domingo, agosto 26, 2012

NOTICIA 1124ª DESDE EL BAR: Y EL HOMBRE PISÓ LA LUNA

(Fotografía de homenaje de la NASA a su astronáuta más emblemático, Neil Armstrong, el día de su muerte.)

Querido Neil Amstrong, contigo todos pisamos La Luna y vimos su suelo grisáceo luminoso. Lo hiciste un 20 de julio de 1969, y a veces te reunías con tus compañeros Aldrin y Collins para recordarlo y para apoyar con decisión la continuidad de la exploración y la conquista del Espacio. Que la tierra te sea leve.

Yo no había nacido en 1969, tardaría aún diez años en nacer. La Conquista del Espacio había comenzado mucho antes de esa fecha, Nació con las teorías científicas de la segunda mitad del siglo XIX, sobre todo las del ruso Ziolkovsky, nació con la invención del cohete por el alemán Von Braun en las décadas de 1930 y 1940, y nació con la competitiva Carrera Espacial de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos de América que tuvo un importante pistoletazo de salida con el lanzamiento del primer satélite artificial en 1957, el ruso Sputnik I. Armstrong tampoco fue el primer ser vivo ni el primer ser humano en salir fuera de la atmósfera terrestre, cosa que era bien difícil en aquellas épocas a pesar de que hoy día varias empresas estén planeando ofertar pequeñas salidas de la misma a turistas enormemente ricos. Armstrong era un soldado, un militar de la aviación americana que combatió en setenta y ocho combates aéreos de la Guerra de Corea entre 1950 y 1953. Terminada se apuntó en 1955 a probar y forzar aviones experimentales en arriesgados vuelos pacíficos para una división del ejército del aire norteamericano nacida en torno a 1946 y que, con el tiempo y con diversas reformas, recibiría una ley de 1958 que le permitió ser en 1959 la National Aeronautics and Space Administration (NASA), la agencia norteamericana para la exploración, la observación y la conquista del Espacio exterior. Él no lo sabía aún, pero se iba a transformar en uno de los nombres más importantes de la Historia de la Humanidad. 

Tenía 39 años, y era comandante, cuando en aquel 1969 ante la espectación mundial que le podía ver en directo por televisión gracias a esas transmisiones por satélite que habían empezado apenas en 1967, dos años antes, pisaba La Luna con su famosa frase, que estuvo reflexionando durante mucho tiempo. Le seguiría su segundo, Aldrin, y les esperaría en la nave para regresar a La Tierra Collins. Era él, fueron ellos dos, viajaron ellos tres, los primeros seres humanos en ir a La Luna. Los primeros en verla y en andar por ella en nombre y representación de toda la Humanidad, aunque con bandera estadounidense. Y con ellos pudimos ver La Luna y viajar a ella todos nosotros. Yo no había nacido, pero lo he visto montones de veces en televisiones, cines, libros, revistas, periódicos... La Historia cambió en ese instante. Quizá no tan inmediatamente como se creía. Tras de Armstrong, Aldrin y Collins viajaron a La Luna de nuevo Charles Conrad, Richard Gordon, Alan L. Bean (en noviembre de ese mismo 1969), Alan B. Shephard, Stuart A. Roosa, Edgar Mitchell (en enero de 1971), David Scott, James B. Irwin, Alfred Worden (en julio de 1971), John Young, Thomas Mattingly, Charles Duke (en abril de 1972), Eugene Cernan, Ronald Evans y Harrison Schmitt (en diciembre de 1972). Luego unas pocas misiones más en 1973 para estabilizar una estación espacial y se cerró la Misión Espacial Saturno V de la que había participado la primera llegada a La Luna. Todos viajaron en primigenios vehículos de tecnología que ahora consideraríamos tosca, pero que entonces era la más avanzada. Hasta Neil Armstrong tuvo que enfrentarse a cuestiones tan nimias en vuelo como ordenadores que se saturaban de información o interruptores atascados, cuestiones nimias que pudieron costarle la vida, no obstante. 

En estos días hemos mandado un robot a Marte, que cuenta con tecnología española, precisamente de científicos universitarios de Alcalá de Henares, llamado Curiosity. No tengo duda que Armstrong, que se vio vencido con 81 años de edad por una operación de corazón que no resistió el implante de un by-pass, debió seguirlo en su silencio y discrección dentro de su férreo convencimiento de que la Humanidad tiene su futuro en el resto del Sistema Solar y más allá. Y quizá no se equivoque tanto cuando sabemos que alguna empresa norteamericana ya intenta arreglar en despachos de abogados obtener los derechos de explotación minera futura del planeta Marte. Pero seguro que también seguiría otras noticias, como las de la Estación Internacional Espacial o la constante intención tanto americana como china de volver a pisar La Luna en fechas oscilantes entre 2020 y 2030. 

Armstrong comandó el módulo Eagle (Águila), de su nave Columbia, hasta su alunizaje en el Mar de la Tranquilidad, un inmenso páramo de polvo grisáceo desde donde podía verse La Tierra. Tardó mucho, como dije, en pensar su frase. Sabía que entraría en la Historia de la Humanidad como otras frases de otras épocas como aquel "¡Eureka!", el "vine, vi y vencí", "sólo sé que no sé nada"; "pienso, luego existo" o el famoso "¡tierra a la vista!" que gritó Rodrigo de Triana cuando avistó por primera vez el continente americano en octubre de 1492. "Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad", dijo Armstrong, y se dejó oir por los sistemas de radio y televisión que llegaron con un ligero retardo temporal por cuestiones tecnológicas en todo el planeta La Tierra. El júbilo de quienes compartieron el momento se dejó sentir con gran emoción. Era este uno de los recuerdos más vividos de mi padre, por entonces un joven aprendiz de tornería metalúrgica de 18 años de edad que en unos meses cumpliría 19 años. El nuevo héroe mundial, Neil Armstrong, tenía 20 años más que él y había cambiado el rumbo de la Historia. Un rumbo que quizá aún está por fijarse y por definirse mejor. Es un rumbo lento, pero probablemente decisivo.

Armstrong vio con sus ojos un mundo que muchos no hemos visto ni probablemente podamos ver jamás salvo en imágenes de fotografía y video. Pero inició un camino que, sin duda, todos seguimos. Una vez más, que la tierra le sea leve.

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