3.2.-
La Guerra de Independencia 1808-1814 en Alcalá de Henares, el parto de un
liberalismo con un comienzo traumático en su apogeo del Trienio Liberal de
1820-1823 (2).
Guadalajara,
francesa en ese momento, capituló y a todos los presos que se hicieron se les
trajo a Alcalá de Henares. El día 22 fueron enviados a Madrid. Entre los que se
llevaron estaba Novella, a varios alcalaínos no les pareció justo que se le
hiciera aquello. Cándido Riaza, sobrino de Juan Domingo Palomar se fue de
guerrillero con “El Empecinado” en calidad de tirador. El 28 y el 29 de ese mes
se juró solemnemente la Constitución en Alcalá. El nuevo ayuntamiento
constitucional fue nombrado el 11 de octubre, fueron Juan José Landa, el cura
Heredero, y Pedro Tejada como electores parroquiales para la elección de
diputados por el distrito de Santa María y Jerónimo López y el doctor Barco
para el distrito de San Justo. Se levantó una placa proclamando la Constitución
con grandes fiestas que incluyeron fuegos artificiales.
El
día 25 de octubre entraron en Alcalá los ingleses. Juan Domingo Palomar
escribió:
“El
día 25 entró en esta ciudad la primera tropa inglesa y portuguesa en número de
unos cinco mil hombres, buena gente, toda de infantería; y el 27 por la mañana,
a las siete, marchó con dirección al Tajo, donde han llegado los enemigos. Son
nuestros defensores y los que nos han dado la libertad los ingleses: no son
gravosos porque los víveres, y casi todos los transportes necesarios, los traen
consigo, pero se alojan militarmente, y tanto ellos como los portugueses son
muy aficionados a robar, propiedad de toda la soldadesca en general, y han
incomodado demasiado en las casas de vecindario.”[56]
O en
otras palabras, causaban los mismos estragos que los franceses entre los
alcalaínos, pero al recibirlos como libertadores los exculpaba el autor del
diario. La alegría les duraría poco, el día 2 de noviembre volvieron las tropas
francesas a Madrid y a Guadalajara, por lo que las tropas aliadas se fueron de
Alcalá dejando a los habitantes a su suerte. Muchos documentos fueron llevados
consigo por unos y otros. Todavía se volvieron a ir los franceses de Madrid el
día 7, pero volvieron el 3 de diciembre. Esta vez José I volvía acompañado de
varios guerrilleros españoles leales a él, como el citado “El Manco”. El día 5
de diciembre los franceses regresaron a Alcalá de Henares con ropas y enseres
que requisaron de otros municipios. El general Palombini y sus italianos era
uno de los que entraron. Viendo y sabiendo todo lo que había ocurrido en la
ciudad se dio permiso para cometer saqueos indiscriminados. Dejó una guarnición
de seiscientos hombres al mando de un francés llamado Soult del que Palomar
escribió “Somos esclavos de estos caribes, y sobre la esclavitud tenemos que
hacerles el gasto de leña, carbón, aceite, camas, manteles, sal, pimienta, y
toman cuanto hay en la casa que quieren o necesitan”[57].
O en otras palabras, si le parecía bien que se lo robasen los ingleses, le
parecía mal que tuvieran que abastecer con la ley de José I a los franceses. Y
es que habían vuelto de nuevo una enorme cantidad de impuestos y de órdenes
militares de avituallamiento.
El 7
de Diciembre de 1812 nombraron juez de primera instancia en Madrid a Roque Novella,
que volvía a ser libre como tantos otros afrancesados, alguno de los cuáles fue
temido su regreso por los que eran leales a Fernando VII, como Tramaria, pues
no obstante algunos habían sido delatados y entregados a los fernandinos o bien
habían sufrido injurias y abusos durante su breve derrota. El día 16 se nombró
un nuevo subprefecto y se hizo regresar a los empleados temidos. El subprefecto
fue Barandalla, que era en esos momentos médico de Parla, y se trajo de
empleados a Soto y a Félix Cárdenas, y como agregado militar al ya citado Villagarcía. Este militar mató el día 20 a un
estudiante llamado Antonio Allier a sablazos sin saberse los porqués y sin que
le arrestase ni se investigase la causa al momento, en enero del año siguiente
se llevaría a cabo el juicio y quedó totalmente exculpado del crimen.
1813
comenzaba con subidas del precio del pan, con prisiones y persecuciones, y con
la petición de mantas y colchones. Barandalla quiso poner orden según las
nuevas normativas militares que se habían dado, por lo que retribuyó a aquellos
que cometieran delaciones. Los castigos que se aplicaron, por otra parte, eran
castigos fuertes para causar ejemplo, mientras las autoridades eran muy laxas
con los excesos de la tropa francesa. Así por ejemplo se llegó a fusilar a
cinco alcalaínos durante una salida de la tropa francesa de la ciudad, esta
ejecución no estaba en la autoridad de Barandalla, sino en la autoridad militar
de los franceses. En otro caso los oficiales franceses y afrancesados permitieron
a una columna entera provocar a los vecinos y cometer abusos. La táctica ahora
parecía haber pasado a una fase de provocar terror. Se sabía también que los
sacerdotes eran el principal objeto de maltrato por parte francesa. El día 2 de
abril el general Soult vino a instalarse en Alcalá, uno de los españoles que
llevaban la administración local en ese momento, Gallardo, decidió que se le
volviese a pagar a él los impuestos que ya habían sido pagados. No obstante, los
combates con los empecinados volvían a estar cercanos. Las columnas francesas
se sucedían en los relevos unas a otras y se recibían noticias de curas presos
de localidades cercanas.
Juan
José Landa, que en estos momentos ejercía de comerciante, que era la actividad
que se le asignaba a su familia desde hacía décadas, tuvo que alojar en su casa
a un teniente coronel y a varios oficiales. Les recibió afirmativamente pero no
se quitó el sombrero. En la escalera principal de la casa un oficial se lo tiró
de un manotazo. El hijo recriminó al oficial. Fue abofeteado. Hubo insultos.
Los oficiales se fueron y Juan José Landa huyó; al regresar los franceses se
llevaron presos al hijo y al yerno, llamaron a Juan José Landa tres veces en
una plaza pública, vino a la tercera vez y también le hicieron preso. La ciudad
quedó escandalizada. Fueron liberados por dinero, una multa. Pero sin duda se
había tocado a una de las personas notables del nacido liberalismo alcalaíno[58].
Ante
la cercanía de los guerrilleros los franceses volvieron a llevarse cuanto
pudieron tanto como abastecimiento como por robo. El día 10 entraron los
guerrilleros de nuevo en la ciudad con un festejo aún mayor que la vez
anterior. Sin embargo, el día 20 de abril numerosas fuerzas francesas a las órdenes
del mariscal Soult regresaron a Alcalá, que fue evacuada con rapidez por los
guerrilleros. Alcalá pagó cara su afinidad a los fernandinos
constitucionalistas. Se dejó que los soldados franceses saquearan, asesinaran,
violaran y destruyeran a su antojo a lo largo del día 21 de abril. Los gritos
de las mujeres eran oídas por la noche causando indignación incluso entre los
alcalaínos afrancesados. En el convento de las Bernardas pisotearon los óleos
bendecidos. Esteban Azaña contó los hechos de lo que ocurrió en aquel convento
en su libro de historia, su testimonio es corroborado por Lucas del Campo, otro
político coetáneo de él a finales del siglo XIX, gracias a que los documentos
del ayuntamiento de la época tomaron precisamente registro de todo lo ocurrido,
quizá para quejarse, quizá para guardar memoria.
Según
la versión de Esteban Azaña las tropas francesas forzaron, profanaron y
saquearon el templo y convento, destruyendo además las santas formas (las
obleas bendecidas) y diversas parafernalias del culto. El general destinado en
la plaza alcalaína se asentó en el Palacio Arzobispal, quiso que la tropa se
alojara en el convento. Cuando lo logró, un soldado le dijo que había visto a
tres monjas de 25 a 27 años que eran muy guapas. El general asentado en el
palacio ya había visto a una que realmente le gustó. El general mandó a la
priora que se las mandara a palacio, la priora se negó, el general amenazó con
asaltar el convento por la mañana, pues ahora que podía alojar a sus tropas él
tenía que desalojar el convento de las monjas, quería el convento como cuartel
tal como había obtenido permiso. Le puso de tope el 21 de abril. Ellas se
habían escondido en el techo con el cura que las asistía, se negaron a salir.
Las tropas rodearon el frontal y el largo del convento para que no huyeran. Sin
embargo a la mañana siguiente el general amaneció muerto en su dormitorio,
donde fue a descansar en espera. Las monjas, se dice, rezaron en gracias al
“milagro”. La fuente de esto, que es la familia de escribanos Azaña, decían que
se conocía las intenciones del francés por toda Alcalá, pues el sirviente del
francés en el palacio, un español, se lo había oído a la hora de la comida. Eso
no evitó el saqueo del templo ya citado, sin olvidar que esa noche la población
de Alcalá sufrió en gran medida. Desde entonces y reafirmado desde 1844, si se
entra en la iglesia de las Bernardas de Alcalá de Henares a lo largo de un 21
de abril y se deja allí una ofrenda o se participa de su misa, se tiene
indulgencia de todos los pecados. ¿Razón? Fue concedido por el Papa que hubo en
la década de 1820, León XII.
Los
días 21 y 22 las tropas de Soult se fueron a Guadalajara para traer consigo
todo lo que pudieron coger allí de abastecimiento. El día 25 regresó a Madrid.
El 27 volvió a apresarse a Juan José Landa, ahora junto a su esposa. El
ayuntamiento intercedió por ellos para que obtuvieran la libertad, cosa que se
logró al día siguiente. Alguien les había delatado como personas que alojaban o
ayudaban a guerrilleros. Se hizo cargo de la ciudad el general Ormancei. Que
será el último general que en mayo recibirá una derrota grande en el puente del
Zulema, hoy destruido por la explosión de 1947. Juan Martín “el Empecinado”
liberó Alcalá definitivamente con una emboscada maestra donde unas centenas de
guerrilleros acabaron con millares de franceses. Los franceses en breve se
tendrían que retirar de Madrid. Mientras tanto el precio del pan bajaba
paulatinamente.
El 2
de junio Joaquín Garcés, que había jurado la Constitución, tuvo reticencias
iniciales para retomar el ayuntamiento leal a Fernando VII, por miedo a
precipitarse y que regresaran los franceses, pero al final aceptó el cargo de
nuevo alcalde[59].
Aunque los franceses no iban a volver a Alcalá, la guerra continuaba y sus
decisiones debían de ser decisiones de contribución de guerra, más teniendo en
cuenta el esfuerzo de la liberación de la ciudad. Las tropas constitucionales
estaban también muy necesitadas de avituallamiento, sobre todo porque los
franceses habían arrasado con todo lo que pudieron. Así pues, Garcés decidió
cobrar nuevos impuestos esta vez aplicando la ley constitucional, o sea:
haciendo que pagasen impuestos también los nobles y los sacerdotes de acuerdo a
sus rentas, cosa que ya se hacía con José I, pero que nunca se había hecho
antes. Aquí comenzaron los primeros enfrentamientos entre casas nobiliarias y
gobierno constitucional. Los pudientes nobles usaron al Jefe Político, Ignacio
Arratia, en su defensa. Hubo un alza de precio por escasez de suministros. El
21 de septiembre contribuyeron porque el jefe de tiradores de Sigüenza llegado
a la ciudad les puso en evidencia y en cierto modo ejerció presión con sus
hombres y armas. Hubo crisis de gobierno municipal, caídas y ascensos
políticos. Conspiraciones de poder. Tiras y aflojas entre el viejo orden y el
nuevo orden. El periodo final de la Guerra de la Independencia en Alcalá es
conocida como la Revuelta de los Privilegiados, según como la han nombrado los
historiadores que más la han trabajado en el libro de La ciudad oculta.
El 18 de julio de 1813 los privilegiados mandaron un informe sobre José Antonio
Barandalla durante la etapa josefina a Fernando VII. Fue exculpado por otros
motivos que se alegaron a su favor. A comienzos de 1814 Fernando VII ya se veía
como vencedor y traía de vuelta con él el sistema absolutista, los absolutistas
se crecieron. Se consolidaron el 22 de marzo en el Manifiesto de los Persas.
Una
de las primeras cosas que hizo Fernando VII por Alcalá fue la ya citada
supresión de la orden de los liberales de trasladar la Universidad a Madrid en
1814. El sacerdote Nicolás Heredero, último de los cargos electos
constitucionalmente en Alcalá junto a José Rayón, inauguró un nuevo curso
siendo catedrático de Retórica y canónigo de la Iglesia Magistral. En su
discurso loó a Fernando VII con puyas a los liberales, aunque curiosamente él
no sólo era liberal, sino que además volvió a participar de un gobierno liberal
en la ciudad en el periodo del Trienio de 1820-1823. Fue depurado por Fernando
VII en 1824, y repuesto en 1834, ya anciano y con el rey muerto.
Como
ya se ha dicho se comenzó una persecución a los liberales sobre todo con la
guerra ya terminada. El epicentro en la ciudad será el Colegio de Málaga. Allí
se instruirían alumnos que chocaron constantemente con los soldados del
regimiento de zapadores y de la academia de ingenieros. Uno de los conflictos
más señalados ocurrió el 16 de abril de 1815 en una obra de teatro en el Corral
de Comedias. Como solución se prohibieron las obras de teatro, para malestar de
toda la población. En 1819 Miguel Azaña registró la existencia incluso de
insultos por este motivo.
Aunque
se realizaron tertulias liberales en la Universidad, los liberales fueron muy
perseguidos, por lo que pasaron a ser sociedades secretas. La Universidad se
apegaba así a un modo de ser ultracatólico o ultramontano, como se prefiera.
Sin embargo, curiosamente, cuando el 20 de marzo de 1820 dio el golpe de Estado
el teniente Rafael Riego en Cabezas de San Juan y proclamó de nuevo la
Constitución, estudiantes y zapadores alcalaínos se unieron para proclamar
juntos por las calles el nuevo régimen. Se estableció la obligación de enseñar
la Constitución en la Universidad y en las iglesias, aunque sólo una iglesia lo
cumplió, no por mucho tiempo, pues su sacerdote fue destituido. El clero alcalaíno era claramente absolutista
en su mayoría. Los liberales se empeñaron en que se aclarara desde la educación
que la Constitución no estaba reñida con la religión. Nicolas Heredero y José
Rayón volvieron a ser repuestos por las urnas en sus cargos municipales, pero a
la vez fueron elegidos en el ayuntamiento extremados y retrógrados absolutistas
como Lorenzo de la Torre y José Agustín Jabonero. La sociedad estaba dividida
en los extremos. Se compuso una milicia nacional liberal, la cual supuso incomodidades
sobre su composición, ya que el equipamiento recayó en los económicamente pudientes,
tuvieron obligación de sufragarles equipo. Pero aunque los cambios eran muchos
para algunos liberales esto era poco, algunos pedían una democracia aún más
radical y total que alcanzara a todos los sectores sociales, estos fueron los
llamados exaltados. Mientras los liberales se dividían en dos grupos
enfrentados, ambos grupos se unían a la hora de chocar con los serviles o fieles
conservadores del Antiguo Régimen, los cuáles llamaban “negros” a los liberales.
El
Colegio de Málaga, como centro neurálgico del liberalismo fundó la primera
sociedad patriótica de la región madrileña. Se fundó en abril de 1820, celebró
su segunda sesión el día 14 con un discurso del doctor Joaquín Lumbrera. Lo
fundamental era la explicación del “sagrado Código” [la Constitución] a
agricultores y artesanos. Luego pasó a ser llamada tertulia patriótica según el
diario El Espectador del 1 de agosto de 1821. Y esa era otra cuestión,
la ciudad vio crecer y enriquecerse sus publicaciones gracias a la libertad de
prensa.
Manuel
Martín-Esperanza fue nombrado alcalde, luego Isidro Escobar y Lizana, y Lumbreras
creó un plan de estudios del curso 1820-1821 centrado en explicar la Constitución
y la democracia. El 9 de junio de 1821 los liberales quisieron acabar con la Universidad,
como ya se explicó páginas atrás. Cerró en el curso 1822-1823 causando pérdidas
económicas y despego a los liberales por una parte de la sociedad alcalaína que
aún no les había sido desfavorables, si es que la obligación de equipar a las
milicias no había sido suficiente, y es que no sólo era equipar, sino que
también tuvieron que aportar voluntarios; en las milicias había personas liberales
como los Corera, los Landa, los Recio, los Aldama, los Calzada o los Caterineu,
entre muchos otros. El ayuntamiento mandó una representación a las Cortes el 20 de agosto para conservar la
Univesidad, como se explicó no fue sincero el apoyo de algunos catedráticos que
les acompañaron. No se pudo evitar el cierre ese curso.
En
las elecciones abril de 1820 Lumbreras fue elegido representante liberal frente
a Fernando Sabugo e Ignacio Urrutia, conservadores. El 18 de febrero de 1822 se
produjeron disturbios con disparos entre un soldado y estudiantes a costa del
insulto de los estudiantes a este soldado, toda la ciudad se alborotó. Tuvo que
intervenir un oficial que le pidió al rector que contuviera a los muchos estudiantes
que no paraban de insultar a los soldados desde las ventanas universitarias,
fue difícil traer la paz. Quizá por todo esto nacieron ahora guerrillas
ultraconservadoras que se dedicaban a entorpecer el gobierno liberal, cuando no
a matar o robar a liberales. Fue el caso de un sacerdote llamado Francisco
Marzá, del que habla Esteban Azaña como liberal, y al cual contestó José
Demetrio Calleja, como absolutista. Francisco Marzá, sacerdote guerrillero
absolutista, fue sorprendido y ejecutado en Alcalá de Henares en el verano de
1822, cuando fue descubierto por un mozo de una posada que le vio por la
mirilla de la puerta sacando pistolas de su equipaje, cosa que ocurrió en la
calle Libreros. El caso fue importante, pues para los conservadores la
ejecución de este sacerdote era la prueba de la malignidad del ser de los
liberales.
El Congreso
de Verona mandó a los Cien Mil Hijos de San Luis a España el 21 de noviembre de
1822. Esto envalentonó a las partidas realistas para cometer asesinatos. El
caso de Marzá apareció en ese contexto. En Enero de 1823 el ayuntamiento se
indignó con la decisión del Congreso de Verona y mandó un escrito de protesta
al gobierno central. Los soldados franceses y españoles realistas obtuvieron
resistencia de Torrejón de Ardoz y de Alcalá de Henares, según Azaña, pero
ambas localidades cayeron. Fue casi un paseo militar de los absolutistas. No
obstante, ante los atropellos de represalias de los absolutistas españoles
contra lo liberales, hubo la necesidad de que el francés duque de Angulema
pusiera fin a los asesinatos arbitrarios de las partidas absolutistas españolas.
El 8
de julio de 1823 los alcalaínos absolutistas desenterraron el cadáver de Marzá
y le rindieron culto sacado al aire en la Iglesia Magistral. A partir de ahí se
procedió a la depuración de los maestros universitarios, a la petición del
claustro de reprimirles, a los disturbios donde se les fue a buscar, apalear y
quemar sus casas, etcétera. José Laso formó ahora las milicias de los
voluntarios realistas, pero a diferencia de las milicias liberales anteriores tardó
en formarlas por falta de voluntarios. Lo logró el 28 de septiembre. Desde los
púlpitos alcalaínos se habló de los liberales como del mal en estado puro. Hubo
una persecución de los universitarios del Colegio de Málaga, que volvieron a
las sociedades secretas y, ahora también, masónicas. El día de San Lorenzo de
1823 fue el día de las turbas citadas contra los liberales, que se llegaron a
comparar con los hechos del 21 de abril de 1813. Entre 1824 a 1829 el escribano
Francisco Huerta, que había sido uno de los escribanos del proceso de 1793,
opinó que las tertulias y juntas liberales no debían ser permitidas para poder
mantener el orden. El 29 de enero de 1827 se sabe que los liberales distribuían
pasquines liberales con vivas a la constitución en la calle Mayor y la Plaza de
Mercado (de Cervantes), a pesar de estar prohibidos. Y la división prosiguió
así hasta la muerte de Fernando VII en 1833, con algún freno en 1830 (año de la
supresión de la ley sálica) pues la reina regente en nombre de la reina aún
niña Isabel II, necesitaría de los liberales para mantener el trono y combatir
a los carlistas.
Y es
así como poco a poco se fue conformando en la ciudad la tendencia liberal en
contraposición de la absolutista, fuerza políticas ambas que con el tiempo,
finales del siglo XIX y tras varios sucesos más, cambiarán y se dividirán hasta
formar por ejemplo las corrientes republicanas y las socialistas o las más
puramente de derechas, según la tendencia. Baste citar por ejemplo a Esteban
Azaña cuando nos recordaba en 1882 como en 1814 se puso una lápida en el puente
del Zulema en memoria de la heroicidad de Juan Martín “el Empecinado” de haber
liberado la ciudad en 1813, y como esta fue derribada y destruida por los
absolutistas en 1823 a costa de que este hombre fue uno de los liberales del
Trienio, asesinado en aplicación de la Ley de Fugas por los absolutistas. Durante
el resto del siglo y gracias al ascenso político de los liberales en la década
de 1830, los liberales complutenses pedirán a la reina Isabel II varias veces
que se le reponga algún tipo de monumento a Juan Martín en la ciudad, sin obtener
nunca respuesta favorable o como mucho recibiendo largas. Al fin se obtuvo
respuesta favorable firme en la década de 1860, sin Isabel II, pero el monumento
no se creó de manera inmediata y cuando se hizo era demasiado al estilo
francés, por lo que se tuvo que retirar y construir uno nuevo basado en la
líneas generales de aquel. Este, el nuevo monumento, que es el que hoy perdura
en la Plaza del Empecinado, es de 1879, se trata de una columna en mitad de un
jardincillo que sostiene la cabeza en bronce del héroe con un lema. Se ubica en
la calle que da al antiguo camino que por la Puerta del Vado (hoy plaza), se
llegaba al puente del Zulema, y que por tanto es por donde entró “el
Empecinado” en Alcalá, aunque, incluso para los alcalaínos de 1879, este era un
lugar retirado y poco visible, aunque bien contentos estaban tras tantas
décadas de esperar este reconocimiento. Así de difícil estaban las cosas para los
que creían en mayores derechos y libertades en una época tan convulsa como
apasionante. En una ciudad que si bien tuvo mejores tiempos, los que vivía eran
otra historia que habría de configurar su Historia futura como en silencio
tácito, como en susurro, sólo para que ahora podamos escucharlo bien fuerte.
Daniel López-Serrano
Páez “Canichu”
Alcalá de Henares, 4 de
octubre de 2014.
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CONSULTADOS
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Archivo
General de la Administración (AGA).
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