sábado, septiembre 28, 2024

NOTICIA 2346ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 6 de 7)

Juan Ortiz de Zárate y Juan de Garay.

El nombramiento de Zárate deponiendo a Vergara como adelantado lo había legitimado el licenciado García de Castro, presidente de la Audiencia de Perú, en aquellos años. Este no tenía poderes para realizar tal acción por lo que Zárate quiso ser ratificado en la Corte. Por ello marchó a España en busca de su ratificación. Tuvo la mala suerte de ser asaltado por piratas nada más salir de Río de la Plata con su embarcación. Perdió mil pesos de oro y plata. La piratería en el mar ya comenzaba a ser algo endémico, incluso en aquella región pobre en metales preciosos, perlas o joyas. Aún así llegó a España, como veremos.

Antes nos ocuparemos de lo que ocurrió en el Río de la Plata en su ausencia. Fue dejado en el gobierno en calidad de su lugarteniente Felipe de Cáceres. Su gobierno tuvo serios enfrentamientos con el obispo Pedro Fernández de la Torre, llegado en 1556. En realidad era una reproducción del enfrentamiento del poder Papal y el poder Imperial dado en Europa. Cáceres bajó a la entrada del Río de la Plata en 1570 y 1572 creyendo que estaba a punto de llegar Zárate. Ambas bajadas sólo sirvieron para explorar nuevas zonas. Introdujo durante su gobierno más ganado caballar, vacuno, ovino y cabrío. Mandó a Juan de Garay traer a Asunción a aquellos que se fueron a Charcas. Nuflo de Chávez le acompañó durante la primera etapa del camino, pero se desvió y murió emboscado por los indios itatines. Mientras, las intrigas del obispo De la Torre lograron que Cáceres fuera encarcelado y llevado con cadenas en un barco capitaneado por Melgarejo con dirección a España. Esto ocurría el 14 de Abril de 1573. Para esa fecha Garay estaba de vuelta con la gente que había traído a Asunción dispuestos a asentarse en la entrada del Río de la Plata. Acompañaron al barco de Melgarejo hasta la boca del río Paraná. Desde allí separaron sus caminos. El obispo De la Torre, que viajaba con Melgarejo para cuidar a su prisionero, dejó una nota más adelante para cuando Zárate llegara. Decía que Garay estaba asentado cien leguas más arriba. Efectivamente Garay fundó el 15 de Noviembre la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.

Dado que De la Torre se fue con Cáceres, y Zárate aún no había regresado, dejó en el gobierno a Martín Suárez de Toledo. Este era un conspirador muy activo que había sabido utilizar las rivalidades entre Cáceres y el obispo. Su nombramiento había sido obtenido por los votos a favor que logró a ojos de De la Torre, pero estos habían sido comprados o amañados en el Cabildo de Asunción, la mayor de las fundaciones del Río de la Plata. El gobierno de Suárez de Toledo se enfrentaba a la mayoría de edad de la primera generación de mestizos nacidos durante el gobierno de Irala. Por consideración Real debían ser considerados españoles, y no indios o población autóctona de América. Sin embargo suponían un problema en cuanto a que militaban en los conflictos tanto en el bando español como en el indio, cuando no en los bandos de españoles rebeldes contra el gobierno. Eran muy orgullosos y guerreros. Querían su parte de los beneficios en la conquista y la colonización, pero estos les estaban vetados en gran cantidad de ocasiones. Eran mirados con miedo por los españoles blancos. Se crearon ciertas leyes por las que se les restringía llevar determinadas armas, o armas en general, o montar caballos o determinada clase de caballos. Se sentían resentidos con los blancos, por una parte, al sentir ultrajadas, por ellos, a sus madres indias, por lo que en muchas ocasiones se identificaban con el pueblo indio y se unían a él. Por otra parte, también se sentían resentidos de ser apartados del reparto sustancioso de los beneficios, pese a que a veces participaban de las mismas vicisitudes que otros exploradores. Y por otra parte más, había mestizos que veían desventajas en vivir al modo indio, por lo que se unían a la causa blanca, pese a que a veces se rebelasen contra sus jefes. Tan sólo Garay supo ver en ellos, con el tiempo, la auténtica nueva energía que necesitaba el Río de la Plata. Pero eso ya se verá.

Mientras tanto, Zárate lograba el 10 de Julio de 1569 en Madrid la capitulación que le concedía el adelantazgo del Río de la Plata. El licenciado Matienzo, oidor de Perú, abogó por su nombramiento ante Felipe II. Zárate era un capitán natural de Orduña que se había creado cierta importancia durante la conquista de Perú. Matienzo había comprendido que la riqueza de aquella región estaba en las enormes posibilidades que ofrecía en lo agrícola y lo ganadero, aspectos estos en los que todos los informes habidos destacaban que era altamente productiva. Fue por esa vía por la que interesó a Felipe II y le sonsacó la confirmación del título para Zárate. Matienzo le venía insistiendo desde el 6 de Enero de 1566 con el argumento de la necesidad de fundar un puerto en Buenos Aires que daría salida a un fructífero comercio con Chile y Perú, mediante las rutas interiores. Le intentaba convencer a la vez de la necesidad de poblarlo de mercaderes y labriegos, ya que estos eran más emprendedores y trabajadores que los soldados, los cuales solían ser holgazanes y tendían a vivir del indio. El título era concedido por dos generaciones, quedando unido a su mayorazgo. Debía fundar tres pueblos nuevos y crear de una vez una ciudad que sirviera de puerto en San Gabriel (por donde estuvo la antigua Buenos Aires). Además debía crear tres fuertes de piedra, para protegerlo de piratas y de indios. Llevaría quinientos hombres, de los que doscientos serían oficiales y el resto soldados, labradores y trabajadores de todas las clases. Debía llevar matrimonios, para evitar problemas de una población plenamente mestiza que pudiese rebelarse contra España. Y para asegurar la ganadería aún más se le pedía llevar 4.000 vacas, 4.000 ovejas, 500 cabras y 300 equinos (de los que 600 cabezas entre vacunas y ovinas se perdieron tratando de llegar a Paraguay). Además debía llevar 2.000 ducados de oro, los cuales los buscó entre sus riquezas de Perú. Pero a la hora de buscar la tripulación tuvo muchos problemas. A nadie le interesaba una región donde habrían de vivir como en España de la agricultura y el ganado, y de la que habían oído tantas miserias. Tuvo que pedir prórrogas del viaje desde 1570, hasta que logró quinientos diez andaluces en 1572, más cinco naves. Estos andaluces eran conocidos como "de escoria", por ser de la más baja ralea que había por el lugar. Aparte viajaron ciento cuatro marineros, cuatrocientos seis soldados, cincuenta y ocho mujeres (veintitrés casadas), cuarenta y cinco artesanos, sesenta y nueve labradores y veintidós religiosos. Lo que fue denunciado al haber poca comida para todos. Ya en Canarias tuvieron ocho deserciones, en Cabo Verde hubo otras catorce. Luego, el calor mató a doce hombres en la travesía. El 9 de Marzo de 1573 llegaron a Santa Catalina, pero los problemas del viaje no acabaron ahí. Zárate tuvo que buscar provisiones en Mbiazá, en Brasil, cuando regresó habían muerto en la espera cincuenta y cinco personas por malnutrición. Zárate podía haber llegado antes, e incluso haberles dejado a la espera en un lugar fértil, pero no lo había hecho. Además hubo malestar ya que Zárate reservó comida para sí mismo y su familia. Hubo varias deserciones en Mbiazá, lo que provocó castigos. En seis meses había sesenta muertos de inanición y tres bateles hundidos. Para colmar la paciencia de su tripulación, en San Salvador (más o menos la altura de Buenos Aires) decidió cortar árbol de sasabrás para sacar beneficios en Europa, en lugar de cargar alimentos.

Del viaje al menos se sacó algo útil, creó el primer derrotero del Río de la Plata para navegantes. El 26 de Noviembre un temporal hizo cortar los anclajes cerca de San Gabriel. La nave capitana encalló. Fue allí donde encontró la carta de De la Torre acerca del asentamiento de Garay. En esas circunstancias apareció un cacique indio llamado Yamandú que buscaba rescates y que quería ayudarles. Zárate aceptó aquello y le pidió que le enviase unas cartas a Garay. El indio no cumplió su palabra y fue apresado y obligado a cumplirla, tras la intervención de su pueblo. Entretanto intentaban paliar el hambre pescando sin protección alguna. Eso provocó una de las mayores humillaciones del ejército español en lucha con las tribus indias. El 29 de Diciembre  doscientos indios guaraníes y charrúas emboscaron a cuarenta y cinco hombres, matando a cuarenta y dos. Zárate mandó recoger los cadáveres al capitán Pablo de Santiago y al sargento Martín de Pinedo, con un grupo de hombres armados de arcabuces y rodelas. Cuando llegaron al lugar de la emboscada aún había indios. De Santiago y De Pinedo decidieron atacarles, pero no se pusieron de acuerdo en como atacar y discutieron la forma dentro de la espesura que les cubría. La tardanza hizo que los indios les descubriesen y les atacasen a ellos otra vez por sorpresa, esta vez rodeándoles. Entre muertos y presos hubo unas ochenta o noventa bajas, esta vez Zárate decidió quitar los metales de los barcos encallados, para usarlos de rescate,  e irse de allí. Se produjeron en la ida más cantidad de deserciones.

Estando aún en San Gabriel llegó el barco de Melgarejo con De la Torre y Cáceres. Viendo que Zárate estaba de vuelta, Melgarejo decidió acompañarle, por lo que embarcó a Cáceres en otro barco de vuelta a España. El obispo De la Torre se encontraba moribundo por alguna enfermedad de la tierra, murió en la playa. El 5 de Febrero de 1574 aún tenían un campamento en San Gabriel a la espera de los refuerzos de Garay. Se encontraban en Martín García mal protegidos. Uno de los barcos se perdió y con otro hubo que reutilizársele para construir un bergantín. Todo esto estuvo a cargo de Melgarejo, quien además se movía buscando comida y cautivos. Zárate desoía todo y pasaba el tiempo a bordo de su nave con sus criados. Eran los más sanos y gordos de aquellos hombres. En uno de los viajes Melgarejo se encontró con Garay, que había recibido las cartas que le enviaron y bajaba a ayudarles. Ambos se dirigieron entonces a Martín García, pero llegó antes Melgarejo, ya que Garay iba lento a causa de que se paraba a combatir a todos los indios de la región (los de su región eran todos pacíficos).

Cuando Zárate supo que venía Garay se animó a moverse, aunque empezaron a hacerlo cuando estalló una tormenta de forma sorpresiva. Zárate remontó el Uruguay y fundó San Salvador de nuevo en el mismo lugar donde lo había hecho Grajeda. El día de la fundación estuvo presente Garay. El nombre que le puso no fue exactamente ese, si no el de Ciudad Zaratina de San Salvador. Buscaba con ello perpetuar su nombre en la historia del Nuevo Mundo. El lugar ahora era malo. El hambre y la enfermedad marcaron toda la historia de esa nueva refundación, la cual duró sólo tres años. No tenía organización, ni agua potable. Sólo se pasaban privaciones en ella. Durante dos meses no tuvieron cerca alguna y las casas se cubrían de paja, pese a que conocían el anterior final del San Salvador de Grajeda. Garay contribuyó a pacificar a los indios del lugar, tras eso se marchó. El 7 de Junio de 1574 había sido nombrado Capitán General y Teniente de Gobernación y Justicia del Plata por Juan de Zárate.

Zárate se fue el 14 de Diciembre a Asunción donde le concedió a Martín Suárez de Toledo los mismos títulos que dio a Garay, pero aplicados al distrito de Asunción. Se debía a que Vergara, exgobernador del lugar, había muerto. Había dejado a Juan Alonso de Quirós al cargo de la Ciudad Zaratina de San Salvador. 


Aún quedaban más golpes efectistas, pues a Zárate le gustaba más ostentar sus títulos que ejercerlos correctamente. El 8 de Febrero de 1575 fue con Garay a Asunción para proclamarse gobernador en un acto oficial. Por aquellas fechas la Ciudad Zaratina de San Salvador tenía serios problemas y aprovechó la ocasión para mandar a Garay allí con ropa de fabricación indígena, comida y municiones.

Mientras todo esto ocurría en Río de la Plata, el Virrey del Perú empezó a considerar muy provechosa y necesaria la repoblación española del estuario del río de la Plata. Cada vez era más gente quien veía convenientes en llevar a la práctica tal cosa. Debían comunicar Perú y Asunción para comunicar el Mar del Norte con los Mares del Sur. Eso podría evitar ciertos peligros extranjeros como los portugueses, los piratas ingleses, franceses y holandeses, etcétera. El Virrey pidió la realización de su idea en la Audiencia de Charcas y al resto de poderes gobernantes en Perú. Francisco de Aguirre, como ya se dijo, había tenido la misma idea en 1552. Para la década de 1570 Aguirre aún estaba en aquellos lugares de sierra donde pudo establecerse. Fue depuesto y se designó como su sucesor a Cabrera. Este se dedicó a crear ciudades por toda la Sierra de Córdoba, fundando la propia Córdoba americana en 1573. Llegó al Paraná y a las minas que se conocían como "De Caboto". Finalmente puso frontera al territorio por donde se expandió con la fundación de San Luís. Cerca de ese lugar Garay había fundado Santa Fe, utilizando a los mestizos, que fueron más emprendedores de lo esperado al luchar y trabajar algo que iba a ser suyo. El conflicto de jurisdicción entre el territorio de Cabrera y el de Garay se evitó gracias a que el primero salvó al segundo de una emboscada que le habían preparado los timbúes. Cabrera regresó entonces a Córdoba para hacer encomiendas que asentasen a la gente que iba a poblar todo aquello. Por este motivo Garay comenzó a dudar de la validez de su gobierno en Santa Fe dados los títulos que Cabrera tenía del Virrey de Perú. Por eso los títulos que le otorgó Zárate el 7 de Junio de 1574 confirmaban su autoridad y tenían un gran valor para él. Garay llegó a defender a Zárate de sus acusadores diciendo cosas como que el hambre que pasaron con él sus hombres, cuando llegaron a Mbiazá se debía a que estos sólo querían comer cosas finas.

El 26 de Enero de 1576 Juan de Zárate murió repentinamente "de cámaras de sangre" . Dejaba establecido en su herencia que la gobernación del Río de la Plata la legaba a su hija mestiza Juana Ortiz de Zárate, una adolescente casi niña, y que gobernaría quien se casase con ella. Entretanto gobernaría Diego de Mendieta. El nuevo gobernador en funciones mandó a Garay y a Pedro de la Fuente a la Audiencia de Charcas, en el Alto Perú, para presentar la copia del testamento de Zárate. Allí debían ver al Virrey de Perú, Francisco de Toledo. El viaje fue aprovechado por unos arcabuceros para fugarse y quedarse en el Alto Perú. En el testamento se decía exactamente que se prometía al futuro marido de Juana de Zárate, hija de Juan de Zárate y Leonor Yupanqui, ñusta (princesa inca) de la casa de Manco Inca, el adelantamiento de Río de la Plata e incluso el marquesado sobre el mismo, ya que el Rey le había prometido otorgárselo si se cumplía una serie de condiciones de la capitulación. Esto hizo del matrimonio de Juana de Zárate algo muy deseado de alcanzar por muchos varones.

Mientras Garay se encontraba fuera, Mendieta aprovechó para ir a la Ciudad Zaratina de San Salvador y a Santa Fe con la muy probable intención de anexionarlas a su jurisdicción de Asunción. Los modales que empleó no gustaron nada a los capitanes que quedaron con él. Cuando llegó a Santa Fe, un militar llamado Francisco de Sierra se refugió en el suelo santo de una iglesia, por ser fiel a Garay. Mendieta irrumpió en la iglesia sin reparos y le sacó de allí para apresarle. Aquello le valió que los capitanes, hartos de su conducta, le engrillaran y le pusieran en un barco para llevarlo a la Corte por sus delitos, pero sobornó a la tripulación de su barco prisión y apareció en la Ciudad Zaratina de san Salvador, donde pidió a Quirós, dentro de una iglesia, que le reconociese como su gobernador. Quirós le entregó. Pasado este capítulo, la Ciudad Zaratina de San Salvador se veía el 20 de Junio de 1577 desbordados por el hambre y la desnudez. Sólo quedaban treinta habitantes, que terminaron por huir de aquella ciudad. Aún quedaba, por otra parte, poblar la entrada del Río de la Plata, lo que significaba que no podía prosperar la región.

En Abril de 1577 Garay llegaba a Santiago de Estero, en Charcas. Allí se enteró de la muerte de Cabrera, que había sido ejecutado por Gonzalo de Abreu, un conquistador nombrado por el Rey que anteriormente vimos en 1548 matando al gobernador delegado de Irala en Asunción. Nada más presentar el testamento de Zárate le surgieron a la niña adolescente numerosos pretendientes para casarse con ella. Era conocida en las intrigas amorosas de Perú como "la niña de plata", por ser una de las más ricas herederas de todo el Perú. Francisco de Matienzo, hijo del oidor de Perú era uno de los pretendientes, también estaba Antonio de Meneses, ahijado del Virrey de Toledo, y hasta un peso pesado para competir con él: uno de los oidores de la Audiencia de Perú, de gran linaje, llamado Juan Torres de Vera y Aragón. Este se dedicó a enamorar directamente a Juana de Zárate, cosa que logró con facilidad (no obstante era una adolescente). A causa de aquel matrimonio que echaba al traste muchos sueños de pretendientes poderosos e influyentes, a Torres de Vera y Aragón se vio con muchas complicaciones. El Virrey no les dio permiso de matrimonio, aunque se casaron. Por ello dictó una ley por la que si Torres de Vera y Aragón abandonaba Perú perdería todas sus pertenencias que allí tuviera. Torres de Vera y Aragón apeló al Rey para que zanjara esa injusticia, mientras esperaba la respuesta nombraba a Garay gobernador suplente el 9 de Abril de 1578. Debía fundar Buenos Aires.

Garay llegó en septiembre a Asunción, donde fue reconocido como nuevo gobernante en funciones sin problema alguno. De diciembre de 1579 a Enero de 1580 reclutó tan sólo a diez españoles, un portugués, una mujer llamada Ana Díaz y unos cincuenta mestizos (habría más gente ya que algunos estaban casados y les seguía su familia) para fundar Buenos Aires. No había ningún sacerdote de Asunción, todos eran muy viejos, aunque sí se apuntaron dos franciscanos que previamente iban a viajar de vuelta a España o a Perú. Uno de ellos era el padre Rivadeneyra, su presencia cubría el cupo legal para iniciar una fundación. También consiguió armas, caballos y ganado. Nadie quería moverse de un lugar donde ya estaban bien asentados, para ir a otro donde habrían de partir de cero y que tenía fama de estar habitado por indios muy hostiles. En el tiempo de espera de 1578 a 1580 Garay había realizado incursiones alrededor del territorio de Asunción para dejar bien asentado el lugar.

En Santa Fe se encontraba Alonso de Vera, sobrino de Garay, que era conocido como "cara de perro" (era mestizo). Él optó por ir con su tío Juan de Garay y se le unieron bastantes criollos, por ver que tenían mucho que ganar en esta empresa. Sorpresivamente se encontraron con la manada de caballos salvajes que había crecido a partir de los caballos escapados en los tiempos de Mendoza. Esta era tan grande que resultaban un gran beneficio económico y militar. Garay los prometió en propiedad a los habitantes de Buenos Aires, ya que el núcleo original de la manada había partido de los caballos del Buenos Aires original de Mendoza. Esto provocó un largo juicio entre si debía ser así, si pertenecían a la Corona, si eran libres y por tanto de uso para todos... Fue un juicio que ocupó gran parte del siglo XVII, mientras que en la práctica eran usados cuando se les necesitaba. Lo que sí proporcionó a corto plazo fue la ley que obligaba a castrar a todos los caballos militares y a no llevar yeguas en los ejércitos a ser posible. Por otra parte estos caballos, en celo, habían creado problemas con las yeguas en algún momento militar de relevancia.

El 11 de Junio de 1580 se fundó Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de Buenos Aires, conocida por todos como Buenos Aires, cerca del río San Gabriel (El Riachuelo), a la entrada del estuario del Río de la Plata. Estaban bien pertrechados con mil caballos y quinientas vacas propias, ninguna cabeza de ese ganado venía de Asunción. En la fundación se siguió un ritual medieval en el que leían un rollo con instrucciones de justicia, se daban mandobles con la espada a los cuatro puntos cardinales y se levantaba acta del hecho. Se dedicó los cuatro primeros meses en delinear la ciudad, repartir los solares y construir las casas. El 30 de Octubre le dieron un escudo de armas a la ciudad y se eligió como santo patrón a San Martín de Tours. Garay había buscado el lugar estratégicamente para llegar fácilmente al resto de las poblaciones del interior (pudiendo usar todas las desembocaduras de los ríos), a la vez que podía tener facilidad para comunicarse con España. Esa, además, había sido la idea de Matienzo padre. Defendió el poblado con una amplia red de fortificaciones. Nombró alcalde a Rodrigo Ortiz de Zárate, pariente de doña Juana de Zárate. La primera nave que despachó a España desde allí llevaba la noticia de la fundación de la ciudad, portando cuero y azúcar en lugar de oro. Tras todo esto Garay tuvo que partir a Santa Fe para sofocar una rebelión provocada por cuatro jóvenes asunceños, con trasfondo comunero y en la que el gobernador de Tucumán, Abreu, había sido cómplice. Abreu buscaba tomar la jurisdicción de Asunción, que había disputado con Garay tiempo atrás, pues no reconocía la autoridad que Zárate había legado en su testamento. La traición del propio cabecilla de los rebeldes sofocó la rebelión.

Rivadeneyra escribió en Buenos Aires que de ser cierto el mito de la Ciudad de los Césares debía estar al sur de aquellas tierras, en La Pampa. Aún estaba vivo el mito. En la Pascua de 1581 Garay llevó treinta pobladores y otro clérigo más. La gente en aquella fecha consideraba Buenos Aires como un lugar de destierro . Era una tierra hostil. En 1582 tuvieron que levantar fortificaciones de cara al mar, a causa del ataque de los piratas. Exactamente les atacó Fenton, un pirata inglés de la flota corsaria de Francis Drake, quien llegó a apresar un barco donde viajaba Rivadeneyra.

Garay exploró el sur hasta Cabo Corrientes, donde sólo veía una inmensa llanura, ríos, pastos y patos. Les defraudó no encontrar la Ciudad de los Césares. Mientras, varias tribus confederadas y lideradas por los indios querandíes atacaban Buenos Aires para destruirla y echar a los blancos. Fueron derrotados en el que se llamó el Campo de la Matanza. En eso estaban cuando Garay intentaba regresar a Santa Fe, pero aún estaba en ese territorio de Buenos Aires. Se encontraba con los suyos acampado en el río de Las Palmas. Fueron degollados por los indios itatines, participantes de la confederación derrotada en Matanzas. Garay moría de este modo el 20 de Marzo de 1583.

Antonio Torres de Pinedo, que había llegado a Buenos Aires en Febrero de 1583 para ver que sólo quedaban veinte soldados, se hizo cargo del gobierno de la ciudad. Tuvo el error de ahorcar a cuatro caciques sospechosos de la muerte de Garay. Esa era una muerte deshonrosa para un cacique indio y en consecuencia se retiraron seiscientos indios aliados del socorro de la ciudad. Se vio privado de servicios, ayudas agrícolas, armas, municiones, fuerzas, comida e incluso, ropa.

Asunción pasó a cargo de Juan Torres de Pinedo por tres años. Mandó a Alonso de Vera fundar una ciudad que les uniese con Perú. A esta misión se apuntó mucha más gente que para fundar Buenos Aires o Santa Fe, debido a que Perú era muy rico. Se corría el riesgo de sufrir otro éxodo masivo como el de 1564. Fundó Concepción del Bermejo. La mayor preocupación, sin embargo, era el cultivo de la tierra más que el oro y la plata, que no había. Y es que ya era un hecho que el Río de la Plata tenía su riqueza únicamente del trabajo de la tierra.

Se podría dar por terminada así la conquista del Río de la Plata, pero aún quedaría la expansión por el sur argentino y la consolidación estable de Buenos Aires, así que considero oportuno proseguir hasta, al menos, el comienzo del siglo XVII, si bien no entrando ya en tantos detalles como hasta ahora.

jueves, septiembre 26, 2024

NOTICIA 2345ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 5 de 7)

 Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Martínez de Irala y tiempos sin gobernación.

La nueva expedición que se acercaba al Río de la Plata era, como hemos nombrado ya, la de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. La tardanza de una confirmación sobre la existencia de un nuevo adelantado en el Plata hizo que desde España se quisiese imponer a uno. Pero tal acto se demoró a causa de los relatos de pobreza y miserias que habían traído consigo los que habían regresado de allí. Además, Carlos I estaba ocupado en las campañas de Túnez, del Milanesado, en la rebelión de las tropas amotinadas en Gante por falta de pago y en el Tratado de Niza. En España habían vuelto a comenzar las protestas por la gran cantidad de gastos bélicos, a la par que se preveían más luchas contra la herejía en Europa o contra el turco. En medio de todo esto el obispo de Plasencia usó sus influencias para que se nombrase a Alvar Núñez como adelantado del Río de la Plata. Este se había hecho famoso a causa de su aventura norteamericana que inició al servicio de Narváez. En esta había terminado conviviendo varios años con los indios. El relato que escribió sobre esta experiencia, Naufragios (el cual ampliaría después de su gobernación en el Plata), le dio gran fama.

El 18 de Marzo Carlos I le concedía una capitulación que le premiaba sus diez años de trabajos sobrehumanos y exploración heroica en convivencia con los indios en Florida. Se le daba en ella el título de adelantado, gobernador y Capitán General del Río de la Plata. El 15 de Abril hizo asiento de llevar armas, municiones, vestidos y otros objetos al Río de la Plata, a cambio de heredar todos los títulos, territorio y privilegios de Mendoza si se demostraba que Ayolas estaba muerto (en esas fechas de 1540 aún no se sabía de su muerte, en América no se supo hasta los meses centrales del año). En Sevilla compró dos naos y una carabela y proveyó que otro navío se uniese con la flota en Canarias. El 2 de Diciembre (hay quien dice de Noviembre) partía desde Cádiz con la carabela y las naos Santa Lucía y Trinidad. Estaban bien avituallados. Llevaba consigo a cuatrocientos soldados con el doble de armas, mujeres casadas, nueve clérigos, entre cuarenta y seis y cuarenta y ocho caballos de guerra y otros tantos de cría. De este modo proveía a la expedición mucho mejor de lo que se le pedía. Invirtió en ella 14.000 ducados de oro. Es posible que llevase vacas, pero no llegaron a Río de la Plata. O bien pudieron comérselas en el viaje, o bien pudieron perderlas o deshacerse de ellas en Brasil. Se hubo de arreglar una vía de agua en la capitana en Cabo Verde. El retraso les hizo consumir casi todo el agua del viaje. Cuando llegaron a Brasil era de noche, por lo que les salvó de pura suerte del choque contra la costa el canto de un grillo. Fue allí donde recogieron a Baitos. Llegaron a Santa Catalina el 29 de Marzo de 1541.

A Santa Catalina habían llegado dos frailes franciscanos y nueve soldados desertores de la causa de Galán. Estos se encontraban allí viviendo con los indios, que los acogieron como en otras épocas acogieron a los de Solís. Estos personajes informaron a Alvar Núñez de la destrucción de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Tal noticia era mala para la entrada de la expedición, pues se encontraban sin un puerto donde arribar después de cruzar el océano. Mandó entonces al contador real Felipe de Cáceres al Río de la Plata, pero sin que tuviese que regresar, debía esperarles allí. Su misión era ver la situación de forma previa. A la vez mandó a Pedro Dorantes por tierra para comprobar si se podía llegar al Río de la Plata de ese modo, imitando a Alejo García y a sí mismo en Norteamérica. Visto que sí se podía hacer, Alvar Núñez dividió la expedición en dos. Su pariente Pedro Estropiñán Cabeza de Vaca guiaría a la expedición marítima al Río de la Plata, mientras él iría por tierra con doscientos cincuenta españoles, más indios amigos que fundamentalmente hicieron de porteadores de la carga que consigo llevaban. Partieron de esta manera el 29 de noviembre de 1541 y no llegaron a su destino hasta el 11 de marzo de 1542, en esa fecha, exactamente, llegó la expedición terrestre a Asunción, tras cruzar los ríos Iguazú y Paraná en balsas. En el camino habían pasado hambre, enfermedades, ataques de fieras, habían atravesado selvas, ríos, pantanos, sierras, campiñas... Llega a narrar el propio Cabeza de Vaca que por el camino hubieron de construir hasta dieciocho puentes. Habían fabricado una fragua para hacer anzuelos que vender a los indios... Alvar Núñez puso especial cuidado en llevarse bien con los indios, a los cuales respetaba a causa de conocerles por su pasada convivencia en Norteamérica. Las aldeas de guaraníes les recibieron hospitalariamente gracias a estos buenos tratos. Fue por los indios por los que supo de la ubicación de Asunción, por lo que varió el rumbo de la expedición terrestre hacia allá.

Cuando llegó a Asunción enseñó a Cabrera y a Irala sus títulos, por lo que Irala le dio el mando y Alvar Núñez le nombró su lugarteniente, aparte de confirmar a Asunción como la capital del Río de la Plata. Su primera acción fue mandar ayuda a la flota que había mandado con Estropiñán al estuario. Aprovechó unas barcas que Irala tenía preparadas para partir en busca de la Sierra de la Plata. Su misión era socorrer con alimentos a Estropiñán y reformar el asiento del Puerto de Buenos Aires (ahora se resumía así el nombre) o bien buscarle otra ubicación. Sea como fuese, era necesaria la existencia de un puerto que sirviese de base en el estuario, para poder coordinarse mejor con las expediciones marítimas que venían de Europa o de otras regiones americanas.

En todo el tiempo del viaje terrestre de la expedición, Estropiñán, con ciento cuarenta y nueve hombres y un número mayor de mujeres, se vio dificultado para llegar al estuario, ya que su piloto murió a causa de su vejez y las fatigas del viaje (era un piloto veterano de la expedición de Mendoza). Ya en la misma Santa Catalina se le habían estrellado dos barcos. De los dos que le quedaban uno era tan viejo que hubo de desmontarse. Con un solo barco llegaron a las ruinas del viejo puerto. Allí encontraron la carta en un poste, por lo que se dirigieron, por necesidad, a San Gabriel para recoger el maíz y el trigo que se les prometía. Este se encontraba en una especie de cabaña de madera que hacía de silo, pero había pasado tanto tiempo que estaba malogrado. Los pájaros se habían comido casi todo y lo que había estaba lleno de su guano. Aún con todo se alimentaron de ello. En Febrero de 1542 decidieron mandar a Felipe de Cáceres con el piloto Nicolás de Rodas en busca de alimentos y ayuda. La mala suerte provocó que equivocaran el camino por el río Uruguay, como en su día hizo Grajeda. Su vuelta atrás fue peor, pues les sorprendió una tormenta que les retuvo en Martín García. Se dispersaron y no se pudieron volver a reunir en veintidós días. Recibieron ataques indios hasta que el capitán Alvarado decidió seguir. En ocho días más pudieron ver que se les acercaba una embarcación española por el río, se trataba del capitán Juan Romero, que había sido enviado por Alvar Núñez en su socorro veinticinco días antes. Juan Romero había encontrado primero a la primera parte de la flota dispersa con Felipe de Cáceres, a la que salvó de los indios. Todos ellos regresaron al puerto natural de San Gabriel, pese a que Cáceres quería ir a Asunción. Romero se impuso por considerar más humanitario ayudar con los alimentos a Estropiñán. Aún así se produjo alguna deserción por hambre. Cuando llegaron a San Gabriel se vieron sorprendidos por una ataque indio que mató a cinco o seis españoles.

Era invierno y eran pocas personas. El nuevo puerto lo fundaron junto al río San Juan, el cual era un buen puerto natural y tenía una buena tierra fértil y de pastos. Aunque las tapias del poblado eran tiradas por las crecidas del río. Se encontraban a la entrada del Río de la Plata, el cual lo consideraron un lugar estratégico para sus contactos con España. En unos primeros momentos hubieron de combatir a los indios. Estos evitaban su asentamiento no dejándoles plantar sementeras. Esa situación propició una vida incierta que les hacía pelear de día y jugar o fornicar de noche. Cáceres, el contador real, llegó a perder en el juego hasta dos veces la artillería de la guarnición. Al no poder de la empalizada y no poder abastecerse se repartieron los vienes de López de Aguiar, logrados del naufragio visto, pese a que Alvar Núñez los prefería usar para fundar la nueva Santa María de los Buenos Aires. El capitán Alvarado fue nombrado tesorero y llegó a haber oficiales, regidores, soldados, sacerdotes y mujeres. Alvar Núñez, enterado de todos estos sucesos, mandó a Gonzalo de Mendoza el 25 de Julio para reforzar San Juan y fundar definitivamente Buenos Aires. Tan sólo llegó a tiempo para ver arder San Juan y ver como mataban a un español. Sus refuerzos ocasionaron un conflicto. Gonzalo de Mendoza quería cumplir las órdenes de Cabeza de Vaca fundando Buenos Aires, pese a que en Asunción se vivía más pacíficamente, y con múltiples mujeres. Pero los de Estropiñán no habían conocido el descanso desde que partieron de España y querían ir a Asunción. Se decidió al final destartalar lo que quedaba de San Juan e irse todos a Asunción el 18 de Octubre.

En su viaje de regreso ocurrió algo que sería conocido posteriormente en el mundo entero y que en ocasiones se interpretaría como un castigo divino por el comportamiento con los indios . El 1 de Noviembre, día de Todos los Santos, con el cielo raso y sin vientos, la nave capitana y otras tres más fueron a la orilla para esperar a dos naves retrasadas. Un grupo de indios les atacaron por sorpresa y se desembarcó para responder el ataque. En esos momentos se produjo un terremoto que hizo desplomarse un trozo de tierra sobre una de las proas encalladas en la orilla, mientras otro trozo caía en el río agitando sus aguas. Se dio orden de no abandonar los barcos, por considerarlos más seguros. Fue un error, un tercer desplome de tierra agitó el río de manera que destruyó una de las naves. Hubo once hombres y tres mujeres muertos. Aquel seísmo no se interpretó más que como una acción de Dios (en España prácticamente no se conocen estos fenómenos geológicos). Veinticuatro hombres optaron por la deserción en aquel momento creyendo que había llegado la hora del Apocalipsis. Tras todos estos hechos, no llegaron a Asunción hasta el 21 de Diciembre.

En el ínterin, en Asunción, Irala estuvo cuatro meses de expedición por Paraguay en busca de la Sierra de la Plata. Había tenido conflictos con los indios guaycurúes, por lo que Alvar Núñez intenta escarmentarlos. Tras una pequeña batallita victoriosa se animó a irse en Octubre a expedicionar él mismo por el Paraguay. Se llevó consigo a trescientos arcabuceros y ballesteros. Tuvo un viaje de guerra con los indios, amotinamiento de su tropa, una epidemia, y una mortandad alta. Llegaron a ver las cataratas del Iguazú. Decidió regresar a causa del hambre y los problemas de la expedición, pero la guerra con los indios (había llegado a ahorcar a un cacique llamado Aracare por no prestar a su pueblo como tropa de auxilio) le hizo retomar una política de mayor amistad hacia ellos. Sin embargo, a su regreso a Asunción había un motín en marcha.

Previo al motín mencionaremos que Asunción sufrió un incendio accidental el 4 de Febrero de 1543 que duró cuatro días. No se podía atender a la sofocación de las llamas, ya que los hombres se vieron vulnerables en esa situación y prefirieron dedicarse a estar alerta ante un posible ataque indio. La rápida propagación por la ciudad fue a causa de los techos de paja, por lo que en la reconstrucción inmediata se alejaron los solares unos de otros y se crearon cuadras con tapias, como división. Se prefirió reconstruir todo con piedra, si era posible. Alvar Núñez reabasteció a todos con su propio dinero entregando trajes de la tierra , principalmente.

Otro hecho a relatar previo a narrar el motín, se trata de la expedición del capitán Diego de Rojas mandada desde Cuzco por el visitador Vaca de Castro. Llevaba consigo a doscientos hombres para abrir la ruta cuyo fin último era realizar operaciones comerciales entre ambas zonas. La idea inicial era investigar hasta donde llegaba el Incario, lo que era decir el Imperio Inca. Estos lograron establecer la comunicación de Asunción con el Alto Perú. Rojas había partido de Cuzco en 1542 usando las calzadas del Incario hasta el lago Titicaca y Charcas (en Bolivia). Llevaba consigo un amplio ganado caballar para uso propio, pero del que quedó algo en el sur de Catamarca y el norte de Córdoba. Bajó la puna de Jujuy y después Tucumán, donde los indios quisieron preservar la zona de los metales de Chile, mandando a la expedición hacia Córdoba bordeando los ríos Tercero y Carcarañá. Rojas murió por una flecha envenenada en Salavina, pero tomó el mando Francisco de Mendoza, que condujo a la tropa hasta Sancti Spiritu, lugar al que llegó en 1543. Encontró allí una nota de Irala enterrada en una vasija donde se leía que se habían trasladado a Asunción, lugar al que se dirigió. En el intento, subiendo las aguas, murió por un motín. La tropa regresó entonces a Cuzco, a donde llegó en 1546. Entre esos hombres estaba Juan de Garay, que tendría importancia posteriormente en el Río de la Plata. Los inversores habían perdido 30.000 pesos de oro cada uno.  Los indios de Tucumán habían recibido bien a los españoles porque habían heredado, con su conquista y el matrimonio mestizo de Pizarro, todos los derechos del Inca . En Perú se encontraron con las guerras civiles a causa de la rebelión de los encomenderos. La Gasca, auditor presidente de Perú, fue quien acabó con los almagristas y con ellos, con la guerra, en 1549. Entonces retomó esta vía abierta y mandó a Núñez del Prado, que fundó varias ciudades en Tucumán y llevó allí ganado ovino y vacuno.

Cuando Alvar Núñez regresó a Asunción de su viaje por el Paraguay inició una serie de reglamentaciones. En quince días estalló el motín. Los cobros de los diezmos fueron lo que dividió a los españoles entre leales a Alvar Núñez y tumultuarios, seguidores de Irala (que estaba detrás de la revuelta). Pero había asuntos de fondo más importantes. Alvar prohibió el comercio de esclavos, incluso traídos por los portugueses (aunque fue él el primero en haber traído indios esclavos al Río de la Plata, unos cuarenta y cinco de su viaje por el Paraguay ). Además, el 6 de Enero, había declarado que los guaraníes eran vasallos de Su Majestad (de acuerdo a las Leyes Nuevas), por lo que prohibió comprar cautivos incluso tras guerras con ellos (que pasarían a ser guerras civiles). Mucho menos se debían comprar mujeres, pues estas no eran mercancías. Prohibió el incesto. Amenazaba con ahorcar a quien obligase a trabajar a los guaraníes en contra de su voluntad. Al mismo tiempo hizo saber a los guaraníes que no tenían obligación de "tovaya", esto era: de prestar servicios al cuñado. El fiscal Villalobos, en España, acusaría más tarde a Alvar Núñez de prohibir comprar cosas a los indios esclavos (lo que en realidad era perjudicial no sólo para los españoles, sino también para los propios esclavos). Además, inició una campaña para que los indios adaptasen los ritos cristianos a sus formas religiosas, aunque quemó los ídolos puramente indios y su administración no terminaba de ver bien algunos ritos de chamanismo en el culto cristiano.

Era una política muy diferente a la practicada por Irala, el cual había llegado a repartir hasta 26.000 indios, a esa fecha , en encomiendas. Aprovechó para ello el apoyo de los guaraníes, que le ayudaron en guerras y capturas de indios enemigos suyos, tales como los payagúas, lo guaycurú y otros. No dudó, además, en colocar jefes indios adictos a los españoles para un mejor control. En 1545 Irala aún mantenía la esclavitud india en número de 25.000 personas para cavar la tierra y hacer casas. E incluso seguía comprando mujeres. Unos ochocientos blancos y mestizos controlaban en Paraguay a unos seis mil o siete mil indios. Se defendía en la idea de que el encomendero favorecía, adoctrinaba y curaba a los indios bajo su encomienda, aunque esto era algo muy relativo o falso. Por otra parte, con él gobernando Asunción los españoles se habían dado a la holganza, habiéndose acostumbrado a que las mujeres indias (principalmente) trabajasen por ellos, cuando no los hombres indios por la "tovaya". Habían creado una sociedad igualitaria en la ciudad que era poligámica. Los hombres podían tener varias mujeres a la vez, siendo raro que se tuviera una sólo e incluso dos . No se distinguía la condición social para tener derecho a las mujeres. Las mujeres blancas tuvieron más reparos de juntarse con los indios, o quizá más dificultades por ambas partes. Hay relatos de mujeres blancas deseadas por hombres indios que se vieron fuertemente rechazados. Las mujeres blancas a veces criaban a sus hijos blancos y a los hijos mestizos de su marido, de origen bastardo. Pero las propias mujeres blancas se daban a la fornicación, como relata algún cronista, aunque sólo con hombres de su color de piel. Las mujeres indias trabajaban los campos y los hogares de su hombre blanco, pero a menudo no podían hacerlo por estar atendiendo las apetencias sexuales de este, las cuales (según el cronista que lo describe como "Paraíso de Mahoma") eran frecuentes. En el ámbito sexual las indias contaban con la ventaja de no haber sido educadas en una estricta moral católica, lo que favorecía que se prestasen a determinadas posturas y practicas sexuales, a la par que no tenían reparo en participar activamente en el gozo del acto sexual. Por otra parte, los indios varones no tardaron en darse cuenta en que los españoles no correspondían a esta tradicional alianza sexual suya. Los matrimonios mixtos tenían por objeto acercar a las tribus, aliarlas y hermanarlas. Los españoles les ayudaban en sus guerras, pero les trataban como siervos y no como familiares que eran. Por otra parte los españoles no cumplían los lazos de alianza al completo, pues no les casaban o entregaban a sus mujeres. Eso dio lugar a diversas revueltas, como ya dijimos más atrás.

La revuelta estalló el 25 de Abril de 1544. Quince días después de regresar Alvar Núñez de su viaje por el Paraguay. Irala se encontraba estratégicamente ausente de Asunción. Alvar y una mayoría de seguidores suyos fueron tomados por varios oficiales, entre ellos Acosta, que era tratante de esclavos. Estuvieron encarcelados por ocho meses. En principio Irala intento guardar las formas rechazando el apresamiento "pro forma", pero lo aceptó en cuanto se le confirmó el cargo de gobernador mediante el voto de los pobladores, según la Real Cédula de 1537 que aún portaba Cabrera para un gobierno vacante. En el trasfondo del conflicto había algo de la política de España, ya que había elementos comuneros entre los tumultuarios. Había varios veteranos de Padilla . Alvar Núñez no dejaba de ser un enviado imperial que estaba cumpliendo las órdenes del Emperador cuando aplicó las Leyes Nuevas. Eso había credo tensión entre los comuneros que se habían exiliado a una conquista incierta de América, lejos de Castilla y el centro del Imperio. El 7 de Marzo de 1545 Alvar Núñez Cabeza de Vaca era metido en la carabela Comuneros para ser devuelto a España. Fue bajado por el río Paraná, cruzándose con los barcos de Nuflo de Chávez, que ahora veremos. Se negó a comer nada por miedo a ser envenenado. El 2 de Abril se cruzaron con otra nave con leales a Alvar Núñez que habían sido apresados. Los prisioneros más importantes, que eran llevados a España por medio de Cabrera y Venegas, eran Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Estropiñán y Salazar. Una tormenta en medio del mar debió recordarles a Cabrera y Venegas el capítulo del Día de Todos los Santos, pues decidieron liberarles y darles uno de los dos barcos. De todos modos, los cinco personajes se reencontraron en las Cortes con expedientes abiertos a todos. Alvar Núñez fue desterrado injustamente, pero prestó servicios a la Corona en Argel, por lo que años después fue perdonado por haber provocado una rebelión y el reavivamiento de sentimientos comuneros. En ese momento escribió sus comentarios añadidos a Naufragios, donde hablaba de su periodo como gobernador del Río de la Plata. A la vez habló de la esclavitud a los indios en aquel lugar, así como de los castigos corporales que él vio que les infligían, así como de las múltiples muertes por celos de indios, de asesinatos por celos de indios, o por celos de españoles, que también había visto.

Martínez de Irala reguló los pagos mediante trueque volviendo a las monedas de tierra, ante la falta de metales preciosos. Los objetos de hierro eran los más cotizados. Pronto se formó una gran inflación. La colonia tuvo un latente estado de guerra civil, por lo que Irala optó por crear expediciones en busca de la Sierra de la Plata, que era lo que cohesionaba a la población tras el enfrentamiento con Alvar Núñez. Aún así ya empezaban a haber personas que abogaban por poblar y vivir de las encomiendas más que en seguir buscando un oro y una plata que, cada vez parecía más claro, no existían. Hizo participar a Nuflo de Chávez en varias de esas expediciones. Fue este quien trajo historias provenientes de Pilcomayo sobre una sierra que manaba plata, según contaban los indios, no dejaba de ser, otra vez, un reflejo de Potosí, que había sido descubierto hacía poco por los conquistadores de Perú, aunque este dato no lo conocían. Ese rumbo puso el propio Irala en Noviembre de 1547, con doscientos cincuenta españoles, veintisiete caballos y unos dos mil indios. Fue hacia el Chaco y llegó hasta las sierras del Perú. Fue entonces cuando descubrió que aquel territorio ya había sido recientemente conquistado y que la Sierra de la Plata eran las minas de Potosí. Así que en cierto modo el mito era real, aunque no como se había extendido. Fuese como fuese, Paraguay había perdido sus privilegios sobre ese lugar, al no haberlo descubierto  ni conquistado ellos. Por aquella situación, y temiendo una posible guerra civil a su vuelta ante este resultado de tantas vicisitudes, fatigas y enfrentamientos, decidió mandar a Nuflo de Chávez como emisario ante LaGasca, que era un licenciado que gobernaba Perú como presidente de la Audiencia. La idea era ofrecerle su concurso en aquella sierra. Una ayuda militar y de colonización a cambio de poder participar de los beneficios. En su viaje Nuflo no dudó en matar a niños, viejos y viejas, y a cualquier clase de indio. Ellos mismos eran atacados por muy gravemente por estos mismos. La única utilidad de aquel viaje, al final, resultó ser el de comprobar que las cabras eran las mejores porteadoras en los territorios de sierra. Él inició a esta clase de ganado como porteador. De hecho, el balido de las cabras a su paso por los Andes hizo que ciertos indios huyeran despavoridos creyendo que era un arma desconocida. Cuando Nuflo volvió a entrar en Asunción en 1550 se le esperaba cargado de oro y plata, tan sólo traía un rebaño de doscientas cabras, el primero del Río de la Plata.

Irala, cuando se separó de él en 1548, no pudo esperarle, ya que los oficiales reales que iban con él insistieron en volver a Asunción, dado el triste resultado. Irala dio el mando a Gonzalo de Mendoza y regresó a Asunción. En su ausencia había estallado un nuevo motín en la ciudad. Lo lideraba Francisco de Mendoza, el cual es un personaje con un nombre homónimo al Francisco de Mendoza que viajó con Diego de Rojas. El gobernante delegado que había dejado Irala había sido muerto por los amigos de Alvar Núñez que quedaban en el lugar, aprovechando la ausencia de Irala. Habían sido encabezados por Diego de Abreu. Irala volvió al gobierno para controlar a los sublevados. Usó de la energía y la persuasión para mantenerse. También usó los métodos indios de casamiento, uniendo en matrimonio a dos de sus hijas con sus opositores más destacados, Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara. En eso estaba su gobierno cuando llegó parte de la expedición de Diego de Sanabria en 1551, cuyo padre, Juan de Sanabria, era el personaje al que envió Alvar Núñez, en una de las expediciones pasadas, en busca de agua. Traía consigo varias mujeres españolas solteras. Para 1550 Irala decidió hacer más expediciones cuyo único valor era mantener ocupados a los opositores y capturar algún indio que encomendar mediante la guerra justa. Es a partir de esa fecha de 1550 cuando los indios guaraníes empiezan a ser conscientes plenamente de que son tratados como siervos en las encomiendas y no como familiares. Los itatinos, los paranáes y los guarambarenses se rebelaron, haciendo muy difícil (o casi imposible en algunas zonas) el control de Paraguay. Estas rebeliones disminuyeron la mano de obra, lo que también era un segundo objeto en contra del mantenimiento del dominio español. Los indios, además, se veían reducidos en número por el gran número de nacimientos mestizos, al no poder relacionarse sexualmente con ellos muchas de las mujeres indias. Irala optó por la represión de los indios con mano muy dura, fuesen enemigos o aliados que simplemente desaprobaban su acción represiva.

En cuanto a las exploraciones que hemos mencionado, Nuflo de Chávez destacó en la expansión del territorio hacia Perú, siempre hacia la sierra donde estaban los metales. Aún tenía Irala la esperanza de lograr algún beneficio por esa vía. Con la expansión del territorio y las encomiendas constantes pasó el tiempo hasta que en 1555 le llegó la confirmación como gobernador del territorio. En ese año Carlos I había abdicado en su hijo Felipe II. Su reinado comenzaba con una guerra contra Francia, por lo que se trató de resolver el problema de la gobernación del Río de la Plata lo más rápidamente posible, y esa rapidez sólo podía venir conformando una situación dada de hecho en la persona de Irala, que, por otra parte tenía firmada su confirmación desde 1552. También influyó el fracaso de Juan y Diego de Sanabria, que luego veremos.

La confirmación venía portada por varias personas que habían regresado a España en esos años, Salazar (al que vimos apresado junto a Alvar Núñez), Diego de Sanabria (el personaje que acabamos de ver, que también era partidario de Alvar Núñez) y el capitán Díaz Melgarejo y los hermanos Goess. Y no sólo traían la confirmación de Irala, traían también la orden del Rey de que cesasen las conquistas y proliferasen los asentamientos bien hechos en esa gobernación. Cosa que se había aprobado en el Consejo de Indias. Irala no perdió oportunidad para poblar lo más cerca que pudo del territorio donde estaban los metales, hacia el norte y hacia el oeste, desoyendo totalmente las recomendaciones de poblar de nuevo la entrada del Río de la Plata. Los Goess introdujeron una gran cantidad de ganado vacuno de origen brasileño, lo que inicio, ahora sí, los grandes rebaños vacunos de Argentina. Irala se dedicó a organizar la colonia con gran dedicación, sobre todo con las encomiendas, que era lo que más atraía a los españoles después del fracaso de la Sierra de la Plata.  En 1556 llegó un barco, donde estaba Acosta y el obispo Pedro Fernández de la Torre, altamente armado. Una parte se quedó en San Gabriel, mientras que otra marchó a Asunción. En ese momento Irala permitió irse a España a varios hombres suyos que portaban quejas contra él. Sin embargo, Irala murió por causas naturales, era ya anciano tras una vida muy ajetreada. Tuvo una larga agonía. Sabía que iba a morir, por eso permitió la partida de aquellos. Aún así no tuvo problemas en su agonía para mandar ahorcar a varios indios ancianos que se negaron a colaborar en sus acciones represivas contra otros pueblos indios.

Antes de esta muerte de Irala, hay que mencionar diversos intentos que se hicieron en la etapa entre la expulsión de Alvar Núñez y la confirmación de Irala. Ya hemos mencionado la acción de Núñez del Prado en Tucumán en 1549. A este le echó otro conquistador del Perú, Francisco de Aguirre. En 1552 se proponía conquistar desde Perú al Atlántico, pero sólo pobló las sierras, trayendo consigo ganado vacuno chileno. Por entonces, los de Chile pensaron en ocupar Tucumán. Nuflo de Chávez y Melgarejo exploraron Xaraves y Guayra. Melgarejo fue uno de los capitanes que vinieron al Plata en la expedición de Sanabria, como ya veremos. Chávez fundó Santa Cruz de la Sierra en 1561, que se transformó en una etapa obligada entre el Perú, Chile y Río de la Plata. Los de Asunción se vieron muy atraídos a esta población sobre 1564, a causa de la cercanía de Potosí y de Perú. Juan de Garay fue uno de los primeros pobladores de esta ciudad. Lo que fue un acercamiento más al lugar que le daría la fama en el futuro. Los problemas de jurisdicción entre Perú y Asunción se zanjaron por el Virrey de Chile, creando la jurisdicción de Charcas que cubría Tucumán y Moxos. Esta jurisdicción la controlaría Asunción por puros intereses económicos.

En 1547 otro intento fue de Francisco Paredes, un mercader. Logró un permiso para establecerse en San Juan. Y otro intento más fue el de Alonso Cantero, un conquistador veterano de los tiempos de Mendoza. Pidió la explotación de la isla San Gabriel, la cual le fue concedida por Real Orden el 22 de Mayo de 1549. Podía instalar un mesón para avituallar naves y hospedar viajeros. Pero fueron intentos casi nulos.

Un tercer intento fue el de Juan de Sanabria, que influiría en la confirmación de Irala como gobernador. La Corona había confiado en él para establecerse en la entrada del Río de la Plata y en Santa Catalina con ochenta matrimonios, cincuenta solteros y veinte mujeres solteras. Pero la muerte sorprendió a Juan en 1548. Por ello el encargo pasó a su hijo Diego de Sanabria en 1549. Mientras estuviese de viaje a su gobernación habría de gobernar Alanís de Paz. Partieron el 10 de Abril de 1550, capitaneados por Salazar y acompañados de Melgarejo y los hermanos Goess. Llevaban trescientos hombres y cincuenta mujeres. En las Palmas de Gran Canaria hubo un motín que se complicó cuando les asaltaron corsarios, por lo que la flota se dispersó por Guinea. Tardaron más meses de lo habitual en llegar a Santa Catalina, con la mala suerte de perderse dentro del Río de la Plata y tener que remontar hasta Brasil para ir a San Vicente y San Francisco. La nave capitana se perdió aún más y acabaron en el mar Caribe. Diego de Sanabria acabó naufragando en Santa Margarita. La gente de la expedición que se quedó en el Río de la Plata pudo ver llegar el barco de Bartolomé Justiniano, el cual portaba la confirmación de Irala como gobernador en 1552, ante la tardanza de noticias de Diego de Sanabria y Alanís de Paz. Los de la expedición de Sanabria que habían quedado en el Río de la Plata fueron recogidos por Justiniano, el cual se encargo de llevarles a Asunción. Sin embargo no pudieron llegar allí hasta 1555.

Cuando Irala murió en 1556 delegó el gobierno en su yerno, que a la postre era Gonzalo de Mendoza, pero este también estaba ya viejo y moría en 1558. Haciendo uso de la Real Cédula de 1537 los pobladores eligieron popularmente a Francisco Ortiz de Vergara como nuevo gobernador. Un nuevo intento por colonizar el Río de la Plata se producía en esos años. Felipe II contrataba en 1557 a un militar con experiencia conquistadora, Jaime Rasquín. Debía llevar a seiscientos hombres y fundar cuatro ciudades. Al final sólo llevó a doscientos hombres. Partieron en 1559, pero equivocaron el rumbo de los vientos y se encontraron en aguas calmas en medio del paso del ecuador por el océano Atlántico. Aquello provocó un motín que hizo que la expedición se marchara a Santo Domingo.

El gobierno de Francisco Ortiz de Vergara duró hasta 1567. En todo ese tiempo no se preocupó en nada de la administración. Incluso se dio el caso de que ningún barco les proveyó de nada desde España o Brasil. Por esa razón fue depuesto por Juan Ortiz de Zárate el 20 de Febrero de 1567.

lunes, septiembre 23, 2024

NOTICIA 2344ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 4 de 7)

 Vacío de gobierno.

Mendoza se había marchado dejando a Salazar en busca de su lugarteniente Ayolas. El cargo de Ayolas le transformaba en el heredero de Mendoza para gobernar Nueva Andalucía (Río de la Plata). Sin embargo Ayolas estaba muerto desde Febrero, por lo que Salazar e Irala no le encontraron y le dieron por perdido hasta que, meses más tarde supieron de la muerte por medio de los indios. Se había producido así una situación irregular en la que no se sabía quien debía gobernar. Por un lado Martínez de Irala se sentía legitimado a causa de que Ayolas le había concedido el gobierno de Corpus Christi y Candelaria en su ausencia. Salazar se sentía autorizado por Mendoza dados los cargos que le dio para buscar a Ayolas y a que en Agosto fundó Asunción, futura capital de Paraguay. Mientras que Galán se sentía también heredero de Mendoza por ser a él a quien dejó a cargo de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Obviamente se produjeron disputas a causa de este vacío de poder.

Asunción era en realidad una casa fuerte colocada en un puerto natural del Paraguay, situado cerca de un poblado de indios carios llamado Lambaré. Estos no deseaban la permanencia de los españoles en su territorio, a los cuales veían como un peligro para su subsistencia. Los indios creyeron haber llegado al trato de darles alimentos a cambio de que se fuesen, pero Salazar permaneció con los suyos en el lugar. Hubo algunos combates con victorias españolas. Los indios desconocían las armas de fuego y se rindieron por miedo a la muerte por ruido que perfora, como ellos lo entendían. Tras tres días de asedio entregaron a Salazar comida y mujeres, como símbolo de paz y alianza o sumisión. Schmidl relata que se dio hasta tres mujeres por hombre para que lavaran y cocinaran. Aunque es de esperar que tuvieran otras funciones como las de trabajar la tierra o la satisfacción sexual. Salazar, no contento con esto, obligó a trabajar a los hombres indios en la construcción de la casa fuerte de Asunción. Una edificación de piedra, madera y tierra que habría de refugiar a los españoles en caso de que estos carios volvieran a levantarse. Para su mejor dominio creó una serie de reglas de trabajo estrictas que se adaptaban a la vida de los guaraníes (su tribu troncal). Las prácticas de Asunción se llevaron a cabo en Corpus Christi. Se recurría a la imposición por las armas y a saqueos para lograr comida o mujeres, sobre todo en caseríos multifamiliares guaraníes. Aunque por lo general se prefería recurrir a alianzas sexuales con las mujeres (un cronista llega a describir el lugar como "paraíso de Mahoma", por considerar que se formaban auténticos harenes). Por medio de estas alianzas sexuales muchas tribus se unieron a los españoles e intervinieron en diversas guerras con otros pueblos indios. A veces los españoles usaron las rivalidades entre tribus o las fomentaron para poder alcanzar sus objetivos de dominación del territorio. Buena parte de los exterminios de pueblos indios mediante la guerra se produjo por la ayuda de pueblos indios aliados, los cuales a veces eran más crueles que los españoles con sus enemigos. La forma de vida de estos indios era horticultora itinerante. Practicaban rozas, aunque también cazaban y pescaban. Las mujeres eran las que trabajaban la tierra, e intercambiarlas creaban lazos de deberes y derechos entre las dos partes de los intercambiantes. Los españoles aceptaron este sistema de alianza, el cual les beneficiaba, pues así las mujeres trabajaban por ellos. Además, se fomentó las relaciones poligámicas. En cierto modo era un cierto modo de cautiverio y hay quien lo ha definido como esclavitud biológica.

Salazar, habiendo asentado bien Asunción, regresó a Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire con la noticia de esa fundación en buenas tierras, y la de que Ayolas estaba perdido en la selva. Esta noticia hizo que, en principio, se volviesen a repetir diversas expediciones en su busca. Pero estas eran sin resultado y provocaban, además, grandes privaciones a los que participaban y muertes. En periodos de lluvia se llegó a buscar con el agua enfangada hasta la cintura. La búsqueda, por otra parte, se prolongo hasta 1540, cuando supieron de su muerte. Entre tanto ocurrieron diversas disputas por el mando de la gobernación. Galán fue a por víveres a Asunción, en vista de las noticias de Salazar. Antes se detuvo en Corpus Christi para inspeccionarlo y certificar las noticias, aparte de comenzar a mandar expediciones en busca de Ayolas. Llegó a Asunción en Febrero de 1538, pero aquello no era tan próspero como le dijo Salazar. Había una plaga de langosta que se estaba comiendo todo lo sembrado. Hasta 1540 las grandes lluvias y las plagas de langosta se repitieron de forma tal que crearon muy serios problemas a los españoles. A Asunción también acudió Irala para carenar sus naves. Reunidos los tres se acordó que Martínez de Irala sería el Gobernador interino en ausencia de Ayolas. Lo que le comprometía a seguir buscando al que aún era su jefe. Cosa que cumplió hasta que supo de su muerte en 1540. Salazar cedió a Irala la ciudad de Asunción como sede de su gobierno. Mientras Galán, algo disconforme, aceptó que él quedase como gobernante de una jurisdicción alrededor de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, lugar al que se dirigió tras aquella reunión. Allí estaba creciendo bien el maíz y el trigo, aunque seguía siendo insuficiente. Esto hizo que tomara la decisión de dar a los eclesiásticos la misma proporción de maíz y trigo que al resto de la población y oficiales. En realidad les correspondían un diez por ciento de lo cosechado, como consecuencia del diezmo que les concedía la bula papal de 1501 Eximiae Devotionis. Por ello el contador real, Felipe de Cáceres, y el tesorero real, García Venegas, le exigieron el pago del dicho diezmo. Galán se negó y los eclesiásticos le apoyaron ya que sabían que aquello supondría nuevas hambres (aparte de que Galán fue generoso con el culto, ya que les construyó iglesias en aquella ciudad, en Corpus Christi y en Asunción). Galán mejoró el reparto de los alimentos, pese a los funcionarios de la Hacienda Real y mejoró las cosechas sin tanta ayuda de los indios, como anteriormente. Él mismo se prestó a dar ejemplo trabajando en el campo.

En aquellos momentos llegaron a Puerto de Nuestra Señora de Santa María del Buen Aire los dos primeros barcos que iban a abastecer a unos conquistadores en esa zona de América. Uno de ellos era parte del segundo viaje que Mendoza debía hacer para reforzar a los del primer viaje, según su capitulación. Esos refuerzo vendrían muy bien, ya que se calcula que la expedición original pudo rebajarse, entre muertes, deserciones y gente que se fue con Mendoza, al número de trescientas personas. Este barco llegó en Abril de 1538 y estaba mandado por Antón López de Aguiar. El nombre del barco era el Santa Catalina. Formaba parte del segundo viaje de la escuadra de Mendoza, la cual estaba a cargo de Orduña, quien tenía el trato con Mendoza de encargarse de este refuerzo y lo mantuvo pese a la muerte del adelantado.

El segundo barco pertenecía a la familia de banqueros Centurión y a Pozo Banelo. Se llamaba Santa María y estaba pilotado por León Pancaldo. Navegaba junto al Concepción. Ambos tenían por destino comerciar en Perú pero los vientos alteraron su rumbo y decidieron continuar el viaje hacia la Patagonia. La Concepción se estrelló contra la costa y los marineros fueron a pie hasta Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. La Santa María se estrelló contra las barrancas de ese puerto. Cáceres y Venegas hicieron recuento de todo el material rescatado del naufragio o llegado a la costa, incluidos dos esclavos negros al servicio de la embarcación. Ambos funcionarios retorcieron el asunto de tales pasajeros hasta acusar a Pancaldo de querer introducir la venta ilegal de esclavos en el puerto (pues la exclusiva no era de ellos, como decían las capitulaciones). Los esclavos fueron subastados, al igual que el resto de la mercancía. Los náufragos sacaron muy pocos beneficios, con lo que aquello era una ruina total para ellos. Los artículos llegados eran un desahogo y un lujo para los colonos. Había objetos suntuarios, de ropa, armas, de higiene, de escritura (cuyos útiles ya faltaban), ropa al modo europeo y no tanto al que América les impuso, alcoholes... Esta es la larga lista de lo subastado:

Dos esclavos, agujas, hilo de colores, tijeras, estuches tocados, cepillos, paños de Holanda, camisas, pañuelos, mantelería labrada, sedas, brocados, terciopelos, zapatos, hebillas, espejos, plumas y penachos de adorno, afeites, pomos de agua de ángeles y azahar, calzas, jubones, sombreros de varias calidades, bonetes, pantuflas, peines de barba, camisas de Rouan y de labores, presillas, peinetes para limpiar dientes, espadas, rodelas, cuchillos de Bergara y Alemania, talavartes, arcabuces con sus cajas de accesorios, riendas, cinchas, pretales, cabezadas, sillas, jinetas, espuelas, martillos, barrenos, piezas de calafateo, azadas, clavos, escribanías, plumas de escribir, papel, jabón de losa y común, pimienta, clavo, nuez moscada, azafrán, canela, aceite, aceitunas, azúcar, ciruelas, avellanas, alcaparras, peras, ajos, mostaza, vino, cortinas con seda y oro, vidrio esmaltado, tazas y ampollas.

Todo ello valía un total de diez mil ducados, pero Díaz del Valle lo embargó por dos mil sesenta y cuatro ducados, de acuerdo con el derecho de almojarifazgo que tenían. Vendió los artículos entre los ciudadanos, aunque él se quedó con los más preciados para sí o para venderlos o dárselos a los amigos, de ese modo llegó a alcanzar la alcaldía de Asunción. Pancaldo murió por sorpresa... ¿el naufragio, el disgusto, un asesinato, la ley de vida que le dio un infarto...?

El 4 de Junio de 1538 Galán aprovechó algunas de las mercancías para mandar a Gonzalo Mendoza a Brasil a por algunas cosas para abastecerse aún mejor. En el puerto de Santa Catalina halló a la Marañona, uno de los barcos mandados por Orduña. Tal barco estaba mandado por Alonso Cabrera, un personaje de alto carácter paranoico. Esta nave, además, resultaba ser la nave que en el pasado se retrasó y llegó a Santo Domingo, la Santiago. Cabrera se encontraba parado por imposibilidad de poder entrar en el Río de la Plata. Gonzalo de Mendoza hubo de enseñarle el camino haciéndose seguir, pero con la mala suerte de estrellarse en la costa con todas las provisiones conseguidas en Brasil. Cabrera hubo de recoger a los hombres del naufragio. Trajo al puerto sus propias provisiones, hombres y noticias. Portaba una Real Cédula del 12 de septiembre de 1537 por la que Carlos I otorgaba a los habitantes del Río de la Plata elegir a su Capitán General. Él, Alonso Cabrera, era la suprema autoridad del Rey en esos momentos, y tenía poder para certificar el cargo de Capitán General. No tenía intención de hacer cumplir la voluntad de los colonos. Su idea era hacerse con la capitanía. Pero también querían tal cosa Galán e Irala. Por ello se inició una lucha civil. Cabrera tenía la ventaja de poder controlar lo fiscal, lo que era un poder que jugaba en su favor. Él sí cobró diezmos.

La falta de caballos y armas para seguir la conquista hizo que se mandasen dos barcos a España. Uno a la Casa de Contratación pidiendo tales cosas a préstamo. Otro para presentar las quejas de los pobladores de la gobernación al Rey. Mientras, las luchas de poder hicieron que Galán compartiera el gobierno de su jurisdicción con Cabrera. En Mayo de 1539 se decidieron a partir para ver a Irala a Asunción. Cabrera alegaba que debía tener  el mando a causa de tener poderes del Rey. Galán alegaba que Mendoza le había designado. E Irala alegaba que él había sido designado por Ayolas, que era el lugarteniente de Mendoza, quien a la postre tuvo el derecho de designar heredero, el cual interpretaba que lo ejerció sobre Ayolas. Como Salazar prestaba obediencia a Irala, Cabrera jugó estratégicamente y logró que Irala aceptara ser su teniente gobernador. Lo que dejaba fuera a Galán, que pasaba a ser un estorbo político en Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire.

Por todo ello, y por las luchas que se habían dado, Irala pensó que debía controlar a sus enemigos, para lo que debía sumar a todas las fuerzas en Paraguay y concentrarlas en la búsqueda de la sierra de la Plata. Lo que además debía dar importancia a su capital, Asunción. A mediados de 1540 se supo de la muerte de Ayolas. La idea de Irala fue desalojar Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Cabrera le ayudó dando razones legales y logísticas, aunque encubrían alas razones políticas. Habló de indios hostiles, de alta mortandad en el lugar y del frío y la desnudez de los habitantes. Hubo resistencia por parte de Galán y forzó a que Irala fuese en persona en Junio de 1541 con cinco bergantines. Irala conocía por los indios que había una expedición de blancos que se acercaban a la ciudad, era la de Alvar Núñez. Eso sólo sirvió para que tuviese miedo de otro competidor, por lo que aceleró la despoblación de la ciudad. Todo fue un error, pues aquella conquista necesitaba de un puerto que les comunicase con España. La ciudad fue desalojada y destruida. Galán se fue a Brasil. Cuando Alvar Núñez llegó encontró a unos pocos soldados viviendo en chozas entre las ruinas. Tal vez eran resistentes a Irala y Cabrera. Irala tuvo la cortesía (al menos) de dejarles a la nueva expedición una nota donde les decía que les habían dejado maíz y frijoles en San Gabriel para que se abasteciesen. Se les recomendaba además no matar a cierta cerda salvaje que se les escapó, porque solía criar y se podía usar tal efecto. Se les indicaba la nueva ruta para llegar a Asunción. Para subir el Paraná debían llegar a los puertos naturales de San Gabriel, San Juan y la isla Martín García.

Asunción quedaba así con cuatrocientos habitantes varones y setecientas mujeres, rodeada de indios aliados. El 26 de septiembre de 1541 Asunción era como una república en América. Asunción funcionaba como capital de un extenso territorio en el Paraguay. Tenían cabildo, cinco regidores, almacenes de bastimentos, arsenales de armas y municiones. Fue la primera ciudad estable del Río de la Plata, y por casi un siglo fue la principal ciudad del lugar. Los amigos indios y emparentados con los españoles iniciaban la mezcla mestiza. Pero la amistad india a veces se rompía al comprender estos que no eran tratados según los vínculos de sangre que habían adquirido, sino como siervos en muchas ocasiones. Hubo rebeliones en 1539 a causa de una amante de Salazar, en 1540 en Tabaré, Guacany y Jujuy, en 1559 a causa de la situación de encomienda en la que se encontraban. En esa fecha Nuflo de Chávez (uno de los hombres de Irala) expedicionaba por el Chaco y se enfrentó a flechas envenenadas, esta vez sí, de los indios trabasicos. Hubo más rebeliones de 1564 a 1568, de 1571, de 1577 a 1579... en fin, en el río de la Plata se cuentan rebeliones indias hasta 1660, habiendo al menos una en cada década (aunque en varias hay más de una).

viernes, septiembre 20, 2024

NOTICIA 2343ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 3 de 7)

Pedro de Mendoza.

En 1524 se había formado en España el Consejo de Indias a causa de los grandes beneficios que estaba reportando Centroamérica y de cierta preocupación por los súbditos y el control sobre ellos en esa distancia. En 1530, el año el regreso, Carlos I es Emperador y se encuentra convocando la Dieta de Augsburgo y las campañas contra el turco. Había renunciado a Las Molucas a favor de Portugal (aunque tomaría Filipinas de manos de Legazpi), pero en ese 1530 se había iniciado la conquista del Imperio Inca (en Perú), lo que volvía a dar grandes riquezas y revivir montones de mitos, más a añadir otros. Carlos I necesitaba del oro y la plata para su política europea. Por lo que las historias que Caboto había traído del Río de la Plata hizo suculento de nuevo este territorio.  En 1533 se hicieron tres gobernaciones en el cono sur, la comprendida entre los paralelos 25 y 36 se llamaría Nueva Andalucía, y se le iba a entregar en 1534 a Pedro de Mendoza. Anteriormente a eso había ocurrido otra cosa que azuzó a Carlos I, aparte de lo mencionado y de los progresos en la conquista del Imperio Inca. Martín Alfonso de Souza (o Martín Affonso Sousa, el fundador portugués de San Vicente en 1506) estuvo en el Río de la Plata, en Guazú y en el río Bravo en 1531, tal vez a causa de la estancia de Caboto y Moguer en San Vicente los dos años anteriores. Las expediciones clandestinas portuguesas se habían multiplicado y se creó un temor a perder aquellas tierras a manos de Portugal. Y no hay que olvidar que eran estratégicas para el paso al Mar del Sur, y que ahora prometían grandes riquezas como el Imperio Azteca o el Imperio Inca. La Sierra de la Plata y otros relatos avalaban la idea de que ahora no se debía simplemente explorar sino que se debían asentar los españoles allí. Los náufragos de Solís, Ramírez y Montes, volvían a avalar las historias fantásticas en España. Tenían prestigio, por haber vivido tanto tiempo allí con los indios. Se debía ir y colonizar lo conocido para ir al interior en busca de la Sierra de la Plata. En esta empresa hubo varios interesados, en vista de las ingentes riquezas que en tan poco tiempo habían deparado Centroamérica y Perú. Diego García de Moguer volvió a ofrecerse para ir al lugar, también el comendador Miguel de Herrera y el adelantado de Canarias Pedro Fernández Luque.

Finalmente la capitulación le fue concedida a Don Pedro de Mendoza, un viejo caballero de Guadix al que Carlos I le concedió el título de adelantado del Río de la Plata, título que le envaneció. Pedro de Mendoza se había destacado militarmente en el saqueo de Roma que los tercios de Carlos I protagonizaron en las campañas de Italia (primeras acciones militares del Emperador). Tenía un carácter plenamente renacentista, aparte de que era un ferviente lector de Erasmo de Rotterdam. Su elección y los preparativos de la expedición se apresuraron al llegar a España las primeras riquezas obtenidas de Perú (500.000 pesos de oro, aparte del quinto real y el arte inca traído). Quizá fue esto mismo lo que ánimo a Mendoza a aventurarse en América. Con él se decidieron a ir otros nobles importantes, siendo esto una excepción en la conquista de América. Estuvieron en la expedición Ponce de León (que había estado en Florida y que quizá le habló a Mendoza del mito de la Fuente de la Juventud), Fernández de Córdoba, Manrique, Salazar, Luxán (Luján) y Pérez de Ahumada (hermano de Santa Teresa de Jesús). Todo esto propició que se le concediesen capitales extras para el viaje. La capitulación se le daría el 21 de Marzo de 1534 junto a la que se le dio a Almagro y a Alcazaba para ir a Chile. Se le concedía el título de adelantado y se le comprometía a levantar tres fortalezas de piedra. Además, tenía permiso para buscar la Sierra de la Plata hacia el norte, por lo menos hasta Guayanas y Venezuela. El 19 de Julio Carlos I les comenzó a dar muchas instrucciones en forma de Cédulas Reales, no quería improvisaciones en este viaje, por lo que trató de regular todo lo que pudo. Eximió a los pobladores del gravamen del almojarifazgo por seis años, igual medida de exención otorgó a lo que sacasen de las minas de oro que encontraran. Debían nombrar a un administrador para que administrase justicia. Tendría libertad de introducir doscientos esclavos en el Río de la Plata. Por una providencia el cargo de adelantado de Mendoza tendría carácter hereditario (lo que tendrá repercusiones a posteriori). También se le nombraba Capitán General, Gobernador y Alguacil Mayor del Río de la Plata. Debía llevar a mil hombres en dos viajes, con caballos, yeguas y mantenimiento para dos años. En principio debían llevar a ocho religiosos para evangelizar el lugar, número que quedó reducido a cuatro el 27 de Junio. Debían llevar un médico, un cirujano y un boticario. Mendoza logró que se le concediese un molino de hierro para fabricar pólvora, el cual lo sacaron de Cádiz. El Rey le dio la posibilidad de encomendar a los indios, aparte del permiso de introducir esclavos (que, por cierto, debían ser de Portugal, Cabo Verde o Guinea). De hecho, con él viajó Gonzalo de Acosta, el cual era un tratante de "esclavos de la tierra"  afincado en Brasil. Este conocía varias lenguas indígenas y europeas. Por todo ello se le hizo capitán. Su disciplina hacía matar a palos tanto a indios como a españoles que no querían trabajar en momentos de hambre. Los banqueros Welsser y Neithart apoyaron a Mendoza. Los Fugger se interesaron por lo mismo desde el año 1530. Por último debían partir en diez meses, contando desde el 19 de Julio de 1534.

En realidad la expedición tardó dieciocho meses en prepararse, ya que Mendoza sufría el mal gálico (que algunos reconocen como sífilis). Su flota fue la mejor equipada de todas las que salieron a América hasta entonces. La flota estaba compuesta por doce naves, de las que en el primer viaje saldrían unas ocho. Sin embargo, una de ellas se perdió o desertó (no está claro) y otra se hundió. En Canarias se les unió tres naves más y una urca alemana con mercaderías de Flandes y Alemania, en la cual viajaba el cronista Schmidl. Las primeras personas que reclutó fueron los religiosos, a los cuales excedió en número de los que se le pedían, llevó a dieciséis religiosos. También reclutó entre los primeros hombres a su médico personal, Hernando de Zamora. Por este exceso de religiosos Mendoza recibió una retribución anual de 50.000 maravedíes. Teóricamente en el primer viaje debían viajar quinientos hombres y cien caballos y yeguas. Sin embargo se calcula que en realidad montó a cincuenta caballos (que se multiplicaron en América libres y salvajes) de origen andaluz y canario (algunos nobles llevaron dos caballos para redoblar su porcentaje de beneficios), y excedió a los hombres en mil cincuenta, pese a que Fitte hable de tripulaciones de dos mil doscientos hombres, ochocientos o de mil seiscientos cincuenta. Lo que sí parece ser es que con ellos viajaron unos ciento cincuenta flamencos y alemanes . Toda esta gente iría hacinada en proa junto al matalotaje del Capitán General. En popa iban los nobles y eclesiásticos cómodamente instalados con sus sirvientes, y con provisiones privadas que nunca les faltaron. Lo que lleva a hablar de la falta de previsión a la hora de cargar el alimento. Ya en el viaje se pasó hambre y sed.

Partieron de San Lucas de Barrameda el 24 de Agosto de 1535, excepto la nave Santiago, que se retrasó. Estaba al mando de Cristóbal de Frías Marañón, como capitán, y de Gonzalo Yañiz de Oporto, como piloto. Esta nave zarpó el 11 de Septiembre. Fue esperada por Mendoza en Canarias, pero su retraso llevó a Mendoza a marcharse sin ella. La Santiago buscó a la flota en Cabo Verde, llevándose de allí veinticuatro vacas sin pagar. Llegaron al norte de Brasil, tal vez por coger vientos equivocados. Al estar las provisiones muy gastadas para llegar al Río de la Plata, Marañón decidió irse a Santo Domingo donde fue apresado el 7 de Julio de 1536 bajo el cargo de deserción y robo de vacas a Portugal. Allí se anotó toda la carga, de la que se deduce cómo pudo ser la de la flota de Mendoza, les faltaba agua y habían cargado agua impura en Brasil. Los marineros habían optado por beber vino puro y hasta el agua de la lluvia que caía por los cabos y jarcias. Se sospecha que algunos tripulantes murieron de sed durante el viaje. Había cincuenta soldados pagados y equipados directamente por Mendoza. Había caballos y yeguas. Se supo en los juicios que no tenían órdenes de distribución de alimentos, por lo que estos se acabaron en los primeros días del viaje. Todo esto se reproducía en los barcos del resto de la flota, por lo que en 1545 Pedro Hernández acusó a Mendoza de mal abastecer a su escuadra.

La flota dirigida por Mendoza llevaba mujeres, estaba clara la idea de asentarse colonialmente en el lugar y formar un núcleo español y cristiano. Aunque la moral cristiana se pasó por alto y hubo relaciones sexuales libres, en el regreso se habló de mancebía y fornicación. En Canarias una tormenta les dispersó, por lo que fueron a Cabo Verde. De allí dieron el salto a América, Pedro de Mendoza tenía cuatro naves con las que llegó a Río de Janeiro. El resto las dirigió su hermano Diego de Mendoza directamente a Río de la Plata. Una de las naves se había hundido al chocar en una tormenta contra la costa de Brasil. Las naves que quedaron en Río de Janeiro con Pedro de Mendoza fueron: Magdalena, Santantón y Anunciada, más la urca alemana. Diego esperó a Pedro en la isla de San Gabriel, en el río del Plata mencionado antes de igual nombre. Pedro había aprovechado en Río de Janeiro para eliminar a Juan de Osorio, un noble joven y emprendedor al que tenía envidia. Bajo la acusación de traidor le hizo acuchillar sin juicio. Sólo provocó con su acto la superstición entre los suyos, que se creyeron destinados a un final trágico desde aquel momento. Por ello Pedro de Mendoza al llegar a San Gabriel reunió a todos sus hombres y les tomó juramento de fidelidad. El 22 de Enero de 1536, Martín de Haro, escribano, le tomó juramento a él como gobernador del Plata. En aquel pequeño río fundó un fuerte llamado Santa María, con tapias pequeñas y cuadrado. Dio descanso para el pasaje, aunque los seis primeros hombres que salieron a cazar fueron comidos por las bestias. De hecho las tapias no defendían de los grandes felinos, que las saltaban y de vez en cuando se comían a alguno de los pobladores. Los indios les socorrieron con alimentos los catorce primeros días, pero los rescates que obtuvieron eran tan pocos que los abandonaron. Además, Mendoza era soberbio con ellos.  Las reservas de los barcos se agotaban. El hambre comenzaba a ser importante. Por ello mandó un barco a Brasil a cargo de su otro hermano Gonzalo de Mendoza a por alimento, aunque este también aprovechó para comprar esclavos. Igualmente mandó cuatro bergantines y tres bateles a las diversas islas del Paraná, dirigidos por Jergen Lichtensteinen Luján. Fueron estos entre doscientos y trescientos hombres, pero más de la mitad murió de hambre, no habían logrado nada. Se dedicaron a comerse las sementeras de los indios que encontraban. Entre los animales que habían llevado figuraban ochenta caballos (entre los cincuenta embarcados por orden real, y los treinta embarcados por nobles). De estos se escaparían algunos que se reproducirían libremente y con el tiempo formarían manadas gigantes de caballos. En sesenta años habría unos ochenta mil caballos. Sin embargo no se comieron a ninguno de los ochenta que tenían, ya que les servían como máquinas de guerra. A algunos indios de la región no les asustaban los caballos, a los cuales hacían frente con fosas, estacas y boleadoras, pero esto no era lo general. Años más tarde a Cabeza de Vaca una delegación de indios le pedirían que pidiese a sus caballos que no se les comiese. También habían llevado consigo ganado vacuno, ovino y caprino, pero tampoco se lo comieron ya que sabían que lo necesitarían más adelante para asentarse y usar de sus productos lácteos, de su reproducción como ganado del que sacar carne y cuero, o de su estiércol para las sementeras.

Mendoza fundó alrededor del mes de Febrero una de las ciudades fortificadas que le pedía la capitulación. Lo hizo en el San Gabriel (actualmente llamado Riachuelo). La ciudad fue llamada Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire (antecedente en el nombre de Buenos Aires). En realidad la ciudad se ubicaba alrededor del fuerte de Santa María. La devoción a la Virgen de los Buenos Aires era muy popular en los marineros andaluces del primer cuarto del siglo XVI (sobre todo en los sevillanos). El culto tenía un origen sardo. La misma Casa de Contratación de Sevilla albergaba una pintura de esta Virgen. La mejor choza fue para el adelantado. Se trataba de un cuadrilatero de 120 varas por lado. La vegetación y la fauna de alrededor no la habían visto nunca. Les llamó la atención los flamencos en lo que era el principio de La Pampa. Tenían poco trigo. El comienzo de esta ciudad fue heroico al tener que resistir a los indios pampas confederados con los guaraníes. Juan Pabón fue nombrado alcalde y su primera función fue informarse de los propios indios del porqué habían dejado de suministrarles alimentos. Su acción fue soberbia y nada diplomática por lo que desembocó en una pelea abierta. Mendoza lo usó como excusa para iniciar la dominación sobre los indios. Los indios de este lugar eran nómadas, cazaban y pescaban. Se calcula que habría unos dos mil alrededor de la ciudad. Vivían en chozas y tolderías, cosa que les copiaron algunos habitantes de la ciudad. Los indios usaban canoas, cosa que también copiaron algunos de los españoles. Las relaciones con los indios se rompieron a causa de la escasez de los rescates ofrecidos, más los abusos de poder y sexuales sufridos. Las afrentas a los indios parecían provenir de un grupo revoltoso de pilotos y contramaestres vascos, así como de parte de un grupo de alemanes.

Mendoza, viejo y enfermo, comisionó al Teniente de Gobernador Juan de Ayolas, que también era su mayordomo, para que subiese por el río Paraná hasta las ruinas de Sancti Spiritu y el Caracarañá. A Ayolas se le relacionó en un juego de intereses de poder en torno a la muerte de Osorio. Su misión era recoger alimentos de las tribus que fueron amigas de Caboto, aparte de cuidar línea divisoria de Tordesillas para evitar intrusiones portuguesas. Llevó consigo a doscientos setenta hombres y tres navíos. En el viaje murieron cien hombres de hambre. Se sabe que comieron culebras, lagartos y ratones.

 Entre tanto, en el Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, Pedro Mendoza realizaba el sometimiento de los indios. Pero fue más complicado de lo que creía y hubo de recurrir a partidas de escarmiento ante el hecho de que los naturales del lugar les hacían frente. El día de Corpus Christi (15 de Julio de 1536) mandó a su hermano Diego Mendoza con trescientos hombres, de los que treinta eran soldados, para atacar a los indios en el río Luján (como se le llamó a uno de los ríos por los que fue Luján). Al intentar vadearlo los indios les atacaron en masa. Los caballos no podían moverse bien en las tierras pantanosas, aparte de las boleadoras. Diego Mendoza perdió la vida, pero hubo una victoria pírrica. Perdieron seis caballos y treinta y ocho hombres , los indios no fueron atrapados pero sí sus redes de pescar, objeto que hasta entonces no tenían los españoles y que les serían útiles. Con ellas pescaron dos meses, como alivio pasajero a su situación. Pero debían desplazarse a dos leguas del real para poder hacerlo y eso exponía a los que iban a posibles emboscadas o ataques de indios ocultos. El 24 de Julio los indios atacaron en masa la ciudad. Eran miles que cercaron el fuerte. Era una confederación de tribus de indios querandíes. Los sitiados se vieron en la situación de morir de hambre, al igual que sus caballos, que tampoco les servían para nada dentro de los muros. Por hambre y sitio no podían ni trabajar ni comer. Algunos recurrieron a comer cuero. Tres fueron ahorcados por comerse un caballo, y estos fueron comidos parcialmente por otras gentes del real a escondidas. Los muertos se guardaban en el lugar para recibir su oración y estos se descomponían provocando enfermedades, sobre todo porque se producían casos de canibalismo con sus carnes putrefactas. Se dio el caso de un hermano que se comió a otro, estos habían intentado fugarse a Brasil y en el camino el hambre propició el fratricidio. El caníbal en cuestión era un hombre llamado Baitos, el cual fue encontrado tiempo después por Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Este hombre había participado en cacerías secretas de codornices, venados y perdices para Mendoza y otros capitanes, como declararía más tarde. Los capitanes y nobles no pasaron hambre extrema, cosa que creó malestar por no compartir sus alimentos. Otros fugados eran muertos por los indios, si bien algunos se pasaron al bando de los indios. Al hambre y la enfermedad se le unía el maltrato que les aplicaban los capitanes, ya mencionado mucho más arriba. Carlos I, cuando supo todos estos hechos, perdonó a los españoles que practicaron canibalismo por haber actuado en necesidad extrema. A los desertores que estaban con los indios los absolvió para que regresasen con los españoles. Los hombres estaban tan débiles que las mujeres hubieron de encargarse de los trabajos, los enfermos, las guardias, los combates... resultando que con el tiempo estaban tan débiles como los hombres.

Una mañana, sin explicación aparente, la ciudad amaneció sin cerco alguno. Los indios se habían ido. Tal vez aguzados por el hambre. Tan sólo entre los de la ciudad varios testigos afirmaron por escrito que de pura hambre murieron cerca de mil hombres. Domingo Martínez de Irala (hoy día se nombra en vasco: Iraola) comenzó a fabricar anzuelos y pequeños objetos sin tener ninguna experiencia en el oficio, pues era estudiante, pero pronto destacaría por otros motivos en el Río de Plata. La idea era abastecer a los de la ciudad e intentar intercambiarlos con los indios que pudieran. La iniciativa tuvo éxito y más tarde, en Asunción, llegó a fabricar peines, cuchillos de rescate, dagas, tijeras, agujas y una rueda de molino para moler cañas.

En el interim de todos estos sucesos, Ayolas había llegado al lugar de Sancti Spiritu. En un lugar apropiado, cerca de la laguna actual de Coronda, estableció un poblado llamado Corpus Christi. Los indios de aquel lugar les habían recibido bien, cuidándoles de su hambre y enfermedad. El cacique Tamatia, de la tribu de los payagúas, que era temido y respetado en la comarca, le dio a Ayolas a su hija por esposa. Este era un símbolo indio de amistad, paz y alianza. Ayolas la aceptó. Era el comienzo institucional, por así decirlo del mestizaje en la zona. También recibía comida y ayuda de los timbúes y de los chanas. El nombre del poblado se debía a que fue en esa fecha, la misma en la que moría Diego Mendoza, en la que lo fundó. El lugar era fértil y salubre, lo que hizo que sus hombres se recuperaran rápido. Ayolas dejó una guarnición  en Corpus Christi y bajó el río para llevar la noticia de tal lugar a Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Cuando llegó a la ciudad, Pedro de Mendoza había armado la Santa Catalina con la excusa de que se iba a por alimentos, aunque en realidad quería abandonar el lugar a causa de su mal gálico y el mal comienzo de su expedición.

Ayolas habló de la salubridad y la fertilidad de Corpus Christi, así como de sospechar que estaba cerca de la Sierra de la Plata, aparte de hablarle de lo pacíficos que eran allí los indios. Mendoza decidió entonces dejar la ciudad a cargo de Gonzalo de Alvarado e irse a Corpus Christi con Ayolas y cuatrocientos hombres, más caballos. Por el camino, debido a la debilidad que ya tenían y a lo largo del trayecto fluvial, murieron la mitad. La otra mitad fue desembarcada por los indios y cuidada, de nuevo por estos. Sin saberse muy bien por qué, tal vez por cumplir con las capitulaciones que le dieron, fundó un segundo fuerte cerca de Corpus Christi, se trataba de Buena Esperanza. Otra posibilidad de su fundación pudo ser el querer asegurarse la tenencia del lugar para buscar oro y plata, desconfiando un poco de los indios del lugar. Aunque tuvieron la mala logística de fundarlo en un lugar pantanoso, lo que hacía de Buena Esperanza un fracaso. Con esa intención de buscar la Sierra de la Plata volvió a mandar en expedición a Ayolas río arriba, remontando el Paraguay. Este salió de Corpus Christi el 14 de octubre. Se llevaba consigo a ciento sesenta hombres y tres bergantines. Al mando del poblado dejaba a su lugarteniente Domingo Martínez de Irala, con la instrucción de que mandase a los indios payagúas plantar maíz en su ausencia a cambio de rescates, para luego recogerlo. Exactamente le dejó con ese mando en un puerto del Paraguay que llamó Candelaria. Le dejó, además, los bergantines y una pequeña fuerza de treinta hombres. Ayolas se adentró en el Chaco llegando a los contrafuertes andinos, tierra propia de los indios charcas, que le mostraron oro que le convenció de la existencia de la Sierra de la Plata. Hizo un gran botín que llevó a Candelaria, donde ya no estaba Irala. Irala no cumplió las órdenes y cuando Ayolas regresó en Febrero de 1537 a aquel puerto, se fue a los indios payagúas para pedirles el maíz. La desobediencia de Irala ocasionó un malentendido que acabó en una comida trampa en la que los payagúas mataron al completo a la expedición de Ayolas. Este hecho fue ignorado por los españoles por mucho tiempo. Se creyó que Ayolas se había perdido o que había llegado a la Sierra de la Plata. Se produjeron muchas expediciones en su busca.

Entretanto Pedro de Mendoza bajó a Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, donde encontró de vuelta de Brasil a su hermano Gonzalo Mendoza. La ciudad tenía tres iglesias, una huerta, sementeras, mejores condiciones de vida y cierto orden, aunque aún faltaban alimentos para todos. El 15 de Enero de 1537 mandó a Juan Salazar Espinosa en busca de Ayolas. Salazar encontró a Irala y con él buscó sin resultado a Ayolas. Por lo que retrocedió el camino de la búsqueda por el Paraguay (recorrieron treinta leguas al norte de Candelaria) y fundó Asunción el 15 de Agosto a orillas del mismo Paraguay. Era un fuerte que se hizo ciudad. Estaba junto a una población de indios carios. Ayolas fue dado por desaparecido hasta que los indios informaron de su muerte. Irala se retiró a su gobernación de Corpus Christi.

Pedro de Mendoza hizo su testamento el 22 de Abril, con su enfermedad muy avanzada. Embarcándose en el Magdalena con su médico personal decidió regresar a España, confiando en sanar allí con el clima, o bien a morir allí. Dejó Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire a cargo del capitán Francisco Ruíz Galán. Con Pedro de Mendoza regresaban entre ciento cincuenta y doscientas cincuenta personas del dicho puerto. Entre estas estaban todos los jóvenes de la Corte y los nobles. Estaban cansados de no tener nada, habían esperado obtener algo de modo triunfal y consideraban indigno morir por hambre o por indios . El 23 de Junio 1537 Pedro de Mendoza moría en el mar de regreso a España, corroído por las llagas que le proporcionó su enfermedad. Su estado de rápida putrefacción forzó a que fuese enterrado a la marinera arrojándolo al mar.

martes, septiembre 17, 2024

NOTICIA 2342ª DESDE EL BAR: LA CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA (parte 2 de 7)

 Sebastián Caboto y Diego García de Moguer.

Sebastián Caboto (Sebastian Cabot) había navegado en 1497 y en 1498 al servicio del Rey de Inglaterra por las costas de Norteamérica. Su viaje de 1498 lo pudo realizar gracias a sus relatos exagerados, o demasiado aderezados de sus propios deseos, acerca de lo que había encontrado o se podría encontrar. Pero las evidencias de los poco rentables productos que trajo a su regreso en 1498 impidió que pudiera hacer más viajes al servicio del Rey inglés. Por ello en 1512 se presentó en Burgos por llamamiento del Rey  regente de Castilla, Fernando el Católico. Se sospecha que en la entrevista Caboto narró su viaje al norte de América al servicio de Inglaterra para buscar un paso noroeste hacia Cipango y las Islas de las Especias. No habló directamente con el Rey, sino con los funcionarios Fonseca y Conchillos. Fue nombrado capitán al servicio de Castilla. Tras estos sucesos regresó a Inglaterra para recoger  a su familia y llevarla consigo a España. Regresó a la península en 1514, justo cuando Vasco Núñez de Balboa ya había descubierto el Mar del Sur (el Océano Pacífico), a través del istmo de Panamá. Sin embargo ese año de 1514 el Rey prefirió buscar el paso interoceánico al sur por medio de Solís, como ya se ha dicho.

En el ínterin de la duración del viaje de Solís (octubre de 1515 a Septiembre de 1516) Fernando el Católico había muerto. Tras la breve regencia del Cardenal Cisneros en 1516, el nuevo Rey para los reinos de España fue Carlos I, cuyos primeros años de reinado los usó en conseguir la corona imperial alemana (Sacro Imperio Romano Germano), y proclamarse también Carlos V de Alemania. Entre 1520 y 1522 Hernán Cortés había conquistado el Imperio Azteca en México y desde allí se inició las conquistas de Centroamérica. Estos hechos reportaron a la corona castellana grandes beneficios en oro y plata, lo que estimulaba la conquista de otros territorios. Máxime cuando estos además garantizaban el paso al Mar del Sur, y con él el acceso a un rico mercado de especias y otros productos exóticos. Pero esos primeros beneficios se emplearon en el pago de votos para obtener la corona imperial, aparte de la financiación de diversas políticas europeas. Por ello, entre otras cosas, se inició una rebelión armada en Castilla llamada de Los Comuneros. Estos comuneros repercutirán en el futuro de la conquista de América, y por ello del Río de la Plata.

Volviendo al relato de Caboto diremos que éste hubo de esperar al fracaso, ocurrido en el Río de Solís, de la expedición de Loaysa en 1525, con dirección a las Molucas. Dados aquellos hechos, en el mismo año de 1525 dos personajes comenzaron en Castilla su futura partida al Río de Solís, aunque de modo independiente y teniendo uno de ellos una capitulación no para ir exactamente al Río de Solís. Estos personajes eran Sebastián Caboto y Diego García de Moguer. Siendo Caboto quien no tenía permiso para quedarse o explorar el Río de Solís.

Su capitulación fue refrendada el 4 de Marzo de 1525 en Madrid. Caboto era piloto y capitán general de la armada al servicio de Castilla. Se le concedían 100.000 maravedíes, pudiendo embarcar a treinta extranjeros de los reinos de Carlos I, salvo franceses. Debía dar un quinto real de los beneficios obtenidos, estos, además, se habrían de repartir a partes iguales, según porcentaje de contribución, entre los armadores y el Rey (ya que el Rey había aportado cuatro mil ducados, a causa de su interés por asegurar la ruta del único paso interoceánico conocido). La capitulación indicaba claramente que debía ir a las Islas Molucas, a Cipango (Japón), a Catango Oriental y a las ciudades bíblicas de Tarsis y Ofir (de las cuales se pensó que estarían allí). Nada se mencionaba del Río de Solís. El Rey se vio muy interesado en este viaje, sobre todo por su inversión en él y sus esperanzas de grandes beneficios. Por ello no paró de dar instrucciones específicas para el viaje hasta el 24 de Marzo de 1526. Entre ellas se ordenaba comulgar y testar a todos los marineros de la expedición antes de partir, ya que, por experiencia de otros viajes a América, muchos morían de repente por causas diversas. Se insistía en que su misión era explorar y descubrir aquellos lugares a los que iban, nada se decía de conquistar o asentarse. No debía ir en la expedición mujer alguna, para evitar problemas y peleas internas, así como para evitar que los expedicionarios obraran con negligencia a la hora de realizar su trabajo. Para evitar naufragios o extravíos se recomendaba poner cuidado en la navegación colocando faroles en las popas por la noche, para indicar el rumbo a las naves que no iban a la cabeza. Se ordenó sobre las raciones de comida. Se darían dos para dos días, y se entregarían por cuadrillas de personas, por peso y medidas de bizcocho y vino. Así se esperaba controlar que las provisiones se acabasen antes de lo necesario. Se prohibía el juego, que se blasfemase o renegase y que los hermanos viajasen en el mismo barco, con todo esto se pretendía evitar enfrentamientos y motines. Aunque se concedía el derecho a los subalternos de quejarse al Rey de los posibles abusos de los gobernadores y los capitanes, así como de su posible mala administración. Aunque esta concesión dio paso a que todos los adelantados al Río de la Plata, empezando desde Caboto, censurasen e interceptasen todas las cartas que pudieron, con destino a España o a algún Virrey.

El 3 de Abril de 1526 partieron cuatro naves. La nave capitana era la Santa María de la Concepción, dirigida por el propio Caboto. En ella viajaban también varios oficiales reales y Francisco García, el primer clérigo del Río de la Plata. Una segunda nave era una nao portuguesa llamada Santa María del Espinar, guiada por Gregorio Caro. Una tercera era la Trinidad, guiada por Francisco de Rojas. Y la última era la San Gabriel, guiada y armada por Miguel de Rifos, íntimo amigo de Caboto.

Aparte de aprovisionar las naves para la trayectoria, se sabe que los notables que participaron cargaron por su cuenta numerosa comida para su uso personal y el de sus criados y allegados que viajasen con ellos. Esto se repitió con frecuencia en los viajes, sobre todo en el que posteriormente realizaría Mendoza. Nunca en estos viajes los notables pasaron algún tipo de vicisitud por hambre. Durante el trayecto la falta de dinero ocasionó que el vino se transformara en moneda de cambio entre los marineros. Con lo que fue objeto de especulación para poder obtener determinados objetos útiles. Al llegar a Brasil faltaba más de un tercio del vino, el cual, además fue muy consumido. De hecho cuando se hundió la nave capitana, como se dirá posteriormente, se salvó todo el vino posible, perdiéndose sin embargo la mayoría de los alimentos del viaje, ya que estos estaban distribuidos de forma desproporcionada entre las cuatro naves. La tónica general del viaje fue, desde el principio, mala. El alimento era repartido en porciones muy pobres, y los sueldos no eran los estipulados antes de partir. Esto no se solucionó ni con un abastecimiento de comida y agua que se realizó en Canarias. Llegaron a Pernambuco (zona portuguesa en Brasil), donde ocurriría algo transcendental. Supo de la expedición que Cristóbal Jacques había realizado al Río de Solís antes de Loaysa. No solamente eso, el Río de la Plata les era conocido por ese mismo nombre y no por otro. Oyó la historia de la reciente expedición de Alejo García en busca del camino interior hacia el Perú, y el mito de un Rey Blanco en América, cuya ciudad era de oro y plata. Es posible que allí hallase al desertor de la expedición de Loaysa, contándole las mismas historias sobre plata en grandes cantidades, tal vez por salvar la vida (no obstante era un desertor hablando con un capitán general). Los portugueses llamaban al Río de Solís: Río de la Plata, ese fue el nombre que empezó a usar Caboto, dado a sus tendencias narrativas a la magnificación de los hechos. Aunque realmente se comenzó a creer que aquel lugar era rico en plata. En realidad esta plata era un reflejo de las minas del Potosí, ubicadas en la zona marginal de los Andes, aún en el Imperio Inca. Había muchos cientos de kilómetros de por medio, pero los indios tenían pepitas de plata y de oro como objeto decorativo (en pocas cantidades) como resultado de un comercio de intercambios suntuarios desde los indios de las montañas hasta llegar a los indios de la selva y de estas llanuras atlánticas. Otros historiadores dicen que allí halló a los náufragos de Solís, en lugar del desertor de Loaysa.

A causa de estas informaciones Caboto decidió ir al Río de la Plata y no a las Islas Molucas, confiando en un beneficio mayor. El capitán de La Trinidad, Francisco de Rojas, se quejó, junto con otros, de esta decisión de Caboto, totalmente contraria a las ordenanzas recibidas. Se le procesó, teniendo que dejar la sentencia en suspenso, por necesidad de continuar el viaje. En el río de los Patos, a la altura de la isla Santa Catalina, tuvieron más noticias. Allí recogieron a los náufragos de Solís, Melchor Ramírez y Enrique Montes. Estos se encontraban recogidos por una tribu india de guaraníes. Estos indios estaban acostumbrados a tratar con portugueses, no obstante conocían la expedición que se estaba realizando de parte de Alejo García (¿algún miembro de su tribu participaba de ella? No lo sabemos). Pero le llamó más la atención que se decoraban la nariz, las orejas o los cuellos, con placas de plata. Ramírez y Montes hablaron de un poderoso señor blanco que vivía en una Sierra de la Plata. Así nacía el mito de la Sierra de la Plata, que alimentaría la conquista del Río de la Plata. Aunque en realidad era el reflejo lejano del Imperio Inca, el cual no iba a ser descubierto y conquistado hasta 1530.

Todo esto hizo reafirmarse a Caboto en sus intenciones de proseguir en esas tierras y no ir a ninguna otra. La nave capitana, Santa María de la Concepción, naufragó también en aquel lugar, por lo que, con lo que pudieron salvar, construyeron una galeota. Para colmo de males murieron ocho marineros por una enfermedad epidémica. El resto fue cuidado con alimentos por los indios. Caboto aprovechó la estancia para eliminar a sus adversarios. Reabrió el expediente a Rojas e involucró a Miguel Méndez, un fiel a Rojas. A ambos les abandonó sin consideración ni buenos alimentos en la isla de Santa Catalina, lejos de la posibilidad de ser ayudados por los indios. Era una muerte segura. Con ellos dejó también a Miguel de Rodas, piloto al que se responsabilizó del hundimiento de la nave capitana. A causa de esto uno de los náufragos de Solís, Montes, que intervino en el proceso, adquirió la confianza de Caboto y tuvo gran poder de influencia en él por medio de sus consejos. La expedición había comenzado a llenarse de intrigas e intrigantes. Montes además logró obtener víveres y servicios varios de los indios ofreciéndoles anzuelos, cuñas de hierro y cuchillos de rescate, es lo que se llamó: monedas de tierra. Estas dádivas incitaron a trabajar a los españoles, pues sólo creando las monedas de la tierra podían obtener algo de los indios. Estos llegaron a contribuir en la construcción de cobertizos para los enfermos, el astillero para construir la galeota y una iglesia. De este modo Montes se había transformado en una pieza clave del viaje.

Reanudando el viaje, pese a la enfermedad que no había sido superada, el 15 de Febrero de 1527 llegaron al Río de la Plata, muriendo en el trayecto muchos de los marineros enfermos. Recorrieron la orilla oriental hasta llegar a un terreno donde crearon un puerto al que llamaron San Lázaro. En la actualidad no se sabe cuál es este lugar. El 6 de Abril una tormenta les hizo cortar un palo de uno de los navíos e hizo vararse a la galeota. Además, los indios del lugar les informaron acerca de que allí se encontraba Francisco del Puerto, el grumete que salvó la vida cuando mataron a Solís. El encontrarle fue algo que ánimo a Caboto para seguir en busca de metales preciosos, ya que también habló de haber visto en posesión de los indios pequeños trozos de plata. Eso hacía superar todos los destrozos sufridos en las embarcaciones.

Dada la triste situación en la que se encontraban, Caboto tomó la decisión de dar el mando de las naves Santa María del Espinar y Trinidad a Antón de Grajeda, con treinta hombres para que remontasen el río Paraná en busca de un puerto más seguro que San Lázaro. Diez o doce hombres habrían de quedarse en San Lázaro cuidando todo aquel material que no se podía transportar a causa de los accidentes marítimos sufridos. Él, con el resto del equipo y de las tripulaciones, iría también por el Paraná tras varios días de haber salido Grajeda. Lo remontó con La San Gabriel y la Santa Catalina. Antón de Grajeda, en realidad, subió por el río Uruguay, equivocando el cauce del Paraná, pero halló un lugar donde fundó San Salvador, como contaremos más adelante. Caboto subió el Paraná por un largo tramo, ya que su vegetación y sus fieras de las riberas impedían desembarcar. Entre otros animales les llamó la atención los loros. También vieron canoas indias, ellos mismos usaban alguna canoa de los indios.

Los que se quedaron en San Lázaro cuidaban de objetos y no de provisiones. Esa circunstancia se unió a que eran hombres enfermos, por lo que llegaron a morir hasta dos personas por hambre y enfermedad. Recurrieron a comer hierba y plantas desconocidas (a las que a veces los cronistas llaman cardos), también comieron ratones e incluso a uno de los perros que tenían. Recurrieron al intento de rescatar comida con los indios, pero la embarcación improvisada, al cargo de un tal Ramírez, hubo de parar en una isla a causa de una tormenta, fue entonces cuando murieron los dos hombres mencionados. Caboto no los evacuó del deficiente puerto hasta el 28 de Agosto.

Entre tanto Caboto remontó el Paraná hasta llegar a la confluencia con el río Carcarañá. Como sus hombres también pasaban hambre y sufrían enfermedades, y siendo aquel un lugar bueno para desembarcar, fundó la primera ciudad del territorio que tratamos, Sancti Spiritu. Esto ocurría el 9 de Junio. Las tribus de allí parecían amigables y dispuestas a ayudar a unos hombres enfermos. Llegaron a producirse hasta dos deserciones a causa del hambre, aunque estos dos hombres dijeron haber salido a por comida con intención de regresar tras obtenerla. Los indios creyeron que se habían perdido del grupo de los hombres blancos con barba y los devolvieron a Sancti Spiritu. Caboto los condenó a muerte. Este hecho debió de pesar mucho en la moral de aquellos que participaron de esta aventura, pues figuró en las actas de acusaciones imputadas a Caboto cuando este regresó. Caboto gobernaba con mano dura y se empeoraba cuando tenía accesos de ira y mal humor repentinos, sin explicación alguna. Todo era tan desproporcionado en aquel ambiente de fatigas que el ambiente se enturbiaba cada vez más.

Caboto construyó un bergantín para seguir las exploraciones en busca de la Sierra de la Plata, teniendo una base en la reciente ciudad. Las exploraciones por tierra eran imposibles dada la espesura de la selva y los peligros de las bestias y las tribus. Por eso necesitó de un nuevo bergantín, menor que las otras embarcaciones, para seguir remontando los ríos. Usó ciento treinta hombres para seguir remontando el Paraguay y mandó varias expediciones. Aún había, con todo, muchos enfermos que retrasaron cualquier continuación del viaje por seis meses. Muchos murieron por enfermedad o debilidad. La abundante pesca del lugar elegido, más el clima del lugar, ayudó a la recuperación de aquellos hombres, con ayuda de los indios. Ni siquiera tenían contacto con San Salvador, la ciudad que fundó Grajeda en el Uruguay, ya que no conocían su existencia ni sabían nada de Grajeda. Además San Salvador se encontraba a muchos kilómetros de ellos. Los enfermos se encontraban tan postrados en ocasiones que llegaron a beber sangre por falta de agua .

Sancti Spiritu era en realidad una especie de fortín cuadrado con una empalizada de madera y un foso alrededor. Los ángulos estaban elevados por unos terraplenes, colocando en ellos la artillería. Existirían unas veinte casas separadas entre sí, con techos de madera y paja. Supuestamente existiría una cámara en una de las casas que serviría para los oficios religiosos, ya que no parece registrarse la existencia de ninguna iglesia o capilla. Caboto distribuyó los solares internos entre los pobladores dando cortijos, heredamientos y sementeras de pan, según los cronistas. El cultivo del suelo se hacía, pues, dentro del fortín, por miedo al ataque de los indios o a que los indios amigos se fuesen y dejasen de ayudarles con los alimentos. La tierra era buena y se podía cultivar trigo y cebada en grandes cantidades. La producción de sus cosechas a dado lugar a diversos debates acerca de si se mintió sobre la productividad del lugar. Omitiendo toda la controversia diremos que se cultivaban dos cosechas al año. En ellas habría influencia de la alimentación india, ya que se recogería en la primera maíz, frijoles, habas, calabazas, melones, trigo y cebada. Y en la segunda se volvería a recoger maíz, más algodón y mandioca . Tal vez el cultivo de los productos indios lo obtuvieron por medio de tribus de carcarais y timbúes, aliados de Caboto. Los indios fueron quienes cultivaron las tierras por ellos en un primer momento hasta que sanaron. Luego fueron repartidos para ayudar en las diversas haciendas, aunque estas fueron cultivadas por los propios particulares también, impulsados por la necesidad del hambre y la enfermedad. Las provisiones de la armada también jugaron un papel importante hasta la obtención de la primera cosecha. Con el tiempo muchos de los que vivían en el fortín distrajeron sus turnos de vigilancia por ir a cuidar de sus rozas o por ir a cazar o pescar (ya que no sólo la agricultura y la pesca se daban bien, sino también la caza, al tener una gran arboleda alrededor). El hambre y el pacifismo de los indios les incitaban a ello. Estos indios trabajaban a cambio de rescates de monedas de tierra. Además, tal vez en esas fechas aún podrían estar considerando estos indios a los españoles como seres cercanos a lo sobrenatural, aunque quizá hubiera dudas internas en los miembros de las tribus (dados los hechos que narraremos más adelante).

La expedición por el río Paraguay con ciento treinta hombres y un bergantín al mando de Caboto comenzó el 23 de diciembre, aunque no entraron en el Paraguay hasta Enero de 1528. Dejaba al mando de Sancti Spiritu a Gregorio Caro, el que guiara la nave Santa María del Espinar en su trayecto de España a América. El 1 de Enero llegaron a la isla de Año Nuevo. Allí no se encontraron satisfechos con las provisiones que les ofrecieron una tribu de timbúes, por lo que Caboto optó, en un ataque de mal humor nada justificado (y queriendo dar miedo y respeto a los indios) los atacó arrasando el caserío donde estos vivían a modo de poblado en la selva. Las acusaciones contra Caboto a su vuelta decían que las cuentas que les había ofrecido a los indios justificaban que estos les hubiesen dado pocas provisiones. Fue la primera masacre que los españoles realizaron en aquella región, traería consecuencias imprevistas. El viaje por el Paraguay prosiguió con lentitud y hambre. Aunque se restringió la comida, se llegaron a extremos de comer hierba y culebras y hasta palmas de la selva, que comparaban con serrín. En ocasiones el hambre les impedía navegar. Un día aparecieron trescientas canoas de indios agaces en guerra con ellos, tal vez conocedores de los hechos del caserío de los timbúes. Los hombres de Caboto vencieron y pudieron llegar a Monte Lambaré, donde vivían unos indios enemigos de los agaces que les acogieron como aliados naturales, en vista de la batalla librada en el río. Estos les abastecieron bien y les cuidaron y trataron como si les regalasen oro (según cronistas). Allí se cobijaron un tiempo para recuperarse. El poblado indio recibió un nombre español, Santa Ana. El cacique de la tribu se llamaba Yaguarón. Este les volvió a dar más noticias acerca de Alejo García, por lo que los agaces podrían haberles atacado también confundiéndoles con portugueses. Además pudo observar que los adornos de sus anfitriones eran de oro y plata. Por estrategia, o quizá por cuestiones de nobleza ante la ayuda, no intentó quedarse ninguna pieza de aquellos metales, pero se informó de su procedencia. Con lo que a Caboto cada vez le quedaba más clara la auténtica existencia de una Sierra de la Plata.

Los indios que les acogían recibieron la noticia, por medio de otros indios, de la existencia de otros hombres blancos con barba explorando por el Río de la Plata. Esta noticia provocó que el 28 de Marzo de 1528 Sebastián Caboto decidiera proseguir su viaje en busca de la Sierra de la Plata, para evitar que los nuevos competidores alcanzasen ese logro antes y se quedasen el derecho de los beneficios, después de tantas fatigas. Mandó a su íntimo amigo Miguel de Rifos a preparar el camino con los indios chandules. Sin embargo, en cuatro días este regresó con la mitad de los hombres que le asignó muertos, atacados por los indios agaces. Por ello Caboto abandonó su proyecto de momento. Tal vez bajó hasta la isla de Año Nuevo, dado que, como veremos, allí le encontró el nuevo grupo expedicionario español.

Los recién llegados eran los componentes de la expedición que realizaba Diego García de Moguer, quien tenía permiso legítimo para estar en aquellas tierras, a diferencia de Caboto. García de Moguer había sido marinero con Solís y con Magallanes, era, por así decirlo, un veterano en aquellas rutas. En 1525 contrató a Hernando de Andrade y a Cristóbal de Haro (ambos de origen noble), y a Alonso de Salamanca y a Ruy Basante (ambos mercaderes), para realizar un viaje al Nuevo Mundo. La capitulación le fue concedida en 1526.Tenían permiso para explorar las Indias del Mar Océano con una carabela de cincuenta a sesenta toneladas, un bergantín y un patax. Debían ir a las tierras de Indias que no hubiesen sido exploradas. Se ignoraba que Caboto estaba en lo que para ellos aún era el Río de Solís, que a la postre era el lugar donde tenía las miras García de Moguer, al conocerlo más. Las raciones, igualmente que con Caboto, debían ser por cuadrillas y para dos días, y no debían llevar mujeres, tampoco. A estos se les recomendaba plantar y sembrar legumbres en Moluco (no se asocia a Molucas, pues la capitulación habla de explorar el Atlántico meridional), así se podrían autoaprovisionar y evitar las hambres de otros viajes. A diferencia de Caboto, estos llevaron consigo semillas variadas.

Se duda si su partida fue el 15 de Agosto de 1526, o si bien se produjo en 1527 desde La Coruña. Se reabastecieron en Canarias y Cabo Verde. En Enero de 1528 se tienen noticias sobre que la expedición se encontraba descansando en la Isla de los Patos, donde los indios la avituallaron. La siguiente noticia es que en la Isla de los Pargos (de los Lobos, Moguer la conocería a causa del regreso del viaje de Solís), aguardaron a un bergantín que habían comprado en la ciudad portuguesa que Souza había creado en la parte de Brasil, San Vicente. Llegaba con retraso. En Febrero armaron un batel en San Gabriel, que traían desarmado (se encontraban en el Río de la Plata). Allí supo por los indios que había otras personas de ritos cristianos en aquellas tierras. Por ello Diego García de Moguer decidió ir a buscarlos en el bergantín que se encontraba armado. Se encontró con Grajeda, que bajaba al sur en la Santa María del Espinar acompañada de la Trinidad. Este había fundado San Salvador en el Uruguay. Grajeda confundió a los del bergantín con la gente abandonada anteriormente, cuando se dividieron en tres grupos, pero les convencieron de que no eran ellos. Informó a García de Moguer acerca de que Caboto iba río arriba, pues eso es lo que acordaron el año anterior, cuando él confundió las aguas del Paraná con las del Uruguay. Grajeda fue a San Gabriel y envío la carabela a San Vicente a por esclavos. Mientras, García de Moguer decidió ir a buscar a Caboto, ya que este estaba irregularmente en aquellas tierras. Dejó armarse a la nave que estaban haciendo y envió a las otras a San Salvador. Él subió por el Paraná hasta llegar a Sancti Spiritu. Allí le pidió a Gregorio Caro que se fuese, por estar asentado de manera irregular. Siendo él quien tomase el mando de Sancti Spiritu. Pero Caro replicó que estaba sirviendo a Su Majestad, por lo que no abandonaría su puesto. García de Moguer decidió entonces encontrar a Caboto para aclarar la situación. Le halló el 7 de Marzo de aquel año 1528 en una isla, quizá la de Año Nuevo, como dijimos.

A continuación se abrió una serie de discusiones reclamándose el uno al otro el derecho a estar en esas tierras. Caboto alegaba los derechos que le otorgaba el haberlas descubierto. García de Moguer mantenía la legalidad de las cartas reales que poseía. Sin embargo, Caboto tenía otro argumento convincente: la superioridad numérica. Les impidieron subir el Paraná, y les dificultaron abastecerse de comida. Muchos hombres de Moguer desertaron por hambre, yéndose con los de Caboto o con los indios. Sólo el hambre les ató en una tregua. Bajaron a Sancti Spiritu, donde García Moguer desapareció un buen día, marchándose sin avisar, se dirigía a San Salvador, donde estaban los suyos. Caboto le persiguió y le alcanzó. En Julio de 1528 llegaron a un acuerdo forzoso por lo que actuarían asociadamente, a la espera de la decisión del Rey. Entre tanto Caboto sería el Capitán General del Río de la Plata. Su objetivo era encontrar al Rey Blanco y la Sierra de la Plata. Realizarían expediciones con contribuciones proporcionales de parte de ambos. Aunque Caboto mandó a Grajeda que quitase las velas a los barcos de García de Moguer. Lo que indica que el pacto no era tan estable ni seguro como para mantenerse por sí sólo sin ayuda de la fuerza. En estos momentos mandaron construir siete bergantines en Sancti Spiritu. Uno de ellos sería encomendado a Francisco César para que explorase los ríos por donde los indios contaban que estaba la Sierra de la Plata. Esta expedición pasó a ser mítica. A su regreso trajeron consigo múltiples historias fantásticas acerca de un país muy rico en una cordillera occidental (el Imperio Inca o las minas del Potosí) que tenía hasta ovejas gigantes (las llamas). Estas historias se exagerarían con el tiempo hasta alcanzar versiones donde se hablaba de una ciudad donde vivían los antiguos romanos exiliados tras la caída del antiguo imperio. Era la leyenda de la Ciudad de los Césares (a causa del nombre del explorador), la cual dio pie a varias ilusiones y esperanzas de riquezas. Sería asociada al mito del Rey Blanco, y disociada de la Sierra de la Plata. De hecho, cuando ya se disipó la leyenda de la Sierra de la Plata, la de la Ciudad de los Césares seguía viva y se llegó a buscar nada menos que hasta en La Patagonia, de mano de Hernandarias en el siglo  XVII.

Hubo una segunda expedición al cargo de Melgarejo, que se dirigió hacia el sur. Se enfrentó a los indios, e incluso a portugueses y piratas franceses, a lo largo de su viaje. Dijo haber hallado mucho oro y ganados y que vio dos mares desde lo alto de una montaña. En una tercera expedición viajaron Caboto y Moguer hasta el río Pilcomayo, con diversas dificultades. Allí, a veinte leguas de distancia de Sancti Spiritu, supieron por un indio que se estaba planeando atacar al fortín. Se decidió bajar para prevenir a los de allí y defenderlo. En la zona no parecía haber nada anormal, aunque entre la población aborigen había intranquilidad. Tres españoles fueron asesinados cuando fueron de caza y Caboto dio una batida de escarmiento, con la que creyó haber sofocado todo el problema. Se marchó con García de Moguer a San Salvador con los barcos que pudieron, con  la intención de salvarles de posibles sabotajes o incendios provocados por los indios. Caro volvía a quedarse en Sancti Spiritu, esta vez con ochenta hombres y tres bergantines. Tenía orden de redoblar las guardias y quitar la paja de los techos, pero Caro creyó aquello algo excesivo y no lo hizo. Los guardias seguían saltándose sus turnos por cuidar de sus tareas alimenticias. Por la noche hasta llegaban a dormirse los centinelas. El juego se añadía a sus distracciones. La defensa del fortín era, por tanto, muy deficiente. En Agosto o Septiembre de 1529, al amanecer, con todos los de dentro dormidos, los indios iniciaron un ataque en masa. Eran indios venidos de zonas más altas. Los españoles no tuvieron ni tiempo para coger su artillería y sus armas. La desorganización hizo que algunos huyeran a los bergantines, de los cuales uno se encontraba encallado en la tierra, por lo que los que se subieron en él murieron todos a manos de los indios. Los españoles optaron, en su mayoría, por la huida más que por la resistencia. Sólo hubo algo menos de cincuenta supervivientes. Sancti Spiritu fue destruido. Se perdió todo lo que había allí salvo la artillería, con la que los indios no supieron qué hacer. Caboto subió a Sancti Spiritu días más tarde y la recuperó. Fue en Sancti Spiritu donde los indios se convencieron acerca de la naturaleza humana de los españoles, ya que comprobaron su mortalidad y despedazaron y comieron sus carnes para cerciorar que eran como ellos y sabían como ellos mismos . Tal vez el canibalismo tuviera algún origen ritual entre guerreros. La lógica india para atacar el fortín respondió a tres pautas: el español usurpa sus tierras, los indios empiezan a ser cada vez más siervos de los españoles, se había de atacar y destruir el fuerte para echar a los españoles. Se habla de un líder indio llamado el cacique Mangore. Ruy Díaz de Guzmán dice en La Argentina que este atacó a Sancti Spiritu porque se enamoró de Lucía de Miranda y esta no le correspondía, pues estaba casada con un español al que le era fiel. Sin embargo esta historia es algo inverosímil ya que no había mujeres españolas en el viaje de Caboto ni en el de García de Moguer. Tal vez se confundió con los sucesos posteriores ocurridos en Corpus Christi, con Mendoza, donde había tres mujeres. También pudiera haber sido una india a la que su esposo blanco le pusiese nombres españoles. O tal vez un reflejo del comienzo de los abusos españoles con indias (al no tener otras mujeres), lo que levantaría a los indios en su contra.

Los últimos días en San Salvador y San Gabriel (un pequeño enclave a modo de puerto en uno de los riachuelos del delta donde se unían los ríos para crear el Río de la Plata) fueron tranquilos. Los indios de allí eran amistosos. Los del Paraná se habían vuelto hostiles y no se podía reconstruir una base allí. El mal humor de Caboto fue alegado en su contra en la consecución de esto. Se volvió a reproducir el hambre, a la par que el levantamiento del Carcarañá se fue extendiendo entre los indios, llegando a San Salvador. Los españoles fueron acorralados y sitiados en cuanto a provisiones. Se encontraban encerrados y hambrientos, lo que provocó muchos muertos. Caboto mandó desesperadamente un bergantín para buscar alimentos y pez para calafatear, se pensaba ya en la ida del lugar. Diego García de Moguer comprendió la situación y se marchó en secreto a la isla de Santa Catalina, donde se alimentaron de lobos. Había un gran descontento. Los españoles se veían en la necesidad de actuar sólo a la defensiva, desarmados prácticamente y casi desnudos. Caro, Juan de Junco y Alonso de Santa Cruz pidieron a Caboto quemar La Trinidad, al estar en malas condiciones, e irse en la Santa María del Espinar, Caboto quiso hacerles un consejo de guerra, pero le fue imposible dados los ánimos generales del grupo. El 6 de octubre de ese 1529 se vio forzado a pedir consejo entre los suyos. Se decidió coger las sementeras de maíz e higos y marcharse en Diciembre. Mientras, el hambre les iba matando y los indios se veían cada vez más fuertes. Tanto que no tuvieron reparo en enfrentarse fluvialmente al descubierto contra Grajeda y matarlo. Tras esta perdida Caboto se vio forzado a cazar cetáceos en la Isla de los Lobos e irse de San Salvador. La expedición fue dividida, un tal Montoya debía reunirse con ellos en San Lázaro tras cazar los cetáceos, pero su tardanza provocó que Caboto se marchase sin él. Tenía tres naves. La primera era la más rápida, en esta viajaba Caboto sin esperar a nadie. La tercera nave se estrelló en San Gabriel, habiendo penachos de humo de indios en guerra, aún así Caboto no regresó a recoger a los náufragos. Cuando llegó a la altura de la Isla de los Lobos vio una cruz en la playa, pero no paró para ver si Montoya había naufragado y había supervivientes. Montoya, en realidad había cumplido su parte del trato e incluso había ido a recoger a los auténticos náufragos de San Gabriel. Divisaron a la segunda nave, La Trinidad, en la que viajaba Caro y que era más lenta. Esta estaba inutilizada. Montoya montó también en su nave a los ocho hombres de Caro. Aún con todo cinco hombres cayeron rehenes de los indios. Pudieron usar La Trinidad para llegar hasta Brasil, aunque estando todos muy débiles. El 19 de Marzo de 1530 Caboto llegó a San Vicente, donde hacía tiempo que estaba Diego García de Moguer.

Setenta y cinco personas habían muerto a causa de los indios, otros tantos habían muerto por enfermedad o hambre. No habían habido beneficios, aunque llevaron muestras exóticas del lugar. Diego García llevó a ochocientos esclavos indios a España, a petición de algunas familias de Portugal. Caboto también había capturado indios (destacaron tres entregados como esclavos al Rey: Curupao, Carapucá y Chocorí, que fueron recluidos en un convento de España). Caboto, además, había realizado grandes matanzas de indios, en ocasiones para robar millo que comer. Hicieron esclavos incluso en tiempos de paz. Caboto llegó a vender cuatrocientos esclavos capturados ilegalmente. Los que vendieron en Sevilla fueron registrados en el pago de impuestos (el quinto real se quedó dieciséis indios). La mayoría de estos habían sido comprados en la misma San Vicente, eran indios capturados en las guerras indias sostenidas por Portugal, tal vez alguno era procedente de la expedición de Alejo García. Diego García de Moguer llegó a España un año antes que Caboto, portaba consigo todas las acusaciones recogidas contra Caboto, aparte de los náufragos que este había abandonado y fueron rescatados por Montoya. En sus acusaciones a Caboto le imputó la muerte de cuatrocientos mil indios. A Caboto se le retiró el favor real y sus títulos. Se le abrió expediente. Su expedición había dado muchísimas leyendas y mitos, los cuales habrían de estimular las imaginaciones y fomentar los viajes y conquistas.