En enero de 2007, en la Noticia 204ª, comencé a escribir la cantidad de libros que había leído a lo largo de mi vida y reseñaba dos libros destacados por cada época/año. Es algo que ido completando a finales y comienzos de cada año siguiente desde entonces. La exactitud es total, por cuanto a que como escribo un diario personal desde 1990, yo con once años, están allí todos anotados. Son los libros de mi infancia los no anotados en un diario que no existía aún, pero que también tienen exactitud puesto que leía los libros que me compraban y que conservo en casa, así como otros del colegio que recuerdo por motivos muy concretos. Me apetece ahora poner el listado comentado completo de esos libros, aunque no de seguido, escribiendo hoy una entrega de los libros que leí hasta 1993, hasta mis 14 años de edad, o sea: durante mi infancia. Son esos primeros libros, libros importantes en la vida de cada persona. Próximas entregas las haría con el tiempo, distanciadas en el tiempo, quiero decir, pues comprendo que una serie así de entregas sería en exceso largo en el blog. Creo que en cierto modo me faltaba comentar esos libros, siempre hubo algún lector que me decía que tenía que leer tal o cual libro, cuando yo nunca dije que no lo hubiera leído, sólo que no lo mencioné. Venga ahora ese listado comentado.
1979 - 1985: 0 a 6 años.
Tal como escribí en su día, yo nací en 1979, por lo que no pude leer nada, por razones evidentes entre mi nacimiento y mis primeros años de vida. Hay alguna amistad que me dice que si es que no leí nada con 4 años, o sea: a partir de 1983, y la cuestión es que no por razones sencillas, aunque hoy día se les escape a muchos. La escolarización en aquella época era más tardía que ahora. Se comenzaba a escolarizar con lo que se llamaba guardería, donde literalmente "te guardaban", y luego se pasaba al ya no existente parvulario, cuya tarea esencial era estimular las cualidades psicomotrices, puedo citar vagos recuerdos con pinturas en las manos y punzones, que se usaban, pero por entonces no se tenía en los planes pedagógicos la idea de enseñar inglés o lectura en esas épocas. En todo caso, si alguien es capaz de comparar los planes educativos de la Enseñanza General Básica (EGB) en los años 1980, descubrirá que se entraba al colegio, o sea a 1º de EGB, antecedente de la LOGSE desde los años 1970, de manera más tardía a como se hace ahora. En concreto, yo hice la guardería de 1982 a 1984. Eso nos ubica entre los 3 y los 5 años. Era una guardería de barrio, de las que ya no existen, montada en un local montado en una casa particular. Eran mis cuidadoras Loly y Charo y de esa etapa conservo, aunque parezca mentira, dos amigos con los que aún hago muchas cosas. Entre 1984 y 1985 hice el parvularios en el desaparecido colegio Puerta de Madrid, mi profesora era Ana.
Así pues, al llegar el año 1985 y cumplir yo 6 años, lectura de libros, no había. Eso no quita para que quizá entre 1984 y 1985 leyera por medio de mi padre, que siempre fue muy educador en eso, alguna palabra o frase suelta de cuentos o cómics, por entonces más conocidos en España como tebeos. Se empezaba la EGB a los 6 años, yo empecé 1º de EGB en 1985, con la señorita Josefina, supongo que ya jubilada o muerta, y fue mi tutora hasta 1988. Entre 1º y 3º de EGB se enseñaban las primeras letras y las primeras matemáticas. Tras 3º de EGB se hacían 4º y 5º de EGB, con asignaturas más complejas que te acercaban a la Historia, la ciudad donde vivías, la geografía y otras cuestiones, mientras se completaba con actividades extraescolares, la catequesis católica (con la señorita Nina) y se daba natación durante dos años con tutores del polideportivo El Val, que yo no aproveché mucho. En esos años mi tutora era María de Carmen. Todo ese periodo se puede entender como la actual Primaria de la actual LOGSE, o LOE o de lo que quiera que haya ahora tras el ministro Wert, ya me pierdo en leyes educativas de tantas que hay. Los cursos de 6º, 7º y 8º de EGB, serían el equivalente de la secundaria actual, con la salvedad de que la secundaria actual también sería parte de lo que antes era bachillerato o, en su otra opción, formación profesional. 6º de EGB empezaba con 11 años, en mi vida eso era 1990. Mi tutora era Mercedes Roj, pero ya cada asignatura tenía un profesor diferente. Cambié la religión por la ética, se daban ya materias cada vez más complejas y específicas, como literatura, pretecnología, gimnasia, matemáticas más complejas, ciencias naturales, etcétera. Además comencé a dar mecanografía en clases particulares con la señora Loly. En 7º tuve de tutora a Teresa, una veterana profesora muy estricta. En 8º tuve a Dolores Gudiño, recién salida de la Universidad y llena de ideas educativas que a toda la clase nos gustaba mucho, porque nunca nos habían educado del modo que ella lo hacía, otorgándonos mucha libertad de elección. El final del colegio, o sea de la EGB, se producía en ese momento, que coincide con 1993, o sea: con el final de la infancia. Ya debías elegir entonces si hacías bachillerato, cosa que elegí yo, o formación profesional. Pero es aquí donde nos paramos ahora mismo, puesto que voy a comentar los libros que leí hasta ese año, hasta ese momento de mi vida.
1985 - 1993: 6 a 14 años.
Fueron leídos unos 80 libros completos.
Es un periodo donde leí aparte de libros muchas otras cosas, como a lo largo de toda mi vida. En concreto leí en este periodo ya fragmentos del Antiguo y del Nuevo Testamento, pero según me hacía mayor también me acerqué a otros libros religiosos de otras religiones a los que tuve acceso. Estas no eran en absoluto mis lecturas principales. De hecho mis lecturas principales de esta época eran numerosos cómic de autores españoles, como Francisco Ibáñez, Escobar, Vázquez, Jon, Victor Mora... o sea: la producción Bruguera. Colecciones fragmentadas o completas de historietas de personajes como Mortadelo y Filemón, agencia de información, Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, Chicha, Tato y Clodoveo de profesión sin empleo, Zipi y Zape, Anacleto, agente secreto, 13 Rue del Percebe, el Botones Sacarino, Monstruos, Capitán Trueno, Azañas Bélicas, Superlópez, Pafman, Porrambo, Terre y Moto, Rompetechos, la familia Cebolleta, Indirrana Jones y muchísimos otros. Mis favoritos eran Mortadelo y Filemón y Superlópez. Por supuesto también leía muchos superhéroes, de hecho yo solito llegué a completar con esfuerzo económico toda una serie de Batman yendo durante varios años a la feria del libro antiguo de la Plaza de los Santos Niños. Antes no había a la venta en España tantos Batman como ahora, no hasta que no se hizo la película de Tim Burton en 1989. De la DC cómics ese era mi favorito, pero mi hermano tenía por favorito a Superman, y también leí un montón de este y de La Liga de la Justicia. Sin duda los superhéroes más de moda en esos momentos eran de la Marvel Comics, a mi hermano le gustaba mucho Spiderman, y leímos mucho de él, a mí me gustaba más La Patrulla X, luego X-Men. Teníamos Los 4 Fantásticos, Hulk, Conan, Capitán América (de este muy pocos, no nos entusiasmaba), El Castigador, Dare Devil, Thor, Capa y Puñal, Spiderwoman, Hulka, Vietnam, Secret Wars, Estela Plateada (Silver Surfer), los mundos alternativos de What if?, Excalibur, el Juez Dredd, que no era de Marvel, igual que números viejos de Tarzán, que nos lo regalaba la abuela materna, Antonia, teníamos también cómics que se editaban de películas como Willow, Indiana Jones, Robocop, Star Wars, el retorno del jedi, 2001 y otras. Ya fuese porque nos los compraba mi madre para darnos una sorpresa de cuando iba a la compra, nuestro padre los fines de semana cuando nos llevaba a pasear por la Plaza de Cervantes porque sabía que así estimulaba el gusto por la lectura, o regalo de la abuela materna o de su vecina, o comics que vendían en la playa, durante las vacaciones de verano, la verdad es que por nuestras manos pasaron una gran cantidad de personajes de cómic de todo tipo, no sólo los mencionados, Dragones y Mazmorras, Tom y Jerry, los Pitufos, Maguila el gorila, Don Mickey, Pato Donald (estos eran regalo de una vecina de la abuela que trabajaba en una editorial), Los Fraguel, El Jabato, Pequeña Lulú, Transformers, el Guerrero del Antifaz, un libro en cómic sobre medicina, SOS, doctor al habla (lo comenté en Noticia 898ª) en fin, una variedad enorme que estimulaban nuestra imaginación. Recuerdo mañanas de sábado despertándome y quedándome en la cama leyendo horas mientras mi madre preparaba la comida. La mayor parte de estos comic, siendo de ambos muchos y otros comprados por mí, otros por mi hermano, los conserva mi hermano. Había otros cómic que sólo nos eran accesibles por medio de la prensa y siempre de modo incompleto a causa de su muy elevado precio de mercado, hablo de Tintín, Asterix, Mafalda, Spirou, Blueberry...
Había otras lecturas que no eran libros completos, del tipo, textos en inglés hacia los 13-14 años, cuentecitos sueltos, y demás. Estas lecturas, todas las mencionadas, se prolongarían a lo largo de mi vida, aunque siempre con los ojos que se van adaptando a la edad de cada uno, sin perder parte de la infancia, pero con la experiencia que se acumula con el paso de cada año de vida.
Intentando anotar el año de escritura o publicación de cada libro al lado del autor, los libros que con seguridad leí completos, aunque no podría decir en que año exacto entre 1985 y 1993, son:
Entre 1985 y 1993 (sin saber fijarlos en algún año concreto dentro de esos años):
El maestro y el robot (José A. Cañizo, 1983): De la colección de libros infantiles y juveniles El Barco de Vapor. Mis padres siempre nos regalaban estos libros en nuestros cumpleaños y en Navidades. Nunca nos faltaban. Este era una historia de ciencia ficción sobre la igualdad, a pesar de ser un robot.
La grandeza de Tito (J. A. Gabriel y Galán, 1988): Este fue un premio que me dio mi profesora Dolores Gudiño, tutora mía en 8º de EGB, por un relato que escribí llamado Dindey, publicado en esta bitácora en 2012 y con el cual representé a mi colegio en un concurso en 1993. Se puede leer en Noticia 1163ª, Noticia 1164ª, Noticia 1165ª, Noticia 1166ª, Noticia 1167ª y Noticia 1168ª. Sobre un niño que descubre su futuro jugando al baloncesto.
De profesión fantasma (H. Monteilhet, 1978): Uno de los más divertidos y recomendables para alguien preadolescente. Me divertí mucho con este libro. Conservo un buen recuerdo de él. También es del Barco de Vapor. Trata sobre un chico que se queda atrapado en un castillo y no tiene otro remedio que simular ser un fantasma. En cierto modo está relacionado en mi mente a otro libro de esa editorial que leí en esas fechas, Fantasmas de día (Lucía Baquedano, 1987). Es otro libro de humor que me gustó. Esta vez es un grupo de chicos los que se quedan atrapados en un caserón, sólo que esta vez sí que están muertos, son fantasmas y necesitan hacer determinadas cosas para poder seguir su camino. Esos mundos fantasmales desde el humor juvenil era algo muy propio de los años 1980, estimulaban deseos muy comunes de la imaginación de esas épocas, como el querer estar en sitios sin que se sepa que estás y cosas así.
Asesinato en el Canadian Express (1976), Pesadilla en Vancouver (1978) y Terror en Winnipeg (1979), todos del canadiense Eric Wilson, publicado en España por Barco de Vapor. Los tres libros fueron regalados en diferentes años a mi hermano. Me leí los tres. Compartíamos nuestros libros. En los años 1970 y 1980 era muy común que los niños y jóvenes leyeran libros de misterio del tipo, "Los cinco" y cosas por el estilo de moda por entonces y que nosotros no comprábamos. Esta trilogía seguía ese camino. La verdad es que eran muy entretenidos y daban emociones que aparentemente estaban reservadas al mundo adulto.
El collar del lobo (J. Ballaz, 1993): Del Barco de Vapor, colección adolescente. No me entusiasmó. Al igual que Lad, un perro (A. P. Terhune, 1986), que también leí. O igual que Perro Lobo (J.L. Castillo Puche, 1980), al que leí sin saber que trataba de aproximar a la juventud al estilo de Hemingway. Eran ese tipo de libro que se compraban y se regalaban por recomendación de algún librero y que mostraban la vida a través del animal, de algún modo. Pero para eso, el único que me pareció único fue Jack London, que también leí. Era alguien muy avanzado en mis lecturas para mi edad, decían mis maestras.
Grandes sabios (varios autores): Una especie de enciclopedia infantil y juvenil fácil de leer. Me acercó al mundo de las biografías, y me gustó mucho... y ahí sigo. Es importante conocer las biografías para entender mejor algunos porqués.
La isla menguante (Pilar Mateos, 1989): Piratas, aventuras, humor... Era otro libro de Barco de Vapor. Yo creo que este nos lo compraron porque a mí me había gustado mucho El Pirata Garrapata (J. Muñoz Martín, 1982), que también leí, y no sólo eso, fue el que comenté y destaqué como uno de los dos favoritos en ese periodo de 1985 a 1990 en la Noticia 204ª. Me remito a lo que escribí por entonces, como destacado que elegí de este periodo. Además, El Pirata Garrapata era un libro que me habían comprado específicamente para mí, y eso me ata emocionalmente más a él. El humor y los piratas fueron una constante en mí, quizá por estas lecturas que incluso hoy día siguen atrayendo a jóvenes lectores a ser adeptos a la lectura. Un acierto de libros. Otro de J. Muñoz Martín que me regalaron específicamente a mí y que me gustó mucho, fue un regalo de mi madre, fue Fray Perico y su borrico (1980) otra historia de humor. Creo que mi madre la asemejaba en su imaginación a la película de Marcelino Pan y Vino (1955, Ladislao Vajda). La verdad es que Muñoz Martín me parece el autor más acertado de la literatura juvenil de los años 1980 en España, aunque aún no le hayan hecho justicia los libros de Literatura, que no hablan de él, aunque probablemente por calidad y temática él haya sido uno de los autores que más lectores ha gestado en este país, gente treintañera ahora que le debemos muchos buenos momentos de lectura en estas horas actuales.
Operación rescate (Jean Van Laewen, 1989): Este es de mi hermano, se lo compraron específicamente a él. Otro del Barco de Vapor. Esa editorial era toda una máquina de éxitos juveniles. Este era también de un humor increíble. Muy recomendable. Unas ratas tienen que rescatar a otra en unos grandes almacenes. En cierto modo recuerdan al Mundodisco que creó Terry Prattchett precisamente desde 1989. Él se hizo famoso y ha creado un clásico de una literatura irónica, que se ríe de los géneros que se toman con una gran seriedad el mundo de las aventuras épicas, pero Laewen ese mismo año ya lo había hecho en este otro libro.
El mensaje de maese Zamaor (Pilar Molina, 1984): Este era otro Barco de Vapor, algo más serio, de aventuras y casi de espía. Me parece otro libro recomendable para iniciar en lecturas.
El abrazo del Nilo (Montserrat del Amo, 1988): Otro de misterio, bastante correcto. Jugaba con la egiptología... pero claro, yo de ese tema ya estaba encandilado con la historia de la momia de la película clásica de los años 1930, que ponían en la televisión cuando la televisión era lo suficientemente valiente como para programar películas antiguas en blanco y negro. El libro no era de terror, pero jugaba con el misterio.
Simbad el marino (Abu Abd-Allah Muhammad el-Gashigar, siglo IX): En realidad leí una adaptación infantil ilustrada, el que adaptó el texto no sé quién fue. Era de la editorial Susaeta y sería publicado en los años 1980. El original pertenece a la colección de cuentos de Las mil y una noches. A mí y a mi hermano nos gustaban mucho las películas de efectos especiales Harryhausen, que contaban habitualmente historias de mitología griega y árabe.
Mendelson y la Luna (Joan Aiken, 1986): Este es del Barco de Vapor, aunque la autora es una británica que escribía desde muy joven en los años 1930, este es de los últimos que escribió. Me lo regaló mi madre. Por entonces yo me creía muy mayor para este tipo de historias donde un burro está enamorado de la nocturnidad y tiene por amigas unas ratas que le quieren ayudar a volar. Secretamente este libro me gustaba mucho por cuanto significado de regalo de mi madre. Tontería de niños que a veces quieren aparentar ser adultos. Cuando me hice mayor le ayudaba con los deberes de inglés, matemáticas y otras cosas a las hijas de la vecina de enfrente, ya que ella no podía hacerlo. Se me ocurrió estimular la lectura de ellas regalándoles libros de mi infancia. A una de ellas le regalé este libro. Ellas ahora son más mayores, y aunque son más jóvenes que yo, por fuerza, una hasta se va a casar el año que viene. He perdido el contacto un poco con ellas, pero supongo que es ley de vida, ellas crecen y hacen su vida. A fin de cuentas ni siquiera soy su familiar. Pero me gusta pensar que en algún momento ayudé a que se formaran. Me pasó igual con El coleccionista de agujeros (Eveline Hasler, 1988). Otro de Barco de Vapor.
Las aventuras de Vania el Forzudo (Otfried Preusler, 1987): Mi primer autor ruso. Se me hizo duro leerlo al principio, pero en un segundo intento lo hice. Está escrito en esa Rusia aún Unión Soviética, sólo que la historia está ambientada en la Rusia de los zares. A través de un profesor de Historia, don Antonio, a mí me había gustado mucho la Historia de Rusia que nos había enseñado, pequeños retazos del siglo XVIII y la revolución de 1917. Además me gustaban películas que venían de libros, como El doctor Zivago, y no sé si cuando mi padre me compró este libro eso tenía que ver, o bien sólo la aventura que contaba, sobre un hijo forzudo que saca adelante a su familia. Mi primera aproximación a la literatura rusa, desde el Barco de Vapor.
Tónico y el secreto de Estado (A. Dias de Moraes, 1987): Aunque el autor es brasileño, ambientó esta historia en un país indeterminado de América del Sur que a mí siempre me recordó Bolivia, o eso me imaginé. Era de la serie adolescente de Barco de Vapor. Me costó tres intentos leerlo entero. Pero es una literatura de espías y golpes de Estado que me aproximó en cierto modo a comprender lo que significaban las dictaduras sudamericanas, de las que hacía poco habían salido países como Chile, Argentina, Paraguay o el propio Brasil. En este libro creo que empezó en mí un modo diferente de entender las novelas, quizá también porque mi propia familia tiene exiliados en Argentina y Perú desde la guerra civil.
Los buscadores de tesoros (Edith Nesbith, 1987): Otro de Barco de Vapor. No me dejó una gran impronta. Mis padres nos compraban una gran cantidad de estos libros. Creo que este lo compraron por nuestros muy habituales juegos de aventuras que imaginábamos.
La cazadora de Indiana Jones (A. Balzola, 1989): De Barco de Vapor. Mi madre nos lo compró creo que porque se mencionaba a Indiana Jones, que es un personajes que nos ha estimulado mucho a mi hermano y a mí. De hecho lo de historiador vienen en parte por él. Pero lo cierto es que este libro no era muy glorioso, el título engañaba.
Frisk, la nutria y Timur, el tigre, ambos de Bernard Rutley, en 1967. Eran libros pequeños e ilustrados donde una vez más el protagonista era el animal. En este caso su idea era pedagógica y naturalista. A modo de historia narrada autobiográfica cada animal te educaba en cómo es su vida. Pertenecían a una biblioteca parroquial que hubo de desmontarse. El cura al cargo, Rufino, que nos bautizó, dio la comunión y enterró a nuestro padre años después, nos dio uno a cada uno a mi hermano y a mí.
Dimensión maldita, Astros en desintegración y Planeta hechizado, todos de Christopher Black en 1984, en editorial Susaeta. Se trata de libros de ciencia ficción y aventuras espaciales. Todos ellos son de una tendencia literaria que se pudo de moda en los años 1980, son libros de "elige tu propia aventura", una especie de juego de lectura donde no había una historia clásica de principio y fin, si no que te iban planteando diferentes opciones y tú debías elegir por el protagonista, como si fueras el protagonista, así, según elegías, saltabas a una página o a otra, y te ocurrían unas u otras cosas. Intentabas solucionar la misión que te tocaba, pero a veces el final no era bueno para ti. Todo unos libros de aventuras en sí. Estos pertenecían a la colección El reto de las galaxias. Añoro este tipo de literatura. Los leías y siempre era una lectura diferente. En este mismo sentido, pero ya de misterio y crímenes, también leí y releí Odisea en el Gran Cañón (Jay Leibold, 1985), El misterio del medallón escocés (Louise Mounroe Foley y Paul Granger, 1984) y OVNI 54-40 (Edward Packard y Paul Granger, 1982), de editorial Timun Mas. Y todavía tengo otro de esa editorial pero de una colección específica llamada La máquina del tiempo, sobre ciencia ficción de viajes en el tiempo, llamado El Imperio Mongol (Carol Gaskin, 1987).
Heidi (Johanna Spyri, 1880): A mí la serie de dibujos animados, de la que participó Hayao Miyazaki en 1974, me gustaba. La ponían por las tardes en televisión y me gustaba estar en casa para verla merendando. Muy posterior a esos años 1980 donde ponían la serie en España, en un trabajo escolar donde debíamos ir a la biblioteca y escoger un libro para luego escribir sobre qué nos parecía, encontré el libro original de 1880 y lo leí. Eso debió ser entre 1990 y 1993, o sea entre 6º y 8º de EGB, con 11 o 14 años. Me acuerdo que se había estropeado la antena de la televisión y un día vino un antenista polaco a arreglarla y le gustó verme leer, por lo que se acercó a preguntarme qué leía, le mostré este libro y os aseguro que tomó distancia de mí, de verdad. Pero me dio igual. Sé que en aquellas épocas había una mentalidad más machista en este sentido y cosas como estas eran sospechosas de homosexualidad, sin serlo necesariamente. No era asunto de homosexualidad. La lectura, por otra parte, no dejaba de ser un libro suizo de 1880, por lo que mi maestra estaba impresionada con el tipo de libros que yo escogía por leer, y es que entre 1990 y 1993 yo leía cosas que otros no leían, esas ya las comentaré en la próxima entrega. La historia de esta niña huérfana forzada a vivir con su abuelo huraño de Los Alpes es suficiente para hacerse una aproximación de que de todos estos libros de Barco de Vapor que me formaron saqué un trampolín que me impulsaba a leer otro tipo de historias cada vez más complejas.
Las aventuras de Vania el Forzudo (Otfried Preusler, 1987): Mi primer autor ruso. Se me hizo duro leerlo al principio, pero en un segundo intento lo hice. Está escrito en esa Rusia aún Unión Soviética, sólo que la historia está ambientada en la Rusia de los zares. A través de un profesor de Historia, don Antonio, a mí me había gustado mucho la Historia de Rusia que nos había enseñado, pequeños retazos del siglo XVIII y la revolución de 1917. Además me gustaban películas que venían de libros, como El doctor Zivago, y no sé si cuando mi padre me compró este libro eso tenía que ver, o bien sólo la aventura que contaba, sobre un hijo forzudo que saca adelante a su familia. Mi primera aproximación a la literatura rusa, desde el Barco de Vapor.
Tónico y el secreto de Estado (A. Dias de Moraes, 1987): Aunque el autor es brasileño, ambientó esta historia en un país indeterminado de América del Sur que a mí siempre me recordó Bolivia, o eso me imaginé. Era de la serie adolescente de Barco de Vapor. Me costó tres intentos leerlo entero. Pero es una literatura de espías y golpes de Estado que me aproximó en cierto modo a comprender lo que significaban las dictaduras sudamericanas, de las que hacía poco habían salido países como Chile, Argentina, Paraguay o el propio Brasil. En este libro creo que empezó en mí un modo diferente de entender las novelas, quizá también porque mi propia familia tiene exiliados en Argentina y Perú desde la guerra civil.
Los buscadores de tesoros (Edith Nesbith, 1987): Otro de Barco de Vapor. No me dejó una gran impronta. Mis padres nos compraban una gran cantidad de estos libros. Creo que este lo compraron por nuestros muy habituales juegos de aventuras que imaginábamos.
La cazadora de Indiana Jones (A. Balzola, 1989): De Barco de Vapor. Mi madre nos lo compró creo que porque se mencionaba a Indiana Jones, que es un personajes que nos ha estimulado mucho a mi hermano y a mí. De hecho lo de historiador vienen en parte por él. Pero lo cierto es que este libro no era muy glorioso, el título engañaba.
Frisk, la nutria y Timur, el tigre, ambos de Bernard Rutley, en 1967. Eran libros pequeños e ilustrados donde una vez más el protagonista era el animal. En este caso su idea era pedagógica y naturalista. A modo de historia narrada autobiográfica cada animal te educaba en cómo es su vida. Pertenecían a una biblioteca parroquial que hubo de desmontarse. El cura al cargo, Rufino, que nos bautizó, dio la comunión y enterró a nuestro padre años después, nos dio uno a cada uno a mi hermano y a mí.
Dimensión maldita, Astros en desintegración y Planeta hechizado, todos de Christopher Black en 1984, en editorial Susaeta. Se trata de libros de ciencia ficción y aventuras espaciales. Todos ellos son de una tendencia literaria que se pudo de moda en los años 1980, son libros de "elige tu propia aventura", una especie de juego de lectura donde no había una historia clásica de principio y fin, si no que te iban planteando diferentes opciones y tú debías elegir por el protagonista, como si fueras el protagonista, así, según elegías, saltabas a una página o a otra, y te ocurrían unas u otras cosas. Intentabas solucionar la misión que te tocaba, pero a veces el final no era bueno para ti. Todo unos libros de aventuras en sí. Estos pertenecían a la colección El reto de las galaxias. Añoro este tipo de literatura. Los leías y siempre era una lectura diferente. En este mismo sentido, pero ya de misterio y crímenes, también leí y releí Odisea en el Gran Cañón (Jay Leibold, 1985), El misterio del medallón escocés (Louise Mounroe Foley y Paul Granger, 1984) y OVNI 54-40 (Edward Packard y Paul Granger, 1982), de editorial Timun Mas. Y todavía tengo otro de esa editorial pero de una colección específica llamada La máquina del tiempo, sobre ciencia ficción de viajes en el tiempo, llamado El Imperio Mongol (Carol Gaskin, 1987).
Heidi (Johanna Spyri, 1880): A mí la serie de dibujos animados, de la que participó Hayao Miyazaki en 1974, me gustaba. La ponían por las tardes en televisión y me gustaba estar en casa para verla merendando. Muy posterior a esos años 1980 donde ponían la serie en España, en un trabajo escolar donde debíamos ir a la biblioteca y escoger un libro para luego escribir sobre qué nos parecía, encontré el libro original de 1880 y lo leí. Eso debió ser entre 1990 y 1993, o sea entre 6º y 8º de EGB, con 11 o 14 años. Me acuerdo que se había estropeado la antena de la televisión y un día vino un antenista polaco a arreglarla y le gustó verme leer, por lo que se acercó a preguntarme qué leía, le mostré este libro y os aseguro que tomó distancia de mí, de verdad. Pero me dio igual. Sé que en aquellas épocas había una mentalidad más machista en este sentido y cosas como estas eran sospechosas de homosexualidad, sin serlo necesariamente. No era asunto de homosexualidad. La lectura, por otra parte, no dejaba de ser un libro suizo de 1880, por lo que mi maestra estaba impresionada con el tipo de libros que yo escogía por leer, y es que entre 1990 y 1993 yo leía cosas que otros no leían, esas ya las comentaré en la próxima entrega. La historia de esta niña huérfana forzada a vivir con su abuelo huraño de Los Alpes es suficiente para hacerse una aproximación de que de todos estos libros de Barco de Vapor que me formaron saqué un trampolín que me impulsaba a leer otro tipo de historias cada vez más complejas.
1 comentario:
La actual ley de educación es la LOMCE.
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