lunes, junio 19, 2017

NOTICIA 1713ª DESDE EL BAR: VILLAFELIZ O EL PARAÍSO PERDIDO, UN PRELUDIO DE DISTOPÍA EN 1910 (1 de 3)

La siguiente investigación que realicé para el XV Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, y que se puede leer en su libro de actas publicado en noviembre de 2016, la hice en torno a la figura de una persona muy conservadora del Alcalá de Henares de comienzos del siglo XX: Francisco García Cuevas. Este hombre era un ultracatólico que era propietario, director y redactor del periódico local El amigo del pueblo, del que se pueden encontrar ejemplares en el Archivo y Hemeroteca Municipal de Alcalá de Henares. A la vez era propietario de la papelería y tienda de prensa y libros La Bola de Oro, ubicada en la Plaza de Cervantes y que, como se verá, daba nombre a la propia "editorial", o servicio editorial, desde el que García Cuevas publicó diversas cosas. Además es uno de los primeros nombres que aparecen en activo en la Mutual Obrera Complutense, hoy Mutual Complutense, fundada por el catolicismo social de principios del siglo XX con la idea de alejar a los obreros alcalaínos de los movimientos socialistas y republicanos donde estaban arraigando. Si bien es cierto que en su día presenté a este hombre en la conferencia correspondiente como fundador de tal Mutual, quería indicar no tanto que fuera un fundador de los que mueven la burocracia y el dinero inicial para hacer la fundación, ni que fuera un miembro del primer minuto, si no que fue un miembro muy activo casi desde el principio. Es cierto que la palabra "fundador", atendida en su literalidad, puede hacer que se me tire de las orejas por no serlo, pero no me refería a lo literal de la palabra, sino al hecho de que sin primeras personas inscritas en esta asociación, por mucho papel que se rellenara y mucho local que se aportara, o normas, no hubiera habido asociación o viabilidad de su supervivencia. Así pues me refería a que era uno de los primeros mutualistas, y muy activo, y en ese sentido es uno de los fundadores, o pioneros, si se prefiere esa palabra a las posibles connotaciones literales de "fundador" que no sería. Esta nota la anoto a causa de que Pilar Lledó, que dirige el Instituto de Estudios Complutenses, y Vicente Sánchez Moltó, cronista oficial de la ciudad, me tiraron amistosamente de las orejas por usar esas palabras. A veces hay que entender el contexto en el que se usan las palabras, más que la literalidad de las palabras. Como buenos historiadores, al menos como historiadores de carrera y método científico, no como aficionados, sabemos todos los que ejercemos como tales que no importa tanto que por ejemplo se discuta si un personaje dijo un metro más acá o un metro más allá de un muro o una puerta unas palabras transcendentales, pues lo que importa es explicar y comprender el porqué de las palabras, el porqué del personaje, el porqué del lugar, etcétera. Por ello creo que es pertinente e importante la corrección que se me hizo para que nadie se llevara a error, pero a la vez creo que a buenos entendedores, pocas palabras bastan.

García Cuevas escribió en 1910 lo que pudiera ser un preludio de novela distópica, aunque ya habían existido preludios en relato. Hay que recordar que el género fue propiamente ya fijado por Zamiatin en 1920-1922, por ello es un antecedente importante del que casi no se tiene noticia en España, y aún poca fortuna menos se tiene en Alcalá de Henares. El libro no es estilísticamente muy bueno, ni narrativamente. Sin embargo es un precedente digno de estudio que no llega a ser distopía, pues aún no se imbuye del todo en los recursos propios que marcan el género, y coge mucho de la crítica satírica política de la España del XIX que recién había terminado en fechas. Yo pude leer el libro en un ejemplar original que me prestó mi amigo el doctor en Historia Julián Vadillo, quien lo había encontrado a buen precio en un puesto de libros antiguos en la Cuesta de Moyano de Madrid. A veces se venden cosas que los vendedores no saben muy bien lo que están vendiendo. Os dejo con la primera entrega de tres de aquella investigación. 



VILLAFELIZ O EL PARAÍSO PERDIDO, UN PRELUDIO DE DISTOPÍA EN 1910 (parte 1 de 3)
Daniel López-Serrano Páez
Licenciado en Historia
17 de febrero de 2016


Resumen: La distopía es un género literario que muestra la deformación de un mundo utópico, en otras palabras: una sociedad ideal, en un mundo no ideal para vivir. El autor ruso Zamiatin estableció sus formas en 1920, antes de esa fecha existieron algunos preludios en novelas y relatos utópicos y de ciencia ficción que anticipaban dudas sobre la planificación de los mundos ideales. Uno de esos preludios se dio en España en Alcalá de Henares de manos de un católico monárquico llamado Francisco García Cuevas, en 1910.
Palabras clave: Alcalá de Henares, distopía, Francisco García Cuevas, literatura, siglo XX, socialismo, catolicismo, monárquico

Abstract: Dystopia is a literary genre that shows the deformation of an utopian world, in other words: an ideal society in the not ideal for living world. Russian author Zamiatin established its forms in 1920, before then there were some preludes and utopian novels and science fiction anticipating questions about planning ideal worlds stories. One such preludes was in Spain in Alcalá de Henares, written by a royalist catholic named Francisco Garcia Cuevas, in 1910.
Key words: Alcalá de Henares, dystopia, Francisco García Cuevas, literature, twentieth century, Socialism, Catholicism, Monarchy

1910: UNA NOVELA ALCALAÍNA

La ciencia ficción española comienza a aflorar en nuestra literatura en torno a la década de 1880, situando a España una vez más en una posición de retraso en los avances culturales respecto al resto de Europa. Sin embargo nuestra literatura contaba con una amplia travesía de textos sociales y de ensayos sobre la situación y las posibles formas de mejorar la vida de las personas. Cuando en 1898 ocurrió la guerra con Estados Unidos, perdiendo los territorios de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, este tipo de lecturas se multiplicaron dentro de la corriente de regeneración social y política. Ya no sólo sería los socialistas y republicanos los únicos en pensar y escribir sobre su ideal social. Los conservadores comenzarán a escribir textos similares y a criticar las soluciones liberales, republicanas y socialistas. En este contexto apareció de manera modesta y poco difundida una novela en Alcalá de Henares que preludiaba lo que a partir de 1920 se conocerá como novela distópica, nacida de manos rusas. No quiere esto decir que no hubiera otros preludios en otros lugares, H. G. Wells en Reino Unido ya había anticipado también algunos, y en cierto modo Julio Verne en Francia con El dueño del mundo (1904).  


En 1910 la imprenta de El Amigo del Pueblo, situado en el número 8 de la Calle Mayor de Alcalá de Henares, publicaba en papel barbado, cubierta de cartoné y encolado, una novela llamada Villafeliz o el paraíso perdido. El libro se anunciaba en su primera página como novela histórica. Contaba con 316 páginas, de unas dimensiones 20 x 13 cm., que presentaban la narración en cincuenta y siete capítulos y un epílogo, por lo general de una extensión breve entre las cuatro y las seis hojas por capítulo. En la cubierta de portada se podía ver una escena popular con personajes en vestidos rurales arquetípicos de un pregonero, un niño, un cura, un maestro, una mujer, y otros tantos que eran los protagonistas de la historia [1]. En la contraportada se indicaba que se encontraba en venta en Alcalá de Henares en el comercio La Bola de Oro, situado en el número 37 de la Plaza de Cervantes y en la casa del autor, situada en la calle Cisneros, número 5. En Madrid también se vendía, en la Librería Don Enrique Hernández, de la calle de la Paz, número 6. El coste era de dos pesetas, y se le sumaban veinticinco céntimos si se hacía el pedido por correo certificado, para costear el sello postal. A la vez se anunciaba del mismo autor La verdad cristiana, cartas de un librepensador, de 350 páginas a dos pesetas y media. Cuya portada sería una cruz atravesando una nube [2]. Si atendemos a la fechación del epilogo el autor lo comenzó a escribir en 1909. La publicación sólo fue editada una vez.

Ese autor era Francisco García Cuevas, un prolífico autor periodístico en Alcalá de Henares de carácter antiliberal y propagandista del catolicismo desde posturas ultracatólicas, mezclando su religiosidad con posturas políticas y sociales profundamente conservadoras. Si bien La verdad cristiana, cartas de un librepensador deja bastante claro en el título y su portada, ya no sólo en su texto, ese perfil ideológico, la novela Villafeliz o el paraíso perdido, la cual era una novela de ficción y no histórica como se indicaba en aquella primera página, es una novela que marca también unas muy claras ideas contrarias al liberalismo político de principios del siglo XX español, el cual se identificaba con la izquierda política, pero especialmente carga contra el socialismo español. Entre los ejemplares que editó se puede encontrar aún en cierta librería de viejo uno de ellos que García Cuevas llegó a dedicar al señor director de El Pueblo Católico, una publicación cuya cabecera dejaba claro el carácter del tipo de público lector interesado en esta obra y al cual iba destinada [3]. Es muy evidente en el título de la obra la referencia a El paraíso perdido de John Milton publicado en 1667, en donde el Diablo desea vengarse de Dios utilizando a Adán y Eva llenándoles la cabeza de ideas que les hace perder el Paraíso, el cual recuperan al final de la obra con arrepentimiento y devoción.


QUÉ ES LA DISTOPÍA, SU ORIGEN. APROXIMACIONES EN ESPAÑA

"Distopía: Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- 'dis-2' y utopia 'utopía'.
 1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana." [4]

Así acogió la lengua española este término contrario al de utopía en 2013. El término, complementario con el no reconocido de antiutopía, era ya muy usado en los medios anglosajones muchos años antes, décadas antes, teniendo incluso ensayos y hasta enciclopedias al respecto. Se atribuye a John Stuart Mill su primer uso en 1868 como antónimo de la utopía de Thomas More de 1516 [5]. Yo mismo en 2005 traté de acercar el término distopía al lector describiéndolo en un ensayo como la degeneración de la sociedad utópica al querer alcanzar la sociedad perfecta a través de un control social que transformaba la futura sociedad feliz y perfecta en algo asfixiante y peligroso para el individuo. En uno de los párrafos de aquel ensayo describí: “La distopía, como relato equivalente a los relatos utópicos, nace en el siglo XX. Ya existían factores críticos con las utopías, como hemos visto, pero aún no existía una estructura relatada de la distopía. Al igual que la utopía puede rastrearse en cierto modo en relatos y conceptos religiosos o míticos, la distopía puede rastrearse en esas críticas e, incluso, en relatos catastrofistas. En la propia religión, sin ser distopía, el Infierno puede ser la distopía del Cielo, en casi todas las religiones hay equivalentes de estos términos. No obstante, el propio Diablo es, en diversas religiones, un ángel caído por intentar hacer cumplir los deseos de Dios de modo impropio” [6]. La distopía, aunque pueda ser rastreados algunas de sus características siglos atrás, propiamente dicha como género literario con todos sus factores ya establecidos nace en el comienzo del siglo XX de manos de Yevgueni Zamiatin. Escribió una novela sin título entre 1920 y 1921 que fue publicada años después por entregas en Checoslovaquia al estar prohibida, y también por los miedos de Zamiatin, en la Unión Soviética, de donde él era. La novela fue titulada We (Nosotros). Pronto transcendió a Reino Unido y a Francia. Le causó serios problemas al autor que intentó su exilio en diversas ocasiones hasta que lo logró al fin muchos años después con la intermediación del escritor Máximo Gorki con Stalin. Básicamente en esa novela, junto a algunos relatos breves, Zamiatin había hablado de una sociedad comunal donde el Estado vigilaba hasta el más mínimo detalle la vida de sus ciudadanos y los desindividualizaba llegando al punto de controlar sus actividades diarias, desproveerles de nombres a favor de numeraciones y eliminarles todo gusto por lo que llamamos conocimientos humanísticos y sensaciones como el amor. Todo estaba tecnificado y planificado desde el Estado. Zamiatin, que era un antizarista y un convencido de la sociedad soviética y la revolución, comenzó una deriva crítica con la sociedad utópica prometida a costa de darse cuenta de que existía un control y una represión por parte del Estado que no daba pie a aquella sociedad utópica. Es así como nace el género distópico con todos sus ingredientes ya propiamente asentados. Toda violencia de cualquier tipo contra el individuo para lograr un objetivo positivo, transformaba este en negativo [7].

El siguiente autor distópico en novela, pues hay que recordar la obra de teatro R.U.R., de Karen Çapek en 1920, es el célebre autor británico Aldous Huxley, con Un mundo feliz, de 1932. El cual, al igual que George Orwell, con Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), reconoció que Zamiatin y su obra había sido vital en sus respectivas obras famosas. Huxley tiene influencias de las experiencias genéticas de sus abuelos y padres y de autores literarios utópicos y de la ciencia ficción que en algunos pasajes de sus obras dejaban desprender algunos aspectos de las utopías que mal tratados al aplicarse podían ser elementos peligrosos para la felicidad real o total del individuo [8]. De hecho uno de los más célebres autores utópicos y de ciencia ficción británicos de finales del siglo XIX y principios del XX que el propio Zamiatin conoció en los primeros años de la Primera Guerra Mundial, en Londres, es H. G. Wells. La amistad de ambos, plasmada sobre todo en sus relaciones literarias, se truncó cuando Zamiatin se hizo seguidor del bolchevismo, pero previamente se habían leído entre sí. En aquellas épocas Wells ya había iniciado diversos relatos y novelas que giraban su optimismo vital en la confianza en los avances humanos, hacia un pesimismo por la Humanidad y el uso de sus conocimientos que, sin ser aún distopías, incluyen en sus utopías de esos años algunos rasgos que prefiguran la distopía que terminó de dar forma clásica Zamiatin. Léase por ejemplo significativo de Wells La guerra de los mundos. [9]

La ciencia ficción será un elemento clave para poder generar la distopía, ya que esta es un producto de mezclas básicamente con las utopias, la ciencia ficción, la filosofía y la sociología. En España la ciencia ficción llega tardíamente respecto al resto de literaturas occidentales, que a través de autores como Julio Verne, el más conocido, ya la disfrutaban. Nuestro primer novelista de ciencia ficción es Enrique Lucio Eugenio Gaspar y Riambau, conocido como Enrique Gaspar, diplomático y dramaturgo de zarzuelas. En 1887 escribió El Anacrónepete, una novela sobre una máquina capaz de viajar en el tiempo, escrita ocho años antes de La máquina del tiempo (1895) de H. G. Wells [10]. Sin embargo, previo a este autor español existe otro autor de ciencia ficción, sólo que este en el género de los relatos, se trata de Nilo María Fabra, padre del poeta Nilo Fabra. El padre escribiría diversos relatos y cuentos de ciencia ficción en periódicos y revistas españolas que recopiló en sus libros Por los espacios imaginarios (1885), Cuentos ilustrados (1895) y Presente y futuro (1897) [11].

El catalán Nilo María Fabra (1843-1903) fue un corresponsal periodístico que terminó fundando su propia revista y agencia de noticias. Fue un pionero como corresponsal de guerra e la prensa española. Informó de los diferentes conflictos bélicos que supuso la unidad de Alemania en la década de 1860. Era un apasionado de las nuevas tecnologías, por lo que hizo un uso intenso del telégrafo y del teléfono como instrumentos de transmisión inmediata de los acontecimientos a largas distancias. Del mismo modo usó de lo que por entonces era el novedoso código Morse aplicado a señales luminosas por parte de los ejércitos, que él adaptó para comunicarse periodísticamente a largas distancias. Era un hombre monárquico y conservador. En sus obras hay una gran influencia de Julio Verne y de H. G. Wells. Recibió por ello los apodos de “el pequeño Julio Verne” y “el H. G. Wells de provincias”, de forma despectiva por sus adversarios políticos y otros literatos [12]. En sus relatos tocó la ciencia ficción no sólo desde las ciencias exactas, también desde las humanísticas. De este modo creó ucronías, anticipó en su imaginación una guerra entre España y Estados Unidos por Cuba con tal lujo de detalles del detonante bélico que se sospecha que quizá alguna autoridad norteamericana pudo leerla un año antes de que ocurriera de verdad en 1898, imaginó trenes ultrarrápidos al estilo de los actuales trenes de alta velocidad y también que podían vigiar por debajo del mar, como el eurotúnel que une Reino Unido con Francia, pensó en un sistema de noticias inmediatas en una pantalla que rápidamente las renovaba por las más actuales, como si hubiera adivinado Internet, etcétera [13]. De entre todos sus relatos de ciencia ficción cabe destacar para este ensayo “El dragón de Montesa o los rectos caminos de la posteridad”. Se burla de la ciencia arqueológica pero más allá de ello se trata de un relato futurista con tonos catastrofistas tras una nueva era glacial por causa de un meteorito que roza La Tierra. Sin tener los elementos exactos de una distopía, allí aparecen algunos de sus rasgos al imaginar un futuro no ideal. Igual ocurre en “Teitán el soberbio” y la capacidad humana de usar la telekinesia con fines destructivos, lo que recuerda a algunos relatos de Phillip K. Dick en el siglo XX. Otro relato que sin ser distópico se aproxima a ello, pues no imagina un sistema social, es “El fin de Barcelona”, relato en el que la ciudad se deja llevar por el pánico ante la posibilidad de ser arrasada por el mar.

Hay otro aspecto que nos interesa de Nilo María Fabra, su conservadurismo y su ser monárquico tan férreos que escribe relatos de ciencia ficción totalmente contra las ideas socialistas y liberales. Tenemos en este sentido “La locura del anarquismo”, en el que desde una burla a la frenología trata el ideal social anarquista precisamente como si fueran ocurrencias de loco. “El futuro ayuntamiento de Madrid” trata a los liberales republicanos como gente sin cultura y aprovechada, cuyo conjunto de actos y de ideas son cosas sin sentido y ocurrencias del momento, sin recapacitación de las consecuencias. La corrupción, los acuerdos y cambios de nombres de calles hacen de este relato uno a tener en cuenta para lo que es este ensayo, ya que Francisco García Cuevas seguirá muchas de las pautas que aquí ya se leían en 1897. Pero no menos importante para el asunto que nos toca es recordar el relato “El triunfo de la igualdad”, de 1885. Un nuevo gobierno afronta la vida comunal y el reparto de todos los bienes para la igualdad de todas las personas, siguiendo la máxima socialista de que el hombre no debe explotar al hombre, siendo la riqueza material la causa. Usando de las matemáticas y de la economía, con  un sentido del humor conservador, sin atender a lo que realmente proclamaban las ideas socialistas sobre la abolición de la propiedad y el dinero, se crea un ambiente de injusticia, de pobreza, de hambre y de envidias que también aparecerá en la obra de Francisco García Cuevas, cuyo libro Villafeliz o el paraíso perdido publicado en 1910 fue escrito entre veinte y diez años después de los relatos de Nilo María Fabra. Queda la duda de si el autor alcalaíno leyó en algún periódico conservador alguno de estos relatos, o si bien contaba con alguno de sus libros recopilatorios.


NOTAS


[1]  Se ve una fotografía de esta portada en Todo Colección, consultada el 15 de febrero de 2016 en http://cloud2.todocoleccion.net/libros-antiguos-novela-historica/tc/2015/09/28/13/51519909.jpg
[2] Se ve una fotografía de esta portada en Todo Colección, consultada el 15 de febrero de 2016 en http://cloud2.todocoleccion.net/libros-antiguos-religion/tc/2009/03/11/12376438.jpg
[3] Se puede ver una fotografía de dicha dedicatoria en Iberlibro, consultada el 15 de febrero de 2016 en http://www.iberlibro.com/servlet/FrameBase?content=/es/imagegallery/imagegallery.shtml?images=http://pictures.abebooks.com/MIMO301169/29560590
[4] VV.AA., Diccionario de la Real Academia Española, consultado en su página web el 15 de febrero de 2016 en http://dle.rae.es/?id=DyzvRef
[5]  Jordi COSTA, “El tiempo de la distopía”, en diario El País, suplemento Babelia, de 4 de octubre de 2014, pp. 12-13.
[6]  Daniel LÓPEZ-SERRANO PÁEZ, “El informe Zamiatin”, en Noticias de un espía en el bar, partes 1 y 2, de 30 de diciembre de 2005, publicadas en: 
 http://espiadelbar.blogspot.com.es/2005/12/noticias-2-y-3-1-desde-el-bar-el.html
[7]  Se puede leer en la referencia de la nota 6, y también en las introducciones de la novela de Zamiatin publicadas en: Sergio HERNÁNDEZ-RANERA, “Prólogo”, en Yevgueni Zamiatin, Nosotros, ed. Akal, Madrid, 2008, pp. 5-29; y en: Fernando Ángel MORENO, “Introducción”, en Yevgueni Zamiatin, Nosotros, ed. Cátedra, Madrid, 2011, pp. 10-97. 
[8]  Ignacio DE LLORENS, “Prólogo”, en Aldous Huxley, Un mundo feliz, Editores Mexicanos Unidos, México, 1985, pp. 7-14.
[9]  ---, “Prólogo”, en H. G. Wells, La guerra de los mundos, Grupo Editorial Tomo, México, 2006, pp. 7-8.
[10]  Jerónimo ANDREU, “La máquina del tiempo trae de vuelta a su inventor”, en suplemento El País de los Domingos, diario El País, 17 de abril de 2011, p. 13; también en Ángel Luis SUCASAS, “Viaje con nosotros por el tiempo”, en diario El País, 1 de agosto de 2014.
[11]  Nilo MARÍA FABRA, La guerra de España con los Estados Unidos y otros relatos, ed. Berenice, Córdoba, 2010.
[12]  David GONZÁLEZ ROMERO, “Prólogo”, en Nilo María Fabra, La guerra de España con los Estados Unidos y otros relatos, ed. Berenice, Córdoba, 2010, pp. 7-16.
[13]  Daniel LÓPEZ-SERRANO PÁEZ, “El pequeño Julio Verne, el H. G. Wells de provincias, el padre de la ciencia ficción española”, en Noticias de un espía en el bar, de 16 de junio de 2015, publicado en:
http://espiadelbar.blogspot.com.es/2015/06/noticia-1494-desde-el-bar-el-pequeno.html

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