Haciendo de tripas corazón y del bolsillo una sangría indebida, he vuelto a ir al cine aún cuando lo que debo es no gastar dinero. Fui a ver la película con la que me quedé las ganas la otra vez, La infiltrada (Arantxa Echeverría, 2024). Desde luego sube el listón dejado extremadamente bajo por Joker: Folie à Deux y Bitelchús, Bitelchús (Noticia 2351ª). Descubrí de paso algo que yo no sabía, que los martes hacen en los cines Quadernillos una oferta especial de entradas a 2 euros para la gente de la tercera edad. La sala estaba llena de gente mayor, y luego yo, recién llegado del trabajo. Es una oferta que mucha gente alabará, aunque lo cierto es que es para pensarla, pues hay realmente mucha gente mayor, ya de por sí con ahorros, cuyas pensiones les permiten ingresos estables y fijos mucho mayores que mucha gente de menor edad, como por ejemplo yo. Tengo la impresión que la gente de tercera edad que acude a las salas de cine a 2 euros no son precisamente las personas de la tercera edad que deberían poder disfrutar de esa ventaja, cuyas pensiones sí que deben estar igual o peor que los trabajadores peor pagados. En fin, en otras cuestiones, desde las ayudas iniciadas en 2018, este tema ya se ha tocado alguna vez, el tema de: cuidado, que medir a la gente sólo por la edad a la hora de dar ayudas, quizá no sea la mejor de las ideas para fomentar igualdad de oportunidades o mejores repartos de bienestar. Pero este no es el tema del que voy a hablar hoy. Hoy voy a hablar de la película que he visto.
A ver, parece inevitable en todos los sitios y conversaciones que si vamos a hablar de La infiltrada hay que citar El Lobo (Miguel Courtois, 2004), la cual la vi también en cine con una amiga en Madrid en su día. La temática tiene el mismo origen, pero son diferentes historias. Ambas son historias reales biográficas (biopic) de la Historia reciente de España. En el caso de El Lobo se trata de la historia de Mikel Lejarza, un hombre común que con motivo del asesinato de Carrero Blanco en 1973 por parte de ETA es reclutado por los servicios secretos del franquismo, el SECED, cuya evolución democrática es el actual CNI. Lejarza fue apodado en clave "Lobo", y su operación era la "Operación Lobo", en referencia a que se había infiltrado a un lobo en el rebaño de ETA, que viene del dicho "un lobo disfrazado de cordero". Lejarza estuvo en esos años haciéndose pasar por un miembro más de ETA justo en el momento en la que esta organización afianzaba ya su transformación plena en banda terrorista y sus atentados aumentaban. La actuación de Lejarza permitió la detención de más de ciento cincuenta personas, la desactivación de planes, la identificación de líderes y otras cuestiones vitales, en un momento en el que se estaba produciendo el tardofranquismo, una vuelta a acciones represivas desde el Estado e incluso la guerra sucia de Estado. En otras palabras, las normas del juego en esos momentos seguían tanto las vías legales de la dictadura, como la alegales e ilegales internacionalmente, sin embargo, de cara a la no previsible Transición política tan cercana en el tiempo, prestó un gran favor y un papel importante, aún cuando ETA se reforzó en la segunda mitad de la década de 1970 y multiplicó sus atentados en los años de acero de los años de 1980. Lejarza fue descubierto por ETA, que puso precio a su cabeza en 1975. Tuvo que ser retirado. Presumiblemente hubo de cambiar de identidad y aspecto físico y desaparecer para seguir su vida. Fue una película rodada a ritmo de película de acción e incluso apuntó, hacia el final la posibilidad de oscuros mecanismos del Estado respecto a ETA. Sea como sea, es una película recomendable. La protagonizó Eduardo Noriega.
Recordado esto, La infiltrada es también un biopic, como se ha dicho, rodada sobre la Historia reciente a ritmo de película de acción. Contiene además un tema transversal, la igualdad de género y la desigualdad machista que se daba en España en la década de 1990. Más aún, hay quien en la radio ha hablado de esta película como si en 2004 se hubiera ejercido el machismo por rodar la historia de El Lobo y no haber contado la historia de la mujer de este otro largometraje, cuando en realidad en 2004 de esa agente de policía la sociedad española no sabíamos nada, ni su existencia, por motivos de su seguridad social. Ambas películas son importantes y ejercen su labor de difusión de la Historia reciente, querer confrontarlas por temas de género es hacerles menosprecio. Claro que me he reído para mi interior cuando algunas de estas personas que buscan remarcar esa presunta denuncia de género citan la película de La infiltrada como una película de Luis Tosar, cuando este actor ejerce aquí de secundario, la protagonista total es Carolina Yuste, y la película, de ser de alguien, sería de su directora, Arantxa Echeverría. No, la película de es de Luis Tosar, tiene a Luis Tosar, pero no podemos decir que sea su película, claro que esto sólo lo remarco como mensaje a enviar a aquellos que quieren hacer trinchera de hasta el último detalle, pero luego no se dan cuenta de con qué munición disparan.Y siguiendo con este tema, un pequeño detalle insignificante, que se puede tomar como licencia de la directora par ese tema transversal, algo perdonable desde la Historia, algunas de las frases, actitudes o peinados que tratan de abordar la parte machista de la sociedad de 1990 es más propio de la década actual de 2020, que algo de los años 1990. No es que no se dieran, sólo que si esos pequeños detalles ocupan todos los momentos de las vidas de los personajes, entonces ya no es algo que pudiera ocurrir en los 1990, sino que dices que esa actitud de denuncia social de género era lo que ocurría, y eso no es así, ocurre en los 2020, pero en términos generales, no en los 1990, aún dándose sectores sociales que sí lo ejercieran.
En el caso de La infiltrada se cuenta la historia de Aranzazu Berradre Marín, pseudónimo que usó la policía nacional en la década de 1990 para infiltrarla en ETA comenzando desde las juventudes de la Kale Borroka y el entorno abertzale de las organizaciones políticas nacionalistas vascas y las tabernas que frecuentaban. Aunque en la película se la hace llamar Arantxa. El nombre real de esta persona no se conoce hoy día, pues sigue en activo pero protegida. Recién salida de la academia de la policía con unos 20 años o pocos más fue reclutada para la misión. Estuvo en ello durante ocho años, renunciando a todo contacto con su familia y comportándose como una simpatizante de ETA más. Conoció a diversos terroristas muy activos. Sirvió de enlace con la cúpula en Francia y terminó alojando en su casa a uno de los terroristas, con quien convivió mucho tiempo. Durante la llamada tregua falsa de 1999 fue parte de una reactivación secreta de ETA, fue ella la que informó de la falsedad de la tregua. Formó parte de la reconstitución del Comando Donosti, al que ayudó a desmantelar. Justo en ese momento fue retirada del servicio como infiltrada, pues no se quería correr el riesgo de que ETA se hubiera dado cuenta de que sólo ella era la clave para el número de detenciones y desarticulaciones originadas.
La película funciona muy bien. Tiene un guion muy bien equilibrado entre la Historia reciente y la película de acción policiaca, incluso propia para Estados Unidos. La dirección artística ha ambientado muy bien los escenarios y ropas de la década de 1990, si bien insisto en que algunos peinados de la Kale Borroka que aparecen son peinados de personas más propios de la década de 2020 que de 1990. Quizá se exagera en los términos de que los malos son muy malos, muy malos, en cada detalle de su vida, y los buenos, son muy buenos, muy buenos y muy éticos y muy decentes, aunque sea gente dura. No hay escala de grises. Puede que eso funciona bien en lenguaje cinematográfico como película de acción con lecciones bien aprendidas de Hollywood, y hay que entender la película así, pues en términos de historiador, incluso sociológicos y psicológicos, podríamos decir que sí, que la película es buena, pero que "hay matices que...". Me gusta, por otra parte, que deje caer, aunque nunca lo profundiza, algo que más tarde se analizará en los periódicos de la vida real a lo largo de algunos atentados de la década de 2000, especialmente tras los atentados de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid por parte de al-Qaeda, una presunta desconfianza y falta de cruce de información entre diferentes cuerpos de seguridad del Estado, en este caso lo materializan entre guardia civil y policía nacional. Claro que también menciona, pero no entra al trapo, la desviación de fondos reservados en una trama de corrupción de los servicios secretos españoles, protagonizada por Roldán, que se destapó en 1993 y cuya investigación y proceso se prolongó casi toda la década de 1990.
La actriz Carolina Yuste hace una interpretación totalmente imbuida en el papel, es sin lugar a duda la que mantiene al espectador más expectante, si bien cuando se interrelaciona con Luis Tosar la pantalla se carga de una cierta tensión que a lo largo del largometraje evolucionará de una cierta sumisión de ella a él, a otra donde él se ve arrastrado por ella. En cierto modo, esa tensión entre los dos personajes es una subtrama que acompaña a la trama central.
Evidentemente lo reciente de esta historia y que la propia policía de la vida real mantiene en secreto quién es hace que esta película se haya alimentado de tomarse licencias narrativas o de rellenar aquellos huecos que, por fuerza, no se conocen. No podemos ver la película pensando que todo lo que se cuenta de la vida de esta persona es exactamente lo que pasó en su vida, por mucho que se muestre lo que en líneas generales pasó y cómo funcionaba la lucha antiterrorista en ese momento. Más aún, insistiendo en que es muy buena película tanto como Historia, como por cine de acción, como por los detalles técnicos de cómo está hecha, invito al espectador a verla también con pensamiento crítico, pues por mucho que el personaje se restriegue el cuello tras recibir un beso, hay que pensar que si te pasas ocho años desde las juventudes abertzales hasta llegar a ser correo de ETA, luego una persona que aloja a un etarra y después estás en el Comando Donosti, que era un comando dispuesto a cometer atentados de sangre, tú no has ascendido por comportarte como un angelito. Pero lo que en la vida real haya podido o no hacer esta policía para, como infiltrada, llegar a ser parte de un comando de ETA, no se nos cuenta, sólo se nos cuenta lo más aséptico, pega unos carteles, acude a una manifestación y de repente le dan a alojar a un etarra... eso no funciona exactamente así, falta información quizá no tan presentable, pero que debió ocurrir como para que luego además se le haga llevar un par de notas a Francia y, pum, algo más pasaría para que estés metida en un comando.
La cosa es que llevamos un par de décadas, quizá un poco más, en las que la sociedad se está educando en Historia a través de productos cinematográficas y televisivos, así como de cómic. Se ha llegado al punto que incluso televisiones, periódicos y radios entrevistan a directores, actores, actrices y creadores de cómic como si estos fueran expertos historiadores y estos entran al trapo y se prestan al juego. Demuestran a menudo carencias de conocimientos o visiones sesgadas, si eres más fino como espectador te das cuenta que en realidad están diciendo lo que les toca: lo que venda su producto, dándoles igual si lo que dicen se ajusta o no a la realidad histórica o al debate que hay abierto. Hay incluso quienes afirman que tal o cual tema o personaje es desconocido y nunca se ha hablado de él o de ello, siendo esto totalmente falso, pero que a mucha gente le cuadra, porque la triste realidad es que al conocimiento de la Historia la gente en general sólo se acerca para que le cuenten, pues eso: una película.
Estas películas, o cómic, o series, o novelas, lo que toque son importantes por muy diversos motivos, pero dentro de este que menciono, el de educar a la gente Historia, empieza a ser muy relevante, y quizá por ello los historiadores debemos estar atentos y hablar de estos productos, del mismo modo que los actores les da por hablar como si fueran historiadores. Puesto que ahora son productos "pedagógicos", sobre todo porque mucha gente no sabe distinguir entre lo que se hace como producto para la ficción y producto para lo documental, hay que atender bien lo que se cuenta, no para alterar la creatividad de los que crean estupendas historias como esta que hoy tocamos, que es una perfecta película de acción policial aún siendo un biopic, sino para que a quien realmente le interese poder completarle o en su caso corregirle alguna visión o conocimento, como pasó por ejemplo muy notable y polémicamente con Napoleón, de Ridley Scott, el año pasado, 2023.