Hace tiempo que no escribo de bares y hay quien me lo ha recordado un par de veces. Así que, aprovechando que hace una semana tuve que ir a la lectura de mi examen de oposición, aprovecho para comentarios sobre dos bares de Madrid capital, y luego de algunos de Alcalá de Henares, y como han insistido en que nunca hablo de bares de manera que la crítica sea negativa de manera total, pues adentrémonos en dos de esos casos luego. De momento empiezo con uno de esos bares de Madrid capital que, además, lleva abierto un par de semanas, Oficina 42. se encuentra en la calle Magdalena, nº 42. En realidad cuando yo trabajaba en el Archivo Gráfico de la Filmoteca Española este local era un bar de viejo que tenía un entrañable ambiente de bar de toda la vida con clientela del barrio de toda la vida. Muy digno para estar ubicado donde está. No sé, será cosa de la gentrificación y que parece que se quiere aspirar a un no sé qué de qué sé yo, donde nos las damos de ser algo o al menos de querer que la gente común se esconda debajo de la alfombra, que ahora tiene que venir la gente que es... o sólo parece ser, de otra pasta no común. Yo qué sé. Tiempos modernos a los que parece molestarles las tapas y pinchos de toda la vida y la campechanería de los camareros de siempre. Lo cierto es que tras leer mi examen de oposición entré en el local para ver en qué se había transformado. Lo han reconvertido del todo y es muy moderno... imita de manera muy moderna un falso aspecto de antiguo que antes... no tenía. Es bonito, eso sí, y acogedor, pero no como el otro, que era acogedor familiar, este es acogedor... por intimista, o por tener una barra que hemos visto mil veces en películas norteamericanas. No sé. La cosa es que el bar pretende dar tapas al estilo italiano y bebidas al estilo italiano donde, palabras del dueño, uno se va a tomar algo a la hora del café y termina bebiendo hasta la noche con un algo de estilo de comidas de allí, de Italia, aunque los dueños son unos españoles enamorados de Italia. Bueno, en cualquier hora del vermut alcalaína descubriría que eso ni es estrictamente italiano, ni tiene porqué ser glamouroso. Pero no quiero ser malo. El lugar, aún siendo ligeramente caro para donde está, es acogedor y agradable. Te ponen de pincho algo para comer al bocado y está muy bien elaborado. Exótico, a la italiana, eso sí. Yo tomé cerveza, pero creo que ellos quieren servir más vino que cerveza, pero claro, la clientela mandará, ¿no? Lo que no me termina de convencer es que rompan la clase de bar que hay en esa zona, porque así se empieza y ya se sabe el dicho: de fuera llegarán que de tu casa te echaran. No había en el bar ni uno sólo de los clientes habituales de cierta edad que antes había. Aún con todo, es bastante recomendable.
Otro bar madrileño de esa zona es El 20, en la calle Santa Isabel, nº 20. Este es un bar de viejo, de barrio, normal y corriente, donde yo desayunaba cuando trabajaba en la Filmoteca Española. Los dueños han cambiado, pero es un matrimonio gallego que ha conservado la forma de hacer las cosas de los anteriores dueños. Eso ha hecho que allí sí hubiera los mismos clientes habituales que ya conocía su cara años atrás. Y esa es la cosa: conservar la esencia del barrio. No es un bar fino, aviso, ni debéis esperar más calidad que la de un bar que cumple con lo que promete: asistir a los vecinos del lugar, que tienen ya cierta edad o que vienen de sus trabajos de albañiles, fontaneros o lo que sea. A mí no me incomoda.
En Alcalá de Henares toca hablar del Pub Larry's, en la calle Gran Canal, nº 2. Es un clásico. Lleva varias décadas allí, pero quien ya lo conozca verá por la foto que ha cambiado su color verde al color negro y que faltan las enredaderas que salían de los maceteros. La cosa es que su dueño se ha jubilado hace un mes y ha traspasado el bar a un par de jóvenes que ha decidido continuar con el negocio tal como lo dejó el dueño. Total, la clientela está hecha y el modelo de bar que estableció funciona. Es un bar de barrio que atrae a mucha gente de muchos otros barrios. No es un bar obvio en las rutas turistas, así que es un bar más bien de alcalaínos de toda la vida que ya lo conocen con creces. Tapeo y copeo, depende de la hora a la que se vaya, familiar y no tan familiar, depende del horario que se elija. Es agradable y te sientes cómodo. Se echa de menos la mano del antiguo dueño, pero todo el mundo tiene derecho a jubilarse y todo el mundo tiene derecho a emprender proyectos en su vida, como estos chicos nuevos. Les deseo lo mejor.
La Belga es uno de los descubrimientos que más satisfacción me ha dado tener este mismo mes. Se trata de una gofrería ubicada en la calle Victoria, nº 3, la calle que va a la portada de la catedral de los Santos Niños, en Alcalá de Henares, casi al lado (no al lado) del bar La Ruina. A pesar de ser una gofrería también te dan a elegir tapas, cerveza, jarras... Es barato y aseguro que su café es excelente, pues entré para tomar un café con una amiga que sólo podía tomar leche de soja... ¡y tenían leche de soja! Eso es un acierto para las personas con problemas con la lactosa. Puedes pedirla. La verdad es que la calidad me pareció buena, el trato discreto pero correcto, y el ambiente, eso sí, es más bien íntimo, aunque no tienen apartados. Yo, por su café, volvería, y el precio que vi de sus jarras de cerveza... quizá también hay que volver por una primera ronda. Pero, es una gofrería, claro, no es estrictamente un bar. El ambiente es el que es. Muy contento.
Ahora me toca la desagradable tarea de hablar de bares que no me terminan de convencer. ¿Por qué no suelo hablar de ellos? Porque esto no es una bitácora de crítica de nada concreto. Hablo de lo que me gusta, de lo que no me gusta, pues no suelo hablar. No por nada más. Puede que a otros le gusten. Simplemente. Todo el mundo tiene derecho a hacer sus cosas a su modo, y no tenemos por qué coincidir en que nos guste el modo. No hay ninguna otra razón. Pero ya que me han insistido para que mencione alguno, alguno mencionaré, eso sí: aclarando que mi opinión es sólo mía, y que a cualquier otro le puede encantar estos sitios. En este caso referiré al Garnacha, en la Plaza de los Santos Niños. Desde que lo abrieron hace años he ido varias veces. No me disgusta. Subrayo: no me disgusta. Pero sí que es cierto que cada vez que he ido, y he ido muchas, aunque no sea un cliente habitual, me quedo con cara un poco de tonto cuando veo desfilar tapas para acá y para allá y de mí normalmente se olvidan o bien terminan dándome las más simplonas. No tengo nada con que me den tapas simples, pero sí de que esto sea por sistema mientras desfilan delante de mí las elaboradas para otros clientes. Por ello este bar me produce un sentimiento de "bueno, se puede ir, no me disgusta... pero el servicio que yo he solido recibir allí no me termina de hacer sentir bien atendido o igualmente tratado". Y poco más. No está mal el bar, ya digo, yo seguiré yendo, pero yo seguiré yendo a conciencia de cómo siento recibir el servicio... Y esto escrito no porque me haya ocurrido una o dos veces, si no una gran mayoría de veces de las que yo he ido, pero bueno, puede que sea algo que sólo perciba yo, no sé. En todo caso, ya hablé del bar en 2015, por entonces dije lo que diría hoy también, aquella vez fui más favorable, y mantengo lo que dije, aunque parezca paradójico y es que una cosa no quita la otra, fue en la Noticia 1432ª.
El segundo caso también lo había mencionado ya, fue en la Noticia 1638ª. Se trata de El Gato Verde, en la calle San Felipe Neri con Calle Mayor y casi con Plaza de los Santos Niños. Este fue de los pocos casos que anoté cosas que no me convencían. Tapas bien presentadas pero que me dejaban algo que desear, quizá porque no eran del todo un acierto, o quizá por el abuso del recurso al pan, el salto al ambiente despersonalizado, a pesar de que su negocio antecesor era todo lo contrario, con otros dueños, eso sí, precios altos, un cambio de clientela hacia una abundancia de turistas y otras cuestiones. Aún con todo, he ido varias veces, bastantes veces, sobre todo porque algunos determinados amigos le encuentran gusto a la cosa y les gusta ir. Lo cierto es que últimamente, en lo que va de 2017 y parte del final de 2016, lo que he encontrado es camareras y camareros que se olvidan de servirte la tapa, aunque te la cobran, si tienen el local con abundancia de gente a la que dan preferencia si son grupos grandes, y también, en alguna ocasión, he podido ver a algún camarero en verano contestándole mal a alguna cliente e incluso llegando a discutir por cosas que, lo siento mucho, no llevaba razón el camarero, aunque se comprenda que pueda estar saturado de trabajo. Fue penoso que una de estas escenas ocurriera a principios de este año cuando nos visitó un amigo que se había ido a vivir a Estados Unidos. Él recordaba El Perro Verde, le explicamos que aquello ya no existía, pero quiso ir al Gato Verde para ver qué era ahora el local. Cuando ocurrió lo que ocurrió, con cierto humor dijo: "¿a qué lugares me dejáis venir?", y más tarde, cuando había que pagar, nos sirvió de chiste entre nosotros "casi jugarnos" quién le daría el dinero como si fuera el juego de la ruleta rusa. Bueno, al menos nos sirvió para reír. Pero esto que no pasaría de anécdota puntual, lo he visto ya varias veces, lo de los malos modos en principio varias veces en verano, el resto de las cosas, sobre todo el que se les olvide servirte, lo he visto muchas en todo el año. Bueno, igual que antes: no me disgusta el lugar, iré aún, pero a sabiendas de lo que me encontraré en el servicio, claro. Vosotros, por supuesto, querido Alto Mando del Servicio de Espionaje de Bares, podéis discrepar totalmente de lo aquí escrito.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
1 comentario:
Con los dos últimos bares, me ha pasado la misma situación que a tí. No suelo recomendarlos por que no cuidan al cliente.
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