lunes, julio 22, 2024

NOTICIA 2332ª DESDE EL BAR: FABRICANDO UN FANTASMA

 

Ojeando un viejo tomo de un libro elaborado con coleccionables de un periódico, creo que era del ABC o tal vez era de Más Allá, encontré una historia que desconocía. Uno puede pensar que los efectos especiales sofísticados son algo propio de la invención del cinematógrafo a finales del siglo XIX, aunque en realidad sabemos que también existían algo más elementales ya previamente en el mundo del teatro, incluso en tiempos del teatro de la Antigua Grecia y la Antigua Roma. La cosa es que me llevé la sorpresa de encontrar a un empresario teatral que a mediados del siglo XIX era el más exitoso de Reino Unido, con fama mundial, por elaborar obras de teatro donde aparecían fantasmas sobre el escenario. Sus espectros eran algo que dieron más de un susto. Sus obras eran como ir a una película de miedo, si bien representaba obras de Shakeaspeare o alguna de fantasmas clásicos.  

El empresario teatral era John Henry Pepper, que en realidad era químico analista, en 1852 fundó la Royal Polytechnic Institution, con intención de difundir las ciencias. En su actividad científica llegó a la conclusión de que debía difundir el conocimiento científico entre todas las clases sociales, por lo que se transformó en un divulgador científico usando inventos que daban espectáculos divertidos, habitualmente asociados a efectos ópticos con dioramas e imágenes diluidas. En estas estaba cuando descubrió cómo inventar una máquina que fabricaba fantasmas sobre un escenario de teatro. Y la fabricó, haciéndole tan famoso que hizo gira por Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia.

Necesitaba que las funciones tuvieran nocturnidad, para crear mayor efecto psicológico, y que fueran salas de teatro cerradas y oscuras. El escenario tenía en realidad un falso suelo, cosa común desde siglos atrás con la idea de crear efectos mediante trampillas. En este caso no necesitaba trampillas, sino un foso entre el suelo del escenario y el público, que el público no debía ver desde sus asientos. Dentro del falso suelo había un proyeccionista de luz que en su debido momento proyectaba la luz sobre un personaje o bien ataviado con sábanas blancas o bien vestido y pintado muy blanco. De este modo, la imagen de esa persona se reflejaba en un espejo grande que tampoco veía el público, y el reflejo de este se reflejaba a la vez sobre unas cristaleras colocadas de manera oblicua entre escenario y público, que en principio el público no debería distinguir por la falta de luz. La imagen del "fantasma" aparecía en el cristal e interactuaba con el actor o la actriz dando la sensación impactante de haber aparecido un espectro, lo que debió dar más de un susto de los grandes. El efecto visual es parecido al que ocurre con tu propio reflejo en las ventanas de trenes de noche y suburbanos en los túneles. 

En algunas ocasiones el actor del fantasma se permitía incluso amenazar a los espectadores. Pepper nunca usó este invento para hacer fraude, sino para entretener en historias de teatro y darle pie a hablar de los efectos ópticos gracias a la ciencia, si bien no explicaba el truco... que le daba muchos beneficios por tener la exclusiva.

A mí esta historia me ha gustado descubrirla. Anticipa sobre los escenarios algo que se difundiría más de otro modo con el cine décadas después. Y lo cierto es que cuando lo leí me acordé de Scooby Doo. 

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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