lunes, mayo 27, 2013

NOTICIA 1213ª DESDE EL BAR: EL DESEO DE SER INÚTIL


"Puedo contar mi vida de trece maneras. Hoy he elegido la séptima (...)." (Hugo Pratt, cita sacada de Dominique Petitfaux, "Hugo Pratt. El Deseo de ser Inútil", ed. Confluencias, Almería,  2012, pág. 15.)















El 23 de abril de este 2013, Día del Libro, me tocó trabajar en una jornada anómala: me mandaron a una visita organizada especialmente para archiveros en la Biblioteca Nacional. La visita terminó relativamente pronto y se nos dijo que no hacía falta que regresáramos a nuestros centros de trabajo, teníamos lo que quedaba del día para nosotros mismos. Como estaba en Madrid y era temprano para regresar a Alcalá de Henares me acerqué a la Casa del Libro de la Gran Vía. Mis ingresos no me permitían gastos extra más allá de los normales para sobrevivir, así que sólo iba para curiosear. En la planta baja estaba la escritora Maruja Torres firmando libros. Yo no sabía que ella estaría allí, pero tampoco me interesó demasiado, me enteré porque para ir a la sección de novela gráfica había que pasar a su lado para poder subir por las escaleras al piso superior. No tengo nada contra ella ni contra lo que escribe, pero no es una escritora a la que siga. Sí que me interesaba más ese día curiosear la sección de cómics y novelas gráficas porque tenía que preparar un regalo de cumpleaños para un amigo y quería tener algunas ideas. De ese modo me encontré por sorpresa con un nuevo libro recién salido a la venta: "Hugo Pratt, el deseo de ser inútil. Recuerdos y reflexiones. Conversaciones con Dominique Petitfaux", una entrevista entre la autobiografía y las memorias que Dominique Petitfaux le hizo a Hugo Pratt en 1990 y que se publicó por primera vez en España en 2002. La nueva edición es una edición ampliada con un capítulo extra donde se habla de los últimos años de Pratt, que murió en 1995. El libro tiene un registro en la propiedad intelectual en 2012, pero se ha comenzado a publicar ahora, como digo, en este 2013. Lo edita la editorial Confluencias. Teniendo en cuenta lo mucho que me gusta y el grado de seguidor al que he llegado ser de este autor histórico del Noveno Arte, Hugo Pratt, y en gran medida de su personaje estrella, Corto Maltés, no podía menos que tentarme y hacerse mi boca agua, llena de apetito por silabear cada una de las frases que contuviera, o lo que es lo mismo: ansioso por leerlo.

Pero no pude comprarlo y me fui a casa. Por la tarde debía ir a recitar poesías mías en la biblioteca pública Pío Baroja de Alcalá de Henares, quiso la casualidad que de camino a esa biblioteca me paré en una tienda de frutos secos para comprar un refresco y que en esa tienda había un pequeño y raro muñeco de Corto Maltés mirándome en el escaparate lateral de la puerta menos obvio de pararse a observar. Así que me lo compré y recité mis poemas con este pequeño Corto Maltés entre mi guitarrista y mía. Era, como hubiera dicho Pratt, algo mágico. Dos días después, el 25 de abril, un nuevo camino a la tentación se abrió. Recibí un correo de alguien llamado Carlos Pranger, que resultó ser una de las personas que trabajan para la Editorial Confluencias.  Habían leído la conferencia que di en 2011 en el I Congreso de Conferencias sobre Novela Gráfica y Cómic. Aquella conferencia, como saben los lectores más asiduos de esta bitácora, era sobre la vida de Hugo Pratt a través de Corto Maltés (Noticia 1137ª, Noticia 1138ª, Noticia 1139ª, Noticia 1140ª, Noticia 1141ª y Noticia 1142ª). Les había gustado mucho, decían, y me daban a conocer la noticia de la reedición del libro, que yo ya conocía dos días antes. Pero pocos días después alguien me mandó por correo privado la noticia de que el diario ABC había reseñado la publicación de este libro (aunque ya lo habían dejado anunciado en otra noticia que publicaron en noviembre de 2012). Había ya cuatro caminos que se me mostraban hacia ese libro en menos de una semana; en realidad cinco, pues quien me mandó aquella reseña fue mi antiguo compañero de carrera universitaria, y amigo, Carlos Herrero, que a la vez fue quien me presentó a los asistentes de la conferencia citada. Estaba claro que debía comprármelo, eso hice en torno al 29 de abril. Me fui a la Librería Diógenes, de Alcalá de Henares, donde he comprado una gran cantidad de libros a lo largo de mi vida, y lo compré, a pesar de que mis ingresos son tan ínfimos que no me permitían comprarlo. Bueno, apreté un poco más de lo normal mi cinturón ese mes (cobro a mediados de mes, no a comienzos, desdicha de becario).

Lo he estado leyendo con detenimiento y reflexión estas dos últimas semanas. Ha sido compañero de viajes en tren. La edición está muy cuidada. Contiene; aparte de un texto cuidado y cuidadoso con lo que literalmente dijo Hugo Pratt en aquella entrevista, una serie de fotografías y dibujos que enriquecen el texto e ilustran, literalmente, las palabras de lo que el autor nos relata. Además, ha sido un acierto en la clase y peso del papel y cubiertas elegido. Es un libro pensado para quien lo va a comprar, que sin duda es alguien dispuesto a guardarlo como objeto de culto, de colección. Realmente toda su presentación y edición es un acierto en sí mismo que de por sí despertaba mi entusiasmo incluso antes de comenzar a leerlo. Ya no se publican tantos libros así de bien cuidados en los detalles. Además, sus dimensiones son ideales para aquellas páginas donde se nos muestran dibujos, acuarelas o determinadas fotografías.

La verdad es que me hubiera gustado haberlo podido leer cuando entre 2010 y 2011 preparé la conferencia que di sobre Hugo Pratt. Leí muchas cosas de y sobre él en esos meses, pero no el libro en sí mismo, más que fragmentariamente en citas o bien por referencias de otros autores. Muchas de las cosas que se dicen las conocí en otros textos, y parte de mis tesis estaría ahora por darlas por confirmadas citando algunas de las partes de esta especie de entrevista de memorias, pero también hay otros datos que me hubiera gustado incluir o bien que hubieran matizado algunas de las cosas que dije en su día. Y esto es ser historiador, siempre en busca de aprender, nunca dar por cerrado nada. Todo se mueve. Ahora bien, Hugo Pratt hace en este libro una suerte de memorias autobiográficas dirigidas inteligentemente por las preguntas de Dominique Petitfaux, pero no dejan de ser eso: memorias autobiográficas. La lectura de este libro requiere un ejercicio por parte del lector que supere la idolatría. Hay que saber discernir lo creíble de lo cuestionable. Hay que tener en cuenta la mente a veces fantasiosa o bien en exceso entusiasta de Hugo Pratt, pues sólo así podremos acercarnos un poco mejor a la realidad. Pero sobre todo, hay que hacerse muchas preguntas del tipo ¿por qué? Hugo Pratt calló muchas cosas, algunas, las más oscuras, están respondidas en las memorias de, por ejemplo, una de sus hijas: Silvina Pratt escribió en su biografía que ella se quedó embarazada con 14 años de edad sin que lo supiera su padre, y, sin que lo supiera su padre, su madre, Anne Frognier, la hizo abortar, lo que provocó que en cierta pelea familiar ella le gritara a su padre: “¿dónde estabas mientras yo abortaba a los 14 años?” Pratt no comenta nada de este asunto en sus memorias. De hecho los puntos más oscuros y delicados los esquiva ya sea mediante el endulzamiento o mediante su omisión. El pasado fascista de la familia, o su propio paso por las tropas fascistas en África durante la guerra, apenas es una cuestión anecdótica para él, a pesar de que su abuelo fue uno de los fundadores del Partido Fascista italiano, o que las tropas italianas en África quemaron poblados enteros con personas dentro. Más extraño es todavía que cuando se cambió de bando a mitad de la guerra nos cuente que se movía entre los aliados simplemente disfrazándose con diferentes uniformes, ingleses, americanos, neozelandeses, australianos, sudafricanos... Parece un tanto inverosimil, más si sabemos que parece ser que ejerció de espía, o al menos pasó algunas informaciones. Quizá este aspecto de su vida quedará mejor resuelto en el futuro cuando se abran todos los expedientes de carácter reservado sobre la II Guerra Mundial. 

Pratt calla cosas, tanto familiares, como personales, como políticas, pero su gran necesidad de contar historias nos deja abierta numerosas puertas para hacernos preguntas, para imaginarle historias, para intentar conocerle a través de otras puertas que no sean necesariamente ni sus memorias ni las memorias de otras personas cercanas a el. Resulta interesante incluso completar y desenmascarar sus propias palabras por medio de... ¡sus propias palabras! Las introducciones a sus obras que escribió, por ejemplo la de "Corto Maltés, fábula de Venecia", ayudan a que pensemos cuál podría ser la verdad, más que la verosimilitud. Claro que en España para eso, hasta que Norma Editorial quiera, eso sólo se puede hacer si se recurre a buscar las antiguas ediciones de Tótem

El libro es muy rico e incitador. Las numerosas historias que deja bosquejadas o insinuadas con sus palabras incitan a querer leer capítulo tras capítulo, pero sobre todo a reflexionarlo. Abarca desde lo autobiográfico, a lo mítico, lo técnico, lo profesional, las reflexiones propias sobre el mundo del cómic... Tiene un amplio abanico sin centrarse en ningún aspecto concreto, por lo que es más fácil que llame la atención tanto a seguidores como a admiradores o colegas de profesión, e incluso a historiadores, como ejercicio de entrevista de cara a elaborar preguntas para una biografía. En este libro podremos encontrar desde su pensamiento político contrario al autoritarismo y casi cercano al anarquismo, a pesar de que en muchas ocasiones fue invitado por partidos comunistas diversos a diversos actos, a sus aventuras de viajes, sus aventuras amorosas (la mujer, en sentido amplio -y el sexo-, tuvo en su vida un sentido de eje central), su paternalismo poligámico y las inqietudes que le despertaban, sus encuentros con gente conocida o sus varias reflexiones acerca de qué significa para él pintar historietas y qué pensaba técnica y profesionalmente. En estas memorias el autor llegó a vaticinar algo muy real acerca de qué pasaría con el cómic, hoy Noveno Arte. Cuando él comenzó a pintar el cómic aún no era más que subcultura para niños infravalorada incluso como arte, y él en los 1950-1960 ya vaticinó que algún día sería Arte, y que ese día los que siempre lo han criticado y despreciado no sólo lo consagrarían, sino que además se harían pasar por grandes entendidos y tratarían de imponer sus gustos, reglas y normas a todos los demás. En cierto modo no se equivocó demasiado, aunque tampoco acertó del todo.

Pratt fue capaz de mezclar todo tipo de culturas, desde las más cultas e institucionalizadas, a las más populares, las religiosas y mágicas, e incluso las de los más bajos rincones. Tuvo una cantidad ingente de amistades, y aún mayor de vivencias de todo tipo. Y eso es algo que no sólo enriqueció su vida, sino también a todos sus personajes y todos los guiones y dibujos de su obra. Hizo de su obra un algo más real.

La Italia donde nació en 1927, en medio del fascismo de Mussolini, el África invadida por los italianos en 1935, a la que fue llevado en 1937 y donde encontró su primer amor en una nativa de allí, la Segunda Guerra Mundial en África, la entrada del emperador etíope Haile Selassié en 1941, luego el campo de concentración para Pratt, el traslado a Italia, el cambio de bando a favor de los aliados, la cárcel, la liberación, el final de la guerra en 1945... Tras todo eso, los primeros cómics y las fiestas llenas de jazz y sexo en una Italia postbélica y tendente a la revolución comunista, la emigración a Argentina y sus primeros éxitos en los años 1950, en medio de varios viajes y amores profundos mientras el peronismo prefiguraba un futuro siniestro al país por medio de la división de la sociedad. El jazz de Dizzy Gillespie, al que conoció, y por el que formó su propia banda de jazz. Sus viajes exóticos por África en los años 1960, donde conoce muchas realidades del África postcolonial... y más amoríos, la fama total en los años 1970 y su consagración en Francia, donde conoce a Herge y otros autores de cómic, su viaje a Angola, donde el gobierno comunista le asigna un cargo político de propaganda sin que él se hubiera propuesto ejercerlo, aunque por un breve tiempo lo ejerció, el regreso a la Argentina posterior a la dictadura de los generales, donde descubrió que su guionista de los años 1950, Oesterheld, había sido asesinado junto a sus hijas y madre, sus viajes más personales a la Amazonía, su retiro a fijar su residencia en Suiza en los años 1980, más homenajes y más viajes, su inclusión en el Salón del Cómic, y finalmente un cáncer en 1994 que le hace viajar menos y trabajar más con su enorme biblioteca privada hasta su muerte en 1995. En medio de todo eso, numerosos mitos que conoció y que se inventó, lo mistérico, las mujeres, los amigos, los viajes, las fiestas, la aventura...  El antiautoritarismo y su carácter antibélico, a pesar de que lo reflejó a través de cómics con escenarios bélicos. Todo ello está desarrollado en "El deseo de ser inútil", un libro cuyo título es perfecto, pero no se debe desvelar, ha de averiguarlo el lector con su lectura.

Saludos y que la cerveza os acompañe.

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