sábado, agosto 22, 2020

NOTICIA 1988ª DESDE EL BAR: SENTIDO COMÚN

 

Hace uno o dos días escuché a Fernando Simón por la televisión pidiendo, como autoridad sanitaria que es, que ante el aumento de casos de rebrote de Covid-19 en España las personas con seguidores en las redes sociales contribuyan a fomentar y lanzar todos los mensajes que se dan para combatir a la enfermedad. Son, o somos (ya que alguna vez se me ha etiquetado así también), los llamados en inglés: influencers, los influenciadores. Cuando escuché aquello lo primero que me vino a la cabeza, de manera inmediata, es la analogía a lo que ocurrió en el verano de 1967 en Inglaterra, cuando los Rolling Stones junto a un grupo de invitados famosos, entre ellos la novia de Mick Jagger, Marianne Faithfull, celebraban una fiesta privada en una de sus casas. En la fiesta había alcohol y drogas. La policía británica sabía de todo esto desde hacía años. Sabían lo que ocurría en el mundo de los rockeros más famosos. La Justicia inglesa quiso poner un castigo ejemplar a sabiendas de que las conductas de estos ídolos influían en masas de jóvenes de todo el mundo. Podrían haber elegido a cualquiera en aquel año 1967, donde además estallaba la psicodelia y parecía en aquel momento que todo se estaba yendo de madre, como una epidemia. Podrían haber elegido a los Beatles, que a fin de cuentas dieron el gran pistoletazo de salida de la psicodelia en ese mismo año, aunque ellos mismos ya habían introducido algo de ello en 1966 y otros artistas ya les habían precedido con algunas aproximaciones, como Bob Dylan o incluso los Beach Boys. Pero eligieron a los Rolling Stones habida cuenta de que este grupo ya había protagonizado numerosos episodios polémicos y nada acordes a los valores tradicionales hasta ese momento.

La policía esperó el momento oportuno y ese momento fue aquella fiesta llena de nombres conocidos. Varios de los presentes fueron detenidos y pasaron por los calabozos. Entre ellos estaban los que estaban en el principal punto de mira de la operación: Mick Jagger y Keith Richards. Por supuesto fueron puestos en libertad con cargos al día siguiente y los periódicos y tabloides se hicieron eco de todo ello poniendo muy duras acusaciones contra ellos. Cuando se celebró el juicio por tenencia y consumo de drogas ilegales, el juez les impuso una multa no muy elevada pero en su sentencia les razonó que ellos eran ídolos de las nuevas generaciones y que tenían la capacidad de influir en ellos, les gustase o no. Miles, millones de jóvenes, tenían el corte de pelo de los rockeros a los que admiraban, sus ropas, sus actitudes. Eran su espejo y como espejo, millones de jóvenes se entregaban a las nuevas actitudes sociales de estos rockeros, sus puntos de vista, su irreverencia y hasta su deshinibición ante las drogas y el alcohol y el desacato a las autoridades. Por ello mismo, el juez les pedía mejores conductas y rechazo a las drogas para poder influir así en los jóvenes y evitar la expansión de las nuevas formas de vivir la sociedad y el yo mismo. 

Es evidente que los Rolling Stones no hicieron mucho caso a aquella sentencia, ni los Beatles, ni los Who, ni Led Zeppelin, ni Deep Purple, ni los Doors, ni Janis Joplin, ni Jimi Hendrix, ni Pink Floyd, ni nadie. De hecho no sería hasta entrada la década de 1980 que buena parte de estos y otros artistas comenzarían a sumarse a campañas institucionales para fomentar buenos hábitos, siendo el caso más conocido el de Steve Wonder con una serie de anuncios de televisión donde literalmente decía: "si bebes, no conduzcas", obviemos lo peculiar de haber elegido a un cantante ciego de nacimiento para una campaña así. 

Los Rolling Stones compusieron un single sobre aquello en el mismo verano de 1967. Las canciones que contenía eran Dandelion y We love you. En la última se escuchaba sonido de cadenas y el cierre de una celda de cárcel. La letra iba implícitamente dedicada a los policías y al juez que protagonizaron todos estos sucesos.

Fernando Simón al dedicarnos esa petición a los que tenemos seguidores en las redes sociales me recordó todo aquello. Sinceramente es una petición un tanto desbordante. No es exactamente igual a la petición de aquel juez pidiendo a los músicos rechazar las drogas o tener comportamientos menos irreverentes con las convenciones sociales a la altura de 1967. Ya no es solo que las normas y leyes ante la Covid-19 cambian con tanta rapidez en España que es fácil perderse y no saber ya exactamente cuando estás y cuando no estás diciéndole a alguien las recomendaciones y normas más actuales en toda su exactitud, incluyendo todas esas órdenes y contra órdenes entre autoridades y todas las contradicciones. Argumentalmente muchos de los razonamientos dados desde el comienzo, por muy bueno que sea la intención de la finalidad, están tan mal montados que llevados a toda su profundidad podrían incurrir en cuestiones y fomentos de lo podríamos llamar intolerancia y antidemocracia, si no también autoritarismo en algunos casos. Ciertamente, como pide siempre Fernando Simón, hay que tener sentido común y pensar que por muy mal construido que esté el argumento para tal o cual medida hay que ser buen entendedor y aplicarlo solo con un fin sanitario contra la Covid-19, pero la realidad práctica, como se ha podido ver desde el 14 de marzo pasado, es que ni hay tantos buenos entendedores, ni hay tantos bien pensados, ni hay tanto sentido común y algunos de los razonamientos dados por el gobierno se han transformado en espirales donde ellos mismos han caído y con ellos han arrastrado a parte de la sociedad, como conclusión de ello la consecuencia es la confrontación y el enconamiento que se vive, cuando no la confusión, aparte de la histeria colectiva. 

Discusiones en bares y calles, entre familia, entre amigos, entre desconocidos, policías de balcón, políticos con cargos que se extralimitan, policías que se sobrepasan, manifestantes enojados, sospechas y acusaciones por todas partes, teorías de la conspiración, manipulaciones, uso intencionado de soliviantar para obtener audiencias, bulos, celo excesivo, miedos, movimientos sospechosos por parte de los que llevan el peso de la economía, argumentos y medidas contra la pandemia fabricados hábilmente para sacar adelante los programas políticos y las ideas del político que los hace, serpientes de verano disfrazadas de noticias de primera magnitud, cabezas de turco para disfrazar responsabilidades y cosas que debiéndose hacer no se hacen... todo es tan enrevesado que es altamente complejo atender acertadamente a la petición de Fernando Simón.

Siendo sensatos podríamos decir: "para, borra esta pizarra, volvamos a lo básico". Atendiendo a Fernando Simón podríamos hablar solo de las normas más básicas para contribuir a parar la Covid-19. Sin embargo, todo está tan evolucionado que incluso eso incurre en entrar en todo lo demás, máxime cuando aparte de Fernando Simón uno conoce muchas más voces de todo el mundo. Máxime también cuando es evidente que la Covid-19 hace mucho que no es solo un asunto sanitario. La espada de Damócles de las principales decisiones está en los gobiernos y en las organizaciones mundiales o internacionales, trasladar a la gente común, influenciadores o no, parte del peso de fomentar decisiones que, aunque parezca que no, sí afectan a aspectos más allá de lo sanitario. 

Escribía George Orwell en prensa durante la Segunda Guerra Mundial sobre cosas muy similares en torno a una película donde una pareja, tras muchas vicisitudes que son la trama, llegan a Estados Unidos para vivir tranquilos, huyendo de suelo europeo. Orwell escribía que lo que no contaba esa película es que para vivir esa tranquilidad aquella pareja, no solo habían puesto un océano de por medio, ya que los océanos pueden ser atravesados por cualquiera. Por lo que para su tranquilidad millones de personas combatían en aviones, barcos y en tierra, mientras otros tantos hacían otras contribuciones de guerra, quisieran o no. La pareja que quería vivir ajena a la guerra, paradójicamente para vivir tranquilos se veían en la necesidad de que millones de personas entregaran sus vidas en Europa. Probablemente no la entregaban exactamente por ellos dos, sino por sí mismos, pero sin esos combates no era posible la paz de la pareja en algún lugar de Estados Unidos al que llegaban al final del largometraje. Eso no lo contaba la película. 

Es compleja la petición de Fernando Simón porque en el asunto Covid-19 todo está tan enrevesado que con intención de contribuir contra la enfermedad puedes caer sin quererlo en contribuir también justo a todo lo contrario de lo que toda tu vida o buena parte de ella has defendido o creído. Hay demasiados intereses creados y es difícil tocar un cable ahora mismo en este asunto sin que este arrastre a otros cables. No es igual a la petición del juez a los Rolling Stones, que era clara: no tomen drogas, para dar ejemplo social. Una petición que, por otra parte, al margen de lo de no consumir drogas, tenía un claro carácter conservador que, de haberle hecho caso todos los rockeros, hubieran impedido por ejemplo el amor libre, entendido este como la capacidad de poder elegir una mujer a su pareja, el poder besarse en la calle, poder tener relaciones sin estar casado y demás, o hubieran impedido algunos de los avances del feminismo, o también la capacidad de cuestionar la jerarquía. Pero es bien cierto que una pandemia afecta a la sociedad entera y atraviesa fronteras, no podemos ser ajenos a ella, como la pareja de la película de la que escribió Orwell. 

Así pues, el mejor mensaje de Fernando Simón sobre todo esto, a sabiendas de todo lo que se ha dicho por todas partes, es ejercer el sentido común, lo que implica razonamiento, y este implica conocimientos. Estar informados de manera correcta, razonar la información, valorarla y aplicar el sentido común con lo que sabemos y dentro de nuestras ideas para combatir y acabar con la pandemia de la Covid-19 y de paso no caer en  trampas que en nombre de la salud puedan intentar colarnos. 

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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