Como no puedo viajar este año se ha dado la coincidencia de que he pasado por las fiestas de los Santos Niños, Justo y Pastor, en Alcalá, y por las fiestas de San Cayetano en el Lavapiés de Madrid, y esta misma semana por las fiestas de la Virgen de La Paloma, en La Latina, también de Madrid. Hoy es festivo, la Asunción de la Virgen María, y como normalmente en agosto no he trabajado, por estar en paro o porque me dieron vacaciones (las menos veces estas), lo habitual es que a mí esta fiesta del 15 de agosto no me afectase, pero este año me afecta y aquí estoy este lunes en casa, en un día con fresca de verano, al fin, tras tanta ola de calor desde la primavera. No sé si iré a comer algo fuera de casa o si me quedaré en casa a hacerme algo un poco más elaborado de lo habitual, lo cierto es que el próximo sábado 20 de agosto, esta semana, comenzarán las fiestas grandes de Alcalá de Henares, las de allá por San Bartolomé, y ya serán fiestas aquí durante diez días. Así que supongo que este verano podré decir que fue el de las fiestas. Veo en televisión que los telediarios no paran de llamarlas verbenas, pero el término verbena siempre lo ligué más a Madrid capital y pienso en la manía que tienen en los medios de comunicación con confundir una parte con el todo. Hablando con madrileños en Lavapiés y en La Latina es sorprendente la cantidad de gente de la capital que cree que las tradiciones y comidas propias de las fiestas de la capital son también del resto de la Comunidad de Madrid. Del mismo modo que sorprende que les parezca normal y natural que los de fuera de la capital vayamos a la capital, pero les parece poco menos que como viajar a Japón si ellos tuvieran que salir de la capital a alguno de los municipios del resto de Madrid.
También es verdad que he visto como la mayor oferta de todas estas fiestas es transformar las calles en bares, se ha perdido un poco bastante ese otro sentido de fiestas con elementos de diversión más allá de chiringuitos con oferta de alcohol y comidas rápidas a precio de atraco y robo premeditado, cortesía de los altos costes de alquiler de casetas por parte de los ayuntamientos. Al menos en Alcalá es cierto que algo de ese más allá de vender alcohol queda, aunque pareciera que se tiende a confundir fiestas con creación de un bar municipal. Ese tipo de fiestas ya la tiene uno cada fin de semana, y más organizada al gusto propio. Cuando uno va a unas fiestas espera encontrar en esas fiestas lo que en esencia las tranforma en fiesta y en concreto de lo que quiera que sea que celebre cada una, espera esencia de su lugar y su gente. No reniego de lo que hay, también es cierto, pero noto como una tendencia a transformar todo en una misma barra de bar, quizá porque el ayuntamiento de turno lo renta más. Dinero, poderoso caballero.
Al menos quedan las fiestas como si fueran una verbena. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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