"La próxima entrada del blog será la 1.000 y os ofrezco que elijáis vosotros que queréis:
1.- Una entrevista que me haríais vosotros con total libertad de preguntar lo que queráis (para eso dejad una pregunta aquí).
2.- Que cuelgue por capítulos mi segunda novela (Ciencia Ficción distópica).
3.- Que escriba el comienzo de un relato y vosotros os animéis a terminarlo, pondría todos los finales recibidos."
Y las respuestas recibidas me piden que sea la opción 3, por mayoría. Bueno, es algo que ya se había propuesto en la Noticia 188ª, y que tuvo buena acogida, habiendo varios finales alternativos a aquel comienzo de relato en la Noticia 189ª, y también en la Noticia 192ª, cuyo final alterantivo fue el elegido en aquel 2006 para ser publicado en La Botella Vacía. Hoy voy a colgar, a raiz de esa decisión común, el comienzo de un relato propio sin acabar, y vosotros, lectores, le pondréis ese final. Mandadme vuestros finales alternativos a mi correo público de este blog: ordenadorverde@hotmail.com, y prometo publicarlos por aquí. Y como ya sé cómo funcionan estas cosas, las tardanzas y los goteos inacabables aunque llenos de estupenda y buena voluntad, pongo como fecha tope de entrega hasta el día 30 de Octubre (próximo domingo). Sin más, muchas gracias a todos por estar ahí, y espero que disfrutéis y estéis inspirados en este relato... que me voy a poner a imaginar ya...
EL BOTE METÁLICO
El calor de una mañana de agosto hacía que se le pegase la sábana que cubría el colchón de su cama. Se le pegaba irremediablemente a la piel humedecida por el sudor que no terminaba de definirse del todo y que simplemente hacía acto de presencia allí, en su cuerpo, como si quisiera hacer de él un adhesivo de telas incómodas simplemente. Terminó incorporándose sin saber muy bien qué quería hacer. Simplemente estaba allí. La habitación le arropaba con una penumbra que le gritaba que el sol ya estaba entrando por el hueco de la persiana que dejó abierto para que entrara aire por la noche. El día anterior había estado trabajando con el taxi como cada día. Hoy debía levantarse para volverlo a hacer.
El servicio estaba roto. No se planteaba desayunar. Tampoco había cenado. Apenas tenía en el cuerpo alguna cosa que picoteó el día anterior para comer. Se lo recordaba un estómago que había comenzado a hacer algún sonido en protesta cuando se había levantado para ir al servicio roto a orinar. Se vistió con la ropa que menos trabajo le producía ponérsela y no se fue a la calle en busca de su coche sin asear, apenas peinado. Pensaba que ya se había bañado antes de acostarse y eso era suficiente.
Sentarse en el salón le producía intranquilidad. Se fue a la nevera en busca de algo de leche. La cocina estaba tan sucia como el resto de días de las dos últimas semanas. A veces le sorprendía porqué nunca encontraba una cucaracha. Abrió la nevera y la luz automática le iluminó ante sus ojos un bote metálico con la etiqueta quitada que no recordaba haber dejado él allí. Lo cogió para mirarlo, para intuir qué tendría en su interior. Cuando lo volvió a dejar en la fría y gélida balda de la que lo cogió, estaba realmente inquieto. No recordaba haber comprado ese bote. No recordaba haberle quitado la etiqueta. Sobre todo, no recordaba haberlo metido en la nevera. Se olvidó de la leche. Se fue contrariado al salón y volvió a sentarse en su sofá, que tenía uno de sus brazos modestamente dañado en su forro, mostrando por entre una brecha su espumillón, como si de una herida delatora de la dejadez se tratara. Aquel bote metálico era imposible que estuviera en la nevera. Volvió a levantarse a abrir la nevera. Seguía allí, sin etiqueta. Cerró la nevera. Dio una vuelta en círculo a la cocina tratando de comprender, de darle una lógica. Volvió al salón y se asomó por la ventana. Un hombre estaba comprando un periódico en el kiosco del otro lado de la calle.
-¿Ha sido usted? – le gritó, pero el hombre ni siquiera se dio por aludido ante una pregunta que no tenía apariencia de ser dirigida a él en principio.
Volvió a la cocina. Tenía que hacer algo con aquel bote, tomar una decisión. Abrió de nuevo la nevera. Cogió el bote más para manosearlo, buscarle en el tacto un conato de irrealidad que le devolviera a la realidad. Pero el bote era real. Sin etiqueta. Con su misterio. Y lo colocó en la fría gélida balda de abajo, junto al tarro donde había metido los dedos cortados de los últimos niños. Cerró la nevera y volvió al salón.
4 comentarios:
Felicidades por la entrada 1000
Gracias a ti y al resto de lectores, eres además uno de los más veteranos lectores de este espacio además. A ver si algún regresas por España y nos tomamos esa cerveza retrasada sin día. Un saludaco y que la cerveza te acompañe.
Muchas felicidades, pocos blogger perduran tanto y con gente que le lea. Un abrazo.
Gracias, argonauta. Un abrazo a ti también.
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