Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Martínez de Irala y tiempos sin gobernación.
La nueva expedición que se acercaba al Río de la Plata era, como hemos nombrado ya, la de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. La tardanza de una confirmación sobre la existencia de un nuevo adelantado en el Plata hizo que desde España se quisiese imponer a uno. Pero tal acto se demoró a causa de los relatos de pobreza y miserias que habían traído consigo los que habían regresado de allí. Además, Carlos I estaba ocupado en las campañas de Túnez, del Milanesado, en la rebelión de las tropas amotinadas en Gante por falta de pago y en el Tratado de Niza. En España habían vuelto a comenzar las protestas por la gran cantidad de gastos bélicos, a la par que se preveían más luchas contra la herejía en Europa o contra el turco. En medio de todo esto el obispo de Plasencia usó sus influencias para que se nombrase a Alvar Núñez como adelantado del Río de la Plata. Este se había hecho famoso a causa de su aventura norteamericana que inició al servicio de Narváez. En esta había terminado conviviendo varios años con los indios. El relato que escribió sobre esta experiencia, Naufragios (el cual ampliaría después de su gobernación en el Plata), le dio gran fama.
El 18 de Marzo Carlos I le concedía una capitulación que le premiaba sus diez años de trabajos sobrehumanos y exploración heroica en convivencia con los indios en Florida. Se le daba en ella el título de adelantado, gobernador y Capitán General del Río de la Plata. El 15 de Abril hizo asiento de llevar armas, municiones, vestidos y otros objetos al Río de la Plata, a cambio de heredar todos los títulos, territorio y privilegios de Mendoza si se demostraba que Ayolas estaba muerto (en esas fechas de 1540 aún no se sabía de su muerte, en América no se supo hasta los meses centrales del año). En Sevilla compró dos naos y una carabela y proveyó que otro navío se uniese con la flota en Canarias. El 2 de Diciembre (hay quien dice de Noviembre) partía desde Cádiz con la carabela y las naos Santa Lucía y Trinidad. Estaban bien avituallados. Llevaba consigo a cuatrocientos soldados con el doble de armas, mujeres casadas, nueve clérigos, entre cuarenta y seis y cuarenta y ocho caballos de guerra y otros tantos de cría. De este modo proveía a la expedición mucho mejor de lo que se le pedía. Invirtió en ella 14.000 ducados de oro. Es posible que llevase vacas, pero no llegaron a Río de la Plata. O bien pudieron comérselas en el viaje, o bien pudieron perderlas o deshacerse de ellas en Brasil. Se hubo de arreglar una vía de agua en la capitana en Cabo Verde. El retraso les hizo consumir casi todo el agua del viaje. Cuando llegaron a Brasil era de noche, por lo que les salvó de pura suerte del choque contra la costa el canto de un grillo. Fue allí donde recogieron a Baitos. Llegaron a Santa Catalina el 29 de Marzo de 1541.
A Santa Catalina habían llegado dos frailes franciscanos y nueve soldados desertores de la causa de Galán. Estos se encontraban allí viviendo con los indios, que los acogieron como en otras épocas acogieron a los de Solís. Estos personajes informaron a Alvar Núñez de la destrucción de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Tal noticia era mala para la entrada de la expedición, pues se encontraban sin un puerto donde arribar después de cruzar el océano. Mandó entonces al contador real Felipe de Cáceres al Río de la Plata, pero sin que tuviese que regresar, debía esperarles allí. Su misión era ver la situación de forma previa. A la vez mandó a Pedro Dorantes por tierra para comprobar si se podía llegar al Río de la Plata de ese modo, imitando a Alejo García y a sí mismo en Norteamérica. Visto que sí se podía hacer, Alvar Núñez dividió la expedición en dos. Su pariente Pedro Estropiñán Cabeza de Vaca guiaría a la expedición marítima al Río de la Plata, mientras él iría por tierra con doscientos cincuenta españoles, más indios amigos que fundamentalmente hicieron de porteadores de la carga que consigo llevaban. Partieron de esta manera el 29 de noviembre de 1541 y no llegaron a su destino hasta el 11 de marzo de 1542, en esa fecha, exactamente, llegó la expedición terrestre a Asunción, tras cruzar los ríos Iguazú y Paraná en balsas. En el camino habían pasado hambre, enfermedades, ataques de fieras, habían atravesado selvas, ríos, pantanos, sierras, campiñas... Llega a narrar el propio Cabeza de Vaca que por el camino hubieron de construir hasta dieciocho puentes. Habían fabricado una fragua para hacer anzuelos que vender a los indios... Alvar Núñez puso especial cuidado en llevarse bien con los indios, a los cuales respetaba a causa de conocerles por su pasada convivencia en Norteamérica. Las aldeas de guaraníes les recibieron hospitalariamente gracias a estos buenos tratos. Fue por los indios por los que supo de la ubicación de Asunción, por lo que varió el rumbo de la expedición terrestre hacia allá.
Cuando llegó a Asunción enseñó a Cabrera y a Irala sus títulos, por lo que Irala le dio el mando y Alvar Núñez le nombró su lugarteniente, aparte de confirmar a Asunción como la capital del Río de la Plata. Su primera acción fue mandar ayuda a la flota que había mandado con Estropiñán al estuario. Aprovechó unas barcas que Irala tenía preparadas para partir en busca de la Sierra de la Plata. Su misión era socorrer con alimentos a Estropiñán y reformar el asiento del Puerto de Buenos Aires (ahora se resumía así el nombre) o bien buscarle otra ubicación. Sea como fuese, era necesaria la existencia de un puerto que sirviese de base en el estuario, para poder coordinarse mejor con las expediciones marítimas que venían de Europa o de otras regiones americanas.
En todo el tiempo del viaje terrestre de la expedición, Estropiñán, con ciento cuarenta y nueve hombres y un número mayor de mujeres, se vio dificultado para llegar al estuario, ya que su piloto murió a causa de su vejez y las fatigas del viaje (era un piloto veterano de la expedición de Mendoza). Ya en la misma Santa Catalina se le habían estrellado dos barcos. De los dos que le quedaban uno era tan viejo que hubo de desmontarse. Con un solo barco llegaron a las ruinas del viejo puerto. Allí encontraron la carta en un poste, por lo que se dirigieron, por necesidad, a San Gabriel para recoger el maíz y el trigo que se les prometía. Este se encontraba en una especie de cabaña de madera que hacía de silo, pero había pasado tanto tiempo que estaba malogrado. Los pájaros se habían comido casi todo y lo que había estaba lleno de su guano. Aún con todo se alimentaron de ello. En Febrero de 1542 decidieron mandar a Felipe de Cáceres con el piloto Nicolás de Rodas en busca de alimentos y ayuda. La mala suerte provocó que equivocaran el camino por el río Uruguay, como en su día hizo Grajeda. Su vuelta atrás fue peor, pues les sorprendió una tormenta que les retuvo en Martín García. Se dispersaron y no se pudieron volver a reunir en veintidós días. Recibieron ataques indios hasta que el capitán Alvarado decidió seguir. En ocho días más pudieron ver que se les acercaba una embarcación española por el río, se trataba del capitán Juan Romero, que había sido enviado por Alvar Núñez en su socorro veinticinco días antes. Juan Romero había encontrado primero a la primera parte de la flota dispersa con Felipe de Cáceres, a la que salvó de los indios. Todos ellos regresaron al puerto natural de San Gabriel, pese a que Cáceres quería ir a Asunción. Romero se impuso por considerar más humanitario ayudar con los alimentos a Estropiñán. Aún así se produjo alguna deserción por hambre. Cuando llegaron a San Gabriel se vieron sorprendidos por una ataque indio que mató a cinco o seis españoles.
Era invierno y eran pocas personas. El nuevo puerto lo fundaron junto al río San Juan, el cual era un buen puerto natural y tenía una buena tierra fértil y de pastos. Aunque las tapias del poblado eran tiradas por las crecidas del río. Se encontraban a la entrada del Río de la Plata, el cual lo consideraron un lugar estratégico para sus contactos con España. En unos primeros momentos hubieron de combatir a los indios. Estos evitaban su asentamiento no dejándoles plantar sementeras. Esa situación propició una vida incierta que les hacía pelear de día y jugar o fornicar de noche. Cáceres, el contador real, llegó a perder en el juego hasta dos veces la artillería de la guarnición. Al no poder de la empalizada y no poder abastecerse se repartieron los vienes de López de Aguiar, logrados del naufragio visto, pese a que Alvar Núñez los prefería usar para fundar la nueva Santa María de los Buenos Aires. El capitán Alvarado fue nombrado tesorero y llegó a haber oficiales, regidores, soldados, sacerdotes y mujeres. Alvar Núñez, enterado de todos estos sucesos, mandó a Gonzalo de Mendoza el 25 de Julio para reforzar San Juan y fundar definitivamente Buenos Aires. Tan sólo llegó a tiempo para ver arder San Juan y ver como mataban a un español. Sus refuerzos ocasionaron un conflicto. Gonzalo de Mendoza quería cumplir las órdenes de Cabeza de Vaca fundando Buenos Aires, pese a que en Asunción se vivía más pacíficamente, y con múltiples mujeres. Pero los de Estropiñán no habían conocido el descanso desde que partieron de España y querían ir a Asunción. Se decidió al final destartalar lo que quedaba de San Juan e irse todos a Asunción el 18 de Octubre.
En su viaje de regreso ocurrió algo que sería conocido posteriormente en el mundo entero y que en ocasiones se interpretaría como un castigo divino por el comportamiento con los indios . El 1 de Noviembre, día de Todos los Santos, con el cielo raso y sin vientos, la nave capitana y otras tres más fueron a la orilla para esperar a dos naves retrasadas. Un grupo de indios les atacaron por sorpresa y se desembarcó para responder el ataque. En esos momentos se produjo un terremoto que hizo desplomarse un trozo de tierra sobre una de las proas encalladas en la orilla, mientras otro trozo caía en el río agitando sus aguas. Se dio orden de no abandonar los barcos, por considerarlos más seguros. Fue un error, un tercer desplome de tierra agitó el río de manera que destruyó una de las naves. Hubo once hombres y tres mujeres muertos. Aquel seísmo no se interpretó más que como una acción de Dios (en España prácticamente no se conocen estos fenómenos geológicos). Veinticuatro hombres optaron por la deserción en aquel momento creyendo que había llegado la hora del Apocalipsis. Tras todos estos hechos, no llegaron a Asunción hasta el 21 de Diciembre.
En el ínterin, en Asunción, Irala estuvo cuatro meses de expedición por Paraguay en busca de la Sierra de la Plata. Había tenido conflictos con los indios guaycurúes, por lo que Alvar Núñez intenta escarmentarlos. Tras una pequeña batallita victoriosa se animó a irse en Octubre a expedicionar él mismo por el Paraguay. Se llevó consigo a trescientos arcabuceros y ballesteros. Tuvo un viaje de guerra con los indios, amotinamiento de su tropa, una epidemia, y una mortandad alta. Llegaron a ver las cataratas del Iguazú. Decidió regresar a causa del hambre y los problemas de la expedición, pero la guerra con los indios (había llegado a ahorcar a un cacique llamado Aracare por no prestar a su pueblo como tropa de auxilio) le hizo retomar una política de mayor amistad hacia ellos. Sin embargo, a su regreso a Asunción había un motín en marcha.
Previo al motín mencionaremos que Asunción sufrió un incendio accidental el 4 de Febrero de 1543 que duró cuatro días. No se podía atender a la sofocación de las llamas, ya que los hombres se vieron vulnerables en esa situación y prefirieron dedicarse a estar alerta ante un posible ataque indio. La rápida propagación por la ciudad fue a causa de los techos de paja, por lo que en la reconstrucción inmediata se alejaron los solares unos de otros y se crearon cuadras con tapias, como división. Se prefirió reconstruir todo con piedra, si era posible. Alvar Núñez reabasteció a todos con su propio dinero entregando trajes de la tierra , principalmente.
Otro hecho a relatar previo a narrar el motín, se trata de la expedición del capitán Diego de Rojas mandada desde Cuzco por el visitador Vaca de Castro. Llevaba consigo a doscientos hombres para abrir la ruta cuyo fin último era realizar operaciones comerciales entre ambas zonas. La idea inicial era investigar hasta donde llegaba el Incario, lo que era decir el Imperio Inca. Estos lograron establecer la comunicación de Asunción con el Alto Perú. Rojas había partido de Cuzco en 1542 usando las calzadas del Incario hasta el lago Titicaca y Charcas (en Bolivia). Llevaba consigo un amplio ganado caballar para uso propio, pero del que quedó algo en el sur de Catamarca y el norte de Córdoba. Bajó la puna de Jujuy y después Tucumán, donde los indios quisieron preservar la zona de los metales de Chile, mandando a la expedición hacia Córdoba bordeando los ríos Tercero y Carcarañá. Rojas murió por una flecha envenenada en Salavina, pero tomó el mando Francisco de Mendoza, que condujo a la tropa hasta Sancti Spiritu, lugar al que llegó en 1543. Encontró allí una nota de Irala enterrada en una vasija donde se leía que se habían trasladado a Asunción, lugar al que se dirigió. En el intento, subiendo las aguas, murió por un motín. La tropa regresó entonces a Cuzco, a donde llegó en 1546. Entre esos hombres estaba Juan de Garay, que tendría importancia posteriormente en el Río de la Plata. Los inversores habían perdido 30.000 pesos de oro cada uno. Los indios de Tucumán habían recibido bien a los españoles porque habían heredado, con su conquista y el matrimonio mestizo de Pizarro, todos los derechos del Inca . En Perú se encontraron con las guerras civiles a causa de la rebelión de los encomenderos. La Gasca, auditor presidente de Perú, fue quien acabó con los almagristas y con ellos, con la guerra, en 1549. Entonces retomó esta vía abierta y mandó a Núñez del Prado, que fundó varias ciudades en Tucumán y llevó allí ganado ovino y vacuno.
Cuando Alvar Núñez regresó a Asunción de su viaje por el Paraguay inició una serie de reglamentaciones. En quince días estalló el motín. Los cobros de los diezmos fueron lo que dividió a los españoles entre leales a Alvar Núñez y tumultuarios, seguidores de Irala (que estaba detrás de la revuelta). Pero había asuntos de fondo más importantes. Alvar prohibió el comercio de esclavos, incluso traídos por los portugueses (aunque fue él el primero en haber traído indios esclavos al Río de la Plata, unos cuarenta y cinco de su viaje por el Paraguay ). Además, el 6 de Enero, había declarado que los guaraníes eran vasallos de Su Majestad (de acuerdo a las Leyes Nuevas), por lo que prohibió comprar cautivos incluso tras guerras con ellos (que pasarían a ser guerras civiles). Mucho menos se debían comprar mujeres, pues estas no eran mercancías. Prohibió el incesto. Amenazaba con ahorcar a quien obligase a trabajar a los guaraníes en contra de su voluntad. Al mismo tiempo hizo saber a los guaraníes que no tenían obligación de "tovaya", esto era: de prestar servicios al cuñado. El fiscal Villalobos, en España, acusaría más tarde a Alvar Núñez de prohibir comprar cosas a los indios esclavos (lo que en realidad era perjudicial no sólo para los españoles, sino también para los propios esclavos). Además, inició una campaña para que los indios adaptasen los ritos cristianos a sus formas religiosas, aunque quemó los ídolos puramente indios y su administración no terminaba de ver bien algunos ritos de chamanismo en el culto cristiano.
Era una política muy diferente a la practicada por Irala, el cual había llegado a repartir hasta 26.000 indios, a esa fecha , en encomiendas. Aprovechó para ello el apoyo de los guaraníes, que le ayudaron en guerras y capturas de indios enemigos suyos, tales como los payagúas, lo guaycurú y otros. No dudó, además, en colocar jefes indios adictos a los españoles para un mejor control. En 1545 Irala aún mantenía la esclavitud india en número de 25.000 personas para cavar la tierra y hacer casas. E incluso seguía comprando mujeres. Unos ochocientos blancos y mestizos controlaban en Paraguay a unos seis mil o siete mil indios. Se defendía en la idea de que el encomendero favorecía, adoctrinaba y curaba a los indios bajo su encomienda, aunque esto era algo muy relativo o falso. Por otra parte, con él gobernando Asunción los españoles se habían dado a la holganza, habiéndose acostumbrado a que las mujeres indias (principalmente) trabajasen por ellos, cuando no los hombres indios por la "tovaya". Habían creado una sociedad igualitaria en la ciudad que era poligámica. Los hombres podían tener varias mujeres a la vez, siendo raro que se tuviera una sólo e incluso dos . No se distinguía la condición social para tener derecho a las mujeres. Las mujeres blancas tuvieron más reparos de juntarse con los indios, o quizá más dificultades por ambas partes. Hay relatos de mujeres blancas deseadas por hombres indios que se vieron fuertemente rechazados. Las mujeres blancas a veces criaban a sus hijos blancos y a los hijos mestizos de su marido, de origen bastardo. Pero las propias mujeres blancas se daban a la fornicación, como relata algún cronista, aunque sólo con hombres de su color de piel. Las mujeres indias trabajaban los campos y los hogares de su hombre blanco, pero a menudo no podían hacerlo por estar atendiendo las apetencias sexuales de este, las cuales (según el cronista que lo describe como "Paraíso de Mahoma") eran frecuentes. En el ámbito sexual las indias contaban con la ventaja de no haber sido educadas en una estricta moral católica, lo que favorecía que se prestasen a determinadas posturas y practicas sexuales, a la par que no tenían reparo en participar activamente en el gozo del acto sexual. Por otra parte, los indios varones no tardaron en darse cuenta en que los españoles no correspondían a esta tradicional alianza sexual suya. Los matrimonios mixtos tenían por objeto acercar a las tribus, aliarlas y hermanarlas. Los españoles les ayudaban en sus guerras, pero les trataban como siervos y no como familiares que eran. Por otra parte los españoles no cumplían los lazos de alianza al completo, pues no les casaban o entregaban a sus mujeres. Eso dio lugar a diversas revueltas, como ya dijimos más atrás.
La revuelta estalló el 25 de Abril de 1544. Quince días después de regresar Alvar Núñez de su viaje por el Paraguay. Irala se encontraba estratégicamente ausente de Asunción. Alvar y una mayoría de seguidores suyos fueron tomados por varios oficiales, entre ellos Acosta, que era tratante de esclavos. Estuvieron encarcelados por ocho meses. En principio Irala intento guardar las formas rechazando el apresamiento "pro forma", pero lo aceptó en cuanto se le confirmó el cargo de gobernador mediante el voto de los pobladores, según la Real Cédula de 1537 que aún portaba Cabrera para un gobierno vacante. En el trasfondo del conflicto había algo de la política de España, ya que había elementos comuneros entre los tumultuarios. Había varios veteranos de Padilla . Alvar Núñez no dejaba de ser un enviado imperial que estaba cumpliendo las órdenes del Emperador cuando aplicó las Leyes Nuevas. Eso había credo tensión entre los comuneros que se habían exiliado a una conquista incierta de América, lejos de Castilla y el centro del Imperio. El 7 de Marzo de 1545 Alvar Núñez Cabeza de Vaca era metido en la carabela Comuneros para ser devuelto a España. Fue bajado por el río Paraná, cruzándose con los barcos de Nuflo de Chávez, que ahora veremos. Se negó a comer nada por miedo a ser envenenado. El 2 de Abril se cruzaron con otra nave con leales a Alvar Núñez que habían sido apresados. Los prisioneros más importantes, que eran llevados a España por medio de Cabrera y Venegas, eran Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Estropiñán y Salazar. Una tormenta en medio del mar debió recordarles a Cabrera y Venegas el capítulo del Día de Todos los Santos, pues decidieron liberarles y darles uno de los dos barcos. De todos modos, los cinco personajes se reencontraron en las Cortes con expedientes abiertos a todos. Alvar Núñez fue desterrado injustamente, pero prestó servicios a la Corona en Argel, por lo que años después fue perdonado por haber provocado una rebelión y el reavivamiento de sentimientos comuneros. En ese momento escribió sus comentarios añadidos a Naufragios, donde hablaba de su periodo como gobernador del Río de la Plata. A la vez habló de la esclavitud a los indios en aquel lugar, así como de los castigos corporales que él vio que les infligían, así como de las múltiples muertes por celos de indios, de asesinatos por celos de indios, o por celos de españoles, que también había visto.
Martínez de Irala reguló los pagos mediante trueque volviendo a las monedas de tierra, ante la falta de metales preciosos. Los objetos de hierro eran los más cotizados. Pronto se formó una gran inflación. La colonia tuvo un latente estado de guerra civil, por lo que Irala optó por crear expediciones en busca de la Sierra de la Plata, que era lo que cohesionaba a la población tras el enfrentamiento con Alvar Núñez. Aún así ya empezaban a haber personas que abogaban por poblar y vivir de las encomiendas más que en seguir buscando un oro y una plata que, cada vez parecía más claro, no existían. Hizo participar a Nuflo de Chávez en varias de esas expediciones. Fue este quien trajo historias provenientes de Pilcomayo sobre una sierra que manaba plata, según contaban los indios, no dejaba de ser, otra vez, un reflejo de Potosí, que había sido descubierto hacía poco por los conquistadores de Perú, aunque este dato no lo conocían. Ese rumbo puso el propio Irala en Noviembre de 1547, con doscientos cincuenta españoles, veintisiete caballos y unos dos mil indios. Fue hacia el Chaco y llegó hasta las sierras del Perú. Fue entonces cuando descubrió que aquel territorio ya había sido recientemente conquistado y que la Sierra de la Plata eran las minas de Potosí. Así que en cierto modo el mito era real, aunque no como se había extendido. Fuese como fuese, Paraguay había perdido sus privilegios sobre ese lugar, al no haberlo descubierto ni conquistado ellos. Por aquella situación, y temiendo una posible guerra civil a su vuelta ante este resultado de tantas vicisitudes, fatigas y enfrentamientos, decidió mandar a Nuflo de Chávez como emisario ante LaGasca, que era un licenciado que gobernaba Perú como presidente de la Audiencia. La idea era ofrecerle su concurso en aquella sierra. Una ayuda militar y de colonización a cambio de poder participar de los beneficios. En su viaje Nuflo no dudó en matar a niños, viejos y viejas, y a cualquier clase de indio. Ellos mismos eran atacados por muy gravemente por estos mismos. La única utilidad de aquel viaje, al final, resultó ser el de comprobar que las cabras eran las mejores porteadoras en los territorios de sierra. Él inició a esta clase de ganado como porteador. De hecho, el balido de las cabras a su paso por los Andes hizo que ciertos indios huyeran despavoridos creyendo que era un arma desconocida. Cuando Nuflo volvió a entrar en Asunción en 1550 se le esperaba cargado de oro y plata, tan sólo traía un rebaño de doscientas cabras, el primero del Río de la Plata.
Irala, cuando se separó de él en 1548, no pudo esperarle, ya que los oficiales reales que iban con él insistieron en volver a Asunción, dado el triste resultado. Irala dio el mando a Gonzalo de Mendoza y regresó a Asunción. En su ausencia había estallado un nuevo motín en la ciudad. Lo lideraba Francisco de Mendoza, el cual es un personaje con un nombre homónimo al Francisco de Mendoza que viajó con Diego de Rojas. El gobernante delegado que había dejado Irala había sido muerto por los amigos de Alvar Núñez que quedaban en el lugar, aprovechando la ausencia de Irala. Habían sido encabezados por Diego de Abreu. Irala volvió al gobierno para controlar a los sublevados. Usó de la energía y la persuasión para mantenerse. También usó los métodos indios de casamiento, uniendo en matrimonio a dos de sus hijas con sus opositores más destacados, Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara. En eso estaba su gobierno cuando llegó parte de la expedición de Diego de Sanabria en 1551, cuyo padre, Juan de Sanabria, era el personaje al que envió Alvar Núñez, en una de las expediciones pasadas, en busca de agua. Traía consigo varias mujeres españolas solteras. Para 1550 Irala decidió hacer más expediciones cuyo único valor era mantener ocupados a los opositores y capturar algún indio que encomendar mediante la guerra justa. Es a partir de esa fecha de 1550 cuando los indios guaraníes empiezan a ser conscientes plenamente de que son tratados como siervos en las encomiendas y no como familiares. Los itatinos, los paranáes y los guarambarenses se rebelaron, haciendo muy difícil (o casi imposible en algunas zonas) el control de Paraguay. Estas rebeliones disminuyeron la mano de obra, lo que también era un segundo objeto en contra del mantenimiento del dominio español. Los indios, además, se veían reducidos en número por el gran número de nacimientos mestizos, al no poder relacionarse sexualmente con ellos muchas de las mujeres indias. Irala optó por la represión de los indios con mano muy dura, fuesen enemigos o aliados que simplemente desaprobaban su acción represiva.
En cuanto a las exploraciones que hemos mencionado, Nuflo de Chávez destacó en la expansión del territorio hacia Perú, siempre hacia la sierra donde estaban los metales. Aún tenía Irala la esperanza de lograr algún beneficio por esa vía. Con la expansión del territorio y las encomiendas constantes pasó el tiempo hasta que en 1555 le llegó la confirmación como gobernador del territorio. En ese año Carlos I había abdicado en su hijo Felipe II. Su reinado comenzaba con una guerra contra Francia, por lo que se trató de resolver el problema de la gobernación del Río de la Plata lo más rápidamente posible, y esa rapidez sólo podía venir conformando una situación dada de hecho en la persona de Irala, que, por otra parte tenía firmada su confirmación desde 1552. También influyó el fracaso de Juan y Diego de Sanabria, que luego veremos.
La confirmación venía portada por varias personas que habían regresado a España en esos años, Salazar (al que vimos apresado junto a Alvar Núñez), Diego de Sanabria (el personaje que acabamos de ver, que también era partidario de Alvar Núñez) y el capitán Díaz Melgarejo y los hermanos Goess. Y no sólo traían la confirmación de Irala, traían también la orden del Rey de que cesasen las conquistas y proliferasen los asentamientos bien hechos en esa gobernación. Cosa que se había aprobado en el Consejo de Indias. Irala no perdió oportunidad para poblar lo más cerca que pudo del territorio donde estaban los metales, hacia el norte y hacia el oeste, desoyendo totalmente las recomendaciones de poblar de nuevo la entrada del Río de la Plata. Los Goess introdujeron una gran cantidad de ganado vacuno de origen brasileño, lo que inicio, ahora sí, los grandes rebaños vacunos de Argentina. Irala se dedicó a organizar la colonia con gran dedicación, sobre todo con las encomiendas, que era lo que más atraía a los españoles después del fracaso de la Sierra de la Plata. En 1556 llegó un barco, donde estaba Acosta y el obispo Pedro Fernández de la Torre, altamente armado. Una parte se quedó en San Gabriel, mientras que otra marchó a Asunción. En ese momento Irala permitió irse a España a varios hombres suyos que portaban quejas contra él. Sin embargo, Irala murió por causas naturales, era ya anciano tras una vida muy ajetreada. Tuvo una larga agonía. Sabía que iba a morir, por eso permitió la partida de aquellos. Aún así no tuvo problemas en su agonía para mandar ahorcar a varios indios ancianos que se negaron a colaborar en sus acciones represivas contra otros pueblos indios.
Antes de esta muerte de Irala, hay que mencionar diversos intentos que se hicieron en la etapa entre la expulsión de Alvar Núñez y la confirmación de Irala. Ya hemos mencionado la acción de Núñez del Prado en Tucumán en 1549. A este le echó otro conquistador del Perú, Francisco de Aguirre. En 1552 se proponía conquistar desde Perú al Atlántico, pero sólo pobló las sierras, trayendo consigo ganado vacuno chileno. Por entonces, los de Chile pensaron en ocupar Tucumán. Nuflo de Chávez y Melgarejo exploraron Xaraves y Guayra. Melgarejo fue uno de los capitanes que vinieron al Plata en la expedición de Sanabria, como ya veremos. Chávez fundó Santa Cruz de la Sierra en 1561, que se transformó en una etapa obligada entre el Perú, Chile y Río de la Plata. Los de Asunción se vieron muy atraídos a esta población sobre 1564, a causa de la cercanía de Potosí y de Perú. Juan de Garay fue uno de los primeros pobladores de esta ciudad. Lo que fue un acercamiento más al lugar que le daría la fama en el futuro. Los problemas de jurisdicción entre Perú y Asunción se zanjaron por el Virrey de Chile, creando la jurisdicción de Charcas que cubría Tucumán y Moxos. Esta jurisdicción la controlaría Asunción por puros intereses económicos.
En 1547 otro intento fue de Francisco Paredes, un mercader. Logró un permiso para establecerse en San Juan. Y otro intento más fue el de Alonso Cantero, un conquistador veterano de los tiempos de Mendoza. Pidió la explotación de la isla San Gabriel, la cual le fue concedida por Real Orden el 22 de Mayo de 1549. Podía instalar un mesón para avituallar naves y hospedar viajeros. Pero fueron intentos casi nulos.
Un tercer intento fue el de Juan de Sanabria, que influiría en la confirmación de Irala como gobernador. La Corona había confiado en él para establecerse en la entrada del Río de la Plata y en Santa Catalina con ochenta matrimonios, cincuenta solteros y veinte mujeres solteras. Pero la muerte sorprendió a Juan en 1548. Por ello el encargo pasó a su hijo Diego de Sanabria en 1549. Mientras estuviese de viaje a su gobernación habría de gobernar Alanís de Paz. Partieron el 10 de Abril de 1550, capitaneados por Salazar y acompañados de Melgarejo y los hermanos Goess. Llevaban trescientos hombres y cincuenta mujeres. En las Palmas de Gran Canaria hubo un motín que se complicó cuando les asaltaron corsarios, por lo que la flota se dispersó por Guinea. Tardaron más meses de lo habitual en llegar a Santa Catalina, con la mala suerte de perderse dentro del Río de la Plata y tener que remontar hasta Brasil para ir a San Vicente y San Francisco. La nave capitana se perdió aún más y acabaron en el mar Caribe. Diego de Sanabria acabó naufragando en Santa Margarita. La gente de la expedición que se quedó en el Río de la Plata pudo ver llegar el barco de Bartolomé Justiniano, el cual portaba la confirmación de Irala como gobernador en 1552, ante la tardanza de noticias de Diego de Sanabria y Alanís de Paz. Los de la expedición de Sanabria que habían quedado en el Río de la Plata fueron recogidos por Justiniano, el cual se encargo de llevarles a Asunción. Sin embargo no pudieron llegar allí hasta 1555.
Cuando Irala murió en 1556 delegó el gobierno en su yerno, que a la postre era Gonzalo de Mendoza, pero este también estaba ya viejo y moría en 1558. Haciendo uso de la Real Cédula de 1537 los pobladores eligieron popularmente a Francisco Ortiz de Vergara como nuevo gobernador. Un nuevo intento por colonizar el Río de la Plata se producía en esos años. Felipe II contrataba en 1557 a un militar con experiencia conquistadora, Jaime Rasquín. Debía llevar a seiscientos hombres y fundar cuatro ciudades. Al final sólo llevó a doscientos hombres. Partieron en 1559, pero equivocaron el rumbo de los vientos y se encontraron en aguas calmas en medio del paso del ecuador por el océano Atlántico. Aquello provocó un motín que hizo que la expedición se marchara a Santo Domingo.
El gobierno de Francisco Ortiz de Vergara duró hasta 1567. En todo ese tiempo no se preocupó en nada de la administración. Incluso se dio el caso de que ningún barco les proveyó de nada desde España o Brasil. Por esa razón fue depuesto por Juan Ortiz de Zárate el 20 de Febrero de 1567.
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