domingo, mayo 14, 2017

NOTICIA 1702ª DESDE EL BAR: LA SOLEDAD DE LOS OSCUROS PASILLOS DEL ALMA

En la tarde del 11 de mayo descubrí la primera flor de la planta del dinero que este año, por tercer o cuarto año consecutivo, florece en esta planta que era de mi madre, pero que en los últimos años la cuidaba yo. Le gustaba mucho a ella lo grande y hermosa que había logrado que estuviera. Y le gustaba mucho cada primavera de estas últimas primaveras ver que florecía. Le gustaba en las primaveras ver florecer a nuestras plantas. Su planta del dinero floreció posiblemente en torno al día 10, día en que por la mañana ella murió. Que la tierra le sea leve. Fue incinerada aquel día 11.








Era 2009 cuando yo trabajaba de técnico y vigilante medioambiental para el ayuntamiento de Alcalá de Henares cuando mi madre llegó un día de la compra y me sorprendió con un regalo inesperado a raíz de los consejos y cosas que yo le iba contando para mejorar el cuidado de sus plantas, o sobre la fauna y flora de Alcalá, cosas que aprendía en el trabajo. Se trataba de mi primera planta propiamente mía. Un cactus. Este creció bastante, aunque es pequeño, y nos florece todas las primaveras. Sus flores duran pocos días, y mi madre siempre quería verlas. Ninguno nos las queríamos perder. Este año dio una gran cantidad de flores, en la misma maceta pintada por una niña vecina nuestra, casi familia, que mi madre quería como a una nieta, tal como a toda esa familia se las quiere como nietas, hijas, hermanas... Aunque no lo sean. Aquella niña que pintó la maceta es hoy una adolescente, y allí estuvo también. Los capullos empezaron a salir a principios de mayo, y florecían el día 10. La fotografía es del día 12, cuando la juntamos con mi padre y abuela con un retrato de Reina, su amada gata. Pudo haber visto estas flores, pero yo andaba atareado con los estudios de oposición y los cuidados del tío Félix. No sé si llegó a verlas este año, si lo hizo, no lo hizo conmigo aún. Siempre las veíamos juntos y hablábamos un rato de ellas y sus pocos días de duración. Este año están durando más días, aún las tiene y le han salido más capullos para florecer.


Volvamos al día 10. Yo hice la vela de la noche de aquel día al 11. El día 10 amaneció fresco, pero con cielo azul y soleado. En mi casa ocurría lo que ocurría, mientras en la misma calle y en la misma hora un coche atropellaba a un niño que cruzaba suelto de la mano de su madre por un paso de cebra. Coincidencias del destino extraño. Hacia la tarde se levantó más frío y se encapotó el cielo. Por la noche el cielo era oscuro, lleno de nubes de tormenta sobre el lago del cementerio jardín que Alcalá de Henares tiene en el monte Gurugú. Tenían las nubes una panza rojiza hacia el fondo, recortado de las siluetas de los árboles, de vez en cuando algún toque blancuzco de una luna llena o casi llena. Dos relámpagos enormes se dejaron ver al fondo. Cuando estaba a solas con mi madre estallaron dos tormentas que sonaban fuertemente y los patos y gansos del cementerio se quejaban juntos en un quejido que casi urgía a salir a ver qué se podía hacer por ellos. Pero a veces lo que urge a hacerse no es posible hacerlo. 

"Todo pasa y todo vuelve / pero lo nuestro es pasar", escribió en un poema Antonio Machado. "Las vidas son los ríos que van a dar a la mar", acertó Jorge Manrique. Así pasé yo el río Henares en el camino del cementerio por el puente viejo. Un ritual íntimo y de significado personal desde la muerte de mi padre en 2003, a quien mi madre tanto quiso. También allí había patos, unos pequeños que seguían en su nado a la madre. Aquellos fragmentos de poesía los leí en las palabras públicas que le dediqué en su sala de velatorio ante todas aquellas personas que quisieron estar en ese momento. Fue tras la misa. Hubo quien fue a la misa y hubo quien fue a mis palabras, hubo quien fue a las dos cosas. Recité también un poema de Leopoldo María Panero, uno de uno de sus dos últimos libros, póstumos, pues los compuso a sabiendas de que estaba terminal. Se desprendía en él la desesperación y reflexión de quien sabe que se muere y no quiere morir, ante el desasosiego de la nada. Dije algunos recuerdos sobre mi madre en torno a mi poesía y a mí respecto a nosotros dos. Nunca vino a ningún recital mío, salvo a un recital de intermedio de un festival de rock, en la Plaza de Astrana Marín, la Capilla del Oidor. Leí un poema que le compuse aquella noche, pues he compuesto en sus velatorios un poema para cada una de las personas queridas y cercanas que se han muerto, sobre todo desde 2003, la muerte de mi padre, que no han sido pocas, algunas más jóvenes que yo. Os comparto el poema. Fue aquel mi recital más reciente e improvisado. Un recital muy breve, de recuerdo y dos poemas. El mío tal vez no sea recitado nunca más, o tal vez sí. En principio sólo fue recitado esa vez, y tal vez no proceda ser recitado otra vez, aunque sea publicado. Fue mi recital más breve, esta vez sin la guitarra de mi buen amigo Sergio Corbacho, que no pudo ir al funeral.

Cuando a mi madre le dio el primer ataque grande de salud y fue hospitalizada dio la coincidencia de nacer la hija de una amiga mía en el mismo hospital. La segunda vez que ocurrió otra amiga coincidió igualmente dando a luz a otra niña. Y la penúltima vez que la hospitalizamos, por tercera vez otra amiga más dio a luz un niño. Tres veces y tres coincidencias exactas. Mismo día, tres nacimientos. El día que murió, en la misma calle y hora atropellaron a un niño. Una rosa rosa mira por la ventana de mi salón estos días. Era de una de las coronas de flores. Le acompaña una ramita de palma. Una vida se fue y tres nacieron, y las flores que también nacieron nos dicen que es primavera, cuando la vida más viva está.


La soledad de los oscuros pasillos del alma

Desde los oscuros pasillos del alma
una nube blanca en el cielo negro,
roja su panza de lluvia devora ánimas,
envuelve mi carne hasta el hueso.
Tremenda voz de la jabalina incrustada
en el pecho deshecho
que lucha entre el ser y la nada,
querer ser y no ser nada;
arena del reloj que nos hunde los ojos
ante la incapacidad de nuestras manos
para asir del pecho a la vida,
para a pulmón partido pedir que no se vaya,
aunque como un caballo sin bridas
se nos desboque y tire sin nadie que nos levante,
y como el niño de ayer
sólo poder decir "madre",
a la espera de la vida,
esa que nos fue concebida.
"Madre",
siempre como la palabra mágica
que nos recuerda nuestro inicio,
 y lo invoca,
pero no ahuyenta a la jabalina.
Temblor de metales que al sonar
proclama "madre",
apareciendo como un rumor
en crecimiento de la niebla
repleta de millones de madres,
flores blancas,
temblor de corazones,
y el ave
que nos sobrevuela
como un ángel que creemos que dice "madre",
pero sólo nos vigila
para cuando sólo seamos carne,
 y lo demás:
vigilia.

(Por Daniel L.-Serrano "Canichu", 10 de mayo de 2017, velatorio de mi madre, Dolores Páez García, Loli, dedicado a ella, cementerio jardín de Alcalá de Henares.)

En 2012 tuve la suerte de poder asistir al concierto que se realizó en la Catedral Iglesia Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor, de Alcalá de Henares, dedicado al Réquiem que compuso Mozart, del cual hablé y expliqué sus pormenores de composión y culminación póstuma en la Noticia 1066ª. El concierto lo ofrecía la Sociedad Lírica Complutense, con arreglos de una amiga personal mía, a la vez pareja de un amigo que lo es desde que íbamos a la guardería juntos, allá en los tiempos en los que apenas habíamos aprendido a andar y a usar las pinturas, ella es Conchi Díaz, la cual también fue una de las voces principales de aquel concierto. Ellos estuvieron, como no podía ser menos, en el entierro, y me parece indicadísimo cerrar esta entrada de dedicatoria con un fragmento de aquel concierto, con el Rex Tremendae. Saludos a todos y que la tierra le sea leve.


 
(Este poema está acorde aley de la propiedad intelectual del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y teniendo además registro de autor bajo licencia creative commons, al igual que el resto del blog según se lee en la columna de links de la derecha de la página. De este poema no está permitida su reproducción total o parcial sin citar el nombre del autor, y aún así no estará bajo ningún concepto ni forma permitida la reproducción si es con ánimo de lucro sin autorización expresa del autor).

3 comentarios:

Liliana dijo...

Querido Dani, qué palabras tan tristes sentidas para despedir a tu madre. Te abrazo fuerte en la distancia y sigo admirando tu escritura y tu poesía. Que ella descanse en paz.

María dijo...

Es muy bonito. Que la tierra le sea leve.

Canichu, el espía del bar dijo...

Ayer, día 16, a seis días de la muerte de mi madre, me informaron de la muerte de la madre de una de las poetisas con las que he recitado mucho, sobre todo en 2016, a la que le di una condolencia privada, y también la muerte accidental de Santiago Mondel, Yago, amigo de la noche alcalaína, promotor de eventos de estudiantes universitarios europeos, de conciertos, colaboró con muchos bares, era fundador de la sala Ego. Según "Alcalá Hoy", y según me informarpon muchas horas antes los amigos comunes, fue un accidente de moto en las curvas del monte Gurugú, por la noche, cuando un coche invadió el carril contrario. Yago llegó vivo al Hospital de la Princes, en Madrid, pero murió sobre las 3:00 horas del día 16. Su esposa está viva, pero en estado de salud grave. Esta es la condolencia pública que puse en la página pública de The Green Irish Pub:

"Que la tierra le sea leve a Yago. Yo le conocí hacía años, entre los tiempos en los que yo mismo trabajaba en La Vaca Flaca y los cafés del Wheelan's. La última vez que hablé con él fue por chat hace dos días para aclarar y reconciliar un asunto del Green del viernes noche. Amigos como siempre, me dijo que a la próxima nos tomábamos una cerveza juntos. Quedó pendiente. Un abrazo a toda la familia Green y un abrazo a Yago, allá donde esté. Me quedo esta semana entre el dolor de la muerte de mi madre el pasado miércoles, y esta otra. Recordaba en mi salón anécdotas con uno y con otro, y no doy a basto."