Como dije en la Noticia 1192ª, donde además os escribí la clase magistral del profesor Emilio Sola, este sábado pasado, 9 de marzo, se celebraron unos actos de protesta llamados la Universidad en la Calle, en los cuales todas las universidades de la Comunidad Autónoma de Madrid salieron a las calles para dar sus clases magistrales con objeto de reivindicar la importancia del acceso a los conocimientos universitarios, y sobre todo el acceso de estudiantes de todas las posibilidades económicas de la sociedad a cursar carreras universitarias, para mantener saneado nuestro sistema democrático, garantizar una sociedad del conocimiento y tener ciudadanos responsables y disponibles para la excelencia en su desarrollo vital y en muchos casos, laboral. El manifiesto acordado por toda la comunidad universitaria madrileña recoge muy bien todos los puntos que reivindican catedráticos, alumnado, profesores en general, investigadores, funcionarios en general también, decanos y rectores.
La Universidad de Alcalá de Henares (UAH) informa de su aportación a estos actos a través de sus publicaciones en ¡La UAH en la calle!. Por otra parte, un noticiario que recogió ampliamente la noticia en video fue el de los periodistas despedidos de la televisión autonómica de Madrid (TeleMadrid), que han creado TM-EX. Aparte de la que ya os enlacé en la anterior entrada, también informaron en su noticia llamada Lecciones de Dignidad por todo Madrid. Es un canal informativo tan a tener en cuenta que hasta se hizo eco de su situación laboral la alta política de la Unión Europea. Yo, como ya he dicho, puse en la anterior Noticia 1192ª la clase de Emilio Sola, y ahora hago lo propio acerca de la que asistí del profesor de Historia Antigua y arqueólogo Lauro Olmo, en la Calle Mayor de Alcalá de Henares.
EN DEFENSA DE LA CIUDAD HISTÓRICA COMO ESPACIO DEMOCRÁTICO DE CONVIVENCIA, por el profesor titular Lauro Olmo.
Lauro Olmo Enciso fue, igual que Emilio Sola, profesor mío durante mi carrera universitaria de Historia, aunque sólo de una asignatura. Mi relación con él es más fluída más bien en otro tipo de asuntos a tratar en las preocupaciones de la Universidad que por entonces había, y es que problemas y amenazas a la educación han sido constantes, a pesar de que ahora estemos en uno de los momentos más decisivos para su defensa a ultranza. En ello nos va la sociedad democrática y los ciudadanos realmente conscientes de sí mismos y del mundo que les rodea, así como la real igualdad de oportunidades entre todas las personas, sean del nivel adquisitivo del que sean. Lauro Olmo es profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque también ha pasado por dar clases en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad Autónoma de Madrid, por lo que conoce muy bien la realidad de las universidades públicas de la Comunidad Autónoma de Madrid, que son todas las que estos días están intentando defenderse de los ataques de políticos y otros personajes interesados de los sectores económicos más puramente ultracapitalistas o ultraliberales, como se prefiera nombrarlos. Ha sido investigador en la Universidad de Harvard. Pero también es arqueólogo. Como tal dirige el yacimiento de Vega Baja, en Toledo, pero es bastante más conocido a nivel nacional por su contribución y dedicación plena a los restos de la ciudad visigoda de Recópolis, en Guadalajara, que tantas luces nuevas nos lanza a ese periodo de la Historia ibérica, y que tantos cambios nos está haciendo hacer precisamente en nuestra concepción e incluso cronología de la España visigoda. Tiene dos libros dedicados a ese yacimiento, los cuales son de obligada lectura y referencia para comprender el periodo citado y el paso de la Edad Antigua a la Edad Media en España.
Lauro Olmo no quiso centrar su clase en un concepto de ciudad histórica como algo acotado a unos edificios históricos, ni a sus conocimientos arqueológicos. Su clase magistral quería hablar y hacernos sentir y llegar la Historia y la ciudad como algo vivo y latente, y no como algo muerto. La ciudad histórica, dijo, está definida dentro de unos espacios y unos intereses políticos, económicos y sociales en torno a esos espacios. Como sociedad tenemos por tarea definir nuevas estructuras y establecer una democratización del espacio de la ciudad. El concepto de la ciudad actual que tenemos en Occidente viene de la antigua Roma. La ciudad en la antigua Grecia lo era por identidad de los ciudadanos con ese espacio. Un ciudadano nacía y vivía allí y eso es lo que le hacía pertenecer y hacer la ciudad. No todo el mundo era ciudadano, había una diferenciación entre diferentes clases sociales, así por ejemplo un esclavo jamás era un ciudadano, y un extranjero, aunque se estableciera en la ciudad, tampoco era un ciudadano. Sin embargo, Roma dio la ciudadanía a toda aquella persona que estuviera dispuesta a acatar las leyes propias de la ciudad que iba a habitar, y las leyes generales propias del Estado romano (se sobreentiende que en cualquiera de sus fases, monarquía, república o Imperio, aunque la extensión de la ciudadanía tuvo un largo proceso de extensión a los diferentes habitantes de sus territorios). Por todo esto, afirma Lauro Olmo, hace dos mil años el carácter de ciudadano en Roma es incluyente de personas, y no excluyente (como lo es el modelo griego). No se contempla en Roma tanto la ciudad de origen, sino la ciudad cuyos ciudadanos persiguen juntos un fin, una finalidad. Por ello tienen una legislación incluyente de personas en la ciudadanía, no excluyente. Y esas leyes son las que hemos heredado y adaptado a lo largo de los milenios hasta nuestras épocas, pero también el modo como formamos y concebimos la ciudad y la ciudadanía hoy día. La Historia nos recuerda que la ciudad lo es en cuanto es de los ciudadanos, o en otras palabras: que la ciudad sólo existe si los ciudadanos la forman y están de acuerdo en convivir y organizar la sociedad conjuntamente, la ciudad no son sus edificios tan sólo, ni unas leyes estancadas.
Hoy día, a diferencia de otros siglos, tendemos a una ciudad dual. Una ciudad pensada para las clases privilegiadas económica y socialmente, y otra pensada para el resto de la sociedad, excluida de numerosas ventajas urbanísticas de la primera zona. En los años de la década de 1970 la Constitución Española de 1978 hablaba de fomentar la inclusión de todas las clases sociales, hablaba de favorecer una tendencia a limar las grandes desigualdades. La ciudad histórica es la construcción de ella mediante su concepto social, mediante a cómo la conciben, viven y forman los ciudadanos, pero en absoluto la ciudad histórica es un mero conjunto de edificaciones de arquitectura antigua o destacada. La ciudad histórica es un concepto social. La ciudad la forman las decisiones de las personas en esa concepción conjunta, la cual suele ser, o solía ser, persiguiendo alcanzar la creación de una sociedad siempre en mejora para todos los ciudadanos, y no para unos pocos. Todo esto se pudo mantener más o menos en los años 1980, aunque ya se vieron unos primeros atisbos de cambio en la década de 1990. Hace diez años, en los años 2000, no habían aún las amenazas sociales que hay hoy en el 2013. Estas amenazas se han hecho fuertes desde la crisis de 2008, es la destrucción paulatina de lo público mediante leyes, reformas y recortes económicos de todo lo que se había alcanzado en esos años 1970, y de los que se era herederos de una tradición de siglos. Estas amenazas se entreveían ya en los años 1990 con la construcción de esa ciudad dual, que es el "robo" del espacio público a la ciudadanía. Sin embargo, desde los últimos años ya se ve un claro germen social, dice Olmo, que hará de la crisis de 2008 una mera recesión. La gente está siendo más consciente de la necesidad de recuperar sus espacios urbanos como lugares de relación, de sociedad, de ciudad y de organización. El cambio social es imparable, y es un cambio tendente a recuperar la ciudad en el sentido original como esta fue concebida para su uso desde tiempos de Roma.
Hoy día, sin embargo, todo es ciudad. Las redes de telecomunicación, las redes informativas y las redes viales nos acercan en la actualidad de manera asombrosa e inmediata. Además, los modelos constructivos y los habitos de vida hacen que el modelo rural y el urbano tiendan a confundirse, a disiparse. Políticos y los altos poderes económicos (banqueros y empresarios) nos descontextualizan como sociedad. Nos sacan de nuestros contextos y de nuestros hábitos y nos hacen creer en una vida a la fuerza igual en su desarrollo para todos sin atender a las peculiaridades geográficas, geológicas, culturales, de fauna y flora, etcétera, de cada lugar. El proceso urbanístico mejoró las vidas de las personas, pero han supuesto disociarnos como sociedad, aparte de que han supuesto además un gran desgaste medioambiental en gran medida insostenible. Nos han hecho cambiar la plaza y la calle mayor de nuestras poblaciones por el paseo mediante el uso del automóvil u otro medio por extensas carreteras. La sociedad de consumo y las facilidades dadas para hacer esto han provocado ese abandono del espacio público. Hoy día los barrios nuevos de las ciudades y de los pueblos, pero sobre todo de las ciudades, se construyen con grandes avenidas donde se da preferencia a carreteras y aparcamientos, en lugar de a aceras y parques. Los parques se construyen sin zonas verdes, sin sombras, a veces sin bancos para compartirlos con otras personas. A menudo no hay espacios para los pequeños comercios, y si los hay no son de alimentación o de cualquier otro producto básico. Muchos edificios son unifamiliares y con verjas, otros son de vecinos, pero con dobles y triples puertas, a menudo con verjas múltiples. Nos fuerzan a ir a comprar a las grandes superficies comerciales de las grandes empresas multinacionales, con marcas de comida, ropa y otros productos también de grandes empresarios. Estos centros comerciales normalmente adquiere las licencias de construcción incluso antes de la construcción de estos barrios. Esos centros, por fuerza, atraen la atención de los ciudadanos como lugares para pasear o pasar el rato, les roban de esta manera sus espacios naturales, que es la plaza, la calle, el parque, el teatro, la catedral u otros espacios sociales que han sido los propios del ciudadano a lo largo de los siglos al ir construyendo todos juntos la ciudad. Estos centros comerciales se construyen con calles y avenidas fingidas, imitando las grandes calles comerciales de las ciudades que se daban incluso en aquellos años 1970. Se puede ver en ellos hasta imitaciones de otras ciudades que nos conducen siempre a desembocaduras que nos incitan al consumo inmediato en forma de cines, tienda de ropa, bolera, u otras opciones. Nos evitan socializar, hasta se fomenta el café rápido y andando, o la cómida rápida, al café en cafetería o la comida en grupo y calmada con sobremesa.
Nos comunicamos en red telemática, nos venden la idea de lo necesario que es esa comunicación al instante con aparatos cada vez más sofisticados y portables, dándose el caso de que en ocasiones las personas hablan tecleando pantallas sin darse cuenta de que a su lado hay personas con las que han quedado precisamente para socializar hablando o haciendo cualquier otra cosa conjunta. Los viajes por carreteras de autopista que nos impiden a pasar y parar por los pequeños pueblos. El consumo dirigido a unos mismos productos que no nos invitan al consumo tradicional. Y todo ello regalado de la cesión del espacio público al uso privado por parte de regulaciones y permisos institucionales de parte de los actuales gobiernos. Sirva de ejemplo la ocupación de la mayor parte del espacio de las plazas no por ciudadanos, sino por enormes cantidades de mesas de bares hasta caer en el abuso del uso de ese suelo público por el uso privado al que se accede mediante el dinero. Con todo esto se cambia el modelo social mediterráneo, muy dado precisamente a la sociabilidad en la cafetería y la terraza en la vía pública, también es cierto, por otro modelo más individualista que tiende a la aislación del individuo de los grupos de individuos, o al menos de los grandes grupos.
Para redondear el robo de la socialización de las ciudades, se busca perpetuar institucionalmente y con campañas informativas y propagandísticas este nuevo modelo social que nos descontextualiza. Se ha expulsado a la gente del centro de las ciudades a esas nuevas barriadas antes descritas. La subida del precio de los inmuebles de los centros urbanos, la eliminación (a veces con ayuda de normativas municipales) de determinados negocios básicos para vivir, la invasión de lo público por lo privado, el abandono hasta su derrumbe de edificaciones, entre otras muchas medidas y decisiones políticas y económicas, es todo una invitación a echarnos hacia las nuevas y despersonalizadas barriadas.
La oferta de servicios complejos o de alto nivel del centro histórico ya no está, por ejemplo, en Alcalá de Henares, hay que trasladarse a Madrid para obtener determinadas cosas. Se ha eliminado su variedad. Hay que pensar por ejemplo en cómo ahora hay que ir a un gran centro comercial a las afueras de la ciudad para ir al cine, ya que se han hecho desaparecer todas las salas que antes estaban en ese epicentro lógico, entre las plazas principales. En todas las ciudades grandes y medianas se han hecho inversiones grandes de dinero, pero sólo para descontextualizar a los ciudadanos. El dinero se ha ido a esas grandes avenidas comerciales sin comercios esenciales de los nuevos barrios citados, que a veces incluso o no tienen colegos o los tienen de carácter privado y no público. Hay barrios enteros que se han construido sin contener locales comerciales en los bajos de sus edificios.
Se crean así paradigmas de memoria. En la Edad Media el centro histórico es lo que estaba dentro de las murallas, porque es allí donde normalmente se desarrolla la ciudad en el sentido citado de la antigua Roma. En el siglo XIX comenzaron a derribarse las murallas y las ciudades se expandían fuera de ellas, y se hacía con un concepto claro de ciudad como lugar de sociabilidad, a pesar de que ya comenzaba a formarse la ciudad dual. En 2011 todos estos modelos ya no están bien. Para 2011 el centro histórico se ha modificado en parte por la industrialización y el movimiento obrero, que también contribuyó al cambio de las estructuras urbanas con sus nuevos barrios, los cuáles tienen una concepción y estructura específicas y ya tradicionales con sua bajos comerciales, sus plazas, parques y demás, cosa dada precisamente desde el siglo XIX. La ciudad histórica es pues algo más que el casco histórico, que sería lo que estuvo dentro de las murallas. La ciudad histórica es toda aquella ciudad que queda en la memoria y que ha forjado y formado la esencia de la ciudad, no sólo lo que a una oficina de turismo española le interesa. Se insiste en lo de española, pues en el resto de Europa, por ejemplo en Inglaterra, el concepto es precisamente que histórico en una ciudad es toda su esencia de todas sus épocas, no sólo lo medieval o renacentista. Así por ejemplo, en la ciudad de Manchester tienen por lema que es más importante la estación de tren, las viejas fábricas y los barrios obreros que cualquier monumento medieval, porque de ahí vienen todos los ciudadanos de Manchester, y se preocupan mucho de mantenerlos y fomentarlos como parte de su identidad. Pero en España son las propias instituciones las que insisten en hablar de ciudad histórica como conjunto de edificios de hace siglos, y las que abandonan todo tipo de construcción que no haya pertenecido a nobles, la Iglesia, el ejército u otra institución de gobierno. Entra dentro de la lógica ultracapitalista de construcción de una sociedad propia de los intereses de los más poderosos económicamente. El fabricante de coches Henry Ford dijo: "Abandonaremos el problema de las ciudades abandonándolas". El ya había inventado un sistema de fabricación que deshumanizaba a sus trabajadores al asignarles un trabajo maquinal y repetitivo que debía ser realizado en un determinado tiempo en un mismo espacio, así evitaba la sociabilidad de sus trabajadores, y con ella las posibles protestas al hablar entre ellos de sus condiciones laborales, de sus sueldos y de su horas de trabajo. Era el comienzo del siglo XX y en Estados Unidos de América ya se habían dado numerosas huelgas y manifestaciones desde finales del siglo XIX. Ford era partidario de abandonar su concepto de ciudad social y eso hicieron. Abandonaron su modelo tradicional para crear ciudades con largas calles donde tener que usar coches, casas individuales y sin tener que recurrir a asociaciones de vecinos, donde se abandona el andar por la calle, donde se abandonan plazas y parques, donde se abandona la sociabilidad como remedio para preservar el modo de vida de los más poderosos económicamente. Redefinieron el espacio de la ciudad y reinventaron su Historia, y ese es el modelo que se está trayendo a Europa desde el final de la Guerra Fría en 1991, y a España desde mediados de los años 1990.
La ciudad ha de ser si esta es participativa. Lo que importa realmente, dice Lauro Olmo, es valorar el concepto de ciudad que tienen sus ciudadanos, y no tanto sobrevalorar tan sólo sus edificios.
La ciudad histórica es nuestra socialización y donde se ha desarrollado la misma. Es lo que nos da la memoria y la identidad colectiva. Hay que defenderlo por ser nuestro espacio de sociabilización. Donde poder elegir juntos lo que queremos. La ciudad lo es si los ciudadanos lo son. Lauro Omo terminó citando a Ítalo Calvino. Ítalo Calvino dijo que hay que luchar por salvar lo que en medio del Infierno no es Infierno.
Un saludo, una socialización. La Historia y la arqueológico, como veis es algo muy vivo que nos invita a estarlo nosotros mismos.
La Universidad de Alcalá de Henares (UAH) informa de su aportación a estos actos a través de sus publicaciones en ¡La UAH en la calle!. Por otra parte, un noticiario que recogió ampliamente la noticia en video fue el de los periodistas despedidos de la televisión autonómica de Madrid (TeleMadrid), que han creado TM-EX. Aparte de la que ya os enlacé en la anterior entrada, también informaron en su noticia llamada Lecciones de Dignidad por todo Madrid. Es un canal informativo tan a tener en cuenta que hasta se hizo eco de su situación laboral la alta política de la Unión Europea. Yo, como ya he dicho, puse en la anterior Noticia 1192ª la clase de Emilio Sola, y ahora hago lo propio acerca de la que asistí del profesor de Historia Antigua y arqueólogo Lauro Olmo, en la Calle Mayor de Alcalá de Henares.
EN DEFENSA DE LA CIUDAD HISTÓRICA COMO ESPACIO DEMOCRÁTICO DE CONVIVENCIA, por el profesor titular Lauro Olmo.
Lauro Olmo Enciso fue, igual que Emilio Sola, profesor mío durante mi carrera universitaria de Historia, aunque sólo de una asignatura. Mi relación con él es más fluída más bien en otro tipo de asuntos a tratar en las preocupaciones de la Universidad que por entonces había, y es que problemas y amenazas a la educación han sido constantes, a pesar de que ahora estemos en uno de los momentos más decisivos para su defensa a ultranza. En ello nos va la sociedad democrática y los ciudadanos realmente conscientes de sí mismos y del mundo que les rodea, así como la real igualdad de oportunidades entre todas las personas, sean del nivel adquisitivo del que sean. Lauro Olmo es profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque también ha pasado por dar clases en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad Autónoma de Madrid, por lo que conoce muy bien la realidad de las universidades públicas de la Comunidad Autónoma de Madrid, que son todas las que estos días están intentando defenderse de los ataques de políticos y otros personajes interesados de los sectores económicos más puramente ultracapitalistas o ultraliberales, como se prefiera nombrarlos. Ha sido investigador en la Universidad de Harvard. Pero también es arqueólogo. Como tal dirige el yacimiento de Vega Baja, en Toledo, pero es bastante más conocido a nivel nacional por su contribución y dedicación plena a los restos de la ciudad visigoda de Recópolis, en Guadalajara, que tantas luces nuevas nos lanza a ese periodo de la Historia ibérica, y que tantos cambios nos está haciendo hacer precisamente en nuestra concepción e incluso cronología de la España visigoda. Tiene dos libros dedicados a ese yacimiento, los cuales son de obligada lectura y referencia para comprender el periodo citado y el paso de la Edad Antigua a la Edad Media en España.
Lauro Olmo no quiso centrar su clase en un concepto de ciudad histórica como algo acotado a unos edificios históricos, ni a sus conocimientos arqueológicos. Su clase magistral quería hablar y hacernos sentir y llegar la Historia y la ciudad como algo vivo y latente, y no como algo muerto. La ciudad histórica, dijo, está definida dentro de unos espacios y unos intereses políticos, económicos y sociales en torno a esos espacios. Como sociedad tenemos por tarea definir nuevas estructuras y establecer una democratización del espacio de la ciudad. El concepto de la ciudad actual que tenemos en Occidente viene de la antigua Roma. La ciudad en la antigua Grecia lo era por identidad de los ciudadanos con ese espacio. Un ciudadano nacía y vivía allí y eso es lo que le hacía pertenecer y hacer la ciudad. No todo el mundo era ciudadano, había una diferenciación entre diferentes clases sociales, así por ejemplo un esclavo jamás era un ciudadano, y un extranjero, aunque se estableciera en la ciudad, tampoco era un ciudadano. Sin embargo, Roma dio la ciudadanía a toda aquella persona que estuviera dispuesta a acatar las leyes propias de la ciudad que iba a habitar, y las leyes generales propias del Estado romano (se sobreentiende que en cualquiera de sus fases, monarquía, república o Imperio, aunque la extensión de la ciudadanía tuvo un largo proceso de extensión a los diferentes habitantes de sus territorios). Por todo esto, afirma Lauro Olmo, hace dos mil años el carácter de ciudadano en Roma es incluyente de personas, y no excluyente (como lo es el modelo griego). No se contempla en Roma tanto la ciudad de origen, sino la ciudad cuyos ciudadanos persiguen juntos un fin, una finalidad. Por ello tienen una legislación incluyente de personas en la ciudadanía, no excluyente. Y esas leyes son las que hemos heredado y adaptado a lo largo de los milenios hasta nuestras épocas, pero también el modo como formamos y concebimos la ciudad y la ciudadanía hoy día. La Historia nos recuerda que la ciudad lo es en cuanto es de los ciudadanos, o en otras palabras: que la ciudad sólo existe si los ciudadanos la forman y están de acuerdo en convivir y organizar la sociedad conjuntamente, la ciudad no son sus edificios tan sólo, ni unas leyes estancadas.
Hoy día, a diferencia de otros siglos, tendemos a una ciudad dual. Una ciudad pensada para las clases privilegiadas económica y socialmente, y otra pensada para el resto de la sociedad, excluida de numerosas ventajas urbanísticas de la primera zona. En los años de la década de 1970 la Constitución Española de 1978 hablaba de fomentar la inclusión de todas las clases sociales, hablaba de favorecer una tendencia a limar las grandes desigualdades. La ciudad histórica es la construcción de ella mediante su concepto social, mediante a cómo la conciben, viven y forman los ciudadanos, pero en absoluto la ciudad histórica es un mero conjunto de edificaciones de arquitectura antigua o destacada. La ciudad histórica es un concepto social. La ciudad la forman las decisiones de las personas en esa concepción conjunta, la cual suele ser, o solía ser, persiguiendo alcanzar la creación de una sociedad siempre en mejora para todos los ciudadanos, y no para unos pocos. Todo esto se pudo mantener más o menos en los años 1980, aunque ya se vieron unos primeros atisbos de cambio en la década de 1990. Hace diez años, en los años 2000, no habían aún las amenazas sociales que hay hoy en el 2013. Estas amenazas se han hecho fuertes desde la crisis de 2008, es la destrucción paulatina de lo público mediante leyes, reformas y recortes económicos de todo lo que se había alcanzado en esos años 1970, y de los que se era herederos de una tradición de siglos. Estas amenazas se entreveían ya en los años 1990 con la construcción de esa ciudad dual, que es el "robo" del espacio público a la ciudadanía. Sin embargo, desde los últimos años ya se ve un claro germen social, dice Olmo, que hará de la crisis de 2008 una mera recesión. La gente está siendo más consciente de la necesidad de recuperar sus espacios urbanos como lugares de relación, de sociedad, de ciudad y de organización. El cambio social es imparable, y es un cambio tendente a recuperar la ciudad en el sentido original como esta fue concebida para su uso desde tiempos de Roma.
Hoy día, sin embargo, todo es ciudad. Las redes de telecomunicación, las redes informativas y las redes viales nos acercan en la actualidad de manera asombrosa e inmediata. Además, los modelos constructivos y los habitos de vida hacen que el modelo rural y el urbano tiendan a confundirse, a disiparse. Políticos y los altos poderes económicos (banqueros y empresarios) nos descontextualizan como sociedad. Nos sacan de nuestros contextos y de nuestros hábitos y nos hacen creer en una vida a la fuerza igual en su desarrollo para todos sin atender a las peculiaridades geográficas, geológicas, culturales, de fauna y flora, etcétera, de cada lugar. El proceso urbanístico mejoró las vidas de las personas, pero han supuesto disociarnos como sociedad, aparte de que han supuesto además un gran desgaste medioambiental en gran medida insostenible. Nos han hecho cambiar la plaza y la calle mayor de nuestras poblaciones por el paseo mediante el uso del automóvil u otro medio por extensas carreteras. La sociedad de consumo y las facilidades dadas para hacer esto han provocado ese abandono del espacio público. Hoy día los barrios nuevos de las ciudades y de los pueblos, pero sobre todo de las ciudades, se construyen con grandes avenidas donde se da preferencia a carreteras y aparcamientos, en lugar de a aceras y parques. Los parques se construyen sin zonas verdes, sin sombras, a veces sin bancos para compartirlos con otras personas. A menudo no hay espacios para los pequeños comercios, y si los hay no son de alimentación o de cualquier otro producto básico. Muchos edificios son unifamiliares y con verjas, otros son de vecinos, pero con dobles y triples puertas, a menudo con verjas múltiples. Nos fuerzan a ir a comprar a las grandes superficies comerciales de las grandes empresas multinacionales, con marcas de comida, ropa y otros productos también de grandes empresarios. Estos centros comerciales normalmente adquiere las licencias de construcción incluso antes de la construcción de estos barrios. Esos centros, por fuerza, atraen la atención de los ciudadanos como lugares para pasear o pasar el rato, les roban de esta manera sus espacios naturales, que es la plaza, la calle, el parque, el teatro, la catedral u otros espacios sociales que han sido los propios del ciudadano a lo largo de los siglos al ir construyendo todos juntos la ciudad. Estos centros comerciales se construyen con calles y avenidas fingidas, imitando las grandes calles comerciales de las ciudades que se daban incluso en aquellos años 1970. Se puede ver en ellos hasta imitaciones de otras ciudades que nos conducen siempre a desembocaduras que nos incitan al consumo inmediato en forma de cines, tienda de ropa, bolera, u otras opciones. Nos evitan socializar, hasta se fomenta el café rápido y andando, o la cómida rápida, al café en cafetería o la comida en grupo y calmada con sobremesa.
Nos comunicamos en red telemática, nos venden la idea de lo necesario que es esa comunicación al instante con aparatos cada vez más sofisticados y portables, dándose el caso de que en ocasiones las personas hablan tecleando pantallas sin darse cuenta de que a su lado hay personas con las que han quedado precisamente para socializar hablando o haciendo cualquier otra cosa conjunta. Los viajes por carreteras de autopista que nos impiden a pasar y parar por los pequeños pueblos. El consumo dirigido a unos mismos productos que no nos invitan al consumo tradicional. Y todo ello regalado de la cesión del espacio público al uso privado por parte de regulaciones y permisos institucionales de parte de los actuales gobiernos. Sirva de ejemplo la ocupación de la mayor parte del espacio de las plazas no por ciudadanos, sino por enormes cantidades de mesas de bares hasta caer en el abuso del uso de ese suelo público por el uso privado al que se accede mediante el dinero. Con todo esto se cambia el modelo social mediterráneo, muy dado precisamente a la sociabilidad en la cafetería y la terraza en la vía pública, también es cierto, por otro modelo más individualista que tiende a la aislación del individuo de los grupos de individuos, o al menos de los grandes grupos.
Para redondear el robo de la socialización de las ciudades, se busca perpetuar institucionalmente y con campañas informativas y propagandísticas este nuevo modelo social que nos descontextualiza. Se ha expulsado a la gente del centro de las ciudades a esas nuevas barriadas antes descritas. La subida del precio de los inmuebles de los centros urbanos, la eliminación (a veces con ayuda de normativas municipales) de determinados negocios básicos para vivir, la invasión de lo público por lo privado, el abandono hasta su derrumbe de edificaciones, entre otras muchas medidas y decisiones políticas y económicas, es todo una invitación a echarnos hacia las nuevas y despersonalizadas barriadas.
La oferta de servicios complejos o de alto nivel del centro histórico ya no está, por ejemplo, en Alcalá de Henares, hay que trasladarse a Madrid para obtener determinadas cosas. Se ha eliminado su variedad. Hay que pensar por ejemplo en cómo ahora hay que ir a un gran centro comercial a las afueras de la ciudad para ir al cine, ya que se han hecho desaparecer todas las salas que antes estaban en ese epicentro lógico, entre las plazas principales. En todas las ciudades grandes y medianas se han hecho inversiones grandes de dinero, pero sólo para descontextualizar a los ciudadanos. El dinero se ha ido a esas grandes avenidas comerciales sin comercios esenciales de los nuevos barrios citados, que a veces incluso o no tienen colegos o los tienen de carácter privado y no público. Hay barrios enteros que se han construido sin contener locales comerciales en los bajos de sus edificios.
Se crean así paradigmas de memoria. En la Edad Media el centro histórico es lo que estaba dentro de las murallas, porque es allí donde normalmente se desarrolla la ciudad en el sentido citado de la antigua Roma. En el siglo XIX comenzaron a derribarse las murallas y las ciudades se expandían fuera de ellas, y se hacía con un concepto claro de ciudad como lugar de sociabilidad, a pesar de que ya comenzaba a formarse la ciudad dual. En 2011 todos estos modelos ya no están bien. Para 2011 el centro histórico se ha modificado en parte por la industrialización y el movimiento obrero, que también contribuyó al cambio de las estructuras urbanas con sus nuevos barrios, los cuáles tienen una concepción y estructura específicas y ya tradicionales con sua bajos comerciales, sus plazas, parques y demás, cosa dada precisamente desde el siglo XIX. La ciudad histórica es pues algo más que el casco histórico, que sería lo que estuvo dentro de las murallas. La ciudad histórica es toda aquella ciudad que queda en la memoria y que ha forjado y formado la esencia de la ciudad, no sólo lo que a una oficina de turismo española le interesa. Se insiste en lo de española, pues en el resto de Europa, por ejemplo en Inglaterra, el concepto es precisamente que histórico en una ciudad es toda su esencia de todas sus épocas, no sólo lo medieval o renacentista. Así por ejemplo, en la ciudad de Manchester tienen por lema que es más importante la estación de tren, las viejas fábricas y los barrios obreros que cualquier monumento medieval, porque de ahí vienen todos los ciudadanos de Manchester, y se preocupan mucho de mantenerlos y fomentarlos como parte de su identidad. Pero en España son las propias instituciones las que insisten en hablar de ciudad histórica como conjunto de edificios de hace siglos, y las que abandonan todo tipo de construcción que no haya pertenecido a nobles, la Iglesia, el ejército u otra institución de gobierno. Entra dentro de la lógica ultracapitalista de construcción de una sociedad propia de los intereses de los más poderosos económicamente. El fabricante de coches Henry Ford dijo: "Abandonaremos el problema de las ciudades abandonándolas". El ya había inventado un sistema de fabricación que deshumanizaba a sus trabajadores al asignarles un trabajo maquinal y repetitivo que debía ser realizado en un determinado tiempo en un mismo espacio, así evitaba la sociabilidad de sus trabajadores, y con ella las posibles protestas al hablar entre ellos de sus condiciones laborales, de sus sueldos y de su horas de trabajo. Era el comienzo del siglo XX y en Estados Unidos de América ya se habían dado numerosas huelgas y manifestaciones desde finales del siglo XIX. Ford era partidario de abandonar su concepto de ciudad social y eso hicieron. Abandonaron su modelo tradicional para crear ciudades con largas calles donde tener que usar coches, casas individuales y sin tener que recurrir a asociaciones de vecinos, donde se abandona el andar por la calle, donde se abandonan plazas y parques, donde se abandona la sociabilidad como remedio para preservar el modo de vida de los más poderosos económicamente. Redefinieron el espacio de la ciudad y reinventaron su Historia, y ese es el modelo que se está trayendo a Europa desde el final de la Guerra Fría en 1991, y a España desde mediados de los años 1990.
La ciudad ha de ser si esta es participativa. Lo que importa realmente, dice Lauro Olmo, es valorar el concepto de ciudad que tienen sus ciudadanos, y no tanto sobrevalorar tan sólo sus edificios.
La ciudad histórica es nuestra socialización y donde se ha desarrollado la misma. Es lo que nos da la memoria y la identidad colectiva. Hay que defenderlo por ser nuestro espacio de sociabilización. Donde poder elegir juntos lo que queremos. La ciudad lo es si los ciudadanos lo son. Lauro Omo terminó citando a Ítalo Calvino. Ítalo Calvino dijo que hay que luchar por salvar lo que en medio del Infierno no es Infierno.
Un saludo, una socialización. La Historia y la arqueológico, como veis es algo muy vivo que nos invita a estarlo nosotros mismos.
6 comentarios:
Hoy día 13 de marzo en la facultad de Derecho de la Universidad de Alcalá de Henares hay programado una asmablea y un encierro a las 20:00 h.
Mañana día 14 de marzo a las 8:00 y a las 8:30 comienza una jornada de huelga universitaria con una acción por los trenes donde se informe a los estudiantes que vayan a clases porqué es importante secundar la huelga. Hasta las 12:00 h. habrá un pasacalles reivindicativo (entiendo que es una manifestación) por la ciudad. A las 13:30 h. se leerá un manifiesto en la Plaza de San Diego. A las 14:00 habrá comida con lo que cada uno se haya traido a la vez que una asamblea en el rectorado universitario. A las 16:00 h. se irá en tren a Madrid, donde a las 18:00 h. empieza una manifestación de nuevos Ministerios al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Convoca Toma la Facultad, UAH, De ellos me ha llegado el panfleto con la información.
En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.
George Orwell
Gracias, gracias, gracias.
Gracias a Lauro y a toda esa gente que está organizando estos encuentros revindicativos.
Cómo apoyarles...? no encontramos información.
Canichu dinos dónde...
Gracias a ti también.
Hola, pues en La UAH en la calle tienen apartados para colaborar y para comunicaros con ellos: http://uah.unienlacalle.net/
pero si les escribes en el muro de este evento también se enterarán de que queréis apoyarles: http://www.facebook.com/events/221430381320864/
Ahora bien, las facultades de derecho, de Filosofia y plitecnica esta llena de estudiantes en este movimiento y de profesores, casi todos han salido de filosofia. Alli podeis contacar en persona preguntando.
Yo también estoy con Lauro...!
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