Ya hemos visto los análisis que hice en mayo de 2003 durante mi cuarto curso de la Licenciatura de Historia sobre los métodos y técnicas historiográficos en las Noticia 2194ª, Noticia 2195ª y Noticia 2196ª, con motivo por entonces de un trabajo de reflexión para esa parte de mi formación como historiador. Cuando los expuse en Noticias de un espía en el bar reflexionaba en los encabezamientos a cada parte que os entregaba que respondía así a todas aquellas personas que suelen decir que estudiar Historia es como contar cuentos. La Historia es mucho más complejo. Comentaba además que podían ser anotaciones tal vez útiles al actual estudiante de Historia, a otros historiadores y a toda persona interesada. Aunque aquellas reflexiones eran de 2003, veinte años más tarde estaban en parte vigentes como debate y que mis propias conclusiones de estudiante de aquella época anticipaban un debate que hoy día está muy vigente sobre las nuevas formas de narrar Historia a través de los productos de entretenimiento de la actual cultura del entretenimiento, ya sea en videojuegos, películas, series, cómic y otros productos.
Hoy quiero continuar esta senda con un pensamiento propio más depurado ya de mayo de 2004, durante el final de mi licenciatura de Historia en quinto curso (no repetí ni suspendí nada, y la acabé en junio, aunque luego entré en los cursos de docencia de tercera etapa, antiguamente llamada de tesina, durante 2005). Tuve que realizar una reflexión personal sobre las tendencias historiográficas actuales. No olvidemos que aunque en la Universidad de Alcalá de Henares no existía ya la especialización, uno se podía especializar orientando su carrera eligiendo todas las opciones o la máxima de ellas en un rumbo y yo lo hice en Historia Contemporánea y Actual, haciendo hincapié en la actual, incluso en lo filosófico y lo cultural. Se entendía Historia actual desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en adelante (hablando en burdo, pues en realidad es ineludible todo el siglo XX para tratarla), y como se puede entender no solo sería cuestión de historiador, sino que también te formaba esto como analista de la actualidad, cosa que muchos medios de comunicación y otros posibles trabajos nunca tienen en cuenta en España a la hora de recibir currículos de historiadores, y subrayo: en España.
Como sea, estas reflexiones que hice en la primavera de 2004 para ir finalizando mi licenciatura y obtenerla pueden estar vigentes hoy día como reflexiones a la hora de afrontar y comprender la Historia a la hora de recibirla y de analizarla. Se puede completar con alguna de las cosas que escribí en la entrega anterior. Sin duda alguna, veinte años después, yo mismo reflexiono sobre mis reflexiones y me matizaría a mí mismo, incluso en alguna cosa ampliaría, incluiría algo o incluso cambiaría algún punto de vista ligeramente, porque lo que ahora tenemos en 2023 ha cambiado en cierto modo un poco lo que teníamos en 2004 e influenciaba en ese momento. La tecnología es un elemento clave, por ejemplo. Ahora mismo creo que arqueología, tecnología informativa, tecnología espacial, e incluso paradigmas de la comunicación actual, fuerzan a ampliar estas reflexiones y ampliar el conocimiento de las tendencias historiográficas actuales para poder seguir creando un conocimiento y el relato más apropiado de la Historia acorde a ese.
Creo que algún lector lego en la Historia como ciencia podrá encontrar en el siguiente serial en cuatro entregas un debate interesante que le hará pensar, reflexionar y comprender que la Historia es algo más que "contar cuentos". Puede que le ayude incluso para formar mejor su propia forma de reflexionar sobre cómo recibe la información que le llega cada día.
TENDENCIAS HISTORIOGRÁFICAS ACTUALES: EL RETORNO Y LA RENOVACIÓN DE LA HISTORIA POLÍTICA E INSTITUCIONAL. REFLEXIONES DE DANIEL L.-SERRANO
Tendencias, 1970-2000.
En estos últimos treinta años las tendencias historiográficas han vivido un momento de eclosión de multitud de enfoques diferentes a la vez, sin que uno predomine sobre otro. Tal fenómeno ya es notado tempranamente por el historiador Lawrence Stone en su artículo "The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History", en la revista Past and Present, nº 85, en 1979. Su artículo pretende exponer qué tendencias habían predominado hasta entonces, mostrando sus ineficiencias, a favor de exponer lo que él considera la nueva orientación de los historiadores (esto es, una revalorización de la narración y la microhistoria). Según él, existirían en el siglo XX tres tendencias preponderantes en las tendencias historiográficas, previas al retorno a la narración (retorno que él llama Vieja Nueva Historia -New Old History-). Las tendencias que cita serían: el modelo económico marxista, que habría quedado obsoleto al demostrarse con el tiempo que el determinismo socioeconómico no es tan vital ni exacto en los procesos históricos [en los años sesenta las revueltas juveniles, por ejemplo, tenían un fuerte componente idealista más que ideológico económico]; el modelo ecológico-demográfico francés, lo que sería la Eccole dels Annals, preocupado fundamentalmente por las estructuras de larga duración en el tiempo, así como la evolución demográfica y alimenticia de cada época, lo que terminó siendo una historia de lo que se podía cuantificar; y el modelo cliométrico, de origen norteamericano y cuya única preocupación es la cuantificación como único medio de crear historia científica. Este último método ha quedado desechado por su gran complejidad, costo y escaso rendimiento final.
Las ineficacias y fracasos parciales de estos tres métodos habrían llevado en los años sesenta a un paulatino retorno a escribir la historia como una narración, como un relato, pese a correr el riesgo de ser acusada tal historia de no científica. Sin embargo, esta historia sería la única capaz de analizar procesos de larga duración que sí explicarían todo aquello que la cuantificación no puede, como las mentalidades. Por ello, tratan de lo cultural, lo religioso, lo tradicional, etcétera. Además, comprendiendo que no se puede hacer extensible a todos los lugares una misma forma de pensar y sentir, se ciñe a lugares concretos. La suma de esos lugares concretos sería lo que haría posible una puesta en común, siempre compleja, que permitiría crear unas líneas generales. Así pues, el relato y la microhistoria se impondrían como explicación a los procesos macrohistóricos. Serían los modelos de comportamiento lo que explicaría los procesos históricos. Por ello cobrarían interés los testimonios directos de la gente desconocida, normalmente encontrados en documentos jurídicos. Pero la elección de la microhistoria se hace fundamental, ya que ha de ser algo que pueda ser ejemplo y extensible a la generalidad de la explicación de la macrohistoria. De otro modo se estarían explicando nimiedades, o "chismes".
La Vieja Nueva Historia se diferenciaría científicamente de la Vieja Historia hecha con relatos usando de ciertas técnicas consideradas científicas. Estas son: preocupación por los sentimientos y pensamientos de los desconocidos y no de los poderosos. Combinación de descripciones y análisis (y no sólo de descripciones como la vieja historia de la descripción, o sólo de análisis como los métodos de historia anteriores, llamados científicos). Uso de nuevas fuentes documentales, como las actas judiciales, sobre todo haciendo hincapié en los testimonios de testigos. El uso de la antropología y del intento de entrar en el subconsciente (a decir mejor, siguiendo una buena traducción de Freud, sería en el inconsciente, ya que este es aquello que compone nuestra mentalidad pero que lo hemos retraído sin saber que está ahí, mientras que el subconsciente sí sabemos de su existencia pero lo tratamos de ocultar o no sacar afuera. El inconsciente es el que sale por medio de sueños, formas de hablar o comportarse, lapsus, etc., que, supongo, es lo que Stone quiere decir que se investiga en esos documentos). Y por último, se trata de lo que ocurre a una sociedad entera, no a una persona, momento o proceso.
Lawrence Stone fue respondido por otro historiador prestigioso, que el mismo Stone en su artículo consideraba dentro de esa New Old History. Este era Eric J. H. Hobsbawn, el cual también escribió en la revista Past and Present, pero en el nº 86, en 1980. Su artículo se llamaba: "The Revival of Narrative: some Comments". Él también afirma que existe un cambio en la historiografía a partir de los 1960's, pero sobre todo desde los 1970's. Sin embargo, para él, lo que ha cambiado no son los intereses historiográficos, sino los métodos para analizar la historia. Sería cierto que se habría abandonado un tanto los sistemas analíticos y cuantitativos, pero no porque los temas que estos estudian ya no interesen, sino porque se creería que se acercan mejor a ellos usando lo que Stone ha llamado New Old History. El cambio se vería necesario dados los nuevos medios de hacer historia y de guardar obtener documentos. Estos son principalmente los audiovisuales. Para Hobsbawn no son eliminables todos los personajes conocidos de la historia, a favor de los desconocidos, pues entonces sería difícil conocer bien el pasado. Pese a que el estudio de instituciones o personajes dejasen muchas insatisfacciones, estos son necesarios para entender una parte de lo ocurrido. Los historiadores de las antiguas tendencias, como Le Goff, se acercarían a la historia relato (como lo suele ser habitualmente la historia política) para poner sus conclusiones en común a la aplicación de las ideologías, estructuras, etc., que se dieron. O sea: para poner sus conclusiones cuantificables en contacto con la realidad y sin ignorar que hay algo más allá de lo meramente cuantificable. Un hecho puede ser estudiado desde diversas perspectivas y aportar algo desde cada una de ellas. La elección de microcosmos o macrocosmos sería una cuestión de método y no tanto de nuevos intereses de hechos en la investigación histórica. La combinación de ambas tendencias (sin relato, con relato) sería ideal como complementarias. O al menos deseable que no se desdeñasen la una a la otra, pues ambas pueden dar resultados valiosos. Claro está que, para que sea útil todo esto, Hobsbawn dice que entonces hay que recurrir a la síntesis. Sobre todo en la forma de escribir historia con el uso del relato. Este, ya se ha dicho, sería a causa de los nuevos medios, que serían principalmente audiovisuales, son estos los que imponen la síntesis y el relato, por encima de estadísticas y comparativas minuciosamente trabajadas.
Sobre cómo hacer una síntesis en historia escribiría José Andrés-Gallego en Recreación del Humanismo: desde la Historia, que son unas actas publicadas en Madrid en 1994. La idea esencial para hacer una síntesis sería la claridad. Esta se alcanzaría empezando en que la hubiera en el mismo profesor de historia o en el historiador. Para ello se habría de buscar que sistema de valores ha buscado una determinada actitud en la historia, si ha habido coherencia o perversiones entre el sistema de valores y la acción, y la propuesta de soluciones a los problemas que pueda plantear toda contradicción, lo que implica que el historiador también ha de tener claro su propio sistema de valores. Lo dicho cobraría importancia al saberse que los sistemas de valores son diferentes en las personas, por lo que un mismo hecho podría tener diversas verdades. Esas diferentes realidades podrían hacer que la historia se compartimentase artificialmente en diversos aspectos, cuando en la realidad estos interactúan entre sí. Andrés-Gallego habla de escribir la historia haciendo al humano, al individuo protagonista de ella, sólo así se evitarían esos compartimentos. Es en el individuo donde todo esto interactúa (economía, política, cultura, sentimiento nacional, etc.). Sin embargo, sería imposible escribir una historia por todos y cada uno de los individuos que han vivido a lo largo del tiempo. El autor dice que se trata de adaptar los compartimentos (como burgués, catalán, católico, etc.) a unos individuos determinados. Se trata de acercar más la historia a quien la crea, las personas, y no de hacerla tan general.
Personalmente opino de la aportación de Andrés-Gallego que esto no ayudaría mucho a crear una síntesis y sí a perderse y prolongarse demasiado en explicaciones que acabarían no siendo muy útiles sino se las usa parcialmente (lo que no sería una síntesis). Esto lo opino en cuanto creo que Andrés-Gallego se contradice algo, o al menos no muestra ejemplos de la historia que propone, quizá por la dificultad de poder mostrarlos. Acercar la historia más al individuo, pero a la vez no hacer la historia según individuos sino sobre las categorías en las que se les ha metido... esa explicación es un tanto galimatías, por lo que no parece una buena forma de crear una síntesis, al menos que esté afirmando lo que en realidad desea negar. Sin embargo, se le entiende cierta idea básica de lo que pretendería decir. Busca la realidad colectiva de lo que ocurrió, para ello busca, dentro de las categorías, individuos, no unos, sino todos, tarea difícil e imposible, pues bien se sabe que todas las personas son mundos diferentes, y en realidad las categorías son generalidades que nos llevarían a ir individuo por individuo viendo lo que no cumple de ellas, lo que contradice, etc. Como mucho, se podrían buscar ejemplos claros y generales de individuos de ciertas categorías, una suerte de microhistoria que podría estar a caballo entre Stone y Hobsbawn. Podría decirse entonces que relativiza la historia según individuos y su forma de percibir la realidad. Sin embargo él dice que no, pues sólo hay un modo en el que ocurren las cosas. Pero sí que es verdad que en cierto modo se contradice. Las cosas ocurren de un modo, pero el modo de ocurrir las cosas es visto, sentido, percibido y vivido, según individuos. Estos pertenecen a unas categorías donde se les podría meter en general, con lo que esa categoría, en general, lo vive de igual modo. El hecho entonces ocurre de un modo... pero vivido de diversas formas. Por lo que sí existe el relativismo en el argumento del autor, aunque reniegue de él.
Los sucesos de la expulsión de los judíos durante el reinado de los Reyes Católicos es un hecho. Pero decir que lo es sin más es algo muy vago. Si se analiza encontraremos una versión judía de ver lo ocurrido, una versión española, una versión desde alguien no español ni judío, una versión antisemita, una versión económica, una versión cultural, una versión marxista, unas versiones de testimonios de la época si las hay, una versión... y así hasta agotar todas las posibilidades. Definitivamente, no creo que Andrés-Gallego aporte una buena solución de síntesis. Las únicas versiones posibles serían las más generales, eludiendo las más minoritarias. Por otra parte, él no considera que la política sea algo fundamental en el actuar de los individuos desconocidos. Para él importa más la cultura y otros factores que, sin embargo, otros autores como Pedro Luís Lorenzo Cadarso, consideran dentro del comportamiento político (que no de la política). Creo que Cadarso está más acertado. Siguiendo las definiciones de política de los filósofos griegos, la política sería lo que nos lleva a convivir en sociedad, o sea, no se refiere sólo a instituciones, relaciones jerárquicas, pertenencias partidistas o sindicales, etc., sino a la vida diaria. Además, creo que no habría que ahondar mucho si digo que la ideología de una persona actúa inconsciente y conscientemente en esta, en todo momento. Con lo que, alguien que sienta unas necesidades y gustos que se hallan ido definiendo a lo largo del tiempo como de izquierdas, difícilmente actuará como de derechas en determinados momentos, y viceversa.
Andrés-Gallego también trata acerca de si es preferible la historia analítica o la del relato. Sólo que él defiende la del relato como que también es analítica, al construirse con el lenguaje y necesitar este ciertas construcciones que requieren del análisis. En ello también estoy de acuerdo. El relato no tiene porqué no ser análisis. El lenguaje necesita de estructuras lógicas. En historia las estructuras se apoyarían, además en datos y, siguiendo la tesis de Andrés-Gallego, en ideas claras sobre lo que se habla. Además, tampoco creo que Hobsbawn estuviera desencaminado cuando deja libertad para que se entrecrucen ambas formas de hacer historia, ya que creo que esa colaboración puede ser muy beneficiosa. Pero eso no son cambios en la historiografía, al menos no cambios radicales. Son tendencias que se tienen a la hora de hacer historia, preferencias en busca del camino a lo más cercano a la verdad. Para Andrés-Gallego es preferible dejar caminos abiertos para la duda en esa búsqueda, ya que así se podrá avanzar en el futuro en la investigación del pasado. Está de acuerdo con Stone en no hacer del trabajo del historiador algo inútil, pero no en reducir las búsquedas de las causas tan sólo al relato. Andrés-Gallego dice que eso sería hacer sólo literatura, aunque creo que Andrés-Gallego no ha sabido leer bien a Stone, cuya exposición es más tendente a mostrar los resultados en relato que en estadísticas simplemente, o en adaptaciones filosóficas de la historia. No lo rechaza, según le leo yo, si no que prima el relato, aunque es Hobsbawn, indiscutiblemente quien pretende crear un espacio para todas las tendencias, al decir que es una cuestión de preferencias. Para Andrés-Gallego sólo la narración puede hablar gráficamente de acciones reales a la hora de hacer historia, cosa que comparto, por mucho que otros tipos de historia puedan ayudarnos a una mayor comprensión.
Sin embargo, este autor también señala que una excesiva duda en el relato histórico puede volver la historia una tarea imposible. Por ello, habla de que se necesita cierto consenso en algunos temas, para tratarlos, aunque siempre quede en ellos puertas abiertos. Ese consenso suele estar en planos filosóficos (v.g.: la libertad). Así, habría cuatro planos que me interesa escribir, por cuanto el resto del trabajo tratará sobre las tendencias en política:
1.- Ética natural como sistema de vida.
2.- Ética como producto de contratos y pactos.
3.- Ética como sistema público de derechos individuales (algunos derivarían este plano del otro y lo unirían).
4.- Ética siendo eficacia como criterio (las interpretaciones que se fijan y ajustan a lo ocurrido sin más).
Estos
cuatro planos son capaces de crear un consenso inmanente en el tiempo. Sobre
estas bases, que son las que deben quedar claras, no debería caber duda alguna,
y sí plantear las dudas históricas a partir de los hechos derivados de ellas.
En definitiva, la tesis central de Andrés-Gallego es que todo ejercicio
histórico debe basarse sobre estructuras que queden claras, y estas son de tipo
filosófico, gnoseológico dirá él. Además, la historia debe orientarse hacia el
individuo, al igual que dice Hobsbawn en
parte.
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