lunes, junio 21, 2021

NOTICIA 2057ª DESDE EL BAR: LA SORPRESA

Nunca he recibido una fiesta sorpresa. A lo largo de mi vida he participado de la organización o de la presencia en varias, eso sí. Lo cierto es que cuando cumplí 40 años quise hacer una a la inversa, esto es: darle la sorpresa de una fiesta yo a mis amistades. 

Dos años antes mi madre había muerto diecinueve días después de mi cumpleaños, y aunque aquel año había podido verme con mis amigos más antiguos, con una parte de ellos, nunca se cumplió la celebración grande pospuesta entre todos para un viaje común en verano. Pero es un viaje que, pese a no existir jamás, creo que ya está realizado y así debe quedar. Un año después, casi nadie se acordó de la fecha, o tal vez creyeron que era mejor no llamar. Solo se acordaron algunas de las amistades más antiguas.

Pero como decía, lo cierto es que cuando cumplí 40 años quise hacer una fiesta sorpresa a la inversa. Hice coincidir la presentación de mi tercer libro publicado con la Feria del Libro Nuevo y de Ocasión de Alcalá de Henares, en su primer fin de semana, que era unos días después del día de mi cumpleaños. A la vez hablé con los dueños del Winchester para apalabrar que cuando llegara con mis amistades al bar para celebrar la presentación, en realidad celebraría mi cumpleaños, por lo que yo pagaría todo. En ese momento tenía por delante un muy largo contrato de veinte meses en el Archivo General Militar de Madrid. Podía hacerlo. Total, cuando cumplí 30 años ya hice algo similar, en esa ocasión sí avisé a mis amistades, a las de todas las épocas de mi vida, a una gran mayoría, por entonces tenía reciente un sueldo importante de ser vigilante y educador medioambiental para el ayuntamiento de Alcalá de Henares. Imprimí viñetas de cómic y les di el valor de 2'50€ cada una, y repartí a todas mis amistades en la desaparecida Vaca Flaca. La cosa es que a los cuarenta años, la presentación del libro sí se produjo, era sábado por la tarde, pero apenas vinieron unas cinco amistades, a pesar de que la presentación se escuchó por toda la megafonía de la Plaza de Cervantes, que es mucha gente. Amistades, amistades, en esa ocasión, unas cinco, quizá entre cinco y diez. De las cuales, todas menos dos tenían que irse por otros compromisos (o vete a saber) cuando acabó el acto y tuvimos la posterior charla amistosa, también es cierto que tuve que quedarme a firmar en la caseta de la librería Domiduca, por lo que muy evidentemente lo más sencillo es que se fueran a hacer otras cosas, es normal que no me esperaran las dos o tres horas que estuve allí. 

En todo caso, de mis amistades más antiguas recuerdo que hubo solo dos, pero una de ellas tenía que llevar a su hija e hijo pequeños a casa, y la otra tenía compromisos. Un par de amistades antiguas estaban fuera de España, otra trabajaba en una gran superficie comercial y al acabar la jornada, como no sabía nada de mi fiesta sorpresa, no se le ocurrió llamarme. Del resto ignoro la razón. Supongo que tenían otras cosas que hacer. La verdad es que la presentación del tercer libro fue la presentación más deslucida de todas las presentaciones que he hecho nunca, a pesar de tener la megafonía de la Plaza de Cervantes. Un mes después o uno y medio supe que en realidad todos se habían reservado para ir a verme a la Feria del Libro de Madrid, donde firmé una gran cantidad de libros, y vendí además los tres que tengo editados de momento. Fue una mañana de mucho firmar y de no parar de ver gente conocida y desconocida y entre ellos a muchos de los viejos amigos que no aparecieron por Alcalá, probablemente porque sabían que irían a Madrid cuando firmara allí.

La cosa es que llegué al Winchester con mis dos amistades que sí se quedaron a celebrar la presentación del libro. Allí les dije que mi idea era hacer a mis amigos una fiesta sorpresa por mi cuarenta cumpleaños. Me daba apuro decirle a Pablo, el dueño, que sentía mucho que de todo lo hablado no podría ser nada, porque no habían venido más que estas dos personas, pero lo cierto es que yo quería celebrar mi cuarenta cumpleaños, como cuando celebré los treinta. Allí había muchos otros amigos también antiguos, pero algo menos antiguos, y otros tantos que eran nuevas amistades y conocidos de bar. En un alarde de "no hay mal que por bien no venga" y de adaptarse a lo que la vida te da, le dije a Pablo que, qué narices, esos eran mis invitados. Aquella noche mucha gente bebió en mi cumpleaños y lo celebraron, a fin de cuentas les estaba pagando las cervezas y muchos somos amigos y conocidos de siempre, la verdad. También es modo de alegría. Incluso Pablo, viendo la situación que se había dado, decidió hacerme un descuento excepcional realmente generoso, lo que fue todo un regalo. 

Luego vino el año de la pandemia y ese cumpleaños estuve encerrado en casa. Fue el año que más gente me ha llamado por teléfono. Lo que sí intenté fue organizar una fiesta sorpresa para otra amistad, pero las fechas del confinamiento no paraban de prolongarse y no pudo ser, al menos no contando conmigo, que no tengo videocámara, pues sé que su familia sí le dio la sorpresa. Al siguiente año, que es este, apagué el teléfono, no leí los chats, y pasé mi cumpleaños sumido en mí mismo y encerrado en casa por razones personales, pero a la mañana siguiente comenzaron a saltar numerosos avisos de mensajes por todas partes de gente que me había estado intentando felicitar. Todo el día sonaron avisos. Y casi un mes después, tres de mis amigos más antiguos me citaron en el centro de Alcalá para celebrar conmigo mi cumpleaños en una terraza de bar.

¿Sabéis cuál es la sorpresa? La vida es la sorpresa, sea el que sea el camino que esta tome.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

No hay comentarios: