Pienso sobre si la crisis económica de la Covid-19 tiene que ver con esa inmovilidad del mercado de trabajo, entre otros muchos problemas que analizar, como que Alcalá de Henares haya apostado todo al turismo hace mucho tiempo (fomentando el empleo de camarero fundamentalmente, no otros empleos del turismo, ni siquiera de la cultura). Evidentemente, tal como nos dicen las estadísticas y datos que se vienen dando desde marzo de 2020, la pandemia ha provocado unos cierres de negocios, una disminución del consumo, del ritmo de vida y de uso de servicios (que tiene que ver mucho con la gente que opta por quedarse en casa únicamente), por no hablar de los empresarios que ya no necesitan trabajadores porque los ingresos no les da para tenerlos (o eso dicen), o de aquellos que ya de por sí tienen trabajadores en ERTE, porque de necesitar a alguien para trabajar solo tienen que acabar con el ERTE de sus trabajadores, no necesitan contratos nuevos.
Mi sector principal es el de archivos, aunque lo cierto es que en mi trayectoria hay otros empleos y trabajos no relacionados, así como actividades no laborales que por sí mismas podrían ser un conjunto interesante como experiencia para acceder a algunos trabajos (véase la escritura, por ejemplo, para estar en prensa, o la investigación para asesorar o documentar). El sector archivos está algo parado, la verdad es que siempre estuvo muy parado y muy limitado, muy ninguneado y despreciado, aunque luego su actividad es mucho más que requerida y necesaria para el funcionamiento administrativo y cultural. La precariedad y el paro es endémico y muchas veces somos trabajadores contratados por empresas de archivos que ganan concursos de proyectos que sacan las administraciones generalmente con el remanente de los presupuestos anuales, que desean gastar para que en los siguientes presupuestos les asignen como mínimo la misma cantidad económica para sus labores en general. Desde la reforma administrativa de Rajoy en 2012 estos concursos se otorgan a los que ofrezcan los precios más bajos, en consecuencia muchas empresas bajan su precio por el trabajo a realizar rebajando los sueldos de las personas a las que contratan, cosa evidente pero que la administración, en cualquiera de sus niveles estatales, hace como que no sabe y se lava las manos en un "pío, pío, que yo no he sido". Esas rebajas de sueldos también se ha traducido en ver quien ofreció la mayor cantidad de trabajo en menos tiempo. Así se ofrece: más trabajo, en menos tiempo por poco dinero. No hay que decir lo que supone esto para los archiveros y las archiveras (archiveras sería más propio de decir, porque en general predominan más mujeres que hombres en estas empresas, yo soy minoría como hombre en este caso, otra cosa diferente es si hay más archiveras o archiveros como funcionarios e interinos de la administración). Sumemos que los contratos no son renovables, duran lo que dura el proyecto ofertado y contratado. Y no hay garantía de que una empresa para la que has trabajado bien te reenganche inmediatamente en otro proyecto, esto no suele ocurrir, a pesar de que sueles trabajar al final con unas mismas empresas a lo largo del tiempo. El mercado es cainita entre ellas, las empresas, y es de mercenarios entre nosotras, las archiveras. En un limbo del Olimpo sobre este panorama están los funcionarios, que reconocen tu labor necesaria y la reclaman y te tratan de igual a igual en cuanto ven que conoces tu oficio como ellos, pero cuya voz no es más que una voz de palmada en el hombro, no mueven nada para consolidar o mejorar puestos de trabajo, ya tienen el suyo. Yo he vivido el caso de sacar adelante oposiciones en su fase de teórico y llegar a la fase de práctico, hacer lo que he hecho en más de trece años de archivero y que el tribunal te suspenda a pesar de que en esos tribunales estén funcionarios que conoces y te han felicitado por tu trabajo en cada uno de los diversos proyectos de su archivo respectivo en los que has coincidido.
En fin, esta semana pasada al menos, desde que me hurtaron el sombrero y la cartera y me compré otros, he podido visitar al fin la Casa de los Grifos, en Complutum, pues ya es la visita gratuita y sin necesidad de pedir entrada en la Plaza de Cervantes, fui con una amiga, una amiga de mi madre me regaló un plato de potaje que estaba muy bien hecho, con una cocción de muchas horas, un amigo dueño de bar me regaló una cerveza, otro amigo vino hasta mi casa para regalarme la segunda edición de un libro suyo al que le incluyó dos fotos mías, y otro amigo y su pareja me regaló un disco de Rozalén, que es una cantante que yo infravaloraba vergonzosamente mucho hasta que la redescubrí durante el confinamiento de 2020 y me parece de lo mejor que hay en cantautores ahora mismo en España, de hecho me dieron su álbum más reciente, que es el cuarto, y cuando tenga ingresos de nuevo, algún día futuro, quisiera comprarme el tercero.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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