domingo, marzo 30, 2014

NOTICIA 1319ª DESDE EL BAR: LA CUNA DE LA HUMANIDAD

Museo Arqueológico Regional de Madrid (MAR), en  Alcalá de Henares, exposición temporal "La cuna de la Humanidad", ilustración de Mauricio Antón representando "El rastro de pisadas de Laetoli", siguiendo las fuentes documentales de Manuel Domínguez-Rodrigo y Enrique Baquedano.


Después de seis años de obras de remodelación volverá a abrir sus puertas el Museo Arqueológico Nacional (MAN), en Madrid capital. Será este martes 1 de abril. La espera ha sido más bien larga desde aquel 2008. A lo largo de estos años yo mismo he acumulado una larga lista de amistades que me han pedido que vaya con ellos para que les haga un poco de guía explicativo e interpretativo de las piezas expuestas. Las dos primeras semanas la entrada será gratuíta para todo el mundo, aunque para los parados será siempre, como el resto de museos públicos, gratuíta. Yo estoy en ese grupo de parados y aunque es tentador ir tanto por deformación profesional, como por gusto, como por curiosidad, como por esa gratuidad, lo cierto es que para los parados sin ingresos nos es ciertamente reticente el precio de ida y vuelta del transporte público desde, en este caso, Alcalá de Henares a Madrid. El coste del transporte público es altamente abusivo, sobre todo teniendo en cuenta sus deficiencias jamás resueltas. Estamos hablando de un viaje por un motivo por gusto, pero el problema grande viene cuando aparece una entrevista de trabajo en la capital que, por otra parte, tiene más posibilidades de que no te cojan de que sí lo hagan, y un porcentaje elevado de posibilidades de que, además, no te traten con todo el respeto y comprensión que personas sin empleo, cualquiera de nosotros, se merecen en su esfuerzo sobreelevado de gastar un dinero necesario para otras cosas más vitales que en ese transporte entre ciudades para esa entrevista que, probablemente, no te dará el empleo.

Como sea, el museo, tantas veces visitado por uno en el pasado, y por tantas personas desde el siglo XIX, tenía antes de su remodelación una concepción muy del siglo XIX, precisamente, a pesar de que la última vez que lo pusieron al día fue en la década de 1970. Durante la carrera universitaria de Historia (entre 1999 y 2004) varios profesores nos llevaron al museo en innumerables ocasiones por diferentes cuestiones, todos coincidían siempre en lo mismo: las cartelas de las piezas expuestas estaban en su mayoría equivocadas, desfasadas o acordes con teorías historiográficas en las que ya casi no se creía en su certeza entre la comunidad científica de aquellos que nos dedicamos a esto. A mí me gustaba mucho la sala dedicada a la egiptología y la dedicada a los pueblos íberos. Tenía el museo en su entrada una torre funeraria de la Edad Antigua que estaba, además, mal reconstruida dentro del edificio, ya que la censura franquista hizo que los arqueólogos y museólogos al cargo tuvieran que ubicar un relieve en piedra de carácter erótico en un lugar poco visible de aquella, todos los profesores se recreaban siempre en esta anécdota que, tras la muerte de Franco, jamás se corrigió. Me pregunto si lo habrán hecho ahora, si es que la torre sigue estando en el museo. Sería un detalle. El responsable de la remodelación nos dice en entrevistas a la prensa que han querido hacer un museo del siglo XXI. Por lo que ha dejado filtrar antes de su apertura las salas se centrarán en interpretar las grandes culturas internacionales de la Edad Antigua, lo que hace que me pregunte a mí mismo porqué habrán mantenido entonces el término de "Nacional" en el nombre del museo, pero antes de reflexionar nada sobre esto hay que verlo y ver su nueva estructura museológica, no sólo arquitectónica. No debiéramos criticar a ciegas, por mucho que otra de las cosas que ha dejado saber este hombre es que han querido que sea más un museo de conceptos que de piezas... lo que me pone en un primer momento en guardia. Habrá que verlo antes de juzgar, insisto.

En estos años muchas de las piezas del Museo Arqueológico Nacional han estado distribuidas en exposicones temporales por otros museos arqueológicos de España, de los que quizá para mi gusto tiene un lugar destacado e impecable el Museo Arqueológico de Sevilla (MAS) y el Museo Nacional de Arte Romano (MNAR), en Mérida, o bien en almacenes amplios como los del Museo del Traje, de los que disfruté ampliamente como un niño que se siente Indiana Jones durante un trabajo de transportista de obras de Arte que tuve en 2008, el año que cerraron por obras el Museo Arqueológico Nacional. Uno de los museos que más ha disfrutado de innumerables piezas itinerantes de este museo en exposiciones temporales ha sido el Museo Arqueológico Regional de Madrid (MAR), en Alcalá de Henares, aunque con discreción y a la chita callando de su procedencia, muchas veces sólo conocida por aquellos que habíamos pisado mucho el museo de la capital. Precisamente el pasado lunes 10 de febrero se inauguró una de esas exposiciones temporales en el Museo Arqueológico Regional de Madrid. Una amistad apreciada me pasó una invitación para asisitir y eso hice. No comenté nada por la bitácora entre otras cosas porque estaba publicando por capítulos el relato "El frío que nos acoge mientras los robots caminan entre los humanos".

A pesar de la abundante presencia de políticos y afiliados a partidos más interesados por ver qué políticos del gobierno de la Comunidad de Madrid iban llegando al acto, en lugar de ver las piezas y cartelas expuestas, aquella inauguración tuvo una gran cantidad de gente del mundo arqueológico, investigador, universitario, historiador y periodístico. Una pena que los del primer grupo, los pendientes de los políticos y las fotos con ellos, literalmente, aquel día se empeñaran en atascar los pasillos de los paneles expositivos y no dejaran avanzar, ni disfrutar de la muestra expositiva, al resto.

La exposición, montada en el patio cubierto del edificio, está muy bien montada y planificada. Está altamente actualizada y cuenta con piezas que salen del Museo Nacional de Tanzania por primera vez. Entre los que intervinieron inaugurando aquello estaba de hecho una personalidad de allí, creo que el director del museo citado, si me equivocara sería el embajador, pero creo que era el director del Museo Nacional de Tanzania. La exposición trata de mostrar explicativamente al visitante los orígenes y evolución de la Humanidad, lo que nos lleva a varios milenios de la Prehistoria, pero en sus etapas líticas, no en sus etapas de los metales. Para ello cuenta con piezas líticas y óseas originales y reproducidas, algunas tan míticas como el esqueleto de Lucy, la austrolopithecus que se encontró por primera vez en 1967, aunque Tanzania sólo nos ha prestado una reproducción altamente fidedigna y valiosa. También hay tablas cronológicas, cartelas con explicaciones comprensibles para todo público y con los datos y teorías más modernos, y grandes ilustraciones que nos ubican visualmente mejor en el mundo material de cada tramo expositivo, como la que ilustraba la invitación privada a la inauguración, la cual os reproduzco en el comienzo de esta entrada. 

Como nos tiene acostumbrados el Museo Arqueológico Regional de Madrid, prima la calidad y la pedagogia. Si el planteamiento de esta exposición es un preludio del nuevo planteamiento del Museo Arqueológico Nacional, será un buen camino. Si no... 

Sea como sea, os invito a ir a ambos museos. La exposición "La cuna de la Humanidad" es gratuita, y, al menos que la prorroguen, creo que durará hasta el verano. 

Saludos y que la cerveza os acompañe.

Cabeza de bóvido prehistórico, en la exposición temporal "La cuna de la Humanidad" del Museo Arqueológico Regional de Madrid.

miércoles, marzo 26, 2014

NOTICIA 1318ª DESDE EL BAR: EL CINE ESPAÑOL QUE SE QUISO QUE OLVIDÁRAMOS

En la Noticia 1301ª escribí una breve reseña sobre un artículo de Historia del Cine dedicado a Armand Guerra que se publicó en Fraternidad Universal como "Armand Guerra, renaciendo de la metralla", el cual fue solicitado y vuelto a publicar por la Fundación Aurora Intermitente. Se trata de la vida de este autor que casi nos acercó al neorrealismo siete años antes de que lo inventaran los italianos, cuya carrera cinematográfico truncó, censuró y tapó la dictadura del general Franco. En todo este tiempo que estuve escribiendo el relato largo "El frío que nos acoge mientras los robots caminan entre los humanos", que publiqué por capítulos entre el pasado febrero y este mes de marzo, escribí otras cosas, por ejemplo nuevos poemas y, a lo que vamos, un regreso sobre la figura de este cineasta. Tal artículo fue entregado a la gente amiga, con la que colaboro con gusto y con abundancia, del grupo de cineastas de El Tornillo de Klaus. Lo escribí pensando en que deseaba prolongar mi investigación sobre este hombre en publicar con ellos. En esta ocasión fui más allá y ahondé en otros cineastas que siguieron sus pasos en los que se pergeñaba un nuevo modo de hacer cine en España que pudo, pero no lo logró del todo, preludiar al neorrealismo italiano y casi adelantársele. Ellos, aquellos directores, también malogrados. Colaboró con la maquetación y la selección fotográfica, por cierto bastante impecablemente y compleja de lograr, Alicia Victoria Palacios Thomas. Ambos decidimos partir el artículo en dos partes, igual que hicimos con el que escribí sobre Luis Buñuel para ellos también. Os dejo con breves reseñas que ella eligió y los enlaces a los artículos. Son interesantes, desde el punto de vista cinematográfico como desde el punto de vista de una parte de la Historia de España no tan bien conocida. 

El cine español que se quiso que olvidáramos. Parte I

❝Fellini, Visconti, de Sicca, Rossellini, Antonioni… el neorrealismo, italiano. ¿Italiano? Pudo no serlo, pero su nacimiento acabó siéndolo. El neorrealismo es de origen italiano. Es una verdad aceptada y que probablemente produciría grandes polémicas y enfados en torno a quien quiera decir algo diferente.❞

Por Daniel L. Serrano (Canichu el espía de bar)

Leer esta primera parte: http://eltornillodeklaus.com/2014/03/12/el-cine-espanol-que-se-quiso-que-olvidaramos-parte-1/ 
  Pinchando en estas palabras violetas.
 

El cine español que se quiso que olvidáramos. Parte II

 

❝Mientras esto pasaba en Madrid en julio de 1936, en Cataluña se daba el caso de que la mayor parte de los cineastas estaban sindicados en la CNT. Los estudios más activos en España en esos momentos estaban en Barcelona, por lo que las productoras de cine fueron socializadas, que no colectivizadas. ❞
  (...)
 ❝Nos hace comprender que el cine español pudo ir por otro sendero diferente al que al final fue, igual que las costumbres sociales. Nos descubre además un aspecto más amable de determinadas tendencias que siempre se nos han presentado como destructoras y no constructoras. Pero además nos insinúa el comienzo de un cine más sujeto a lo tangible que a los surreal, y de un cine abierto a la influencia internacional y no enrocado en lo tradicional español.❞

Por Daniel L. Serrano (Canichu el espía de bar)

Leer
esta segunda parte: http://eltornillodeklaus.com/2014/03/20/el-cine-espanol-que-se-quiso-que-olvidaramos-parte-2/   Pinchando en estas palabras violetas.

lunes, marzo 24, 2014

NOTICIA 1317ª DESDE EL BAR: ADOLFO SUÁREZ

En torno a las diez de la mañana del lunes 24 de marzo de 2014, ante la mirada de todos los presidentes vivos de esta monarquía parlamentaria de Juan Carlos I, seguido por la familia del presidente muerto, el féretro de Adolfo Suárez es portado por miembros de la guardia civil para ser introducido por la Puerta de los Leones del Cóngreso de España. Con silencio y sumo respeto depositan el ataúd en la Sala de los Pasos Perdidos, lugar de gran solemnidad donde fue apartado y dejado a solas por los golpistas de la guardia civil que intentaron una involución a la dictadura el 23 de febrero de 1981, cuando Suárez dejaba su cargo de presidente para investir a su sucesor, hoy también muerto y cortejado sin tanta pompa y honores como el primero, Leopoldo Calvo Sotelo. A unos treinta kilómetros de distancia, en el salón de mi casa, junto a mí, observa la imagen con cierta cara de afección una señora de casi sesenta y cinco años, mi madre, que no quiere ir a comprar el pan sin verlo depositado en aquella sala, saltándose sus costumbres horarias de un carácter, si no fuera por lo mortal, lo contingente y lo real, milenarias. Tenía ella treinta y siete años en 1976 cuando el recientemente nombrado Rey, Juan Carlos de Borbón, le nombró directamente presidente de gobierno en torno a julio de aquel año. La periodista que cubre el evento televisivo de su funeral comenta esta fecha y comete un error, dice de Suárez que fue el primer presidente de gobierno de la monarquía parlamentaria, no fue así. Fue el segundo, pues el primero lo había sido desde noviembre de 1975 a julio de 1976, Arias Navarro, pues, en un ejércicio de querer dotar a la monarquía de un carácter democrático perpetuo, se olvida que una monarquía parlamentaria no es necesariamente de carácter demócrata, y hasta la monarquía francesa de Luis XVI tenía Cortes y Parlamento cuando estalló la revolución francesa. Sí que fue Adolfo Suárez el primer presidente constitucional de esta monarquía a partir de diciembre de 1978. Una Constitución por la que él trabajó mucho para que se obtuviera, se hiciera y se comenzara a llevar a la práctica.

Para llegar a esa Constitución de 1978, Adolfo Suárez tuvo que intentar la legalización de muchos partidos políticos, y aunque esto contuvo muchas luces de su figura por la que mucha gente hoy día aún le quiere mucho, también contuvo bastantes sombras de las que hoy por hoy vivimos todavía también sus consecuencias. Esa legalización de partidos se produjo en 1977, para que se pudieran producir las elecciones generales de aquel año que él mismo ganó con el partido de centro derecha moderado Unión de Centro Democrático (UCD), que a la altura de 1981 estaba tan deteriorado y destrozado internamente que él lo abandonó, dimitió de presidente dejando a Calvo Sotelo al cargo, y fundó Centro Democrático Social (CDS), con el que no ganó ninguna elección más. Esa legalización de 1977 necesitó de una serie de actos políticos entre los que figura el 9 de Junio de 1976  su discurso para la aprobación de la Ley de Asociaciones Políticas, siendo él Ministro Secretario General del Movimiento, cargo que venía desempeñando desde la muerte de Franco, nombrado también por Juan Carlos I. Cargo ministerial que se encargaba de velar porque la sociedad viviera acorde con los valores nacionalcatólicos de la dictadura militar, normalmente acorde con los valores de extrema derecha de Falange Española. En aquel discurso citó a un poeta censurado y republicano, Antonio Machado, llamando a la necesidad de cambios políticos que superaran algo evidente: que una parte de los españoles no podían vivir con normalidad a causa de la guerra civil y la dictadura franquista de la que él mismo venía. Hecho que comenté el 4 de octubre de 2009, en la Noticia 683ª. Paradójicamente, ese texto que escribí sobre aquel hecho apenas había sido leído a lo largo de cinco años por treinta personas. Entre ayer que murió y hoy que le rinden honores, son alrededor de ochocientas las personas que lo han visto. Un dato anecdótico muy interesante en cuanto nos habla del gran interés que su persona suscita a todos los españoles en sus primeras horas de muerte.

Adolfo Suárez había dirigido Televisión Española durante el tardofranquismo. Adquirió un conocimiento de puesta en escena que le sería vital. No sólo parecía un galán, si no que además no hay imagen de su juventud que no demostrara serlo. Impidió la legalización de Izquierda Republicana (IR) hasta 1979, por lo que estos no pudieron ni presentarse a las primeras elecciones, ni organizarse legalmente, ni participar de la Constitución. No quiso legalizar al Partido Comunista de España (PCE) antes de las elecciones de 1977, pero lo hizo forzado por las circunstancias de una jugada maestra de Santiago Carrillo y de los sucesos del asesinato de los abogados laboralistas de la calle Atocha con su consecuente repercusión en las calles. Recelaba de los partidos nacionalistas. En cuanto a sindicatos se reunió con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) pero, por no verles dóciles, retrasó su legalización hasta ser los últimos, puso todo tipo de trabas a sus actos, que reunían a miles de personas, y durante su gobierno ocurrió el montaje policial del atentado del Teatro Escala que fue falsamente achacado al anarcosindicalismo, lo que les restó apoyos en favor de los actuales sindicatos mayoritarios. Como explicó Carrillo en Alcalá de Henares, Suárez sabía que tras una dictadura tan larga y tan represiva, sobre todo en esos momentos con Arias Navarro recientemente, los primeros legalizados (si lo hacían por turnos de calendario en lugar de todos a la vez) serían aquellos que la gente más apoyaría en masa. Así favoreció por ejemplo a una socialdemocracia más dócil que las ideas socialistas de los comunistas, mejor organizados en el exilio y la clandestinidad. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se benefició así de una planificación de Suárez sobre cómo debía ser la Transición política. Es más, a pesar de que al menos al PCE lo legalizó forzado por Carrillo, su idea original era que estos partidos no tuvieran representación legal para la redacción de la Constitución de 1978, cosa que luego varió. Es bien curioso que en cuanto a la formación de un partido de derechas no llamó al exministro Ruíz Giménez, que desde los años 1960 estaba mal visto por Franco al haberse alineado en torno a los partidos democristianos europeos pidiendo amnistías, libertad y democracia, o en el mismo sentido, a Dionisio Ridruejo. En lugar de eso, se encargó la creación de Alianza Popular (AP), germen del actual Partido Popular (PP), al propio Arias Navarro junto a otro antiguo ministro, Fraga Iribarne, el cual era partidario de crear una democracia sin partidos de izquierdas, Fraga pensaba en una democracia a la británica: con dos partidos fundamentales, uno conservador y otro liberal.

Como sea, lo cierto es que el papel de Suárez es tremendamente importante en los caminos hacia el modelo de monarquía parlamentaria democrática que tenemos ahora. Que dio pasos muy valientes, muy atrevidos. Que su forma de hacer política se ha demostrado dialogante, aunque se pudiera hacer mejor. Y que toda la sociedad le debe mucho, aunque sin olvidar que la Transición posiblemente fue así no sólo por personas como él, sino porque personas como él con cargos se vieron en la necesidad de iniciar ese proceso de cambio político para salvar su gobierno cambiando los muebles o correr el riesgo de perecer ahogados por una masa de gente que desde la muerte de Franco ya no tenía reparos en salir a la calle a gritar la petición de: "¡amnistía y libertad!".

Suárez concedió la amnistía política a los exiliados, que lo eran por haber defendido una democracia, pero no se avanzó nada en que se pudieran sacar cuerpos muertos de las cunetas. En cuanto a los asuntos económicos se recurrió a los Pactos de la Moncloa, donde los sindicatos que se habían aupado firmaron con los empresarios una tregua en las reivindicaciones laborales a cambio de poder estabilizar la democracia y la economía. A cambio los empresarios se comprometían a otorgar concesiones laborales en cuanto esos objetivos se cumplieran. No sólo los empresarios no cumplieron con su parte, si no que a fecha de hoy, con el gobierno actual del PP de Rajoy, han hecho precisamente todo lo contrario. Es más, a uno le hace pensar que la democracia a veces pareciera secuestrada por los grandes empresarios de este país. Algo un tanto vergonzoso y doloso.

Fue Adolfo Suárez muy valiente en cuanto a la creación de la España de las Autonomías. Esa España que daba solución a problemas territoriales y sentimientos regionales fue una de sus apuestas mayores. Hoy día está denostada, posiblemente por muchos ciudadanos de a pie que hoy le lloran o se lamentan por su muerte. También fue él el impulsor de la ley del divorcio, que le supuso un trauma y una ruptura con los católicos practicantes. Suárez venía de una familia de políticos republicanos, a pesar de que él ocupó cargos con Franco. A pesar de todo lo dicho, dio golpes a izquierda y derecha en las pretensiones de ambas tendencias. Los de izquierdas le llamaban reaccionario, los de derechas: rojo. Intentó hacer su política de centro. Abandonó el gobierno en 1981 ante un equipo ministerial que le hacía las cosas imposibles. Con Felipe González, líder del PSOE se llevó mal mientras este era opositor, pero luego fue uno de sus mejores amigos cuando este llegó a ser presidente en 1982. Le asesoró varias veces, además. Con José María Aznar, del PP, no se llevó bien. No le gustaba su forma de hacer política, ni su política. Con ambos siempre lamentó que se postergara la opción de su CDS con, paradojas de la vida, las mismas tácticas desde el gobierno que había usado él en 1977 con los partidos del tipo Izquierda Republicana o el PCE.

Yo intenté verle en conferencia en 2002, pero su enfermedad ya comenzaba y al final anuló su venida, en lugar de él vi a Nicolás Redondo, de la Unión General de Trabajadores, y a Santiago Carrillo. Suárez perdía la memoria.

¿Qué hubiera ocurrido si hubiera podido opinar con las políticas actuales que no tienen nada que ver con las de la Transición en cuanto a su modo de formularse? ¿Qué opinaría de la ausencia de consensos o de los recortes sociales en favor sólo de la patronal o de sectores ultracatólicos? Eso es caer en ucronías. Lo cierto es que aunque se llevaba mal con José María Aznar en lo personal, al final aceptó su programa político porque su hijo Adolfo, quien anunció el viernes sus horas de agonía, se introdujo en el PP presentándose a cargos en unas elecciones. Otra cosa es cómo hubiera evolucionado. Es ucrónico hablar de eso. No lo podemos saber. Bien es cierto que quizá nos diese pistas la evolución de alguien muy cercano a él, Federico Mayor Zaragoza, que fue su consejero personal entre los años clave de 1977 y 1978. Avisando al lector de que la evolución de Zaragoza no tendría porqué coincidir con una hipotética evolución de Suárez, entremos en la ucronía, recordando lo que Federico Mayor Zaragoza dijo en las XI Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos: "La educación en España", en noviembre de 2013, a las cuáles asistí como ponente. Decía el antiguo consejero de Adolfo Suárez el 22 de noviembre de 2013:

"'El gran compromiso de cada generación, es la siguiente', decía Nelson Mandela. (...) Los derechos humanos son para liberarnos del miedo. Siempre mandaron unos pocos, ahora decimos: 'nosotros no damos nuestra vida a los designios del poder sin rechistar'. (...) La mujer era apartada, todo eso está cambiando. Ahora [el siglo XXI] el ser humano dejará de ser anónimo y espectador. Será activo, y eso es lo democrático. 
'(...) [Hoy] no se da la separación de poderes porque el legislativo toma medidas en virtud de pretéritas mayorías electorales. Ahora con los nuevos medios tecnológicos podemos saber todo lo que pasa en cualquier lugar, somos ciudadanos del mundo. Tenemos capacidad de comparar. Conocemos lo que la gente piensa y dice de verdad. Ya no transforma el político desde supuestos, si no quiere. Cada ser humano es un principio de esperanza, todos son iguales en dignidad. Hay que educarlos en virtud de sus reflexiones. (...) Lo dice la propia UNESCO. Pero nos tienen distraídos, y necesitamos tener tiempo para ser libres y responsables.
Hemos abandonado los derechos humanos, la Carta Europea de 2000 y otros, en favor de tratados económicos con los más ricos.
'Para que una persona sea libre y responsable hay que fomentar la educación creativa, que les haga pensar. Lo primero que hay que aprender de niños es "nosotros", la mente colectiva, para ser libres. No hay nada más rico que la vida de un profesor, hay que preguntar a esta gente para reformar las educación, y ya no se hace. 
'El futuro es la gran tarea, empeñarse en el pasado (y hay que saber lo que pasó) ya está escrito, el futuro hay que escribirlo, y ya no se escribe con la ley que ayer se escribió [la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Enseñanza o Ley Wert], que nos ha llevado a una situación neoliberal que no nos lleva a ningún sitio. Hay que educar en la libertad y la responsabilidad. Es libre quien más sabe, lo dijo Unamuno.
'Esta ley debe afrontarse con desobediencia cívica, esto lo preconizó el propio Rajoy cuando dijo que la objeción de conciencia era necesaria para la asignatura de Ciudadanía. [Yo creo que debe ser con la ley actual]."

Es un texto bastante significativo más allá del motivo que lo ocasionó, que fue la Ley Wert. Nos habla de la disconformidad de Mayor Zaragoza, que fue Ministro de Educación con Calvo Sotelo, con la forma como se hace política hoy y para quien se hace la política realmente hoy. Es un pensamiento aún muy de los modos de la Transición. Suárez le eligió entre 1977 y 1978 para que fuera su consejero cuando se necesitaba una política de consensos total. No sabemos si ucrónicamente coincidiría con él, pero personalmente creo que no estaría alejado. Al menos de esa frase que decía: "[Hoy] no se da la separación de poderes porque el legislativo toma medidas en virtud de pretéritas mayorías electorales. (...) Hemos abandonado los derechos humanos, la Carta Europea de 2000 y otros, en favor de tratados económicos con los más ricos"

Sea como sea, sí que es cierto que la pérdida de Adolfo Suárez como ser humano se ha producido ayer y es una gran pérdida. Su pérdida como político se produjo hace trece años. España le debe un gran reconocimiento, sin olvidar el criticismo propio de los análisis de Historia, no nos vale sólo con las sensaciones. Personalmente creo que hizo una gran labor, pero ahora toca otros análisis lejos de la mitificación. Una Transición política como la española era compleja y la llevó a buen puerto desde su posición de presidente de gobierno, a pesar de que tras un promedio de treinta y cinco años hablando de sus luces, queda ahora por analizar también las sombras. No es el momento hoy, ni es tarea de un día, ni es tarea sin esfuerzo, trabajo, investigación y honradez. No se trata de empañar nada, sino de comprendernos los unos a los otros para aceptarnos y para poder ser, realmente, libres sin cortapisas.

¿Fue un buen presidente? Sí, pese a todo, sí.

Os dejo el programa especial que en Radio Arrebato, desde Parlamento Pirata, le dedicamos sus locutores el viernes pasado apenas unas horas después del anuncio de sus últimas horas de vida. Lo encontraréis en el archivo sonoro de la web de la emisora catalogado dentro de la fecha correspondiente a 21 de febrero de 2014 (2014-03-21). Y podéis escucharlo...

viernes, marzo 21, 2014

NOTICIA 1316ª DESDE EL BAR: EL FRÍO QUE NOS ACOGE MIENTRAS LOS ROBOTS CAMINAN ENTRE LOS HUMANOS (capítulo 14, último capítulo)


Capítulo 14: La última misión

El patio central del Museo Arqueológico había sido ambientado de tal modo que el cuerpo gélido y profundamente dormido de Borja Montero era su epicentro. Toda el área rectangular se remitía a su sarcófago criogénico. Era un patio techado, con columnas bordeándole que imitaban las viejas columnas del original en la ciudad madre. El antiguo músico había atraído a un gran número de personas que en esos momentos, en torno a él, se debatían entre hacerse con copas y canapés o bien mantener conversaciones que repetían los conocimientos sobre Borja Montero que habían adquirido con las noticias sobre él publicadas los últimos días. En la calle había más personas dispuestas a entrar, esperando pacientemente en una cola, y poder ser parte de aquello. Iban entrando lentos pero sin pausa bajo carteles que mostraban la cara del barbudo cantante con gafas tocando su guitarra eléctrica.

El historiador M. Basterra estaba en esos momentos hablando con Ana Cañas, la Directora de las Relaciones Públicas Entre Mundos de Indonesia, sobre los detalles más precisos y puntillosos sobre la exposición. Como buen comisario de exposiciones, como historiador y como valedor de las pertenencias del señor Yogui, Basterra estaba altamente atento a todas las pequeñas cosas que hubieran podido quedar colgando. Le preocupaba sobre todo que algo no se ajustara realmente a lo que se suponía que podía ser aquella persona durmiente y sus lazos originales con la auténtica Alcalá de Henares, de la que Alcalá de Henares D.F. era una hija que deambulaba por la galaxia. Miguel Ángel Rodríguez, el cónsul empresarial de Galaxia Eléctrica, se acercó a aquella conversación. Poco a poco se iban formando grupos. La Directora de Asuntos Turísticos de la ciudad, Ma Ría Ría, hablaba aparte con el señor Yogui y el abogado Juanca López. Grupos de niños iban y venían descuidados de sus madres, que también iban y venían con sus parejas observando el sarcófago y leyendo en aparatos electrónicos explicaciones que se acompañaban con pequeñas músicas dirigidas individualmente a los aparatos de comunicación estándar de cada ciudadano que las solicitaba. Los corrillos de gente crecían según llegaba gente. A diferencia del pasado encuentro deportivo, la exposición atraía a más alcalaínos interesados en su pasado remoto que a indonesios, a los que ese pasado les era indiferente, salvo para algunos, siempre curiosos de los eventos sociales. El ambiente estaba ya cargado de un sonido permanente de conversaciones flotando por toda la sala. Habían abierto para la ocasión las puertas principales que daban a la sala de recibimiento, haciendo así una unión forzada y no muy útil en cuanto al material expuesto de los dos espacios, aunque ciertamente ayudaba a que pudiera ir entrando más personas.

Una mujer no muy alta se acercó al grupo de conversación del historiador. Era una conocida de la ciudad, aunque no mucha gente se la tomaba en serio. Se trataba de la escritora Raquel Hernández Luján. Tenía un especial interés por hablar con M. Basterra. Ella decía escuchar el pasado, motivo por el cual era un personaje entre la mofa y los crédulos. Lo cierto es que no era incierto. Realmente escuchaba el pasado, pero con ayuda de un pequeño secreto: la ciencia. Hacía muchos años atrás que había comprado siendo muy joven un pequeño aparato que era capaz de rastrear ondas transmitidas por aparatos de comunicación. El invento era algo ya un tanto viejo y olvidado. Sólo en los confines de la Federación lo seguían usando en sus versiones más ultramodernas algunas de las naves exploradoras de nuevos mundos. Dentro de la zona de la Federación esos aparatos eran meros entretenimientos, salvo aquellos modelos militares que se usaban para el espionaje. A decir verdad, poco se espiaba ya, al menos oficialmente. Mayor verdad aún era que el común de la gente no sospechaba los altos niveles de espionaje que seguían existiendo a pesar de estar todos los mundos habitados conocidos “unidos”. Los aparatos comerciales eran muy limitados. Captaban las codificaciones de las transmisiones antiguas, muy básicas en sí mismas, y eran capaces de descodificar antiguas imágenes en movimiento o transmisiones escritas de otras épocas ya un tanto lejanas. Imágenes y textos de gente tal vez muerta, o ya demasiado anciana, y lejana, lejana también en el espacio. Deseaba comentarle a M. Basterra sobre algunos de sus hallazgos. Cada vez que se producía uno su imaginación volaba y la invitaba a escribir libros. Incluso tenía en esos momentos una revista electrónica bastante popular en la ciudad flotante. Sin embargo, sabía que muchos de aquellos testimonios del pasado podían tener un valor historiográfico. Tenía uno en concreto que la tenía sumida en una gran alteración, tal, que necesitaba confesárselo a aquel hombre que le parecía fascinante en sus conocimientos. El señor Basterra había recibido correspondencia electrónica de ella desde que había llegado. La había ignorado por sistema. Le molestaba conocer admiradores. Estaba, además, inmerso en el montaje de aquella exposición temporal que ese día, en ese momento preciso, estaban inaugurando. Al final, fastidiado, se dejó coger por el brazo de ella, que le apartó para confesarle sus confesiones profesionales.

Gran parte de la gente interesada en la inauguración había entrado ya o estaba a punto de hacerlo, cuando se subió al escenario el grupo de música. Extrañamente sonrientes y abrazados los tres de la cintura, llamaron la atención del público. Ante ellos, mirándoles como si ellos fueran el espectáculo y no el hombre que dormía congelado, con un grito de saludo alzaron en su mano una planta desmejorada y una bolsa de la que rebosaba polvo amarillo.

-¡Vamos a contaros la verdad! –gritó Tamara Rojas.

El público pensó que aquello era parte de la puesta en escena de aquel divertido acto. Se giraron a observarles. Los grupos se pararon en su deambular, expectantes. Todos salvo don Juan Manuel, que, con John Snow, aprovechó aquello para, como Raquel con Basterra, tomar del brazo a la alcaldesa Anna Guillou y llevársela muy diplomática y discretamente por una puerta lateral que llevaba a través de un pasillo privado a una pequeña sala de trabajo donde, en otras ocasiones, ya habían tenido otras reuniones. No había en la ciudad un lugar público al que no estuviera acostumbrado el ceniciento capo mafioso.

-Ahora vamos a hablar –dijo seco don Juan Manuel mientras John Snow cerraba la puerta-. John, ofrécele un asiento.

-Sí, debemos hablar –dijo la alcaldesa negándose a sentarse-. Nuestros negocios han pasado unos tiempos complicados.

Don Juan Manuel la miró cara a cara y la empujó con violencia haciéndola caer sobre sí, sentándola de golpe sobre una mesa a la que rodeaban varias sillas.

-No me importan sus negocios –dijo el capo sin alterar la voz-. Pero sí que me obedezcas.

Anna Guillou iba a levantarse ayudándose con sus manos sobre la mesa, John Snow movió la cabeza en negación. Sin siquiera ninguna palabra, la alcaldesa supo que debía permanecer sentada.

-Ya no tienes que intentar matarme… Enrique Bermejo no está.

-Querida Anita, hay dos cosas que has dicho mal. Una: no me importa qué hayas hecho con Bermejo, eran  vuestros asuntos. Yo voy a recibir mi parte igualmente. Para mi el dinero no tiene nombre. Ignoro cómo lo has hecho. Pero la segunda cosa en la que te has equivocado es que no voy a intentar matarte, voy a matarte.

Anna Guillou tragó saliva, debía ganar tiempo. No habían hablado entre ellos desde el intento fallido de su asesinato en el ayuntamiento, pero estaba claro que aquella “reunión” no podía ser fácil.

-No hay ya motivo –le dijo-. Bermejo no está en el juego. No importa lo que te pagara, ya no te pagará, ni él podrá gobernar la ciudad. Me necesitas si quieres seguir siendo parte de estos negocios. Es ridículo que quieras seguir adelante con este encargo, y sé que no lo vas a hacer. Bermejo tiene políticamente su cabeza cortada, aunque regresara ya no podría ejercer. Tengo contactos, poderosos contactos. Más que los suyos, Más de los que tú puedas tener sin mí.

-Déjame que te cuente una historia, querida Anita. A mí me la contaron de niño. Me la contó mi padre, un buen hombre. Sabía de negocios. Ya que estamos en este lugar tan… lleno de Historia, es un buen momento para recordar este cuentecito. Fue hace mucho tiempo, en La Tierra, en nuestros orígenes como humanos. Hubo una vez una guerra muy larga, muy, muy larga. Fue por culpa de la belleza de una mujer, que competía con la de aquellas viejas diosas. En realidad debió ser uno de esas cuestiones de poder, ¿no cree alcaldesa? La guerra fue realmente larga. Combatieron en ella muchos hombres. Y murieron muchos hombres. Las batallas se desarrollaron acosando una vieja ciudad de muros altos y fuertes. Los asediadores eran incapaces de atravesarlos. Tenían la protección de los dioses. Pero los asaltantes tenían la protección de otros dioses. ¿Ves? Una cuestión de poder. La cosa es que los dioses de los asaltantes eran más poderosos que el de los defensores, y les merecían respeto. Con un engaño inteligente se metieron en la ciudad fingiendo que se habían ido y abandonaban un enorme caballo de madera. Los de dentro, demasiado felices con un triunfo que no habían merecido porque jamás hicieron otra cosa que defenderse, metieron el caballo en su ciudad, no sabían que estaba premiado de guerreros que por la noche les abrieron la puerta a sus ejércitos compañeros. Arrasaron a todas aquellas gentes, que estaban por sus calles borrachos de un júbilo que se transformó en la noche más fúnebre para ellos. La cuestión es que una de las hijas del rey de aquella ciudad fue hecha prisionera. Los ejércitos ganadores la deberían haber rendido honores acordes a su estatus, pero se había pagado un precio de sangre tan alto, que abusaron de ella para transformarla en una miserable esclava. ¿Sabes qué hizo la joven? Se suicidó. La gloria de su padre merecía estar antes muerta que esclava.

Anna Guillou le miró con un leve gesto de no comprender el sentido del cuento.

-Debe ser duro ver morir a un padre. Pero es bastante más duro cuando un padre ve morir a su hijo, carne de su carne, su sangre, su descendencia… y con su muerte se van todas sus esperanzas y su futuro. Aquella joven podría haber vengado a su padre de algún modo, pero en lugar de eso, hundió con su daga todas las esperanzas de su gente -prosiguió el capo.

Anna Guillou seguía sin entender nada.

-¿Dónde está Grisóstomo? –preguntó el capo.

-Murió… -dijo desconcertada la alcaldesa.

-Le mataste.

-No… murió.

-¡Le mataste! –gritó don Juan Manuel.

Anna Guillou comprendió de repente el único hilo suelto de su tela de araña. Un error, un extraño error que ella no podía explicar por no tener respuestas, estaba a punto de acabar con sus planes de gobierno.

-Escúchame –le dijo la alcaldesa intentando reconducir la ira contenida del mafioso-, yo no maté a Grisóstomo. Murió en un accidente. Si pudiera enseñarte el registro de…

-¡Cállate! –volvió a gritar don Juan Manuel y John Snow, como un resorte instantáneo apretó con una mordaza la boca de la alcaldesa que inútilmente intentaba librarse de las fuertes manos del matón.

Hubo un silencio interrumpido por los forcejeos en vano.

-Escucha esto –dijo el capo-. El silencio. La galaxia está llena de silencio. Debería gustarte el silencio. Debes acostumbrarte a él, alcaldesa. ¿Sabes qué me duele también? Al principio creía que Paul Helldog… pobre chico, también.., creía que Paul había fallado su disparo en los negocios que nos atañen a ambos. Pero el pobre era un campeón olímpico, querida Anita. Él mismo no sabía cómo pudo fallar. Me enfadé mucho con él y le mandé a que por lo menos matara a tu perro ejecutor, Código. ¿Cómo pudo fallar? Bueno, somos humanos, ¿no?... –don Juan Manuel le arrancó de un tirón su anacrónico parche del ojo aún sin reparar, dejando al descubierto los circuitos averiados por la bala de Paul Helldog-. No, parece que alguien no lo es. Me llegó la información hace poco, querida Anita. Yo quería matarte por la muerte de mi hijo, pero ahora además sé que eres una… ¡medio robot de mierda con la que he tenido el deshonor de hacer negocios! ¡Me has engañado como a un idiota, eh! Pero no, no lo has hecho. Aún hay buenas personas que velan por la moralidad de esta ciudad, por sus costumbres, por su esencia humana, maldita robot. Me importa una mierda cuánto de humana quede en ti, porque hoy ya no va a quedar nada de ti.

Don Juan Manuel levantó los dedos índice y corazón de su mano derecha y le hizo un gesto a John Snow. El matón rompió el cuello de la alcaldesa Anna Guillou como si hubiera sido lo único a lo que se hubiera dedicado toda su vida, si es que acaso no fue así. Dejó caer el cuerpo sobre la mesa y esperó nuevas instrucciones de don Juan Manuel. Para él aquello era algo normal, parte de su vida. No había motivo de remordimiento. Hacía mucho tiempo que John Snow obedecía las órdenes sin valorar sus implicaciones. Sólo era trabajo. Incluso, el cuerpo muerto de la alcaldesa, era allí ya un objeto, un objeto más en la sala de trabajo. Un objeto del que el frío se apoderaría por siempre.

Don Juan Manuel emitió una breve señal por su comunicador personal. En pocos minutos entró a la habitación el cónsul empresarial de Galaxia Eléctrica Miguel Ángel Rodríguez.

-Trabajo entregado –le dijo don Juan Manuel.

Miguel Ángel Rodríguez asintió.

-¿Ustedes no han registrado… esto?

-No –dijo Miguel Ángel Rodríguez-. Se lo prometimos. Esta actividad no ha sido controlada por nuestros observadores secretos.

-Y esos observadores…

-No volveremos a hablar de ellos –la voz de Miguel Ángel Rodríguez era más serena, pero más inquietantemente amenazadora que la del capo.

-Entonces, ¿ahora trabajo para ustedes? –preguntó don Juan Manuel.

John Snow desde la espalda sorprendió a su jefe apretándole el cuello con un fino alambre. Don Juan Manuel se llevó instintivamente las manos al alambre, intentando aflojarlo en vano, como minutos antes había hecho la alcaldesa. Era inútil.

-No, no trabaja para nosotros –le dijo Miguel Ángel Rodríguez mientras John Snow apretaba más y más el fino alambre que iba penetrando en la carne.

La cabeza se ponía roja. Pataleaba. Un reguero de sangre comenzaba a salir. Sus ojos parecían también desorbitarse. Snow le colocó mirando de espaldas al cónsul mientras seguía apretando. Al fin una arteria cedió y saltó la sangre como un  manantial que revienta una pared de granito y sale impulsado a chorro vivo. La sangre impregnó buena parte del cuerpo de la alcaldesa y de la mesa. Don Juan Manuel dejó de patalear.

-Límpialo todo, nosotros haremos que los accesos a esta zona estén sellados –le dijo el ejecutivo de Galaxia Eléctrica-. Cuando termines ven a por tu dinero. Te lo pagará mi abogado, el señor Juanca López en concepto de…

-De entrega de paquete –dijo John Snow-. Luego me iré de esta ciudad.

-Te proporcionaremos permisos especiales para que te lleves una nave. La Federación nos proporcionará otra sin problemas. Galaxia Eléctrica agradece sus servicios, señor Snow. Como sabe, esto ha sido una misión confidencial. Nuestros ojos llegan a numerosos mundos, cualquier palabra suya inconveniente…

-No suelo hablar inconvenientemente –dijo John Snow colocando los dos cuerpos en el suelo uno al lado del otro.

Miguel Ángel Rodríguez asintió y salió de la sala. Pasó el estrecho pasillo y volvió a entrar en el patio cubierto de la exposición de Borja Montero. Los tres músicos seguían en el escenario abrazados de la cintura y sonrientes, mientras los asistentes estaban besándose o abrazados, hablando con sonrisas interminables, como atontolinados, ignorantes de su desgobierno, preocupados en tener contacto físico unos con otros, los más tímidos ocupados en encontrar la ocasión sobre su pareja elegida, los más atrevidos, yéndose aparte. Una canción de Borja Montero sonaba ahora por todas las frecuencias individuales. Los músicos apretaron los botones de la máquina que lo administraba y la pararon. Tomaron sus instrumentos y, con el nombre de Pandora, comenzaron a tocar una vieja canción de Borja Montero. La gente bailó feliz.

Miguel Ángel Rodríguez atravesó el lugar y se fue acompañado de Juanca López. Había que comenzar una nueva etapa. Ma Ría Ría iba a ser la nueva alcaldesa, aunque ella no lo sabía. Tardaría en hacerlo, pues ella se entregaba en esos momentos a los brazos de Yogui. Galaxia Eléctrica debía velar por todos, o por todo.

En la Plaza de la ciudad flotante, presidida por el hombre de bronce silencioso, con su gola y sus calzas, con su pluma en la mano, Código estaba meditando, ajeno a los hechos recientes. Casi no había nadie por las calles, casi todos estaban yendo hacia el Museo Arqueológico. Vio pasar el vehículo del cónsul empresarial. Debía aburrirle aquella fiesta, pensó. Iba con prisa. De pronto, ante él, apareció Esther Claudio. Fue algo fortuito.

-Tú –dijo Código.

-Yo soy –dijo la bella Esther Claudio-. He de volver a Indonesia, pero debía encontrarte.

-¿Volver?

-Volver, sí. Ya no puedo hacer nada aquí. Transportáis un peligro, pero ya no puedo hacer nada.

Las palabras de la joven le recordaron a Código las del eremita.

-Eso me dijeron en Indonesia…

-Lo sé.

-La planta…

-No.

-El polvo amarillo…

-Yo debo irme por él. Debía parar su expansión, pero definitivamente no ha podido ser. Toda la ciudad va a estar infectada en poco tiempo. Lo llevaron a aquella fiesta. Debo irme rápido…

-Pero tú lo portaste.

-Sí, por accidente. Escúchame, iré a Indonesia y daré la alarma viral. La ciudad será desorbitada del planeta por la Federación. No seréis enviados muy lejos. No conviene. Pero es mejor que mantengáis una cuarentena.

-Pero si no es peligroso…

-O tal vez sí.

-¿Eres de la Federación?

-No. No lo soy.

-No puedes irte.

-¿Por qué no?

-Porque –Código no sabía exactamente porqué, pero no quería que se fuese.

-Me iré. Mi idea no era encontrar esta situación ni su propagación.

-Pero... –Código se acercó a ella, ella dio un paso atrás, siempre huidiza.

-Detente –Código intentó besarla.

-Has debido ser contaminado. Para. Yo soy bella, pero ¿acaso mi belleza da pie para que el amor que me dais os lo tenga que devolver recíprocamente? –dijo Esther Claudio apartándole bajo la mirada del hombre de bronce-. ¿Es que por ser mujer hermosa debo querer a alguien? ¿Debo besaros a todos? Si realmente me queréis todos, ¿por qué me forzáis a elegir querer lo que no quiero? ¿Qué deseas? ¿Que me quede en esta ciudad galáctica? ¿Contigo? O sea, que he de hacer mi vida acorde con la vida de quien dice que me quiere bien. Pero si me quisiera bien ese alguien me dejaría elegir libremente lo que deseo. Como si deseo no corresponder jamás a nadie. No. Esto es producto de ese polen. La planta en sí no es mala, pero no debiéramos forzar nuestra voluntad, si por nuestra voluntad no deseamos algo. Os entorpece la razón. Yo debo irme, Código. He de hacer lo que he de hacer. Aún no estás totalmente infectado, quizá debieras irte tú también, o quizá debieras ir a alguna zona sellada. En breve toda la población sólo tendrá razón para entregarse al amor. Nada más le preocupará. No durará por siempre, pero sí por una temporada. La Federación deberá intentar administraros para que no muráis de abandono de vuestros asuntos. Debo irme.

Esther Claudio, la polizón llamada Marcela, se fue corriendo hacia una de las entradas a los subterráneos de la ciudad flotante, hacia los hangares de las naves. Volvía a Indonesia. Código ni siquiera pudo reaccionar para seguirla. La había tocado, y eso le había dejado un buen recuerdo que le anulaba la capacidad de tomar la decisión.

Ella se iba y desaparecía por los subterráneos mientras aparecían ante él M. Basterra y Raquel Hernández abrazados.

-Señor Código –dijo Raquel-. Quizá le interese esto. Creo que vivimos ante un peligro. Una voz del pasado me lo dijo. Si no ponemos remedio, vaticino que acabaremos siendo los primeros en ser una nueva especie de esclavos.

La escritora le entregó un pequeño dispositivo de holograma. Código lo cogió aún sin coordinar bien los sucesos tan rápidamente acaecidos.

-¿Tiene gracia lo de esclavos, verdad? –le dijo el historiador tiernamente a la escritora-. En una lengua muerta esclavo era…

-Lo sé… Ssshhhh…. –le mandó callar ella poniendo un dedo en sus labios.

Se fueron.

Código conectó el aparato. Un holograma le trajo una imagen, Grisóstomo, el amigo muerto. Un azulado letrero inicial indicaba que el holograma era el borrador de un mensaje nunca enviado. El espectral holograma de Grisóstomo, hasta ese momento paralizado, se movió cuando las letras desaparecieron y se oyó una voz del pasado.

-Padre –le decía un muerto al otro-, he descubierto algo sorprendente. Los negocios familiares se podrían alterar. Ahora podrás decir que he aprendido bien lo que me querías enseñar. He vigilado bien nuestros intereses y he aprendido. Las peleas entre los alcalaínos y los madrileños por la cuestión federal es apenas algo que nos deba preocupar lo más mínimo. Creo que debemos comenzar a reorientar nuestros asuntos a Galaxia Eléctrica. Habrás notado una ligera bajada de las temperaturas. Como sabes el control real del gobierno de esta ciudad, de cualquier ciudad, está en manos de quien tiene los medios para mantener a su sociedad. Da igual quien ocupe o desocupe los asientos consistoriales, mientras haya alguien que siempre ocupe un mismo asiento con suficiente poder de influencia para decirles a aquellos lo que han de hacer y deshacer. Esa es también la base de nuestros negocios de familia.  Hoy por hoy, Galaxia Eléctrica controla la producción y administración de la energía. A través de eso controlan prácticamente todas nuestras actividades y nuestro entorno. También tienen las comunicaciones, administran mucho de ellas. Nos creemos poseedores de nuestra información, de la que nosotros mismos generamos, pero en realidad los botones siempre fueron suyos. Botones que dan órdenes para dar accesos o eliminarlos, para controlar contraseñas o cambiar los cifrados, para configurar los mismísimos contenedores de la propia información que generamos. Sé desde hace poco que nos controlan desde hace un tiempo en todos nuestros movimientos. Hasta nuestra preferencia más simple la conocen. Sinceramente, padre, hemos errado la perspectiva creyendo que debíamos confiar nuestro futuro y nuestros esfuerzos a manos de un gobierno administrativo, cuando el gobierno lo proporcionaban siempre estos nuevos señores, dueños materiales de nuestro mundo. Nadie los elige, sólo el dinero los ha elegido. El dinero les otorga poder, porque les hace inamovibles gracias a todas aquellas cosas que compra y administran a su gusto y conveniencia. Bien sabes tú, padre, que una de las cosas que mejor compra son voluntades. Quizá una de las cosas más preciadas y valiosas en esta vida, pues son las voluntades las que harán funcionar aquellas cosas que hacen funcionar a la ciudad. Hemos de poner nuestra voluntad en su voluntad. Pero para ello, padre, debo prepararte y pedirte para algo importante. Ellos son imparables. No podemos hacer mucho. Controlan demasiados mundos. Apenas somos gotas de agua de una lluvia donde ellos son la nube de la tormenta. Ellos, padre, no son humanos. Son máquinas. Robots. Sé lo que me has enseñado, pero piensa que nos importa poco que nos gobiernen máquinas. Lo han venido haciendo durante mucho tiempo. No les importamos, es cierto, en ello llevas razón, no tienen capacidad para que les importemos, y uno no se puede fiar jamás de aquel a quien no le importas. Lo veo tan claro como tú. Debemos estar en guardia, padre, pero considera que sí les importa los beneficios que les reportamos, mientras se los reportemos. Como toda máquina no sé si alguien humano estará sobre ellas, pero, ¿qué nos importa tampoco a nosotros? Nos mantienen, nos gobiernan, descartan a quien ya no les proporciona nada. Si tienen un complot o no para quedarse con todo, ¿qué más nos da?. Quizá no lo hagan porque saben que aún con todo nosotros somos más y podemos abrir los ojos. Pero ellos tienen el dinero y tienen la producción, porque nadie les ha dicho que la producción se puede producir sin necesidad de ellos. ¿Y qué nos importa? Hagamos negocios, padre, negocios de familia. Hablemos con ellos. Tratemos con ellos. Tengámosles como principales socios, en lugar de políticos que van y vienen y que no permanecerán. Garanticemos nuestro futuro con esta gente que jamás se irá. No es mi deseo ofenderte, padre. Pero piénsalo. A estas máquinas no les importamos, pero les importa gobernarnos a su conveniencia, y en eso nosotros les podemos ser útiles, pues allá donde la ley les frena, nosotros podemos ayudarles.

Código estaba algo confuso aún entre las desaparición de Esther Claudio y estas revelaciones. El gobierno de una comunidad humana por robots era algo prohibido. Trataba de ordenar sus ideas en torno a ello. Conocía bien los negocios mafiosos de don Juan Manuel y su antiguo amigo Grisóstomo. Había sufrido un intento de asesinato reciente. Aquel holograma era prueba suficiente para acabar con sus negocios, más ahora que no tenía el escollo de su amistad, tras la muerte de su pupilo. También era una prueba imprescindible para demostrar algo que iba a ser un escándalo en toda la galaxia conocida, o al menos el comienzo de una enorme investigación. Los robots tampoco tenían permiso para controlar mayoritariamente ninguna empresa de infraestructuras, ni energéticas, ni de servicios imprescindibles para humanos, ni de alimentación. Que Galaxia Eléctrica fuera un nicho de sus negocios iba a ocasionar una de las grandes conmociones de la política de esos momentos. Nada importaba la escandalosa declaración federal de la ciudad. Si eso era así, probablemente lo era en los mundos a los que suministraba energía. Su influencia en el gobierno federal era algo comprometido. La Humanidad tenía en sus manos una tesitura. Una más a lo largo de su existencia, y él, un mero servidor de una ciudad galáctica, tenía en sus manos el testimonio para delatarlo.

Lo primero que debía hacer era irse de la ciudad como lo había hecho Esther Claudio. Debía salir antes de que fueran declarados en cuarenta. Pero era cierto que la gente comenzaba a aparecer por las calles, entre besos y risas, de los brazos. Algunos un tanto perdidos. Todo parecía normal, sólo que no era normal. Código se dirigió a la casa de Pat Patri, la bióloga había sido la primera infectada y, si Esther Claudio dijo la verdad, los efectos de la planta en ella debían estar remitiendo, más desde que no tenía contacto con Grisóstomo. La sacaría de allí con él antes de que los efectos de aquel polvo se expandiera por todos los rincones y de nuevo estuvieran todos, incluidos ellos, altamente envenenados de aquel extraño amor. No era en esos momentos su principal preocupación, pero era una más. Debía esquivar a los miembros de Galaxia Eléctrica, informar a la alcaldesa, sortear a don Juan Manuel y a John Snow… Código lo ignoraba todo, a pesar de abrir los ojos.

La casa de Pat Patri era un piso en un bloque alto. Habitaba un ático que daba a un tejado ajardinado. Ella estaba en penumbra en su casa, aún afectada en parte por los efectos de la planta, pero consciente de sí misma y su realidad.

-Debemos Irnos Pat –le dijo Código entrando en tromba en la casa en cuanto le abrió-. Recoge lo que necesites rápidamente. El polvo amarillo se está expandiendo y yo tengo urgencia por cumplir con una nueva misión.

-Código…

-No hay tiempo para explicarlo, Pat. Tenemos que irnos en la Nereida, iremos a Indonesia y contactaremos con alguien de la Federación allí. La polizonte existía,  Pat. Yo… bueno, ella existe.

-Código…

Código cogía las cosas por ella en una bolsa.

-Galaxia Eléctrica es algo gordo, muy gordo… No lo imaginarás, pero no es lo que crees. Tengo que informar rápido –Código metió su mano en el bolsillo donde había guardado el dispositivo de hologramas. No podía enseñárselo, no sabía qué ocurriría si ella volvía a ver la imagen de Grisóstomo. La necesitaba activa.

-Oye, Código, para –le dijo ella calmándole obligándole a sentarse en una butaca con un suave empuje de sus manos sobre su pecho.

Ella se sentó  sobre sus rodillas frente a él, mirándole.

-No podemos parar, Pat. Vivimos engañados, nos están utilizando. No sé muy bien para qué, pero esto podría ser el preludio de…

-Código…

-Ellos nos quieren gobernar.

Un mensaje le llegó a los transmisores oficiales de Código.

-Código, debe personarse en el ayuntamiento. La señorita Ma Ría Ría va a ser nombrada nueva alcaldesa, necesitamos que la traiga, no responde a nuestras llamadas, se la ha visto con el señor Yogui en la inauguración del Museo. El cónsul empresarial de galaxia Eléctrica nos informa de que se está produciendo un vacío de poder. El nombramiento es de urgencia. Ha ocurrido algo horrible. Creemos que la mafia ha asesinado a la alcaldesa Guillou. Preséntese cuanto antes.

Código desconectó el transmisor, mirando como perdido hacia Pat Patri.

-Código -dijo ella-, ¿qué más da?

-Es importante, Pat. No somos libres.

-¿Y qué podemos hacer, Código?

Los ojos de Pat estaban preciosamente brillantes. Su toque de tristeza por la muerte de Grisóstomo dejaban en ella, tras bastantes días, una sugerente invitación a abrazarla para que se sintiera protegida. La sentía cercana. Su respiración movía su pecho acompasadamente, redundando en aquel aura que la rodeaba de belleza frágil que pedía de él. Código la miró. La miró profundamente a sus ojos, que eran las puertas a un alma que despertaba de nuevo. Él pedía de ella. La miró a sus ojos con sus brillos extrañamente amarillos, pero tan preciosamente atrayentes. Se dejó deslizar hacia el suelo para sentarse de rodillas dejando que sus piernas rodearan las de ellas. Ella le tocó las mejillas.

-Código, que ellos hagan sus guerras.

Y Código la besó y ella le besó y la ciudad flotante siguió bajo las estrellas.

Hacía frío. El frío les acogía mientras los robots caminaban entre los humanos. Se abrazaron para darse calor y se dieron calor. No había nada más, sólo los alientos y unos labios húmedos, unas miradas y calor. Toda la ciudad se besaba como ellos se besaban. Se besaban en cada calle, en cada casa. Desaparecían los unos en los otros. Nada había más importante. La ciudad que presidía el hombre de bronce sobre su pedestal bajo las auroras galácticas, se besaba y se daba calor. Sólo los robots desde sus despachos se preocupaban de generar frío. ¿A quién le importaba?


Relato completo por Daniel L.-Serrano "Canichu" 

domingo, marzo 16, 2014

NOTICIA 1315ª DESDE EL BAR: EL FRÍO QUE NOS ACOGE MIENTRAS LOS ROBOTS CAMINAN ENTRE LOS HUMANOS (capítulo 13)


Capítulo 13: Prometeo


Era de noche, si es que acaso los cielos de Alcalá de Henares D.F. no eran una noche permanente, pero era de noche, porque las franjas horarias del sistema de iluminación de la ciudad flotante lo habían dictaminado así siguiendo los precisos programas de mantenimiento de la compañía Galaxia Eléctrica. De noche a lo largo de la avenida que daba al vivero. De noche en las puertas del invernadero, precintado por Código desde que le intentaron matar allí dentro. Era de noche y hacía frío. Un frío que hacía bailar los vahos de las respiraciones. Blanquecinos. Como fantasmales testimonios de vida, precisamente de la vida de tres personas.

La ciudad vivía un episodio de leve pandemia, aunque nadie lo contemplaba como tal. Algunos ciudadanos y foráneos estaban como atontados, siguiéndose los unos a los otros, besándose en escarceos a las miradas. La gran mayoría de la población estaba indemne, pero el atontamiento generalizado en un sector de la gente había llamado la atención a varios grupúsculos ciudadanos que siempre buscaban más respuestas de las que se daban. Lo que en general bien pudiera ser efecto simple de la combinación de una población galáctica recibiendo a gente nueva que apenas iba a durar unos días de vacaciones por la ciudad, era observado por algunos pocos ojos como algo más trascendental con tildes de conspiración. El mero hecho del desfogue natural entre extraños con la promesa exacta de no volverse a ver, era de repente un acto sospechoso por cuanto había sobrevenido de la nada. Todo había ocurrido tras el encuentro deportivo anunciado hasta la saciedad por todos los medios de comunicación de Alcalá de Henares D.F. y de Indonesia, lo que hacía de él algo altamente alevoso. Los pequeños grupos de gente vigilante en pro de la libertad y la democracia habían observado abrazos y estados en Babia, habían ido relacionando los movimientos ocurridos tras el encuentro deportivo y habían rastreado rumores nunca comprobados acerca de que habían desaparecido personas notables en la vida y desarrollo de la ciudad, como el antiguo gestor Enrique Bermejo.

Todo era oscuro y frío.

Así que, ante las puertas del invernadero precintado, se encontraban tres personas vestidas de negro y bien protegidas cualquier parte de su cuerpo que pudiera desprender una pista a Código acerca de quienes eran, pues era su intención entrar en aquel lugar, que, según sus cálculos, había sido cerrado sin explicaciones tras el regreso de la Nereida de Indonesia, por lo que debía ocultar una pieza importante que explicara qué estaba ocurriendo, porqué estaba ocurriendo, y qué se deseaba hacer con ellos, los ciudadanos. Tras la declaración federal de la ciudad, bien pudiera ahora procederse al atontamiento de su ciudadanía para que, alejados del estado de alerta, lejos, en los confines de la nada, la alcaldesa Anna Guillou hiciera de aquel magnífico lugar, un lugar que fuera su señorío particular, tal como si fueran tiempos feudales. El exceso empático abobaba, era su tesis. Se estaba envenenando a la gente de exceso empático, hasta el estado más mameluco del enamoramiento hasta la enfermedad. Lo ocurrido a una pequeña parte de la población tras el encuentro deportivo era para ellos la prueba de que sus tesis iniciales no podían estar equivocadas.

Ellos tres en su conjunto eran conocidos de los informes confidenciales de Código desde que la ciudad era un distrito federal. Pertenecían a un grupo llamado Prometeo. Su identidad individual no era conocida, pero la alcaldesa le había proporcionado datos de su existencia a través de su secretaria, Doxa Grey. Código había ignorado todos esos informes. No les dio ni importancia real, ni prioridad. En aquellos momentos él estaba más pendiente de que no existiera confrontación institucional con el antiguo poder de Enrique Bermejo. Luego le habían enviado a Indonesia, desde entonces, con la muerte de Grisóstomo y la búsqueda de la polizonte, preciosa, Esther Claudio, con su intento de asesinato y otras cuestiones, como aquel polvo amarillo de la planta indonesa, Código apenas les había dedicado un pensamiento. Pero ahora ellos, libres en todos sus movimientos, estaban allí, ante las puertas de aquel lugar que debía reportarles las respuestas sobre el abovinamiento de la ciudadanía.

Prometeo era una organización que se había gestado desde hacía relativamente bastante tiempo. Sus miembros no eran muchos, pero eran constantes. Habían celebrado reuniones conocidas, actos, propaganda, alguna publicación cibernética, todo sobre temas diversos, aunque siempre dentro de una dinámica: el sistema político de la ciudad galáctica manipulaba a la gente y las adoctrinaba en la creencia de estar viviendo en libertad, cuando en realidad no era así. Según sus tesis eran controlados como meras piezas reemplazables de una máquina para que consumieran dentro de un orden preestablecido y altamente promocionado, para que convivieran dentro de unos cánones sociales elevados a la calidad de únicos garantes de seguridad en las vidas individuales, para que se comportaran y pensaran en las direcciones más convenientes, para que amaran cuando tuvieran que amar y odiaran cuando tuvieran que odiar, para que cobraran o pagaran, para que tuvieran los hijos exactos, para que eligieran por sí mismos lo que en realidad otros habían hecho que eligieran por inducción. Todos los esquemas posibles que manejaban sus conciudadanos eran en realidad  todos los esquemas posibles para el gobierno. Anna Guillou había dado un paso abismal en sus ansias de poder cuando se independizó de Madrid D.F., y probablemente, según sus tesis, Galaxia Eléctrica le había ayudado. El aturdimiento general de la sociedad era necesario si deseaban conseguir la consecuencia lógica de todo aquello: el poder absoluto que les permitiera alcanzar una vida llena de comodidades cuyas vidas de los demás estuviera al servicio de la suya, en lugar de hacer de aquella sociedad una sociedad participativa donde todos se sirvieran socialmente de todos mutuamente para la comodidad de todos. Las consecuencias de una política así, basada en el egoísmo personal de los gobernantes, sólo podría llevar algún día a la petición del sacrificio de la sociedad gobernada o de una buena parte de la misma si circunstancias futuras lo requirieran. Ese sacrificio sería ofrecido por los propios individuos, engañados en la creencia de que era por el bien de ellos mismos o de sus seres queridos, de sus familias, de sus amigos, de sus conciudadanos, y nada que les pudiera disuadir de lo contrario les disuadiría jamás. Nunca serían capaces de admitir lo corrupto del sistema donde se sentían cómodos por estar acomodados. Lo corrupto del sistema era el epicentro de un gobierno personal. Eran las ambiciones de unos pocos las que habían logrado convencer en falso de las conveniencias de unos muchos, conveniencias que sólo eran en realidad suyas, de nadie más que suyas, de los que gobernaban.

Fuera lo que fuera que encontraran en aquel invernadero precintado tenían claro que iba a ser una prueba, una respuesta, de las manipulaciones encubiertas sobre la sociedad. Pensaban ponerlo en el conocimiento de toda Alcalá de Henares D.F., incluso de Indonesia, utilizando el encuentro que había organizado la directora de turismo de la ciudad, Ma Ría Ría, junto a aquel magnate de vida derrochadora que era “el Oso” Yogui. La exhibición del cuerpo criogenizado del centenario músico Borja Montero iba a ser el momento oportuno para dar a conocer aquello que se había ocultado bajo los precintos. Habían usado sus contactos personales para lograr ser contratados como los músicos oficiales del evento. Iban a tocar temas clásicos de aquel personaje mítico, que dormía por los siglos de los siglos. O eso se esperaba de ellos. Les habían dicho que Tamara Rojas, la cantante del grupo, debía salir de una tarta. Era allí donde iban a ocultar la prueba preciada de la que estaban distanciados en ese momento por una simple puerta cerrada.

-Ábrela –le dijo Tamara Rojas a Pablo Lambea, uno de sus acompañantes.

Pablo Lambea hizo saltar los precintos electrónicos tras haber estado un rato trasteando en ellos. Un ligero chispazo hizo caer la resistencia del precinto. La puerta estaba abierta. Mark Rojo, su otro acompañante, la abrió. Cuando entraron había una gran cantidad de polvo amarillo por todas partes. Depositado como si alguien hubiera aventado un saco de harina.

-¿Qué es esto? –pronunció en voz alta Mark Rojo.

-Parece una especie de polen –dijo Tamara Rojas.

Avanzaron hacia el interior hasta encontrar la planta derribada y bastante destrozada que lo había producido.

-Parece que esta es la causante –dijo Pablo Lambea.

-¿Por qué estará así? –preguntó retóricamente Tamara Rojas.

-No lo sé –dijo Mark Rojo-. Tampoco sé si esto es lo que buscamos.

-No parece que haya nada más que sea anómalo, sólo eso –dijo Pablo Lambea que estaba dando vueltas por el oscuro invernadero.

-Está bien, cojamos la planta y algo de ese polvo –dijo Tamara Rojas-. Ya veremos de qué se trata. Hay que irse de aquí antes de que Código venga. El precinto ha tenido que enviarle la señal de su desconexión.

Así era. Código lo había recibido. Ellos rápidamente tomaron lo que pudieron del invernadero. Salieron precipitadamente hacia su automóvil flotante. Ni siquiera cerraron la puerta sin precinto. Al montar en el vehículo los tres vacilaron. Se sentían repentinamente alterados. Sus pulsaciones aceleradas y el sudor frío les hicieron comprender que aquella planta era realmente su respuesta. El coche se alejó fugaz de aquel lugar, pese a que les era imposible mantener una trayectoria firme, sin zigzagueos. Tuvieron que parar no muy lejos, donde unos niños leyeron claramente las letras recién pintadas en una de las puertas anunciándoles con su nombre como banda de música para la exhibición de Borja Montero: Pandora.

Era de noche, hacía frío y la gente dormía.