Los servicios de contraespionaje van afinando su puntería con mi persona. ¿Alguien se acuerda de cuando el año pasado me atropeyaron mientras andaba por la acera? En aquella ocasión la razón era mía, aunque no denuncié al conductor, el cual era un chico muy joven y podría haberle arruinado la vida de por vida dada su actuación. De todo aquello ya informé al Alto Mando en su día. Años antes (dos o tres o cuatro) ya había sido atropellado antes en un paso de cebra por un motorista repartidor de pizzas de la famosa Telepizza. Bueno en aquella ocasión fue algo ridículo, porque yo cruzaba la calle por el sitio debido mientras, eso sí, hablaba por teléfono con un amigo, cuando de repente apareció este motorista pizzero a una velocidad no muy grande y estrelló su manillar derecho contra mi culo... Cosa dolorosa, pero no transcendente. Pues no hay dos sin tres. Aunque esta vez se quedó en un casi, afortunadamente. Esta vez la razón era totalmente del conductor del coche, acompañado por cuatro viajeros. Todos ellos, eso sí, eran cinco chicos muy jóvenes con aspecto de matones de discoteca de música máquina que no podían con ello. Conducían, también es cierto, a una velocidad propia de carretera y no de ciudad para poder pasar el semáforo antes de que se abriera al paso de peatones.
Yo estaba en Madrid capital ayer al anochecer con el investigador de Historia Julián Vadillo, viejo amigo, dos amigas suyas y un viejo compañero de universidad llamado Iván (no recuerdo bien si estuvo en la ASU con nosotros en aquella ápoca). Habíamos ido al Circulo de Bellas Artes para ver una conferencia que daba el viejo poeta represaliado por el franquismo Marcos Ana. Regresábamos de allí precisamente y nos dirigíamos a la estación de tren de Atocha cuando en una de las amplias avenidas de la capital nos detuvimos en un paso de cebra con semáforos. Hablábamos de las competiciones de preguntas de Trivial que todos los lunes se celebran en el bar irlandés Whelan's de Alcalá de Henares, en el que suelo participar con un equipo de viejos amigos y al que ese lunes, obviamente, no había podido asistir. En eso estábamos cuando vi al fondo que el semáforo daba paso ya a los peatones. Nadie se movía y me pareció raro pero ya que el paso era nuestro me decidí a cruzar. Iba por la mitad del primer tramo cuando un coche, el citado de los jovenes nacionalbakalaeros, me pasó a cinco centímetros, literalmente, y gracias a que lo esquivé como si fuera un toro (no sé si lo que hice fue una manoletina o un salto de sentido arácnido propio de cómic de la Marvel). Dieron un frenazo en seco y comenzaron a insultarme... Y es que la cosa es que no me había fijado que en la parte media de la avenida existía otro semáforo que seguía abierto a los automóviles... aunque, eso sí, sólo medio minuto más que el que de por sí se abríó antes al otro lado de la calle. De haber sido atropellado esta vez no me cabe duda de que no se saldaría con un dolor de culo o un par de semanas cuidando de mi pierna, si no con mi propia muerte, dada la velocidad de este coche. Una de las amigas de Vadillo que era del propio Madrid capital me diría después, tras reconocer todos mis acompañantes que había vuelto a nacer, que no era el primero al que le pasaba lo de cruzar confiado en el semáforo del fondo sin darse cuenta del intermedio, así como que normalmente les ocurría a los que no eran de la propia capital. La culpa era mía, por despiste y por negligencia, aunque no creo que un vehículo deba circular por una ciudad como si fuera una carretera, por muy avenida de capital que sea.
De regreso a mi ciudad, Alcalá de Henares, hablaba con Vadillo sobre escritores y España cuando se me pasó fugazmente la figura de Gaudí, el arquitecto, al cual no mencioné, pero cuyo fin a comienzos del siglo XX fue ser atropellado en Barcelona por uno de los primeros automóviles, ya que era una persona normalmente ensimismada en sus pensamientos, quizá de la construcción del templo de la Sagrada Familia. He de reconocer que yo también soy despistado en muy diversas ocasiones, a veces algo torpe.
En fin, que sigo vivo.
7 comentarios:
Amigo espía, eso es lo que tiene ir por Madrid ensimismado. Es una ciudad que serviría para dar cursillos a los marines. Por eso yo últimamente salgo poco del barrio (es mentira: por las mañanas me pateo todo, por motivos laborales) ya que, en el barrio, aún se puede ir por en medio de la calle tranquilamente. Sorprendente, pero cierto.
Macho, pues a mi me diste un susto considerable. Y luego cuando aquel payaso te empezóa insultar. De verdad que me salió mi vena garrula y se baja del coche no se que hubiese pasado. Afortunadamente no pasó nada
Ha sido un buen susto. Por suerte estás bien y ya pasó. Caminar ensimismado suele ser muy grato, pero trata de hacerlo a la orilla del mar, en un parque, o en sitios seguros. Cuando cruces una calle ponle atención, porque los conductores de coches se creen dueños del mundo.
Brindo porque estás bien.
Ese "casi" nos hace más presente la fragilidad de la existencia, pasados unos días volvemos a nuestra cotidianidad que nos adormece esa sensación de seguir aquí por azar y que es cuestión de segundos dejar de estarlo, pero o es así o vivir sería demasiado tormentoso.
Antecedentes: He sufrido un atropello, un accidente de moto y hace pocos meses un casi atropello en un paso de cebra cruzando en verde.
Creo que a Gaudí lo arroyó un tranvia, que tiene más delito;
salud spider-can!!!
Pues ya es mala suerte, venir a toparte con un coche de garrulos. Y ellos que no se caracterizan por pensar, precisamente...
Y yo que pensaba que esa escoria sólo inundaba las calles de mi ciudad... vaya plaga.
Salud!
PCBCARP: Eso de los marines en Madrid me recuerda la manifestación contra la guerra que hubo el 12 de Marzo de 2004, al pasar junto a la embajada de Estados Unidos mis amigos y yo pasamos a muy pocos centímetros de lo que creo pudiera ser uno y casi ni nos dimos cuenta hasta estar hombro con hombro. Estaba equipado de camuflaje entre la cegetación de un jardín, y no es broma. Un abrazo historiador.
MAURICIO: hombre, lo de los insultos por su poarte yo creo que son justificados, aunque desproporcionados, fueron causa de sus nervios de lo que podría haber ocurrido,aunque ni yo debí despistarme ni él ir tan rápido. En todo caso, aunque fuese comprensible su enfado, sí que es cierto qeu fueron desproporcionados al mentar características físicas mías que no aprecían gustarle, como mis gafas. Hombre, vale que se enfade porque mi despiste casi le haga matarme, pero de ahí a insultar mi físico, que el chaval no me iba a besar, ni yo me hubiese dejado, no me van los nacionalbakalaeros. Salud (mira, igualito que lo que he conservado: salud).
LILIANA: No andaba ensimismado, yo estaba atento, sólo que al semáforo equivocado. Me parece que el número de accidentes de tráfico en Madrid capital con peatones es uno de los más altos de España, y quizá ese es un dato a tener en cuenta por conductores, peatones y los responsables de la señalización y su respeto. Unsaludo.
3'14: otra veterana atropellada, saludos. Pues sí, la vida es sumamente volatil. Eso es una verdad indiscutible. Un besín y que vaya bien la recuperación de esa muñeca dañada, que lo leí en tu blog.
TORTLON: pues sí, un tranvía, lleva usted razón... y me parece que volvieron a poner tranvía hace poco en la calle donde fue atropellado... gracietas del destino.
Una cerveza fría y una tela de araña para servírsela.
DEKU: hombre, pues sí, de tener que morir atropellado por alguien no hubiera estado mal que fuera gente con más estilo... o más gusto musical, pero vamos, tampoco podía escoger. Un rocjkero saludo.
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