jueves, noviembre 29, 2007

NOTICIA 363ª DESDE EL BAR: GOYA Y LAS CLASES TRABAJADORAS (2)


Este ensayo sobre Goya no se podría entender bien si no nos asegurásemos de que el Alto Mando conoce la vida de este pintor y las circunstancias de su tiempo. Asíque el segundo informe es la biografía del pintor. Bueno, ya sabéis que cuando os presento informes de Historia estos son largos. Paciencia, de esta serie sólo son cuatro y vamos por el segundo, ya volveré con otra clase de post más breves. Espero que os sean estos útiles. Entretanto yo me quedo escuchando canciones del exguitarrista de The Beatles, George Harrison, ya que hoy se cumplen seis años de su muerte, una fecha que no puede dejar un admirador de estos rockeros. Un saludo y que la cerveza os acompañe.

El cuadro se llama "La fragua", lo pintó Goya en algún momento entre 1812 y 1816, durante la guerra de independencia española, en principio para sí mismo, tal vez recordando que su juventud la usó grabando los cuadros de Velázquez, pero sin duda una clara demostración de que las temáticas que pintaba sin afán de lucro eran temáticas preocupadas por el mundo obrero.

EL INFORME GOYA Y LAS CLASES TRABAJADORAS (2)

Breve biografía:

Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, un pueblo de Zaragoza, el 30 de Marzo de 1746. Como ya se ha dicho, su padre era dorador de marcos de cuadros, lo que le ubicaba dentro de los artesanos, y su madre pertenecía a la pequeña burguesía local. Durante su infancia había estudiado en las Escuelas Pías de los escolapios en Zaragoza. Mientras que en 1759 subía al trono español Carlos III, Goya en 1760 se convertía en discípulo del pintor José Luzán Martínez. Carlos III traería a su Corte a pintores como Corrado Giaquinto, Tiépolo, o el pintor Real Mengs, que introdujo el academicismo y el neoclásico en España.

El 4 de diciembre de 1763 el Libro de Actas de la Real Academia de San Fernando indica que Goya se presentó para obtener una beca de estudios que le llevara a Italia. No la ganó y volvió a presentarse en Enero de 1766. Pero no flaqueó en sus intenciones y se costeó su propio viaje a Italia. Es posible que Goya hubiese tomado contacto con los pintores citados más otros que se movían por Madrid, como Salvador Maella y Francisco Bayeu. En 1769 Mengs regresaba a Roma y es posible que Goya le acompañara. Hicieron el viaje por tierra, pasando por Francia, Génova y otros lugares. En 1770, con 24 años, vivió en Roma en la casa de un pintor polaco llamado Küntz, la cual tenía un estudio de pintura habituado por franceses y españoles. Desde aquí mandó una pintura a un concurso convocado por la Academia de Pintura de Parma. Tal concurso no lo ganó, pero recibió una mención especial del jurado por la calidad de la obra. Eso le otorgaba cierto mérito, ya que Italia siempre gozó de gran prestigio entre el mundo del arte.

La juventud de Goya había gustado de fiestas populares como las corridas de toros, la música, los bailes... es de suponer que la vida bohemia no le fue ajena en Italia. Pero el accésit logrado le entusiasmó como para enviar el boceto del cuadro a España y regresar él mismo en 1771. Tal premio le permitió obtener el encargo de pintar al fresco la bóveda del coreto (bóveda del coro) del templo de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Un encargo importante que iniciaría en bocetos para el Cabildo y que no iniciaría en la bóveda hasta 1772. En estos años que está en Zaragoza cobró cierto prestigio y recibió tantos encargos que superó a los de su maestro Luzán, aunque se le registraba como artesano. No terminó de pintar el coro hasta Junio del mismo año que lo comenzó. A partir de ahí recibió encargos de varias iglesias. Es aún un estilo muy neoclásico, a veces algo barroco. Se siente vital y feliz y realiza su primer autorretrato el mismo año en el que se casó, 1773, pintando también a su esposa. Esta mujer era una hermana de los pintores Ramón y Francisco Bayeu, que él ya conocía de Madrid. Ella se llamaba Josefa. La boda, de hecho, se produjo en Madrid, aunque el matrimonio regresó a Zaragoza, donde aún tenía el pintor varios encargos que realizar. Entre esos encargos se encuentra el de comienzos de 1774, por el que se le llamó para que participara del ciclo mural de la Cartuja del Aula Dei. Exactamente debía pintar un friso de tres metros de alto la nave, el crucero y el presbiterio de la iglesia de dicha cartuja.

Al final de aquel año fue llamado para que se trasladara a Madrid. Según un escrito de Goya en 1779, le llamó el mismo Mengs para que colaborara con las creaciones de la Corona. Aunque el historiador José Gudiol piensa que la invitación pudo ser iniciativa de su cuñado Francisco Bayeu, por ser uno de los jefes del equipo de pintores de la Real Fábrica de Tapices. De hecho, los Goya se instalaron en la casa de este cuñado, teniendo allí, incluso, a su primer hijo el 15 de Diciembre de 1775. La tarea de Goya en Madrid, por lo que se deduce de lo dicho, debía ser pintar cartones para la Real Fábrica de Tapices. Siendo los directores de los pintores de cartones Francisco Bayeu y Mariano Salvador Maella, siendo el director de todo Francisco Sabatini, el arquitecto decorador del Palacio. Tal trabajo no le daba sueldo fijo, estaba sujeto a los encargos que le realizasen, aunque era un gran paso en su carrera y un gran honor y prestigio. No podía estar ocioso, necesitaba ganar dinero con estos encargos y con encargos de pinturas particulares. En 1776 tanto él, como Ramón Bayeu y José del Castillo solicitaron ser oficialmente pintores de la Real Fábrica de Tapices, para poder gozar de un trabajo estable y un sueldo fijo, pero se les denegó la posibilidad.

En 1777 le comenta por carta a su amigo zaragozano Zapater, que tiene una enfermedad, será el inicio de la enfermedad que le acarreará graves crisis sobre todo desde 1778. No obstante, se dedicó a los cartones casi en exclusiva, El Quitasol, La Riña en la Venta Nueva, La Merienda... Pero en 1778 pintó un único cartón, El Ciego de la Guitarra, lo que era un fuerte contraste con el año anterior. Cornelio Van der Gotten, director de la Real Fábrica de Tapices, se quejó por carta de la falta de trabajo de Goya y de que lo que pintaba eran composiciones de forma y color muy complicados de pasar a los tapices. Goya deseaba pintar de una manera más libre de lo que le permitía hacerlo los tapices, y tal vez no se sentía muy contento con lo encorsetado de un trabajo que le daba problemas económicos. Sin embargo, ante la queja aduce que estaba trabajando en varios cartones a la vez, los cuales entregó en Enero de 1779. Fueron siete cartones para tapices destinados a la cámara personal de los Príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo. Estos cartones tenían las características más rococós que Goya pudo alcanzar. Entre ellos está El Cacharrero. En Junio moriría Mengs. Goya solicitó su puesto en la plantilla de pintores de Cámara alegando su trayectoria pasada en Roma. Pero le fue denegado también, aunque con el reconocimiento de ser un pintor que prometía algo para el futuro. Tras esa solicitud fallida pintó trece cartones más, entre ellos Las Lavanderas. Además, se le encargó y realizó la grabación de las pinturas de Velázquez para poder darlas a conocer. Esto le llevó a estudiar en profundidad la pintura del siglo XVII, así como tener una primera toma de contacto con el arte de grabar imágenes. Aparte de que se debió concienciar de la importancia de dar a conocer de modo popular su obra para cobrar prestigio.

Goya debió dedicarse a pintar otras cosas que no fueran tapices, ya que España se declaró en guerra contra Inglaterra, a causa de la guerra por la independencia que habían iniciado las colonias inglesas en América desde 1776. Tal implicación en la guerra hizo que la Corona decidiera suspender los gastos en lo artístico y lo suntuario. Pero, en cambio, tuvo una compensación moral junto a Francisco Bayeu. Ambos fueron nombrados miembros numerarios de la Academia de San Fernando el 5 de Mayo de 1780, para lo que Goya presentó el cuadro al óleo Cristo Crucificado, de tendencias neoclásicas que recuerdan a Mengs y también barrocas que recuerdan a Velázquez. Era un modelo de hacer de Francisco Bayeu, por lo que le retrató poco después. Goya tenía entonces 34 años. El propio Francisco, inspector de la decoración general del Pilar de Zaragoza, sugirió el nombre de su cuñado para que participara de la dicha decoración. Goya regresó a Zaragoza en Octubre, ya que en los meses anteriores nació y murió uno de sus hijos. El sueldo era modesto, y le pidió a Zapater que le buscase una casa modesta, pero se mostraba ilusionado y entusiasmado con el que, hasta entonces, era el mayor de sus encargos. Sus bocetos fueron aprobados y comenzó a pintar los frescos de una de las pechinas de la cúpula. Goya había cobrado mucha experiencia en Madrid y su estilo había cambiado. Ya no se atenía tanto alas normas neoclásicas ni tenía los dejes del barroco. Por ello, al iniciar su obra comenzó a no gustar a las autoridades religiosas ni a su cuñado Francisco Bayeu. Eso les llevó a un pequeño enfrentamiento personal donde el cuñado quería corregir a Goya y Goya no se dejaba corregir. Dio por terminada la obra en 1781, pero las autoridades religiosas y el propio Bayeu no la dieron por buena y le pedían que la retocara. Hubo de mediar entre ellos uno de los cartujos para los que Goya pintó años antes en el Aula Dei. Goya terminó aceptando retocar de las pinturas lo que no gustaba, pero se había abierto un motivo de disgusto entre los dos cuñados. Goya regresó a Madrid, donde tenía el encargo de decorar al fresco uno de los altares de la iglesia de San Francisco el Grande. En realidad se trató de un gran lienzo y, en la decoración participaron otros pintores. Su elección se debía a Juan Martín Goicoechea, uno de los amigos del ministro Conde de Floridablanca, por lo que puede ser ya una introducción en los ambientes cortesanos. Ese año aún habría de ver la muerte de su padre.

En 1783 se firmó la paz con Inglaterra. La Corona podía volver a invertir más en lo artístico y lo suntuario. Las amistades que había ido haciendo Goya durante todos estos años lograron que se le abrieran puertas por las que obtendría resultados tales como el poder pintar al ministro de Floridablanca. De este retrato esperaba grandes encargos, pero no fue así, pese a que sirvió para que algunos personajes de la Corte le tuvieran más en cuenta. Por el mismo camino pudo pintar a la familia del Infante don Luís de Borbón en su palacio de Arenas de San Pedro (Ávila). Este trabajo de varias semanas fue algo que entusiasmó a Goya por cuanto reconocimiento y empuje de su carrera supuso. El ilustrado Melchor de Jovellanos había contraído amistad con Goya y también le procuró trabajos bien pagados, como los realizados entonces para la Universidad de Salamanca. Posiblemente en 1784 homenajeó a este intelectual retratándole. Sin embargo, en esa fecha aún no obtenía el reconocimiento que pretendía, ni con las pinturas de la iglesia de San Francisco, inauguradas entonces. Pero sí le dio la vida la alegría de ver el nacimiento de su único hijo que le sobrevivió, Francisco Xavier, el 2 de Diciembre. De mano de otro amigo, Ceán Bermúdez, le fue concedido el encargo de pintar los retratos de los miembros de la junta directora del Banco de San Fernando. Este era un encargo importante y bien pagado que le daría más prestigio. Era 1785. Ese mismo año, en Mayo, se le concedió el cargo de teniente director de pintura de la Academia de San Fernando. Este cargo reportaba mucho trabajo y una paga anual fija de 25 doblones. Parece este un año de consagración. Tenía 39 años, con lo que dicha consagración vendría tardíamente. Logra nuevos valedores de su pintura en los Duques de Medinaceli y en los de Osuna. Con ellos retrató a numerosas personas de estirpe arraigada, así como se pudo permitir pintar y venderles caprichos de su invención, temas de brujería, de moda por entonces, otros clientes por medio de ellos, y conocer las obras literarias y teatrales de los ambientes ilustrados. Es un buen momento en su vida.

El 11 de Marzo de 1786 escribe a Zapater hablándole de que sus ingresos anuales ascendían a trece mil reales. Lo que no era mucho, pero tampoco poco. Esto era gracias a los encargos particulares, el sueldo de la Academia y sus reservas en acciones en el Banco de San Carlos. El mismo año moría el director de la Real Fabrica de Tapices. Entonces, el hijo de este, Stuyck, y varios artistas españoles, entre ellos Bayeu, comenzaron a solicitar la dirección de dicha fábrica. Los españoles defendían a artistas que tuvieran mucha relación con los cartones y con sueldo fijo que les pudiera permitir dedicación total. Por ello propusieron al mismo Goya y a Ramón Bayeu. Fue Stuyck el elegido, pero a estos otros dos pintores propuestos les nombraron pintores del Rey, con un sueldo de quince mil reales al año. Lo que duplicaba los ingresos de Goya. Sin embargo, no le dedicó todo su tiempo a los cartones, ya que estos no le dejaban desarrollar sus ambiciones de desarrollo pictórico, y sus necesidades económicas ya estaban cubiertas como para no tener que agradar repitiendo formas neoclásicas. Para 1787 pintó diez cartones para el comedor del Palacio de El Pardo. Entre ellos están La Vendimia, El Obrero Herido, La Nevada y Las Floreras, entre otros. Era el año en el que EEUU promulgaba su Constitución, que preludiaba lo que en breve se desataría en la Historia de Europa: la Revolución Francesa. Esta carta fundacional abrió un amplio debate dentro de los reformistas ilustrados y es de creer que Goya comenzaría entonces a oír y concienciarse de los derechos y deberes del hombre como ciudadano e individuo. Por otra parte, este año Goya se reconcilió con su cuñado Francisco Bayeu, además diversos encargos importantes de particulares y de instituciones, entre ellos tres cuadros para la iglesia de Santa Ana de Valladolid.

En 1788, el año en que el Rey francés Luís XVI convocó los Estados Generales que iniciarían la Revolución, el Rey español Carlos III moría y heredaba el trono el Príncipe de Asturias, Carlos IV, casado con la Reina María Luisa de Parma. Sería en Diciembre, en los meses anteriores de este hecho Goya había estado pintando los bocetos y cartones para los dormitorios de los que aún eran infantes e infantas, entre los que estarían las pinturas de La Pradera de San Isidro y La Gallina Ciega, entre otros. En Junio se presentó a director de la Academia de San Fernando, pero sus compañeros no le votaron y él optó por desear pintar para sí mismo, aunque le ataban las obligaciones. El resto del año los había estado dedicando a encargos de los Duques de Osuna. El 17 de enero de 1789 Carlos IV era coronado. Desde que era Príncipe de Asturias había sentido predilección por las pinturas de Goya, por lo que le encargó el retrato de los miembros de la nueva Familia Real. El 30 de Abril le otorgó el cargo de pintor de cámara del Rey. Cargo codiciado por Goya, aunque no suponía un aumento de sueldo. Era sin duda el prestigio y más libertad para pintar que lo que los cartones le concedían.

En 1790 Goya habla de la confianza Real que goza, así como del obligado cambio de sus gustos personales para pervivir en la Corte. Además, familiarmente vive un momento de concordia con los cuñados, expresado en su obra conjunta en la iglesia de Valdemoro, así como de ciertos recelos hacia sus hermanos, que pretendían vivir de él. En estas fechas Goya prefiere pintar para particulares y no para la Fábrica de Tapices. Pintar para particulares le permite ganar más dinero y pintar más libremente en su estilo y temática. Pero se ve obligado a hacer cartones para los tapices del estudio de Carlos IV en El Escorial, entre 1791 y 1792, ya que Stuyck se queja al Rey acerca de que los obreros de la fábrica están parados por culpa de Goya. Goya, además, se queja de la Academia de San Fernando en que resulta en exceso academicista y basada en premios infantiles, lo que es un ataque a la escuela neoclasicista. Pero 1792 sería clave por otras cosas. Tenía 46 años. Ceán Bermúdez le llevó a Cádiz sin licencia del Rey para que se repusiera de una grave enfermedad (tal vez producida por respirar los vapores del plomo de la pintura). El resultado de la enfermedad va a ser el haber estado al borde de la muerte, aparte de una sordera que se intensificará el resto de su vida. Bermúdez y Bayeu escriben al Rey pidiéndole la licencia del viaje como si Goya estuviese en Madrid. El Rey concedió la licencia. Goya estuvo en la casa de Sebastián Martínez, coleccionista de arte, sobre todo de pintura inglesa.

Goya regresó a Madrid en 1793. Durante su convalecencia Goya había pintado once cuadros para su entretenimiento donde se ven autorretratos, casas de locos y una multitud atrapada por un incendio, entre otros. Su visión del mundo había cambiado un poco. Desde aquella felicidad idealizada de los cartones a un mundo más real y que comienza a llenarse de sufrimiento humano. Comenzó una vida de aislamiento incipiente. Ese mismo año, para aumentar la pena familiar, moriría Ramón Bayeu. En 1795 lo haría el otro cuñado, Francisco.

En 1795 Goya ya se había adaptado a su nueva situación vital de sordera y parecía totalmente recuperado de salud. La muerte de Francisco Bayeu hace que la Junta de la Real Academia de San Fernando le elija como su Director de Pintura. A los pocos meses renunció al cargo, por lo que la Junta optó por darle el título de Director Honorario en 1797. Se dice que la renuncia pudo ser por la sordera, pero también que pudo ser porque sólo pretendiese el cargo para derrotar a Gregorio Ferro, que le ganó en otras solicitudes de otras cosas anteriores. Es en el mismo 1795 cuando surge en su vida, por primera vez la Duquesa de Alba, mujer destacada y frívola de la vida madrileña. La había pintado a ella y a su marido, este último murió en 1796 y ella se retiró a pasar los primeros meses de su viudez en su finca de San Lúcar de Barrameda. A tal sitio se llevó consigo a Goya para que realizase una serie de retratos, aunque se rumorea que ambos fueron amantes. Esta circunstancia ha sido muy debatida y estudiada por diversos autores de sus biografías y por estudiosos de la obra de Goya. Por esta época, además, Goya comenzó a trabajar en su primera colección de grabados, que serían Los Caprichos, publicados en 1799.

En 1798 pintó para los Duques de Osuna los cuadros sobre brujería, así como hizo varios retratos y unos acercamientos en pintura al tema de la tauromaquia. Goya reclamó a Jovellanos su sueldo atrasado no cobrado como pintor del Rey desde su enfermedad, alegando que si no pintó fue por esta misma. Jovellanos le concede los atrasos y le encarga pintar los frescos de San Antonio de la Florida, en Madrid. En 1799, como se dijo, publicó los caprichos, de los que vendió pocos ejemplares. Hubo de retirarlos a los cuatro años a causa de ciertos problemas que le estaban dando, ya que la Iglesia y sus enemigos particulares le acusaban de propagandista contra la Familia Real.

No obstante es una buen época para el pintor. Trabaja directamente para la Familia Real. Retrata a la Realeza y para el valido Godoy, aunque tendrá otros clientes añadidos. La culminación del periodo es el retrato de La Familia de Carlos IV. Aún pintaría otro retrato más de la Duquesa de Alba, la de su amortajamiento en 1802. Prosiguió pintando retratos y caprichos e intentó en 1804 obtener el cargo de Director General de la Academia de San Fernando, pero esta vez le volvió a ganar Ferro, ya que sus compañeros no creyeron que Goya sordo pudiera dirigir la academia.

En 1804 Napoleón Bonaparte se había proclamado Emperador de Francia. La serie de guerras europeas que había iniciado habían llevado a España a cambiar sus alianzas en favor suya. Por ello, en 1805 la flota hispano francesa salió derrotada en Trafalgar cuando zarparon con dirección a invadir Inglaterra. Los ingleses, dirigidos por Nelson, habían sido más rápidos en la estrategia defensiva. Los españoles recelaban de los franceses y, por consiguiente, del valido del Rey Carlos IV, Godoy. Goya se dedica ha hacer retratos, los cuadros de Las Majas e incluso alguna rareza en su temática. El malestar en España iba en aumento. Según se va acercando la fecha del comienzo de la Guerra de Independencia Española Goya va expresando las inquietudes del momento en sus propias inquietudes. Sus pinturas comienzan a buscar la expresión y el movimiento de una manera inquietante. Incluso se realiza alguna especie de denuncia de una España oscura que ya había aparecido en sus grabados. El Entierro de la Sardina, La Inquisición o el cuadro de El Coloso son de esta época. Todo se vuelve más rápido, como más desembocado.

Definitivamente la conocida situación política española, en relación con la internacional, desembocó en los sucesos de mayo de 1808 de golpe de Estado y rebelión antifrancesa popular. La Guerra de Independencia había comenzado. Goya recibió el encargo de pintar al nuevo Rey Fernando VII de Borbón, pero este será atrapado por los franceses. Se dirigió a Zaragoza para pintar al general resistente Palafox. Tal vez entonces pintó a "el Empecinado". Sin embargo hubo de regresar a Madrid donde juró lealtad al Rey José I, hermano de Napoleón. Goya se sentía cerca de las ideas de progreso y las consignas revolucionarias de Francia, pero se veía alejado de las atrocidades de la guerra que habían traído. Goya pintó para José I retratos y alegorías, pero mantuvo las distancias y su mayor producción fue de tipo personal y no hecha publica hasta después de su muerte. Buena parte fueron los grabados de Los Horrores de la Guerra. José I le nombró protector de la Academia de San Fernando. Por lo que en 1810 tuvo que elegir cincuenta cuadros para enviar al Museo Napoleón de París. Se dedicó a retratar a su familia particular, los Goicoechea (sus consuegros). Escribe un testamento mancomunado con su esposa Josefa. Goya, por otra parte, desea crear sin parar, aunque no ha quedado nada suyo con fecha escrita en 1811.

En 1812 se crean las sitiadas Cortes de Cádiz, que daban una Constitución monárquico liberal a España. Mientras, el Duque de Wellington tomaba posiciones en suelo español en su lucha contra los franceses. Goya sufría una tragedia personal, 20 de Junio moriría su esposa Josefa Bayeu. Su hijo, Francisco Xavier, que vivía de pequeñas rentas y alejado de su padre, regresó a su lado para reclamarle su parte de la herencia materna. Esta herencia era la mitad de todo lo que Goya había podido ganar modestamente como pintor. En Octubre se tasó y dividió todas las pertenencias. Goya se quedó con los muebles, la ropa, un reloj de oro, la platería, las joyas y una considerable cantidad de dinero. Francisco Xavier se quedó con la casa, la biblioteca, las pinturas (que marcó con una X para distinguirlas) y los grabados. Los cuadros pintados durante la guerra eran bastantes y de mucha calidad, fueron estos los que se quedó el hijo, incluido El Coloso. Tras esto, Goya retrató al Duque de Wellington, que pudo entrar en Madrid. Las tropas francesas huían saqueando lo que podían. Napoleón se vio obligado a liberar a la Familia Real española en 1813, siendo rey Fernando VII, que se comprometía a no continuar la guerra contra Francia una vez que los franceses saliesen del todo del territorio español.

En 1814 Fernando VII restauró la Inquisición e inició una gran represión contra todos los afrancesados y liberales españoles. Esto fue el inicio de lo llamado en Historia: las dos Españas. Goya, afrancesado, tuvo miedo de la represión a la par que comprendió de lo salvaje e injusto de los hechos después de todo lo vivido. La propia Inquisición quiso juzgarle por las pinturas requisadas del palacio de Godoy, Las Majas. De este juicio sólo se libró gracias a una intervención del Rey. Muchos de sus amigos se habían exiliado forzosamente al ser liberales ilustrados, o habían muerto durante la guerra. Goya, que seguía siendo pintor del Rey, retrata a amigos suyos no necesariamente de la alta sociedad. Además, para autoexculparse de las acusaciones que se le hicieron de afrancesado se ofreció a pintar unos cuadros que demostrasen la gloria del pueblo español contra la invasión de los revolucionarios franceses. Tal idea fue bien acogida, pero quedó abierta a todos los artistas de la Academia de San Fernando. Goya pintó los lienzos de El Dos de Mayo y Los Fusilamientos del Tres de Mayo. Sin embargo no pintó unas escenas llenas de gloria y orgullo patriótico, sino dos escenas de brutalidad y violencia desorbitadas por parte española y francesa. Estos cuadros no gustaron ni fueron bien comprendidos, por lo que fueron almacenados hasta la década de 1870. Ese expresionismo de la violencia no sería bien entendido, en realidad, hasta que la escuela alemana no inició la tendencia del expresionismo en el último tercio del siglo. Decidió, en 1815, realizar unos grabados sobre La Tauromaquia, acompañados de una serie de óleos sobre el mismo tema. Esta era una afición que había tenido de joven, pero de la que había intentado huir durante su época de esplendor entre la Corte Ilustrada. Ahora, probablemente, le daría igual estar o no reconocido por los cortesanos de ese momento, los cuales eran reaccionarios contra el movimiento Ilustrado por cuanto había contribuido en las ideas de los revolucionarios. Es posible que esta temática tuviera la ventaja de no provocar suspicacias ni peleas políticas. Aunque también realizó óleos por diversos encargos de viejos amigos.

A sus 73 años, en 1819, realizó el lienzo de La Última Comunión de San José de Calasanz, que se colocó en el colegio de los escolapios de San Antón en Madrid. En esta pintura el color negro está muy destacado. El ex Rey Carlos IV y su esposa, María Luisa, morían el mismo año. Estos habían sido grandes protectores del pintor, a diferencia de su hijo Fernando VII, que se decantaba por las pinturas del más joven Vicente López. Ambos habían muerto desterrados, él en Nápoles, ella en Roma. Quizá eso le llevó a comprar una casa en las inmediaciones de Madrid, a la que se llamó La Quinta del Sordo. En esta casa, debido a su edad y achaques, planeaba pasar sus últimos años de vida, por así decirlo: jubilarse de la vida cortesana. Inició la serie de grabados de Los Disparates, que quedaría inacabada e inédita hasta 1864. Eran una crítica social a los acontecimientos que vivía. Pero a finales del año volvió a sufrir una recaída en la enfermedad que le había llevado a la sordera años antes. Por lo que la Quinta del Sordo se va a transformar también en su lugar de retiro, aislamiento, padecimiento y recuperación.

En el panorama político no estaba todo dicho. En 1820 un levantamiento militar, el del general Riego, recupera la monarquía liberal e impone al Rey la Constitución de 1812. Las libertades liberales regresaban a España. Los presos de la Inquisición fueron liberados y la asfixiante institución fue anulada en España para siempre. Goya recibía los cuidados de su amigo, el doctor Arrieta, en la Quinta del Sordo, para el que le regaló un autorretrato donde el protagonismo era el del doctor salvando la vida a un moribundo Goya. En Abril asistió a la Academia de San Fernando para jurar la nueva Constitución. Cosa que declaró hacer con gusto, al creer que traería la libertad y la paz. A la Quinta se habían trasladado con él su pariente lejana Leocadia Weiss, mujer separada del alemán Isidro Weiss. Esta era una mujer temperamental y liberal, cuyo hijo era un activista liberal en armas. Aunque En teoría se trasladó a vivir con Goya para cuidarle en su vejez, se cree que vivieron emparejados, lo que, todo junto, era un gran escándalo para la época. Leocadia tuvo una hija varios años después de su separación de Isidro. Aunque la apellidó Weiss, todo el mundo sospechó que se trataba de una hija de Goya, lo que era alimentado por la especial atención y cuidados que Goya le dio. Goya decoró la Quinta pintando las paredes con las conocidas como "Pinturas Negras". Estas eran pinturas oscuras donde aparecían aquelarres, borracheras, canibalismo, adelantamientos a su época de modo surrealista, seres como monstruos, incluso bajo erotismo en lo que podría ser una masturbación.

El ambiente de libertad se truncó en 1823. Francia enviaba a España el llamado ejército de los Cien Mil Hijos de San Luís, que daba fin al trienio liberal de Riego. Se restauraba el absolutismo conservador de Fernando VII. La represión regresó. Por ello, Goya, en 1824, huyó a refugiarse en la casa de un eclesiástico censor, amigo suyo. Allí pintó algún tema religioso y, enseguida, inició un viaje a Francia con la excusa de ir a tomar las aguas de un balneario que le iba a curar su enfermedad. En realidad se autoexiliaba a Francia secretamente con Leocadia Weiss y la niña. En Burdeos se reencontró con Moratín. Este le encontró muy viejo y sordo, pero no pudo evitar que Goya viajase a París a sus 77 años. Goya aún se sentía vital y con ganas de aprender cosas nuevas en su arte de pintar. Pintó algún retrato, tauromaquia y algunas de las primeras litografías de la Historia, así como inició una forma de pintura nueva sobre marfil. Tuvo diversos achaques en Francia, pero pudo pintar y visitar las obras de los nuevos autores. El espionaje de la época controlaba sus movimientos. Fernando VII le permitió continuar de esa manera, pues le consideraba ya un viejo que poco podría vivir, además, él ya tenía los servicios de Vicente López. El 7 de Mayo de 1827 regresó a Madrid para reclamar los retrasos de su paga oficial, así como su jubilación. Le fue concedido junto a un permiso para regresar a Francia. Durante este periodo le retrató Vicente López. Ni su hijo ni su nieto le pudieron retener en España y Goya regresó a Burdeos. Goya siguió haciendo bocetos y retratos de personas que le eran comunes en su vida diaria, como La Lechera de Burdeos. Su nieto y su hijo se trasladaron a verle en Francia. Momento en el que Goya retrató a su nieto como si fuera un dandy de la época. El 2 de Abril de 1828, estando su hijo en España, Goya perdió el habla y a los trece días murió en la noche del 15 al 16, en medio de delirios y olvidos de su memoria, pero rodeado de seres queridos. Fue enterrado en la tumba de un exiliado amigo suyo, Miguel de Goicoechea. Sus restos fueron trasladados a San Antonio de la Florida, en Zaragoza, en 1919. Murió con casi 82 años.

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