"Lo que preocupa es que en esta crisis los ejecutivos de empresas se puedan acomodar en su deseo de ir hacia una máxima automatización. Antes de la crisis, las compañías ya apostaban muchas veces por ella a pesar de que las máquinas no son necesariamente mejores que el ser humano. Pero reciben un trato fiscal más favorable, no se organizan ni hacen huelgas. Esto ha llevado a mucha sustitución de empleados por máquinas (...). Temo que, con la posibilidad de que las personas enfermen -especialmente si las apelotanas en malas condiciones- los directivos y accionistas apostarán por la mecanización de un modo negativo para los trabajadores".
(Esther Duflo, en la entrevista "El crecimiento no implica bienestar", publicada en Ideas el 24 de mayo de 2020 con motivo de la pandemia por Covid-19).
En las dos últimas semanas aparecen en telediarios, programas de humor y
reportajes, imágenes de un brazo robótico que ejerce de camarero en
algunos bares como solución al distanciamiento social, en otras
ocasiones se informa de la eliminación de las cajeras y cajeros de
supermercado para poner máquinas en su lugar en nombre de la salud
pública, hubo quien emitió la mecanización completa de un almacén,
prescindiendo de los mozos de almacén... Hoy la Premio Nobel de Economía
Esther Duflo declara a Ideas (suplemento de El País) que teme que en nombre de la Covid-19 todo se
automatice y se olvide el valor humano del trabajo (por aquí la entrevista). Pero lo horrible es
que todas estas noticias en tele y prensa y bromas se dan con una
argumentación positiva sobre sus beneficios en nombre de la salud, sin
crítica y sin decir a la gente su significado y alcance... y peor aún:
percibo que un gran número de personas están de acuerdo, sin pensar
siquiera lo que va a suponer no solo para la vida de los demás, sino
para la propia vida.
No nos engañemos, en esta
crisis habrá empresarios, grandes, medianos y pequeños, que su mayor
solidaridad será con sus beneficios alegando "lo caro" que le sale un
trabajador. En todo caso, ya en 1981 un sociólogo y economista
francés Pierre George, ya pronosticó este futuro en su libro "Sociedades
en mutación", que analice en Noticias de un espía en el bar en tres
entregas allá por 2008, os las pongo aquí para el interesado: Noticia 499ª, Noticia 500ª y Noticia 501ª. Volví sobre el tema en 2016
cuando los datos indicaban que para 2030 la robotización e
informatización del trabajo en el siglo XXI iba a eliminar millones de
puestos de trabajo. Esto lo escribí en la Noticia 1623ª. Por
cierto, esta es la segundo Premio Nobel de Economía que este 2020
durante la pandemia de la Covid-19 alerta contra los problemas que un
pensamiento capitalista deshumanizado podría estar comenzando y
acelerando, lo que va a crear graves problemas sociales mundiales si
no se identifica y se ataja rápido. El primero en alertar fue Joseph
Stiglitz en marzo pasado. Lo comenté en la Noticia 1952ª.
Vivimos en tiempos donde además se ha fomentado y asentado una cultura en torno al culto por lo tecnológico como algo que facilita la vida, que socialmente eleva al más patán a digno ciudadano al día de las cosas con tan solo tener la última máquina o aplicación de Internet en su teléfono que le permita socializar con otras personas "bueno, bonito y barato", el viejo lema de los vendedores africanos en las playas españoles de los años 1980. ¿Quién
no conoce, por ejemplo, a quien en los últimos años se ha comprado el
televisor más grande habido y por haber en el mercado, el teléfono capaz
de ser un ordenador digno de un ejecutivo de la Bolsa de New York, o
quien considera que si no estás en una base de datos de una empresa
internacional para conocer a alguien con intenciones amorosas o sexuales
eres poco menos que alguien fuera de las posibilidades del amor y la
carne? Vamos, lo que antes se traducía también en los años 1970 a 1990
como el que tenía una casa en la playa, una parcela en el campo y el
coche más grande y caro que se pudiera comprar, aunque pagarlo te
supusiera penurias varias, quien dice coche, dice en los años 1990-2000
la necesidad creada de viajar al extranjero a toda costa, aunque fuese
unas horas de fin de semana en vuelos de bajo coste, porque si no lo hacías eras
una persona sin mundo. Importa lo tecnológico e importa el consumo, sin más, que consumas, que gastes dinero en objetos o productos o paquetes de hipotéticas y más imaginadas que reales experiencias de la vida. No importa el mensaje, ni el significado. Lo tecnológico también como símbolo demostrativo del individuo que vive en la modernidad, aunque luego interiormente no sepa ni media palabra de sí mismo como persona. Lo tecnológico como símbolo de progreso social, aunque este se asocia a progreso material, no necesariamente a progreso personal interior y humano. Lo tecnológico como paradigma de innumerables apelaciones individuales para no desencajar en un prototipo social que en realidad ha sido inventado por todos aquellos que desde las empresas trabajan para que compres sus productos, lo que implica que adoptes y asumas como libre pensamiento tuyo un modelo y estilo de vida que en realidad te aliena y no te deja ser tú. Ya nos avisó Aldous Huxley en la década de 1930 con su libro Un mundo feliz. Y nos avisaron numerosos otros escritores, filósofos y políticos. Y artistas, también artistas. Pensemos por ejemplo en Hannah Arendt, cuando escribió La crisis de la cultura en 1961 y que en España se editó en 1993, lo resumió muy bien Dexedrina en 2010 en su bitácora escogiendo un párrafo del libro. Los valores humanos de un producto cultural transformados en un producto de mercado al llevarlo a la masa haciendo sentir a la vez a los individuos como alguien único al recibir el producto cultural masificado, desvinculado de su condición de producto único, incluso aquellos productos culturales hechos para pensar, como los libros, al ser metidos dentro de un conjunto de interpretaciones que se propagan mediáticamente como las únicas posibles y más acertadas, haciendo de la reflexión mediatizada la única reflexión posible y haciéndote creer que, además, es tu propia reflexión. Adorno o Nietzsche ya hablaron de ellos en el siglo XIX, a finales, cuando hablaron de la verdad no como algo real, sino como resultado de la aceptación de opiniones y verosimilitudes generalizadas. Claro que Arendt también escribió ocho reflexiones políticas actuales en Entre el pasado y el futuro que nos pueden servir para, uniendo unas cosas con otras, entender que todo esto está unido en el paso de lo anterior con lo por venir.
Buenos días, cibernautas.
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