Me siento en la terraza de mi casa con este tiempo de primavera, aunque esta primavera cuando no ha parecido invierno, parece verano. En todo caso, hacia el atardecer la temperatura es de primavera y me siento allí. Leo, tomo limonada, escucho música o simplemente observo la calle y los pájaros en los árboles.
A menudo veo pasar a una chica de mi infancia, R., que me gustó. Al igual que yo sigue viviendo en el barrio, en la misma casa que fue de sus padres. Nunca se fue. Aunque ahora es adulta como yo, sigue igual de joven, quizá con un gesto más serio, pero igual. No me refiero a la juventud de cuando éramos niños, sino de adolescentes, pues siendo del barrio también nos vimos más de una vez. Parece que por ella no pasen los años. Tiene dos niños pequeños, o quizá uno, que no me ha quedado muy claro a pesar de que debe tener el mayor quizá cuatro años, no lo sé, calculo mal la edad de los niños. Es probable que sean dos niños los que tiene, pero a veces la he visto solo con uno y eso me despista, pero pudiera ser que uno de los dos tenga que estar a veces en alguna tarea o en algún lugar. No lo sé. Parece bien con ellos y eso me alegra, curiosamente me alegra, aunque haga décadas que no haya contacto.
En algún momento dejamos de mantener contacto. No por nada concreto. Jugábamos juntos, pero llegó un momento que poco a poco dejamos de hacerlo. Supongo que ella hizo su grupo de amigos un poco más mayores y yo el mío. Podríamos haber seguido el contacto, sí, es cierto, pero creo que no soy el único que haya perdido el contacto con alguna persona de su infancia por el mero asunto de que al crecer cada uno va perfilando otros caminos. Sea por colegios diferentes, o por institutos diferentes, o porque uno sigue en los estudios y otro no, o por los gustos musicales, o por vete a saber. No creo ser único en esto. Todos conocemos a alguien de la infancia que un buen día hizo su camino y tú el tuyo. Sin más. Las mentes se forman en esos momentos. No nos hemos dicho nada.
He de decir que yo me siento afortunado, casi todos mis amigos más antiguos son realmente antiguos, muy antiguos, dos de ellos incluso de los tiempos de la guardería, pero esta chica en concreto, pues no continuó.
La veo pasar a veces, y estando yo en la calle o en algún bar del barrio, pues también. No sé porqué tampoco cultivamos aquello de saludarnos, y sin embargo yo siempre guardo un grato recuerdo de cuando éramos niños y jugábamos. Ahora la veo con sus propios niños y me hago a mí mismo muchas preguntas sobre cómo la habrá ido, si le va bien, y cosas así. No me importaría reanudar una amistad después de tantos años. Cerca de treinta años después de acabados los juegos infantiles, años más, años menos. Pero, también es cierto, en realidad no me lo planteo.
Con el tiempo hay mucha gente de nuestra infancia que se han ido a formar sus vidas en otros barrios. Algunos vuelven de vez en cuando a visitar a sus padres. Ver a gente de la infancia que como yo siguió siempre estando en el barrio, en concreto no en otra casa, que los hay, sino continuando en la de sus padres, y con unas vidas adultas, a veces me hace pensar justo eso, querer saber cómo les ha ido, si están bien.
Será algo por aquello de compañeros de camino en lo generacional. ¿Cómo les habrá ha ido a ellos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario