Ahora que estamos llegando al final de las fiestas complutenses dedicadas al bautizo de Miguel de Cervantes el 9 de octubre, se me ocurre interesante daros una serie de informes de Historia, Literatura y Filosofía en cuatro entregas. Si que habría que destacar antes cómo se abusa de la crítica de la duración de las fiestas patronales de San Bartolomé a finales de agosto (unos diez días, por cuestiones culturales y tradicionales de nuestra historia local) y sin embargo la total indulgencia que se tiende a tener con el mercado sin arraigo tradicional ni cultural alguno que se monta en estas otras celebraciones, el cual ocupa prácticamente una semana. En estas fechas de hecho sólo tienen arraigo cultural y tradicional de verdad en la ciudad la celebración de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y la entrega de una serie de premios alcalaínos. El mercado cervantino cae en las mismas razones peligrosas por las que afirmé en las pasadas fiestas de San Bartolomé que este modelo de fiestas puede acabar con la ciudad (Noticia 1241ª), eso por no hablar de cómo olía literalmente a chorizo frito un amplio radio de barriadas residenciales colindantes al distrito centro donde se instaló este mercado cervantino más parecido a una multinacional de puestos anacrónicos y faltos de cultura a mayor gloria de vender, vender, vender. Y aunque no sean muchos, hay que recordar que hay vecinos que estos olores, por cuestiones religiosas, culturales o simplemente opcionales en su alimentación o de conciencia vegetariana, no tienen porqué haberlos tenido que respirar obligadamente; o simplemente alguien que no le importe comer carne frita o asada, sí que le moleste oler todos los días a todas horas estos olores esté comprando el periódico en un kiosko o esté viendo la televisión en su casa o bañando a sus hijos, etcétera. Hay que buscar un remedio a eso. Bien es cierto que al menos algunos espectáculos musicales y teatrales gratuitos merecieron la pena... aunque la ubicación de sus escenarios impedían el correcto descanso de los animales tanto traídos para su exhibición en este mercado cervantino como los propios animales urbanos que son emblema de la ciudad (y no me refiero a las cigüeñas, que ahora mismo están emigradas hasta dentro de unos meses -aunque es probable que alguna haya regresado para enero-).
Mercado Cervantino es como nació el evento, se quería reproducir un mercado al estilo de los del año de nacimiento del escritor. Sus dos primeras ediciones me fascinaron. Pero poco a poco se ha transformado en un monstruo comercial que nada tiene que ver con su planteamiento original. Cervantes nació en 1547 y murió en 1616, por lo que su época corresponde a la Edad Moderna, concretamente al Renacimiento y a la época de la Contrarreforma Religiosa, con España como Imperio del mundo. Como mucho se puede valorar que llegó a vivir los primeros momentos de transición del Renacimiento al Barroco, aunque en realidad el Barroco llegó algo más tarde a España que al resto de Europa. Así que decir un Mercado Cervantino debiera responder a todas estas cuestiones. Sin embargo hace años que hay una confusión mental tremenda y al Mercado Cervantino se le llama popularmente, y creo que este año también institucionalmente, Mercado Medieval... Y se cometen atrocidades anacrónicas donde ambientaciones del siglo XVI se confunden con ambientaciones más propias del siglo XIII, o sea de la Edad Media. ¿Una licencia a causa de una interpretación libre de que se homenajea a Cervantes usando su literatura que revisaba con humor las historias de caballería de la Edad Media? Podría interpretarse así, pero no nos engañemos: comenzó como anacronismo y falta de cultura en muchos vecinos, y terminó apoderándose de la esencia original del evento. Esa es la triste realidad, por mucho que, si hacemos de tripas corazón, nos guste o no nos guste ese mercado, lo disfrutemos más o lo disfrutemos menos. Aún me acuerdo de una edición donde un puesto de venta decidió ambientarse como... vikingos, cuyo esplendor como tales es de los siglos IX a XI. Todos los años hay puestos de gente que se ambienta de... musulmanes en España, cuando la gran mayoría habían sido expulsados en 1492, obligados a vivir con indumentaria hispana y costumbres castellanas en algún momento del siglo XVI y expulsados de España definitivamente en aquellas épocas en 1609. Este año incluso se han visto... ¡justas medievales! Tremenda confusión mental a mayor gloria de la máquina de hacer dinero mal usando la palabra "cultura". Por cierto, siempre hay algún puesto de mercader judío, está bien, pero si nos acogemos a la Historia, fueron expulsados en 1492. Y ya con humor, y a estos los veo más indulgente, hay quien se disfraza de personajes ficticios de la Edad Media, este año tres jóvenes pasearon por la ciudad como si fueran los personajes de "Juego de Tronos" que es una ficción novelada por Georger R. R. Martin ambientada en una hipotética Edad Media del Norte de Europa. Sí es correcto, por otro lado, las representaciones de ejecuciones de sentencias de la Inquisición... ahora bien, los encargados de representarlas han debido ver demasiadas veces la película basada en el famoso libro de Umberto Eco, "El Nombre de la Rosa", que transcurre en el siglo XIV, porque sus trajes y modos son propios del Medievo y no de la Inquisición Española del siglo XVI. España, pese a su triste fama en este aspecto, fue un país tardío en adquirir esta institución, el Reino de Aragón contaba con ella desde el siglo XIV, pero muy limitada en sus funciones. Castilla la adquirió en 1480, y para el siglo XVI ya había cobrado la importancia lúgubre con la que hoy día se la recuerda, y con modos diferentes a las Inquisiciones de siglos anteriores. Si el mercado se hace en nombre de la Cultura se debería atender a un mínimo. De acuerdo que no se tenga que ser preciso, pero al menos hay que atender a unos mínimos, por ejemplo: al menos coherencia entre todos los participantes acerca de qué época deben representar, porque si no igual nos da que un año aparezcan soldados vestidos del siglo XIX. ¿Por qué no? ¿Si son capaces de sacar vikingos del siglo XI en un mercado del XVI, porqué no soldados del XIX? Total, ¡viva el anacronismo!
Como sea, me parece interesante a costa de esta confusión entre la Edad Media y la Edad Moderna mostraros en cuatro entregas un ensayo que escribí hace años sobre el momento de transición cultural entre ambas épocas. Era un ensayo que escribí a costa de comentar un libro del experto medievalista E. Garin. Lo pongo no sin cierto humor ante los aspectos vividos en una edición más del Mercado Cervantino, pero con la seriedad de compartir un poco de unas reflexiones para conocer una época.
MEDIOEVO
Y RENACIMIENTO
Introducción:
El presente trabajo
trata sobre el libro Medioevo y
Renacimiento, escrito por E. Garin en 1954, como resultado de una serie de
ensayos que escribió entre 1950 y 1953. La edición utilizada es una traducción
española hecha por Ricardo Pochtar y editada en Madrid por la editorial Taurus
en 1981.
Garin intenta
presentar la transición entre el Medioevo y el Renacimiento durante el siglo
XV, y los primeros años del siglo XVI, centrándose en Florencia como lugar de
mayor agitación y cambios en lo intelectual en la Europa del momento. Para ello
divide el libro en tres bloques. En el primer bloque expone la crisis de los
valores literarios y filosóficos del medioevo latino. En el segundo, los cambios
de los valores entre la consideración de la retórica y el pensamiento, que se
encaminan hacia el humanismo, así como el proceso que da entre magia (típica de
la Edad Media) y ciencia (concepto más propio de edades modernas). En la
tercera parte centra sus estudios en tres personajes correlativos que
representan esa transición de las dos épocas, pertenecientes al mundo
florenciano. Por un lado, Donato Acciauoli, defensor de la República y de las
ideas de justicia y una vida honorable, entendida ésta así si es al servicio
del bien de la República. Para ello, se mantiene en un humanismo que estudia en
profundidad a los clásicos como Cicerón, ya que son ejemplo de sus ideas. Por
otro lado presenta a Marsilio Ficino, quien es defensor del neoplatonismo y de un
bien superior que se encuentra en todos los hombres por medio de Dios, sea
interpretado este como sea (en el cristianismo o fuera de él, aunque no se
atreve a decirlo abiertamente y sólo se hace intuir esta idea en sus escritos).
De tal modo, habla de un sol esclarecedor como metáfora de lo sublime y la
sabiduría a alcanzar. Tal vez ese neoplatonismo con el Sol por centro de
sabiduría, y no la Tierra (que a la postre era el centro del universo)
prefigura un heliocentrismo cuando menos filosófico-teológico anterior al
postulado científicamente por Copérnico, Galileo y Kepler muchos años más
tarde. En este sentido neoplatónico, Ficino también habla de necesidades del
corazón que están por encima de las de la razón. Es una aspiración espiritual
que no alcanza el conocimiento silogístico[1]. Por
último trata sobre Leonardo Da Vinci, ya a caballo entre el siglo XV y el XVI,
pero también este ya como alguien que presenta ideas más avanzadas que
prefiguran la física, la medicina, las técnicas, etc., de la Edad Moderna
posterior, aunque aún presente algún rasgo medieval, como por ejemplo la mezcla
"de técnicas de fórmulas e invocaciones alquímico-mágicas con recetas para
la colocación de telas y la elaboración de los metales". Da Vinci combina
magia y técnica, aunque predomine en él un espíritu moderno basado en la
experiencia, la práctica, y las técnicas, pese a que de vez en cuando
introduzca en su pensamiento ideas alquímicas, como ya se ha dicho. Pero donde
mejor se ve esa mezcla de los dos mundos mezclados en él es en el uso que hace
de las matemáticas, las cuales son exactas, pero no las usa como herramienta de
conocimiento lógico y exacto, como se haría posteriormente, sino como supuestos
metafísicos para apoyar y respaldar sus investigaciones experimentales. Él las
concebía como razonamientos ideales, y no tanto lógicos. Con todo inicia en la
ciencia una etapa de crítica, que los anteriores ya iniciaron en la filosofía,
la teología y los conocimientos adquiridos retóricamente.
Sin embargo el
presente trabajo no volverá sobre el asunto de los tres personajes ejemplares
que expone Garin, pues prefiero tratar la transición en sí del Medioevo al
Renacimiento en las teorías de su autor, ya que entiendo que la tercera parte
sirve como ejemplo práctico de esa transición encarnado en personas concretas y
su obra.
[1] E. Garin, Medioevo y Renacimiento, p. 222:
"No olvidemos que para Ficino el filosofar siempre va acompañado de la
melancolía que supone percibir la fugacidad del tiempo y conocer el riesgo que
entraña transformar una necesidad en una esperanza, y una esperanza en una
certidumbre. No obstante, al igual que sus amigos artistas, también él quiere
convertir su tristeza en canto. Yo diría que en esto reside el verdadero valor
de su "teología": en haber escrito algunas páginas de singular
calidad poética. Quizá precisamente con ello mostró ser un auténtico discípulo
de Platón (...)".
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