Cataluña es un lugar al que he ido varias veces. La primera de ellas hice un viaje tras un largo hartazgo en el desempleo, sin dinero, sólo el justo para el viaje, poco más, por lo que hice de trotamundo-vagabundo que fue de Barcelona al sur de Francia, a Argelès-sur-Mere, y de vuelta a Barcelona, pasando y parando por lugares como Gerona, Figueras y Portbou. Es algo que no oculté ni en esta bitácora ni en Diversidad Diacrítica. Era 2006. Regresé en 2008 a Barcelona para encontrarme precisamente con los compañeros y compañeras fotógrafos de Diversidad Diacrítica, ya de un modo más sosegado y con dinero. Por unos ámbitos y por otros, por unas razones y por otras, tengo bastantes amistades y conocidos en Cataluña, especialmente entre Barcelona y Gerona. Gente que vive tanto allí, como aquí en Alcalá de Henares y en Madrid. Cataluña no me es un lugar ajeno ni lejano, aunque yo sea alcalaíno/complutense, con lazos familiares con Madrid, y en concreto paternales con un pueblo de Ciudad Real llamado Herencia, en Castilla-La Mancha, en plena La Mancha. Pero indudablemente yo soy y me siento alcalaíno, tanto desde que nací como por la residencia de mis padres y la de mi abuelo materno desde tiempos de la República, a pesar de que durante la dictadura tuvo él que irse a Madrid. En todo caso, él era andaluz. Cuántas idas y venidas que se pueden rastrear. Mi madre nació en Madrid. Si rascamos en la profundidad de mi familia, junto a Alcalá de Henares y Madrid aparecen esas provincias y sus pueblos de Ciudad Real, de Granada (Guadix) y de Córdoba (Bélmez), gente que vivió una temporada en Canarias, otros que se exiliaron a Argentina (a Mendoza) y también a Perú (a Lima), y, aún rascando más, familia no directa pero del mismo tronco familiar, llegó a irse a Cataluña, según contaba mi madre y mi abuela, antes de que esta última perdiera del todo la cabeza. El abuelo paterno, por avatares de la vida y la Historia, anduvo por el Rif español, por Tánger, y por Aragón en la guerra, yendo a Madrid años después de ella, y el abuelo materno tuvo que estar por Guadalajara y por Valencia, si bien tras la guerra recibió un arresto domiciliario en Madrid. El paterno, volvemos a él, combatió en la batalla del Ebro, ante el fracaso republicano se replegaron a defender la línea de paso a Cataluña, tratando de impedir que las tropas de Franco llegaran al Mediterráneo e incomunicaran a los catalanes, sin embargo su grupo fue atrapado por las tropas de Franco y pasó una temporada en un campo de concentración en Aranda del Duero antes de ser enviado a Tánger, en Marruecos, tras un juicio sumario con la idea de que repitiera el servicio militar. Qué vueltas da todo. Si atendemos a mi segundo apellido, materno, Páez, aparte de la filología visigoda que lo delata, es propio de Galicia, mientras que el compuesto López-Serrano es netamente construido en la sierra de Ciudad Real, a pesar de que Herencia no está en la serranía. Como sea, Páez tiene en España su más ferviente núcleo en Galicia, sin embargo, la expansión gallega hacia el sur en la Edad Media hizo que los portadores de este apellido se trasladasen en gran parte. Así que Paes, a la portuguesa, es más propio de Portugal y de Brasil que de la propia España, aunque los Páez españoles, con "z", existimos. Quisiera que se conservara este apellido. Ignoramos qué antepasado nuestro pudo ser gallego o portugués. Alguno sería. ¿Cuándo? Ni idea. En España somos pocos López-Serrano y pocos Páez, y suele ocurrir que cuando nos encontramos lo habitual es que si se araña se encuentra algún nexo común entre nosotros, como cuando descubrimos que unos López-Serrano salidos de Herencia entre los años 1930 y 1940 estaban afincados en Alcalá en los años 1990, coincidencias de destino. Lo que quiero decir ante toda esta disgresión aparentemente desconectada es: tenemos más lazos que nos une en esta península Ibérica, que cosas que nos separan, se sea de donde se sea, se sienta uno de donde se sienta, y se sienta apegado o no al lugar que sea.
¿Qué decir de lo de Barcelona hoy? Ayer el terrorismo del extremismo islámico volvió a atentar en España. La primera vez fue el 11 de marzo de 2004, en Madrid y pueblos cercanos, en la red de trenes de cercanías, a primeras horas de la mañana. Murieron entonces por la explosión de varias bombas ciento noventa y dos personas y fueron heridas dos mil cincuenta y siete. Reivindicó el atentado una célula terrorista cercana al grupo Al-Qaeda que decía hacer la guerra santa (yihad). Desde entonces, respecto al terrorismo del extremismo islámico en España, España ha participado en numerosas operaciones exitosas contra este tipo de terrorismo, deteniendo a una gran cantidad de terroristas, especialmente en Barcelona, Madrid, Ceuta y Melilla. Muchas de las víctimas, de las que murieron y de las que no, eran de Alcalá de Henares. Recuerdo cómo se traían los cuerpos a un polideportivo cercano a mi casa.
Ahora, ayer, 17 de agosto de 2017, en Barcelona, en Alcanar, en Cambrils, en Ripoll, sucedieron una serie de hechos conectados como es la explosión de un intento de fabricación de bomba casera con bombonas de butano en Alcanar y el posterior hecho del atropellamiento con una furgoneta a los transeuntes de La Rambla de Barcelona y a los veraneantes de Cambrils. Hay un total de catorce muertos, al menos de momento, y más de ciento treinta heridos, más algún niño desaparecido. En este caso el acto de este grupo terrorista de corte yihadista ha sido reivindicado por ISIS (DAESH en inglés), el Estado Islámico. Los presuntos autores, los principales sospechosos, incluidos los cinco que fueron abatidos por la policía en Cambrils, son en buena parte de origen marroquí, afincados en Barcelona, salvo alguno que, como el primer detenido, es un marroquí de origen que vive en Marsella, en Francia. De hecho, hacia allá trataban de huir algunos cuando abandonaron una furgoneta en Vic y fueron arrestados en Ripoll. Se sigue la búsqueda y la investigación de los posibles autores, en general, por los nombres dados hasta ahora, gente muy joven entre 17 y 24 años de edad, a falta de saberse más sobre esos presuntos autores en su totalidad de componentes y de biografías. Hay periodistas que incluso han especulado, no se sabe bien en base a qué, que pudieran ser retornados del Estado Islámico tras su fracaso en la guerra en los territorios en Irak y en Siria. Caso aparte requiere el análisis de las actuaciones policiales que llevaron a la muerte de los terroristas en Leganés en 2004 y en Ripoll en 2017.
Mi condena al terrorismo es total y expresa.
Las constantes noticias sobre cómo fue el atentado enfocándolo en torno al morbo de cómo les afectó a las víctimas, quién vio qué, quién tuvo un ataque de nervios, quién está en la desesperación, si hay o no un derrape de la furgoneta, si había carritos de niño en tal o cual lugar, etcétera, no aportan nada informativamente, salvo para los más morbosos. La petición de que no se distribuyan imágenes de víctimas puede caer en un debate. La policía, aunque lo pidió bajo la idea del respeto a las víctimas, probablemente lo pidió para poder manejar todos los datos que tuvieran a mano sin que los terroristas sepan lo que ellos sabían a través de imágenes, inevitables en la actualidad de las redes sociales y de, esto es así, la libertad de expresión y el derecho y deber constitucional de información que sustentan esta y otras democracias. Se puede abrir, por enésima vez, el debate sobre si se debe o no desde lo ético, ya al margen de la estrategia de las investigaciones de las autoridades. No veo porqué no. Mucha gente estará en contra. Otra tanta a favor. No obstante, si no se hace realmente por recrearse en lo morboso o por ganar dinero a costa del morbo, las imágenes crudas de un acto de violencia (de las guerras del tercer mundo no paran de mostrarse) ayudan a concienciar en una posición contraria a la guerra o a la violencia en sí. Recordemos por ejemplo el impacto positivo que creaban muchas películas bélicas hasta que Spielberg la rodó con crudeza en 1998 con Salvar al Soldado Ryan. El debate, en todo caso, no es algo tan reciente. Ya se dió a partir de los hechos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de la Segunda (1939-1945). Los relatos literarios y el cine que se hicieron a partir de ellas las trataban tan elogiosamente que muchos autores que participaron de ellas como soldados crearon obras donde no escatimaron reflejar el horror y las barbaridades con todo lujo de detalle, precisamente para crear un relato antibelicista, mostrando las cosas como son, no ocultándolas, para quitar al heroicismo violento todo romanticismo e idealización, mostrándolo en los términos como es, como afecta, como actúa y como repercute. En esa idea escribí yo mi libro de relatos de ficción, aún en venta, Relatos de la Gran Guerra. La cuestión es saber hacer esto con esa ética, no con la intención de recrearse en lo morboso o escandalizar al otro por morbo. Es una cuestión de enfoque. De ética y de cómo se sepa trasladar esta a quien recibe el mensaje. Sin embargo, la mera mención de este debate dentro de los marcos de la libertad de expresión hace que mucha gente se haya puesto nerviosa en las redes sociales y telediarios. Como si fuera algo que no se pudiera ni pensar. Ocultar, ocultar, ocultar, por la razón bien intencionada (o no) que sea, pero ocultar. El medio de comunicación que hoy pide a los cibernautas que no compartan imágenes escabrosas, dentro de un par de horas las pondrá él como exclusiva que, por otra parte, estará bien pagada por los anunciantes al ver las estadísticas de audiencia de ese medio. Entre medias la gente habrá comprado una idea de ética que es irreal, aunque habrá gente, sin duda, que sí sea gente comprometida y coherente con su postura ética.
Los medios llevan veinticuatro horas emitiendo noticias, análisis y debates que en realidad sólo se recrean en cómo se produjeron los hechos en torno a la crueldad de los terroristas y el sufrimiento de las víctimas. Caen en lo escabroso y lo morboso, para no ser repetitivos, aunque lo son, lo salpican de comentarios que por una parte son altamente desinformados de cómo funciona un Estado de derecho, dan voz a la xenofobia y el racismo, mezclan unos temas políticos con otros... Eso se refleja en los comentarios de las personas en las redes sociales. Uno preferiría que las noticias dieran auténticas noticias de análisis, como el hecho socioeconómico de la población de Marsella o de los jóvenes marroquíes en España. En lugar de escuchar cómo algunos tertulianos piden que se rebaje la edad penal, me faltan los argumentos que traten de comprender cómo un fracaso económico y social se puede convertir en unos jóvenes en una simpatía por las causas violentas que prometen, en falso, mejorar sus vidas cuando triunfen sus ideas, aunque estas impliquen la autoinmolación. Pero no ha habido autoinmolación. Trataban de huir. Tenían preparada la huída. Mucho se nos tiene que explicar, porque es un atentado donde sus yihadistas atentan a la vieja usanza: no buscan morir, buscan vivir, matando por sus ideas, pero no matándose por ellas. Eso me hace pensar que hay un componente no religioso mucho más fuerte que el componente religioso, por muchas frases gruesas que los terroristas hayan escrito de manera pública o hayan comentado a las personas que conocen. ¿Por qué no podemos hablar de eso? Del fracaso social como puerta a la vía violenta. Muchas veces se ha preguntado en los años de crisis porqué no estalló la revolución violenta en España y otros lugares de Europa, aunque en Grecia estuvieron a las puertas. Sus razones hay y se deben analizar. Sin embargo, los fracasos sociales entre determinados miembros de la creencia islámica han llevado a los caminos violentos que hoy día conocemos. ¿Por qué no analizar sobre ello en los medios de comunicación? Eso, el posible rechazo social de la persona fuera de su sociedad, o todo lo que un sociólogo pueda indagar como causas a tratar para atajar la caída en el terrorismo.
Tampoco parece que interese poder analizar el hecho de la utilización política que han hecho los estamentos del Estado, remarcándose una versión oficial de que todos estaban unidos, cuando es evidente que no lo parece, por mucha foto conjunta que haya ocurrido. ¿Desde cuándo en España un atentado ha provocado que un jefe de gobierno se traslade de manera inmediata a la delegación de gobierno de la Comunidad Autónoma afectada para hacerse cargo en persona del tratamiento del atentado? Ayer lo hizo el presidente Mariano Rajoy, hoy aparece su foto en la Delegación de Gobierno de Cataluña en todos los periódicos. El mensaje es claro en pleno proceso independentista que desembocará en el referendum no permitido del 1 de octubre: "Aquí quien gobierna es el jefe de gobierno de España y como Cataluña es España y se os quiere en España, aquí me presento a gestionar todo este caos que ha provocado la violencia terrorista". Entre tanto el presidente de la Generalitat de Cataluña, Puigdemont, no hacía acto de presencia allí y se dedicaba a visitar en los hospitales a las víctimas, mientras en su mensaje institucional junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, daba las gracias, varias veces, a todas las autoridades catalanes que estaban interviniendo para solucionar y atender los hechos del atentado, y otras tantas a las autoridades e instituciones europeas que se habían ofrecido a ello, en ningún momento mencionó a las autoridades e instituciones españolas. Dijo, eso sí, que ante estos hechos se actuaba conjuntamente porque contra el terrorismo hay unidad sin discusión. Pero en tal caso, ¿por qué la ausencia de mencionar a las instituciones y autoridades del resto del Estado español? Independientemente de que se esté o no a favor del proceso independentista, los actos de Rajoy y los de Puigdemont ayer muy evidentemente fueron un uso interesado de la tragedia, dentro de una sinceridad, que no niego, de su repulsa contra la violencia. Hoy todos juntos, al lado del jefe del Estado, el rey Felipe VI, se hicieron una foto de unidad, una unidad que han repetido los medios de comunicación incansablemente, como si así los ciudadanos no pudieran pensar que no se da. Pero este debate no sólo no se da, sino que mencionarlo en las redes sociales puede servir para recibir un gran linchamiento mediático. La gente está harta de los tira y afloja entre España y Cataluña de cara al 1 de octubre, los medios de comunicación llevan meses ayudando a envenenar las aguas. Un hecho como el de ayer provoca que una gran mayoría no quiera ni oír hablar una mínima conexión de lo que se estaba viviendo con un posible uso político, pero es evidente, para quien examine discursos y actos, que se colaron de manera transversal un claro mensaje de: "juntos pero no revueltos" que nunca se debía haber producido, así lo pienso yo también. Estando conforme con la pluralidad de posturas que hay de cara al 1 de octubre, ante hechos como los de ayer se debiera haber actuado realmente juntos en todo lo que se hizo, y se debieran haber dicho las palabras que no se dijeron, reconociendo todas las realidades, no sólo las propias.
Hay quien ha querido llevarlo al punto de vista que todo lo generaliza cayendo en el racismo y la xenofobia. Peor aún. Se han leído muchas barbaridades. Pero tengamos en cuenta que los mismos medios de comunicación generalistas son los que han dado noticias como el repaso de ciudades afectadas por el terrorismo islámico, mencionando sólo las del mundo Occidental y dejando fuera las del mundo musulmán y de otras religiones, tanto de África, como de Asia o de Oceanía. Un telediario sí llegó a apuntar que el 84% de los terrorismos yihadistas se producen en países musulmanes, sin embargo el dato no lo ofrecía como parte de un análisis que tratara de comprender el hecho, sino que se ofrecía como una especie de alivio al telespectador español. Los que caen en el racismo y la xenofobia, por otra parte, no entienden que los refugiados musulmanes de las zonas en guerra contra el ISIS huyen precisamente de ese mismo terrorismo. Se alega, en algunos sitios, que hay miembros del ISIS que se cuelan entre los refugiados. No nos engañemos, los marroquíes sospechosos no habáin combatido ni en Siria ni en Irak. No que se sepa a estas horas. La causa de su cercanía al yihadismo no hay que buscarlo en esa guerra, aunque esta juegue un papel en su psicología, hay que buscarlo de manera más allá de la religión, en la economía, en sus oportunidades como emigrantes, en el posible rechazo social, o en donde se haya de mirar. Varios de los terroristas islámicos que operaron en Europa en estos años se ha demostrado que no llevaban vidas ejemplarmente practicantes, o que se habían convertido a última hora, y que tenían tras de sí un historial de delitos de baja intensidad o de desempleo y de desesperación económica. Plantear este debate provoca también furias en determinadas redes sociales.
De todos modos, del derrumbe del Estado Islámico, poco se nos ha contado en España. La caida de Mosul y los combates en Raqqa han dejado un pequeño rastro en la prensa española donde se nos ha contado que los únicos resistentes que se quedaron pegando tiros entre las ruinas de lo que fue territorio del ISIS son los combatientes con nacionalidad europea, pues sus rasgos les delatan como para poder huir entre las tropas iraquíes y kurdas, y además, están ya fichados por sus países, por lo que difícilmente pueden regresar. Prefieren morir combatiendo entre las ruinas. No quiere decir que ninguno logre escapar, pero sí que prácticamente esta clase de yihadistas no salen de esos lugares. Aún recuerdo el reportaje que describía los muertos a medio pudrir, porque nadie quería enterrarlos o los varones que ejecutaban acusados de ser yihadistas por miembros de las tropas regulares o las kurdas, sin pasar por juicios previos o estar en manos judiciales militares. La comunidad internacional, aunque estos hechos pudieran ser crímenes de guerra por parte de los aliados (al margen de los innumerables cometidos por los yihadistas), no ha actuado en muchos casos para proteger a los presos de guerra o a los combatientes que pudieran rendirse. Quizá debiéramos comprender mejor los mecanismos de esa guerra, sobre todo en estas fases finales, para comprender algún porqué de que los yihadistas del ISIS subsistan más allá de su territorio defendido. Por supuesto las respuestas y preguntas son más complejas, como la creencia ciega en la religión o en determinadas ideas, los soldados antiguos miembros del partido Baaz de Hussein metidos al ISIS, las intervenciones internacionales, las rivalidades entre sunnies y chiíes, que el ejercito regular de Irak ha espoleado más para poder ganar sus batallas, etcétera. Son debates y análisis que no leo ni escucho en estos días. Me faltan para poder comprender más y mejor. No para justificar nada, sino para encontrar posibles explicaciones que nos ayuden a conocer para poder actuar mejor de cara a acabar con la violencia presente. No olvidemos que si ISIS ha reclamado el atentado en Barcelona, entonces hay que pensar que España intervino en la guerra en cuanto tenía una base militar en Turquía para controlar misiles y aviones, dentro de las operaciones de la OTAN en la guerra. Ahora bien, una cosa es que el ISIS reclame el atentado y otra muy distinta que los terroristas de ayer lo hicieran por estas razones. Me temo que tiene que ver con ellos mucho más lo personal y biográfico que la geoestrategia militar del mundo actual, sin quitarle importancia a las innumerables operaciones policiales españolas que ayudaron a desmantelar redes de reclutadores de la yihad en Europa asentados en España. Probablemente estos terroristas conocerían a más de un detenido pasado.
Donald Trump aprovecha este atropello terrorista para intentar limpiar su imagen manchada de racismo ante el atropello letal que se vivió en Estados Unidos por parte de un miembro de la extrema derecha contra personas que reclamaban derechos contra la xenofobia y el racismo. Ofrece su ayuda y nos dedicó a España hasta dos twitt, uno de ellos recordándonos como solución al terrorismo lo que el general Pershing hizo en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial para controlar la violencia: la ejecución con tintes racistas (embadurnar la bala de ejecutar con sangre de cerdo) a los filipinos que hubieran atacado a norteamericanos o simpatizantes de estos. El recordatorio ya de por sí es bastante oscuro y rechazable, que además lo haga recordando el caso de Filipinas teniendo en cuenta que Filipinas tiene pasado español y que vivimos una guerra de guerrillas a finales del siglo XIX porque los filipinos reclamaban su independencia, en fin... pues es para dedicarle toda una reflexión aparte sobre la visión de Trump de la realidad de los acontecimientos y cómo tratarlos de manera internacional. Sobre este hecho tampoco ha hablado mucho los medios españoles, no se ha analizado. ¿Cómo cuestionar el ofrecimiento americano, aunque sea de dudable moralidad sana?
No deja de ser curioso, por otra parte, que cuando Reino Unido dijo que iba en serio con irse de la Unión Europea aumentaron los casos de terrorismo yihadista que logra atentar; cuando Francia apuntó maneras de que los dos grandes partidos políticos no lograrían gobernar en 2017 (como así fue), gobernando uno nuevo con riesgo de ganar la ultraderecha que haría peligrar la unidad de la Unión Europea, también ocurrió un gran número de atentados triunfantes; y que cuando Cataluña se encamina a un referendum de independencia que le pone en cuestión respecto a la Unión Europea, ocurre otro atentado que no se ha podido evitar. Lo más seguro es que este apunte no vaya a ningún sitio, mera coincidencia, o tal vez dejadez de una funciones por otras. Puede ser mera coincidencia, pero es otro apunte a analizar, aunque sea un callejón sin salida, sin respuestas útiles por ser probablemente cosas casuales.
Lo cierto es que yo no soy quien para poder hablar de todos estos temas. No tengo más datos ni menos que otros. Pero lo cierto es que ayer sólo quería saber cómo estaba la gente que conozco de Barcelona y saber del atentado la información relevante, deshechar lo morboso por morboso sin aportación alguna. Miré lo que la gente comentaba en redes sociales. Vi barbaridades y vi personas que por decir determinadas cosas fueron vapuleadas, aunque estas no eran ofensivas, sino intentos de análisis en común. ¿Qué decir de lo de ayer de Barcelona? Condenarlo y no decir nada. Se impone no decir nada bajo riesgo de ser vapuleado si lo que se va a decir es una reflexión que no caiga en simplismos. La red social no ha funcionado para compartir y reflexionar juntos. Me parece que ha servido para censurarnos los unos a los otros. Se impone, o se impuso para mí, el deseo de observar sin comentar, la autocensura. Y eso es peligroso. Lo es porque es un camino ya andado. ¿Es el triunfo del terrorismo? ¿Lo es que haya autocensura para no verse acosado por unos o por otros? No, no es el triunfo del terrorismo, es el fracaso de una sociedad democrática que tras varios años viendo fracasar las vías democráticas, ante la violencia acoge una respuesta aparentemente pacífica y democrática, pero que, analizada en los comentarios de las redes sociales, son un acoso y derribo para quien no diga X, si lo que desea decir es "X, sí, pero...". Lo que está triunfando es una sensación de que aquello que no gusta debe ser acallado. Y si no, ¿de qué va a ser que las grandes compañías cibernéticas han comenzado a censurar comentarios que considera molestos a pesar de que su posición como gran compañía es una posición empresarial y no la de un organismo democrático y electo? ¿De qué que algunas universidades anglosajonas limiten la libertad de expresión y de cátedra de algunos de sus miembros si los alumnos se ofenden? Vamos hacia un mundo donde el rey es rey, pero el feudatario tiene el puente, los barcos, los campos y los ejércitos, y si le apuran: los vasallos.
2 comentarios:
Los muertos serían realmente 15 y no 14, ya que un hombre catalán de 34 años, voluntario en el pasado para ayudar a las víctimas del terremoto en Haití, fue apuñalado y muerto en su vehículo cuando uno de los terroristas se los robó para huir. Por razones que desconozco no se ha incluído su muerte entre las muertes oficiales directamente relacionadas con el atentado. Aún podría subir la cifra, pues de los heridos había 13 en estado crítico o muy grave y hoy se ha elevado la cifra a 15. Ya se verá.
Ya son 16 muertos. El niño australiano perdido es el número 16. En un hospital.
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