Ayer fui al cine después de trabajar. Era el día del espectador y además había una sesión a una hora que podía ir, nada más acabar mi jornada. Quería ver el biopic que David Trueba ha rodado sobre un humorista que me gusta bastante en su puesta en escena y chistes, Eugenio, ya fallecido desde 2001. De hecho, en algún recital he hecho algún guiño a él o a veces he contado chistes a su modo. Como sea, muchas amistades me dijeron que tuvo un drama de vida. Ellos lo sabían desde el documental que se estrenó en 2018, Eugenio, de Jordi Rovira y Xavier Baig. Lo cierto es que ni lo he visto, ni sabía nada de su vida personal. Me cuidé muy mucho de saber nada de él, aunque tenía curiosidad. Normalmente como historiador tiendo a conocer las biografías, pero en este caso, quizá por ser un humorista de mi infancia y juventud, no me atrajo saber qué le ocurría, aunque intuía una historia.
La película biográfica, evidentemente ficcionada rellenando aquello que no se puede saber, pues no es un documental, es Saben aquell, de este año 2023, del citado David Trueba. Había querido ir la semana de su estreno, pero en ese momento una amistad me dijo que también quería ir, pero como luego no puso día, al final sólo retrasé fecha para terminar no yendo. La semana pasada quise ir de nuevo, pero justo el día elegido me llamó un amigo que sólo quiere ir de bares. Así que me decidí a ir solo, pues también hice un llamamiento general al que nadie contestó.
David Trueba me resulta un cineasta más bien de tono amable, que trata de ser siempre correcto con todo el mundo, y eso hace que muchas de sus películas sean éxitos para todos los públicos, pero me resultan muchos poco llamativos. Bien hechos, pero poco llamativos. Como guionista ya estrenó el documental Balseros (Carles Bosch y José María Domenech, 2002), que presentó en Alcine y que yo juzgué como público como ganador y ganó aquello y más tarde los Goya y los Óscar. Como director es destacable Soldados de Salamina (2002), que vi en un cine de verano en Alcalá, pero que de tan amable que quería ser para todos me resultó entonces un intento de blanquear el franquismo y el golpe de Estado de corte fascista en el inicio de la guerra civil. También en un cineclub de Alcalá vi otra de sus películas que me parecen destacables, pero muy suave y tapando también muchas cosas de la España de los años 1960, Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013). Así que en general me parece un autor que no está mal de ver, pero muy suave, así que tenía mis dudas sobre cómo sería el resultado de la vida de Eugenio en sus manos. Suponía que sería algo muy suavizado.
Saben aquell está rodada un poco siguiendo los pasos de A propósito de Llewyn Davis (Joel y Ethan Coen, 2013), película que sin decirlo sigue los inicios de Dylan. Tiene algo de esa cultura contracultural que se mueve en los bares entre gente en principio nada o poco conocida. Ambas me recuerdan hasta cierto punto mis propias vivencias. Efectivamente la vida de Eugenio aparece en parte suavizada, en realidad suavizada en lo referente al contexto de dictadura de Franco y Transición política en el que se narra. A Trueba le es inevitable tratar el asunto de la muerte de Franco, pero aunque parece querer mostrar un deseo de libertad, lo hace como que no pasa más que otra noticia más. Cuela algún chiste sobre Franco en voz de alguien que inspiró a Eugenio, pero poco más, y hace un guiño de una realidad de la época que en realidad sirve de mensaje a la actualidad: amnistía para los presos catalanes... de 1976, aunque es evidente el asunto de la amnistía de 2023. Poco más. Como dice el representante de Eugenio, interpretado por Pedro Casablanc, lo suyo no es meterse en nada que ofenda, nada de política, nada de sexo, nada polémico, todo lo más blanco posible. Eso funciona como película para todos, pero no responde a las realidades biográficas e históricas. Aunque es cierto que en la época de la Transición y antes en el tardofranquismo hubo una serie de humoristas que buscaron el humor blanco, no sólo Eugenio, el caso más famoso es el de Gila, que también aparece en la película. Lo rompieron otros más innovadores del momento jugando con la nueva libertad de expresión de 1977, como Pedro Ruiz, que también aparece en la película.
La película es buena película, creo que es la mejor película que he visto de David Trueba, y con creces. A pesar de que le falla las interpretaciones de múltiples actores y actrices secundarios, destaca muy notablemente la interpretación como Eugenio de David Verdaguer, que parecía Eugenio de verdad, incluso en la voz, y la de Carolina Yuste como Conchita, la esposa de de Eugenio y a la vez la principal impulsora para crear el personaje serio de los chistes que fue Eugenio. Muy destacable la dirección artística recreando los ambientes de los años 1968 a mediados de los 1980, la peluquería el vestuario, el uso y costumbres, como que se fumaba tabaco negro a todas horas y en todo lugar... Y muy destacable para lo que es España las caracterizaciones y uso de efectos especiales para traer a 2023 a gente de la época ya muerta, como el citado Gila, pero también Nino Bravo, Chicho Ibáñez Serrador, Mayra Gómez Kempt, Pedro Ruiz, intuyo que Pedro Reyes y otras personas del momento. Algo que el cne estadounidense lleva unos años en ello de manera muy afortunada y en España es un primer acercamiento en cine muy acertado. Recordemos no obstante que en España se ha estado tanteando esto en series de televisión con éxito, por ejemplo sobre Bárbara Rey, Miguel Bosé, la Veneno, Juan Carlos I y otras personas.
La dirección opta por las secuencias sin acompañamientos musicales, creando atmósferas muy serias y profundas en más de una ocasión en duro contraste con una voz que cuenta un chiste en medio de un contesto de drama personal que se nos está narrando. Cuando aparece alguna música se trata de canciones tristes del mundo cantautor catalán, que son preciosos poemas melancólicos. Y es que la película, aunque tiene momentos de humor a base de los chistes y bromas que se le ocurren a Eugenio, porque de eso vivía y forzosamente debe decirlos, es en realidad un drama, un tremendo drama muy duro. Es la primera vez que una película me ha hecho llorar en el cine. Alguna lágrima se me escapó. En ese sentido, David Trueba ha hecho buen trabajo de dirección al coordinar todo hasta lograr eso: mostrar que tras las risas había un tremendo drama humano.
Eugenio rompe una promesa de matrimonio sobre 1966 al enamorarse de una chica que canta por los bares canciones de cantautora catalana, aunque ella es en realidad andaluza, ella es Conchita. Se harán pareja, se casarán, tendrán hijos, pero también formarán dúo musical, Los Dos, que Eugenio propuso como Els Dos, que tuvo muy modestos resultados entre finales de la década de1960 y el tardofranquismo de 1970-1975. El surgimiento de un panorama cantautor más potente con Serrat, Raimon u otros les devora, pero también la canción melódica con tintes de canción de autor en voz de Cecilia y Nino Bravo. Ellos están relegados a una vida común de actuaciones en bares de Barcelona, como gente desconocida, salvo entre los que van a esos bares. A la vez, Eugenio cree en el esoterismo y su padre le minusvalora de manera frecuente. Así ocurre cuando la madre de Conchita se está muriendo de cáncer y Conchita fuerza a Eugenio a seguir trabajando en el espectáculo para poder tener ingresos mientras ella atiende a su madre en Andalucía. El dueño de su bar habitual no quiere a Eugenio, porque no sabe cantar y accede a que siga actuando si hace otra cosa. Eugenio, que probablemente había desarrollado un sentido del humor irónico y mordaz como huida hacia delante de una serie de traumas familiares previos que no se narran en la película pero se intuyen, comienza a combatir su miedo escénico contando chistes para romper el hielo con el público, pero cuando quiere cantar el público mismo le pide que no cante, que cuente chistes... lo que termina siendo algo que irá en crecimiento, como es sabido, pues su fama como contador de chistes es ampliamente conocida. Sin embargo, cuando todo empieza a sonreirles, será la propia Conchita la que tendrá un cáncer que la irá matando poco a poco a lo largo de los años, lo que hace de sus vidas un tremendo drama en el que Eugenio está forzado cada noche a hacer reír, mientras él vive un drama junto a su familia. Aquí es donde toma lógica una forma de ser en el escenario que a más de uno nos recordará nuestra vida.
Así pues la película va de algo más que de la vida de Eugenio. Es toda una lucha contra algo perdido y es una huida hacia delante y toda una exploración psicológica de un hombre en un trauma que, por otra parte, le llevará a una muerte prematura en 2001. Y ese ser algo más que una película biográfica es lo que hace de esta película una gran película.
Ha sido la primera película que me ha hecho llorar en el cine, pero no es la primera película que me ha hecho llorar. Sólo he llorado con una película más en mi vida. Aunque parezca raro, en mi casa lloré con una película con la que nunca había llorado. Con el final de una película no evidente, Espartaco (Stanley Kubrik, 1960), otro final inevitablemente fatídico después de una gran lucha por evitar algo que era inevitable. Fue la Semana Santa de después de la muerte de mi padre en las primeras horas del día 24 de noviembre de 2003. Hace ya veinte años de esa muerte. También por cáncer.
Mi padre ya entró en fase terminal en el anochecer del día 22. Me tocaba a mí estar esa noche allí. A partir de ahí me reservo para mi intimidad lo vivido, que fueron muchas cuestiones concentradas en unas pocas horas que hubieron de ser protagonizadas, porque la vida requiere que estés en el escenario pase lo que pase. Haciendo un enorme salto en cuestiones de las horas, en la madrugada del 24 moría. Recuerdo todos y cada uno de los detalles de aquellas horas, y las conversaciones. Todo lo más, además, están anotados en mis diarios personales, aunque aún a fecha de hoy me acuerdo sin necesidad de lectura. Han pasado veinte años.
Cuando fui al cine ayer, 22 de noviembre no sabía cuál era el problema de Eugenio en su vida privada. Me reconocí en varias cuestiones de los escenarios de bar y luego en otras cuestiones.
Es buena película. Y valoro más a Eugenio de lo que ya lo hacía antes con su puesta en escena.
Ya veremos cuando la volveré a ver. Me gustaría tenerla en mi colección.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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