está nadie obligado a comprar ni me gusta pedir esto, el libro parece que gusta a quien lo lee. De hecho en Amazon, aunque su posición es muy lejana entre su lista de libros vendidos, no es una mala posición en relación a la cantidad de libros que venden.
Saludos y que la cerveza os acompañe.