jueves, octubre 14, 2021

NOTICIA 2082ª DESDE EL BAR: CORTO MALTÉS, OCÉANO NEGRO

En los últimos meses de 2019 vimos el regreso de Corto Maltés en la que fue la tercera entrega que crearon los españoles Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero desde la muerte de Hugo Pratt, El día de Taroween. Luego vino en breve la pandemia de la Covid-19 y tuvo poco espacio para el lucimiento en librerías como novedad, aunque fue el mejor trabajo de estos creadores con el personaje. Estos españoles, con permiso de Patrizia Zanotti, quien fuera una colaboradora de Pratt a la hora de colorear y una persona muy cercana a él, habían sabido entramar sus historias dentro de la cronología que Pratt le iba dando a la biografía de Corto Maltés. Estaban muy en el espíritu original de la obra, si bien es cierto que a menudo incurrían en un exceso de guiños y referencias a viñetas ya creadas en los álbumes que el propio Pratt había creado desde la década de 1960 a la de 1990. Ahora, en este mes de octubre de 2021, Zanotti ha vuelto a dar su permiso para crear una nueva historia de Corto Maltés, con permiso de la editorial francobelga que tiene los derechos de edición (el resto de editoriales del mundo que le publican traducido lo hacen con los acuerdos y contratos firmados a la vez con esa editorial, Zanotti y otros representantes legales, incluida Norma Editorial en España). Lo que ocurre es que Zanotti no ha repetido esta vez, no ha renovado, con Díaz Canales y Pellejero, sino con dos creadores de cómic francobelgas conocidos por ser transgresores con personajes ya consolidados, famosos e históricos en el cómic, son Martin Quenehen y Bastien Vivès, quienes a la vez no se cortan ni un pelo en dar agradecimientos a Zanotti y sus consejos. La obra esta vez se llama Océano Negro

La editorial o editoriales al cargo han guardado mucho secretismo sobre cómo sería esta nueva aventura, hasta que al final, en las últimas semanas, primero nos enseñaron la portada, con una cara de Corto Maltés mirando desde las sombras, y luego anunciaron una fecha que no se aplazó a la vez que nos mostraron algunas de las nuevas páginas, las cuáles prometían, porque en parte una de las que enseñaron tenía un estilo muy de Hugo Pratt en su primera época, con fuertes contrastes de sombras y luz haciendo el dibujo y además en color. El color lo había puesto ni más ni menos que la propia Zanotti, pero lo que no dijeron es que ese color solo ocupa las primeras catorce o quince páginas, el resto de la novela gráfica está en blanco y negro y escala de grises en una de las historias que se pueden contar entre las más largas de Corto Maltés. Hugo Pratt había creado el cómic en origen en blanco y negro, posteriormente le añadió el color con la ayuda de Zanotti. Desde entonces se respetó la doble edición en blanco y negro o bien en color. Por primera vez hay una única edición en color, aunque la gran mayoría del relato está en escala de grises. La idea de los grises fue de Quenehen y Vivès, que en el periódico La Vanguardia, en entrevista, declaraban hace unas semanas que Pratt comenzó la obra en blanco y negro y que ellos, para diferenciarse, le añadían la escala de grises. Lo cierto es que es una escala de grises sin matices. Son diferentes tonos de gris totalmente planos a la hora de rellenar cada trozo del dibujo que les toque, sea una cara, un pantalón o lo que toque. Recuerda a menudo un trabajo por ordenador muy del siglo XXI en el cómic, pero que ya estaba presente en el final del siglo XX y del que el propio Pratt se había declarado en contra, prefería lo artesanal de lo manual. Esto lo sabía Zanotti, su colaboradora a color, por lo que se hace raro que haya permitido tal licencia. En todo caso esta historia en grises puede hacer pensar que se trata de una especie de sueño o de historia irreal de Corto Maltés, pero no hay ninguna referencia a ello y lo que sí hay es un exceso de cabos sueltos por explicar que o bien se quedan en misterio, como le hubiera gustado a Pratt, o bien han dejado innumerables puertas abiertas para continuar a Corto por la línea que han creado, cosa que personalmente preferiría que no ocurriera. 

Los trazos me tienen confuso, pues si bien parecen haber sido realizados de manera tradicional, hay retoques que parecen gritar a la vista que son de ordenador, e incluso hay añadidos que parecen puestos de manera algo chapucera con posterioridad, como por ejemplo un par de puros en las manos de un agente de la CIA y de Corto Maltés. Sí, habéis leído bien, de la CIA, luego tratamos ese asunto. En esa viñeta, como en otra de la máscara de una mujer, por poner dos ejemplos, pareciera que son añadidos posteriores y pintados de una manera tan evidentemente mal que se nota que no van con el dibujo original, como si los hubiera pintado yo tras comprarme el álbum. No creo que a Hugo Pratt, tan celoso de un trabajo minucioso, le hubiera contentado semejantes aportes y acabados, y lo siento por aquellos que digan que los apoya Zanotti, no creo que esta vez haya sido diligente con la obra heredada.

Las páginas a color, las primeras, cuadran perfectamente con el Corto Maltés de la primera época en que Pratt lo pintaba, pero después los dos nuevos autores toman todas las riendas y hacen trazos que si bien a algunos les pueda recordar a alguna de las etapas intermedias de Pratt, ni los primeros años ni los esquemáticos de los últimos, la verdad es que en realidad, si algo de eso tienen, tienen mucho de cosas que parecen de ordenador, e incluso de trazos que parecen salidos de Paco Roca, nada más lejos de Pratt en estilo. En algunas viñetas incluso me parece apreciar que quizá haya algo propio de los trazos del cómic manga. Tampoco se recrean demasiado en los fondos ni en los detalles, y tienden a llenar la mayoría de las viñetas con Corto Maltés o con Rasputín, cuando este sale. Parece un trato icónico con el que se recrean, lo que no se entiende bien es su enorme manía por dibujar los contornos de las caras pero no los rasgos, ningún rasgo, salvo una línea que entendemos que es la boca. Podríamos pensar que es su estilo, su aportación, un dibujo conceptista, o quizá que no se atrevían a crear un Corto Maltés pleno. Aunque alguna voz dice que realmente los personajes están totalmente logrados, yo esto lo afirmaría con Rasputín y con varias escenas de Corto Maltés, pero lo cierto es que en muchas viñetas Corto Maltés o bien me recuerda a la cara del cantante de pop Enrique Iglesias, o bien me recuerda lejanamente al personaje de cómic japonés Lupin. En otras me parece poco trabajado y abandonado a ese conceptismo mencionado más que al retrato del personaje creado por Pratt. En todo caso, sí que hay bastantes viñetas donde sí está bien retratado.

El guión es bastante mejor. La pena es que lo han ambientado en el siglo XXI, cuando Corto Maltés nació a finales del siglo XIX y vivió en la primera mitad del siglo XX, y aunque desapareció durante el final de la guerra civil española, según dejó caer Pratt en su última idea sobre el personaje que nunca llegó a crear pero sí a esbozar alguna cosa, lo cierto es que llegó a anciano a la década de 1960, pues al comienzo de Balada del Mar Salado se nos dice que de anciano mira con la mirada perdida en el jardín de uno de sus primeros amores de aquellas aventuras de juventud del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Pratt cuidó mucho la coherencia cronológica de la biografía de Corto, y la llenó incluso de mensajes ocultos en el dibujo que ha hecho que surjan varias hipótesis sobre lo que no se cuenta explícitamente en las historias. Pratt era tan celoso de los buenos guiones, como de lo que no se dice en palabra o en imagen en ellos. Más aún, entrevistado el autor ya en años cercanos a su muerte, él mismo dijo que Corto no podía seguir en un mundo moderno, con máquinas modernas del siglo XX, o con informática, o con automóviles más actuales de los que salen o con aviones modernos. En parte por eso desaparece en la guerra civil española y se le nombra en Los Escorpiones del Desierto, pero no reaparece. La licencia de Quenehen y Vivès de ubicarle en el comienzo del siglo XXI probablemente no hubiera sido del gusto de Pratt, por mucho que tenga el beneplácito de Zanotti. Es cierto, eso sí, que al menos los dos francobelgas en un guiño pleno a Pratt, ubican a Corto de visita en la catedral-mezquita de Córdoba, tal como aparece en una acuarela de Pratt (solo que Pratt lo ubica en el comienzo del siglo XX), y allí se deshace con desinterés y menosprecio de un teléfono móvil que le regalan. 

El guión es bueno, han sabido coger lo que básica y complejamente forma las historias de Pratt sin necesidad de recurrir a guiños anteriores. Referencias cultas, personajes históricos, historias sugeridas que dejan caminos al misterios o al desarrollo, ensoñación, aventura, antihéroes con códigos de honor propios... etcétera. Aunque lo ponen un poco al servicio del siglo XXI, pues si bien Pratt crea a Corto como un anarquista que sin ser parte de ninguna organización y siendo apátrida tiene muy claro con quien está, en esta nueva versión Corto parece al margen de todo, pero en exceso literalmente de todo. Lástima que, digámoslo de manera metafórica, los autores hayan hecho que pierda su clásica gorra de capitán de marina para ponerle una gorra de visera tipo beisbol, y sus ropas de marino se las hayan cambiado por ropa a la última moda del siglo XXI para gente joven. 

El problema del guión, que bien pudiera haber sido adaptado a una historia ambientada en la época que le otorgó Pratt (lástima que no haya sido así, porque es una buena historia a pesar de lo que voy a decir) es que es un  guión con bastantes puertas abiertas o a misterios o a posibles continuidades, preocupado tanto en ubicar a Corto en lugares y tiempos compatibles con el Corto de Pratt como con el Corto del siglo XXI que provoca saltos temporales amplios y llenos de desconexiones, a pesar de narrarse hechos que llevan un hilo conductor. La principal causa de esta aventura, una mafia japonesa, Océano Negro, que pretende hacer resurgir el Imperio Japonés a través de un misterioso tesoro, de repente lava sus pies en un  tesoro de los incas, haciendo aparecer anacrónicamente a excombatientes japoneses de la Segunda Guera Mundial en pleno 2001, mientras explotan las Torres Gemelas de fondo decorativo para dar un dato cronológico indirecto, como hacía Pratt. Bueno, hasta ahí, podría ser, pero de repente, a mitad de cómic todo esto se desploma y una explosión marca la pauta para una segunda parte donde todo cambia. Aunque esa aventura sigue de hilo conductor, en realidad pasa a ser una excusa para contar otra cosa, como en las películas de Hitchcock. Con permiso de un adolescente traficante de drogas y una peruana que ejerce de chamán contra unos narcotraficantes, aparece Rasputín y la historia pasa a narrar cómo Rasputín conoció a unas hippies anacrónicas, salidas de la década de 1960, pero en 2001, y se da un beso con lengua con una de ellas, mientras Corto, que lleva toda la historia encontrándose con una novieta periodista, se va con esta en un pequeño yate que le proporciona su amigo el traficante de poca monta y esta, en mitad de travesía, se pone en pelotas para darse un baño y es entonces cuando Corto se pone en pelotas, le vemos el culo y a ella las tetas, y follan en el mar. Pues bueno, pareciera que la historia lo que nos quiere narrar es que Rasputín y Corto follan. Eso es algo que ya nos indicó Pratt muchas veces, aunque él no fue explícito. No montó una historia para hablar de que los sentimientos de los dos personajes necesitan de amores y de sexo aparte de aventuras. Recomiendo a Quenehen y Vivès que echen currículum al editor de Manara, puede que quizá puedan hacer una versión del Rey Mono y hacer que este sea una cebra del siglo XXI que folla con cebras humanas.  

Bueno, fuera de bromas, el propio Pratt ya montó historias de aventuras para hablarnos de fondo de cosas como la amistad profunda entre Corto y Rasputín, como La Casa Dorada de Samarkanda, o donde se insinuaba que Corto quizá tuvo un par de hijos con alguna de sus antagonistas, cuestión sugerida en un par de historias. Que Quenehen y Vivès monten una aventura para decir que los dos personajes principales también tienen una vida interior sentimental diferente pero de la cual necesitan, pues no está mal. Pese a todo, digo, el guión no está mal, la pena es que no esté ambientado en el siglo XX y siguiendo las pautas de Pratt, pero hubiera estado bien. Yo espero que no sigan por esta línea, que se quede como curiosidad, o que al final si hacen otro se explique que el blanco y negro es todo consecuencia de un sueño, vete a saber. La cosa es que no creo que el Capitán Trueno necesite ser un policía del siglo XX, que Astérix sea un agente inmobiliario o que Mortadelo y Filemón necesiten ser un cómic serio de violencia y espías. Los personajes son los que son, y todo lo demás debería ser crear personajes nuevos y las editoriales apostar por ellos, sin necesidad de recurrir a mitos ya creados y garantizarse con ellos al menos los ingresos de las compras de quienes les siguen de siempre.

Cierto es que los autores pueden haberse permitido quizá un experimento, o puede que la editorial quiera explorar a nuevos lectores más jóvenes, subestimando que estos solo sean capaces de leer personajes que vistan de gorra de beisbol. Eso es infravalorar un poco las posibilidades de los nuevos lectores y a la vez despreciar a los millones de seguidores de siempre. Por supuesto que este nuevo Corto tendrá sus seguidores incluso entre los lectores de siempre. Yo no lo quiero condenar del todo, porque tiene cosas que no están mal, y hay que confesar que ha sido divertido leer una historia escrita para darnos a conocer la vida sexual de Corto, a pesar de que se nos dice que no, que buscaba un tesoro inca y acababa con una mafia japonesa y hasta con el resurgir del Imperio Japonés en pleno conflicto ya no solo de las Torres Gemelas, sino también del comienzo de la Guerra de Afganistán. Hasta cierto punto guarda paralelismos con Balada del Mar Salado, Corto empieza de pirata que rompe con sus iguales por salvar a un inocente y toda la historia empieza teniendo de fondo el comienzo de un conflicto bélico que marca el comienzo de un nuevo siglo, y en medio: el amor.   

Sea como sea, el cómic tiene algo. Yo creo que no es una mala mezcla de autores la que han hecho y eso se deja sentir, a pesar de todo lo que he escrito. A pesar de que prefiero que regrese el Corto Maltés de siempre, porque este, aunque es Corto a la vez no lo es, no diría que no se deba tener esta novela gráfica. Se debe tener, aunque deja muchos anhelos de "ojalá hubieran hecho al auténtico Corto en lugar de intentar experimentos tal vez mirando ideas actuales de que todo lo ya clásico lo quieren remozar de una falsa idealización de lo que es lo actual, lo moderno". 

A pesar  de todo lo escrito, yo no pasaría de largo de esta novela gráfica. De algún modo completa al resto de Corto, aunque sea de un modo extraño y extravagante, anecdótico, al menos de momento, anecdótico... y que así sea.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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