Hay en las ruinas romanas de Complutum la base bajera de un edificio que hizo esquina que apenas es un pequeño rectángulo de sillares de piedra. Se indica en los carteles que ha puesto el servicio arqueólogico de la excavación que por los restos encontrados aquello fue una taberna. Así que visitando a pleno sol de agosto las ruinas de Complutum, en el valle del Henares, no muy lejos de la ribera del río Henares, precisamente, y del arroyo Camarmilla, pisamos por esas tierras descubiertas y sacadas a reflote de su sueño en los siglos, cuando otras tierras sepultaron todo aquello y llenándose de hierba llegaron a pastar ovejas, las cuales, por otra parte, yo llegué a ver y a pasear entre ellas cuando yo era niño y de Complutum se tenía sacado a la luz más bien poca cosa. Pastaban las ovejas con su pastor bajo el cielo azul y el sonido de las cigarras, vigilados con calma por el Cerro del Viso, cuya cima es plana y cuyo porte nos muestra sus muchos árboles, cerro que ocultaba aún más restos romanos bajo un campo arado, cercanos a lo que fuese Iplacea, el primer poblado que los alcalaínos tuvimos, cuando por entonces nada había de Alcalá y la población era carpetana, uno de aquellos pueblos íberos de los que Julio César nos dijo que eran bajitos, de gran cabeza y pies, sin apenas conocer los metales, que se defendían a pedradas, principalmente agrícolas, decorando sus casas de vez en cuando con las cabezas de sus enemigos, transformados en dioses protectores de quien les venció en la guerra, a pesar de que estos carpetanos, en general, no eran un pueblo muy belicoso, pero hicieron la guerra en los tiempos de la Segunda Guerra Púnica, y después de nuevo junto a Sertorio contra Pompeyo, luego con Pompeyo contra César, y definitivamente aliados de César hasta el punto de formar esta Complutum bajando al valle por la cual pasaba una vía romana que unía por el centro peninsular Emerita Augusta, hoy Mérida, con Barcino, hoy Barcelona, y Ampurias, en su camino a Roma. Un lugar comercial de paso que imaginamos con cierta importancia como ciudad de segunda en provincias, pues he aquí que había la escuela de artistas de mosaicos de donde alguno de los nombres que se supo que trabajó allí apareció en lugares tan lejanos como Túnez, pero sobre todo nos habla de la importancia la basílica desde la que se impartió justicia, con su muro en pie donde habrían de cortarle la cabeza a Justo, a Pastor y a unos cuantos más en los tiempos imperiales de los romanos. Pero la cosa es que ese resto del local que fue una taberna, aparentemente haciendo frontera al foro, me lo imagino frecuentado por los soldados romanos que tenían sus habitaciones en la parte de atrás del mismo edificio, y sus casas, según se lee en el mismo lugar. Allí con sus peplum bastos y grisáceos con el símbolo imperial grabado de cuando tenían permisos me los imagino y les veo bebiendo vino y hablando de las novedades de Complutum, tan cerca ubicados de la escuela de augures, de un mercado, de un edificio institucional que no sabemos bien qué era, de lo que quizá fue un archivo, en fin, bebiendo junto a algún vecino que probablemente se dedicara al comercio o a la agricultura, tan cerca del río, o a la creación de cerámicas tipo ladrillos, cosa de la que también nos ha llegado noticias, en un espacio tan reducido que por fuerza buena parte de los clientes debían repartirse el espacio de fuera del local, ocupando la calle, tal vez protegidos del sol por alguna lona. Y así veo en esa taberna la misma imagen veraniega de los alcalaínos actuales yendo a tomar algo a mediodía, ocupando la calle de la puerta de algunos bares, sin lonas, bajo el sol de agosto. La escena que sepultó el tiempo e hizo pacer a las ovejas se me presentaba viva rodeada de automóviles y gente mirando en su móvil imágenes que, lanzadas a miles de kilómetros a un satélite artificial que da vueltas al planeta, son devueltas en pocos segundos para poder visualizarlas electrónicamente y, quizá , ser el tema de conversación del grupo que bebe. Y en esencia, en ese beber un grupo de gente a la puerta de un bar hablando de sus cosas, en el ayer está el hoy. Mundo mediterráneo que no comprende, aunque le obliguen, de estrictos horarios de haga usted esto ahora y después lo otro, que cerramos antes de que baje el sol y es mediodía, ¿qué hace usted en la calle? Pues el romano, como latinos que somos, o sea gente que desciende en lo cultural de aquellos que hablaron el latín, que era el idioma que se hablaba en el Latio, hoy Lacio, donde se haya Roma, por ende: descendientes de la cultura de la República y el Imperio Romano, somos latinos, los españoles, portugueses, andorranos, franceses, italianos, rumanos, y demás, latinos, que si viniéramos de otra cultura y de otra raíz de idioma seríamos, por ejemplo, germanos. Latinos y con cultura mediterránea, la taberna y sus clientes en la puerta, como la terraza del café de París, la tienda del té marroquí, el ajetreo soleado entre los que beben en mesas de cualquier bar en Italia. Es un mundo, una cultura, que aunque tenga diferentes aportes culturales según la parte del Mediterráneo donde se esté, en la base algo nos queda común. Y así, viendo ese rectángulo de piedras que hoy día no es gran cosa, pero en el pasado fue un epicentro de vida tabernaria, iba mi imaginación viendo y casi sintiendo un modo de ser no muy lejano, más bien, cercano. Si nosotros no fuéramos nosotros, tampoco seríamos ellos. Entre tanto, sol de agosto y río Henares.
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