Los tiempos están cambiando, no hay duda. Esta frase popular la relanzó a unos límites que la trascendían el popular cantautor norteamericano y poeta del rock, Bob Dylan, de origen judío y posterior ir y venir por varias religiones. Cuando él compuso una canción y un álbum con esta frase era 1963, y terminó siendo un emblema y un himno de toda una generación que vio un cambio revolucionario y radical de la sociedad, la cultura y los modos de hacer política que han hecho del mundo actual algo muy diferente al mundo previo a la primera década posterior a la Segunda Guerra Mundial. Entre los cambios profundos del mundo de entonces estuvo el del mundo católico.
Un nuevo y viejo Papa, Juan XXIII, había anunciado un nuevo Concilio Vaticano II en 1959. Pudo prepararlo con mucho cuidado y detenimiento y éste comenzó en 1962. El catolicismo vivido hasta entonces, el creado en la segunda mitad del siglo XIX, el Concilio Vaticano I, había estipulado que la preminencia del Obispo de Roma sobre el resto de obispos le transformaba de modo oficial en lo que era oficioso: en Papa. Además había asentado en firme el Misterio de la Santa Trinidad, la infalibilidad Papal (sus opiniones vienen directamente de Dios, por eso son infalibles), el culto a la Virgen María como algo central en el catolicismo, y una serie de condenas a las ideas socialistas de cualquier tendencia, a la democracia republicana, a la psicología, el darwinismo evolucionista, la sociología positivista, etcétera. Juan XXIII decidió que era hora de acabar con eso. Dos guerras mundiales, numerosas injusticias contra los trabajadores, varias dictaduras atroces y otros horrores, le habían convencido de que la Iglesia católica necesitaba un cambio que le abriera al resto de religiones, filosofías y pensamientos diferentes del mundo, necesitaban abrazarse sobre todo con las religiones derivadas del cristianismo, debían integrar la teología de la liberación y ser flexibles con las costumbres sociales nuevas que estaban naciendo de manera muy libre, como las relaciones sexuales extramatrimoniales, o la oportunidad de poder revisar las Sagradas Escrituras con perspectivas científicas desde la Historia, la Filología, la Arqueología, la Sociología, la Etnología, etcétera. Pero sobre todo buscaba una nueva sociedad católica más tolerante consigo misma y con el resto del mundo no católico. Juan XXIII condenó las dictaduras y retiró sus apoyos abiertos, por ejemplo, a la dictadura de Franco en España, cuyo gobierno se hizo por medio de una guerra que usó y gozó del apoyo de gran parte del catolicismo del momento. Pero Juan XXIII murió en 1963 y el Concilio Vaticano II lo continuó desde entonces y lo terminó Pablo VI en 1965. Fue él quien lo comenzó a dar en práctica. Tal era la aportación católica al cambio social mundial que Juan Pablo I, el llamado "Papa comunista", fue asesinado en 1978, apenas a unos meses de su elección. El nombramiento de Juan Pablo II como sucesor frenó casi en seco los avances logrados con Juan XXIII y Pablo VI, no del todo, pero sí en su mayor parte. Hay que reconocer que Juan Pablo II tuvo un gran carisma social, pero su combatividad con el comunismo del Este de Europa, con el cubano, o con el sandinismo nicaragüense (llegó a negarle el beso de obediencia a un obispo de Nicaragua que apoyó a los sandinistas), son hechos más que evidentes. Con él vino además una serie de condenas muy duras contra teólogos de la liberación, contra los que daban lecturas diferentes a las vaticanas sobre las Sagradas Escrituras, contra los que usaban protecciones sanitarias en las relaciones sexuales, e incluso llegó a crear un listado de libros condenados por la Iglesia... algo muy propio de otros siglos. Ahora bien, buena parte de estas acciones tenían de fondo a un personaje que era su mano derecha, el futuro Papa Benedicto XVI.
Benedicto XVI fue prefecto de la Congregación de la Doctrina y de la Fe. Esa congregación era la heredera del Oficio de la Santa Inquisición. Pablo VI quiso hacer desaparecer la Inquisición con la idea de crear otro organismo que fuera todo lo contrario a lo que esta había supuesto para la Historia. En 1965 dio ese paso. Nadie esperaba que la Congregación de la Doctrina y de la Fe tras Pablo VI recogería inesperadamente en sus filas a los ultraconservadores del catolicismo que nunca habían visto bien el final de la Inquisición. A partir de 1969 Ratzinger inició su cambio ideológico hacia un catolicismo intransigente y contrario en gran parte al Concilio Vaticano II. Con ese rumbo Juan Pablo II le nombró miembro de la citada congregación en 1981. Durante todo el Concilio Vaticano II Ratzinger no sólo había tenido
ideas progresistas católicas, sino que además había sido amigo de
teólogos de la liberación. Desde su nuevo cargo condenó la obra y persona de muchos de esos antiguos amigos y colegas de teología. Potenció las posturas ultraconservadoras frente a los problemas sociales, y en gran medida vino de él posturas muy duras y condenatorias contra la enfermedad del SIDA. En 1984 llegó a decir que los países comunistas eran una vergüenza para la Humanidad. En 1991, tras un derrame cerebral, intentó jubilarse, pero no obtuvo el permiso de Juan Pablo II. Siguió su labor. En 2000 declaró que la religión católica era la única que lleva a la salvación eterna, y excluyó la interacción con otras religiones. En 2005, tras asistir a una vejez muy deteriorada de Juan Pablo II y su muerte, fue nombrado Papa como Benedicto XVI.
Como Papa hizo algún gesto inicial hacia las otras religiones, pero nunca profundizaron tanto como lo intentó Pablo VI. Continuó sus campañas contra los condones en las relaciones sexuales, a pesar del aumento del SIDA en África. No condenó los numerosos abusos sexuales pederastas por parte de obispos y sacerdotes durante estos últimos años de su pontificado. Hizo declaraciones polémicas de nueva interpretación sobre los hechos del nacimiento de JesuCristo en la Tierra, el limbo, y otras cuestiones. Se deshizo de los últimos teólogos de la liberación que iban quedando. Realizó numerosas beatificaciones y santificaciones, a menudo discutibles. Y ahora, hoy, nos sorprende con el anuncio que ha hecho sobre que quiere abdicar el 28 de febrero.
El Vaticano es el último Estado europeo con una monarquía absoluta. En cuanto a gobernante temporal no hay ningún problema a su abdicación. En cuanto a cabeza de la Iglesia católica surgen muchas preguntas. Será el cuarto obispo de Roma en renunciar a su cargo de manera claramente reconocida por el resto de Papas. Quinto en teoría. Lo que podría ser discutible. En teoría el primero en hacerlo fue Clemente I (santo), cuyo pontificado se produjo entre el año 91 y el 101, según el Diccionario de los Papas y Concilios, de varios autores dirigidos por Javier Paredes y con visto bueno e introducción del obispo de Madrid, el cardenal Rouco Varela (en editorial Ariel). Pero lo cierto es que según esta versión oficial de su pontificado ese es un dato no comprobado ni comprobable hoy por hoy. Hubiera sido una abdicación a causa de un exilio que sufrió. El siguiente en hacerlo sería en 235, Ponciano (santo). Este vivió una persecución de los romanos que le llevaron como esclavo a trabajar a unas minas de sal. Durante este periodo sufrió un cisma en el que otro predicador del evangelio se proclamó obispo de Roma con otro nombre, razón por la cual él decidió abdicar para no provocar la división de los cristianos. Sin embargo el mismo diccionario indica que también existe la posibilidad igualmente documentada de que en realidad muriera bajo martirio. El tercero en hacerlo renunció dos veces. La primera vez fue en 1044, y la segunda vez en 1048. Fue Benedicto IX, curiosamente uno de los Papas que inspiraron a Ratzinger para transformarse en Benedicto XVI. Ambas abdicaciones tuvieron que ver esta vez con las guerras y conspiraciones de esos años entre el poder temporal del emperador alemán y el obispo de Roma. Épocas a la vez de corrupciones económicas y de nuevos cismas en ciernes. El cuarto en renunciar fue Celestino V (santo), en 1294, pocos meses después de ser nombrado. Fue el primero en hacerlo de una manera totalmente voluntaria y reflexionada, sin que de por medio hubiera ningún tipo de presión bélico o de persecución o cisma. Consideraba que la vida de los obispos de Roma se había vuelto muy relajada y demasiado preocupada por la política, la riqueza y la vida temporal. Propuso que desde entonces todo esto acabase y los obispos de Roma, y el resto, vivieran como en los primeros tiempos, sólo preocupados por lo espiritual y sin otras ataduras impropias de un portador del evangelio. Dejó la decisión en manos de doce cardenales, los cuales le rechazaron la propuesta. Abdicó y se retiró a la vida hermitaña. Y el caso más reciente hasta el presente caso se produjo en 1415, hace seiscientos años. Fue Gregorio XII. Lo hizo en parte presionado por numerosos intereses temporales y espirituales tanto de la Iglesia como de diversos reyes. En esas fechas se estaba produciendo el Cisma de Occidente, que vio ejercer a la vez a dos Papas durante varios años y diferentes personas, en algún momento hubo hasta tres Papas a la vez. Su abdicación respondía a un intento de acabar con ese cisma. Tras su abdicación se abrió un periodo de interregno hasta 1417 en el que la cristiandad no tuvo muy claro quién era su cabeza espiritual.
Benedicto XVI, que de infante combatió del lado alemán en la defensa de Berlín en 1945, abdica principalmente por su enfermedad y achaques propios de su avanzada edad (tiene 86 años). Vivió muy de cerca la enfermedad y la degeneración física y mental de Juan Pablo II hasta su muerte, así como su transformación en un espectáculo mediático, y en buena parte una burla de muchos humoristas. Es probable que Benedicto no quiera volver a repetir esto, más que por él por la imagen de la Iglesia católica, ya de por sí muy deteriorada en los ocho años de su pontificado. La Iglesia ha sufrido bajo los años que le han tocado ser Papa un gran desgaste social y de creyentes. Sería mentir si no se admitiese que en buena parte han sido muchas de sus decisiones y declaraciones las que han alejado a muchos seguidores. Por otra parte, desde el último año el Vaticano sufre una serie de escándalos que van desde el espionaje, a la pederastia, el suicidio y hasta la violación. Asuntos todos que le estaban creando un peso que le sobrepasaba por su edad avanzada. Y por último, una razón más que hoy ha dado su secretario, a pesar de que el Papado ha intentado modernizarse en cuanto a las técnicas, tecnologías y algunas ideas para poder ir acorde a la sociedad del siglo XXI, no lo ha logrado aún. Benedicto XVI, ha dicho, no se ve capaz de hacerlo, y eso es un grave perjuicio a la Iglesia, por lo que decide renunciar al Papado en plenitud de sus condiciones mentales. Teológicamente esto crea un grave problema, si desde 1869 el Papa es infalible porque Dios habla por él y le inspira, ¿habrá dos infalibilidades diferentes en cuanto elijan al nuevo Papa, y quizá hasta contradictorias, o por contra Dios abandonará en su infalibilidad a Benedicto XVI? Quizá esta es una cuestión teológica que la Iglesia debiera revisar, y en buena parte corregir o rectificar, tienen ahora un buen momento para hacerlo. Sobre todo teniendo en cuenta de que esta nació en un momento en el que el Papado del siglo XIX quería mantener una razón temporal. Su Estado había desaparecido por varias guerras al unificarse Italia, cosa que nunca sentó bien en esas décadas. De ahí la infalibilidad, que a menudo usaron para condenar precisamente a los que temporalmente más les habían perjudicado, entre ellos a Garibaldi. Lo que sí se sabe que ocurrirá es que tras el 28 de febrero va a ocurrir algo que nunca antes había ocurrido: un periodo de Papado vacante, hasta la próxima elección, y tal vez un Papa abdicado haciendo de camarlengo en lugar del camarlengo para la preparación de la nueva elección pontificia.
Desde luego esto es un sintoma de
que el siglo XXI y la crisis de valores desde 2001 y sobre todo desde 2008 es
algo real y quizá es cierto que la Edad Contemporánea va dejando de existir y estamos en la transición de otro tipo de era de la Historia. Eso mismo llevamos diciendo los
historiadores desde el fin de la Guerra Fría y el comienzo de las nuevas
tecnologías a comienzos de la década de 1990. Es un tema bastante serio en los
círculos de historiadores. No es una cuestión sólo por la crisis económica actual, si no de muchas cuestiones. Por grande que sea la crisis económica nacida en 2008, hay otros factores aún más grandes
que unidos nos hacen sospechar que la edad Contemporánea se está finiquitando, como digo. El final de la Guerra Fría en 1991, el triunfo y consolidación del capitalismo salvaje a lo largo de todos los años 1990, hasta el estallido de la crisis económica de 2008, y sorprendentemente su continuación aún más salvaje. La paulatina caída del Imperio del mundo (Estados Unidos) desde 2001 y el ascenso de China y su sistema productivo y social. La crisis económica que está cambiando valores sociales y económicos, provocando una grave crisis de la democracia y promoviendo un ambiente prerrevolucionario y a la vez otro predictatorial y a la vez otro prebélico. El aumento de poder de las grandes empresas y sus valores morales por encima del poder de la democracia y sus valores desde 1992. Los innumerables avances tecnológicos en las telecomunicaciones, en la física, la medicina, la genética, la robótica, la astronáutica, los medios de transporte (por tanto la mecánica) y otros campos científicos que tienen unos efectos en el conjunto de la población mundial que están cambiando percepciones del mundo y modos de entenderlo y de entendernos, precisamente también desde la década de 1990. Las revoluciones sociales y políticas del mundo árabe y occidental desde 2011, y su precedente de los años 1990, interrumpido en 2001, en el Movimiento Antiglobalización. El reconocimiento de derechos sociales antes no imaginados, como el de matrimonio homosexual. Y en fin un gran número de factores que nos hacen sospechar de ese mundo nuevo que se está conformando cada vez marcando más diferencias de ese periodo de los siglos XIX y XX. O tal vez se trate de la misma era, pero haya que subdividirla en dos partes, dependerá de cómo siga el siglo XXI. Es un debate vivo muy importante en la sociología y la Historia. Y la abdicación del Papa no es baladí.
Hay dos sectores ultraconservadores que parecen haberse dado cuenta de todo esto, acostumbrados a adaptarse a los nuevos tiempos en cuanto los detectan para sobrevivir. Por un lado desde los años 1990 las diversas monarquías comenzaron a aceptar matrimonios con personas que no son nobles, aunque sí con amplia aceptación y popularidad social, lo que ayuda a mejorar las relaciones con los gobernados de este siglo XXI más conscientes de los ideales de la igualdad y la democracia desde que existen los nuevos medios de comunicación instantánea, como Internet. Pero ahora la Iglesia católica podría estar consolidando ese cambio de época si hace de su gesto de hoy una actitud constante, cercana a las percepciones sociales en general tendente a la protección de los ancianos, que suele concebirse en modo de necesario descanso y bienestar lejano de las labores del trabajo. A pesar de que la labor del Papa no es un trabajo cualquiera, no es un trabajo, esto no es percibido por la sociedad mundial en su mayoría, y quizá esto es algo que necesita conquistar el Papado para dar una imagen social que pueda ser considerada humanizada. Es cierto que el mundo católico no crea que no sea ya de por sí algo humano la labor del Papa hasta el último de sus días, pero es posible que el Papado sienta la necesidad de que su concepción de humanización de su labor vaya acorde con la concepción de humanización del resto del mundo. Pero esto sólo es una especulación, y habrá que ver si es real, y eso sólo será posible con la evolución y final del resto de pontificados. No es el primer Papa que abdica, ya lo hemos visto, pero si fuera el primero en crear esta tendencia a modo de "jubilación", quedaría bastante claro que es un síntoma más de que estamos viviendo una época de transición, de cambio, de una época a otra, no sabemos exactamente cual, pero en la que sin duda son la masa social y el control de su simpatía lo que gana espacio.
Los tiempos están cambiando. No obstante, la abdicación del Papa no debe ser aceptada o ratificada por un parlamento, ni por unas Cortes, ni por la curia papal, según ha dicho el portavoz del Vaticano: basta con que la anote la Curia como hecho consumado, ya que el Papa sólo responde ante Dios, y está sólo en la mano de Dios permitir que llegue a abdicar o no. Bueno, los tiempos cambian, pero no se pasó de la Edad Moderna a la Contemporánea de modo instantáneo cuando Colón pisó América.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
4 comentarios:
Creo que los grandes cambios fueron en las décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, y que tienen que ver con el triunfo definitivo del capitalismo en todo el mundo. O lo que ahora llamamos globalización. Fue cuando de verdad hubo un gran cambio tecnológico, económico, político, social... Lo que vivimos hoy es lo que queda de aquellos cambios. La división del mundo en dos bloques fue solo un espejismo, que no hizo sino hacer posibles las condiciones para la definitiva expansión mundial de un sistema económico y social que ahora lo domina todo.
La nueva era será la postcapitalista, y puede que esté muy próxima, de hecho puede que ya haya empezado, pero a día de hoy no lo podemos ver, porque el capitalismo es más fuerte que nunca. Lo que no sé es si se podrá mantener. Tendrá mucho que ver con el problema de los límites de los recursos naturales. El capitalismo necesita el crecimiento continuo, y habrá un momento en que eso será imposible.
Y hablando de espejismos, creo que internet lo es. Hay quien cree que está cambiando el mundo, y tú lo has incluido en los factores que hacen pensar en un cambio de era, pero a mí no me parece más que un entretenimiento de masas. Como la televisión, o menos importante aún.
Pues yo discrepo contigo totalmente. Internet está cambiando el mundo y los cambios se producen con lentitud desde 1991. El mundo diferente del que hablas a partir de 1945 realmente era el mismo que el anterior a 1939, pero con otros factores. Los cambios sociales se dieron claramente desde los 1960, pero no precisamente por la política de la Guerra Fría. No hubo cambios profundos de todo el conjunto. Estos se dan sólo a partir de ese 1991, con lentitud, pero sin cambio económico el cambio noe ra completo, y eso parece que se está dando ahora cuando la economía se antepone a la política. Y desde luego socialmente Internet es algo más que un mero entretenimiento, cuandao hoy día casi todo implica el uso de teléfono móvil documentacion electronica, transmisión inmediata de datos y comunicaciones, etcétera. 2013 no tiene mucho que ver en eso, y en percepciones con 1989. Lo siento, pero discrepamos totalmente. La enormidad de la II Guerra Mundial no dio los cambios totales que sí ha dado la ciencia y el final de la Guerra Fría al final del siglo XX. PEro esto es algo que se ha de ver con más distancia aún en el tiempo, quizá hacia 2050 ó 2100. Un saludo.
Hablamos dentro de cincuenta años, a ver quién tenía razón.
Un saludo.
Es que este debate histórico, aunque nos apasiona a los historiadores, dadas las épocas, no se puede dilucidar hasta que no avance más el siglo.
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