viernes, febrero 14, 2020

NOTICIA 1940ª DESDE EL BAR: UNA NUEVA VIDA PARA ALCALÁ EN EL SIGLO XIX (y 5 de 5)


3.2.- La Guerra de Independencia 1808-1814 en Alcalá de Henares, el parto de un liberalismo con un comienzo traumático en su apogeo del Trienio Liberal de 1820-1823 (2).

Guadalajara, francesa en ese momento, capituló y a todos los presos que se hicieron se les trajo a Alcalá de Henares. El día 22 fueron enviados a Madrid. Entre los que se llevaron estaba Novella, a varios alcalaínos no les pareció justo que se le hiciera aquello. Cándido Riaza, sobrino de Juan Domingo Palomar se fue de guerrillero con “El Empecinado” en calidad de tirador. El 28 y el 29 de ese mes se juró solemnemente la Constitución en Alcalá. El nuevo ayuntamiento constitucional fue nombrado el 11 de octubre, fueron Juan José Landa, el cura Heredero, y Pedro Tejada como electores parroquiales para la elección de diputados por el distrito de Santa María y Jerónimo López y el doctor Barco para el distrito de San Justo. Se levantó una placa proclamando la Constitución con grandes fiestas que incluyeron fuegos artificiales.

El día 25 de octubre entraron en Alcalá los ingleses. Juan Domingo Palomar escribió:

“El día 25 entró en esta ciudad la primera tropa inglesa y portuguesa en número de unos cinco mil hombres, buena gente, toda de infantería; y el 27 por la mañana, a las siete, marchó con dirección al Tajo, donde han llegado los enemigos. Son nuestros defensores y los que nos han dado la libertad los ingleses: no son gravosos porque los víveres, y casi todos los transportes necesarios, los traen consigo, pero se alojan militarmente, y tanto ellos como los portugueses son muy aficionados a robar, propiedad de toda la soldadesca en general, y han incomodado demasiado en las casas de vecindario.”[56]

O en otras palabras, causaban los mismos estragos que los franceses entre los alcalaínos, pero al recibirlos como libertadores los exculpaba el autor del diario. La alegría les duraría poco, el día 2 de noviembre volvieron las tropas francesas a Madrid y a Guadalajara, por lo que las tropas aliadas se fueron de Alcalá dejando a los habitantes a su suerte. Muchos documentos fueron llevados consigo por unos y otros. Todavía se volvieron a ir los franceses de Madrid el día 7, pero volvieron el 3 de diciembre. Esta vez José I volvía acompañado de varios guerrilleros españoles leales a él, como el citado “El Manco”. El día 5 de diciembre los franceses regresaron a Alcalá de Henares con ropas y enseres que requisaron de otros municipios. El general Palombini y sus italianos era uno de los que entraron. Viendo y sabiendo todo lo que había ocurrido en la ciudad se dio permiso para cometer saqueos indiscriminados. Dejó una guarnición de seiscientos hombres al mando de un francés llamado Soult del que Palomar escribió “Somos esclavos de estos caribes, y sobre la esclavitud tenemos que hacerles el gasto de leña, carbón, aceite, camas, manteles, sal, pimienta, y toman cuanto hay en la casa que quieren o necesitan”[57]. O en otras palabras, si le parecía bien que se lo robasen los ingleses, le parecía mal que tuvieran que abastecer con la ley de José I a los franceses. Y es que habían vuelto de nuevo una enorme cantidad de impuestos y de órdenes militares de avituallamiento.

El 7 de Diciembre de 1812 nombraron juez de primera instancia en Madrid a Roque Novella, que volvía a ser libre como tantos otros afrancesados, alguno de los cuáles fue temido su regreso por los que eran leales a Fernando VII, como Tramaria, pues no obstante algunos habían sido delatados y entregados a los fernandinos o bien habían sufrido injurias y abusos durante su breve derrota. El día 16 se nombró un nuevo subprefecto y se hizo regresar a los empleados temidos. El subprefecto fue Barandalla, que era en esos momentos médico de Parla, y se trajo de empleados a Soto y a Félix Cárdenas, y como agregado militar al ya citado  Villagarcía. Este militar mató el día 20 a un estudiante llamado Antonio Allier a sablazos sin saberse los porqués y sin que le arrestase ni se investigase la causa al momento, en enero del año siguiente se llevaría a cabo el juicio y quedó totalmente exculpado del crimen.

1813 comenzaba con subidas del precio del pan, con prisiones y persecuciones, y con la petición de mantas y colchones. Barandalla quiso poner orden según las nuevas normativas militares que se habían dado, por lo que retribuyó a aquellos que cometieran delaciones. Los castigos que se aplicaron, por otra parte, eran castigos fuertes para causar ejemplo, mientras las autoridades eran muy laxas con los excesos de la tropa francesa. Así por ejemplo se llegó a fusilar a cinco alcalaínos durante una salida de la tropa francesa de la ciudad, esta ejecución no estaba en la autoridad de Barandalla, sino en la autoridad militar de los franceses. En otro caso los oficiales franceses y afrancesados permitieron a una columna entera provocar a los vecinos y cometer abusos. La táctica ahora parecía haber pasado a una fase de provocar terror. Se sabía también que los sacerdotes eran el principal objeto de maltrato por parte francesa. El día 2 de abril el general Soult vino a instalarse en Alcalá, uno de los españoles que llevaban la administración local en ese momento, Gallardo, decidió que se le volviese a pagar a él los impuestos que ya habían sido pagados. No obstante, los combates con los empecinados volvían a estar cercanos. Las columnas francesas se sucedían en los relevos unas a otras y se recibían noticias de curas presos de localidades cercanas.

Juan José Landa, que en estos momentos ejercía de comerciante, que era la actividad que se le asignaba a su familia desde hacía décadas, tuvo que alojar en su casa a un teniente coronel y a varios oficiales. Les recibió afirmativamente pero no se quitó el sombrero. En la escalera principal de la casa un oficial se lo tiró de un manotazo. El hijo recriminó al oficial. Fue abofeteado. Hubo insultos. Los oficiales se fueron y Juan José Landa huyó; al regresar los franceses se llevaron presos al hijo y al yerno, llamaron a Juan José Landa tres veces en una plaza pública, vino a la tercera vez y también le hicieron preso. La ciudad quedó escandalizada. Fueron liberados por dinero, una multa. Pero sin duda se había tocado a una de las personas notables del nacido liberalismo alcalaíno[58].

Ante la cercanía de los guerrilleros los franceses volvieron a llevarse cuanto pudieron tanto como abastecimiento como por robo. El día 10 entraron los guerrilleros de nuevo en la ciudad con un festejo aún mayor que la vez anterior. Sin embargo, el día 20 de abril numerosas fuerzas francesas a las órdenes del mariscal Soult regresaron a Alcalá, que fue evacuada con rapidez por los guerrilleros. Alcalá pagó cara su afinidad a los fernandinos constitucionalistas. Se dejó que los soldados franceses saquearan, asesinaran, violaran y destruyeran a su antojo a lo largo del día 21 de abril. Los gritos de las mujeres eran oídas por la noche causando indignación incluso entre los alcalaínos afrancesados. En el convento de las Bernardas pisotearon los óleos bendecidos. Esteban Azaña contó los hechos de lo que ocurrió en aquel convento en su libro de historia, su testimonio es corroborado por Lucas del Campo, otro político coetáneo de él a finales del siglo XIX, gracias a que los documentos del ayuntamiento de la época tomaron precisamente registro de todo lo ocurrido, quizá para quejarse, quizá para guardar memoria. 

Según la versión de Esteban Azaña las tropas francesas forzaron, profanaron y saquearon el templo y convento, destruyendo además las santas formas (las obleas bendecidas) y diversas parafernalias del culto. El general destinado en la plaza alcalaína se asentó en el Palacio Arzobispal, quiso que la tropa se alojara en el convento. Cuando lo logró, un soldado le dijo que había visto a tres monjas de 25 a 27 años que eran muy guapas. El general asentado en el palacio ya había visto a una que realmente le gustó. El general mandó a la priora que se las mandara a palacio, la priora se negó, el general amenazó con asaltar el convento por la mañana, pues ahora que podía alojar a sus tropas él tenía que desalojar el convento de las monjas, quería el convento como cuartel tal como había obtenido permiso. Le puso de tope el 21 de abril. Ellas se habían escondido en el techo con el cura que las asistía, se negaron a salir. Las tropas rodearon el frontal y el largo del convento para que no huyeran. Sin embargo a la mañana siguiente el general amaneció muerto en su dormitorio, donde fue a descansar en espera. Las monjas, se dice, rezaron en gracias al “milagro”. La fuente de esto, que es la familia de escribanos Azaña, decían que se conocía las intenciones del francés por toda Alcalá, pues el sirviente del francés en el palacio, un español, se lo había oído a la hora de la comida. Eso no evitó el saqueo del templo ya citado, sin olvidar que esa noche la población de Alcalá sufrió en gran medida. Desde entonces y reafirmado desde 1844, si se entra en la iglesia de las Bernardas de Alcalá de Henares a lo largo de un 21 de abril y se deja allí una ofrenda o se participa de su misa, se tiene indulgencia de todos los pecados. ¿Razón? Fue concedido por el Papa que hubo en la década de 1820, León XII.

Los días 21 y 22 las tropas de Soult se fueron a Guadalajara para traer consigo todo lo que pudieron coger allí de abastecimiento. El día 25 regresó a Madrid. El 27 volvió a apresarse a Juan José Landa, ahora junto a su esposa. El ayuntamiento intercedió por ellos para que obtuvieran la libertad, cosa que se logró al día siguiente. Alguien les había delatado como personas que alojaban o ayudaban a guerrilleros. Se hizo cargo de la ciudad el general Ormancei. Que será el último general que en mayo recibirá una derrota grande en el puente del Zulema, hoy destruido por la explosión de 1947. Juan Martín “el Empecinado” liberó Alcalá definitivamente con una emboscada maestra donde unas centenas de guerrilleros acabaron con millares de franceses. Los franceses en breve se tendrían que retirar de Madrid. Mientras tanto el precio del pan bajaba paulatinamente.

El 2 de junio Joaquín Garcés, que había jurado la Constitución, tuvo reticencias iniciales para retomar el ayuntamiento leal a Fernando VII, por miedo a precipitarse y que regresaran los franceses, pero al final aceptó el cargo de nuevo alcalde[59]. Aunque los franceses no iban a volver a Alcalá, la guerra continuaba y sus decisiones debían de ser decisiones de contribución de guerra, más teniendo en cuenta el esfuerzo de la liberación de la ciudad. Las tropas constitucionales estaban también muy necesitadas de avituallamiento, sobre todo porque los franceses habían arrasado con todo lo que pudieron. Así pues, Garcés decidió cobrar nuevos impuestos esta vez aplicando la ley constitucional, o sea: haciendo que pagasen impuestos también los nobles y los sacerdotes de acuerdo a sus rentas, cosa que ya se hacía con José I, pero que nunca se había hecho antes. Aquí comenzaron los primeros enfrentamientos entre casas nobiliarias y gobierno constitucional. Los pudientes nobles usaron al Jefe Político, Ignacio Arratia, en su defensa. Hubo un alza de precio por escasez de suministros. El 21 de septiembre contribuyeron porque el jefe de tiradores de Sigüenza llegado a la ciudad les puso en evidencia y en cierto modo ejerció presión con sus hombres y armas. Hubo crisis de gobierno municipal, caídas y ascensos políticos. Conspiraciones de poder. Tiras y aflojas entre el viejo orden y el nuevo orden. El periodo final de la Guerra de la Independencia en Alcalá es conocida como la Revuelta de los Privilegiados, según como la han nombrado los historiadores que más la han trabajado en el libro de La ciudad oculta. El 18 de julio de 1813 los privilegiados mandaron un informe sobre José Antonio Barandalla durante la etapa josefina a Fernando VII. Fue exculpado por otros motivos que se alegaron a su favor. A comienzos de 1814 Fernando VII ya se veía como vencedor y traía de vuelta con él el sistema absolutista, los absolutistas se crecieron. Se consolidaron el 22 de marzo en el Manifiesto de los Persas.

Una de las primeras cosas que hizo Fernando VII por Alcalá fue la ya citada supresión de la orden de los liberales de trasladar la Universidad a Madrid en 1814. El sacerdote Nicolás Heredero, último de los cargos electos constitucionalmente en Alcalá junto a José Rayón, inauguró un nuevo curso siendo catedrático de Retórica y canónigo de la Iglesia Magistral. En su discurso loó a Fernando VII con puyas a los liberales, aunque curiosamente él no sólo era liberal, sino que además volvió a participar de un gobierno liberal en la ciudad en el periodo del Trienio de 1820-1823. Fue depurado por Fernando VII en 1824, y repuesto en 1834, ya anciano y con el rey muerto.

Como ya se ha dicho se comenzó una persecución a los liberales sobre todo con la guerra ya terminada. El epicentro en la ciudad será el Colegio de Málaga. Allí se instruirían alumnos que chocaron constantemente con los soldados del regimiento de zapadores y de la academia de ingenieros. Uno de los conflictos más señalados ocurrió el 16 de abril de 1815 en una obra de teatro en el Corral de Comedias. Como solución se prohibieron las obras de teatro, para malestar de toda la población. En 1819 Miguel Azaña registró la existencia incluso de insultos por este motivo.

Aunque se realizaron tertulias liberales en la Universidad, los liberales fueron muy perseguidos, por lo que pasaron a ser sociedades secretas. La Universidad se apegaba así a un modo de ser ultracatólico o ultramontano, como se prefiera. Sin embargo, curiosamente, cuando el 20 de marzo de 1820 dio el golpe de Estado el teniente Rafael Riego en Cabezas de San Juan y proclamó de nuevo la Constitución, estudiantes y zapadores alcalaínos se unieron para proclamar juntos por las calles el nuevo régimen. Se estableció la obligación de enseñar la Constitución en la Universidad y en las iglesias, aunque sólo una iglesia lo cumplió, no por mucho tiempo, pues su sacerdote fue destituido.  El clero alcalaíno era claramente absolutista en su mayoría. Los liberales se empeñaron en que se aclarara desde la educación que la Constitución no estaba reñida con la religión. Nicolas Heredero y José Rayón volvieron a ser repuestos por las urnas en sus cargos municipales, pero a la vez fueron elegidos en el ayuntamiento extremados y retrógrados absolutistas como Lorenzo de la Torre y José Agustín Jabonero. La sociedad estaba dividida en los extremos. Se compuso una milicia nacional liberal, la cual supuso incomodidades sobre su composición, ya que el equipamiento recayó en los económicamente pudientes, tuvieron obligación de sufragarles equipo. Pero aunque los cambios eran muchos para algunos liberales esto era poco, algunos pedían una democracia aún más radical y total que alcanzara a todos los sectores sociales, estos fueron los llamados exaltados. Mientras los liberales se dividían en dos grupos enfrentados, ambos grupos se unían a la hora de chocar con los serviles o fieles conservadores del Antiguo Régimen, los cuáles llamaban “negros” a los liberales.

El Colegio de Málaga, como centro neurálgico del liberalismo fundó la primera sociedad patriótica de la región madrileña. Se fundó en abril de 1820, celebró su segunda sesión el día 14 con un discurso del doctor Joaquín Lumbrera. Lo fundamental era la explicación del “sagrado Código” [la Constitución] a agricultores y artesanos. Luego pasó a ser llamada tertulia patriótica según el diario El Espectador del 1 de agosto de 1821. Y esa era otra cuestión, la ciudad vio crecer y enriquecerse sus publicaciones gracias a la libertad de prensa.

Manuel Martín-Esperanza fue nombrado alcalde, luego Isidro Escobar y Lizana, y Lumbreras creó un plan de estudios del curso 1820-1821 centrado en explicar la Constitución y la democracia. El 9 de junio de 1821 los liberales quisieron acabar con la Universidad, como ya se explicó páginas atrás. Cerró en el curso 1822-1823 causando pérdidas económicas y despego a los liberales por una parte de la sociedad alcalaína que aún no les había sido desfavorables, si es que la obligación de equipar a las milicias no había sido suficiente, y es que no sólo era equipar, sino que también tuvieron que aportar voluntarios; en las milicias había personas liberales como los Corera, los Landa, los Recio, los Aldama, los Calzada o los Caterineu, entre muchos otros. El ayuntamiento mandó una representación a las  Cortes el 20 de agosto para conservar la Univesidad, como se explicó no fue sincero el apoyo de algunos catedráticos que les acompañaron. No se pudo evitar el cierre ese curso.

En las elecciones abril de 1820 Lumbreras fue elegido representante liberal frente a Fernando Sabugo e Ignacio Urrutia, conservadores. El 18 de febrero de 1822 se produjeron disturbios con disparos entre un soldado y estudiantes a costa del insulto de los estudiantes a este soldado, toda la ciudad se alborotó. Tuvo que intervenir un oficial que le pidió al rector que contuviera a los muchos estudiantes que no paraban de insultar a los soldados desde las ventanas universitarias, fue difícil traer la paz. Quizá por todo esto nacieron ahora guerrillas ultraconservadoras que se dedicaban a entorpecer el gobierno liberal, cuando no a matar o robar a liberales. Fue el caso de un sacerdote llamado Francisco Marzá, del que habla Esteban Azaña como liberal, y al cual contestó José Demetrio Calleja, como absolutista. Francisco Marzá, sacerdote guerrillero absolutista, fue sorprendido y ejecutado en Alcalá de Henares en el verano de 1822, cuando fue descubierto por un mozo de una posada que le vio por la mirilla de la puerta sacando pistolas de su equipaje, cosa que ocurrió en la calle Libreros. El caso fue importante, pues para los conservadores la ejecución de este sacerdote era la prueba de la malignidad del ser de los liberales.

El Congreso de Verona mandó a los Cien Mil Hijos de San Luis a España el 21 de noviembre de 1822. Esto envalentonó a las partidas realistas para cometer asesinatos. El caso de Marzá apareció en ese contexto. En Enero de 1823 el ayuntamiento se indignó con la decisión del Congreso de Verona y mandó un escrito de protesta al gobierno central. Los soldados franceses y españoles realistas obtuvieron resistencia de Torrejón de Ardoz y de Alcalá de Henares, según Azaña, pero ambas localidades cayeron. Fue casi un paseo militar de los absolutistas. No obstante, ante los atropellos de represalias de los absolutistas españoles contra lo liberales, hubo la necesidad de que el francés duque de Angulema pusiera fin a los asesinatos arbitrarios de las partidas absolutistas españolas.

El 8 de julio de 1823 los alcalaínos absolutistas desenterraron el cadáver de Marzá y le rindieron culto sacado al aire en la Iglesia Magistral. A partir de ahí se procedió a la depuración de los maestros universitarios, a la petición del claustro de reprimirles, a los disturbios donde se les fue a buscar, apalear y quemar sus casas, etcétera. José Laso formó ahora las milicias de los voluntarios realistas, pero a diferencia de las milicias liberales anteriores tardó en formarlas por falta de voluntarios. Lo logró el 28 de septiembre. Desde los púlpitos alcalaínos se habló de los liberales como del mal en estado puro. Hubo una persecución de los universitarios del Colegio de Málaga, que volvieron a las sociedades secretas y, ahora también, masónicas. El día de San Lorenzo de 1823 fue el día de las turbas citadas contra los liberales, que se llegaron a comparar con los hechos del 21 de abril de 1813. Entre 1824 a 1829 el escribano Francisco Huerta, que había sido uno de los escribanos del proceso de 1793, opinó que las tertulias y juntas liberales no debían ser permitidas para poder mantener el orden. El 29 de enero de 1827 se sabe que los liberales distribuían pasquines liberales con vivas a la constitución en la calle Mayor y la Plaza de Mercado (de Cervantes), a pesar de estar prohibidos. Y la división prosiguió así hasta la muerte de Fernando VII en 1833, con algún freno en 1830 (año de la supresión de la ley sálica) pues la reina regente en nombre de la reina aún niña Isabel II, necesitaría de los liberales para mantener el trono y combatir a los carlistas.

Y es así como poco a poco se fue conformando en la ciudad la tendencia liberal en contraposición de la absolutista, fuerza políticas ambas que con el tiempo, finales del siglo XIX y tras varios sucesos más, cambiarán y se dividirán hasta formar por ejemplo las corrientes republicanas y las socialistas o las más puramente de derechas, según la tendencia. Baste citar por ejemplo a Esteban Azaña cuando nos recordaba en 1882 como en 1814 se puso una lápida en el puente del Zulema en memoria de la heroicidad de Juan Martín “el Empecinado” de haber liberado la ciudad en 1813, y como esta fue derribada y destruida por los absolutistas en 1823 a costa de que este hombre fue uno de los liberales del Trienio, asesinado en aplicación de la Ley de Fugas por los absolutistas. Durante el resto del siglo y gracias al ascenso político de los liberales en la década de 1830, los liberales complutenses pedirán a la reina Isabel II varias veces que se le reponga algún tipo de monumento a Juan Martín en la ciudad, sin obtener nunca respuesta favorable o como mucho recibiendo largas. Al fin se obtuvo respuesta favorable firme en la década de 1860, sin Isabel II, pero el monumento no se creó de manera inmediata y cuando se hizo era demasiado al estilo francés, por lo que se tuvo que retirar y construir uno nuevo basado en la líneas generales de aquel. Este, el nuevo monumento, que es el que hoy perdura en la Plaza del Empecinado, es de 1879, se trata de una columna en mitad de un jardincillo que sostiene la cabeza en bronce del héroe con un lema. Se ubica en la calle que da al antiguo camino que por la Puerta del Vado (hoy plaza), se llegaba al puente del Zulema, y que por tanto es por donde entró “el Empecinado” en Alcalá, aunque, incluso para los alcalaínos de 1879, este era un lugar retirado y poco visible, aunque bien contentos estaban tras tantas décadas de esperar este reconocimiento. Así de difícil estaban las cosas para los que creían en mayores derechos y libertades en una época tan convulsa como apasionante. En una ciudad que si bien tuvo mejores tiempos, los que vivía eran otra historia que habría de configurar su Historia futura como en silencio tácito, como en susurro, sólo para que ahora podamos escucharlo bien fuerte.

Daniel López-Serrano Páez “Canichu”
Alcalá de Henares, 4 de octubre de 2014.


ARCHIVOS CONSULTADOS

Archivo Histórico Nacional (AHN).
Archivo General de la Administración (AGA).
Archivo Municipal de Alcalá de Henares (AMAH).

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[56]              En Diario de un patriota complutense en la Guerra de Independencia, pp. 93 a 95.
[57]              En Diario de un patriota complutense en la Guerra de Independencia, p. 96.
[58]              Op. Cit. nota 9; p. 104.
[59]              Op. Cit. nota 9; p. 612.

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