Entre la gente interesante que me apetece entrevistar para vosotros está Borja Montero, un conocido bluesman y rockero de Alcalá de Henares, residente en los Santos de la Humosa. Ha sido también periodista en el diario Día, en su edición de Guadalajara, hoy desaparecida por los recortes económicos de la empresa. Lleva muchos años dándonos su música desde diferentes formaciones, estilos y sesiones improvisadas con otros músicos (jam sessions). Su estilo bebe directamente de las fuentes del blues, el soul y el rock inicial del mundo anglosajón. Bullen vida cada una de sus notas, tocadas con gran pasión y sentimiento. Muchos de sus temas nos hacen bailar por sí solos, llevándonos a las décadas doradas de los años 1960 y 1970 renovadas en nuestros años. Es casi imposible haber asistido a conciertos en el Corredor del Henares sin haberle escuchado a él. Pertenece a esa clase de músicos incombustibles que han dado las década de 1990 a Alcalá de Henares cuyo espíritu musical abierto a todo nos ha dejado nombres como los de El Flecha, Celina Yebra o el del propio Borja Montero. Es un hombre entrañable y sencillo con un gran sentido del humor y una dotada inteligencia que, a la vez, es amigo de sus amigos, y altamente paciente a costa de ser altamente sociable y conocer una gran cantidad de carácteres de personas diferentes. Con él llegué a recitar poemas en dos ocasiones en actos de homenaje a víctimas ejecutadas por la dictadura franquista, invitados por el Foro por la Memoria Histórica. Nuestra amistad cuenta ya con varios años. Os dejo con él, y os invito a ir a alguno de sus conciertos si os gusta el buen blues-rock.
BORJA MONTERO: Siempre he tenido una cierta preocupación por la música. Desde los
viajes en coche cuando era pequeño, con canciones de Sabina, Serrat o
Víctor Manuel en los viejos cassetes que mi madre ponía en el coche o
los discos que escuchaba mi hermana en casa. No había ninguna
preferencia de estilo; simplemente escuchaba y me quedaba con las
melodías e, incluso, algunas letras. Poco a poco, ya acercándome a la
adolescencia, fui descubriendo mi propia música, primero con el rap y
luego, poco tiempo después con el rock, primero con grupos estatales
como Platero y Tú, Mamá Ladilla o Extremoduro y luego con los grandes
clásicos del rock’n roll. Era una dieta musical bastante amplia e,
incluso, anárquica la que llevábamos mi primo, Sergio Montero, también
guitarrista, y yo. Con él descubrí gran cantidad de grupos y empecé a
dar mis primeros acordes.
CANICHU: ¿Y de modo público?
BORJA MONTERO: El salto al ‘estrellato’ (risas) fue un tiempo después. A los 14 años
me compré mi primera guitarra acústica y, dos años después la
eléctrica. Así, la educación musical como aficionado se fue
complementando con clases de guitarra y algo de teoría musical, lo que
me permitió ir haciendo mis pinitos en alguna jam session con amigos en
torno a los 17 ó 18 años. Mi primera actuación completa, con grupo y
repertorio propios, sería a los 20 ó 21 años, en un bar alcalaíno de
corta vida aunque emplazamiento perenne en La Zona.
CANICHU: ¿Cómo lo vive tu familia?
BORJA MONTERO: La verdad es que nunca me han puesto problemas sino, más bien al
contrario, han apoyado aquellas cosas que veían que me hacían ilusión,
como viajes, compra de equipo de todo tipo, apretada agenda de ensayos…
Supongo que toda madre sueña con un hijo con una exitosa carrera en
alguna profesión reconocida. La mía tiene un periodista en paro y músico
con más ilusión que talento (risas).
BORJA MONTERO: Es complicado cuantificar la cantidad de grupos o la intensidad con
la que estoy trabajando en cada uno de ellos. La música está viva, y las
bandas también. Dependen de las personas, de sus contextos personales,
laborales y demás. Se puede decir que tengo cinco proyectos más o menos
estables. El más constante en el tiempo y en la forma de trabajar es
Nocaut, una banda de rock con influencias country y folk, lo que se
conoce como “americana” en algunos círculos. Otras dos bandas con temas
propios son Three Monkey Heads, un trío de blues-rock muy cercano al
ambiente de la psicodelia de los 60’s, y El Artista del Hambre, un
proyecto más tranquilo, un quinto de sonoridad folk-rock con letras
profundas y evocadoras a cargo de Willy (del que ya has hablado en esta bitácora en sus diferentes facetas). La gestión de estos dos grupos es
algo más complicada porque repetimos la mayoría de los miembros, por lo
que depende de la programación de los conciertos y de la agenda personal
y laboral de cada uno el priorizar los ensayos de uno de ellos sobre el
otro. Además, dos bandas de versiones, Ramblin’ Men y Band2, en ambos
casos dúos acústicos con un repertorio de blues y rock clásico, aunque
el último ha devenido recientemente en The Zoo Keepers, con un
cancionero parecido en el estilo, pero en formato de cuarteto, ya con
bajo y batería. Además, me gusta ‘codearme’ con músicos de todos los
estilos y, si surge un proyecto o una colaboración, casi siempre me
animo a llevarla a cabo.
CANICHU: ¿Y cuántos has dejado atrás?
BORJA MONTERO: La verdad es que en el pasado he sido más comedido o fiel a la hora
de unirme a grupos. Aparte de algunas cosas que no han terminado de ver
la luz, unas más avanzadas y otras más iniciáticas, unas con nombres
rimbombantes y otras sin llegar a ser bautizadas, mi currículum
anterior, hasta hace cuatro años o así, se reducía a dos grupos: Boogie
Man & Lamestones, un cuarteto de blues clásico con el que estuvimos 3 ó 4 años recorriendo el circuito alcalaíno y algunas salas del Corredor
del Henares, y Sueños Locos, un proyecto acústico de versiones de
pop-rock en español que, finalmente, se convirtió en el germen de
Ramblin’ Men.
BORJA MONTERO: Más que grupo con una denominación fija, personas. Vicente Cuartero
ha tocado la batería conmigo toda la vida, desde que el empezó a
aporrear los tambores y yo las cuerdas de la guitarra, hace 11 ó 12
años. Igualmente José Parra, que ha tocado el bajo con nosotros desde
hace casi 10 años. Ellos eran la base rítmica de Lamestones, la piedra
angular para la formación de Three Monkey Heads, los que me abrieron la
puerta de El Artista del Hambre y, por supuesto, mi primera apuesta
cuando se habló de transformar Band2 en The Zoo Keepers.
CANICHU: ¿Hay alguno que te haya gustado o te guste
especialmente? Con permiso de que no se dé nadie por ofendido si no le nombras
BORJA MONTERO: Primero hay que decir que yo estoy donde quiero estar y que, en
ningún caso, estoy en ninguna de estas bandas por compromiso o como
mercenario musical (ojalá saliera algunas de esas, que hay que pagar
cuerdas, púas, reparaciones y demás gastos). En todas ha habido buenos
momentos, y malos, anécdotas de todo tipo. Por una cuestión de
implicación personal, Three Monkey Heads (y en su momento Lamestones)
sería mi favorita, ya que es un proyecto más personal, tanto en
influencias como en composición, en el que los tres somos igualmente
responsables de las canciones, que nacen de la inspiración común, y las
letras suelen ser completamente mías.
CANICHU: Se te nota muy cómodo en el blues acelerado que se
da la mano con el rock, especialmente el que tiene que ver con los años 1970 de
las bandas norteamericanas del tipo Credence Clearwater Revival, The Band y
similares. Hace unos años se publicó un libro sobre bandas de rock en Alcalá de
Henares entre los años 1960 y 1970. Fue una sorpresa descubrir esas tendencias
entre los jóvenes alcalaínos de ese momento por esos grupos. ¿Qué es lo que
atrae de ellos? Si quieres mencionar algún grupo concreto, adelante.
BORJA MONTERO: Cuando empecé a escuchar música, sobre todo rock, empecé a
preguntarme de dónde venían esos sonidos. De este modo, las canciones de
Platero me llevaron a The Rolling Stones, las de Aerosmith a Led Zeppelin
y así, con un montón de grupos, al blues, el country, el folk y los
estilos primigenios. De este modo, descubrí una generación de músicos
impresionante, tanto por su calidad técnica como por la emoción y la
ilusión que ponían a su música. El periodo entre 1965 y 1973,
aproximadamente, es uno de los más intensos y variados en lo que a la
renovación de la música se refiere, con la vuelta a los estilos clásicos
aunque con nuevas temáticas, la reformulación de algunos elementos
característicos de ciertos géneros, la experimentación instrumental… Al
final, encuentras prácticamente una década en la que no hay un disco
igual que otro y en la que cada banda tiene sus propias peculiaridades y
su propia personalidad, algo muy lejano a lo que ocurre ahora, cuando
los grupos de un determinado género tienden a sonar, ya sea por falta de
inspiración o por cuestiones comerciales, como el resto de propuestas
afines. Esa variedad, tanto estilística como, sobre todo, de
personalidad, es lo que más me gusta, al margen de que también tenga mis
grupos y músicos preferidos dentro de cada estilo.
CANICHU: Tu aportación musical al panorama cultural en el
Corredor del Henares es altamente activo, comparable a la frenética actividad
colaboradora de otros blueseros y rockeros locales como El Flecha o Celina. Hay
otros grupos emblemáticos, como Los Personajes o Los Widowmakers o Los Vagos
Permanentes o Café Negro, pero, siendo todos muy sociables entre vosotros
mismos, ¿crees que si hicíéramos una clasificación ficticia del panorama musical
alcalaíno se podría considerar que hay lo que se llamaba en los años 1960 “familias”,
esto es posibles agrupaciones fáciles de asociar por tendencias y maneras de
hacer la música que, además, en lo personal, se vean cercanos entre sí en su música?
BORJA MONTERO: Evidentemente, como en cualquier ámbito de la vida, es mucho más fácil
conectar con alguien cuando hay ciertos intereses comunes. Prácticamente
todos los músicos de Alcalá tenemos buena relación y disfrutamos
hablando de los diferentes proyectos de uno, de instrumentos o de
conciertos vistos. Y, dentro de ellos, por aquello de tener más
influencias y temas de conversación en común, además de la
facilidad para ‘tramar’ colaboraciones, siempre te juntas más con
aquellos más afines a ti en lo estilístico. En un ambiente mucho más
pequeño que el San Francisco de la generación hippie, también tenemos
nuestras propias familias, aunque sus límites, como también supongo que
aquellos, no son muy cerrados.
CANICHU: Yo la primera vez que te vi fue hace unos años,
momento desde el cual nació una amistad que tomó forma al coincidir en algunos
lugares comunes de nuestros gustos y amigos. Fue en un concierto de las fiestas
patronales del distrito uno de Alcalá de Henares, las de los Santos Niños.
Tocabas con Three Monkey Head. Ahora van a comenzar esas fiestas de este año.
¿Crees que el panorama complutense de entonces en unas fiestas como esas, que
son preludio de las fiestas grandes de San Bartolomé, ha cambiado en público y
oportunidades para tocar?
BORJA MONTERO: Las fiestas de Santos Niños nunca han sido muy rockeras. Siempre han
tenido un carácter más tradicional, con mercado callejero, atracciones
infantiles, actuaciones de calle… Lo raro es que, al margen de algún
grupo folklórico o una orquesta para la verbena del sábado por la noche,
haya programación musical. Puede que el quid de la cuestión para
conseguir que estas fiestas no terminen muriendo en cuestión de años
sería actualizarlas y buscar programación también para la juventud,
entendida en un sentido amplio.
CANICHU: Has tocado en Guadalajara y Alcalá de Henares, ¿en
algún lugar más? ¿En bares, festivales, certámenes…?
BORJA MONTERO: Mi área de actuación es, sobre todo, el Corredor del Henares y la
ciudad de Madrid. La lista de ‘garitos’ visitados con las diferentes
bandas en los últimos años ha aumentado bastante. Lo más habitual son
conciertos en bares y salas de conciertos, aunque también he hecho
inauguraciones de exposiciones, actuaciones al aire libre, festivales
con otros grupos, concursos…
CANICHU: ¿El público manda o demanda?
BORJA MONTERO: El problema de la música actual es que, según me temo, ni manda ni
demanda. A nivel de negocio musical, son las empresas las que deciden
qué es lo que se escucha, cuáles son las fórmulas a explotar y, salvo
circuitos más reducidos o expediciones personales en busca de algo
nuevo, el público tiene que conformarse con lo que hay. En un nivel
intermedio, de circuitos locales, sí que hay un mayor peso de la gente.
Al margen de los amigos que uno pueda movilizar, el boca a boca funciona
muy bien para dar a conocer a diferentes bandas y es el público el que
decide si gustan o no gustan y, por tanto, influyen en las
contrataciones para conciertos de las mismas. En mi opinión, el público
debería demandar, dejar clara cuál es su opinión acerca de un grupo, si
gusta o no de un cierto estilo; y con el análisis de esta información,
en muchas ocasiones gestos tales como ir llenando todos los conciertos o
todo lo contrario, el músico es el que debe mandar sobre su obra, y
decidir si hace caso a estas advertencias y decide seguir en ese camino o
cambiar algo. En cualquier caso, hay un público para cada canción, ya
sea más mayoritario o menos, y en ocasiones es más culpa del músico, que
no sabe elegir bien dónde ofrecer sus canciones, que del público.
CANICHU: También te gusta experimentar. Se te ha visto
tocando toda clase de instrumentos, toda clase de complementos para tocar, e
incluso, conmigo y El Artista del Hambre en el Festival del Maratón de Cuentacuentos
de Guadalajara del año pasado, llegaste a participar de un concierto a lo Allan
Parson donde en lugar de poner música a Edgar Allan Poe pusistéis música a Kafka,
puesto en voz por mí. ¿Qué encuentras en la experimentación?
BORJA MONTERO: Me gusta la música en todos sus formatos, tanto como obra en sí como
formando parte de otro producto creativo o artístico más amplio. Y cada
uso que se da a la música tiene una forma de tocar. No es lo mismo un
concierto de rock para un público guitarrero que una banda sonora para
una obra de teatro o el acompañamiento musical de una lectura de poemas.
Creo que la música, más allá de estilos y formatos, tiene una enorme
capacidad expresiva y de emocionar, por lo que puede ser muy útil más
allá de las canciones al uso, sino como ‘banda sonora’ de todo
tipo de expresiones artísticas y creativas. A nivel técnico, el no
encasillarse en un determinado estilo o formato de interpretación hace
que descubras nuevas formas de tocar, tanto en cuestión de escalas,
armonías y acordes como de efectos, volúmenes y tratamiento del sonido.
CANICHU: En los años 1950 y 1960 el Papado consideraba el
rock como un instrumento del Diablo por el cual se perdían y condenaban los jóvenes. Tras el Concilio
Vaticano II y unos poquitos años después, Pablo VI dijo que “Jesucristo SuperStar"
(no sé si te interesan las óperas rock) era la mejor forma de llevar el
Evangelio a los jóvenes, eso fue en 1973. Juan Pablo II, aconsejado por el
futuro Benedicto XVI volvió a marcar distancias con el rock, hasta que en 1997
dijo que había rock bendecido por Dios y rock diabólico. Bob Dylan tocó para él
y B. B. King le regaló su guitarra. Benedicto XVI lo condenó, y Francisco I no
se ha postulado. Pero inventores del rock como Little Richard se hicieron
sacerdotes, y gente como U2 o The Byrds usan versículos de la Biblia. Ray
Charles, sin embargo, dio una vuelta de tuerca a la música espiritual de las
iglesias cristianas negras y las dotó de un doble sentido sexual que también
estaba en Chuck Berry. ¿Qué opinas de este matrimonio y divorcio?
BORJA MONTERO: No creo que la música sea divina o diabólica en sí, ni el rock’n roll
ni las piezas clásicas que, en muchos casos, están inspiradas en
pasajes de La Biblia o en las imágenes de los santos. Evidentemente, la
Iglesia en su día vio mal el rock’n roll porque suponía una forma de
rebelión de los jóvenes y, por aquellas letras excitantes y los bailes,
podía incitar al sexo (aunque, si me lo permites, no creo que influyera
demasiado la aparición del rock’n roll en su práctica). Lo que puede ser
más afín o lejano a los intereses de la Iglesia, como también podría
serlos a los de un partido político o una asociación cualquiera, son los
mensajes que se mandan a través de las canciones. Hay grupos que hablan
del Diablo o de Dios de una forma directa, y temas que incitan a llevar
a cabo determinadas conductas que pueden ser más o menos censurables,
pero eso no tiene nada que ver con los estilos, sino con el mensaje que
se quiera transmitir con las canciones, ya sea a través de la música o
de la letra.
BORJA MONTERO: La verdad es que no tengo una favorita, sino que cada una de mis
guitarras tiene sus características que la hacen, en cierto modo,
especial. Tengo especial cariño a mi primera guitarra eléctrica, una
Epiphone Les Paul que lleva ya 14 años conmigo, y también una vieja
Squier Telecaster que me compré muy barata para ir a clase y que, tras
un par de ajustes en el luthier, se ha convertido en una de mis
principales espadas. Una de las que más utilizo es una Epiphone 335 Dot,
comprada muy barata y por casualidad en Madrid y que se ha convertido
en fija en los conciertos de Nocaut y, antes que ellos, de Three Monkey
Heads. El mayor capricho que me he dado es una Gibson Firebird, la joya
de la corona por ahora, aunque principalmente la uso con Three Monkey
Heads, así que no sale mucho. Y mis guitarras acústicas también me
gustan mucho, una Art&Lutherie de 6 cuerdas y una Norman de 12, casi
hermanas, con su madera de cedro canadiense y un sonido muy bonito,
sobre todo para un precio relativamente asequible.
CANICHU: ¿Tienen nombre?
BORJA MONTERO: La verdad es que, en la adolescencia, si pensé en bautizar a las
guitarras, como intentando que fueran una especie de repaso de mi
biografía. Nombres de chicas, de ciudades, de grupos... Sin embargo, me
di cuenta de que, bien al contrario, las guitarras tienen su vida
propia, su personalidad, por lo que, de ponerlas nombre, cosa que no he
hecho, no deberían estar asociado a mi vida sino a cómo me tratan, cómo
me hacen sentir.
CANICHU: ¿Quién es tu mayor influencia?
BORJA MONTERO: En el nivel técnico, es complicado decirlo. Supongo que Eric Clapton y
The Rolling Stones son los dos artistas que más tiempo han estado
presentes en mi vida, así como Creedence Clearwater Revival, cuyo riff
de “Green River” me animó a empezar a tocar. A pesar de ello, y de mi
gusto extremo por grupos como The Band o Pink Floyd, creo que mi forma
de tocar no se debe únicamente a un músico, sino que procede de
una amalgama de trucos y recursos escuchados en innumerables discos de
blues, rock y country. A nivel personal, todos los músicos con los que
he tocado han dejado su poso y, sobre todo aquellos con los que he
atravesado años de ensayos, anécdotas, penurias y alegrías. Y mi primo
Sergio, que es el que por primera vez puso una guitarra en mis manos y
el que, inconscientemente, va marcando el camino de muchos de los
músicos que le rodean.
CANICHU: ¿Técnicamente cuál es tu preferencia, el
barroquismo, la claridad, lo experimental, lo tecnificado…? ¿Por qué?
BORJA MONTERO: Personalmente, prefiero que lo que toco en la guitarra comunique de
alguna, ya sea para emocionar al público o simplemente para acompañar el
mensaje de la letra o la estética de la canción. Y espero conseguirlo
alguna vez. De entre los términos que has elegido en la pregunta, la
claridad y la armonía los que más se ajustan a mi concepción. No soy muy
amigo de los virtuosismos que no tienen nada detrás, sino simplemente
una muestra de la técnica individual del músico en cuestión. Prefiero
amoldarme a lo que está sonando, aunque, como todos los guitarristas,
seguramente tenga momentos en los que me ponga pesado y me suba el
volumen más de la cuenta.
CANICHU: ¿Grandes eventos o pequeños conciertos?
BORJA MONTERO: Como músico, la verdad es que no he disfrutado de grandes conciertos,
salvo alguna actuación al aire libre que, más por casualidad que por
atracción del público, han contado con varios cientos de personas, no
grandes multitudes. Aparte de eso, también como espectador, prefiero
conciertos más bien pequeños. Entiendo que no todos los artistas, sobre
todo internacionales, pueden permitirse, por agenda y caché, tocar en
salas de varios cientos de personas o recintos de pocos miles, pero creo
que la cercanía con el público, la intimidad, la conexión, que se
consiguen en un recinto en el que todo el mundo puede verte la cara (y
casi viceversa) no se logran en grandes estadios. Prefiero ver los
gestos en directo que estar dos horas mirando a una pantalla.
CANICHU: ¿Existe un número ideal de público?
BORJA MONTERO: Más que un número ideal, creo que hay una actitud ideal. Un concierto
puede ser igual de bueno para un músico con 10 personas que con 100,
siempre que éstas estén dispuestas a escuchar y muestren cierta
respuesta a las canciones. Una sala completamente repleta en la que la
gente no hace más que hablar o ni siquiera mira al escenario (me ha
pasado), es un éxito de público o de ventas para el bar, pero no para la
banda.
CANICHU: Chopin era un niño prodigio que cuando se fue
haciendo adulto se cansó de tocar obligadamente por donativos, por lo que fijó
su precio y se negó a tocar si no le pagaban con ese contrato del precio. Inició
así la concienciación del músico como trabajador desde el siglo XIX. Siendo
conscientes de las necesidades económica de los músicos, ¿crees que el panorama
actual nacido de la crisis de 2008, y con tantos bares cerrando o con problemas
económicos ellos mismos, los músicos, sin dejar de reivindicarse, tienen alguna
forma de lograr sus ingresos? ¿O bien que hay otras vías intermedias?
BORJA MONTERO: Hay varios factores a tener en cuenta en este sentido. Para empezar,
España es un país muy poco acostumbrado a pagar. En otros países, lo más
normal es que cualquier concierto tenga una entrada o que los músicos
tengan un jarro para propinas junto al escenario, mientras que aquí, el
pago de una entrada, aunque sea asociada a una consumición, es uno de
los motivos que echan atrás al espectador. Este hecho hace que, para el
bar que contrata, sea mucho más difícil poder cerrar las cuentas después
de la actuación, si es que ha pagado el caché de los músicos. Por otro
lado, hay una gran tradición en los negocios hosteleros de organizar
conciertos única y exclusivamente para sacar dinero, sin una
preocupación real de situarse como sala de calidad en el panorama. De
esta forma, al no tener una dirección concreta o unos mínimos de calidad
exigidos a los grupos, el público fluctúa, porque nunca sabe lo que se
va a encontrar, mientras que si se respetara una agenda estable, con un
nivel de calidad más o menos adecuado a las características de la
sala y una cierta concentración estilística, el público interesado
acudiría, porque sería un local de referencia. Un ejemplo de este tipo
de gestión es Tic-Tac, que siempre programa conciertos de un nivel
aceptable y dentro del estilo rock, aunque con un abanico amplio, y
tiene una base de gente que, si bien no acude a todos y cada uno de los
conciertos, sí acude de forma habitual a los mismos.
CANICHU: Amy Jo Doherty, hermana de Pete Doherty, dio un concierto
este año en el Flamingo Rock Bar al que acudió muy poca gente, aunque otro
concierto también en Alcalá de Henares, en el Temple Bar, dado por Tamara
Rojas, estaba saturado de público el mismo día, hora y ciudad. El 14 de julio de este año Amy Jo Doherty
declaró en ABC: “la cultura de la música en vivo está en peligro en Madrid”. Tú
que llevas muchos años tocando por la comunidad de Madrid y conoces bien su público
y su evolución, ¿qué opinas sobre esto?
BORJA MONTERO: Como en la pregunta anterior, tanto la gestión que se hace de
determinadas salas como la predisposición del público a no pagar no
hacen nada fácil que se pueda llegar a un equilibrio en el que los
esfuerzos de las tres partes interesadas (músicos, promotores y público)
se vean recompensados. La música en vivo nunca morirá porque se trata
de un oficio altamente vocacional, de modo que los músicos seguirán
tocando, ya sea en la calle, en bares o en cualquier tipo de escenario.
CANICHU: Haces muchas versiones, pero tienes algunas
canciones compuestas. ¿Alguna canción tuya de la que te sientas orgulloso o muy
ligado?
BORJA MONTERO: Actualmente, tengo muchas canciones sin terminar, que no sé si
cuadrarán bien en alguno de los grupos ya iniciados o tendré que
dejarlas para algún proyecto paralelo. Hay un canción de la que tengo
muy buenos recuerdos, “Mogambo”, ya que fue la primera composición que
hicimos en Boogie Man & Lamestones, y fue una obra de los cuatro
músicos. De esa época, también recuerdo con cariño “My baby just cares
for me”, que fue mi primera canción en serio, “Órdago a chica”, mi
primer blues descarnado, o “Boogie man”, una de nuestras canciones más
representativas, además de “Todos mis caminos llevan hacia ti”, que creo
que no llegó siquiera a estrenarse. Más recientemente, hay un puñado de
canciones de Three Monkey Heads que se escribieron, no tanto la música
como las letras, a lo largo de un periodo muy concreto y que creo que
tienen un punto especial de emotividad e inspiración. Algunas de ellas
son “Bad luck baby”, “I don´t feel like dancing” y “Alone together”.
CANICHU: ¿Prefieres la jam session o el
concierto definido?
BORJA MONTERO: Cada cosa tiene una utilidad. Si tú quieres enseñar tus temas propios
o incluso una colección de versiones que has preparado con cariño, lo
haces en un concierto definido, con el fin de que cada uno de los temas
tenga el tratamiento justo de lo que se quiere expresar, midiendo los
tiempos, las intensidades, los finales… A pesar de ello, en los
conciertos con la mayoría de mis grupos, y aunque haya unas ciertas
reglas para cada canción, siempre suele haber momentos para la
improvisación, sobre todo en mis tiempos con Lamestones y ahora con
Three Monkey Heads. Una jam session sirve para divertirse y conocer
nuevos músicos y nuevas formas de tocar. A veces se dan momentos
gloriosos en este tipo de asociaciones espontáneas de músicos, logrando
una conexión de gran calidad e, incluso, con más frescura que una banda
establecida, pero no es fácil llevar a cabo una composición determinada o
dotar a una canción del tono que se pretende, ya que depende del libre
albedrío de cada uno de los músicos implicados en el momento.
CANICHU: ¿Intimismo o mundo salvaje?
BORJA MONTERO: Supongo que hay un momento para cada cosa. Ni en casa me pongo a todo
volumen el “Born to be wild” ni en un bar pido que pinchen una balada
lastimera de Tom Waits. El músico, como persona que es, es muy dado a
los cambios de humor.
CANICHU: Aparte de tus conciertos con tus grupos, ahora tienes un proyecto
con la Sala EGO, explícanoslo, por favor.
BORJA MONTERO: Actualmente estamos preparando una banda para que cualquiera pueda
sentirse una estrella del rock’n roll. La idea es hacer una especie de
karaoke pero, en lugar de esas bases midi horribles y esos playbacks
desacompasados, el que quiera cantar una determinada canción va a tener
detrás de él a una banda de 4 ó 5 músicos para interpretarla con él y,
como es una actuación en directo, podrá pedir más intensidad a la banda o
alargar un estribillo si la gente se anima, cosa que el karaoke
convencional no permite. En el repertorio, habrá canciones de todo tipo,
primando el rock, aunque en sus diferentes variantes a lo largo de la
historia, tanto en español como en inglés.
CANICHU: Dile algo a tu público para despedirte.
BORJA MONTERO: Simplemente recomendar que escuchen toda la música que puedan que,
como pasa con los libros o con el cine, nunca está de más. No hay música
buena o mala, sino que te guste o te ayude para algo en la vida. Si no
has encontrado tu canción, sigue buscando.
CANICHU: Muchas gracias y que la cerveza te acompañe.
BORJA MONTERO:
Otras entrevistas a gente interesante en esta bitácora: Relacionada con el mundo del cómic y el Primer Congreso Internacional de Conferencias sobre Novelas Gráficas y Cómic, la que le hice a Esther Claudio en Noticia 1010ª; sobre el mundo editorial y la literatura, la que le hice a Carmen Herrera en Noticia 1052ª; sobre la pintura amateur, la que le hice a María Gómez en Noticia 1172ª.
P.D.: Todas las imágenes, como siempre, son ampliables al pulsar sobre ellas. Son cortesía de Borja Montero, al que le fueron donadas por sus autores vía red social.
P.D.: Todas las imágenes, como siempre, son ampliables al pulsar sobre ellas. Son cortesía de Borja Montero, al que le fueron donadas por sus autores vía red social.
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