Esta semana las noticias han estado a tope con lo de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia contra el Partido Popular, pero a mí, de todo lo que se ha dicho, lo que me sorprende es que tras once años de investigaciones todavía no se sepa quién es "M. Rajoy", ya que la sentencia, por lo que informaron, no dice haber desvelado este asunto. Yo creo que debe tratarse o de alguien que se oculta muy bien o de alguien amigo de los jueces, quizá de alguien que baila salsa en locales con Covid. ¿Y si "M. Rajoy" era Quino, el autor de Mafalda recientemente fallecido? O peor aún, Van Halen, el guitarrista también fallecido estos días. Es todo tan misterioso.
Pero como siempre, ha sido la pandemia de la Covid la que más ha movilizado los noticiarios, incluso asumiendo que en todo esto lo que hay es una batalla política gigante.En el tema Covid-19 en España las comunidades autónomas que más rastreadores tienen e España de la expansión de la enfermedad son claras en sus conclusiones: los mayores focos de contagio son familia, hostelería y gimnasios (teniendo en cuenta que la gente conteste la verdad sobre donde llevan mal o se quitan la mascarilla o no se omitan respuestas tipo transporte o trabajos), sin embargo, los presidentes autonómicos de esas comunidades solo están dispuestos a cerrar al completo hostelería. Si obviamos que según esa lógica habría que cerrar también los gimnasios, quizá debemos empezar a concienciarnos de que, con esa lógica, deba haber estado de alarma estilo marzo-abril en diciembre-enero, con las navidades, puesto que las familias son el principal, destaco: PRINCIPAL, foco de infección, pero, ¿qué político y autoridad médica está dispuesto a asumir el coste político, social y personal que le pueda suponer dejar de eludir una de las raíces del problema y tomar el papel del Grinch en 2020? Pero, más allá, ahora mismo, en octubre, ¿cuántas de las personas dispuestas a que cierren la hostelería está dispuesta a que, sin que lo hagan por ley, dejar de ver a cualquier familiar todos los meses que hagan falta “hasta que haya vacuna”?
En este sentido me declaro totalmente de acuerdo con Valeriano Orobón cuando en respuesta a la reflexión anterior en Facebook me contestó, desarrollando y completando el diálogo abierto (cito literalmente):
Hay una cosa de fondo también cierta que poco se ha hablado de ella, porque es una realidad incómoda. Los políticos, los periodistas y los sanitarios se han metido dentro de la espiral y la alienación de su propio discurso desde marzo, y desde que están de batalla ideológica y del poder, están aún más metidos. Muchos de sus argumentos han contradicho otros anteriores y ahora pasan a reforzar cualquier cosa que digan y a enredarlo con temas como la monarquía, el pasado republicano, si existe o no una dictadura en España y otros temas, una buena parte de ellos absurdos, como el que acabo de citar, y otros más graves, como la renovación del poder judicial paralizada por el PP y ahora apuntada con el dedo de una reforma de dudosas garantías de las reglas del juego, según algunos jueces, por parte del PSOE-Unidas Podemos, o bien la más que reconocida culpa de corrupción en gente que fue o es del PP y por ende, a título lucrativo, del PP mientras gobernó y antes. Pero, ¿qué es esa cosa de fondo que poco se ha hablado de ella y que chocará tarde o temprano con la espiral de los discursos donde se ha metido cada cual? El mero hecho de la posibilidad ya no solo de que no haya vacuna o que no haya vacuna o tratamiento totalmente efectivo, sino de que eso implique la imposibilidad de que existan cero muertos de Covid-19. Esto quiere decir, que el control y la estabilidad de la enfermedad pase, como pasa con otras enfermedades, por asumir que la existencia de la misma cuesta un número determinado de muertes al año. Esto no quiere decir que se deje de investigar para su solución, pero sí que eso implicaría que hay que rebajar esos argumentos y empezar a pensar en la posibilidad de rebajar restricciones en el sentido de que tal vez llegue un día que hay que asumir que existirá un mínimo de muertos Covid y por ello mismo no se puede parar todo. ¿Es una barbaridad? No. Es una posibilidad, simplemente. ¿O acaso no hemos asumido que hay un mínimo de muertos al año de SIDA (VIH), de cáncer, de leucemia, de gripe, de bronquitis, de disentería, de meningitis, de tuberculosis, de corea de Huntington, de Parkinson, de ébola, de lepra, de hepatitis, de cólera, de hipertensión, de esclerosis, de arteriosclerosis, de diabetes, de obesidad, de tabaquismo, de alcoholismo, de desnutrición, de depresión (por suicidio), etcétera? Lo que hay que averiguar es si realmente estamos dentro de la posibilidad de erradicar la Covid-19, o de hacerla inofensiva en su letalidad, o de si, aceptando que la enfermedad puede tener efectos letales y produce un número de muertos al año, logramos hacerla lo menos letal posible y estabilizamos lo que se pueda su expansión en el mínimo posible, tal como ocurre con otras enfermedades mientras se investiga sus curas y tratamientos.
El problema es que hay un enroque ahora mismo en creer que la solución a la Covid-19 será total, y se lanza esa idea a las sociedades sobre todo desde la política más que desde la ciencia. Eso podría ser un problema a la hora de enfrentarse a la realidad futura o de una gran hipocresía si algún día toca decir la realidad posible que hemos citado, la de que la Covid-19 producirá al año un promedio de contagios y un promedio de muertos que se consideren mínimos aceptables para seguir funcionando las sociedades con normalidad.
Todo se diga: si ahora mismo las autoridades sanitarias creen que estamos a tiempo de ciertas medidas para frenar la pandemia y quitar a la enfermedad del carácter pandémico para reducirla a enfermedad solo, yo lo apoyo, pero mi apoyo no quita ni impide que crea que la otra reflexión comentada se deba dar. Creo que es hasta recomendable, dado que algunos argumentos se están enquistando tanto que crean verdades absolutas que se están mezclando con identificaciones políticas el sostener X o sostener Y. Pongamos por caso un hecho real anecdótico en mi vida la semana pasada. En el trabajo, el viernes 9 de octubre, delante de mí, pero yo callado mientras trabajaba, había tres
funcionarios muy del PP que acababan de escuchar (una de ellos) por radio
la comparecencia del responsable del PP de Madrid anunciando las medidas
que ellos habían acordado, creyeron que era la comparecencia del gobierno
central (PSOE-Unidas Podemos), la cual aún no había sido porque el consejo
de ministros seguía reunido en ese momento, y estuvieron los tres despotricando contra
las medida que habría tomado PSOE-Unidas Podemos (en realidad el PP de
Madrid pero no se habían dado cuenta) y de verdad que era para reirse... Estos son los que yo llamo los forofos de la política que son como
seguidores de fútbol. Ni puta idea de política, pero tienen que opinar e
imponer su voz. De verdad que es para grabar situaciones como esta y reírse... Me pregunté a mí mismo
que pasaría cuando se dieran cuenta que el gobierno aún no había hablado y que contra lo que despotricaban eran las medidas de los que consideraban los suyos, del PP. La respuesta vino a última hora del trabajo, en lugar de ser coherentes y aplicar todo lo que dijeron al PP, o bien de enmendar el error, escabulleron el bulto inculpando de la pandemia en Madrid a los colombianos y al aeropuerto de Barajas, y de los problemas políticos inculpando a la izquierda que está más a la izquierda que el PSOE y a (y esto fue tal cual) a los jóvenes, a los profesores y a las Universidades y sus enseñanzas, argumentos estos últimos que recuerdan a los que se dieron en 1936 y en 1939 para elaborar la Ley de Responsabilidades Políticas y las diversas leyes de depuración que se sucedieron en todos los ámbitos laborales públicos, después extendidos a los privados. Peligroso. Más cuando la semana que viene Vox culminará su escalada ultraderechista con una moción de censura al gobierno que les servirá de altavoz televisivo, periodístico y mundial de sus ideas y acusaciones falsas. Pero más peligroso es que el PP no sepan ver venir los peligros que contra ellos también hay desde la ultraderecha y que, además, una parte de ese PP esté cómoda con que esa ultraderecha venga, les alcance y pareciera que incluso se sumaran.
Entre tanto el Fondo Mundial Internacional (que solo falla por dar pronósticos de crisis más optimistas de los que al final resultan) dice esta vez que España no recuperará empleo hasta 2026. Aún estamos los que estábamos en afectados siendo veinteañeros de la crisis de 2008, que éramos los mismos que veníamos de alcanzar la mayoría de edad legal tras las crisis por las corrupciones de los 1990 y el abuso de los trabajos basura por parte de empresarios y administración. Con la de la Covid somos cuarentones, ya sea por treinta y muchos, cuarentón y cuarenta y pocos, y nos dicen (otra vez) “vuelva usted mañana”, y ahora dicen que ese mañana: en 2026 (vamos, que será en 2030). Los jóvenes perdidos, esa generación perdida, no son los jóvenes de hoy (2020), somos los que ahora somos cuarentones. Creo que de todas las etiquetas que nos han puesto, generación perdida es la más correcta. Pero como por red social me dijo otro amigo, Luis Abad, quizá más bien lo más correcto es llamarnos "generación perdedora".
Saludos y que la cerveza os acompañe.
1 comentario:
Un celacanto es un pez pulmonado que es lo más cercano en el camino intermedio entre peces y vertebrados no peces. Se creía extinto desde hace 80 millones de años. En 1938 se encontró uno vivo en Sudáfrica y en 1998 otro en Indonesia. La cosa es que en 1961 Antonio Momplet hizo una película de humor llamada "Julia y el celacanto", con Concha Velasco y Tony Leblanc. Revisando la película con su idiosincracia de la dictadura y su humor blanco del momento, tiene una serie de puntos que definen la sociedad española incluso hoy día. Julia descubre un celacanto en las costas del pueblo donde vive, lo pescan y trata de ocultarlo, pero e corre la voz y llega incluso a oídos de norteamericanos y otros científicos. En fin, fuera de metáforas políticas del momento, tenemos puntos como cuando se corre la voz en la lonja del pueblo y los comerciantes lo quieren para vender su carne más cara, o bien ofrecen pescado más barato a los americanos cuando llegan. Pero uno de los mejores puntos que nos definen es cuando las autoridades del gobierno español descubren que Julia y sus amigos ocultan el celocanto. Un oficial va a donde están con guardias y empieza a ordenar detenciones, a lo que un oficial alega que como va a detener a X si es amigo suyo. Puesto todo en orden, uno de ellos huye con el pez en una furgoneta y el oficial ordena que lo persigan, pero como no tienen coches uno del puerto le pregunta que si corriendo, y el oficial dice que como sea que tendrá recompensa y los comerciantes solo se mueven a ahcer algo cuando el jefe les dice que a las bicicletas tras la furgoneta. Muchos no se mueven y entonces llega un gran empresario importante del pueblo y viendo que el oficial no logra que le hagan caso le dice el empresario que no se mueven porque el trabajo lo da él. El oficial ofrece 5.000 pesetas a quien lo traiga y el empresario entonces se entusiasma y pone a todos sus trabajadores tras el pez. A todo esto el pez es escondido en la bañera de una casa particular. Así explicado quizá pierda su gracia, pero independientemente del tipo de humor que esto tuvo en 1961, si revisamos la película teniendo en cuenta el papel del cine en el franquismo, la labor de las oficinas de censura y de propaganda, la Guerra Fría, cómo era la sociedad de la época, la forma de pensar y la forma del gobierno en dictadura, revisado todo, digo, cobra un nuevo sentido del humor que podría ser crítico en nuestros días, y pedagógico sobre todo un tiempo anterior. Ahora bien, hay cosas de la película que socialmente continuan siendo igual en el comportamiento de los españoles medios, salvando las distancias y el tiempo, pero igual... y eso también tiene su gracia... lo gañanes que a veces somos y reconocernos gañanes todos porque, ahí está la gracia, algunas d elas actitudes de los personajes son compatibles con algo que no solo vemos cada día (últimamente más con la Covid-19), sino que también son algunas cosas que nosotros mismos hemos hecho alguna vez en algún momento de nuestra forma de ser.
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