Que la política actual está derivando en algo muy diferente a lo que debería ser es evidente. Insultos, judicialización, acusaciones a menudo falsas pero que de tanto repetirlas hay personas que creen ciertas... Está a todos los niveles. También en la política municipal de algunos lugares, de bastantes lugares. En Alcalá de Henares, por ejemplo, vemos un ejemplo de esto, más la suma de declaraciones que pareciera que el PP, en el gobierno con Vox, estuviera confrontando directamente con el gobierno central de Pedro Sánchez en lugar de estar gobernando una ciudad. Luego tenemos lo que se puede ver en algunos vídeos, por ejemplo los directos de los plenos municipales, o las declaraciones que se hace por medios de comunicación, donde se ve unos modales no muy propios de la política, quizá sí de algunos barrios marginales. Tenemos además el testimonio de personas que, en esos ámbitos y en el de los funcionarios, comentan ya de manera muy extendida la total falta de comunicación personal ya incluso en grado privado. No hace mucho, en un encuentro de municipios de Madrid Este, donde la presidencia es de Alcalá de Henares, varios municipios se quejaron de las formas que se usaron con aquellos que no son del partido de la alcaldesa de Alcalá. Si no recuerdo mal pasó la semana pasada, o la anterior, no creo que sea difícil encontrar el audio del podcast en Cadena SER Henares.
Lo que un ciudadano común menos seguidor de la política local puede observar con gran facilidad es ver como algunos concejales en el gobierno pasan a contestar de manera directa a ciudadanos comunes que en redes sociales, y especialmente si comentan las redes de los medios de comunicación, se ven interpelados y confrontados, a veces de forma un tanto faltona o acuciante. Es curioso, pero también es una pérdida de formas. Por supuesto que el político, como persona, puede contestar en una red social a otras personas como personas que son, sin embargo, las personas comunes tienen su derecho de ser informadas de las cosas que hacen los políticos y tienen su derecho a opinar, a apoyar o a discrepar. En buena parte, eso es democracia. Y el político, en tanto político, ya no persona, debería escuchar sin avasallar si no le gusta. Porque si en redes sociales un político contesta a otro político puede entrar dentro de lo razonable, al extender su diálogo a ese ámbito, aunque su ámbito es otro más apropiado e institucional. Pero al contestar a ciudadanos comunes se puede entender que hay un abuso de su poder, pues, aunque no lo hubiera, o no pareciera que lo hubiera, sí lo hay. La posición de gobierno del político y la disposición de medios públicos, incluidos los impuestos si proceden a denuncias, pueden amedrentar al ciudadano común, y el ciudadano común puede llegar a autocensurarse, por miedo.
Este fin de semana un amigo me comentó que publicó su opinión sobre Gaza en una noticia local acerca de la manifestación habida en Alcalá a favor de la llegada de ayuda humanitaria y denunciando el genocidio. Me contó que al tiempo recibió un mensaje privado por parte de una persona con un alto cargo municipal en términos enfadados, nada cordiales e incluso faltón. ¿Es esta la política de cercanía que deseamos? No me parecen formas respetuosas con lo que debieran ser los modos.
Lo que me parece curioso también es que algunos de estos mensajes en redes sociales son tan públicos, precisamente por ser redes sociales, que los medios de comunicación aún no se hayan hecho eco de cómo parece que se ha abierto un frente también contra ciudadanos comunes. No se hayan hecho eco o... no se atrevan a hacerse eco. Y es ahí, en el no atreverse a hablar, donde la fuerza de la democracia se tambalea.
Y lo saben.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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