lunes, noviembre 24, 2008

NOTICIA 556ª DESDE EL BAR: EL INFORME SIGMUND FREUD Y LA GUERRA (y 3)

Hoy termino de reportar el informe de Freud y sus pensamientos sobre la guerra. Entre tanto, hoy es el quinto aniversario de la muerte de mi padre. En el trabajo estuve toda la mañana comprobando una ruta ecológica en el vivero municipal, el más grande de la Comunidad de Madrid. Algunos de los árboles que plantaron para inaugurarlo han muerto, no han sido sustituídos. Pero muchos sobreviven, otoñalmente, si pasan el invierno quizá prospere el proyecto. Hay una vieja sequoya bien grande que me gustó. Hacía viento frío, el cielo estaba nublado, el ruído de una carretera cercana interrumpía el paseo bajo una lluvia constante de hojas de otoño cayendo y volando por el aire. El cerro del Viso contemplaba la escena de fondo. Paseábamos.
EL INFORME SIGMUND FREUD Y LA GUERRA (y 3)

La respuesta que da Freud en 1915 acerca de la inexorabilidad de la guerra, expuesta en la parte 2, contrasta con la respuesta a Einstein en 1932. Afirmaría entonces que es posible acabar con las guerras, aunque en principio a él mismo le parece utópico. El problema de la guerra es planteado desde la relación entre derecho y poder, establecida por la formulación de la pregunta hecha por Einstein. Freud se apresura a aclarar que en realidad es entre fuerza y poder, pues la fuerza es lo mismo que derecho, aunque parezca antagónico. Este es el razonamiento que sigue:

Desde el comienzo de la humanidad los problemas eran dirimidos desde el recurso a la fuerza. El ser humano más fuerte era el que se imponía. Con el tiempo la fuerza bruta sería sustituida por las armas, siendo los que tuvieran las mejores y más perfeccionadas armas los que pudieran ejercer una mayor fuerza para imponerse al resto de los grupos humanos, estableciendo sus propias reglas y sometiendo a los más débiles a él. La muerte del débil en la lucha supone la eliminación de obstáculos a las pretensiones del fuerte, siendo, además, un ejemplo de temor al resto de los sometidos para que sigan siendo tales. Los de mayor fuerza y mayor poder intelectual se imponen al resto (aunque fuerza e intelectualidad no estén desarrolladas en el mismo grado). Los débiles verían que su único escape es unirse entre sí para crear juntos un grupo que sería más fuerte que su opresor (la unión hace la fuerza). Logrado esto, los grupos pequeños débiles necesitan mantener ese status quo para evitar volver a ser sometidos. Para ello necesitan unas reglas de colaboración, pues cada grupo tiene sus valores. De este modo surge el derecho, el cual es en realidad la traducción de la cooperación de fuerzas de varios grupos, por conveniencia ante la posible amenaza de un enemigo común fuerte.

Para que la comunidad funcione se necesita que todos los miembros mantengan unas mismas fuerza, pero esto es difícil o imposible de conseguir. Siempre habrá algún grupo que tenga un mínimo de mayor fuerza o poderío dentro del grupo, de preeminencia por alguna causa cualquiera. Y dentro de los propios grupos en sí habrá otras divisiones en grupos que serán más fuertes o débiles (familias, dentro de las familias, clases sociales, clases económicas, etcétera). Eso creará tensiones que de vez en cuando generará conflictos, que llevarán a otras uniones. Todo está en relación a tensiones acumuladas y relaciones de fuerza entre los que ejercen el poder. Sólo los fines comunes de los grupos logran el cese de los enfrentamientos y las convivencias, por medio de lo que se ha llamado generalmente el derecho. De este modo distingue entre dos clases de guerras. Habría unas totalmente destructivas, que no aportarían nada (la expansión de los mogoles), y otras que acaban con la violencia entre comunidades imponiendo un derecho que trae la paz (la expansión del Imperio Romano).

Así que la única manera de liberar al mundo de las guerras y las tensiones sería crear una institución supraestatal a la que, además se le concediese todo el poder necesario para acabar con los conflictos donde fuera necesario. Tal institución habría sido la SDN de su época, aunque le fallaría no tener poderío (fuerza) para acabar con los conflictos (como ya se demostraba en 1932 y más aún desde 1936). Freud aún no sabe de la futura creación de la ONU, que gozará de ambas facultades, pero que será un fracaso al ser la segunda facultad manejada al antojo de EEUU y de la URSS, y tras 1991, y sobre todo del 2001, al antojo de EEUU, siendo un Estado fuerte el que maneja el poderío de una institución que habría logrado tener poder supraestatal y poder para actuar en conflictos. Freud sí que sopesa el papel de esa institución y llega a las conclusiones de que, además de lo dicho, se necesita que se creen unos lazos de unidad afectiva y cultural entre las naciones. Algo que las haga sentirse unidas por algo común. Aunque esto ya se practicó en otras ocasiones sin éxito, como en la Liga Helénica de la Antigüedad. Llega a comentar, eso sí, de una supuesta unión de mentalidad mundial dentro de los preceptos bolcheviques. Pero no lo ve viable.

En cuanto a que el individuo mate, Freud vuelve a la idea de pulsiones de creación y conservación (eróticos) y los de destrucción (agresivos). No existirían pulsiones buenas ni malas, incluso se mezclarían las pulsiones dichas, siendo necesarias pulsiones agresivas para conservar la propia vida en algunos casos. Un individuo actúa tanto por pulsiones eróticas como por pulsiones agresivas, a veces actúa por ambas a la vez. Las motivaciones de un individuo para participar de la guerra pueden ser varias y de diferente tendencia, puede prevalecer, también, de una u otra tendencia, es algo complejo de lo que no se puede generalizar. En la guerra priman las pulsiones agresivas, que niegan las eróticas (se niega la vida ajena para conservar la vida propia), es pues la primacía de lo agresivo para obtener un beneficio. Freud considera que estas tendencias agresivas en la guerra ocurren en todos los pueblos de la Tierra, pues es algo propio del ser humano.

Dentro del ser humano lo único que debería actuar contra la guerra sería todo aquello que une a los seres humanos, lo común. Lo común debería estar por encima de las diferencias (de cualquier índole), pues así se evitaría la guerra (es lo que llama Eros, pues sería algo que nos permitiría proseguir con las pulsiones conservadoras). Lo que uniría a los seres humanos en lo común sería el amor (entendido ampliamente a todos los seres y todas las cosas) y la identificación del yo con el otro.

Es un hecho, por otra parte, que las sociedades están compuestas por dirigentes y dirigidos. Además, eso es una reclamación de las propias sociedades para existir y funcionar. Aunque los dirigente, los gobiernos, con frecuencia cometen abusos de poder e injusticias, lo ideal sería que todas los individuos se guiasen por su propio raciocinio, usando de él, haciendo innecesario tener que ser dirigidos. La guerra parece algo natural en la existencia de los hombres. Al igual que los hombres quieren vivir, las naciones desean hacerlo. Eso arrastra a múltiples conflictos bélicos que cada vez se han hecho más destructivos y dramáticos, temiéndose que el próximo conflicto de dimensiones mundiales pueda ser el que acabe con toda la humanidad. Sólo los auténticos pacifistas son los que tratarían de evitar estas guerras. Estos no son los que hablan de pacifismo por convención cultural, sino porque han hecho del pacifismo una pulsión dentro de sí mismos. Es, pues, algo de carácter cultural aprendido. La auténtica convicción de la paz comienza dentro de cada individuo. No hay ninguna cultura o raza en contra de poder ser educado en la paz y la tolerancia. Para Freud, en 1932, la extensión de la cultura y la educación a lo largo del mundo es un avance para lograr el final de las guerras, pues se aborrecerá la violencia y se abrazarán los impulsos eróticos, en lugar de los agresivos. La guerra niega la cultura y las afinidades, para combatirla no se necesitaría más arma que la extensión de lo negado. Pese a todo, Freud se disculpa ante Einstein añadiendo que la consecución de este fin puede parecer utópica.

2 comentarios:

Canichu, el espía del bar dijo...

(SITTIN' ON) THE DOCK OF THE BAY (Otis Redding, 1967)

Sentado al sol de la mañana
Estaré sentado cuando llegue la tarde
Mirando girar los barcos
Y mirándolos alejarse de nuevo

Sentado en el muelle de la bahía
Mirando bajar la marea
Simplemente estoy sentado en el muelle de la bahía
Desperdiciando el tiempo

Dejé mi hogar en Georgia
Encabezado por la bahía Frisco
Porque no tenía nada por lo que vivir
Y parece que nada va a venir a mi camino

Pues simplemente estoy...

Parece que nada va a cambiar
Todo aún continúa lo mismo
No puedo hacer lo que la gente me dice que haga
Pues creo que seguiré de la misma forma

Aquí sentado, descansando mis huesos
Y esta soledad no me dejará solo
He Vagado dos mil millas
Solo para hacer de este muelle mi hogar

Ahora simplemente estoy...

Canichu, el espía del bar dijo...

AL ALBA (Eduardo Aute, 1975)

Si te dijera, amor mío,
que temoa a la madrugada,
no sé qué estrellas son estas
que hieren como amenazas,
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones
amor mío, al alba.
Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.
Presiento que tras la noche...

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.
Presiento que tras la noche