Ayer se cumplieron doscientos años de la existencia del Museo del Prado, una de las pinacotecas más importantes del mundo. Se inauguró el 19 de noviembre de 1819, con Fernando VII reinando y el interés de la reina Isabel de Braganza, aunque la idea original partía de Carlos III y su encargo de crear el edificio con la idea de crear el Real Gabinete de Historia Natural (otro museo), idea del Conde de Floridablanca, uno de sus secretarios que hoy día sería equivalente a Jefe de Gobierno, en cierto modo, aquello se inició en 1786 de las ideas del arquitecto Villanueva. No faltaron a las obras los presos comunes condenados a trabajos forzados, mezclados entre otros contratados. Así o atestiguan diversos documentos judiciales de, por ejemplo, el Corregimiento de Alcalá de Henares, guardados en el Archivo General de la Administración. Alguno de esos documentos manejé en uno de mis primeros trabajos de archivero, aquellos ya en fechas de Carlos IV.
A la inauguración del Museo del Prado en 1819 llegó a asistir uno de los artistas más relevantes de España y del museo mismo, no muy bien amistado con Fernando VII, pues tuvo que autoexiliarse y tuvo problemas para cobrar su pensión como pintor de cámara del Rey, hablamos de Francisco de Goya. Precisamente a Goya le dediqué una de mis investigaciones, poniéndole en relación con su percepción de las clases trabajadores. Fue un trabajo de Tercer Ciclo universitario (la etapa de cursos presenciales del antiguo doctorado). Tal dedicación a historiar esto me llevó múltiples veces al Prado. Publiqué lo investigado en la Noticia 362ª, la Noticia 363ª, la Noticia 364ª y la Noticia 365ª. Un estudio sobre la vida y obra de Goya en torno a este aspecto mencionado que fue realizado por mí en 2006 y publiqué por acá entre noviembre y diciembre de 2007. A Goya volvería en esta bitácora numerosas veces, y a cuadros, autores y exposiciones del Prado otras tantas.
Al Museo del Prado he acudido desde niño con el colegio, luego con el instituto de Bachillerato, luego con la Universidad, y numerosas veces por mi cuenta propia o con amistades. No recuerdo haberlo pisado con mis padres, aunque sí haber hablado de él con ellos, o de haberlo comentado cuando salía algo en la televisión o yo iba a algo concreto allí, especialmente me preguntaba mi madre. He pisado tanto este Museo que me lo conozco bien y es como ir a una casa conocida y propia. Mucho me alegró la ampliación del edificio con el convento de los Jerónimos que concluyó en 2007 y permitió mostrar más pinturas y esculturas, especialmente del siglo XIX. A menudo hay obras que han pasado desapercibidas que luego han cobrado mayor esplendor con las nuevas generaciones y su afán por mostrar la foto más artística por Internet.
Podría citar ahora mismo varias de las obras más valoradas por mí, pero en honor a esos doscientos años hoy me voy a reservar esos datos.
Mucho le debe el Museo del Prado a la Segunda República, cuando durante la guerra civil de 1936 a 1939 evacuó sus obras para salvarlas de los bombardeos del fascismo de Franco. Entre los cargos de los evacuadores estaba ni más menos que el poeta Rafael Alberti de director de la evacuación. Algunas obras tardaron en regresar hasta después de la dictadura, tras morir Franco en 1975. Incluso albergó un cuadro que nunca antes había estado allí, el Guernica de Picasso, una denuncia a ese mismo fascismo y su guerra civil. Había sido pintado en París en 1937. Llegó a España desde New York en 1981, y estuvo en el Prado hasta que fue trasladado al Museo de Arte Moderno Reina Sofia en 1992, queriendo dar un aire de modernidad en España en un año tan internacional para nosotros como aquel, con las Olimpiadas de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y Madrid Capital de la Cultura Europea. Picasso había pedido que se llevara al Prado cuando hubiera democracia en España, por lo que llevarlo al Reina Sofia fue doblemente polémico entonces, por un lado porque contravenía el deseo de Picasso sobre el lugar, aunque el Reina Sofía no existía cuando lo dijo, por otro lado porque se le mandaba a un museo con nombre de reina y no dejaba de dar así el visto bueno a una monarquía de la que no sabemos si Picasso estaría conforme o hubiera seguido en sus ideales republicanos (que en cierto momento de su vida fueron simpatizantes del comunismo).
Le dedico el pequeño fotomentaje que le he hecho con tres fotos que se han visto ayer por el aniversario y le deseo buena salud y que nos volvamos a ver en breve... Y más me vale, porque una de mis amigas antiguas en el tiempo trabaja desde hace un par de años allí como funcionaria de vigilante de sala y, curiosamente, en todo el tiempo que empezó su trabajo allí creo que sólo nos hemos visto una vez en este lugar, aunque yo he ido más veces.
Me despido por hoy, que la cerveza os acompañe... aunque antes quiero lanzar una frase de Leonardo da Vinci que escuché hoy en la radio, en la Cadena Ser: "Quien no ama la vida, no merece tenerla".
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