Ya sé que hablar de Franco Battiato hoy, un día después de su muerte, al atardecer, cuando entre ayer y la mañana de hoy ya se ha dicho de todo, quizá pueda cansar, pero es que a mí Battiato me gusta. Un amigo me mandó la noticia a primeras horas de la mañana, mientras trabajaba, y lo compartí con la gente que había en el archivo. Todos pararon para dedicarle sus recuerdos. Luego, por la tarde, escuché un par de discos que tengo, en mi casa.
Fue uno de los grandes cantautores del siglo XX. Tocó el rock, el pop, la melódica, cosas más clásicas, cosas más experimentales... Era un poeta y un intelectual. Italia ha perdido quizá a su cantante más importante del pasado siglo. Se había retirado de la vida hace tres o cuatro años, en principio, según él, porque no quería saber nada del gobierno de Salvini, luego hemos sabido que tenía alzhéimer, que es lo que le ha matado a los 76 años de edad.
En Alcalá de Henares, de manera intermitente (esto es: no siempre), pero con mucha frecuencia, el Winchester Bar suele cerrar sus noches de fin de semana con canciones de él más o menos desde 2018. Repito, no ocurre siempre, pero sí con mucha frecuencia. Montones de jóvenes bailan y cantan cuando suena.
Battiato y sus perífrasis, sus metáforas y sus mundos muy ricos en imaginación, creaba historias que hacen pensar que la música rock o pop no está reñida con la inteligencia y lenguajes y temas complejos, a veces hasta metafísicos.
Un telediario, el de Telecinco, lo comparó ayer con Bob Dylan pero a nivel europeo. Tal vez. Podría ser, aunque son dos personajes muy diferentes.
Que la tierra le sea leve a Franco Battiato.
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