Llegó el final del relato
conjunto de Luis
Abad y mío, con los ilustradores Chicha "Excelentísimo Chechu", Ramón
Sánchez y Zia Mei. El último capítulo, más un epílogo, de esta historia de género negro escrita para vosotros en este veranito que está llegando a su final. Zia Mei, Nunca tengo menos de veinte cosas por hacer, nos ilustra la conclusión optando por no desvelar nada visualmente y proponiéndonos una ilustración a modo de agudeza visual, mediante el näif, la criptografía, el jeroglífico, nos da las pistas de lo que en este relato de crimen y misterio sin resolver se va a resolver. Nosotros nos hemos divertido bastante haciendo esto. Coincidimos con estar todos a gusto y contentos con el resultado. Esperamos que los capítulos hayan sido de interés para vosotros. Siempre se agradecen los comentarios del lector y de la lectora, como algo retributivo al creador. Pero si no hay comentarios, simplemente, lo dicho, gracias por leer. Que la cerveza os acompañe.
P.D.: A partir de la próxima publicación recuperaré la actividad normal de la bitácora comenzando por el prometido comentario de la actualidad partiendo de la base de mi viñeta mensual y de las pasadas ferias y fiestas de Alcalá de Henares.
UN MAL BUEN INICIO
Capítulo XIII
Ataviada
solo con la camisa de él, Ruiz se desperezaba mientras buscaba la cafetera por
la cocina. La encontró, la llenó de agua y café y la puso al fuego. El
creciente gorgoteo del agua y algún trino de pájaro llenaban la estancia. Se
sirvió una taza y pensó si despertarle. Abrió el ventanal y salió al patio.
Sobre la mesa había una revista de crucigramas y otro juegos abierto, pasó de
largo hasta que una punzada le golpeó en el cerebro tan fuerte que unida a la
resaca la hizo tambalearse. Volvió hacia la mesa y cogió la revista. En ella
había un juego de pericia mental basado en resolver una ecuación simple con
números aztecas, puntitos y rayas, exactamente como los de las figuritas de
barro. Corrió a por el teléfono y le envió un mensaje a Fabra. La batería se
agotó justo en ese momento. Cogió sus cosas y empezó a vestirse.
-Buenos
días madrugadora.
-Hola
guapo.
-¿Te
marchas?
-Me
he quedado sin batería. Creo que he resuelto una parte importante del caso. Un
golpe de suerte por fin -Julio se incorporó y miró su móvil.
-También
está apagado. Tengo un fijo en el almacén si necesitas llamar.
-Si,
por favor -dijo Ruiz ya vestida e impaciente.
Se
puso un pantalón corto deportivo y las zapatillas sin calcetines. Salieron al
patio, pasaron por la garita prefabricada y entraron en un almacén. Le indicó
donde estaba el teléfono y volvió al patio. Ella marcó el teléfono de Fabra, se
lo sabía de memoria, nunca estaba en la oficina cuando le buscabas.
-Te
estaba llamando, ¿cómo lo has averiguado? -dijo Fabra a modo de saludo.
-No
te lo vas a creer, encontré unos crucigramas y…
-¿Y
qué? ¿Oye? ¿Ruiz?
-Mierda…
No
le hizo falta darse la vuelta para entender que Julio había cortado el cable
que conectaba el teléfono. Se quedó quieta mirando el torno de barro, ahora le
parecía percibir cierto olor a aguarrás o algún producto químico fuerte. Como
eslabones de una cadena los pensamientos se fueron trenzando en su mente, los
crucigramas, conocimientos médicos, experiencia militar, es solitario, metódico,
estaba en Trinitarios. Los eslabones se unieron y cerraron la cadena, cadena
que ahora le parecía notar en su cuello. Sacó la pistola mientras se daba la
vuelta, pero Julio ya tenía las manos levantadas.
… …
… … …
Fabra
conducía como un loco, no sabía hacia dónde pero era mejor que estar parado. No
podía estar parado. Ruiz estaba en peligro, lo sabía, lo podía sentir en sus
huesos. Esa niñata torpe había encontrado una pista, así que lo más probable es
que se hubiese dado de morros con ella. Y con el asesino. El detective iba
pensando: Joder. Siempre va por libre. Claro que yo también. Por eso me
aguanta. Joder, joder, joder… Si entró siendo un cachorrito de mirada perdida.
Se pasó el primer año pegada a mi lado con la libreta apuntándolo todo. Como le
pase algo me corto el cuello. Pero antes se lo corto a él.
El
teléfono del coche sonó:
- Has
cuadrado la llamada?- Dijo Fabra haciendo chirriar las ruedas en una rotonda
anexa a la autopista.
- Si,
está pasado Espartales. En medio de la nada. Te he mandado las coordenadas al
GPS.
-
Llama a todo Dios. Me oyes? Ruiz está peligro.
-
Están avisados y de camino. Una cosa más. La huella…
-
Ahora no joder.- Dijo mientras colgaba.
… …
… … …
-Contra
la pared, las manos donde pueda verlas.
-Ya
las tengo levantadas. Tranquilízate.
-¿Que
me tranquilice? Puto mentiroso. Cómo no le he visto antes, si lo he tenido
delante toda la noche.
-Yo
no te he mentido en ningún momento.
-No,
a lo mejor has omitido algunas cosas importantes, ¿no crees?
-Quería
contártelo, pero no encontraba manera de empezar. Yo ya sabía que esto se acababa
aquí.
-Claro
que se acaba aquí. Reza para que vengan antes de que te pegue un tiro.
-Marga…
-¡No
me llames Marga! -Gritó mientras le tiraba las esposas-. Átate a esa tubería.
-Te
lo puedo explicar.
-Ya
ves que si me lo vas a explicar.
-Mira,
no es fácil. He vivido cosas terribles, he intentado llevar algo de luz a
sitios donde la esperanza había desaparecido. Pero siempre renacía la
oscuridad. Derrocas un caudillo y otro toma su lugar. Ayudas a unos refugiados
y vienen y les roban y golpean por colaborar. Nuestros propios soldados,
amigos, se vuelven tiranos. Perdí una chica de catorce años en mis manos en
Kunar y ¿sabes por qué? La habían violado tantas veces esa noche que no me dio
tiempo ni de darle morfina. Ni lloraba, no le quedaban lágrimas, simplemente se
apagó. Y no fueron los talibanes ¿sabes? Así que cumplí y me largue. Y cuando
después de años de barbarie llegué a casa, seguía viendo deformidad por todas
partes. Nadie mueve un dedo y los demonios ya no se esconden. Campan a sus
anchas. Corruptos, enfermos, un sistema podrido y endogámico. Necesitan sentir
el miedo que provocan, la indefensión. ¿Y la gente? Tienen que reaccionar, pero
necesitan un empujón. Alguien que tire la primera piedra, que haga lo que todos
piensan pero nadie se atreve a hacer.
-¡Ruiz!
¡Ruiz!
-¡Aquí!
¡En el patio! -Fabra entró atropelladamente respirando con dificultad.
-Está
controlado.
-¿Este
es el cabrón? -Su mano temblaba tanto que podría darle a cualquier cosa antes
que a Julio. Ruiz siguió a lo suyo.
-Así
que te tomaste la Justicia por tu mano, ¿eh?
-¿Justicia?
Esto no va de Justicia.
-¿Entonces
solo es castigo? -preguntó Fabra.
-Sólo
soy un catalizador, un resorte. Intentó zarandear la falsa tranquilidad en la
que vive la gente. Necesitan algo visceral, ya no sienten el olor de la
podredumbre que le rodea, se han acostumbrado. Están cansados de ver
atrocidades por la televisión, están anestesiados. Pero cuando la sangre te
salpica en la cara, por mucho que te laves, cuando te acuestas y vuelves a
sentir su calor en tu piel. Eso no lo olvidas, no puedes dejar de pensar, no
puedes cambiar de canal. Yo solo soy un kamikaze, el hombre bala. La tercera
gota de sangre de Trinitarios era mía, sé que pagaré con sangre lo que he
hecho. Lo más gracioso es que justo cuando pensaba que no podía perder nada, te
encontré a ti.
-Cállate
-Ruiz guardó la pistola en la funda.
-Te
seguía, te vigilaba. No podía dejar de mirarte.
-He
dicho que te calles.
-Esta
noche es la primera que he descansado en meses, años tal vez.
-No
tengo porque aguantar esto -Se giró para salir al patio y se encontró la boca
de un revolver en la suya.
Desde
la cegadora claridad de la mañana en el patio fueron surgiendo una mano,
después un brazo y por último el resto de Helena Cobeño. Un aparatoso vendaje
compresivo le envolvía el cuello. Fabra cambió de diana. Ruiz fue retrocediendo
poco a poco. Julio reconoció su pistola reglamentaria del Ejército en la
pequeña mano de Helena y dijo: “Mierda”. Fabra se giró para apuntarle al oírle,
justo un segundo, para cuando volvió a apuntar a la joven, Ruiz se desplomaba
tras un culetazo directo en la cabeza. Cayó como un muñeco a los pies de Julio.
Helena intento hablar y se atragantó, tosió varias veces y escupió sangre.
Apoyó la mano izquierda en su herida y dijo:
-Hola
Julio. ¿Me has echado de menos?
-Helena.
¿Qué haces cariño?
-¿A
ella también la llamas cariño?
-Pero
si habías muerto -dijo pálido el policía.
-Los
sanitarios hicieron un buen trabajo. Por eso después de hacerles llamar los
dejé encerrados en la ambulancia. Vivos -se volvió hacia Julio–. Vine a
buscarte ayer por la noche pero no estabas. Sin embargo encontré tu pistola, me
ha sido muy útil.
-Para
antes de que sea tarde. El detective Fabra es un buen hombre, sabe que has
pasado por mucho estrés. Aún hay vuelta atrás.
-Baje
el arma Helena -dijo Fabra.
-¿Vuelta
atrás? ¿Pensaste tú en volver atrás cuando me tuviste encerrada esperando
morir? No ¿verdad? Este gilipollas va dando tumbos, no sabe nada de ti. Pero yo
si te conozco. Y tú a mí. Entiendo lo que haces.
-Estas
confundida.
-No,
ahora lo veo todo claro. Recuerdo las historias que me contabas de la guerra.
De cómo la empresa de armamento que mi padre compró les vendía las mismas armas
del ejercito a los talibanes. Como aquella zorra de Albescu se reunía con tu
General para que no levantara la liebre. Pues me parece que el General Lobrego
no va a poder chanchullear nunca más.- Un sonrisa histérica brotó de su
hinchada cara, iba hasta arriba de analgésicos, Fabra se preguntaba cómo podía
mantenerse de pie. La había visto perder mucha sangre, como la que estaba
perdiendo en el suelo su compañera.
-¿Cariño
que has hecho?
-Una
puta carnicería, eso es lo que ha hecho. Le ha sacado las tripas como a un
conejo.-Dijo sin dejar de apuntarla el detective. Helena se encogió de hombros,
Julio bajó apesadumbrado la cabeza y entonces vio a Ruiz.
-Está
perdiendo mucha sangre, déjame que frene la hemorragia.
-No,
que se joda esa boba condescendiente. Aun recuerdo como me miraba.
-Cariño,
es policía, esto es muy grave. Fabra deme las llaves de las esposas, tengo que
taponar esa herida! - Fabra acató la voz autoritaria pero se recompuso y volvió
a apuntar a Cobeño. Mientras Helena miraba de reojo al policía, en un rápido
movimiento Julio cogió la pistola de la funda de Ruiz y apuntó a Fabra.
-Deje
que se marche, ya me tiene a mí.
-Y
unos huevos se marcha, de aquí no se va nadie.
-¡No
sea estúpido! Está trastornada, no va a ceder. Dele una salida.
-Yo
no me voy sin ti -dijo Helena y comenzó a toser de nuevo, bajo un poco el arma.
Se oían las sirenas acercándose, también sus respiraciones y entonces hubo un
disparo, seguido de otros dos. Y después, después ya no se oyó nada.
Epílogo
La
ventana del Hospital daba a un descampado. No era muy reconfortante. La cartas
de ánimo y de pronta recuperación se acumulaban en la mesita al lado de la cama
en la que descansaba el detective Fabra. Tenía la espalda magullada, el hombro
destrozado del balazo y el orgullo bastante maltrecho. Una chavala casi se lo
lleva al otro barrio. Si no fuera porque Julio había disparado a la lámpara no
hubiera fallado el tiro y Helena no se habría escapado. Recuperaron su
casquillo de la pared, gran disparo como colofón a una investigación
desastrosa. Todo el mundo se centraba en la captura del temible asesino de la
operación 38, la prensa se vanagloriaba, su jefe besaba niños por la
televisión. Pero Helena se había largado. Y la idiota de Ruiz había comenzado a
visitar en secreto, o eso pensaba ella, la cárcel para ir a ver a ese loco. Le
dolían las piernas de estar todo el día tumbado, él quería caminar, no, correr,
correr detrás de esa muchacha antes de que le hiciera daño a alguien más. Se
sentía como un león que huele a una gacela. Tenía pistas que seguir, cosas que
comprobar. Entró una enfermera con la insulsa comida habitual. Le dio las
gracias y destapó el primer plato. Magnifico, sopa sin sal, ni pan. La sorbió
tranquilamente mientras seguía dándole vueltas al asunto. Terminó y se limpió
con la mano buena. Abrió la tapa del postre rezando por un flan, pero no. En el
hueco del postre había una cruz trinitaria. Esbozó una sonrisa y pensó: tal vez
sea yo la gacela.
Escrito
por Luis Abad y Daniel López-Serrano “Canichu” entre junio y agosto de 2015, en
Alcalá de Henares.
Ilustrado
por Jesús López (“Chicha excelentísimo Chechu”) en capítulos impares, Ramón
Sánchez Melchiore en capítulos pares, y Esther Muñiz (“Zia Mei”) en el último
capítulo. Entre julio y septiembre.
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