Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero han vuelto a recibir el encargo de continuar adelante con el personaje de Hugo Pratt, Corto Maltés. La primera vez que lo hicieron fue el año pasado en Bajo el sol de medianoche (2016), que comenté ampliamente en la Noticia 1599ª por ser aquel un regreso muy esperado y delicado, ya que Pratt llevaba varios años muerto sin saberse exactamente si era lícito continuar con su personaje más famoso sin él. Ya por entonces analicé y valoré lo que había supuesto tal regreso y cómo se había producido. Ahora el regreso, a partir del comienzo del otoño de este 2017, pero anunciado largamente desde aquel 2016, es bajo uno de esos capítulos africanos de Corto Maltés. La obra se llama Equatoria, y llegó antes a Francia que a España, aunque en España el diario El País tuvo la exclusiva de publicar una pequeña historia del personaje pintado por Díaz Canales y Pellejero a acuarela, la cual era inédita y fuera de colección. Era muy metafórica y técnicamente resultaba incluso una especie de recurso con mensaje poético. Aquella historia de unas cuatro páginas estaba ambientada en las selvas americanas, se llamaba Cuento chino y fue publicada el 11 de agosto de este año. Se puede ver y leer por aquí.
Cuento chino tenía reminiscencias y guiños a uno de los capítulos caribeños de Corto pintado y guionizado por Pratt. En buena parte, el exceso de guiños a lo ya creado por Pratt era una carga pesada para Bajo el sol de medianoche, como analicé en aquella Noticia 1599ª. En Equatoria algún guiño hay, aunque esta vez se agradece mucho que sean considerablemente menos. Díaz Canales y Pellejero siguen fieles a las lineas y formas que estableció Pratt, si bien no optan por la precisión paisajística y todo lo abandonan a los trazos que invitan a la mente a completar las formas, recurso que no era de Pratt, todo lo contrario. Sin embargo, sí que optan por la claridad de trazos y por las figuras que se crean a través de los juegos de luces y sombras que, en la versión de blanco y negro especialmente, cobran un preciosismo artístico complejo y valioso.
Díaz Canales y Pellejero han disminuido considerablemente los guiños a viñetas y diálogos ya creados por Pratt, pero no han podido evitar crear un guiño que está inserto de manera vital en la trama que nos presentan: la aparición del teniente Tenton y muchos de los africanos y sus tribus que pueblan Ana de la jungla, la obra de Pratt situada en África justo en el comienzo de la Primera Guerra Mundial y cuya conexión con Corto Maltés hasta la fecha era la de un personaje análogo a él navegando comercialmente por el río y que el propio Tenton aparecerá como militar de nuevo en la Segunda Guerra Mundial en Los escorpiones del desierto asegurando que la última vez que vio a Corto Maltés fue en la Guerra Civil Española. Hugo Pratt había dejado una puerta abierta e inexplicada a una amistad previa entre Corto Maltés y Tenton que no estaba ubicada ni comentada. Tal como dijeron en entrevista Díaz Canales y Pellejero en 2016, la intención de ellos al entrar en la cronología de Corto Maltés no es crear situaciones temporalmente imposibles, ya que Pratt cuidó mucho este aspecto, sino rellenar los huecos biográficos que aún no estaban cubiertos por historias y si era posible dar respuestas a algunas cuestiones, dejando algunos de los misterios de Corto sin resolver. Pues bien, parece que con Equatoria han querido dar respuesta a cómo se conocieron Corto Maltés y Tenton, con lo que el cómic tiene una parte central donde de repente se mezcla la esencia de las aventuras de Corto Maltés en África en Las etiópicas con la esencia de Ana de la jungla y sus tribus aún salvajes conscientes de lo que supone el hombre blanco en sus tierras. Un encuentro jugoso del que yo hubiera esperado un poquito más, pero no obstante interesante como para ser un punto a favor de este nuevo álbum. Quizá más destinado a los seguidores más conocedores del mundo Pratt, que para los lectores ávidos simplemente de aventuras.
Los personajes históricos aparecen de nuevo. Esta vez hay un predominio de personajes femeninos, como la periodista Ida Treat o la hija mestiza de Emín Pachá, Ferida Schnitzer, junto a varones como Tippo Tip, un político noble del Imperio Turco Otomano, un muy joven Winston Churchill, o el escritor Cavafis, entre otros. Todos ellos bajo el halo de un personaje femenino que, como se dice en la Introducción del álbum, es una alegoría de África, su sufrimiento y su libertad, Afra. Lo cierto es que Hugo Pratt tiene en toda su obra una gran cantidad de personajes femeninos con todo tipo de comportamientos. No se puede acusar a la obra de Pratt de machista, ni a Corto Maltés de restarles protagonismo, máxime cuando el personaje está rodeado de una gran cantidad de ellas que, además, marcan su vida y sus decisiones. Sin embargo, Díaz Canales y Pellejero han querido crear el álbum más feminista de todos los álbumes de Corto Maltés, lo que es desentonar un poco con el resto si tenemos en cuenta que el resto de álbumes, precisamente, jamás pecaron precisamente de quitarles protagonismo ni importancia. Quizá atiende más a los tiempos actuales que a la línea creativa, o quizá se quiere sintonizar con una nueva oleada de público femenino, o quizá se ha querido extender a la obra una cierta militancia de concienciación contra el machismo, que como hemos dicho jamás rampó en Corto Maltés. Ni idea. Hay pequeñas escenas un tanto imposibles con la trayectoria anterior del personaje, y bastante imposibles con lo que es el comienzo del siglo XX sociológicamente, pero son muy comunes de introducir en las obras actuales de este siglo XXI como algo verosímil, que no verdadero. En todo caso, no le queda mal, y en cierto modo ahonda en uno de los aspectos de la personalidad libertaria e igualitaria de Corto Maltés.
La historia también toca lo onírico que ya vimos en Mü, esta vez con la isla de Malta y algún otro momento. Esto es algo que se adelanta en la evolución psicológica de Corto, la cual también estaba muy calculada y estudiada por Pratt y que aquí ha sido ligeramente esquivada. Como sea, una de las cosas que más me agradaron de este álbum es la profusión de viñetas alargadas con vistas panorámicas de la acción inserta en un paisaje que, además, divide la escena como narrándonos visualmente el ambiente en el que se produce lo que se nos narra mediante los diálogos escritos. Me parece un acierto total, siempre y cuando sea algo que caracteriza al álbum, pues hasta Pratt practicaba en su estilo determinadas peculiaridades para álbumes concretos, como parte del mensaje total del lenguaje del cómic al servicio de cada historia concreta. Otro acierto es la aparición de piratas durante el viaje marítimo.
La historia se basa en torno a la leyenda medieval del preste Juan, el cual fundó un reino cristiano en algún lugar indeterminado entre África e India, aunque en los siglos XVI y XVII se especuló con que hubiera sido en América o incluso en Oceanía. En su reino había todo tipo de seres maravillosos, tales como unicornios y amazonas, pueblos vírgenes e inocentes salidos del Edén y un gran y maravilloso tesoro en el que había un espejo con el que se podía ver cualquier lugar del mundo. La búsqueda de ese reino perdido se realizó desde la Edad Media por muchos aventureros, especialmente en la Edad Moderna en América. En este caso es Corto Maltés el que sigue la pista del espejo del preste Juan a partir de un posible testimonio conservado en Venecia. Este testimonio debería llevarle a Malta, pero los acontecimientos hacen que su búsqueda le lleve a África. Quizá esto hubiera podido explicar porqué estaba allí en las aventuras de Las etiópicas, las cuales empezaban con él viajando a lomos de camello o dromedario por el desierto del Sahara, pero lo cierto es que esta aventura se cierra con su intento fallido de regresar a Malta. Equatoria fue un territorio del Imperio Turco Otomano entre 1870 y 1922, ubicado en África y dependiente administrativamente de Egipto, que era un protectorado del Imperio Británico. En esta época de la aventura que se nos narra está en marcha la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ahí se mueve la historia, dentro del África negra y un lago Victoria que nos recordará lejanamente a La Reina de África (John Huston, 1951), pero sobre todo al viaje de Livingstone, gracias a Ferida Schnitzer, ya que ella buscó a su padre por África, uno de los últimos gobernadores turcos de Equatoria.
Es una buena novela gráfica, aunque quizá hay demasiada prisa para mover a los personajes de un lado a otro, lo que nos deja lagunas grandes. Todo es demasiado rápido en ese sentido. Se agradece cuando se detienen en detallar un acontecimiento varias páginas. Ahí es donde está la esencia de Corto, en ese recreamiento.
Disfrutadla si la leéis. Yo ya la tengo completando la historia de Corto en mi estantería. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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