miércoles, noviembre 25, 2020

NOTICIA 2006ª DESDE EL BAR: VINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER


"Los dos sexos se mejoran y corrompen recíprocamente. Esto creo que es una verdad indisputable, y la extiendo a todas las demás virtudes". (Mary Wollstonecraft, en Vindicación de los derechos de la mujer, 1792).

En febrero de este año 2020 la editorial Penguin Clásicos publicó una nueva traducción de un libro que había caído bastante en el olvido editorial en España, Vindicación de los derechos de la mujer, escrito en 1792 por Mary Wollstonecraft. El libro pudo haber sido llamado a tener una gran difusión en ventas en un año que parecía, en principio, dedicado a los problemas de la mujer y su lucha por sus derechos, pero por un lado esta lucha quedó un tanto tapada en los medios de comunicación por la lucha mundial por los derechos de la raza negra, a consecuencia de los asesinatos y disturbios que hubo en Estados Unidos de América. Llegados a marzo, con las marchas en el Día de la Mujer el 8 de marzo, podríamos pensar que el libro tendría su momento, pero lo cierto es que la pandemia de la Covid-19 absorbió todo el espacio informativo, especialmente desde la declaración oficial del estado de alarma el 14 de marzo y posteriormente un gran cruce de acusaciones sobre si las marchas feministas eran o no eran focos de la pandemia en aquellos primeros días. Una lástima. Yo encontré el libro en una de las papelerías de mi barriada en mayo o junio, cuando comenzaron a dejarnos salir de casa y los negocios reabrían. Lo compré y lo he estado leyendo en el último mes, lamentando, eso sí, que la edición más actual de esta obra contenga numerosas partes suprimidas y debidamente indicada su supresión al lector mediante el convencionalismo aceptado de (...). Con tales supresiones, que no son pocas, se me hace que me censuran parte del texto original sin que yo pueda juzgar si esa parte es importante o no, o si me interesa o no, o si cambia o no lo que se ha dejado de las reflexiones originales de Wollstonecraft.

Cada vez que he dicho a alguien que estaba leyendo este libro me han preguntado quién era Mary Wollstonecraft. A menudo en los últimos años he escuchado a más de una amiga reconocidamente feminista por ella misma que la revolución francesa y los derechos del hombre eran precisamente eso: una revolución política y social pensada para el hombre, anulando el significado de hombre a modo humanidad y ligándolo solo al género masculino de la humanidad. Sin embargo, aparte de que eso es sacar de contexto todos los cambios de aquella época y descontextualizar buena parte del pensamiento de aquel siglo XVIII para confrontarlo con el del siglo XXI (con todo el bagaje de cada uno detrás), lo cierto es que Mary Wollstonecraft fue precisamente la filósofa que reflexionó y redactó los derechos del hombre en un libro llamado Vindicación de los derechos del hombre, publicado en 1790 y tan recurrido y útil para el desarrollo de la revolución francesa y la democracia moderna. Efectivamente, en la revolución francesa no todo eran hombres, no todo eran Rousseau, Voltaire o Montesquieu, del mismo modo que no todos los revolucionarios eran burgueses, ni todos los revolucionarios eran vistos bien (ni fueron dejados en paz) por aquellos revolucionarios burgueses que accedieron a los cargos de gobierno y administrativos, pero eso es otra historia a la que quiero referirme hoy.

Mary Wollstonecraft (1759-1797) escribió en 1790 aquella Vindicación de los derechos del hombre, pero aquella obra en realidad era incompleta, pues fue concebida solo como la primera parte de sus reflexiones. La segunda parte fue Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792. Si la primera obra le había reportado gran reputación y admiración, la segunda obra, no hay que negarlo, le reportó tanto renegados de ella como detractores feroces, pero también reafirmó a más de un seguidor incondicional de los que ya tenía, como Benjamin Franklin en Estados Unidos de América. Ella ya se había dado a conocer en 1787 con la publicación de su primer libro, Reflexiones sobre la educación de las hijas. A partir de ahí no paró de publicar hasta un año antes de su muerte producida en 1797, aunque a modo póstumo salieron de modo inmediato a siete obras más publicadas entre 1797 y 1798. 

Efectivamente ella es la mujer considerada como la primera feminista y activista propiamente dicha tal como las conocemos desde aquel momento hasta la actualidad. De hecho, Wollstonecraft fue la autora de referencia de la otra gran pensadora feminista y existencialista, esta ya del siglo XX, Simone de Beauvoir, del mismo modo que en el siglo XIX lo fue de la anarquista clave en el feminismo, Emma Goldman (a los que mucha gente recuerda solo por la frase "si no se puede bailar, no es mi revolución", pero ignoran su militancia anarquista).

Mary Wollstonecraft era admiradora de Rousseau, pero le admiraba al mismo nivel que repudiaba buena parte de sus ideas educativas. Los derechos de la mujer que reclamó Wollstonecraft fueron escritos en buena parte en contestación y tirón de orejas a Rousseau, al que, insisto, admiraba en cuanto a sus ideas de libertad, igualdad y democracia, pero al que consideraba injusto respecto a lo que sostuvo en la educación a las mujeres. Aunque Rousseau defendió el derecho a la educación de la mujer, este defendía la idea o la creencia de que hombres y mujeres tenían por naturaleza inclinaciones naturales para aprender determinadas cosas, por lo que debía estimularse aquello, aunque suya es la reflexión en la cual se defendía que si se educaba a las mujeres igual que a los hombres, los hombres se verían menos sometidos a lo que las mujeres quisieran, ya que estas ejercían cierto poder sobre los hombres a la hora de tomar decisiones ayudadas de lo que podríamos llamar seducción o bien lo que popularmente se llama "armas de mujer". Con una educación en igualdad de condiciones las mujeres podrían interesarse por otros modos sociales y otros intereses que la desligarían de tener que influir en las ideas de los hombres para lograr sus objetivos. Mary Wollstonecraft estaba de acuerdo con Rousseau en que a las mujeres se las había educado para agradar a los hombres y que muchas habían aprendido a usar su dotes de seducción para que los hombres solucionaran todas sus inquietudes y necesidades, por ello mismo en los derechos de la mujer ataca totalmente a este modo de comportarse de las mujeres, porque considera que es contrario a las mujeres mismas, pero no está de acuerdo con Rousseau en que los sexos tengan inclinaciones naturales para aprender, sino que ese aprendizaje es impuesto por la sociedad y que hombres y mujeres parten de la misma tabla rasa moral y ética para aprender. Tras un capítulo entero en el que Wollstonecraft habla de todo esto, toda su reflexión a este punto lo recoge en una frase que contesta a la frase más célebre de Rousseau sobre el asunto, Wollstonecraft resume: "No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas". Para Wollstonecraft la mujer debe independizarse en razonamientos y comportamientos no para confrontar con los hombres ni para someter su voluntad, sino para que ellas mismas, como personas, vivan la misma libertad y en igualdad de condiciones que un hombre, y solo así, sostiene ella, la humanidad habrá alcanzado la libertad real, pues, sostiene ella, todas los problemas de sometimiento de la mujer, son iguales y vienen de las desigualdades impuestas a la sociedad por las clases altas, al imponer sus creencias, éticas y morales. 

El pensamiento igualitario de Wollstonecraft une indiscutiblemente el machismo con una forma de pensar impuesto por el clasismo social, pero ese clasismo no se acaba con la democracia sola si esta se liga a los mismos valores éticos, morales y religiosos que los sistemas no democráticos. Una democracia solo lo es cuando alcanza todos los niveles de igualdad y libertad. Pero no nos engañemos, Wollstonecraft desde el primer momento escribe para las clases medias, ella lo dice explícitamente, porque duda de si sabe entender a los proletarios y porque cree que los valores de los proletarios tienen importantes variaciones, ahora bien, llega a admirar abiertamente a las mujeres proletarias porque al estar desligadas de ciertas convenciones sociales y de tener que vestirse de tal manera o de tener que tener ciertos miramientos respecto a los hombres, considera que son más dignas que las damas de la más alta sociedad, porque el trabajo que realiza en igualdad de esfuerzos que el hombre para mantener a sus hijos las encumbra. Sin embargo, reconoce los grandes padecimientos que estas mujeres proletarias llegan a padecer al haberse trasladado los códigos morales, éticos y religiosos de los dominantes a los proletarios, con todos sus prejuicios, y al unirse a los vicios de los hombres en sus estados más brutales, aquí da por ignorado que las clases altas también tienen vicios. 

Wollstonecraft piensa que a la mujer se la ha educado para pensar en casos concretos de personas o de sucesos ante los grandes temas. Así, muchas mujeres al hablar de algo se lo lleva siempre a concretar en casos muy concretos de personas o sucesos que conocen o de los que han oído. Para ella eso es una forma de pensar que atenta contra la mujer, porque al evitar que puedan pensar en términos generales y con distancia de los casos concretos se la impide a la vez tener grandes visiones de lo que la rodea, resumiendo todo a un caso tan pequeño que jamás podría ver más allá de lo que ocurre dos pasos más allá de ella misma. Wollstonecraft da valor pleno al pensamiento abstracto y general y lo considera necesario para alcanzar la libertad. Se basa sobre todo en que gracias a esto se estaba dando los grandes cambios sociales de su época, se refiere a las revoluciones americana y francesa. La mujer debe iniciar su propia revolución de libertad dentro de aquellas revoluciones. La revolución de la igualdad de la mujer con el hombre como contribución a la democracia social.

Así mismo es contraria a las políticas de protección a la mujer o de favorecer a la mujer, porque considera que aceptarlas es tanto como reconocer la inferioridad de la mujer, y al protegerlas se las impide a ellas mismas progresar por sí mismas sin ayuda, lo que es un eterno paternalismo varonil sobre ellas. Dice, literalmente, que se ha de revertir esto desde el mismo momento que a una mujer se la cae un pañuelo y un hombre se agacha a recogerlo, si se quiere la libertad se ha de negar a que ningún hombre se agache ante ella para solucionarle por ella misma el problema del pañuelo caído. Reconoce que la mujer en general es más débil que el hombre, aunque lo liga acertadamente a que se debe a una educación no tan unida a lo físico en las niñas como sí lo es en los niños. Aún con todo, cree que la mujer proletaria también es más frágil que el hombre, y que aquello se debe a la constitución biológica, lo que la expone a violencias y vicios pasionales, a abusos y crímenes a los que los hombres no suelen verse sometidos. Para ella, una vez más, la clave está en la educación en ambos sexos, pero no es ajena a que ni con educación se eliminarán para siempre algunas actitudes atentatorias, pero desde luego, aún así, considera merecedor de atención que la mujer se valga siempre por sí misma, sin tutelajes.

El libro en sí contiene pasajes muy interesantes, y si bien como hombre creo que en algunas partes no llegó a comprender la realidad de los sentimientos internos de los hombres, haciendo algunas apreciaciones que no me parecen del todo justas, agradezco en ella una valoración que hace donde afirma que lo peor del ser humano no está solo en el hombre, del mismo modo que lo mejor del ser humano solo está en la mujer, valoración que en algunas manifestaciones actuales parece haber desaparecido.

Su libro es muy actual, aunque hay cosas que hay pensarlas propias del siglo XVIII, pero en general es muy actual. Sobre todo porque habla de unas mujeres de la nobleza y de la burguesía cuyos comportamientos de entonces se pueden asimilar salvando las distancias a los comportamientos de la mujer occidental actual, desde esa perspectiva este sigue siendo un libre de primer orden, no me extraña que Simone de Beauvoir lo tuviera por referencia. 

Mary Wollstonecraft creía que el matrimonio era una institución que sometía a la mujer, pero a lo largo de todo su libro no rehuye a un pensamiento religioso, si bien contiene partes donde pareciera caer o en el agnosticismo o en el ateísmo. En otras obras defendió la abolición del matrimonio dando importantes razones desde varias perspectivas. Por otro lado, ella, por ejemplo, igual que Federica Montseny en los años 1930, creía que la capacidad de engendrar vida era de lo más bello en la mujer y, a pesar de lo polémico que podría resultar en el siglo XXI, considera que dar vida es una de las realizaciones máximas de la mujer, aunque no es la única, y por supuesto reconoce que hay mujeres que malogran los embarazos, pero no por ello las rechaza en sus decisiones. Mary Wollstonecraft, que tuvo un par de relaciones sin matrimonio muy tórridas y escandalosas para su época porque de una de ellas tuvo una hija, llegó a casarse con el pensador anarquista William Godwin, ambos eran británicos, y de él tuvo otra hija, Mary Shelley, la escritora de Frankenstein. Wollstonecraft murió en el parto. 

Hoy, 25 de noviembre, es el Día Mundial Contra la Violencia Machista. Este mismo día de este mismo 2020, Escocia es el primer lugar del mundo que considera compresas, tampones y otros productos de este estilo para la menstruación como productos de primera necesidad, por lo que su gobierno aprueba entregarlos gratuitamente a quien no pueda costearlos. Lo denunciable aquí es que hasta 2020 d.C. todavía no se hubiera considerado producto de primera necesidad, como si las mujeres en Occidente y la gran mayor parte del mundo no occidental (en otras regiones del mundo cambia la cosa) siguieran poniéndose prioritariamente trapos que lavan una y otra vez. Pero lo mismo debería llegar para pañales y lo mismo debería llegar para todos los productos que hoy por hoy si no lo tienes estás fuera, como pueda ser la electricidad, el agua, o (y esto es arriesgado de decir pero no es locura) Internet o un teléfono, ya que cada vez más nos fuerzan a tener Internet o teléfono para una gran cantidad de cuestiones básicas, como trabajar o hacer gestiones administrativas. En resumen, bienvenido sea ese reconocimiento escocés, que imagino que implicará también aplicarles los aranceles mínimos de los productos básicos, y siguiendo la lógica de lo evidente de que un producto X es básico, deberían ir reconociendo que lo básico del siglo XXI no es lo básico del siglo XIX e ir actualizando todo.

Sea como sea, cibernautas, os dejo con una cita más de Mary Wollstonecraft: "Acepto que las mujeres puedan tener diferentes obligaciones que cumplir, pero son obligaciones humanas y los principios que deben regular su desempeño, mantengo firmemente, deben ser los mismos. Para llegar a hacerse respetables es necesario que ejerciten su entendimiento, pues no hay ningún otro fundamento para adquirir un carácter independiente; quiero decir explícitamente que solo deben someterse a la autoridad de la razón, en lugar de ser las modestas esclavas de la opinión".

3 comentarios:

Canichu, el espía del bar dijo...

Una de las cosas con las que no estoy de acuerdo con Wollstonecraft en este libro es su clasismo, por ejemplo cuando defiende la idea de que las mujeres con menos aptitudes se dediquen a la familia y a los hijos, y aquellas con ciertas aptitudes intelectuales se dediquen a la ciencia y la política, aunque, eso sí, defiende una representación política exclusiva de mujeres para defender los intereses de las mujeres. Aún con todo, y esto es lo curioso, parte de la idea de que todas las personas, mujeres y hombres, parten del mismo nivel raso en conocimientos, ética y moral, por lo que es la educación la que marca la diferencia para hacernos libres e iguales, solo este principio debería de por sí superar su clasismo, pero no llega a cuajar, a pesar de que a lo largo del libro hay partes que parecen evidenciar que cuando lo escribió puede que estuviera en fase de superar y rebasar el clasismo social, el cual, por otra parte, denuncia varias veces como origen principal de las desigualdades entre hombres y mujeres, solo que en un giro eterno de contradicción por no romper del todo con ideas antiguas ella diferencia entre mujeres de la alta o media sociedad y mujeres de las clases humildes y trabajadoras.
Creo que tiene muchos aciertos y muchas cosas no tan acertadas, quizá algunas productos de ser pionera, y otras son tópicos hacia los hombres que han perdurado, pero también hacia las mujeres. En todo caso es muy interesante de conocer.

Canichu, el espía del bar dijo...

Recomendable los pasajes que dedica a las mujeres y su gusto por los vestidos o por los maquillajes, se refiere a las mujeres de clases acomodadas, pues en 1792 esto no alcanzaba a las trabajadoras, a aquellas acomodadas las llama ociosas, pero tal como ha evlucionad el mundo y las libertades alcanzadas por la sociedad en general, en pleno siglo XXI, al menos en occidente, podríamos extrapolar y valorar algunas de esas demoledoras opiniones y análisis al mundo actual. De hecho, tal como yo decía hace bastantes años (y que por entonces era criticado por amigas, aunque actualmente es bandera del feminismo), Wollstonecraft ya señala como un acto de sometimiento del hombre a la mujer que la mujer para X tareas o eventos deban vestir de X forma sin que se le exija lo mismo al hombre, defendiendo ella que en realidad la vestimenta deba ser para lo práctico en los trabajos, y no de otro modo, así mismo para la vida común, si bien reconoce las apetencias naturales de mujeres y hombres de agradar a su sexo contrario (hoy dìa podríamos incluir todas las gamas de sexualidad posibles), pero Wollstonecraft va más allá, pues considera igualmente discriminador cargar todas las culpas sobre los hombres (que salen en general muy mal parados en esta obra, como opresores, pero como opresores por haber acogido la moralidad de las clases sociales dominantes y todas sus instituciones, incluida la Iglesia -ojo, que ella no es contraria a Dios sino a la Iglesia normatizada), en ese sentido, reconociendo una naturaleza humana igual para hombres y mujeres, considera participar de la discriminación hacia la mujer si parte de las culpas no recayeran también en los comportamientos y convicciones adquiridos por las mujeres que participan en (en este caso) todo lo que conlleva una preocupación excesiva por el aspecto físico con vistas a gustar a los hombres por mucho que consideren que lo hacen para gustarse a sí mismas (lo relfexiona tal cual).
Muy interesante el libro, en serio, aunque es complejo de leer por usar un lenguaje altamente alegórico y metafórico y por tener una sintáxis muy enrevesada que parece más propia del Barroco que de la Ilustración. Quizá además se podría haber mejorado la traducción o la edición, pues le han omitido partes, como digo en el comentario y análisis que hago en "Noticias de un espía en el bar", donde os cuento más cosas de este libro y de esta persona. Tanto por filosofía, como por historia, como por feminismo, si te interesa cualqueira de estos temas, o todos, de forma profunda y estás haciéndote con libros y documentación sobre ello para empaparte bien, si estás creando tu propia biblioteca de esto, este libro debes tenerlo, aunque quizá es recomendable intentar encontrar una edición que no omita partes, pero si no se encuentra, este es fácil de encontrar por un poco menos de diez euros ahora mismo en librerías españolas.

Canichu, el espía del bar dijo...

Es interesante también la noción que lanza en este libro sobre que ningún deber existe si no se existen derechos. Pensando en ello creo que es algo acertado, en el peor de los casos, por ejemplo en el de los esclavos cuya vida era practicamente todo deberes, se les concedía el derecho de la comida y el alojamiento, eso e el peor de los casos, e incluso en el caso de los presos actuales tienen una serie de derechos y garantías a cambio de deberes que cumplir con la justicia y la sociedad. En casos menos extremos y más normales y cotidianos voy pensando casos y circunstancias y creo que esta idea de Wollstonecraft es totalmente acertada y me parece revolucionaria, porque normalmente, incluso desde aquellos lejanos tiempos de la revolución francesa de 1789-1799, se nos dice siempre que no hay derechos sin deberes que cumplir, pero ella, desde su reflexión de lo que les pasaba y pasa a las mujeres, sometidas a una norma social que beneficia al hombre, hace un giro de los que se llaman copernicanos y su reflexión para los derechos de las mujeres la hace extensible a toda la sociedad, de mujeres y hombres, y dice que es imposible que haya debere alguno sin derechos que los sustenten, y dice que solo teniendo derechos la gente cede parcelas de su vida para cumplir con deberes que les garantizan esos derechos, y que en el caso de que se quiera crear una relación de solo deberes y nada de derechos o que deberes y derechos no estén equilibrados, que es lo que se da en las tiranías, dice, aunque esa tiranía logre mantenerse un tiempo largo, termina derrumbándose y desapareciendo porque tarde o temprano la reclamación de los derechos está por encima de los deberes si los deberes los han socavado. Interesante. No hay deberes si no hay derechos.