jueves, julio 09, 2020

NOTICIA 1979ª DESDE EL BAR: ¡QUE TE VAYAS DE CUADROS!

No es la primera vez que hablo de Arte, como bien saben los que por aquí me leen, ni tampoco es la primera vez que interrelaciono con los lectores a través de las redes sociales. Este verano nos dicen que dado que tenemos grandes pérdidas laborales y económicas por la pandemia de la Covid-19 se haga turismo por España, para autoayudarnos. Lo cierto es que antes de todo esto esa misma gente, empresarios y administraciones hablaban de que ellos lo que querían era atraer al "turismo de calidad", que era lo mismo que decir que querían atraer preferentemente a los extranjeros que se gastaran mucho dinero como si no hubiera mañana. Ay, que endeble es lo que algunos creen ser "calidad", o mejor dicho, lo tienen claro: calidad es para ellos el cliente que paga más, y en estos momentos entre extranjeros que pueden no venir y no gastar nada, y españoles que podrían ir de aquí para allá y gastar algo, tienen claro dónde está la "calidad". Como sea, independientemente, en el verano de 2017 se me ocurrió preguntar por redes cual era la canción del verano de la que querían mis lectores que hablara, y eligieron, como buenos tiempos modernos entre el humor y el deseo real de ver qué se puede escarbar, el "Despacito", de Luis Fonsi y Daddy Yankee (Noticia 1729ª). Pues este año, aprovechando el río Pisuerga, se me ha ocurrido preguntar por cuál cuadro de un museo español le gustaría a los lectores que me tienen añadido por redes sociales que comentase qué me sugiere, no hacer un ensayo artístico, si no qué me sugiere. Hablaría de aquel cuadro que se repitiera más entre los que me escribieran, o bien, si no se repitieran, el que más me sugestionase hoy de los que me nombraran.

Todas estas sugerencias me escribieron:

1.- El Guernica (1937), de Pablo Picasso (Museo Reina Sofía, Madrid).
2.- El jardín de las delicias (1490-1505), de El Bosco (Museo del Prado, Madrid).
3.- La Gloria (1551-1554), de Tiziano (Museo del Prado, Madrid).
4.- La rendición de Breda, o Las lanzas (1634-1635), de Velázquez (Museo del Prado).
5.- Pájaro en el espacio, o Oiseau dans l'espace (1976), de Joan Miró (Museo Reina Sofia, Madrid).
6.- El coloso (1818-1825), de Goya, pero desde 2008 se investiga si pudiera ser de un seguidor suyo, Asensio Juliá (Museo del Prado, Madrid).
7.- Gaspar Melchor de Jovellanos (1798), de Goya (Museo del Prado, Madrid).
8.- Hombre en el Café (1912), de Juan Gris (Fundación Museo Juan Gris, pero parece ser que pasó por el Reina Sofía, por el Museo de Arte de Filadelfía y por la Fundación Juan March).
9.- Saturno, o Saturno devorando a sus hijos (1820-1823), de Goya (Museo del Prado, Madrid).
10.- Mono comiendo mandarinas [Esta imagen no existe como cuadro de museo español, es una serie de fotos y videos populares en Internet donde se muestra monos comiendo mandarinas, lo comentó un amigo para hacer la broma, pero tuvo varios seguidores para que lo comentara, sin llegar al máximo de votos. Se podría haber comentado desde un punto de vista de cómo son los tiempos modernos]. 
11.- Ecce Homo, de Borja (alrededor de 1930, destrozado en una falsa restauración de 2012), Elías García Martínez (Santuario de la Misericordia, Borja, Zaragoza).
12.- Retrato ecuestre de Carmen Martínez-Bordiú (1972), de Dalí (Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueras).
13.- Figura en una ventana, o Figura en una finestra, o Muchacha en la ventana (1925), de Dalí (Museo Reina Sofía, Madrid).
14.- Eugenia Martínez Vallejo, vestida, o La monstrua vestida (1680), de Juan Carreño de Miranda (Museo del Prado, Madrid).
15.- Eugenia Martínez Vallejo, desnuda, o La monstrua desnuda (1680), de Juan Carreño de Miranda (Museo del Prado, Madrid).
16.- El descendimiento de la cruz (siglo XVI), anónimo copiado por Roger van der Weyden (Museo del Prado, Madrid). [No me anotaron el autor, por lo que se lo he otorgado a este anónimo, que por otra parte es uno de los más conocidos.]
17.- La Anunciación (1425-1426, o bien 1430-1432), de Fra Angelico (Museo del Prado, Madrid).
18.- La Virgen y las ánimas del Purgatorio (1517), de Pedro Machuca (Museo del Prado, Madrid).

Como veis hay predominancia por los dos museos más conocidos de Madrid capital, y, ¿cómo no?, mucho sentido del humor donde casi parece que el boicot es el leit motiv del chiste. La cosa es que este tipo de cosas estaban muy al día en la Blogosfera cuando comencé con esta misma bitácora en el final de 2005. Alguien proponía algo participativo y la gente lo seguía o no según le interesase, ahora la cosa ha cambiado algo, es otro modo diferente de entender todo esto. Se propone algo participativo y hay quien participa y quien lo hace con cierta idea humorística de imposibilitar que se produzca en serio la propuesta. Bueno, es parte de todo esto y de la evolución de cómo se entiende el modo de compartir en Internet. La verdad es que me parece divertido, porque en el fondo dentro de la broma hay también un deseo de participar. Son los nuevos tiempos donde no hay pedestales ni donde no los había de entrada. Por supuesto, no se trata de ser modelos, de ser críticos profesionales, cocineros de alta cocina o lo que toque en lo que quiera que sea que cada uno escriba, es otra cosa, y eso se entendía en 2005, la cosa ha cambiado y se ha generalizado la creencia o el tópico de creer que quienes escribimos nos creemos ser, y no es esa la realidad, ha cambiado la percepción de los lectores respecto a los leídos, ha cambiado el modo como se perciben las cosas en Internet. Esto es una reflexión que daría entrada a pensamientos más largos y más complejos que en nada nos lleva a lo que quería escribir y compartir. Sería interesante, eso sí, que algún día se pudiese analizar todo esto, a fin de cuentas es parte de la evolución del siglo XXI en su Historia y en su sociedad, una parte que se ha dado cambiante de modo sutil y que quizá ahora mismo es casi imperceptible, pero particularmente sí creo que se han dado algunos cambios en cómo se percibe creadores y usuarios y usos en Internet. Me divierte las bromas que me han gastado, no obstante: yo también se las gasto a ellos cuando puedo. Es parte de la gracia de todo esto, del mundo Internet, de la Blogosfera. Jugadores y juego están ahí, no hay problema, porque además es un juego tan cambiante como cambiantes son los jugadores... y hay relevos generacionales, tanto como interacción entre generaciones muy diferentes entre sí.

Como veis, se coló hasta las fotos y videos de los monos comiendo mandarinas y naranjas. Tuvo bastantes seguidores para que comentara sobre ello e incluso un ofrecimiento de pintarme uno para que fuera una pintura o un dibujo. También hubo mucha presión humorística para que hablara sobre la opción seis, el de Pájaro en el espacio, de Joan Miró. Lo más interesante fue el replanteamiento de la alteración de las normas de elección establecidas para hacerlas más acordes a un espíritu de red social, algo digno de analizar en sí mismo en relación a nuestras épocas y medios respecto a lo que previamente hacíamos y cómo entendíamos que debíamos hacer. Pudo haber sido electo, pero no lo fue al final. Lo cierto es que la primera vez que vi cuadros de Miró delante de mí, de lienzos me refiero, no de fotos, fue de adolescente. Un fin de semana yendo a visitar a mis abuelos a Madrid, aproveché para quedarme allí, había quedado con unos amigos y mi padre me dejó con su coche delante del Museo Reina Sofía. Era la primera vez que entraba. Tal vez era 1996 ó 1997. He de confesar que me quedé alucinado con Miró en aquel momento, pero nunca jamás he vuelto a sentir lo que sentí en aquel día, nunca más he logrado ni medio entusiasmarme con Miró. De hecho me deja a menudo en indiferencia, pero si en aquella ocasión ocurrió, ¿quién dice que algún día no me vuelva a ocurrir a pesar de que durante años nunca se repitió ni medio cuarto de sensación de sentirme atraído por los brillantes blancos de Miró salpicados de sobrenaturales colores rojos, azules o negros, brevemente trazados a modo casi de alógenos contra los ojos del alma? 

No hace mucho, durante el confinamiento, uno de los libros que leí entero por primera vez fue Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley, aunque ha pasado como un tratado icónico de la droga alucinógena del LSD, lo cierto es que el libro en sí mismo es todo un tratado de Arte, o a mejor decir de cómo percibir el Arte con ojos nuevos, ojos más allá de los ojos físicos, ojos profundamente conectados con el intelecto, y más allá del intelecto, con ojos que nos descubren todo aquello que encerramos en formas concretas que conocemos a través de la visión dentro de otras formas que son suyas y que pertenecen al mundo de las ideas que es mucho más complejo y no tan evidente como son las formas. Hablaba Huxley de la silla amarilla de Van Gogh y de cómo la percibía antes y después de percibirla de forma diferente, siendo que la silla estaba encerrada en una forma de silla, pero era una forma mucho más superior, siendo sus formas y colores mucho más importantes que la silla en sí. Tal vez todo ello es el golpe que tuve al ver a Miró en lienzos reales por primera vez, aunque evidentemente yo no tenía lisérgico alguno en el cuerpo. Pueda que aquella tarde mi padre al dejarme junto a mi madre en Madrid, mientras ellos regresaban a Alcalá, me dijera él que esperara a mis amigos viendo el Museo, y no como orden, sino como sugerencia de entretenimiento, y que aquello mi mente lo recibiera como un consejo de Arte que nunca antes le recuerdo haberme dado a mi padre. Pueda que aquella tarde mi mente reordenara en Miró percepciones más allá de Miró y que Miró encerró de manera que solo algunos alcanzan en algún tipo de momento. Por supuesto, el cuadro Pájaro en el espacio estaba allí. Apenas una línea con punto, tal vez una golondrina, de las que siempre se van para volver. No fue, no recuerdo que fuera el que más excitara mi mente en aquella tarde, pero el conjunto de Miró, sí. 

Sea como sea, no fue ese cuadro el más mencionado. Lo fue el de Saturno, de Goya. Un cuadro que en realidad es un fresco arrancado de las paredes de la casa del pintor, de la llamada Quinta del Sordo; un cuadro que tuve que trabajar largo y tendido cuando en lo que se conocía como tesina o como trabajos presenciales del predoctorado, me dediqué a Goya. Se puede leer el resultado en esta misma bitácora si se busca "Goya y las clases trabajadoras" (Noticia 362ª, Noticia 363ª, Noticia 364ª y Noticia 365ª). Sin embargo, uno de sus electores retiró su voto a cinco minutos de cerrar el tiempo de elegir, por lo que creó una "polémica" al alcanzar un empate junto a El Guernica, de Picasso, cuadro, por otro lado, que por razones evidentes, vi por primera vez delante de mí el mismo día que vi lo de Miró. 

Los dos cuadros guardan una relación salidos de la cámara de los horrores de los que tuvieron constancia desde una distancia entre cómoda e incómoda de que ellos serían respetados a pesar de lo comprometido y polémico de sus implicaciones y simpatías políticas respecto a los ganadores y los perdedores. La verdad es que Goya y Picasso se interrelacionan en zig-zag en diversos aspectos, pero la idea de todo esto no es crear análisis ni explicaciones, sino la impresión que me produce en este día de calor concreto del 9 de julio de 2020, ni siquiera ayer, o mañana. Hoy, con los pocos coches sonando sus ruedas recalentadas por el asfalto de la calle en plenas horas de sol de la tarde, colándose por mi ventana, en mi salón en penumbra. Hoy, con todas sus circunstancias y ni siquiera dentro de tres horas más tarde, ni de cuando propuse esto esta mañana. Pero también es cierto que comentar dos cuadros a la vez es más complejo que centrarme solo en uno. Desgasta bastante las entradas más sesudas, más con un calor tan pleno y del Sahara llegado a este centro penínsular, a esta ciudad donde se han cortado tantos árboles y se ha sustituido tanto suelo de tierra por baldosas de piedra que hacen efecto sartén y añaden calor al calor, mientras a la vez el motor del ordenador añade más calor a mi salón.

No es mi intención prolongarme comentando todos los cuadros ni dos cuadros empatados, más cuando ya teníamos un solo cuadro ganador, supone también tiempo... y calor, mucho calor. Pero es cierto que sí deseo hacerlo, porque para eso lo he puesto en juego. Quiero además con ello animar a que la gente tenga en mente esa opción de los museos en España, aunque hay más museos en Madrid capital y, sí, también, muchísimos más repartidos por gran cantidad de municipios de toda nuestra geografía. No sólo pinacotecas, también hay museos de otras cuestiones. Interesante el egiptológico que hay en Barcelona, el de Historia que hay en Sevilla, el Etnológico de Valencia, el de la ciudad en Santiago de Compostela, el Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, el de Bellas Artes de Bilbao y su homólogo de Cádiz, la Casa Lis de Salamanca, el Palacio del Infantado en Guadalajara, la antigua sinagoga de Toledo y tantos otros.

Sea que El Guernica me impresionó por su tamaño la primera vez que lo vi. Casi parecía que te invitaba a estar dentro de la escena, pero sea también que nunca supe ver en este cuadro toda esa tragedia y dolor que tanta gente dice ver en él. Sea que mi visión del cuadro se aproxima a la de Miguel Hernández, que se peleó con Picasso porque al verlo creyó que Picasso deshumanizaba la guerra y a las personas. Yo no llego a eso, pero no veo en el cubismo, o al menos en este reconocido grito contra la guerra hecho en cubista, en este concreto, todo ese drama. Sea que supe que Picasso pudo no haberse inspirado tanto en los periódicos, como se dijo por muchas décadas, sino que se le ocurrió tras ver la película Adiós a las armas en el cine, y ciertamente tengo la película en DVD y es verdad que todas las partes y detalles del cuadro están en los fotogramas del metraje, sin faltar ni uno. Sea quizá que mi condición de historiador y de archivero me ha hecho conocer la guerra, aquella guerra concreta, con testimonios directos y aún hoy día sin resolver en sus dimensiones más humanas, y que este cuadro no termina de cuadrarme con la propia mentalidad de sus contemporáneos españoles que, por ejemplo en Guernica, recibieron el bombazo tras bombazo, mientras Picasso, atormentado y comprometido, ofrecía sus servicios de ayuda desde París. Es legítimo, pero por fuerza eran visiones diferentes aún estando de acuerdo en lo más básico, porque incluso dentro de eso, ¿acaso la pelea entre Hernández y Picasso no iba de eso mismo? Pero, ¿quién soy yo para tratar de opinar como si fuera un ciudadano de 1937, cuando entre ellos mismos hubo quienes hicieron del cuadro un emblema o un lloro, o un odio profundo al otro, y a la vez quienes creyeron que ese cuadro quitaba humanidad a lo que humanamente signficaba toda aquella tragedia? 

He visto El Guernica numerosas veces desde aquella tarde de 1996 ó 1997, nunca he llegado a alcanzar con él esa empatía que han alcanzado mucho otros, todo sea que a mí esas cosas, por ejemplo, sí me las han hecho alcanzar cosas mucho más invisibles, como una hoja mecanografiada del interrogatorio de un expediente de depuración a un maestro común y corriente en 1940. Pero sí veo en el cuadro sus significados y su relevancia, y sabría interpretarlo y comentar interpretaciones de otros, o su proceso creativo y su contexto, pero de aquel día que lo vi por primera vez, en concreto de Picasso, no llegué a entender los porqués de Picasso, ningún porqué de Picasso para ningún cuadro. No veía lo que él veía, y en consecuencia no veía con mis ojos lo que pudiera alcanzar a ver incluso al margen de los ojos de Picasso. Tardé tiempo en entender a Picasso y, aún hoy día, hay obras menos conocidas de él que me mueven por dentro más que El Guernica. Pero si mañana me dijesen: "hay que defender el Guernica", entonces yo seré junto a todos el Guernica, y seremos, es evidente, todas esas partes rotas que aparecen en el cuadro y que juntas son todas algo.

De Saturno, visto por Goya, sin embargo, me remito siempre más al de Rubens. El trabajo metafórico está más que hecho por los propios griegos. El tiempo debora a sus hijos. Siempre me pareció Rubens más acertado, pero Goya es Goya y le he tenido que conocer tanto que es como si hablara del cuadro de un amigo que jamás conocí. Han variado mucho mis percepciones sobre esta pintura a lo largo del tiempo. La primera vez que lo vi fue de niño, con una excursión escolar, luego, a lo largo de los años, he tenido que pisar tantas veces el Museo del Prado, y tantas veces por culpa o por implicacion de Goya, que este cuadro lo tengo en mi vida tan presente, como tantos otros de Goya o en general de ese museo, que si un día entrara y lo viera colocado en mi salón, no me sorprendería, lo aceptaría de manera cotidiana. No es quizá el cuadro que yo eligiera más decididamente de Goya, ni siquiera entre las Pinturas Negras. ¡Las Pinturas Negras son tan tramposas! Eran frescos y fueron arrancados de manera chapucera de las paredes, de tal modo que no se sabe bien si alguna de las cuestiones que les han alabado como innovaciones de Goya adelantadas a su tiempo sean, en realidad, deformaciones de la composición realizadas por los operarios del siglo XIX a la hora de proceder al sacar los frescos de la pared para ponerlos en cuadro. 

Sin embargo, todas las Pinturas Negras me resultan realmente sugerentes en cuanto a lo que para Goya supuso. Mente perturbada singular. De bellos frescos campestres del propio autor en su propia vivienda habitual a estos otros frescos que taparon los otros, todos con oscuridad, con muerte, con incógnitas y hasta brujería. Inquietante no sólo ellas mismas, sino la decisión de Goya de rodearse de ellas para vivir, distribuyéndolas por toda la casa. Visitantes del pintor de aquella época narraron lo impactante que era entrar en la casa, porque además Goya les daba la oscuridad oportuna a cada estancia, lo que generaba estimulaciones mentales imagino que impactantes, especialmente de noche. Ese efecto no se ha recuperado. Nunca se han exhibido en la misma disposición ni con esas luces ni en habitaciones pequeñas otra vez. Pero me desvío. El cuadro de Saturno, en concreto, ese acto de canibalismo paterno, esa deformación de locura en el dios... y conociendo las particularidades de la vida de Goya en esos tiempos, me crea claras conexiones morbosas y empáticas con el pintor. Comprendo su descenso a no se sabe qué abismos y me crea en la mente todo tipo de simpatías por los misterios irresolutos de esos tiempos de su vida. Puede que no sea el cuadro que yo más destacaría de él, repito, ni entre esta serie, pero está hecho para lanzar un mensaje claro al visitante de todas las épocas: el tiempo acabará devorándote, pero cuidado, porque el tiempo es algo más complejo y puede que no sea exactamente eso que marca el reloj.

2 comentarios:

Miguel Verdura dijo...

Disculpa por el lío. Sobre Saturno, me gusta relacionar como una secuencia a Saturno b el perro hundiéndose en la arena c los frescos de la Quinta. A la guerra civil por la "independencia B la derrota de la Ilustración en España 3 la obscuridad y ceguera del presente no liberal del Goya anciano y sabio

Canichu, el espía del bar dijo...

Desde luego haces un planteamiento que puede resultar interesante incluso como guía didáctica. Gracias, Miguel.