miércoles, noviembre 28, 2007

NOTICIA 362ª DESDE EL BAR: GOYA Y LAS CLASES TRABAJADORAS (1)

Pasados ya estos días en los que estuve informando sobre el estado de salud de mi abuela paterna hasta su muerte, y ahorrándome un post de dura crítica sobre unos servicios funerarios del cementerio de la Almudena, de Madrid, que parecían más dedicados al trabajo en serie que al último trato de humanidad que se le ha de dar a una persona, su funeral, abro hoy una serie de cuatro informes de Historia dedicados al pintor Francisco de Goya y Lucientes.

Se trata de un ensayo que realicé hace tiempo donde desarrollé mi particular teoría acerca de un aspecto de Goya poco tratado, el de su concienciación social y obrera, sobre todo a partir del comienzo del siglo XIX. Son temas poco vistos y que no ha interesado mostrar. Así por ejemplo, un amigo personal tiene por teoría las relaciones del escritor Julio Verne con el anarquismo, tras leer casi toda su obra y analizarla, así como tras conocer la vida del autor.

En todo caso, como anteriores informes de Historia, estos son largos. Serán cuatro capítulos y aquí presento el primero, espero que os sea útil, esclarecedor, didáctico, algo que reflexionar, que os valga para ir al Museo del Prado con nuevas concepciones, o que simplemente os entretenga lo que leáis. Pues nada, este espía reporta la primera parte, la cual es básicamente introductiva. Un saludo y que la cerveza os acompañe.
El cuadro es "El Albañil Herido", Goya, cartón para tejer un tapiz, pintado sobre 1786 - 1787.

EL INFORME: GOYA Y LAS CLASES TRABAJADORAS (1)

Introducción:

Francisco de Goya y Lucientes es uno de los pintores que más han llamado la atención en la Historia del Arte. En él se dieron estilos de pintura anteriores a su época, coetáneos e, incluso, posteriores. Algunas pocas obras iniciales tienen características barrocas, otras muchas son neoclásicas y rococós, y se podría hablar de obras realistas, impresionistas, expresionistas y, más allá, surrealistas, adelantándose así a su tiempo por mucho. Goya había desarrollado una personalidad enérgica y vital que se descubre a través de sus autorretratos, sus cartas y sus acciones a lo largo de la vida, tales como sus viajes a Francia y a España a las edades de los ochenta y tantos años. Esa forma de ser le había llevado a intentar desarrollar un estilo donde lo importante era captar lo natural y propio al humano tal cual es, sin disfrazarlo de honorabilidad, grandeza, heroísmo o patetismo. Eso le llevó a ser uno de los grandes retratistas de su momento, lo que le valió ser pintor de cámara del Rey. Sin embargo, esa misma característica en él hizo que fuera incomprendido cuando comenzó a retratar la guerra a través de su mirada y a crear una serie de pinturas particulares, llamadas hoy día "negras". Por muchos años estas pinturas no fueron apreciadas debidamente hasta que décadas más tarde el expresionismo y el surrealismo le revalorizaron al reconocer y avalar su obra.

Goya hace apreciar dos épocas en su vida. Una primera época más acorde con lo ideal del pensamiento Ilustrado, y una segunda donde comienza a marcar más su propio estilo tras el primer achaque grave de su enfermedad y la guerra. Son dos épocas donde los estilos cambian y donde la forma de tratar los temas también lo hace. Precisamente en ese cambio pretende fijarse este trabajo. No obstante, la obra de Goya es inmensa y sería una labor enciclopédica tratar de abarcarlo todo. Por ello, a efectos de este trabajo, interesa centrarnos en cómo vio Goya a la sociedad de su época. Es indudable que Goya retrató a grandes personalidades, creó cuadros de brujería excepcionales, tiene imágenes de tauromaquia o de juegos infantiles y populares, denuncia instituciones como la Inquisición o las casas de locos, tiene caprichos interesantes sobre actores, incendios, naufragios y temáticas un tanto oscuras, etcétera. Pero nos llama la atención el cómo vería el pintor a la sociedad llana, a la habitualmente nominada Estado Llano o Tercer Estado. Goya había pertenecido a esa clase social al ser hijo de un artesano, un maestro dorador (aunque su madre era hija de la pequeña nobleza). Poco a poco se había abierto paso entre la alta sociedad gracias a su pintura. En medio, no había leído tanto como para ser un intelectual a la altura de sus amigos Jovellanos y Moratín, pero sí se había imbuido de las ideas de su época a fuerza de permanecer en los ambientes donde estos estaban y hablaban, o representaban obras, o leían escritos. Por otra parte, su posición privilegiada en la sociedad y en la Historia le permitió ver numerosas cosas que debieron hacer mella en su mente desde un punto de vista más emocional que intelectual. Así pues, qué pensaría Goya a lo largo de su vida sobre la realidad social de la clase a la que más individuos pertenecían y a la que él mismo habría pertenecido en su juventud, en cierto modo. Es cierto que en un principio su mayor preocupación era la pintura y alcanzar un puesto notable en la Corte como pintor, según se lee en su correspondencia con su amigo de infancia Zapater. Pero alcanzada la comodidad que busca, y sobre todo después de su primer achaque de enfermedad, parece que se ve a sí mismo más libre para pintar lo que desea y se permite crear pinturas donde se puede advertir mejor su concienciación social. Habremos de centrarnos, pues, en esta temática a través de algunas de sus pinturas y grabados.


Situación de las clases populares en la España de finales del siglo XVIII:

España vivió dentro del Antiguo Régimen hasta 1812, año en el que se redactó la Constitución de un nuevo orden monárquico liberal. La situación de guerra desde 1808 había creado una cierta inestabilidad en el funcionamiento del sistema. En la parte afrancesada se aplicaban las nuevas normas que traía la Revolución Francesa, en las partes no afrancesadas se seguían tendencias absolutistas o bien tendencias liberales. Sea como sea, tras 1814 se restauró el mismo sistema político social del absolutismo hasta 1820. En esta fecha se recuperaron las formas liberales. Cuando en 1823 se volvió al absolutismo, éste estaba más matizado y, pese a reproducir cierta represión y restaurar la política conservadora, hizo gestos al liberalismo (sobre el que se apoyó al final para lograr que reinase Isabel II tras la muerte de Fernando VII en 1833).

España, como el resto del mundo europeo hasta la Revolución Francesa, se apoyaba en la idea de los Tres Estados surgida en la Edad Media. Esto era: la nobleza como cabeza motora, la Iglesia como directora espiritual, y el Tercer Estado o pueblo llano como sustentadores de los otros dos estamentos y del gobierno mismo, mediante su trabajo. En 1797 el censo daría por cifra que el 95'4% de la población española pertenecía al Tercer Estado. Sin embargo no es comparable lo que se entendería con Tercer Estado en la Edad Media con lo que se entendía en el siglo XVIII. Aunque su teoría no dejaba de ser la misma, en el siglo XVIII algunos miembros de ese Tercer Estado habían desarrollado unas profesiones, conocimientos y fortunas particulares que les ponían a la altura de las clases altas nobiliarias, cuando no terminaban en estas por matrimonio, o adquiriendo algún cargo eclesiástico. Los que no alcanzaron fortunas como para ser atractivos a los ojos de un matrimonio de conveniencia, pero que a la vez no eran gentes especialmente incultas o que se dedicasen a trabajos brutos, tenían conocimientos y funciones sociales que les hacía desarrollar un estilo de vida que no era típico de las clases tradicionalmente catalogadas como Tercer Estado (normalmente identificado con los trabajadores del campo y los artesanos). No fue por otra razón por la que en esta época se desarrollaron diversas revoluciones. Las personas excluidas de la nobleza deseaban participar del gobierno y así disfrutar de los beneficios que, por su nuevo estatus, deseaban adquirir y defender. Es así como comenzarían las revoluciones burguesas, que, junto a algunas ideas ilustradas y los levantamientos campesinos de Francia durante la revolución, entroncarían con la defensa de los derechos de las personas no burguesas y relegadas al trabajo bruto. Por ello, usando análisis marxistas, ggserá mejor anotar un análisis en términos de historiografía marxista.

Prescindiendo de la definición en Estados sociales, dividiremos la sociedad en tres sectores clasistas (Primario: agrario; Secundario: industrial; Terciario: servicios). Así pues, tenemos que el sector terciario en España en 1797 ocupaba un 13'4% de la población (1.497.464 individuos). Estos eran eclesiásticos, auxiliares eclesiásticos, funcionarios, gente de la justicia, profesiones liberales, gente de la enseñanza media y superior, maestros, comerciantes, arrieros y carreteros, gente de las fondas y los cafés, gente de la Marina mercante, gente del transporte, empleados y sirvientes. El sector secundario ocupaba a un 15'8% de la población (1.773.431 individuos). Estos otros estaban compuestos por Hidalgos (cuya baja nobleza les obligaba a desempeñar oficios o cultivar pequeñas tierras), gente de oficios, menestrales, y gente de la industria y la minería. La industria española sería prácticamente inexistente, por lo que principalmente eran artesanos y miembros de gremios que imponían unas condiciones de producción y precios. Por último, el sector primario lo componía el 70'8% de la población (7.938.559 individuos). Estos se repartían entre la agricultura, la ganadería, los pescadores, los cazadores, los sin clase y los marginados. Teniendo en cuenta siempre que los nobles y gobernante se repartían entre estos sectores. Es fácil deducir de estas cifras que España era fundamentalmente agraria. Vivía del campo. Además, en 1787 se registra que el 86% de la población vivía en poblaciones de menos de 10.000 habitantes, siendo eminentemente rural. A lo que se añade que se concentraban en el interior de la península más que en las zonas periféricas. Aunque, de la población rural, sobre un 70% serían rentistas, labradores, ganaderos, jornaleros, cazadores, criados y pastores, siendo el resto artesanos tales como, por ejemplo, herreros, clero y funcionarios locales. Probablemente unos ocho millones de personas vivían en el campo. Los labradores y los jornaleros eran mayoritarios, trabajando a favor de la Iglesia y de la nobleza, que les rentaban tierras o bien les cobraban impuestos, o bien les hacían trabajar sus tierras. Habría unos 364.514 labradores propietarios, 507.423 labradores arrendatarios y 805.235 jornaleros, según el censo de 1797. No obstante, la teoría política española se había hecho cargo, ese siglo, de las teorías económicas francesas e inglesas basadas en la creencia de que la riqueza de un país la daba sólo los productos del campo, y no tanto el atesoramiento de oro y plata, o las rentas. Es una idea que los ilustrados españoles quieren introducir en la mentalidad española de la época. Sin embargo, llegaban algo tarde, pues aunque lo agrónomo continuará teniendo gran importancia, en Gran Bretaña ya se había iniciado la Revolución Industrial, por la que sería el sector secundario el más importante de las economías.

Goya pertenecería al sector de las profesiones liberales, a los artistas (dentro del sector terciario), que sería un escaso 0'1% de la población (9.474 individuos), aunque habría nacido en la familia de un artesano, que era del sector secundario, y no del terciario, sería él de una familia representativa de un 5'8% de la población en 1797 (650.800 individuos en el mismo año).

La tendencia sería al aumento de los funcionarios, de los labradores autónomos, de las profesiones liberales, al aumento de la industria (lentamente), y, tras la Guerra de Independencia, a un cada vez mayor número de militares.

En cuanto a su cultura, la población era mayoritariamente analfabeta, siendo mayor el analfabetismo entre las mujeres, y concentrándose el mayor porcentaje al sur de la línea de los ríos Tajo y Segura, con algunas excepciones en el Norte. A principios del siglo XIX, el 94% de la población sería analfabeta. Lo que hace pensar que, Goya, proveniente de un ámbito social probablemente lleno de alfabetismo, llegó a moverse dentro de los círculos de la más alta intelectualidad de la España del momento. De hecho, es conocido el poco gusto que Goya demostró por ejercer la lectura. En el anuncio que hizo en el Diario de Madrid el 6 de Febrero de 1799 para vender sus grabados Los Caprichos, existen faltas de ortografía. Aunque se duda si lo escribió él mismo o alguien del diario, el texto parece una copia de otros anuncios similares de la época. Hay incluso dudas sobre si para redactar el texto le ayudó alguno de estos dos amigos suyos: Moratín o Ceán Bermúdez. Goya adquirió cierta cultura y conocimientos a fuerza de permanecer en los círculos nobiliarios e ilustrados, donde podía oír las conversaciones, oír lecturas, ver obras de teatro, disfrutar de la amistad de personas como Jovellanos y otros grandes pensadores de la época, disfrutar de las colecciones de arte particulares... no hay que olvidar que en 1812, a la muerte de Josefa Bayeu, su hijo Francisco Xavier se quedó con la biblioteca de la casa paterna en el reparto de la herencia, lo que indica que Goya había adquirido diversos libros para su lectura. Esto podría decir que, aquellos ambientes, le habían creado determinadas inquietudes.

A los problemas de alfabetismo en el mundo cultural hay que añadir el problema de la censura que se dio a través de la Inquisición, así como la censura política a favor de la monarquía. Esta censura fue mucho más grave en los periodos absolutistas del reinado de Fernando VII, por más que en la etapa de 1820 a 1833 la Inquisición ya no existiera. Aunque no es exclusiva de Fernando VII, pues la Inquisición funcionó anteriormente, así como los recelos políticos a subversiones. Los Caprichos de Goya fueron retirados de la venta y regalados por el pintor al Rey Carlos IV debido a los continuos rumores que se extendieron por la Corte sobre su contenido de escenas subversivas. La caricatura de la Reina María Luisa o la deformación o animalización de determinados personajes que se podrían identificar con esta o con Godoy, vienen a ser, entre otras cosas, a causa de la falta de libertad de expresión para expresar claramente una crítica política. La censura de tipo monarquía absoluta conservadora, así como de valores morales conservadores, estaba en una gran actividad a causa de la Revolución Francesa producida entre 1788 y 1799 (precedida por la norteamericana) y proseguida por Napoleón, durante cuyo gobierno se produjo otra revolución, esta vez en las colonias americanas francesas, donde se estableció un gobierno a la occidental con miembros de raza negra dispuestos a vengarse de los atropellos producidos por los blancos. La revolución había supuesto el final de la monarquía francesa e, incluso, la decapitación de Luís XVI y María Antonieta. Puesto que las ideas revolucionarias se relacionaron con la expansión y puesta en práctica de las ideas ilustradas, estas corrieron el destino de ser censuradas o/y moderadas mediante un reformismo político. Esto sería lo que se produciría con Carlos IV al introducir breves ministerios de ilustrados españoles, a la postre amigos de Goya.

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