La Segunda Sinfonía de Beethoven la conseguí al estar incluida en el mismo álbum donde conseguí la Primera Sinfonía, de la que os hablé la entrega anterior. Por eso he accedido a ella a través de la interpretación que hizo Keilberth dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Bamberg en 1959. Cada director de música tiene su visión personal y emocional de la música, por lo que aunque las partituras son las mismas, su interpretación cambia de director en director, más aún: cambia de versión a versión, pues incluso interpretando una partitura un mismo director en diferentes momentos de su vida, al ser diferentes momentos de su vida, la percepción que tiene al respecto de la composición puede cambiar y verse alterada, para mejor o para peor. A esto hay que sumarle que las orquestas no sólo dependen del director, sino también de sus músicos y de los medios de todos ellos. También el estado anímico del músico y cómo perciba la dirección del director, así como su pericia tocando su instrumento, será algo también decisivo en el resultado final de cada interpretación. No podremos saber nunca cómo interpretaba Beethoven sus composiciones. No hay grabación alguna. Aunque sabemos que causó un gran impacto en todas sus audiencias. Sus partituras, por contra, sí son invariables, son las que le llegan a cada director a lo largo del tiempo. Puede haber estudiosos musicólogos que las limpien o depuren, o que intuyan cómo pudo ser la sensibilidad de Beethoven para interpretarlas, pero hoy por hoy esto es todo lo que tenemos. Aproximaciones quizá, certezas absolutas, como casi todo en la Historia: no.
La Segunda Sinfonía (Sinfonía nº 2, en re mayor, opus 36) está muy ligada aún a la Primera Sinfonía. La diferencia con ella es que esta segunda sinfonía era plenamente alegre, cosa que queda manifiesta desde los primeros compases del primer movimiento, los más reconocibles popularmente hoy día. Esta vez dedicó esta sinfonía al príncipe elector alemán Licknowsky, quizá para lograr su favor y su patrocinio económico, con el cual vivir. La obra fue compuesta en 1802 y estrenada en 1803.
Al igual que la Primera Sinfonía estaba compuesta por cuatro movimientos y seguía en parte los postulados de la música del anciano Haydn. En esta obra hay fragmentos directamente relacionados con su sonata para violín opus 30 y su sonata para piano opus 31, que compuso a la vez en el tiempo. La Segunda Sinfonía duraba unos treinta y cinco minutos, era por tanto ligeramente más larga que la anterior, pero no mucho más, entraba aún dentro de los cánones esperados de lo que debía ser la duración de una sinfonía. Si en la anterior sinfonía el tercer movimiento entraba dentro de lo esperable con un minueto, en esta lo sustituyó por un movimiento más rápido, un scherzo. Lo que era una rareza que fue considerada extravagancia y casi un acto de arrogancia o de insulto para los seguidores de Haydn, que por entonces seguían siendo mayoría. Obviamente seguía sumando soliviantadas opiniones contra él y su obra entre los puristas y las gentes que se las daban de grandes amantes de la música, pero eran incapaces de encontrar música en las experimentaciones de Beethoven. Tuvo muchas críticas negativas. Por contra, subía su popularidad entre las clases populares y los amantes de la música que deseaban contar con la máxima estrella del momento, pues Beethoven seguía acrecentando su fama, si bien aún no estaba en todo su apogeo. Su reconocimiento no menguaba, aumentaba. Otros de sus grandes defensores fueron todas las generaciones de jóvenes que se identificaban con los ideales del romanticismo y de la revolución. Beethoven se estaba transformando en la banda sonora de todos ellos. Al principio se fijaron en él los más intelectuales, pero enseguida se irían sumando multitudes de jóvenes con ideales de cambio pertenecientes a todo estrato social.
Esta vez Beethoven apostaba por el incremento de la alegría y la rapidez, sin concesiones. Esta sinfonía es el canto a la alegría de vivir. Parecía, según su música, que estaba en un buen momento de su vida. Sin embargo, ya se habían manifestado los primeros síntomas graves de la enfermedad que le dejaría sordo y le procuraría en el futuro incluso momentos que le dejarían al borde de la muerte. De momento eran primeros síntomas de sordera, lo que le produjo episodios graves y profundos de depresión. En la primavera de 1802 comenzaron los síntomas y en octubre estuvo al borde de la muerte, escribió un testamento a la vez que compuso la parte más alegre y viva de la obra, el citado tercer movimiento que eliminaba el clásico movimiento más sosegado de Haydn. A lo largo de la vida de Beethoven será una constante que en sus momentos más tranquilos e incluso prósperos en lo personal compusiera sus obras más tristes y las más sosegadas, mientras que en los peores momentos de su vida se le ocurrieran las composiciones de carácter más alegre, las más enérgicas y también las más reconocibles a través del tiempo. En este caso era una obra altamente alegre, nadie sospecharía la gran tristeza y drama interior que vivía el autor en su vida privada.
1 comentario:
Qué interesante.
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