El pasado jueves tuve el gustazo y el placer de recibir de manos del autor el primer libro de Samuel Santos, En la maduración del caos. Uno de los poetas más jóvenes de Alcalá de Henares que contiene en sí una pasión y un amor por la poesía inusual para una persona de su edad. Un amor auténtico por la poesía que hace de sus poemas toda una promesa de futuro, siendo ya en sí una promesa en el presente. Samuel, a quien tuve la suerte de conocer el año pasado en los recitales de El Laboratorio, no ha parado de componer y de recitar, llevando su voz más allá de Alcalá de Henares. Ha participado de multitud de recitales en Madrid capital, donde además pertenece a un colectivo cultural que algo mueve desde la cultura popular a ser escuchados en cualquier ámbito. Samuel, comprometido además con determinadas luchas sociales como son la defensa de los derechos de los animales o el fin de la violencia de género, presentó este libro por primera vez en Madrid dentro de unas jornadas informativas de un movimiento animalista. Van dos presentaciones en la capital y pronto, voz promesa de él, lo presentará en su propia Alcalá de Henares. Quiere que le acompañe en el acto, y trataré de que pueda ser posible por el mucho afecto que le tengo y porque su poesía y su forma de vivirla me llenan de admiración. No obstante, en este libro, su primer libro, Samuel me pidió que le escribiera una introducción, no pude menos que decir un sí, un sí incondicional. También su portada es una colaboración de Andrea Angelina, que se la dibujó expresamente para él
Hay, en principio, cien ejemplares impresos, de los cuales ya se han repartido algunos y otros tantos comienzan a venderse. Ojalá haya reediciones y más libros de Samuel, buena señal del buen rumbo. Publicar un libro en nuestros días, en esta España nuestra, es algo complicado. No me refiero a que lo sea en cuanto a la facilidad o no de que alguna editorial se interese por algo de tu obra. Hoy día hay numerosas editoriales pequeñas que con poco es fácil y accesible publicar con ellos, ya que están interesadas más que en la obra en la cantidad de personas que puede mover un autor o autora desconocido. Cuantas más personas, más ventas, y estas editoriales no aspiran a ser grandes editoriales, sino a ir viviendo, que no es poco y no lo veo mal, pero sí me pone en guardia cuando el ojo se pone en la cantidad de personas que mueve el autor y no en la calidad de su obra, ya que en ese presupuesto se van las promociones y desaparecen, lo que me parece un error garrafal y una falta de respeto al libro y al autor. Publicar con una gran editorial sí es más complicado. Quieren nombres conocidos o premios asegurados, como ya analicé y os expliqué en la Noticia 1699ª. Es el problema, en ambos casos, de cuando los editores tienen más amor al negocio que al libro, perdiendo un necesario equilibrio entre ambas cosas. Pocas son las editoriales que mantienen ese equilibrio y aman al libro y cuidan al autor, apostando realmente por ellos con todas las implicaciones, me atrevería a meter la mano en el fuego por Domiduca, Voläpuk y el Garage, por poner un ejemplo.
Publicar libros hoy día es complicado, más si los libros son de poesía. España es uno de los países que más libros edita al año, pero también es uno de los países occidentales donde sus ciudadanos optan por no leer. Curioso, pero cierto. Publicar un libro de poesía es un acto de locura maravillosa, pero en el mundo donde se vive de comer y no sólo de las palabras, publicar un libro de poesía supone alcanzar una cima montañosa que era y es casi impenetrable, inescalabre, y lograda la meta, la tirada es corta, si hay reedición es extraño pero maravilloso. Lo malo de esto es que la ausencia de un público mayoritario de lectores-compradores de libros de poesía, hace que los editores de poesía apuesten sólo a caballo ganador de entre los autores que saben que no van a vender mucho o tanto como los prosistas, o sea: apuestan por los poetas que creen que tendrán gran tirada de ventas dentro de las pocas ventas. Eso reduce mucho las opciones y el mercado. Si le unimos a que el autor gana de cada venta entre un 8% y un 10% del precio del libro una vez restado el impuesto del IVA (4% del total), y que además hay algunos editores que les da por mutilar las obras de los autores convencidos de llevar más razón que el autor sobre la propia obra que escribió el autor, pues resulta que hay numerosas personas que escriben poesía que optan por la autoedición, financiarse a sí mismo. Yo mismo no descarto esta opción algún día para alguno de mis libros de poesía, que es de lo que más producción tengo y de donde más negativas he recibido en las editoriales, a pesar de que mis recitales se llenan de gente. Para mí, en este sentido, me parecen ejemplares los casos alcalaínos de Enrique Sabaté en alguna de sus publicaciones, otras se las editaron por editorial, y Antonio eMe. Para mí, en este aspecto, son una referencia. No sólo por el aspecto económico, a fin de cuentas los que escribimos también tenemos facturas, sino porque es un acto de generosidad para con el público lector poder compartir tu obra y tal como tú la concibes en libro. Sin interferencia ni mutilación. Además, hoy día, gracias a las nuevas tecnologías, se pueden abaratar costes, por tanto precio de venta, y se puede colocar el libro en cualquier lugar del mundo gracias a su venta directa por Internet. Obviamente, en estos casos, son las librerías más cercanas al autor las que lo tienen más fácil para vender la obra, pero eso, que alguno pensara que limita, en realidad ya ocurre de hecho con los libros de las editoriales pequeñas, en ese aspecto no cambia mucho el panorama.
Samuel Santos ha autopublicado su libro gracias a una campaña de microfinancación precisamente gracias a las nuevas tecnologías, en la que yo mismo participé dando dinero. Me pareció que merecía la pena ayudarle. No me equivoqué.
La cuestión es que el pasado mes de agosto el suplemento Babelia, de El País, publicó un artículo llamado El mejor país para ser escritor, en el cual se hablaba de los problemas de ser escritor en España hablando precisamente de Noruega, que es el país en el que un escritor puede vivir de ser escritor. Envidia dan. Empezamos por el mero hecho de que su población tienen a la cultura muy altamente valorada, y a través de ello, tienen respeto y reconocimiento por las personas que son creadoras y creativas. Respeto social y respeto económico. Por lo que se lee, hasta admiración auténtica. Al creador por ser creador, no por si da o no da dinero. Noruega sabe que su riqueza cultural es una de sus mayores riquezas y que cuidarla promueve una sociedad que produce una forma de vida que se traduce en riqueza económica y humana. En Noruega existe becas-sueldos de 25.000 € anuales para las personas que se dedican a escribir libros. Fomentan pues que las personas con capacidades creativas literarias puedan ejercer y vivir de ello. La cosa mejora a través de la Norwegian Literature Abroad (Norla) que aumenta las ayudas económicas si un libro de autor noruego se traduce a otros idiomas y ayuda así a exportar cultura noruega y promover la economía del país ya sea con los libros, con los productos derivados de este y, también, con los viajes de aquellos que van a Noruega atraídos precisamente con esa cultura que genera. Además, algo que no ocurre en España, cuando un noruego publica un libro, el Estado compra ejemplares para que estén disponibles sus ejemplares en sus bibliotecas públicas que (oh, sorpresa para España) se usan de manera frecuente y habitual por todos sus ciudadanos. Cuando los libros se prestan en las bibliotecas, su Ministerio de Hacienda es meticulosamente escrupuloso para que le den a los autores el porcentaje que les corresponde por préstamo en derechos de autor. En España este concepto teóricamente también existe, pero no se cumple. No hay inspecciones ni inspectores que acudan a las bibliotecas españolas para registrar los libros prestados y su número de préstamos, por lo que los autores jamás ven pagados sus derechos de autor por parte de la administración. No hay tampoco en España una política de compra de libros de autores españoles para sus bibliotecas, aunque la Biblioteca Nacional y las regionales guardan un ejemplar de conservación. En Alcalá de Henares en concreto, que siempre airea que quiere ser conocida por la Cultura, no hay ni censo, ni compra de autores alcalaínos, ni pasados ni actuales. Está el más conocido, Cervantes, sempiterno Cervantes, pero no hay ni interés ni intención de cuidar para nada a ninguno de sus demás autores, mucho menos a los actuales, y no somos pocos los que publicamos libros y vivimos en esta ciudad. Los míos se pueden encontrar porque yo mismo los doné (aún me queda donar el más reciente), pero lo cierto es que, según me dijo una de las personas que trabajan en bibliotecas municipales alcalaínas a modo confidencia, en Alcalá no sólo no existe esa política y ese cuidado cultural a sus autores, además es posible que jamás lleguen sus libros al menos que el autor los done, porque cuando se realizan peticiones para obtener nuevos libros no es la primera vez que el ayuntamiento no atiende la compra de libros de editoriales pequeñas, que es donde publicamos casi todos los autores alcalaínos, mucho menos atiende a las autoediciones, sólo compra a editoriales grandes, por lo que siempre se obtiene los libros de los autores ya consagrados que no tienen por que ver nada con Alcalá, aunque sea necesario e importante tenerles disponibles también. Así, difícilmente se puede hablar de una política cultural comprometida realmente con la ciudad. Pero claro, cuando se habla de Cultura en Alcalá hace años que creo que se confunde con Turismo, y eso es otra cosa.
Noruega, Suecia y Dinamarca, además, reconocen los derechos de cotización y de pensión de sus autores, que están en entredicho en España. Y en fin, hay en general más facilidades en esos países, creando así una auténtica política responsable y comprometida con la Cultura, mientras en España la Cultura se da porque aún hay quienes estamos interesados en crear aunque a menudo nos suponga perder dinero o tener que buscarse la vida por otros cauces paralelos que roban tiempo a la creatividad y a la producción creativa. Paralelamente se crea una red de creadores que además optan por crear en Internet, y lo hacen tan precariamente y a menudo de manera gratuita, como por ejemplo yo en esta misma bitácora, que como dijo Remedios Zafra, escritora, se está fomentando el nacimiento del proletariado de la Red, el proletariado de Internet que escribe gratis o por muy poco, simplemente por estar convencidos de que contribuyen en algo a la sociedad haciéndolo así. Y en ese sentido entra de lleno Samuel Santos y su generosidad y valentía para autopublicar su primer libro de poesía, una poesía que hemos escuchado en recitales pero que hemos conocido primero a través de publicaciones que hace él en sus redes sociales de Internet. Es el sino de los tiempos. Lo que ayuda a difundir, ayuda también en otros sentidos a lo negativo y a lo positivo. El tema es complejo, no me adentraré en él para no despistar el tema central de hoy.
Samuel Santos es humilde, no es arrogante, hace lo que tiene que hacer con silencio, sin autobombo, y lo hace con amor y precisión, alza la voz sólo para alzar la poesía.
En la maduración del caos hay un comienzo de algo que necesita organizarse desde su caos inicial. ya leí una parte del libro que me dejó Samuel para poder escribir la introducción. Me siento afortunado de haber tenido esa primicia que guardé en silencio a la espera de la salida del libro. Ahora me leeré el libro completo con la reflexión debida, saboreándolo. Será un placer, como todo acto de leer a Samuel. Una voz joven, una voz prometedora. Y para mí, un ejemplo más a seguir en cuanto a la idea del poeta que toma las riendas de su propia obra y su edición. De otro modo, no podría llegar al lector. Este compañero ha sacado adelante con humildad este libro de poemas
que son una buena promesa de la salud de la poesía alcalaína.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario