Me he dedicado estos días a leer un viejo relato de un amigo que lo escribió en línea hace unos años entre 2008 y 2017. Lo imprimí en papel y aquí lo tengo ahora en mi biblioteca de autores alcalaínos. Así lo hice también con otro amigo que en 2020, el año de la pandemia, hizo lo mismo, y aún tengo en la reserva otro que en cierto modo son textos que se pueden compilar a modo de librito en 2015-2016. Creo que son obras de hoy día, cosas escritas en Internet a tiempo real, parecido a cuando las novelas se iban publicando en la prensa diaria, semanal o decenal, allá entre los siglos XIX y XX. Hoy día se publican en libro, como un sólo volumen que son.
Yo también escribí así, y algunas de esas obras son libros publicados hoy día. Es parte de la cultura escrita del siglo XXI que, tal vez, se pierda la vista de su atención dado que aumenta la gente que prefiere escribir textos cortos y fugaces porque hay lectores que quieren eso, o peor: que desaparezcan los textos porque hay una tendencia creciente por ver videos breves y fugaces.
Mi amigo me dijo que no tenía copia en papel ni él mismo y que si un día desaparecía la página donde lo alojó, mi copia será la única existente.
Así es como llegaremos a ser un gran enigma para los historiadores del futuro. Textos de Internet, correspondencia electrónica, textos y conversaciones de mensajería instantánea... Lo que hoy nos es claro puede haber empañado su claridad hacia comienzos del siglo XXII, y tal vez para el XXIII sea una incógnita que entorpezca conocer el pasado.
No es algo que no haya ocurrido ya. Sabemos que el Imperio Romano llegó a tener una alfabetización muy elevada, del mismo modo que sabemos por referencias que hemos perdido cerca de un 80%-90% de las publicaciones que tuvieron, creo recordar que esas eran las cifras que se barajaban cuando hice la carrera de Historia en la década de 2000. Si no me quisiera mojar los dedos diría un 50%, pero la verdad es que la cifra era escandalosa, para no mojarme los dedos diría un 75% y no me los mojaría... pero es que creo recordar que se perdió entre un 80% y un 90% de los textos.
Una parte importante de la culpa la ha tenido algo que sigue ocurriendo hoy día: los textos a los que no se les dio valor o que eran algo efímero, se perdió a los pocos años o décadas; por otro lado el evidente paso del tiempo; el incendio de la Biblioteca de Alejandría no ayudó nada; la pérdida de lenguas antiguas; materiales y lugares inadecuados de conservación; y lo más devastador: el acto combinado en los siglos siguientes tanto de la devastación de las guerras e invasiones bárbaras, y las guerras consiguientes entre los nuevos reinos germánicos, y la expansión de un cristianismo que tendió a destruir textos paganos y que a lo largo de la Edad Media tendió a lo mismo y a conservar sólo partes y autores que censuraron e interpretaron desde sus ideas religiosas, ya que los copistas eran fundamentalmente monjes. Es curioso que una parte importante de lo salvado ha sido por las copias y traducciones de musulmanes y judíos, especialmente en al-Andalus, y por las técnicas modernas de la Ciencia que han permitido distinguir textos ocultos a modo de palimpsestos, algo accidental en los papeles reutilizados.
La cuestión es que en los siglos de la Alta Edad Media, más o menos entre los siglos V a X, tenemos una gran sombra. Son los siglos oscuros de la Historia de la Humanidad, así se les ha llamado a veces. Especialmente oscuros nos resultan los siglos VI a VIII. Tenemos una gran escasez de conocimientos transmitidos por escrito en esas épocas, en comparación con el resto de épocas. Y no es que la gente de esas épocas no tuvieran medio alguno de comunicarse, los tenían, pero algunos, muy usados, no eran los escritos. Al menos en la Europa Occidental.
Así que el siglo XXI nos encamina a lugares que ahora nos son claros, pero en el paso del tiempo sean incógnitas. Como las vidas mismas.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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