Escultura exenta. Conde Duque de Olivares, por el Equipo Crónica en 1971, nº de edición 21/25. Pintura sintética sobre cartón y madera. Se puede visitar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
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España es ese país que durante diez años prohibió publicar obras de teatro, novelas y cualquier tipo de Literatura de entretenimiento. Así escrito alguien podría pensar que me refiero al siglo XX y a la dictadura de Franco. A pesar del mucho mal que hizo el franquismo a la Literatura y a las lecturas por entretenimiento, no se dio el caso de que fuera el general Franco el que prohibiera en su totalidad la producción de estos textos. Fue el Conde Duque de Olivares en el siglo XVII, entre los primeros días de 1625 y hasta muy avanzado 1634, durante el reinado de Felipe IV, cuando España aún era un Imperio mundial que poco a poco iba perdiendo su hegemonía a base de corruptelas y guerras que eran callejones sin salida.
Para quien no sepa mucho de la importancia de este personaje en la Historia de España sólo cabe decirle que es imposible en un breve texto de bitácora poder explicarle toda su magnitud y todo lo que hizo y sus porqués. Para lo que me interesa comentar ahora mismo diré que Gaspar de Guzmán y Pimental Rivera, que llegaría a ser Conde Duque de Olivares al acumular cargos y poder, pertenecía a una familia diplomática segundona de la poderosa casa nobiliaria de Medina-Sidonia. En 1615 el valido de Felipe III, el Duque de Lerma, un equivalente a primer ministro salvando las distancias, le introdujo en la Corte como hombre de cámara del príncipe Felipe, futuro rey Felipe IV. El ser hombre de cámara le permitía una intimidad y un contacto con el futuro rey desde el que empezó a urdir un plan para hacer caer en desgracia al impopular Duque de Lerma y posteriormente al hijo de este, el Duque de Úceda. Cuando Felipe IV comenzó a gobernar en 1621 comenzó a dar cargos a quien había sido un tutor para él que se comportaba como un padre, hasta el punto de poner en desgracia al de Úceda y elevar al Conde-Duque a la posición de valido desde 1622.
El Conde-Duque de Olivares se las apañó para acumular cargos y rodearse de gente de confianza, eliminando a los cargos de los que desconfiaba. En una España donde se hablaba de limpieza de sangre, esto es: sin ascendencia judía, el Conde-Duque era sospechoso de tener esa ascendencia judía, lo que no le puso las cosas fáciles unido a que muchos de los nuevos cargos eran sospechosos de lo mismo, sobre todo en los cargos económicos, unido también a que su cuerpo era ligeramente deforme y unido a que su idea de gobierno pasaba por una modernización de España unificando leyes y simplificando cargos para que el poder del Rey, que era el que ejercía él en su nombre, fuera más autoritario y único. Necesitaba una centralización con menos controles políticos, por lo que su ideal eran las normas del Reino de Castilla y no tanto de la Corona de Aragón, mucho menos de la Generalidad de Barcelona. También la recaudación de impuestos para la maquinaria del Estado debía racionalizarse para poder llevar a buen puerto un Imperio tan grande que presentaba tantos problemas internacionales que ya se veía claramente que amenazaban con acabar la hegemonía española. Por ejemplo, debian acabar las aduanas y fronteras entre reinos peninsulares. En ese contexto, desde 1626 intentó una política llamada Unión de Armas por la cual los diferentes reinos de la Corona de Aragón aportaran a los esfuerzos bélicos de la Monarquía Hispánica el mismo esfuerzo económico y de aportación de soldados que Castilla, ya que desde los Reyes Católicos se tenía una política donde Castilla se beneficiaba de su comercio con Indias, pero no la Corona de Aragón, a cambio de que Aragón no tuviera porqué aportar dinero, ni hombres, ni medios a las políticas castellanas, aunque Castilla se veía obligada en ocasiones a aportar dinero, hombres y medios a las políticas aragonesas, sobre todo de guerras en el Mediterráneo e Italia, como parte de la política imperial. Castilla reclamaba que los reinos de la Corona de Aragón aportaran los mismos sacrificios que ellos a cambio de la política común, mientras que estos otros reclamaban mayor participación de los beneficios de esa política, los cuáles en realidad se iban a las guerras europeas y a los lujos de Flandes y no a Castilla, pese a ser Castilla quien cobraba; tan pronto cobraba lo perdía, todo ingreso estaba enajenado de antemano. España emprestitada. De los reinos de la Corona de Aragón quien aportó mayor reticencia fueron los territorios catalanes, mientras que los aragoneses fueron los más dispuestos a aceptar y negociar las condiciones. Valencianos y baleares, no sin reticencias, comprendieron que las guerras mediterráneas les afectaban especialmente, por lo que comprendieron hasta cierto punto lo que se estaba planteando. Sin entrar en detalles, en 1640 hubo una triple revuelta de secesión bélica. Portugal logró independizarse, Andalucía no pudo. Los vascos habían sido derrotados en 1636, pero los catalanes, aliados con los franceses, lograron una independencia bélica temporal hasta 1652. La guerra interminable que se fue sucediendo de unos territorios a otros, sumadas a las derrotas, forzaron el final del Imperio, pero también la carrera política de Olivares en enero de 1643. Entre medias habían estado igualmente la Guerra de los Treinta Años, nuevas guerras contra las Provincias Unidas de los Países Bajos, la guerra contra Francia... Demasiado agotamiento de medios y recursos de todo tipo humano y material.
El asunto que a nosotros nos interesa tiene que ver con todo esto. En la Navidad de 1624 Olivares había recogido toda su diagnosis de los problemas de la Monarquía Hispánica en un extenso informe llamado Gran Memorial. Olivares ya gozaba de mala fama en la Corte por haber usado a la Inquisición contra sus enemigos políticos, por crímenes de Estado, por redes de espionaje y por haber entretenido a Felipe IV, y sometido su voluntad, estimulando sus deseos materiales: sexo, fiestas, cacerías, corridas de toros, comer carne a escondidas en las fiestas de guardar... Sale bien representado en la película El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991). El Gran Memorial se resumía en que se podía evitar el previsible hundimiento de España basándose en la reputación y la reforma. Las reformas que recomendaba, en sus puntos más importantes, ya las he comentado: centralización del poder y racionalización de recursos en los esfuerzos de aquellas empresas comunes que de lograrse beneficiaban a todos los reinos del Imperio aunque no todos los reinos contribuían a obtenerlos, cosa que debía acabar; todos debían contribuir por igual para participar de los beneficios por igual. El problema es que Olivares no comprendía y despreciaba el funcionamiento orgánico de los reinos de la Corona de Aragón, que tenía un importante componente democrático dentro de lo que era la Edad Moderna española. Si la finalidad de Olivares podía tener una cierta lógica, sus medios no eran la mejor de las visiones.
En lo referente a la reputación se trataba de crear una imagen de respetabilidad del Estado y eso empezaba por la respetabilidad de sus habitantes, pero especialmente de sus servidores públicos. La gran mayoría de estos eran nobles totalmente desinteresados en los asuntos de gobierno, aunque gobernaban, ya que se habían acostumbrado desde el reinado anterior, el de Felipe III, a todo tipo de corrupciones. Hasta el funcionario más humilde se beneficiaba de corruptelas. Se daba el caso de barcos que embarcando en América una cantidad declarada de ocho millones en plata, llegaban a España con tan sólo dos millones que se pudieran contar y constar oficialmente. Se pueden leer casos reales como el citado en el Archivo de Indias. Por otro lado, el control de juros y otros impuestos en manos de numerosos nobles provocaba malversaciones y despilfarros. Los asuntos de Estado eran desatendidos por desinterés. Muchos de los nobles con cargos no entendían de política ni de administración, ni les interesaba aprender, mucho menos conocían los mecanismos de la economía. Gastaban sus esfuerzos en fiestas, tauromaquia, viajes de placer, palacios, teatro y lecturas de entretenimiento. Ahí entra la prohibición del teatro y de novelas en España, que terminó durando diez años.
Olivares había expresado en el Gran Memorial de la Navidad de 1624 que los servidores públicos de España estaban mal formados y perdían su tiempo yendo al teatro y haciendo lecturas inapropiadas, no útiles para que aprendieran cuestiones administrativas, económicas o políticas. Por ello, desde enero de 1625, el Conde Duque de Olivares optó por prohibir publicar teatro, novelas y toda literatura de entretenimiento. No se podía publicar nada que no fuera útil a la sociedad, por ser textos formativos. Ni que decir tiene que en pleno siglo XXI sabemos que toda lectura, de un modo u otro, forma a la persona, todo es útil a su modo. Sin embargo, este pensamiento de desprecio a lo literario, no es exclusivo del siglo XVII. En el siglo XX tanto la izquierda como la derecha política pensaron exactamente igual que Olivares en el XVII, siendo de una gran ceguera, pero aprendiendo del error durante o tras la dictadura de Franco, depende del caso.
Ante las reticencias y frenos políticos que otorgaban las instituciones de los reinos de Aragón, los de Italia y los de otros lugares del Imperio Español, la prohibición se hizo efectiva sólo en el Reino de Castilla. El principal perjudicado de la época fue Lope de Vega, que un año antes había obtenido permiso de la censura inquisitorial e imperial para poder publicar más de sus obras de teatro y ahora veía todo eso volatilizado. Otros, como Tirso de Molina, optaron por publicar alegando que tenían permisos anteriores a la ley de 1625, cosa que no siempre funcionaba. Otros camuflaron obras literarias en obras de aparente utilidad formativa. Una buena parte de los editores tendían a falsificar fechas de impresión de los libros que sacaban, otros falsificaban el lugar de impresión, escribiendo por ejemplo Barcelona en lugar de Madrid. Otros se iban a los Reinos de la Corona de Aragón para poder seguir con sus obras. En 1627 se condenó al librero y editor Alonso Pérez, muy conocido en la época, al estilo de un Marcial Pons del siglo XX, y a la impresora Francisca de Medina, por imprimir en secreto una edición de El Buscón de Quevedo el año anterior. Las leyes volvieron a legislar reforzando la prohibición especificando todas las prácticas detectadas de falsificaciones de fechas, lugares de edición y otras cuestiones, así como de los sellos de permiso para publicar y sus pagos, que también eran falsificados a menudo.
A partir de 1632 hubo algún autor que tuvo más suerte para ver su obra publicada a pesar de que era evidente que trataba de fingir que su texto era lo que no era. En 1634 aparecen numerosas más obras así permitidas y hacia finales se publican obras claramente literarias y obras de teatro. Para principios de 1635 ya no había prohibición ni de obras de teatro ni de obras literarias. Olivares aún tardaría ocho años en caer en desgracia, pero justo en 1635 está tan rodeado de adversarios políticos a costa del enrarecimiento político, de las derrotas militares en Europa y del descontento creciente entre los vascos, catalanes, andaluces y portugueses, que cambió su dinámica de gobierno de una autoritaria a una más permisiva, lo que no evitó los sucesos bélicos de 1640 en adelante, ya comentados.
Es curioso observar en el siglo XX una lectura parecida cuando en determinados partidos políticos y sindicatos de izquierdas se lanzan a las ideas contrarias a las novelas, teatros y poesías por no ser educativas para los trabajadores. Desde su autoridad como ideología las condenan y piden no leerlas, incluso que no se escriban. Declaran pequeñoburgueses a escritores y artistas en general, como en una declarada guerra a los intelectuales. Sólo aquellos que escriben en torno a la educación del trabajador, ya sea en ideas de clase como formativas laborales o éticas, son los aceptados. Comunistas y anarquistas no se privan de hacer la crítica que cae en algunos casos en persecución a la libertad creativa. Sin embargo es todo más complicado, no había una línea oficial clara, aunque hubiera grupos que fomentan determinadas cuestiones. Son los tiempos en los que se debate sobre la existencia del trabajador intelectual como un compañero de clase. Hablamos de los años 1920 y 1930. Desde la derecha política existe una corriente análoga que se recogerá sobre todo en la legislación de la dictadura de Franco, haciéndose eco de las condenas que los diferentes partidos y grupos de la extrema derecha venían haciendo desde décadas atrás, desde partidos antiguos como los carlistas, hasta más modernos, como Falange. No obstante, y pese a la existencia de una fuerte y dura censura, no se prohibe publicar Literatura, aunque se prohiban numerosas obras, partes de estas o se reescriban al gusto del Estado o del partido, depende de qué se estudie en este sentido. Es algo que me da la impresión que necesita de mayores investigaciones y análisis.
No hace muchos años una conocida me hablaba de lo inútil de leer novelas. Decía ella que sólo leía cosas útiles que le sirvieran para algo. Había en ello un pensamiento muy de Conde Duque de Olivares. Por las redes sociales, ahora, de vez en cuando leo comentarios parecidos. Hay un matiz, parece que sólo fuera útil ahora leer no algo que te forme, si no que te dé acceso a un trabajo. ¿Y una vez que lo tengas? Pues quizá dejarán de leer. Vaya usted a saber. Se ha insertado en la sociedad, en parte de ella, el discurso del utilitarismo material por encima de cualquier valor de utilidad humana. El fenómeno viene parejo en este siglo XXI a una infravaloración de los conocimientos humanísticos, hasta el punto de eliminar varias de sus enseñanzas del sistema educativo. Curioso, pues justo ahora los grandes medios de comunicación cibernética en Estados Unidos invierten precisamente en gente formada en conocimientos humanísticos, porque consideran que los conocimientos técnicos ya no son bastante para poder manejar la red de Internet. El siglo XXI se va formando, y parece que España evoluciona en el camino de Olivares. Mucho del problema quizá esté contraído en la crisis de 2008, que ha podido crear un daño social entre la población joven al ver que las muchas lecturas o los muchos estudios no han servido de nada a los jóvenes más cercanos a ellos, nosotros: las generaciones anteriores. La lectura útil ahora sería así la que te da algo material, no la que entretiene, no la que forma a la persona indirectamente con su utilidad para abrir la mente y prepararla, no la que forma en técnica o conocimientos para la propia vida y futuro laboral, tampoco la científica. No estoy generalizando, no soy de los que generalizan. Por supuesto hay numerosas personas que gustan de la lectura, sin más, y la valoran. Sin embargo, sí llevo un tiempo observando a este otro grupo no sé si creciente o puntual del momento.
Somos quizá el único país del mundo que durante diez años prohibió el teatro, las novelas y cualquier literatura de ocio. Sin embargo, a comienzos de ese mismo siglo XVII, en 1605, Miguel de Cervantes escribía en su novela El Quijote que él leía todo lo que caía en sus manos, pues todo era útil y hasta de los malos escritos algo se aprendía. Algo era de utilidad para el ser humano. Cervantes criticaba los libros de caballería con una novela de humor y sin embargo, sin los libros de caballería no hubiera existido su novela de humor, denostada, por otra parte, en el raciocinio del siglo XVIII, obsesionado también ese siglo y varios de sus intelectuales con que se había de leer sólo libros que enseñaran ciencias y técnicas, cosa que provocó hacia comienzos del siglo XIX el movimiento romántico como respuesta, con todos sus neogoticismos e irracionalidades que nos hablan más de nuestra alma, simpatías y miedos, que cualquier manual de agrimensura, sin negar la utilidad de la agrimensura y la necesidad de conocerla sobre todo por parte de aquellos que trabajan en el sector. Ni que decir tiene que el mismo Quijote es un compendio de lecciones humanas que, además, están abiertas a reflexión, y es ahí donde está la utilidad de novelas, teatros y poesías: el sentimiento, la reflexión, la empatía, el reconocimiento o el rechazo. La psicología moderna nacida a finales del siglo XIX ha evolucionado tanto para el siglo XXI como para reconocer las bondades de escribir y de leer.
Ay, España, sin novelas durante diez años, y con libros sesgados y segados por la Inquisición y el Imperio. La medida de Olivares no parece que lanzara a los nobles y funcionarios de España a leer libros de economía y administración. Cuando la prohibición se levantó en 1634 todo seguía igual en lo formativo, pero enrarecido en la política y en la convivencia social. Es un periodo que necesita de mayores y más amplios estudios, como el efecto intelectual que pudiera haber tenido en la península que buena parte de los escritores y editores buscaran amparo en su ida o en su identificación con los reinos de la Corona de Aragón, especialmente Cataluña, cuya evolución cultural posterior es ampliamente conocida y rica, aunque existan numerosos otros factores, como su permeabilidad con Europa. Es evidente que la primera mitad del siglo XVII exigió tantos esfuerzos al Reino de Castilla que la agotó. Aún hoy se puede ver los efectos de una ruina sobrevenida en muchos pueblos y páramos de las dos submesetas penínsulares. Sería interesante poder estudiar cómo se pudo traducir en lo intelectual, si es que tuvo traducción a ese aspecto social. En todo caso, todo esto me lleva hoy a reflexiones sobre el hoy, que son comparativas que han de salvar muchas distancias, pues no son tiempos análogos, pero que nos hablan de un algo.
España tuvo diez años de prohibición de teatro, novelas y otras literaturas de ocio para obligar a la gente alfabetizada a no gastar el tiempo yendo al teatro y obligarla, además, a leer libros técnicos. El ser humano necesita de la interactuación. No hay mayor interactuación que la psicológica. Es la que más nos une. Establecer lazos mentales ya de raciocinio o sentimentales. Y no se puede obligar a nadie a entregar su vida a aquello que le repele, tarde o temprano la repulsión sale a flote y todo proyecto fracasa.
Hoy pienso en muchas lineas sobre este hecho histórico, como se ha podido leer aquí. Y quizá una de las más significativas es cómo se nos habla del Siglo de Oro de la Literatura española, el XVII, sin hablarnos nunca de todos estos asuntos tan en contra de la Literatura en sus años. Censura, inquisición, persecuciones y condenas a escritores y editores, prohibición de diez años de duración contra la Literatura de ocio... Todo tiene un porqué y todo tiene su repercusión, incluso en la construcción de la identidad social española actual. No es lo mismo que te cuenten el abecedario diciendo "abcd", que diciéndote "abd". La percepción, el conocimiento propio y la reflexión, cambia. De ahí la importancia de leer, de todo, de lo que haya.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
BIBLIOGRAFIA:
José Luis Villacañas Berlanga, Historia del poder político en España, ed. RBA, Barcelona, 2014. pp. 294-323.
Jaime Moll, "Diez años sin licencias para imprimir comedias y novelas en los reinos de Castilla: 1625-1634", en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, recuperado el 1 de agosto de 2017 en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/diez-aos-sin-licencias-para-imprimir-comedias-y-novelas-en-los-reinos-de-castilla-16251634-0/html/0213242e-82b2-11df-acc7-002185ce6064_3.html
Para quien esté interesado en la prohibición de editar Literatura por el Conde Duque de Olivares en el siglo XVII, también podrá encontrar sobre el tema en:
John H. Elliott, El Conde Duque de Olivares, ed. Taurus, Madrid, 2000.
Para quien esté interesado en la idea de la Literatura como algo pernicioso en el siglo XX, también podrá encontrar sobre el tema en:
Coordinadora per a la Memòria Històrica i Democràtica de Catalunya, Aproximació a Mujeres Libres, ed. CMHD, Barcelona, 2008.
Así como en la documentación de archivo y hemeroteca de los archivos históricos de la Fundación Pablo Iglesias y de la Fundación Anselmo Lorenzo, para los partidos y sindicatos de izquierda, así como el Archivo General de la Administración y el BOE en lo referente a la normativa legal del franquismo. Es interesante leer el preámbulo de la Ley de Depuración de la Enseñanza, de 1939, donde el franquismo carga contra la intelectualidad como responsables de la guerra, por poner un ejemplo. En aquellas leyes y normas que afecten a censura se encontrará más material al respecto. Probablemente de parte de los partidos y sindicatos de derechas podría hayarse algo en el archivo histórico de la Fundación Francisco Franco, sería interesante leer en la documentación y publicaciones de Falange y de partido Carlista, entre otros, así como sería interesante indagar en archivos episcopales de la época donde tal vez se encuentre algo al respecto por parte de la Iglesia católica que apoyó al franquismo durante la guerra y en los años inmediatos a esta.
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España es ese país que durante diez años prohibió publicar obras de teatro, novelas y cualquier tipo de Literatura de entretenimiento. Así escrito alguien podría pensar que me refiero al siglo XX y a la dictadura de Franco. A pesar del mucho mal que hizo el franquismo a la Literatura y a las lecturas por entretenimiento, no se dio el caso de que fuera el general Franco el que prohibiera en su totalidad la producción de estos textos. Fue el Conde Duque de Olivares en el siglo XVII, entre los primeros días de 1625 y hasta muy avanzado 1634, durante el reinado de Felipe IV, cuando España aún era un Imperio mundial que poco a poco iba perdiendo su hegemonía a base de corruptelas y guerras que eran callejones sin salida.
Para quien no sepa mucho de la importancia de este personaje en la Historia de España sólo cabe decirle que es imposible en un breve texto de bitácora poder explicarle toda su magnitud y todo lo que hizo y sus porqués. Para lo que me interesa comentar ahora mismo diré que Gaspar de Guzmán y Pimental Rivera, que llegaría a ser Conde Duque de Olivares al acumular cargos y poder, pertenecía a una familia diplomática segundona de la poderosa casa nobiliaria de Medina-Sidonia. En 1615 el valido de Felipe III, el Duque de Lerma, un equivalente a primer ministro salvando las distancias, le introdujo en la Corte como hombre de cámara del príncipe Felipe, futuro rey Felipe IV. El ser hombre de cámara le permitía una intimidad y un contacto con el futuro rey desde el que empezó a urdir un plan para hacer caer en desgracia al impopular Duque de Lerma y posteriormente al hijo de este, el Duque de Úceda. Cuando Felipe IV comenzó a gobernar en 1621 comenzó a dar cargos a quien había sido un tutor para él que se comportaba como un padre, hasta el punto de poner en desgracia al de Úceda y elevar al Conde-Duque a la posición de valido desde 1622.
El Conde-Duque de Olivares se las apañó para acumular cargos y rodearse de gente de confianza, eliminando a los cargos de los que desconfiaba. En una España donde se hablaba de limpieza de sangre, esto es: sin ascendencia judía, el Conde-Duque era sospechoso de tener esa ascendencia judía, lo que no le puso las cosas fáciles unido a que muchos de los nuevos cargos eran sospechosos de lo mismo, sobre todo en los cargos económicos, unido también a que su cuerpo era ligeramente deforme y unido a que su idea de gobierno pasaba por una modernización de España unificando leyes y simplificando cargos para que el poder del Rey, que era el que ejercía él en su nombre, fuera más autoritario y único. Necesitaba una centralización con menos controles políticos, por lo que su ideal eran las normas del Reino de Castilla y no tanto de la Corona de Aragón, mucho menos de la Generalidad de Barcelona. También la recaudación de impuestos para la maquinaria del Estado debía racionalizarse para poder llevar a buen puerto un Imperio tan grande que presentaba tantos problemas internacionales que ya se veía claramente que amenazaban con acabar la hegemonía española. Por ejemplo, debian acabar las aduanas y fronteras entre reinos peninsulares. En ese contexto, desde 1626 intentó una política llamada Unión de Armas por la cual los diferentes reinos de la Corona de Aragón aportaran a los esfuerzos bélicos de la Monarquía Hispánica el mismo esfuerzo económico y de aportación de soldados que Castilla, ya que desde los Reyes Católicos se tenía una política donde Castilla se beneficiaba de su comercio con Indias, pero no la Corona de Aragón, a cambio de que Aragón no tuviera porqué aportar dinero, ni hombres, ni medios a las políticas castellanas, aunque Castilla se veía obligada en ocasiones a aportar dinero, hombres y medios a las políticas aragonesas, sobre todo de guerras en el Mediterráneo e Italia, como parte de la política imperial. Castilla reclamaba que los reinos de la Corona de Aragón aportaran los mismos sacrificios que ellos a cambio de la política común, mientras que estos otros reclamaban mayor participación de los beneficios de esa política, los cuáles en realidad se iban a las guerras europeas y a los lujos de Flandes y no a Castilla, pese a ser Castilla quien cobraba; tan pronto cobraba lo perdía, todo ingreso estaba enajenado de antemano. España emprestitada. De los reinos de la Corona de Aragón quien aportó mayor reticencia fueron los territorios catalanes, mientras que los aragoneses fueron los más dispuestos a aceptar y negociar las condiciones. Valencianos y baleares, no sin reticencias, comprendieron que las guerras mediterráneas les afectaban especialmente, por lo que comprendieron hasta cierto punto lo que se estaba planteando. Sin entrar en detalles, en 1640 hubo una triple revuelta de secesión bélica. Portugal logró independizarse, Andalucía no pudo. Los vascos habían sido derrotados en 1636, pero los catalanes, aliados con los franceses, lograron una independencia bélica temporal hasta 1652. La guerra interminable que se fue sucediendo de unos territorios a otros, sumadas a las derrotas, forzaron el final del Imperio, pero también la carrera política de Olivares en enero de 1643. Entre medias habían estado igualmente la Guerra de los Treinta Años, nuevas guerras contra las Provincias Unidas de los Países Bajos, la guerra contra Francia... Demasiado agotamiento de medios y recursos de todo tipo humano y material.
El asunto que a nosotros nos interesa tiene que ver con todo esto. En la Navidad de 1624 Olivares había recogido toda su diagnosis de los problemas de la Monarquía Hispánica en un extenso informe llamado Gran Memorial. Olivares ya gozaba de mala fama en la Corte por haber usado a la Inquisición contra sus enemigos políticos, por crímenes de Estado, por redes de espionaje y por haber entretenido a Felipe IV, y sometido su voluntad, estimulando sus deseos materiales: sexo, fiestas, cacerías, corridas de toros, comer carne a escondidas en las fiestas de guardar... Sale bien representado en la película El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991). El Gran Memorial se resumía en que se podía evitar el previsible hundimiento de España basándose en la reputación y la reforma. Las reformas que recomendaba, en sus puntos más importantes, ya las he comentado: centralización del poder y racionalización de recursos en los esfuerzos de aquellas empresas comunes que de lograrse beneficiaban a todos los reinos del Imperio aunque no todos los reinos contribuían a obtenerlos, cosa que debía acabar; todos debían contribuir por igual para participar de los beneficios por igual. El problema es que Olivares no comprendía y despreciaba el funcionamiento orgánico de los reinos de la Corona de Aragón, que tenía un importante componente democrático dentro de lo que era la Edad Moderna española. Si la finalidad de Olivares podía tener una cierta lógica, sus medios no eran la mejor de las visiones.
En lo referente a la reputación se trataba de crear una imagen de respetabilidad del Estado y eso empezaba por la respetabilidad de sus habitantes, pero especialmente de sus servidores públicos. La gran mayoría de estos eran nobles totalmente desinteresados en los asuntos de gobierno, aunque gobernaban, ya que se habían acostumbrado desde el reinado anterior, el de Felipe III, a todo tipo de corrupciones. Hasta el funcionario más humilde se beneficiaba de corruptelas. Se daba el caso de barcos que embarcando en América una cantidad declarada de ocho millones en plata, llegaban a España con tan sólo dos millones que se pudieran contar y constar oficialmente. Se pueden leer casos reales como el citado en el Archivo de Indias. Por otro lado, el control de juros y otros impuestos en manos de numerosos nobles provocaba malversaciones y despilfarros. Los asuntos de Estado eran desatendidos por desinterés. Muchos de los nobles con cargos no entendían de política ni de administración, ni les interesaba aprender, mucho menos conocían los mecanismos de la economía. Gastaban sus esfuerzos en fiestas, tauromaquia, viajes de placer, palacios, teatro y lecturas de entretenimiento. Ahí entra la prohibición del teatro y de novelas en España, que terminó durando diez años.
Olivares había expresado en el Gran Memorial de la Navidad de 1624 que los servidores públicos de España estaban mal formados y perdían su tiempo yendo al teatro y haciendo lecturas inapropiadas, no útiles para que aprendieran cuestiones administrativas, económicas o políticas. Por ello, desde enero de 1625, el Conde Duque de Olivares optó por prohibir publicar teatro, novelas y toda literatura de entretenimiento. No se podía publicar nada que no fuera útil a la sociedad, por ser textos formativos. Ni que decir tiene que en pleno siglo XXI sabemos que toda lectura, de un modo u otro, forma a la persona, todo es útil a su modo. Sin embargo, este pensamiento de desprecio a lo literario, no es exclusivo del siglo XVII. En el siglo XX tanto la izquierda como la derecha política pensaron exactamente igual que Olivares en el XVII, siendo de una gran ceguera, pero aprendiendo del error durante o tras la dictadura de Franco, depende del caso.
Ante las reticencias y frenos políticos que otorgaban las instituciones de los reinos de Aragón, los de Italia y los de otros lugares del Imperio Español, la prohibición se hizo efectiva sólo en el Reino de Castilla. El principal perjudicado de la época fue Lope de Vega, que un año antes había obtenido permiso de la censura inquisitorial e imperial para poder publicar más de sus obras de teatro y ahora veía todo eso volatilizado. Otros, como Tirso de Molina, optaron por publicar alegando que tenían permisos anteriores a la ley de 1625, cosa que no siempre funcionaba. Otros camuflaron obras literarias en obras de aparente utilidad formativa. Una buena parte de los editores tendían a falsificar fechas de impresión de los libros que sacaban, otros falsificaban el lugar de impresión, escribiendo por ejemplo Barcelona en lugar de Madrid. Otros se iban a los Reinos de la Corona de Aragón para poder seguir con sus obras. En 1627 se condenó al librero y editor Alonso Pérez, muy conocido en la época, al estilo de un Marcial Pons del siglo XX, y a la impresora Francisca de Medina, por imprimir en secreto una edición de El Buscón de Quevedo el año anterior. Las leyes volvieron a legislar reforzando la prohibición especificando todas las prácticas detectadas de falsificaciones de fechas, lugares de edición y otras cuestiones, así como de los sellos de permiso para publicar y sus pagos, que también eran falsificados a menudo.
A partir de 1632 hubo algún autor que tuvo más suerte para ver su obra publicada a pesar de que era evidente que trataba de fingir que su texto era lo que no era. En 1634 aparecen numerosas más obras así permitidas y hacia finales se publican obras claramente literarias y obras de teatro. Para principios de 1635 ya no había prohibición ni de obras de teatro ni de obras literarias. Olivares aún tardaría ocho años en caer en desgracia, pero justo en 1635 está tan rodeado de adversarios políticos a costa del enrarecimiento político, de las derrotas militares en Europa y del descontento creciente entre los vascos, catalanes, andaluces y portugueses, que cambió su dinámica de gobierno de una autoritaria a una más permisiva, lo que no evitó los sucesos bélicos de 1640 en adelante, ya comentados.
Es curioso observar en el siglo XX una lectura parecida cuando en determinados partidos políticos y sindicatos de izquierdas se lanzan a las ideas contrarias a las novelas, teatros y poesías por no ser educativas para los trabajadores. Desde su autoridad como ideología las condenan y piden no leerlas, incluso que no se escriban. Declaran pequeñoburgueses a escritores y artistas en general, como en una declarada guerra a los intelectuales. Sólo aquellos que escriben en torno a la educación del trabajador, ya sea en ideas de clase como formativas laborales o éticas, son los aceptados. Comunistas y anarquistas no se privan de hacer la crítica que cae en algunos casos en persecución a la libertad creativa. Sin embargo es todo más complicado, no había una línea oficial clara, aunque hubiera grupos que fomentan determinadas cuestiones. Son los tiempos en los que se debate sobre la existencia del trabajador intelectual como un compañero de clase. Hablamos de los años 1920 y 1930. Desde la derecha política existe una corriente análoga que se recogerá sobre todo en la legislación de la dictadura de Franco, haciéndose eco de las condenas que los diferentes partidos y grupos de la extrema derecha venían haciendo desde décadas atrás, desde partidos antiguos como los carlistas, hasta más modernos, como Falange. No obstante, y pese a la existencia de una fuerte y dura censura, no se prohibe publicar Literatura, aunque se prohiban numerosas obras, partes de estas o se reescriban al gusto del Estado o del partido, depende de qué se estudie en este sentido. Es algo que me da la impresión que necesita de mayores investigaciones y análisis.
No hace muchos años una conocida me hablaba de lo inútil de leer novelas. Decía ella que sólo leía cosas útiles que le sirvieran para algo. Había en ello un pensamiento muy de Conde Duque de Olivares. Por las redes sociales, ahora, de vez en cuando leo comentarios parecidos. Hay un matiz, parece que sólo fuera útil ahora leer no algo que te forme, si no que te dé acceso a un trabajo. ¿Y una vez que lo tengas? Pues quizá dejarán de leer. Vaya usted a saber. Se ha insertado en la sociedad, en parte de ella, el discurso del utilitarismo material por encima de cualquier valor de utilidad humana. El fenómeno viene parejo en este siglo XXI a una infravaloración de los conocimientos humanísticos, hasta el punto de eliminar varias de sus enseñanzas del sistema educativo. Curioso, pues justo ahora los grandes medios de comunicación cibernética en Estados Unidos invierten precisamente en gente formada en conocimientos humanísticos, porque consideran que los conocimientos técnicos ya no son bastante para poder manejar la red de Internet. El siglo XXI se va formando, y parece que España evoluciona en el camino de Olivares. Mucho del problema quizá esté contraído en la crisis de 2008, que ha podido crear un daño social entre la población joven al ver que las muchas lecturas o los muchos estudios no han servido de nada a los jóvenes más cercanos a ellos, nosotros: las generaciones anteriores. La lectura útil ahora sería así la que te da algo material, no la que entretiene, no la que forma a la persona indirectamente con su utilidad para abrir la mente y prepararla, no la que forma en técnica o conocimientos para la propia vida y futuro laboral, tampoco la científica. No estoy generalizando, no soy de los que generalizan. Por supuesto hay numerosas personas que gustan de la lectura, sin más, y la valoran. Sin embargo, sí llevo un tiempo observando a este otro grupo no sé si creciente o puntual del momento.
Somos quizá el único país del mundo que durante diez años prohibió el teatro, las novelas y cualquier literatura de ocio. Sin embargo, a comienzos de ese mismo siglo XVII, en 1605, Miguel de Cervantes escribía en su novela El Quijote que él leía todo lo que caía en sus manos, pues todo era útil y hasta de los malos escritos algo se aprendía. Algo era de utilidad para el ser humano. Cervantes criticaba los libros de caballería con una novela de humor y sin embargo, sin los libros de caballería no hubiera existido su novela de humor, denostada, por otra parte, en el raciocinio del siglo XVIII, obsesionado también ese siglo y varios de sus intelectuales con que se había de leer sólo libros que enseñaran ciencias y técnicas, cosa que provocó hacia comienzos del siglo XIX el movimiento romántico como respuesta, con todos sus neogoticismos e irracionalidades que nos hablan más de nuestra alma, simpatías y miedos, que cualquier manual de agrimensura, sin negar la utilidad de la agrimensura y la necesidad de conocerla sobre todo por parte de aquellos que trabajan en el sector. Ni que decir tiene que el mismo Quijote es un compendio de lecciones humanas que, además, están abiertas a reflexión, y es ahí donde está la utilidad de novelas, teatros y poesías: el sentimiento, la reflexión, la empatía, el reconocimiento o el rechazo. La psicología moderna nacida a finales del siglo XIX ha evolucionado tanto para el siglo XXI como para reconocer las bondades de escribir y de leer.
Ay, España, sin novelas durante diez años, y con libros sesgados y segados por la Inquisición y el Imperio. La medida de Olivares no parece que lanzara a los nobles y funcionarios de España a leer libros de economía y administración. Cuando la prohibición se levantó en 1634 todo seguía igual en lo formativo, pero enrarecido en la política y en la convivencia social. Es un periodo que necesita de mayores y más amplios estudios, como el efecto intelectual que pudiera haber tenido en la península que buena parte de los escritores y editores buscaran amparo en su ida o en su identificación con los reinos de la Corona de Aragón, especialmente Cataluña, cuya evolución cultural posterior es ampliamente conocida y rica, aunque existan numerosos otros factores, como su permeabilidad con Europa. Es evidente que la primera mitad del siglo XVII exigió tantos esfuerzos al Reino de Castilla que la agotó. Aún hoy se puede ver los efectos de una ruina sobrevenida en muchos pueblos y páramos de las dos submesetas penínsulares. Sería interesante poder estudiar cómo se pudo traducir en lo intelectual, si es que tuvo traducción a ese aspecto social. En todo caso, todo esto me lleva hoy a reflexiones sobre el hoy, que son comparativas que han de salvar muchas distancias, pues no son tiempos análogos, pero que nos hablan de un algo.
España tuvo diez años de prohibición de teatro, novelas y otras literaturas de ocio para obligar a la gente alfabetizada a no gastar el tiempo yendo al teatro y obligarla, además, a leer libros técnicos. El ser humano necesita de la interactuación. No hay mayor interactuación que la psicológica. Es la que más nos une. Establecer lazos mentales ya de raciocinio o sentimentales. Y no se puede obligar a nadie a entregar su vida a aquello que le repele, tarde o temprano la repulsión sale a flote y todo proyecto fracasa.
Hoy pienso en muchas lineas sobre este hecho histórico, como se ha podido leer aquí. Y quizá una de las más significativas es cómo se nos habla del Siglo de Oro de la Literatura española, el XVII, sin hablarnos nunca de todos estos asuntos tan en contra de la Literatura en sus años. Censura, inquisición, persecuciones y condenas a escritores y editores, prohibición de diez años de duración contra la Literatura de ocio... Todo tiene un porqué y todo tiene su repercusión, incluso en la construcción de la identidad social española actual. No es lo mismo que te cuenten el abecedario diciendo "abcd", que diciéndote "abd". La percepción, el conocimiento propio y la reflexión, cambia. De ahí la importancia de leer, de todo, de lo que haya.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
BIBLIOGRAFIA:
José Luis Villacañas Berlanga, Historia del poder político en España, ed. RBA, Barcelona, 2014. pp. 294-323.
Jaime Moll, "Diez años sin licencias para imprimir comedias y novelas en los reinos de Castilla: 1625-1634", en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, recuperado el 1 de agosto de 2017 en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/diez-aos-sin-licencias-para-imprimir-comedias-y-novelas-en-los-reinos-de-castilla-16251634-0/html/0213242e-82b2-11df-acc7-002185ce6064_3.html
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Para quien esté interesado en la prohibición de editar Literatura por el Conde Duque de Olivares en el siglo XVII, también podrá encontrar sobre el tema en:
John H. Elliott, El Conde Duque de Olivares, ed. Taurus, Madrid, 2000.
Para quien esté interesado en la idea de la Literatura como algo pernicioso en el siglo XX, también podrá encontrar sobre el tema en:
Coordinadora per a la Memòria Històrica i Democràtica de Catalunya, Aproximació a Mujeres Libres, ed. CMHD, Barcelona, 2008.
Así como en la documentación de archivo y hemeroteca de los archivos históricos de la Fundación Pablo Iglesias y de la Fundación Anselmo Lorenzo, para los partidos y sindicatos de izquierda, así como el Archivo General de la Administración y el BOE en lo referente a la normativa legal del franquismo. Es interesante leer el preámbulo de la Ley de Depuración de la Enseñanza, de 1939, donde el franquismo carga contra la intelectualidad como responsables de la guerra, por poner un ejemplo. En aquellas leyes y normas que afecten a censura se encontrará más material al respecto. Probablemente de parte de los partidos y sindicatos de derechas podría hayarse algo en el archivo histórico de la Fundación Francisco Franco, sería interesante leer en la documentación y publicaciones de Falange y de partido Carlista, entre otros, así como sería interesante indagar en archivos episcopales de la época donde tal vez se encuentre algo al respecto por parte de la Iglesia católica que apoyó al franquismo durante la guerra y en los años inmediatos a esta.
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